Epílogo
—Se acerca la semana de la luna azul y con ello, la resurrección de Kyrios —habló Madame Xanadu, disgustada por la presencia de algunos de los presentes.
En aquella alejada cabaña, además de Xanadu estaba Jericho Drumm, Agatha Harrkness y un avejentado John Constantine.
—Tendríamos más certeza de su bando si es que su padre no lo hubiera dejado con un señor del orden —afirmó Agatha, acariciando con ternura a su gato negro.
—Pero el anterior Doctor Fate ayudó a detener a la anterior encarnación de Kyrios en el '45 —dijo Brother Voodoo, apelando a la calma de sus colegas.
—Claro que lo hizo —Agatha retomó la palabra—. Nadie iba a dejar que siguiera con su expansión, fue muy peligroso tanto para la magia como para los humanos.
—Conociendo al chico, estoy seguro que va a pelear por su propio lado —dijo Constantine, sonriendo con un cigarrillo en su boca.
—¿Y cómo conocerlo? —cuestionó Xanadu— Lo dejaste a él y a Mara con Fate apenas pudiste.
Constantine rió seco. La puerta de la cabaña sonó. Esto sorprendió a todos, la cabaña estaba alejada en un bosque, a varios kilómetros de la carretera más cercana. Jericho fue quién abrió la puerta. Un anciano, envuelto en una capa, entró a la cabaña frente a todos los demás.
—¿Le podemos ayudar en algo? —preguntó Brother Voodoo.
—Solo quiero un lugar para descansar —respondió el anciano. Un tuerto encorvado, con un parche sobre uno sus ojos y de largo cabello y barbas plateadas—. Y tal vez un poco de comida.
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