II
════ ∘◦❂❂❂◦∘ ════
CAPÍTULO 02:
Llamas infernales.
════ ∘◦❂❂❂◦∘ ════
A veces se arrepentía de no haber pasado más tiempo con su difunto hermano, tanto por haber sido un maldito arrogante que en ocasiones lo dejaba en segundo plano cuando pudieron cimentar una relación más fuerte que el Uru –y que posiblemente hubiera evitado todo el problema que tuvieron desde un principio–, como por los conocimientos que fue adquiriendo con el pasar de los años y que ahora necesitaba con urgencia.
No conocía el paradero exacto de la entrada a Vanaheim, y no tenía tiempo de ir con Syn para preguntarle, por lo que su única estrategia era viajar en el Bifröst; era una pésima idea en caso de querer pasar desapercibido –cosa que quería lograr en ese momento–, pero no le quedaba otra opción. Le pidió a Heimdall dejarlo a cierta distancia del pueblo para evitar levantar sospechas, esperando que la luz del día lograra disimular el brillo del puente arcoíris, aunque no podía estar tan seguro.
Llegó a un claro en medio del bosque, desde el cual pudo usar su martillo para elevarse y acercarse con rapidez a la civilización, manteniéndose al nivel de las copas de los árboles para evitar llamar la atención; pero siendo sincero, su misma presencia ya era llamativa, lo que le hizo arrepentirse de haber dejado su capa en Asgard. Decidió caminar cuando estuvo a pocos metros del pueblo, observando a su alrededor en busca de alguna señal de Sindr, pero encontrándose con que todo estaba muy tranquilo; no había rastros de un encuentro previo con la mujer, y nadie parecía estar asustado por haberla visto. En realidad, era él quien estaba causando incertidumbre en el pueblo ante su inesperada visita.
—Príncipe Thor —saludó un hombre, algo confundido por la presencia del asgardiano—. ¿Qué hace aquí?
El rubio pensó en la viabilidad de responder con sinceridad a la pregunta que le hacía el hombre. A sus lados se acercaban más personas y sabía que la respuesta podría alarmarlos a todos; no necesitaba ser adivino para intuir que causarían un escándalo, cosa que alertaría a Sindr si estaba cerca, otorgándole la oportunidad para escapar a otro lugar de Vanaheim o de los demás Mundos, y definitivamente no quería eso.
—Oh. Sólo es una visita para ver que todo esté en orden, nada importante —aseguró.
—Todo ha estado muy pacífico, Alteza —respondió el hombre, sonriendo algo confundido y en el fondo, temeroso.
El hijo de Odín se las arregló para zafarse de la atención de los pueblerinos, quienes parecían insistir en revelar la verdadera razón de su aparición repentina. Caminó por el lugar fingiendo tranquilidad, al mismo tiempo observando a su alrededor en busca de alguna anomalía o la cara por la que había venido. Sonrió a las personas que se le quedaban mirando, mostrando su encanto y que no había nada que temer.
Al menos en ese momento.
Tras recorrer una buena parte de la aldea vanir, tomó la iniciativa de disimular su presencia al entrar en una pequeña taberna, pidiendo una cerveza; el hombre que estaba a cargo del local no tardó en darle lo que quería con una sonrisa, más que complacido de tener al rubio en su lugar de trabajo y notar que se comportaba mucho más amable de lo que creía recordar. Thor tomó asiento en la barra, dejando el Mjölnir a su lado y dándole un sorbo a su bebida, siendo capaz de sentir las miradas de los presentes en su espalda, pero logrando ignorarlas olímpicamente.
—¿Me permite hacerle una pregunta? —inquirió el áss* al encargado.
—Por supuesto, Majestad —respondió el hombre. El rubio hizo un ademán para que se acercara y lograr murmurarle.
—¿Ha visto usted a una mujer foránea recientemente? Pelirroja, de estatura media, voz extraña, delirios de antorcha —el hombre negó con la cabeza ante sus descripciones—. ¿Nada?
—Lo lamento, Príncipe Thor. No he visto a una mujer con las características que menciona.
Sonrió con resignación, agradeciendo su respuesta y bebiendo de su jarra.
—Yo la he visto —escuchó a alguien a su espalda.
Se giró tan pronto escuchó una suave voz femenina diciendo esas dos palabras. Fue sospechoso verla usando una capucha que le impedía ver su cabellera y, por su posición, su rostro. Aquella capa le pareció conocida, los detalles que portaba en el borde le recordaban a algo, pero tardó un momento en ubicar la memoria; era la misma capa que había visto en la visión que tuvo en Midgard, obra de la chica Maximoff y luego reiterada al ingresar en las Aguas de la Visión.
Fue allí donde se dio cuenta de que era verdad lo que le dijeron de las aguas: el tiempo diría lo que significaba, y en ese momento, creía haber encontrado una aclaración de muchas.
—He visto a una mujer con algunas de las características que dices —continuó, esta vez el príncipe reconoció la sedosidad en su tono.
—¿Dónde la ha visto? —inquirió con cautela, intentando hallar las palabras correctas para sacarle la información que necesitaba.
La mujer rio con suavidad.
—¿Para qué la necesitas? —notó cómo ella comenzaba a pasar su dedo índice por el borde de su jarra, al parecer vacía.
—Tiene cuentas pendientes.
—Oh, ya veo —la sorpresa en su rostro sonó forzada—. ¿Te debe dinero? ¿Robó algo tuyo quizás?
—Ha causado estragos en algunos Mundos —el ambiente se volvió tenso al decir aquellas palabras, incluso creyó escuchar al hombre tras la barra tragar con fuerza.
—Uh, suena interesante —añadió. El rubio casi podía percibir la tenue sonrisa en su rostro a pesar de no verla por completo—. ¿Cuáles son sus cargos?
—Varios —no quiso entrar en detalles ante sus sospechas—. El Padre de Todo la está buscando.
—¿Y tú vienes en su nombre? —carcajeó, su voz estaba comenzando a sonar extraña—. ¿Por qué no me sorprende? Al viejo nunca le ha gustado ensuciarse las manos.
Thor estiró su mano hasta el Mjölnir, tomándolo con firmeza. Bajó del banquillo con lentitud, dando pasos lentos hacia la encapuchada.
—¿Dónde la ha visto? —repitió, atento a todo movimiento de ella.
La risa macabra que salió por su garganta hizo que el hombre tras la barra diera unos cuantos pasos hacia atrás al escuchar su voz, siendo ahora bastante tétrica con los leves susurros de lo que parecía ser una voz ajena. Ecos.
—Muéstrame tu rostro.
La fémina se hizo la desentendida, ignorando sus palabras y permaneciendo en silencio. Un hombre que al parecer podía verla de frente pegó un brinco en su lugar, deslizándose de su asiento y trastabillando hacia atrás sin despegar su mirada de ella, dándole la confirmación de que algo andaba mal.
—He dicho que muestres tu rostro —ordenó de nuevo el rubio.
La mujer comenzó a voltearse con una lentitud azarante, tardando un momento para revelar una parte de sus facciones; al fijar sus ojos en los de ella logró diferenciar el brillo naranja pasando fugazmente por su iris, al tiempo que una sonrisa se formaba en sus labios. Lo próximo que vio fue una jarra dirigiéndose directo a su rostro, la cual logró esquivar de un manotazo, salvándole de una posible nariz rota. Lo que no pudo evitar fue la ráfaga luminosa que impactó en su pecho y lo mandó de espaldas tras la barra, permitiéndole a ella levantarse y correr rápidamente a la salida. Los presentes se arrojaron al suelo y fuera de su camino, buscando refugiarse.
La foránea se sorprendió de sobremanera al salir, teniendo que detenerse en seco ante la presencia de los soldados del Reino Vanir, convocados por la presencia del rubio en aquellos dominios, los cuales habían rodeado el local ante las indicaciones dadas por los pueblerinos, frustrando su escape. La notable y ambigua presencia del asgardiano había recorrido las calles como una plaga, alertando al Rey que no pensó dos veces para enviar una de sus tropas para averiguar qué sucedía, los cuales evacuaron a la mayoría de habitantes momentos antes, dejando el lugar desolado en caso de una hipotética pelea que efectivamente estaba a punto de ocurrir.
—Identifíquese —sentenció uno de los hombres.
La mujer aún oculta bajo la tela oscura observó a los soldados, evaluando una vía de escape o las posibilidades de ganar si se atrevía a pelear con ellos, pero teniendo al Dios del Trueno pisándole los talones, debía pensar con mayor rapidez. Las yemas de sus dedos resplandecieron tenuemente, cosa que los hombres no pudieron notar de inmediato, puesto que se había llevado la mano al pecho con rapidez, usando un hechizo en sí misma.
—Por favor, buen señor, sólo deseo ir a casa —dijo ella, su voz sonando tersa e inocente mientras se acercaba, deteniéndose en el instante que vio a los soldados tomando posición de ataque.
Thor salió del establecimiento solo para presenciar la escena en las afueras del mismo, con los soldados blandiendo sus armas hacia ella mientras estaba estática, a la expectativa que alguno decidiera atacarla.
—Nadie debe salir lastimado, Sindr —intentó razonar, llevándola a girarse con lentitud.
—Asgardianos y su falso pacifismo —movió su mano derecha, dejándole ver una bola de fuego formándose en su palma—. Patético.
Tomó impulso para usar la llamarada que había conjurado, siendo interrumpida cuando una flecha fue disparada en su dirección, y ella la atrapó a centímetros de su rostro. Los presentes no se esperaron la agilidad con la que la híbrida interceptó el ataque del soldado, convirtiendo la madera en cenizas en pocos segundos y revelando el enojo que la había invadido al notar sus ojos resplandeciendo en un tono anaranjado mientras observaba a su atacante. En un movimiento que debieron predecir, la mujer guio una llamarada por el suelo, obligando a los presentes a retroceder unos pasos para evitar ser tocados por el calor, pero eso no evitó que algunos soldados saltaran las llamas en busca de atacarla.
Ella esquivó sus movimientos y devolvió los ataques usando magia y fuego, lo que pronto dejó en desventaja a la guardia vanir. Sindr era ágil y que además tuviera control de una habilidad adicional no les hacía más fácil la tarea de dominarla. La pelirroja lograba lanzarles orbes ardientes y ráfagas de magia que los lanzaba lejos, podía envolverlos en remolinos de fuego y cuando estaban lo suficientemente cerca, podía usar llaves y dejarlos fuera de combate por un momento con unas cuantas maniobras y golpes.
La híbrida parecía disfrutar la situación, por lo menos hasta que el sonido de un objeto atravesando el viento y un fuerte golpe en su espalda –que la mandó volando unos cuántos metros y la hizo rodar otros más– interrumpieran su tarea de lanzar una bola de fuego al rostro de un soldado. Furibunda, se levantó del suelo levemente quemado por su cuerpo y dirigió su atención al lugar de donde provino el ataque, sólo para ver al Dios del Trueno caminando amenazadoramente en su dirección.
—Detén esto, Sindr —ordenó él. La mujer sonrió burlonamente.
—¿Por qué debería hacerlo? Si me estoy divirtiendo —su voz recuperó el eco, terminando por confirmar su identidad.
—No será tan divertido cuando estés de vuelta en los calabozos de Asgard.
Ella rio amargamente, extendiendo las llamas que cubrían el suelo sin que el rubio se diera cuenta. A su vez, la capa que la cubría comenzó a hacerse cenizas, revelando finalmente su característico cabello envuelto en llamas y una especie de armadura negra que parecía no ser afectada por la temperatura que irradiaba su cuerpo.
—¿Todos ustedes creen que la mejor solución a toda amenaza es encerrarla? —carcajeó—. Debo informarles que no es una buena estrategia.
Estuvo segura de que el rubio iba a responder. Muy segura. Sin embargo, no lo dejó hacerlo al envolverle en un remolino de fuego, permitiéndose escapar de él. Corrió para crear un poco de impulso antes de elevarse rumbo al bosque, donde ella sabía que estaba la entrada a otro Reino. Se encontraba lejos, pero si se desplazaba con la rapidez suficiente podría llegar y huir por un tiempo adicional; lo que no se esperó fue la colisión de un cuerpo contra ella, arrojándola a la superficie verdosa y causando que se golpeara con algunos árboles, llevándose algunos por delante. Cuando se detuvo, gruñó con rabia, además de una pizca de dolor, y se incorporó al verlo aterrizar a unos metros de ella; de verdad comenzaba a fastidiarle su presencia.
No se dirigieron más palabras, simplemente comenzaron a atacarse sin dudar. La híbrida usaba su fuego y algunos trucos mágicos mientras el dios se protegía y la golpeaba con su martillo. En un momento, le dio un golpe tan fuerte que la mujer logró derribar otro árbol con su cuerpo, acabando por retorcerse de dolor en el suelo y reconociendo que se encontraba en desventaja. No tuvo mejor plan que echar a correr, esperando llegar a la entrada antes de quedar completamente agotada o que los golpes le impidieran continuar.
Pudo escuchar el sonido de las olas rompiendo y supo que se encontraba cerca. Sin embargo, su plan se vio frustrado cuando, corriendo peligrosamente cerca del acantilado, su cuerpo fue jalado al lado opuesto por donde iba y antes de caer su pierna izquierda fue tomada para colocar un objeto en ella. Más temprano que tarde se dio cuenta de que el príncipe había metido su pie en el asa del Mjölnir y con el peso que sabía que tendría, la lanzó al vacío.
Él logró escuchar su grito antes del sonido de su cuerpo al caer al agua. Asomó su cabeza sólo para ver el vapor provocado por su contacto con el líquido, y esperó un momento antes de saltar por ella. El agua cristalina y lo que quedaba de la luz diurna le permitieron encontrarla con facilidad, anclada al fondo por su martillo. Se apresuró a llevarla de vuelta a la superficie, puesto que dudaba que a su padre le agradaría escuchar que la mujer que le había enviado a buscar se había ahogado en un intento suyo por dejarla fuera de combate.
Nadó hasta la orilla más cercana y la dejó allí, viendo cómo tosía para sacar algo de agua que había entrado a sus pulmones. La observó con atención, esperando verla evaporar el agua en su cuerpo para continuar la pelea, pero sucedió todo lo contrario. Ella fijó sus ojos claros en él, casi de forma suplicante, y antes de quedar inconsciente, logró articular una palabra, una simple palabra que le hizo dudar del destino que le depararía al llegar a Asgard.
—Ayúdame.
Lo curioso, fue que su voz no poseía el eco, tampoco estaba usando magia para modificar su voz; era ella, o lo que alguna vez fue ella según el cuento que se esparció por todo el Reino. Si era real, eso significaba que había dos almas en un cuerpo, pero debía asegurarse de la veracidad de aquella teoría antes de confiar en algo; lo haría por supuesto, luego de dialogar con los dirigentes vanir, quienes no tardarían en llegar a su ubicación.
*Áss: Término para referirse a un dios asgardiano.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro