11. Fury & fire
— Mi Señor... — pronuncia Jungkook algo agitado por correr. — Llegó esto para usted, es urgente...
Yoongi recibe la carta en sus manos y la abre con rapidez. Él también había escuchado esos gritos, extrañamente sentía que debía llegar a quien los producía pero...
— Jungkook... — murmura bajito mientras mira al techo, reteniendo el aliento. El joven se acerca y Yoongi vuelve a bajar la mirada.
Nunca había visto a su jefe así. Sus ojos estaban de un rojo intenso que hacían resaltar su feroz y gatuna mirada y su cicatriz. Pero no era el momento de halagos sino de preguntas, las que aumentaron en el momento en que tiró la carta al suelo y con una dolorosa lentitud y silencio salió del despacho.
Tomando la carta otra vez, Jungkook persigue a su Señor a donde fuera, sin saber qué esperar.
— ¡Mi Señor! — grita, intentando alcanzar a Yoongi quien ya estaba corriendo. — ¿Qué es lo que sucede? ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
Yoongi sigue corriendo hasta la salida del infierno con un demonio persiguiendolo. Cuando le indicó a Sehun y Chanyeol que abrieran con rapidez — los cuales con algo de miedo obedecieron — voltea a mirar a Jungkook.
— Llama a Soyeon y dile que se quede en mi despacho. — indica. Su mirada inyectada en sangre y su tono era cada vez más fríos. — Entregale la carta, ella entenderá. — dice para luego esfumarse de su reino.
Había oído hablar del temperamento de Min Yoongi, claro que sí. Siempre se dijo que ante algo que lo molestase en demasía actuaría de forma violenta y explosiva, sin dejar algo a su paso. Así había sucedido con sus antecesores — siendo el último el demonio Bang Chan. Pero esta vez...
No sabía que acontecía esta ocasión, pero le sorprendía verlo tan calmado y enojado a la vez, como si fuese una bomba de tiempo que tenía sólo segundos para explotar y arrasar con lo que se encontrase.
Despertando de su sueño, Jungkook corre hacia el lado contrario sin leer la carta aún en busca de Soyeon.
— ¡Señorita Soojin! — grita a lo lejos al ver a la amiga de la hermana de su jefe. — S-Señorita Soojin... — dice intentando recuperar el aire.
— Dime, niño... — pronuncia, intrigada.
— ¿Ha visto a la Señorita Soyeon? Es urgente... — Soojin asiente y lo acompaña al lugar donde su amiga se encontraba.
La rubia logra divisar a su mejor amiga y al pequeño Jungkook correr hacia ella con desesperación.
— ¡Señorita Soyeon!
— ¿Qué pasa? — dice, recibiendo dos demonios agitados.
— Tome... — le entrega la carta. — Su hermano pidió que le entregue esto y ordenó que se diriga a su despacho en este momento.
Soyeon empieza a leer las líneas de la corta carta, espantandose a cada segundo. Ahora comprendía porqué Jungkook estaba corriendo de lado a lado buscándola.
Lee en voz alta:
¿Acaso creías que era tan idiota para no darme cuenta?
Sabes perfectamente que esta clase de cosas están prohibidas y aún así lo hiciste. Tú, idiota, te metiste con uno de mis ángeles... Pero, ¿sabés que? Debido a que la lección anterior no sirvió para que todos ustedes se alejaran de nosotros decidí implementar otras técnicas.
No te molestes en venir, Min. Para cuando llegues ya no quedará nada del traicionero e ingenuo Jimin que tanto disfrutaste. Espero que vivas sabiendo que tú y solamente tú lo condujiste a su desgracia.
Espero no verte nunca más ni tener que escribirte. Realmente espero que el infierno haya aprendido la lección.
- Kim Namjoon
— ¡Ese idiota está loco! — exclama Soojin con horror. Soyeon, sin comentar nada camina hacia el despacho de Yoongi, siendo seguida por Soojin y Jungkook.
A pesar de no hablar se podía notar su enojo a simple vista, porque cada demonio tenía alguna habilidad particular asignada — excepto Yoongi, quien por ser el Diablo poseía muchísimas más. — que podía explotar en los momentos más tensos por lo que, en este momento, debían mantener distancia de una rubia que poco a poco empezaba a ser consumida por sus propias llamas.
Al ingresar al despacho los tres, Soyeon se sienta en el trono de su hermano con la mirada fija en el fuego ubicado en el centro.
— Soyeon... — murmura Soojin con cuidado. — Estás...
La rubia se mira las manos y se da cuenta de cómo se había descontrolado en sólo unos minutos. Sentía rabia y miedo al mismo tiempo, Jimin no se merecía lo que sea que Namjoon le estuviese haciendo.
Pero tampoco podría ir a ayudarlo, ya que su hermano le había ordenado permanecer allí y en momentos como éste... Definitivamente desobedecer a su hermano no sería una opción.
Soyeon asiente, reteniendo sus llamas sin dejar de mirar perdidamente las de la habitación.
— Lo sé, disculpen... — pide con sinceridad. — Es sólo que estoy preocupada por Jimin...
¿Qué sería del pobre e inocente ángel en este instante?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro