IV
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CAPÍTULO 04:
Un incentivo
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Observó detalladamente el rostro de la joven de ojos grises frente a él, notando el paso de múltiples reacciones negativas por sus facciones. Sabía que su petición era descabellada, pero no al punto de ser tan indignante; simplemente necesitaba una mezcla de hierbas, flores, agua o lo que sea que necesitara para crear una poción. No parecía tan difícil ni tan peligroso, al menos a su parecer.
—¿Acaso has perdido la cabeza? —inquirió con indignación. El rubio hizo un ademán para que bajara la voz y evitar armar una escena que alertaría a los guardias en el pasillo.
—Baja el volumen —suspiró, observando la puerta de la habitación esperando que nadie tocara o abriera de repente—. Es la única forma de lograr que hable.
—¿Ya intentaste pedirlo amablemente?
—Lo hice, y terminé siendo arrojado fuera de la cueva a punto de ser rostizado.
La castaña suspiró con pesadez.
—Eres consciente de que si te pasa algo, o a ella, condenarás mi alma a Hel, ¿no?
—No seas tan dramática, una poción cada siglo no ha matado a nadie.
Además, sabía que si el destino de la castaña era ir directo a Hel, sin duda lo arrastraría con ella.
Syn rodó los ojos y respiró hondo. No había forma de que Thor dejara ir la idea de utilizar una poción para hacer que Kári hablara y confesara todo lo que precisaban. Sus opciones eran hacerla o hacerla.
—Está bien —aceptó a regañadientes al verle usar su cara de cachorro para convencerla, igual sabía que no la dejaría en paz hasta que aceptara—. ¿Sabes dónde guardaron las posesiones de Frigga?
Él se extrañó por un instante.
—Todo está en sus aposentos, nadie quiso mover nada.
La joven tomó aire, como si se armara de valor.
—Muy bien, iré por la llave de los libros y tú me esperarás en la biblioteca. Asegúrate que el Padre de Todo no ande por ahí.
El príncipe sonrió, complacido.
—Lo que necesite, Lady Syn —la castaña hizo una leve mueca antes de pasar por su lado para salir. La sonrisa del príncipe comenzó a desvanecerse al darse cuenta de sus palabras—. Espera, ¿cuál llave?
La joven se giró, encontrándose con la expresión de confusión en su rostro.
—La llave de los libros restringidos, tu madre la tenía —su expresión no cambió, provocando que ella suspirara—. Ya verás. Ve a la biblioteca, estaré allí en un momento.
El príncipe simplemente logró asentir, puesto que la ojigris se giró y salió de la habitación a paso firme. Acató la petición de su amiga y fue al lugar indicado, donde terminó distrayéndose un rato al observar los libros ordenados en los estantes; llegó a encontrarse con títulos conocidos que su madre le contaba cuando era niño, los cuales le ayudaban a dormir en su momento. No pudo evitar sonreír con melancolía ante esos recuerdos e incluso decidió tomar uno para echarle un vistazo, reviviendo el pasado y lo mucho que había disfrutado aquellos relatos dramatizados por Frigga, cuando creía que todo estaba bien.
Perdió la noción del tiempo mientras leía, solo el llamado de la hija de Aaren lo sacó de su propia cabeza, justo para llevarlo al área de los libros que necesitaban. Tras el momento que se tomó para elegirlos, le vio tomar dos de ellos y dejarlos en la mesa del centro, sacando la cadena en su cuello con un cristal que, suponía, era la llave de los libros.
—De esto te hablaba —dijo ella—. Frigga me mostró de forma superficial estos libros cuando me otorgó el permiso de estar aquí y practicar mi magia en un lugar relativamente seguro
El rubio sonrió de lado ante aquella mención.
—Madre siempre sabía lo que hacía y por qué lo hacía.
Él se colocó a su lado, esperando a lo que la castaña estuviera por hacer. La vio acercar la piedra decorada en oro a las tapas de piel de los libros, lo cual, tras un efímero resplandor, permitió la apertura de los mismos; en un instante, deslizó uno de los tomos en su dirección, pidiéndole ayuda para encontrar el brebaje que necesitaba, una labor que pronto se convirtió en una competencia de encontrar el ingrediente más extraño. Pasaron un buen rato comentando algunos de los componentes de las pociones y riendo ante los efectos de algunas mientras tomaban más libros para examinar, al menos hasta que el rubio creyó encontrar lo que buscaba; ninguna poción decía explícitamente un nombre, pero había anotaciones sobre los efectos causados, y cuando vio que una de ellas decía algo sobre forzar la franqueza al hablar, no dudó en hacérselo saber a su amiga.
Descubrieron que el procedimiento era relativamente sencillo, puesto que se necesitaba llevar a cabo diferentes procesos que involucraban un conjunto de hierbas, granos y hongos especiales que con suerte podrían obtener tras una búsqueda en el mercado del pueblo, sin embargo, algunos no serían fáciles de encontrar; el príncipe pensó en acudir a las Sanadoras para conseguir información, pero la castaña rechazó la propuesta en el acto al no querer involucrar a más personas en medio, lo cual arriesgaría que el Padre de Todo se diera cuenta de sus andanzas. Él concordó con lo que decía, terminando por ser ella quien desempeñaría la tarea de recolección al tener alguien que podría ayudarle, y al sentirse algo inútil por no poder colaborar en la mayoría de la elaboración de aquel elíxir, su amiga le asignó la tarea de conseguir los instrumentos apropiados para el proceso.
Thor tuvo una revelación en ese momento, recordando su infancia y las veces que su madre solía prepararles pociones a él y a Loki cuando se sentían mal –tarea que luego adoptó su hermano menor para jugarle bromas–, así que se encaminó a buscar aquellos recipientes y artefactos que sabía que servirían para elaborar el brebaje para Sindr. No tardó demasiado, al menos a su parecer; lo que más tedioso le resultó fue buscar soportes y algunas piezas fundamentales de los utensilios que, por alguna razón, se hallaban esparcidos por aquella bodega que albergaba algunas pertenencias de su progenitora.
Para cuando creyó tener todo listo, llevó los objetos a la habitación que le habían asignado a la castaña tal como le había pedido anteriormente; fue cuidadoso y decidió llevarlos uno por uno para evitar dañarlos o romperlos por la presión aplicada al sujetarlos, sin embargo, hubo un momento en que se vio obligado a esconder el frasco de destilación tras su espalda al ver a su padre caminando en su dirección. En medio del temor infundido ante la posibilidad de que el hombre del parche identificara el fin de aquel objeto en sus manos, no pudo evitar pensar qué rayos estaba haciendo por ahí, al no ser muy propio de su parte.
—Hijo mío —saludó él, acercándose al rubio, quien respondió con una inclinación de cabeza—. ¿Has capturado a Sindr?
El rubio dudó en responder.
—Yo, ah —se aclaró la garganta—. La encontré, pero me gustaría interrogarla un poco, saber si habrá más ataques, cuál era el fin de est-
—Haz lo que creas necesario. Sabes qué hacer, Thor —le calló, continuando su camino con suma tranquilidad.
El Dios del Trueno no pudo evitar fruncir el ceño y voltear a ver a su padre mientras se alejaba. Le parecía muy extraña la actitud que tenía, pero no tenía mucho tiempo para reparar en ello; tenía otras cosas por las que preocuparse. Al dejar todo lo necesario en los aposentos de la castaña, y teniendo en cuenta que no sabía dónde se encontraba en esos momentos, decidió ir a la cocina y recoger algunas provisiones para Kári, a la vez que buscaba otros Einherjar que relevaran a los dos que hacían guardia en la cueva.
Entregó la tela con una hogaza de pan y una jarra de agua a uno de los soldados, los cuales partieron rumbo al bosque no sin antes reiterar la importancia de la discreción ante la persona que encontrarían en aquel lugar. Respiró hondo y tensó la mandíbula ante la incertidumbre que revoloteaba en su pecho. Más valía que esa poción funcionara.
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Observó el pequeño frasco transparente y el líquido violáceo en su interior con algo de desconfianza, terminando por observar a la castaña frente a él.
—¿Funcionará? —preguntó él, dudoso.
—Bebí una gota y ahora estoy obligada a ser sincera por quince minutos más, dime tú.
Levantó ambas cejas, alternando su atención entre la poción y la ojigris, recibiendo gustoso la idea que cruzó por su cabeza ante las posibilidades.
—¿De verdad? —ella asintió, observándolo con desconfianza—. Pongámoslo a prueba, entonces.
La joven abrió los ojos con horror.
—¿No te basta con mi palabra?
—En realidad sí, pero siempre quise saber algo —sonrió de forma traviesa—. Siglos atrás, cuando Njörd venía de visita con sus hijos, me pareció ver que estabas interesada en Frey.
Syntherea exhaló en forma de rendición y se encogió de hombros, sin saber muy bien a dónde quería llegar.
—Solo charlábamos, era interesante escucharlo hablar de Vanaheim y su literatura.
—¿Y cómo te sentiste cuando se supo que Loki y él...?
La vio apartar la mirada al reconocer el resto de la frase, tragando con pesadez y aclarando su garganta.
—Yo, ah... —se llevó una mano al cuello, haciendo una mueca antes de darse por vencida—. Estaba celosa, sí —rodó los ojos—. ¿Feliz?
—¿Por Frey o por Loki?
—Por ambos, supongo —al ver su sonrisa burlona, la castaña le dio un golpe suave en el brazo usando el dorso de su mano—. ¡No te rías!
—¡No estoy riendo! —se defendió, sin borrar aquella expresión—. Es solo que siempre tuve este presentimiento de que querías algo con mi hermano.
—Dioses —murmuró, llevándose una mano al rostro.
Thor la observó con detenimiento, notando la incomodidad que irradiaba al verse obligada a responder con sinceridad tales preguntas.
—Él te apreciaba, ¿sabes? —comentó, en un intento de hacerla sentir levemente mejor—. Creo que nunca lo dijo de forma explícita, pero se le notaba. Al menos yo lo notaba.
Ella inhaló a profundidad.
—Si, bueno —exhaló—. Hay muchas cosas que Loki no admitía o revelaba. ¿Cómo administrarás la poción?
Por un momento se confundió ante el abrupto cambo de tema, pero supo adaptarse en poco tiempo. Decidió llevarla a la cocina para buscar más provisiones, terminando por agregar algunas gotas de aquel elíxir a la jarra con agua que le entregarían a la pelirroja, al ser la mejor forma de camuflar el líquido. La ojigris lucía algo nerviosa e insegura, pero tomó la iniciativa de acompañarlo en su misión. Decía estar dispuesta a presenciar y ayudar con cualquier contratiempo que se presentara, y él no vio razones para negarse; en realidad, de una forma un tanto retorcida, le emocionaba que decidiera participar en su travesía, no le vendría mal tener una estratega de su lado... aunque temía que saliera lastimada por su culpa.
Al tener todo preparado, tomaron un mantel ya rasgado por el príncipe para llevar las provisiones a su destino, y usaron sus propios trucos para llegar con mayor rapidez, él invocó su martillo para luego hacerlo girar mientras su amiga, en una habilidad que no había detallado completamente hasta ese momento, se cubrió en una bruma oscura que le permitió moverse por los aires e ir a la par suya hasta la cueva, llegando con facilidad gracias a la luz restante del día.
Respiró hondo cuando estuvo frente a la cueva con rocas ennegrecidas por el fuego. Esperaba no correr el mismo destino que el día anterior, y con Syntherea a su lado era posible que pudiera evitarlo; en efecto, la castaña infundió un hechizo contra el fuego en su cuerpo, esta vez reforzado, para evitar que la pelirroja intentara deshacerlo en medio de la reacción que causaría la poción una vez hiciera efecto.
Se llenó de valor para adentrarse en la oscura cueva, levemente iluminada por un orbe conjutado por la ojigris y siendo animado por la misma, quien decidió quedarse en la entrada en caso de que llegara a necesitarla, y teniendo que caminar lentamente para que su vista se acomodara a su entorno. Pudo escuchar las cadenas moviéndose y pronto ubicó los mechones naranjas con ayuda del reflejo de la luz exterior.
—Buen señor, ¿está aquí para llevarme de vuelta a mi celda? Estoy cansada de llenarme las uñas de tierra —dijo la pelirroja, su tono burlesco lo llevó a inflar el pecho de forma intimidante.
—Desafortunadamente, Sindr, no podré llevarte a los calabozos todavía —respondió con suavidad. La mujer rio sin gracia.
—¿De verdad crees poder detener lo inevitable? —carcajeó—. Es tan tierno de tu parte.
—Permíteme ser más tierno.
El rubio se sentó frente a ella y deshizo el nudo de la tela, revelando así las provisiones que había preparado. Se tomó un momento para acercarlo todo con precaución de no ser atacado por ella, y cuando menos lo pensó, ya había tomado la jarra de agua de un manotazo y lo llevó a su boca. La vio tragar con rapidez y algo desesperada, como si llevara días sin haber bebido; giró todo el contenido de golpe y unas gotas se derramaron por la comisura de sus labios, las cuales limpió luego con el dorso de su mano.
Thor tomó los recipientes viejos mientras ella tomaba una hogaza y le daba un mordisco. Debía esperar un momento para que la poción hiciera efecto y viera un cambio en su actitud, lo que sería su oportunidad para sacar la información que necesitaba. Claro, si funcionaba correctamente.
—Quiero ayudarte —dijo él, observándola a los ojos. El demonio entrecerró los ojos.
—Eso definitivamente es algo que no esperaba escuchar —sonrió con malicia.
—No a ti, a Kári.
Rodó los ojos.
—Kári no tiene control sobre este asunto, no lo ha tenido por mucho tiempo.
—Eso no es lo que vi ayer —fue su turno de sonreír, causando que la expresión en su rostro cambiara.
La pelirroja comenzó a toser, tomándose la garganta con las manos y gruñendo ante la sensación provocada por la poción que acababa de ingerir. Comenzó a moverse con desespero, sacudiendo su cabeza y murmurando negaciones ante lo que sucedía, hasta que la escuchó intentar hablar.
—No puedes ayudarme, nadie puede —contestó ella de forma apresurada—. Enciérrame. Es la única forma.
Thor se puso de rodillas, acercándose a ella cuando se movió hacia la pared.
—Ayúdame a entender lo que sucede, por favor.
Gruñó y sacudió la cabeza.
—Hay dos almas en un cuerpo, yo soy la original, Sindr la invasora —explicó ella con dificultad, terminando por sacudirse como un animal rabioso, azotándose contra la pared—. ¿Qué demonios me hiciste?
Esa fue Sindr, estaba seguro. Ese destello naranja en sus ojos solo aparecía cuando ella intervenía.
—Lo necesario para conseguir lo que quiero —se acercó levemente, atento a cualquier movimiento a la defensiva por parte de ella—. ¿Cuál era el propósito de los ataques que provocó Sindr?
—Es su misión, lo que está destinada a hacer.
—¿Cómo puedo detenerla?
—Solo hay una forma de hacerlo —la mujer se azotó nuevamente contra la pared—. ¡Basta!
—¿Cuál es? —le vio cerrar los ojos con fuerza y sacudir su cabeza—. Kári, ¿cuál es?
De repente la pelirroja gritó, jalándose el cabello.
—¡Laussa!
Antes de poder decir algo más, la mujer comenzó a perder el control, haciendo que sus cadenas se iluminaran en una tonalidad verdosa y el fuego se condensara en las palmas de sus manos, pero antes de poder atacarlo, se detuvo en seco, con las manos en el aire y gruñendo en un esfuerzo por recuperar la movilidad.
—Thor —escuchó a su derecha, reconociendo la voz de su amiga—. Apártate, ya tienes una pista.
El rubio iba a refutar, pero al verla con las pupilas iluminando en un tono verdoso y notar el resplandor en sus manos, decidió obedecer a su amiga con algo de duda. El dios estaba a punto de decir algo más hasta que la pelirroja comenzó a exhalar un espeso humo negro que no dudó en echarle a la cara; la sustancia inhibía su respiración y ardía al entrar en su nariz, de repente la cueva comenzó a subir de temperatura y llenarse de humo, obligando a Thor a buscar la salida mientras tosía y luchaba por respirar aire fresco.
Ante tal situación, la castaña usó su poder en el rubio, arrastrándolo hacia la salida mientras desconcentraba a la pelirroja al mandarla volando hacia la pared de roca, aturdiéndola lo suficiente para tomar el brazo de Thor y arrastrarlo lejos de aquella cueva, poniéndose de rodillas a su lado para examinar su estado, alarmando también a los guardias que custodiaban. El príncipe percibió el cambio de ambiente, y se sintió levemente aliviado al haber recibido la ayuda de la castaña; sus ojos estaban llorosos y tosía con tanta fuerza que sentía su garganta a punto de desgarrarse, pero aún con aquella desagradable reacción podía pensar con claridad.
Mientras se recuperaba, comenzó a cavilar lo que le había dicho, analizando sus palabras y tratando de adivinar a qué se refería. Era obvio que el efecto de la poción aún estaba en ella, por lo tanto dijo la verdad, quizá no de forma explícita, pero la había dicho. Esto lo llevaba a pensar: ¿Quién rayos era Laussa?
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