[CAPÍTULO 6]
23/01/2021 | Cuartel del Raimon, Periferia, Inazuma, Japón
La habitación estaba a oscuras con un silencio que recorría todo el cuarto. Lo único que se podía escuchar eran las respiraciones de sus únicos dos ocupantes. Era una sensación de armonía en la penumbra gracias a la luz que se colaba por abajo de la puerta, sería el ambiente tranquilizante perfecto de no ser porque hacía horas Jade estaba con el corazón en la boca esperando porque la vida del Virtuoso no se extinguiera ahí mismo.
Sólo se encontraban ellos dos en la habitación, pero Jade era la única despierta. Por más que su cuerpo ya estuviera cansado y le suplicara ya descansar, ella se mantenía firme y alejada del deseo de dormir.
No tenía idea de si ya le había pasado el efecto de la anestesia y ahora estaba durmiendo por cansancio o es que seguía sedado. La pelirroja pasaba sus dedos por las manos del Virtuoso tanto como por su cabello y rostro con algo de frecuencia.
Tenía unas vendas alrededor del tronco y en parte de su hombro izquierdo junto con un material rígido en este para que no se moviera evitando dañar su herida o causarle más dolor.
Conforme transcurrían los minutos y horas, parecía que el cansancio del pelicenizo se desvanecía hasta el punto que abrió los ojos. Le pesaban los párpados y tenía que parpadear bastante para lograr mantener sus ojos abiertos. Estos le ardían debido al llanto que apenas podía recordar, pero gracias a la oscuridad que había en la habitación no era más difícil de lo que ya el poder ver o estar con los ojos abiertos.
— Riccardo —murmuró Jade pasando la mano con delicadeza por el cabello del menor.
— Jade...
Cuando escuchó a Riccardo aspirar su nombre torpemente suspiró con una pequeña sonrisa de alivio para luego acariciarle los dedos que yacían sobre la cama sin fuerza alguna. Esa simple acción mostraba cómo al menos ya estaba volviendo en sí.
— ¿Cómo te sientes? —con la mano libre le acarició la mejilla usando dedo índice mirándole el rostro el cual seguía bastante pálido por la pérdida de sangre pero parecía mejor que antes.
— No sé...
— ¿Te duele algo? ¿Qué tal el hombro? —dijo intentando mantener la armonía que aún rondaba en la habitación, por más ansiosa y preocupada que estaba por saber cómo se sentía, no quiso meterle mucha más presión, por eso mismo se mordió la lengua y dejó de preguntar para simplemente mirarlo con serenidad.
Él con lentitud se llevó la mano al hombro para tocarlo apenas poniendo fuerza, sintió aquel inmovilizador y miró a la chica.
— ¿Recuerdas qué pasó? —conservaba la parsimonia y aquella sonrisa que inspiraba confianza.
Él se quedó pensando, miraba a Jade tratando de recordar a lo que se refería. Sus cansados ojos estaban en los de ella mientras que su mente solo rebuscaba sucesos para dar explicación a todo: al cansancio, a aquella pregunta sobre su bienestar y a tal aturdimiento y debilidad.
Miró hacia el frente y al encontrar vacío el espacio que había entre la pared y su armario, justo a los pies de su cama, comenzó a recordar vagamente lo que había sucedido. En la pared de su armario tenía un pequeño gancho -que más bien era un clavo torcido- donde colgaba su chaleco forrado de cuchillos, el que usaba en todas las misiones.
El ver cómo no estaba allí hizo que comenzara a conectar e interpretar recuerdos.
— No... no, Jade... —intentaba negar, apenas movía la cabeza pues no tenía fuerza, incluso su voz era casi imperceptible, sólo Jade la escuchaba, esa vocecita que estaba rompiéndose frente a ella.
— Riccardo... —se mordió la lengua para soltar un "tranquilízate" pues obviamente sentía esa pérdida como nadie.
Suspiró frustrada sintiendo cómo todo se iba de sus manos, no tenía que haberle preguntado aquello. Sólo apretó la mano del Virtuoso y lo miró a los ojos.
— ¿Cómo pasó, Jade? —suplicó mirándola a los ojos.
Tomó aire y se mentalizó para explicárselo.
— Quedó atrapado bajo los muebles —las palabras se deslizaron de su boca intentando que su garganta no temblara en ese momento—. Y a ti te hirieron después de que lo estuvieras protegiendo un tiempo. Te dieron un tiro, estuviste a milímetros de que te atravesara el pulmón, pero aún así te atravesó una vena importante, has perdido mucha sangre. Vas a tener que descansar un tiempo, poco a poco te irás recuperando, todo va a ir bien —intentó sonreír justo en el momento en que una lágrima se le escapó del ojo. Ella la secó de inmediato y recuperó su sonrisa torcida como si no hubiera pasado nada.
Ella estaba igual de herida por dentro, su líder e ídolo había caído mientras que aquel al que consideraba su hijo casi lo hacía también.
Por segundos recordó el momento en que vio cómo Riccardo intentaba ayudar a Samguk, cómo le disparaban, todos los momentos durante la cirugía en que Uta y Lucas advertían que sus signos vitales decaían. No aguantó más, su rostro se quebró imitando a su corazón, contener todas esas lágrimas se volvió imposible y estas salieron acompañadas de unos cuantos sollozos.
— Mamá Jade... —murmuró Riccardo al verla romperse delante suyo. Eran contadas las veces en que la había visto llorar, la veía tan fuerte, tan valiente, era su ejemplo a seguir y al verla quebrarse de esa manera sentía un gran vacío, seguía siendo difícil el entender que hasta una persona tan fuerte podía romperse.
— Lo siento... —ella se secó las lágrimas con las mangas sin querer mirarlo a los ojos— Tienes una suerte que no te la puedes imaginar, por muy poco te atraviesa un pulmón, vi todo durante la operación... Y no puedo evitar pensar en lo que hubiera sucedido si no te hubiéramos atendido, si no hubieras tenido tanta suerte. Tengo miedo por ti, que la herida empeore o... —suspiró frustrada teniendo que detenerse para secar sus ojos— Riccardo, por favor, ten cuidado, no hagas ninguna locura, haz caso y descansa para que te recuperes.
Él con su mano derecha acarició las de Jade mostrando una pequeña sonrisa.
— No te preocupes, Jade, lo haré. No voy a dejar que todo lo que han hecho haya sido para nada —le costó un par de segundos recuperar el aliento para luego mirarla aún apretando su mano sin mucha fuerza—. No llores, ¿sí?
Ella asintió secando sus ojos. Llevó su mano hasta la mejilla del chico para acariciarla otra vez. Este le sonrió ligeramente soltando un leve suspiro haciendo incluso un pequeño sonido, resonaba su peculiar voz en aquella sonrisa, voz que Jade temía nunca volver a escuchar. Era curioso aquel timbrecillo en su voz, era un ligero tono que siempre había tenido; desde que su voz era la aguda y tierna de un niño hasta su actual voz que, a pesar de tener diecisiete años, no era demasiado grave.
— Mamá Jade —la llamó mientras empezaba a tener un extraño recuerdo que le provocó una pregunta— ¿Quién es Max?
La pelirroja suspiró con una sonrisa mirando a la cortina con aquella montaña impresa que colgaba frente a la ventana, bastante cerca de Riccardo.
— Max, ¿eh? —lo miró— ¿Quién te dijo?
— En la misión escuché que Samguk dijo algo sobre Max pero no había escuchado que llamara alguien así. La verdad es que ese nombre es especial para mí pero...
— Mañana la vas a conocer, quiere verte —sonrió suavemente repasando la mejilla de Riccardo con el pulgar, tenía la piel fría y delicada por todo lo que había pasado y eso hacía sentir algo mal a Jade—. Es Joujou, Samguk también la conocía y supongo que en ese momento quería despedirse de la verdadera Maxine, no de Olivia Pepper.
Maxine. Ese nombre era uno que se repetía a diario en la cabeza de Riccardo. Sus recuerdos sobre ese nombre eran sobre la misma niña, aquella que había sido su mejor amiga desde la guardería, sus mejores recuerdos de la infancia habían sido al lado de ella. Tenía en mente cada vez que jugaban en el jardín de la escuela, cuando iban a comer helado, las veces que él le había atado los cordones de las botas. Siempre llevaba sus botas y una faldilla, nunca se las quería quitar.
Pero también recordaba aquel momento de tercero de preescolar en que llegó la directora y llamó a la pequeña, recordaba a la perfección la escena.
Él se sentaba del lado de la puerta mientras que ella al frente, cerca del escritorio de la maestra.
— Maxine, toma tu mochila, vinieron a recogerte.
La niña había obedecido despidiéndose de su profesora y de sus amigos, pero de la última persona de quien se despidió fue de su mejor amigo.
El pelicenizo tenía un llavero con un muñequito colgando de él, su amiga se lo había prestado cuando empezó el día, lo puso en una de las cremalleras de su estuche para decorarlo Era un personaje con una cabeza más grande que el cuerpo, no superaba los cuatro centímetros y lo que destacaba era su traje. Un personaje de un antiguo cómic llamado Flash, según ella lo había encontrado en un parque pero nadie lo reclamó. Riccardo le iba a devolver el muñeco cuando la vio recoger su mochila.
— Te lo dejo, me lo puedes devolver mañana. Por cierto, ese da suerte, una vez me tropecé y como lo tenía, no me caí —le dijo señalando la figura con una alegre sonrisa—. Adiós Riccardo —fue lo último que dijo antes de salir del aula tomada de la mano de la maestra.
No fue al día siguiente, ni al siguiente, ni el resto de la semana, incluso quitaron su nombre de la mesa, pasaron meses y nada. La fue a buscar a casa pero no había nadie y por más cartas y dibujos que le pasaba por abajo de la puerta, nunca recibió uno de vuelta. Un día sus dibujos se empezaron a acumular y alguien le contó que se había cambiado de casa. Pero la primera respuesta por parte de sus padres sobre ir a verla fue un definitivo "no", vivía en la Transición, era muy peligroso ir y estaban en toda la razón.
Pasó el tiempo y una vez escuchó cómo uno de los sirvientes de su casa cuchilleaba con una criada.
— Allan Willows, sí, el hombre que degradaron, como era de la Transición lo descendieron a la comisaría que abarca la zona. Ayer dijeron por las noticias que había encontrado una información valiosa de un bando del Centro pero fueron a su casa... todos muertos. Su hija era la mejor amiga del señorito, esa niña que venía siempre, la que llevaba siempre las botas, la pequeña Maxine. Lo bueno es que a esta edad el señorito ya se habrá olvidado de ella, me da una pena ...
Pero no era así, él la esperaba aún, todos los días. Y cuando escuchó que estaba muerta sólo siguió esperando, aguardaba porque a él ya le tocara irse con ella. No comía ya, ni siquiera jugaba, en días festivos se escondía bajo una manta abrazando el animal de peluche que le había regalado por su cumpleaños Maxine mientras sujetaba el pequeño Flash en su mano deseando que al día siguiente se lo pudiera devolver.
Poco después ocurrió el atentado a su casa, justo el mismo mes en que él había empezado a intentar vivir de nuevo. Sus padres habían logrado volver a verlo feliz por más que añorara a su amiga. Pero simplemente una noche vio morir a todos quienes estaban en su casa. Los únicos que se habían salvado eran Rossie y él. Por culpa de esa noche volvió a entrar en una depresión prematura.
— Está muy preocupada por ti, además va a traer a unos nuevos miembros, pero al fin la podremos ver. La última vez que la vi era muy pequeña, parece que Soundtown la ha cuidado bien.
Mark Evans fue quien empezó a apoyar a Soundtown y su prima, quiso potenciar el talento que mostraban en lo relacionado con la informática. Por eso pudo conseguirles los elementos para desarrollar su potencial en cuanto a la búsqueda de información y manipulación electrónica.
Usaron un edificio de propiedad del Raimon en la Transición y esa se convirtió en la casa de ellos. Fue una famosa sicaria, Silvia Woods, quien se encargó de cuidarlos durante sus primeros años allí solos, después tuvo que dejar a Soundtown al cargo para unirse a la Rebeldía junto con los miembros del Raimon.
No podía ser la Maxine que él conocía... ella estaba muerta por más que siguiera negándolo. Pero nada podía quitarle la ilusión provocada por poder conocer a Joujou, la chica con quien hablaba casi todos los días. Era quien los guiaba en las misiones y a quien Riccardo recurría cuando se sentía triste o simplemente quería alejarse un poco de todo y tener a alguien que lo entendiera además de sus habituales charlas que habían forjado una amistad más y más fuerte, hasta el punto en que él ya tenía distintos sentimientos por la chica.
Pero cuando se dormía pensando en cómo Joujou lograba hacer que su corazón se acelerara, le recordaba a Max. Con la explicación y con las ideas que se había formado gracias a las palabras de Jade, ahora más que nunca deseaba resolver la duda de si eran la misma persona. Poder conocerla al menos, pero sobre todo deseaba reunir el valor y poder decirle que le atraía, aunque su propósito solo fuera un desahogo y no esperaba correspondencia de su parte, solo debía decírselo por cualquier cosa que sucediera.
Subaru, Sara, Kanao y Doug estaban todavía en la sala, esperaban a que Jade diera alguna noticia sobre Riccardo y también esperaban poder conciliar el sueño a pesar de los sucesos.
Cuando la líder salió del pasillo llegando a la sala, los chicos la miraron reaccionando para recibir alguna noticia.
— ¿Cómo sigue? —preguntó Kanao dando unos pasos hacia la chica pelirroja.
— Aún tiene el efecto de la anestesia. No le dije nada más sobre su condición porque creo que deberá saberlo poco a poco, pero seguía con presión baja y Sky le dejó el oxígeno alto —dijo mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Kanao le miró los muslos debido a la sangre que había en ellos aún. Desde que terminaron la operación no había cambiado su ropa ni se había separado de Riccardo, quería estar con él por cualquier cosa que le pudiera suceder, por eso no se había deshecho todavía de las manchas de sangre.
— ¿Y emocionalmente? —Subaru preguntó compartiendo el sofá con Sara y sujetando todavía una taza de té que ella le había preparado para intentar calmar de alguna forma los nervios que aún tenía a flor de piel a pesar de que ya hubieran pasado horas desde la misión.
— Aún lo está procesando. Lo fue recordando poco a poco, no quise presionarlo más con el tema de Samguk, no está como para eso ahora —en ese momento parecía prohibido mencionar el nombre de su líder, nadie lo había pronunciado desde que Subaru y Riccardo entraron en el edificio. Shunsuke había sido el último, lo nombró cuando preguntó si estaba dentro de la enfermería también, y fue Subaru quien respondió—. Le dije lo de Joujou. Tampoco está como para hablar de eso, pero al parecer lo animó un poco, creo que ya sabe lo que pasa, se le veía esperanza.
Tuvo que sorberse los mocos un momento y luego no evitó secar uno de sus ojos con el dorso de la mano. Esta acción hizo que Kanao avanzara lo suficiente como para poder abrazarla y ser correspondida casi de inmediato ofreciendo su hombro para que Jade se apoyara.
Sara seguía un poco alterada, fue de las primeros en ver a Riccardo, lo pudo ver derramando sangre, incluso en lo que iban por el pasillo vio cómo Jade puso los labios sobre los de él para quitarle la sangre con que se ahogaba una vez más.
Doug se encontraba serio, estaba callado, frío e incluso ausente. No sólo por Samguk sino también por Riccardo. Como había dicho a Samguk la noche anterior, no quería que nadie más sufriera lo que él. Aunque ese día habló de su infancia en los Valles, él se refería a toda su vida y ahora Riccardo había tenido una grave herida de batalla siendo un reflejo para Doug de su herida reciente.
De golpe se levantó del sillón rompiendo una de las reglas que Jade, Sky y Michael le habían puesto: no hacer movimientos bruscos ya que la herida seguía bastante delicada. Apretó los dientes soltando un quejido y llevándose la mano a la herida pero no se detuvo, simplemente dio unos pasos esperando llegar al pasillo y así llegar al cuarto de Riccardo.
— ¡Doug! —Subaru le llamó la atención a Doug, pero este no se inmutó.
— Me voy a la cama —dijo antes bufar discretamente por el ardor de la herida.
Mientras que el resto miraban cómo se marchaba, Jade sabía bien sus intenciones, y también las apoyaba.
— Cuando me fui estaba dormido, tal vez ya esté despierto —le sonrió suspirando para tragarse las lágrimas. Por más que llorar era algo que a veces necesitaba, prefería no hacerlo, le gustaba ser ella quien animara al resto, que no la vieran triste ya que muchas veces si ella lo estaba los demás también, como era el caso de Riccardo.
Él asintió con una ligera sonrisa para seguir el pasillo y girar a la derecha abriendo la primera puerta del lado derecho con mucho cuidado, el cuarto seguía a oscuras y en silencio, a excepción de la computadora que le marcaba el pulso y de la máquina encargada de enviarle oxígeno, pero a pesar de estos ruidos, la armonía del cuarto se lograba mantener.
— Doug... —percibió su nombre. No esperaba que siguiera despierto, sólo tenía pensado entrar para cuidarlo hasta que el sueño lo venciera y pudiera hacer un cambio con alguien.
— Creí que te habías dormido —dijo en murmuros a pesar de que él ya estaba despierto, no quería romper esa calma ni aturdirlo.
Se fue hasta la cama del menor para sentarse en la orilla y mirarlo con algo de compasión. Le sonrió acariciando el fleco del pequeño con suavidad. Este le devolvió la sonrisa pero con un gran cansancio.
Echó un ojo a las pantallas y quedó bastante sorprendido.
— Riccardo, tienes la presión por los suelos... intenta dormir, Sky debe regularte la presión, es que la tienes muy baja.
Hablaba realmente sorprendido, estaba bastante peor en cuanto a signos vitales de su expectativa. Físicamente se lo esperaba de esa manera, pero no pensaba que con los otros factores iba tan grave.
— ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —preguntó bajando la mirada por el cuello del chico, seguía a los cables que tenía puestos y clavados por todo el torso. El botón desabrochado en lo alto de su camisa mostraba las vendas que le envolvían el tronco. Debían mantener cuidada esa zona de cualquier infección ya que era donde habían trabajado en quitarle la bala, en reanimar su pulmón y en sacar toda la sangre de este.
— Empieza a doler, pero no es nada, solo que cuesta un poco respirar.
— Es por el pulmón —asintió acomodando un poco su sábana antes de mirarlo a los ojos—. Yo tengo dos, ¿te doy uno? —preguntó con cierta ironía causando una risa efímera en Riccardo— Te doy un pulmón y me das un poco de tu hígado, ¿es un trato? —al ver la sonrisa que se había quedado impregnada en el Virtuoso, el mayor no dudó en seguir aquella extraña y en parte cruel broma, todo por motivar al menos un poco la sonrisa de el opuesto mientras que la suya era automática al verlo sonreír después de todo.
— Trato —asintió muy levemente con la cabeza sin separarse de su gesto en los labios.
Cuando por la cabeza de Doug se cruzó el recuerdo de la vez en que había vuelto de la misión herido, se quedó ausente un momento.
Después de la operación, él se encontraba en su habitación, a oscuras y con dolor, justo como Riccardo ahora mismo. Pero Samguk llegó al poco tiempo para hablar con él y fue en cuestión de minutos que le robó unas sonrisas. Era un líder de verdad, siempre había estado allí. Incluso el día en que recibió el golpe en la herida fue Samguk quien entró con él al quirófano y estuvo con él a pesar de que Doug seguía tranquilo. No evitó sentir de nuevo esas ganas de llorar al pensar en él y tener que aceptar que él simplemente ya no estaba aquí.
¿Dónde estaba ahora? No volvería al día siguiente ni en una semana... ¿Estaba al fin en un lugar mejor? ¿Había alcanzado ya ese lugar de descanso y paz eterno?
Pero tan sólo pudo bajar la mirada hasta su compañero y sonreír con un dolor persistente en su mirada.
— Es nuestro trato, los dos nos cuidaremos. Ni se te ocurra darme un hígado enfermo porque no lo quiero, y tampoco te voy a dar un pulmón malo. Vamos a cuidarnos entre los dos, ¿sí? Vamos a salir de esta, ya lo verás —le apretó un poco la mano de nuevo con su sonrisa de resignación que era, más que nada, un sello que contenía todo el dolor causado por la muerte de su líder.
Riccardo correspondió esa sonrisa antes de responder con la voz seca a la vez que algo inquieta.
— Pero tú ya estás bien, ¿no?
El suspiro de Doug alertó aún más a Riccardo, era un suspiro de resignación que no tranquilizaba en absoluto, mucho menos siendo el toque final sobre la expresión triste de Doug.
— No he dejado de vomitar desde hace tres días, hoy sangré cuando vomité. Sky cree que es por la preocupación de que ustedes se fueran a esa misión, tal vez mi cuerpo desde un inicio me estaba preparando para hacerme saber que nos iba a doler a todos. La herida apenas se está recuperando, pero Skywalk ya me dijo que tengo el hígado jodido por los daños de los experimentos. En los Valles todas las infecciones te alcanzaban a no ser que ya estuvieras muerto, y entre eso y la hepatitis es probable que tenga algo mal por ahí.
— Doug, no... —sus ojos volvieron a brillar con desesperación. Apretó la mano del mencionado como si eso pudiera evitar que le sucediera algo. Lo único que fluía en esos momentos por la sangre de Riccardo era el miedo de una pérdida más. Sus padres, Samguk, Rossie, Maxine... ya eran demasiadas como para que ahora Doug también se sumara a ellas.
Él suspiró mirando a Riccardo con compasión. Por más que Doug tenía bien asumido todas esas probabilidades hizo lo que los demás le pedían, lo que Michael siempre le decía cuando tenía algún malestar referente a la herida, lo que incluso él deseaba que se cumpliera.
— Pero tranquilo, no tengo planeado irme todavía —sonrió de forma sarcástica—, tengo muchas cosas que hacer todavía. Y además, tenemos a la gran Uta Weiss de nuestro lado, entre ella, Sky y Lucas podríamos inventar cualquier enfermedad y al día siguiente ya tienen la cura hecha y comprobada. ¿Ah? ¿No es suficiente? Deja que le digamos a Shunsuke, entonces tenemos la cura en media hora, tú espera que voy a decirle —rio provocando lo mismo en el Virtuoso. Hasta entonces se dieron cuenta de que por unos segundos se habían distraído y olvidado el tema que los entristecía. Doug sonrió al pensar en esto y sólo apretó un poco la mano de Riccardo—. No te preocupes por mí.
Siguieron hablando un tiempo más, así fue hasta que Riccardo se quedó dormido. Definitivamente había sido un día duro, estaba cansado por todo lo que había pasado y por lo que pudo haber sucedido. Doug permaneció unos segundos mirándolo una vez se quedó dormido y así pudo pensar en tranquilidad unos instantes.
— Estás aquí sólo gracias a unos milímetros...
Eso se repetía en su mente cada segundo. Había sido una finísima línea la que permitió que Riccardo ese día volviera al cuartel vivo.
Los ojos de Mute se inundaron al dejar fluir todo el estrés y adrenalina que había intentado contener. Dejó libre un sollozo en silencio. La imagen de Samguk apareció por última vez en su mente. No iban a poder enterrar o si quiera despedir a su líder como se debía, ahora quedaba en cada uno el sepultarlo y darle un último adiós para así dejarlo descansar en paz. Y Doug no quería ser aquel que se lo impidiera, también sabía el pendiente que tenía Samguk por saber lo enfermo que se había puesto Doug los últimos días por el miedo de que algo saliera mal en la misión, y así había sido. Pero por eso mismo debía hacerle saber que él, uno de los más afectados, no se iba a dejar vencer por lo dura que había sido esa maldita misión.
Se secó los ojos abriéndolos al fin y vislumbrando a Riccardo dando un suave apretón a su mano.
— Adiós, Riccardo.
Cuando llegó a la sala vio cómo Sara ya estaba dormida encima de Subaru quien parecía mucho más tranquilo con tan sólo abrazarla y mantenerla a salvo del fresco que se sentía en la casa.
Jade estaba acostada y dormida también. Todos estaban cansados y apenas habían tenido tiempo para pensar o tranquilizarse, pero ahora la casa estaba completamente en silencio, reinaba una calma como ninguna.
— ¿Cómo está? —preguntó Subaru en susurros para no despertar a ninguna de las dos.
— Mejor —asintió con el mismo tono de voz—. ¿Y tú?
— También —la palabra no podía salir de su boca, simplemente movió los labios aún notándose que seguía afectado y a pesar de eso procuraba mantenerse calmado y no empeorar las cosas.
— También deberías dormir, yo puedo quedarme con él para vigilarlo —afirmó Doug con seguridad, pero se sobresaltó cuando alguien colocó una mano en su hombro. No lo había escuchado acercarse, pero cuando vio quien era no le sorprendió en absoluto.
— Yo voy a cuidarlo. Ustedes dos váyanse a descansar, yo me encargo —dijo Shunsuke en voz baja.
A pesar de que Gabriel fuera reconocido entre los rebeldes por su sigilo y agilidad, él mismo bromeaba con que Shunsuke era el doble de sigiloso que él sin siquiera quererlo. Sus pasos suaves y su aura neutra lo hacían pasar desapercibido varias veces, pero apena se hablaba de esto debido a lo poco activo que era en las misiones, pero dentro del Raimon vacilaban con que debían ponerle un cascabel para que no asustara a todos llegando por la espalda.
Accedieron al cambio y así se hizo. Subaru se llevó a Sara a la habitación para luego volver e intentar hacer lo mismo con Jade, pero esta se despertó y caminó sola hasta su recámara.
Doug entró con cuidado a su habitación encontrado a Michael en su propia cama. A pesar de que había hecho poco ruido, el sueño de su novio se vio algo alterado. Michael jamás había sido alguien que durmiera profundamente, al igual que Hughes, tenía el sueño extremadamente ligero. Vio las marcas de lágrimas en sus ojos, prácticamente todos habían llorado aquella noche, y Michael no había sido la excepción.
Le dio un beso en la punta de la nariz asegurando que podía seguir descansando, que sólo era él entrando en el cuarto. Se cambió la ropa mirando de reojo cómo Michael seguía durmiendo serenamente. Pero se detuvo frente al espejo mirando las vendas que había alrededor de su abdomen, eso lo hizo pensar en lo que le había dicho a Riccardo... Tenía que ser fuerte y salir de esta como todos esperaban que lo hiciera.
A la mañana siguiente se fueron despertando de forma desigual, habían trastocado sus horarios más de lo usual. Jade se despertó alrededor de las ocho de la mañana y lo primero que hizo fue entrar en el cuarto de Riccardo encontrándose con Shunsuke quien seguía sentado en el escritorio revisando algunos apuntes en lo que vigilaba a Riccardo. Pero cuando ella le ofreció el cambio de turno, este aceptó y Valkyrie no evitó sentir bastante ternura por los ojos irritados y cansados de Shunsuke.
Por las calles se escuchaban los pasos de tres personas, estos se movían rápidamente por la calle teniendo su objetivo bien marcado.
Mientras que el único chico del grupo revisaba el perímetro, una de las chicas dejó el estuche que llevaba en las manos en el suelo. Lo abrió únicamente sacando un maletín pequeño que fue tomado por su compañera. Cerró el estuche y abrió la pantalla que había en su antebrazo revisando su alrededor con esta para luego asentir a su compañera.
— Vía libre.
La mayor abrió ese maletín que era más bien un ordenador muy reducido, lo dejó puesto en el suelo tomó su rifle para cubrir el flanco contrario a su compañero mientras que la otra comenzaba a teclear un código en el SEDAX.
Nadie apareció para interrumpir la misión, pudieron desactivar la bomba que se encontraba a tan sólo un muro de separación. Habían revisado que en el perímetro no hubiera ningún inhibidor de señal o radar que los detectara, al no haberlos pudieron cumplir la misión para que unos segundos tras comprobar que el explosivo estaba desactivado, se fueran tan rápido como habían llegado.
Aquella bomba era equipamiento del Centro algo más antiguo, seguía siendo una amenaza para la zona de la Transición donde se encontraba, pero definitivamente ahora había armas aún más letales a disposición del enemigo.
Evacuaron la Transición para adentrarse en la Periferia, seguían en la zona oeste así que el camino fue identificado con cierta facilidad y apenas tuvieron que desviarse.
Llegaron a una calle que en su momento había sido una de las principales de la zona aunque ahora los edificios estuvieran destruidos o abandonados.
Volvió a activar el radar en su brazo, y rastreó la zona encontrándose tan sólo con magpies y dispositivos de seguridad del Raimon. Eso les marcó un perímetro libre y sin peligros.
— Ya estamos —avisó ella misma por medio de los audífonos recibiendo la aprobación de la persona al otro lado de la línea.
Caminaron unos pasos más y con tan sólo teclear cuatro números al azar en el panel de la puerta dando como respuesta el código erróneo, la puerta fue abierta de forma manual desde adentro.
Jade los recibió volviendo a cerrar la puerta nada más los tres entraran.
— Pensé que llegarían antes —saludó a la más baja con un abrazo cálido.
— Soundtown encontró ayer una bomba vieja en la Transición así que pasamos a desarmarla antes de venir —sonrió por el gesto de la pelirroja quien le le tomó las mejillas con suavidad pudiendo así observar su rostro con detalles.
— Tu voz es igualita a como la oímos siempre, pero definitivamente no estás como la última vez que te vi —sonreía orgullosa al verla allí frente a ella, casi como si estuviera viendo a su propia hija el día antes de su boda.
Nada más llegar al piso de arriba se encontraron con Gabriel quien los esperaba recargado en el respaldo de uno de los sofás.
— Así que ustedes son Allison Beckett y Arion Sherwind, ¿no? —sonrió de lado estando cruzado de brazos— Bienvenidos al Raimon.
— Mucho gusto —Allison respondió formalmente mientras que Gabi y Jade se cruzaban un par de miradas.
La prueba de acceso que se les había impuesto había sido ayudar en esa misión a Joujou, todos los datos habían sido registrados y grabados para ser analizados más tarde así que sólo les quedaba hacer unas pruebas muy específicas que terminarían desarrollando más tarde.
Por unos segundos la mirada de Arion se quedó en la ventana que daba al patio interior, le llamó la atención que entrara luz solar a este teniendo en cuenta que era un cuartel blindado. Pero esta luz se debía a que el techo del patio no era más que una pantalla que reflejaba exactamente lo mismo que una cámara captaba por encima del edificio. Este ajuste de última necesidad había sido hecho con el fin de que al menos tuvieran una falsa sensación de libertad, lo mismo con las ventanas que supuestamente daban al exterior.
Y realmente ese pequeño jardín era el espacio de alivio de muchos de ellos. El césped natural que cuidaban para conservar un mínimo contacto con la naturaleza les daba una sensación de frescura. Estaban tratando de mantener un jardín vertical por dos de las paredes e incluso había una fuente pequeña en una esquina.
Gabriel, Riccardo, Sky y Hughes eran quienes le daban más uso a este espacio. Era ese pequeño lugar para desestresarse y buscar algo de calma, aunque a veces Sky terminaba más estresada por estar cuidando del jardín, pero usualmente la aliviaba si todo iba bien.
— ¿Puedo verlo? —preguntó Joujou tomando las manos de Jade.
Jade asintió y la acompañó. Ella pidió ir al baño para poder cambiarse la ropa y ambas fueron allí mientras los chicos nuevos se presentaban con sus nuevos compañeros.
— Me llamo Allison Becket, tengo veinte años, me llaman Alicein. Me especializo como francotiradora, tengo unos radares que los puedo colocar cerca de bombas y poder localizando enemigos. Espero que nos llevemos bien —estrechó la mano a Gabriel y aunque no mostraba una sonrisa enorme, causó una muy buena impresión al chico, se comportaba muy educada y amable.
Vigil miró al otro chico quien hasta ahora había permanecido en silencio y era discreto en la conversación.
— Yo soy Arion Sherwind, tengo diecinueve años. Soy defensor y... no tengo demasiada experiencia en el terreno pero me he estado especializando en el blindaje, unos compañeros y yo conseguimos unas placas de blindaje poco más livianas que un chaleco antibalas y estamos trabajando en reforzarlas —conforme pasaba el tiempo se veía más y más nervioso, pero una vez miró los ojos azules de Gabriel brillar a la par que una sonrisa se dibujaba en su rostro, consiguió calmarse un poco.
— ¿En serio? —Arion asintió— Wow, en serio debo ver eso, suena muy bien. Espera... Tú eres el sobrino de Woods, ¿no? —Gabi animaba un poco más la voz intentando de tranquilizarlo. De por sí era alguien que prefería el ambiente calmado y veía por el bienestar de sus compañeros, pero ahora sabía que todos estaban conmocionados, que el aire en el Raimon estaba cargado de todo tipo de pensamientos y emociones que podrían desencadenar en algún acto más o menos amigable. Él no era la excepción, estaba dolido por la muerte de Samguk, estaba preocupado por Riccardo, pero consideraba que lo mejor que podía hacer era ayudar a que otros no pasaran un mal rato debido a esto ya que no estaban relacionados directamente con los sucesos.
— Sí, sí, Silvia Woods es mi tía —asintió varias veces con una sonrisa nerviosa antes de hacer una reverencia—. Mucho gusto.
— Igualmente —asintió Gabriel tomando el borde del respaldo con las manos y mirando algo preocupado al pasillo para luego observarlos tras suspirar un poco consternado—. Chicos, ahora mismo no estamos en el mejor momento. Ayer en una misión tuvimos una baja y un herido, así que entiendan si alguno no está como para hablar o... ya saben —dijo en voz baja.
— Lo siento mucho —Allison bajó la cabeza y dijo seriamente recibiendo un suspiro frustrado de Gabriel.
Tras unos segundos de silencio, él intentó volver a desviar su mente de aquellos pensamientos y cumplir su compromiso con Jade de mostrarles el cuartel.
— Bueno, por ahora les mostraré cómo es el cuartel, luego les daremos sus cuartos y les presentaré a los demás poco a poco. Por ahora eh... pueden dejar sus cosas aquí en la sala, las armas déjenlas abajo.
Jade y Joujou terminaron tomando una ducha, ambas estaban algo sucias por la tierra de la misión y por la sangre durante la cirugía. Una vez limpias y con una muda de ropa limpia, se dirigieron a la habitación del Virtuoso.
Jade abrió la puerta de la habitación y susurró que le daría su privacidad aprovechando para acompañar a Gabriel en el recorrido por la casa.
Cerró la puerta y sintió sus manos temblar por el nerviosismo, de un momento al otro se había puesto muy nerviosa, sus manos y rodillas temblaban, le costó tragar y finalmente mirar a Riccardo.
Se puso de rodillas en el suelo justo al lado de su cama. Ella conocía perfectamente el rostro del chico aunque él sólo conociera su voz. Joujou lo había visto en todas las misiones sin que él pudiera saber más de ella que su voz, era algo que en el fondo la frustraba, pero al fin ahora iba a poder cumplirse aquel deseo delirante de que el chico del que estaba enamorada le conociera el rostro.
Con suavidad le acarició un mechón de pelo. El tacto de su cabello también era un deseo que tenía desde hacía mucho tiempo, este sí que no lo había podido cumplir ya que su único medio de comunicación eran las pantallas y micrófonos. Sus dedos tenían el recuerdo inerte de ese mismo pelo hacía al menos once años, y cuando sus yemas revivieron el tacto de sus cabellos no contuvo una risa callada que casi la hacía soltar una lágrima.
Riccardo seguía dormido y no quería despertarlo, por eso simplemente se empezó a pasear por la habitación y terminó sentada en la silla del escritorio sin evitar trastear un poco entre sus objetos. La mayoría eran libretas con algunas de las clases que había recibido y los apuntes claves que tomaba. No tenían escuela y la gran mayoría de chicos estaban allí desde la pubertad o antes, no podían quedarse como simples soldados que no tenían ningún conocimiento sobre el mundo. Por eso los adultos siempre procuraron darles clases durante sus primeros años de educación y así cubrir lo necesario, además que ya siendo mayores continuaban investigando y aprendiendo sobre cualquier tema que les interesara o fuera necesario para su desarrollo.
La Rebeldía desde hacía unos años empezó a proporcionar cursos de capacitación a los miembros de bandos que no estaban dentro de la zona rebelde. Sky se había capacitado como enfermera gracias a la experiencia, lecciones de compañeros y actualmente estaba afinando sus conocimientos gracias a los cursos. Weiss y Skywalk también estudiaban Medicina de esta manera. Shunsuke y Hughes también tenían cursos especializados en el área de química de cada uno, y aunque ellos estuvieran bastante más capacitados que otros compañeros en los cursos por la mera experiencia y necesidad de sobrevivir teniendo como mejor arma la química, siempre aprendían algo más en las clases, ya fuera algo que ellos mismos no habían llegado a investigar o practicar o incluso cosas básicas que se saltaron por ir directamente a la práctica.
Riccardo tomaba cursos más enfocados en la física e ingeniería, de ahí que hubiera conseguido diseñar las magpies con ayuda de Shunsuke y estuvieran en un progreso constante.
Entre sus libretas y libros encontró un antiguo cómic que nada más leer el título sintió su corazón encogerse, era el cómic de Flash que leían en casa de Riccardo cuando eran pequeños, al parecer pudo rescatar uno de los tres volúmenes que tenían cuando eran niños.
Al lado derecho tenía sobre su estuche una cajita de madera que contenía una pluma estilográfica la cual Joujou asumió que había sido de su padre al ver grabado en el interior con letras doradas "Di Rigo". Esta estaba intacta a pesar de los años que debía tener, seguramente era el único recuerdo de su padre, era más que comprensible el cariño que le tenía. Pero encima de esa misma caja se encontraba el llaverito que Maxine le había dado el último día que se vieron.
Tomó al muñequito admirando cómo estaba completamente igual a la última vez que lo había visto, no tenía ni un rasguño más.
Su sonrisa se enterneció y justo entonces escuchó cómo Riccardo ya se estaba despertando. Se acercó a él lentamente y vio cómo se llevaba inconscientemente la mano al hombro por el efecto cada vez menor de los analgésicos.
— Hola.
Esa voz... Claro que la conocía. De inmediato miró hacia la derecha y se topó con la silueta de la chica que se acercaba hacia él.
— ¿Estás mejor? —sostuvo el llavero con las dos manos deteniéndose al lado de su cama para volver a arrodillarse pero aún así dejando a Riccardo con la imagen de esa falda esponjosa que llevaba ella.
¿Era ella? Esa corazonada que tenía desde la charla con Jade estaba a punto de ser cierta. No quería que sus ilusiones se rompieran, pero realmente ninguna se rompería... Al fin tenía a Joujou delante suyo, ninguna pantalla o cableado los separaba, iba a conocer su rostro y sentirla realmente.
Con una de sus manos tomó el llavero por el cordel mientras que el muñeco seguía apoyado en la otra mano.
Su falda, sus botas, ese pelo... el lunar que tenía en el pómulo, justo en el rabillo del ojo izquierdo. Podía ser una coincidencia. Su nombre incluso podría ser coincidencia.
— Eso es... —el corazón se le iba a salir: ella tenía en sus manos aquel objeto. Pudo haberlo encontrado y le llamó la atención... ¡A lo mejor era una coincidencia!
Maxine se arrodilló junto a la cama, a la altura del tronco del Virtuoso. No quitaba su dulce trazo de labios ni su suave y discreta mirada. Asintió un poco para entonces tomar al muñeco solamente por el cordel y acercarlo un poquito al chico.
Era una extraña sensación de nervios pero a la vez euforia que los hacía incluso temblar.
— Te lo regalo. Te extrañé mucho, Riccardo —fijó sus ojos negros en las dilatadas pupilas granates del Virtuoso quien al escuchar esas palabras, quedó sin aliento.
No era una coincidencia. Se lo había dejado más que claro sin tener que decir directamente "Soy Maxine Willows".
— Max...
*** *** ****
¡Hola a todos!
Espero que les haya gustado el capítulo :')
La verdad es que tenía planeado incluir la primera ficha para que puedan conocer más a fondo a otros personajes, pero entre las correcciones y el quita y pon el capítulo nos salió muy largo, como para venir a rematar con una ficha enorme. Además, creo que tuvo su toquecito de intensidad implícita >w<
Muchas gracias por leer. Nos vemos pronto ^^/
Atsushi~
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