14. Free fall
— ¡Jimin! — grita Yoongi entre los gritos de los demás ángeles.
Con destreza corre al límite del Edén y sin considerarlo dos veces — o tener un plan — se tira. Claramente era una mala idea pero prefería estrellarse a velocidades astronómicas contra la tierra de los mundanos que dejar caer a su ángel.
Con algo de dificultad y sin saber si funcionaría, Yoongi despega de su espalda un par de extrañas alas sin plumas, las cuales sólo creyó existían para establecer más la contrariedad entre ambos líderes. Pero extrañamente y con una gran suerte, funcionaron.
No sabía de donde había obtenido tanta suerte, pero movió sus peculiares alas con rapidez y se dirigió hacia abajo. Pudo divisar a Jimin a unos cuantos metros de una caliente carretera cuando lo abrazó entre sus brazos.
El impacto se lo llevó Min, pero no importaba demasiado si eso salvaba a su chico.
Luego de respirar de forma más regular, Yoongi se sienta con dificultad en la vacía carretera y acuna a Jimin contra su pecho. El joven apenas respiraba, lo cuál no dejaba en claro si era motivo de festejo o tristeza.
Le dolía verlo tan destrozado, y todo por su culpa. Si tan sólo él hubiese sido más maduro y se hubiese alejado...
— Perdóname, bebé. — le dice entre furiosas lágrimas. Deposita un beso en su frente. -— Perdóname, todo esto es mi culpa...
Una pequeña mano llega a la mejilal de Yoongi y la acaricia con debilidad.
— N-Nad-da de e-esto es... t-tu culpa, Yoonie. — dice bajito Jimin, estaba demasiado débil. Tose, aclarando su voz. — Los... dos elegimos e-esto.
Yoongi aprieta aún más su agarre sobre Jimin mientras alza una de sus manos. En su palma genera un pequeño fuego, conectado al que estaba en el centro de su despacho por cualquier emergencia.
Esta llama es prendida, apagada y atenuada en patrones curiosos pero impresionantes, que se iban a transmitir en la fogata que Soyeon estaba viendo en este momento.
Sólo los Min eran capaces de interpretar esas señales. Habían iniciado cómo un juego de niños pero se habían convertido en un nuevo y secreto idioma.
Pocos segundos después aparecía Jungkook en la solitaria carretera, mirando a Yoongi con terror.
— Señor... — murmura. — Estoy aquí, dígame qué necesita.
Yoongi se levanta con la ayuda del joven demonio, y alza a Jimin en sus fuertes brazos.
— Llévanos a casa, Kookie. — dice con cansancio.
En un movimiento rápido, Jungkook toca a Yoongi y Jimin en sus hombros antes de que el Diablo cerrara sus ojos.
— ¡Yoongi, Jimin! — grita Soyeon.
El menor había obedecido y los había llevado al lugar exacto donde quería estar: su despacho.
— ¿Qué sucedió? — pregunta Soojin, acercándose con Soyeon a socorrer a la pareja.
— ¿Namjoon hizo esto? ¡Hablen por favor!
— Señoritas, el Señor Min y el Señor Jimin están algo débiles... — dice Jungkook. — Creo que sería conveniente que descansen antes de responder sus preguntas. Sé que están ansiosas pero... — Yoongi alza una mano e interrumpe al mejor.
— Realmente eres más eficiente de lo que pensaba... — dice Yoongi. Sus ojos apenas permanecían abiertos. — Por favor ayudame a llevar a Jimin a mi cuarto... Nuestro cuarto. -— ordena. Mira a su hermana. — Luego te cuento todo, hermanita, sólo déjame ocuparme de Jimin primero y descansar.
Soyeon asiente, en shock ante la tranquilidad de su hermano. Yoongi se va llevando a Jimin en sus brazos y con ayuda de Jungkook lo recuesta en su cama.
— Quiero al mejor curandero que consigas. — le pide al otro demonio. — Si es posible lo quiero en este instante.
Jungkook rápidamente se esfuma de la habitación en busca de alguien capaz de curar a Jimin, mientras el rey del infierno se recuesta al lado de su ángel.
— Siempre anhelé que pudieras quedarte aquí conmigo, pero nunca pensé que sería de esta forma... — acaricia su mejilla con cariño mientras, debido al cansancio, se queda dormido a su lado.
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