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III

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CAPÍTULO 03:
La cueva.

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—¿Estás seguro de poder retenerla con... eso? —dudó la castaña, observando los grilletes en las muñecas y tobillos de la mujer aún inconsciente—. Es decir, el metal de Vanaheim es bueno, pero ¿seguro que resistirán?

El rubio hizo una mueca leve, observando las cadenas recién adheridas a la pared de roca.

—Por supuesto, son cadenas fuertes —aseguró.

—Pero no resistentes a altas temperaturas —añadió ella, juzgándolo con la mirada—. Si despierta, no habrá metal que logre resistir.

Caviló sus palabras por un momento, dándose cuenta de que tenía razón. El problema, era que en sus manos no estaba el poder de hacer algo al respecto... estaba en las de ella.

—¿No tienes algún hechizo para eso? Tanto tiempo usando magia tuvo que ayudarte a tener hechizos para todo.

La joven entrecerró los ojos, levemente indignada por las palabras del rubio.

—Que haya aprendido magia no significa que conozca todos los conjuros existentes.

Se cruzó de brazos, evaluando la mirada de cachorro que el príncipe usaba para intentar convencerla. Después de un momento de miradas compartidas, la ojigris resopló; se acercó a la pelirroja a regañadientes, tomó las cadenas entre sus manos y un destello verde las recorrió pocos segundos después. Se puso de pie tan pronto el hechizo cubrió todo el metal y volvió a su lugar junto a Thor, temiendo que la mujer despertara y decidiera atacarla.

—Gracias Syn —le sonrió, causando que ella rodara los ojos con diversión.

—Cuando quieras.

Pasaron unos segundos, donde estuvieron en silencio. La joven observaba a la pelirroja frente a ellos mientras que Thor pensaba en las palabras adecuadas para dirigirse a ella, terminando por recurrir a otra ayuda adicional cuando la idea cruzó por su cabeza.

—Necesitaré otro favor tuyo —la castaña lo observó atentamente—. Quiero que busques lo que puedas acerca de híbridos, posesión de cuerpos y lo que exista relacionado con Sindr.

—¿Y este repentino interés? —quiso saber, el rubio se encogió de hombros—. Pensaba que tus órdenes eran encerrarla de nuevo.

—No puedo hacer eso. Quiero averiguar qué está tramando, además, hay algo que no me han contado sobre ella y quiero saber qué es.

La hechicera respiró hondo, casi de forma desaprobatoria.

—Esta repentina rebeldía contra el Padre de Todo me preocupa.

—Todo saldrá bien, Syn. Tranquila.

La castaña frunció los labios, terminando por asentir y darle una palmada en el hombro, la cual estuvo acompañada de un destello verdoso que lo puso alerta al instante.

—¿Qué hiciste?

—Es sólo una seguridad adicional, protegerte del fuego, por si acaso —explicó.

El rubio frunció el ceño.

—Ella no me quemará, sé cuidarme sin ayuda de magia.

Ajá —se burló levemente—, dile eso a la quemadura en tu brazo.

Al observarse, reconoció una herida por calor en la parte descubierta de su piel, la cual se había expuesto en medio del forcejeo que había tenido con la pelirroja en Vanaheim, y a la que no le había prestado atención hasta ese momento.

—Eso fue accidental, me tomó desprevenido —se excusó.

La ojigris enarcó una ceja, negando con su cabeza. Aceptó hacer la búsqueda que le pedía el heredero al trono antes de salir de aquella cueva, además de informar que enviaría dos Einherjar a la cueva en caso de llegar a necesitarlos. El rubio se sentó en el suelo, esperando a que la pelirroja despertara y que los soldados llegaran, para no aburrirse comenzó a jugar con el Mjölnir, haciéndole dar una vuelta en el aire y luego atraparlo, lanzándolo y atrayéndolo nuevamente a su mano. Sin embargo, se aburrió tras un momento; para colmo, los orbes de luz que Syntherea colocó en el lugar comenzaban a crear el ambiente perfecto para echarse una siesta, lujo que no podía darse.

Tuvo curiosidad ante el supuesto hechizo que la castaña le había puesto, así que se puso de pie y se acercó a una de las luces flotantes puestas en las paredes de roca. Esperaba que, al ser luminosas, contaran con algún aumento de temperatura, pero no podía estar muy seguro; al parecer, no irradiaban calor ni frío, simplemente existían en el espacio, lo cual también sería una seguridad de que la mujer no usaría aquellos orbes en su contra, o eso esperaba.

Sus dudas se disiparon ante el sonido de las cadenas moviéndose contra el suelo. Al girarse, divisó a la pelirroja comenzando a despertar de su letargo, retorciéndose y abriendo los ojos para encontrarse con los grilletes alrededor de sus muñecas.

—Genial —bufó, girando su cuerpo para levantarse. Logró sentarse tras algunas quejas y gruñidos, fijando sus ojos verdes en el rubio presente y exhalando con fuerza—. Lo que sea que planees hacer, por favor, hazlo rápido.

El príncipe frunció el ceño levemente, algo confundido con aquella nueva personalidad. Su voz no contaba con el eco tan característico de Sindr, y tampoco había indicios del uso de magia para modificar el tono; era extraño, e incluso ella lo notó. Al darse cuenta de la situación abrió los ojos con sorpresa, observando el espacio con recelo y tocando su cuerpo como si no fuera real, casi con miedo.

—¿C-Cómo lo hiciste? —inquirió ella, su voz sonando en un hilo.

—¿Hacer qué?

La dormiste —explicó con ambigüedad, observándolo a los ojos con lágrimas a punto de caer—. Ella nunca duerme.

La confusión en el rostro del rubio era notable, más cuando la vio comenzar a llorar. Definitivamente no era la persona a la que se había enfrentado, y algo le decía que todo era gracias a los menjurjes que habían usado los vanir; lo que más lo descolocó fue que en medio de su llanto comenzó a disculparse, como si estuviera sacando algo que había querido decir hace tiempo al punto de estarse ahogando.

—¿Quién eres? —preguntó, usando un tono más calmado, pero alerta ante cualquier trampa.

La pelirroja tomó aire para calmar sus sollozos, tragando el nudo en su garganta antes de responder.

—Mi nombre es Kári —confesó, enjugando su rostro con el dorso de su mano, a pesar de que algunas lágrimas seguían bajando por sus mejillas—. Yo nunca quise esto, lo juro. Nunca he querido hacerle daño a nadie, pero ella me controla.

El Dios del Trueno se acercó, poniéndose de cuclillas para estar a su nivel.

—¿Entonces es verdad? —ató cabos—. ¿Hay dos almas viviendo en un cuerpo?

—Ella tiene el control siempre. No sé cómo lo hiciste, pero pudiste sacarme a la luz —de repente, su rostro se llenó de miedo—. Dioses, despertará en cualquier momento.

Ante esa información, decidió apresurarse a tomar la oportunidad de entablar una conversación más civilizada con aquel lado de la pelirroja.

—Me pediste ayuda, ¿por qué?

Tardó un momento en responder, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para expresarse.

—He estado atrapada aquí por mucho tiempo, he hecho cosas horribles, y las seguiré haciendo a menos que la separes de mi —en un parpadeo, estuvo demasiado cerca de él, posando sus manos en su cuello con firmeza y sacándole un gran susto, creyendo que iba a atacarlo de alguna forma; sin embargo, sus ojos suplicantes y la temperatura normal de su piel lograron tranquilizarlo levemente, sin desvanecer el estado de alerta—. Tienes que sacarla, te lo suplico.

Ella lo dejó ir, entendiendo la reacción que había causado en él y que probablemente no confiaba en ella; no lo culpaba, es decir, ¿cómo podría? Acababa de pelear con Sindr, lo había quemado incluso, no había forma de que creyera en ella por más que lo intentara. No quería asustarlo, necesitaba que le ayudara, por ello regresó a la pared de roca, apoyando su espalda en la superficie y disculpándose por la reacción que había tenido.

—¿Cómo puedo hacer eso? —inquirió nuevamente, manteniendo un tono sereno a pesar del susto que le había causado.

—Sólo hay una manera, pero no sé cuál es.

—¿Hay alguien que sepa?

La mujer permaneció en silencio, preguntándose si la respuesta que quería dar rendiría frutos. La verdad era que con el pasar de tantos años no sabía qué había sucedido con ella, no sabía siquiera si seguía con vida, le habían prohibido rotundamente visitarla, y aunque pudiera hacerlo, no había forma de hablar con ella cuando Sindr tenía el control absoluto de su cuerpo. No obstante, debía intentarlo.

Necesitaba deshacerse del alma invasora con urgencia; debido a la edad que tenía cuando perdió su autonomía no se había dado cuenta de lo que sucedía –o más bien, no podía entenderlo– hasta que fue demasiado tarde, pero su madre sí sabía, y sólo ella podría ayudarle a descifrar el misterio de cómo sacar al demonio de fuego de su cuerpo. A ese punto de su vida, no le importaba qué método debían emplear, quería ser libre, y quería impedir a toda costa que la profecía se cumpliera por mano suya.

Tan perdida estaba en sus pensamientos que no tuvo oportunidad de resistirse cuando Sindr se apoderó de ella, manifestándose con un resplandor naranja en sus iris y un denso humo que brotó de su nariz y boca, permitiéndose mantener una charla con el príncipe frente a ella.

—No creí que jugaría tan sucio, Majestad. ¿Dónde está su honor? —mencionó el demonio con el usual eco en su voz y un tono burlón.

Thor tomó una postura firme al ponerse de pie, tensando la mandíbula al ver los tonos cálidos en los ojos de la mujer, dándole a saber que Kári había pasado a las sombras nuevamente, y dejándolo a la expectativa de la respuesta que podría haber sido de muchísima ayuda, pero que ahora no podría conseguir con la aparición del alma del muspel invasor.

—¿Qué buscas? —inquirió él.

—Muchas cosas, ¿qué buscas tú?

—Sé específico, demonio.

La mujer comenzó a ponerse de pie lentamente y su cabello comenzó a arder, demostrando el peligro que significaba su presencia, casi en un intento de profesar el poder que poseía y su imponencia. Dio un paso en su dirección, haciendo tintinear sus cadenas y logrando que el Dios tomara con más fuerza el mango de su martillo.

—¿Así tratas a un invitado? —ladeó la cabeza—. No me sorprende, heredaste muchas cosas de tu padre. Es una lástima.

—No eres una invitada, ni aquí ni en el cuerpo que estás usando —aclaró, provocando una carcajada de la mujer—. ¿Qué buscas?

—Veo que estás desesperado por información, asgardiano.

—¿Vas a cooperar? —sentenció, manteniéndose firme.

—¿Y qué ganaría con cooperar? No me liberarán, no me enviarán de vuelta a mi mundo, solo van a llevarme de vuelta a esas asquerosas celdas para pudrirme por toda la eternidad mientras ustedes se regocijan en la superficie.

En medio de sus palabras, ella comenzó a acercarse peligrosamente al rubio, y él se daba cuenta de ello. Se puso alerta cuando vio un destello verde en los grilletes, mostrando que intentaba derretir el metal sin éxito. Thor reaccionó con rapidez cuando ella optó por quemarlo con sus manos, dándole un golpe en el pecho con su martillo, alejándola de él y tirándola de vuelta al piso, haciéndola colisionar contra la pared de roca.

—No. Kári regresará a la superficie y tú irás directo a Hel—dijo él, viéndola retorcerse.

Sindr se llevó una mano a la zona golpeada, no le había causado daño importante puesto que no había usado la fuerza suficiente para hacerlo, pero le causó dolor. La pelirroja se incorporó de nuevo y observó al príncipe con ojos brillantes de enojo.

—¿Quieres saber qué busco? —comenzó a decir, las llamas de su cabello comenzaron a avivarse por su rabia—. Quiero que todos ardan, quiero ver a Asgard envuelto en llamas con tu padre y tú en el centro. Quiero que el fuego de Muspelheim acabe con tu mundo y si no puedo mandarlos a todos allí, te juro que lo traeré.

Antes de que pudiera responder, la fuerza de una llamarada lo sacó de la cueva, haciéndolo aterrizar de espaldas contra la tierra, y al volver la mirada a la cueva, se encontró con una pared de fuego que impedía la entrada a la misma. Por la temperatura tenue que percibía gracias a la brisa nocturna, supo que el hechizo de Syntherea de verdad había surtido efecto, pero no era aconsejable atravesar las llamas para encararla nuevamente, menos cuando la había provocado. Escuchó un trote tras él, relajándose al ver que se trataba de dos Einherjar que se apresuraron a socorrerlo, observando la escena con una gran confusión plasmada en el rostro.

—¡Alteza! —uno de ellos se arrodilló a su lado mientras el otro desenfundó su espada, observando la pared de fuego—. ¿Se encuentra bien?

El rubio afirmó, recibiendo la ayuda del soldado para ponerse de pie. Frunció levemente el ceño, algo extrañado ante la presencia de ambos.

—Lady Syn nos envió, dijo que podría necesitarnos —mencionó el otro.

—Bueno, no se equivocaba —admitió el príncipe, observando las llamaradas que oscurecían irremediablemente la zona.

Respiró hondo en busca de aclarar sus ideas. No podía regresar e intentar dialogar pacíficamente con ella, ya había demostrado en dos ocasiones que no estaba dispuesta a hacerlo, y ante la necesidad de información –porque a ese punto podría jurar que esa aparición repentina no era simple coincidencia– tenía que buscar la forma de aflojarle la lengua a ambas; el problema, era que no tenía muy claro cómo hacerlo.

Kári había dicho que había logrado dormirla, y ante la suposición de que había sucedido cuando estuvo a punto de ahogarla, sonaba como una opción, pero no podía pasar todo un día ahogándola constantemente para poder hablar, corría demasiados riesgos al hacerlo. Otra opción era acudir a los vanir y pedir que usaran sus pociones en ella nuevamente, pero ante los rostros inexpresivos y casi repelentes con que lo habían despachado dudaba que fueran a aceptar; sin embargo, tenía otra vía de acción, una más confiable y que por lo que le había mencionado estaba familiarizada con el manejo de almas, pero que esperaba no molestar demasiado con tantos favores que estaba pidiendo.



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