[CAPÍTULO 5]
22/01/2021 | Periferia, Inazuma, Japón
— De acuerdo, vamos a entrar —dijo Samguk después de recibir el informe de Joujou según lo que había recopilado gracias a su dron.
— Riccardo, a tu derecha hay un poste de luz, tiene una cámara, podría ser parte de la seguridad del cuartel —informó Joujou haciendo que él se asomara muy lentamente.
— Ya la veo.
Y así fue como se prepararon para entrar al edificio. Ellos estaban en el edifico de al lado, este era un piso más bajo así que las ventanas del segundo piso del cuartel enemigo -que antes había sido una casa adinerada al parecer-, eran la mejor forma de entrar.
Samguk y Subaru se colocaron cada uno a un lado de la ventana mientras que Riccardo pegaba la espalda a la pared del edificio listo para disparar a la cámara. El disparo sería su aviso de salida.
Respiró con profundidad antes de mirar fijamente a la cámara y reventarla con tan sólo jalar el gatillo.
El disparo sonó mucho más largo gracias a que en el mismo instante, Subaru rompió la barricada de la puerta. Samguk entró inmediatamente apuntando hacia la derecha mientras que Subaru entraba y revisaba el lado contrario.
— Libre —anunció Samguk en voz muy baja, pero lo justo como para que Riccardo lo escuchara desde su audífono y entrara de un salto también.
Subaru caminó hacia la izquierda llegando a una pequeña sala de lectura que también estaba vacía.
Samguk y Riccardo seguían avanzando hacia la derecha. Las escaleras bajaban al recibidor, pero el pasillo continuaba hasta lo que parecía ser un despacho y más allá habitaciones.
Riccardo se acercó a la entrada del despacho quedando con la espalda pegada a la pared desde un punto ciego. Hizo una seña a Samguk para que se quedara atrás y entonces tomó su ametralladora para sólo voltearse, localizar al hombre que estaba sentado en el escritorio y asesinarlo gracias a varios disparos.
Se quedó dentro del despacho, pero Samguk vio a varios otros enemigos salir de los cuartos al otro lado del pasillo. Cada uno que salía recibía un tiro por parte de Aotrom, mientras que Riccardo disparaba a la habitación conjunta a través de la pared que era de simple yeso.
Disparaba a ciegas, pero así los mantenía relativamente controlados. Así fue hasta que un disparo cruzó la pared en sentido contrario, es decir, le estaban disparando de vuelta. Esto lo hizo acercarse en un movimiento arriesgado, formar un agujero en la pared gracias a la culata de su arma y por allí arrojar una granada mientras salía del despacho hacia las escaleras.
La granada explotó. Samguk, siendo cubierto por Riccardo, se acercó a la habitación que se había formado al destrozar las paredes de dos. Usó su dispositivo para así deslumbrar a los pocos que pudieran quedar vivos. Gracias a un pequeño aparato plateado que llevaba en su arma, provocó un flash que mantenía su efecto por un par de segundos. Los segundos para disparar a quienes aún estaban con vida.
— El oeste está despejado —informó Subaru entrando al pasillo.
— Riccardo y tú despejen este piso, yo iré abajo —ordenó Samguk corriendo hacia las escaleras dejando a Subaru en el mismo pasillo con el Virtuoso.
Se juntaron un poco sin dejar de apuntar al fondo del pasillo y Riccardo habló en voz baja.
— Las habitaciones de la izquierda están despejadas, sólo vamos a seguir por aquí.
— Pon una magpie en la entrada del pasillo.
— Recibido —bajó su arma corriendo hacia la entrada sacando dos tubos de unos veinte centímetros que llevaba en la pierna del pantalón. Estos lucían como un pergamino, sólo los separó sacando otros dos tubos paralelos que hacían que ahora se formara un cuadrado y cuatro ventosas salieran de la parte inferior. En el centro del cuadrado había un par de cables y botones. pero sólo giró la pieza sobresaliente haciendo que brillara un foco rojo y volvió con Subaru.
— Magpie puesta —informó volviendo a tomar el arma.
No tardaba más de cinco segundos en ponerla, había practicado mucho para ello, y así este dispositivo los cubría de cualquier granada que les lanzaran por la espalda.
Finalmente entraron en la última habitación que no era más que un guardarropa. Revisaron cuidadosamente que no hubiera nadie más, y de no ser por esa precaución, podrían haber salido heridos o incluso haber muerto.
Un enemigo estaba escondido entre las prendas, pero cuando salió intentando cargar contra Subaru y luego dispararle a quemarropa, él lo sostuvo de ambos brazos tratando de mantener la pistola apuntando hacia arriba.
Riccardo reaccionó tomando un cuchillo más de su colección y tirándoselo al enemigo para debilitarlo y luego ser él mismo quien lo apuñaló evitando que gritara.
Sacó el cuchillo del cuerpo del hombre y el cadáver cayó al suelo. Ambos respiraron un segundo de calma antes de continuar intentando abrir la puerta a la que llevaba el armario.
— No están muy armados, intentarán un cuerpo a cuerpo... —dijo Riccardo al lado opuesto de la puerta— Yo me quedaré con el cuchillo y la pistola.
Subaru afirmó y recargó su rifle una vez más mientras que Riccardo hacía lo mismo con su pistola para que cuando el mayor derribara la puerta, él avanzara con cautela apuntando con esta y el cuchillo en su mano opuesta, cuya muñeca quedaba debajo de la otra.
Llegaron a un pasillo más, este tenía una sala a la izquierda y la habitación principal del mismo lado, más adelante parecía haber sólo dos cuartos más, y a la derecha estaban unas escaleras que llevaban abajo.
Subaru apuntaba al frente mientras que Riccardo a la izquierda. Vio un cañón asomarse por la habitación principal e inmediatamente alertó a Subaru. Los primeros disparos no los rozaron ni mucho menos, pero mientras recargaba, Riccardo volvió a disparar a través de la pared. Subaru remató con un par de disparos mucho más potentes debido a la diferencia de arma, y volvieron a tirar una granada al cuarto para asegurarse de que no había ya supervivientes.
Pero mientras avanzaban hacia los cuartos del fondo, una explosión mayor se escuchó seguidos por un par de golpes fuertes.
— No fue Samguk —afirmó Subaru forzándose por no alterarse y seguir cubriendo el ángulo que debía.
— Tienen mejores explosivos entonces... —Riccardo habló de la misma manera.
— Aotrom —Subaru lo llamó presionando su audífono unos segundos.
El corazón de ambos se aceleró al no escuchar una respuesta por más que insistían.
— Su última señal fue en el estudio principal —informó Joujou a través de los aparatos.
Tragaron con fuerza sin apartar la vista del fondo del pasillo.
— Voy por él —sentenció Riccardo avanzando hacia las escaleras siendo cubierto por su compañero quien continuó despejando ese mismo piso.
Bajando las escaleras llegó a una cocina amplia y casi profesional, pero no había nadie dentro. Por eso simplemente siguió avanzando hasta llegar a un pasillo que se cerraba en una L. Observó el estudio principal, pero antes de correr hacia allí, sintió a alguien tomarlo por el cuello apretando de este.
No pudo hacer nada más, sólo siguió su primer impulso y consiguió tirar a aquella persona hacia el frente para que sólo tuviera que tomar el cuchillo y pasarlo rápidamente por su cuello acabándolo de inmediato. Para luego correr hacia el estudio.
Había humo y polvo en todo el cuarto.
— Virtuoso, ten cuidado —susurró Joujou. Ella sentía su corazón golpearle el pecho con fuerza, la tensión que vivía en cada misión nunca sería superada. Apoyaba los codos en el escritorio mirando con tensión la pantalla de la cámara de Riccardo echando un vistazo rápido a la de Subaru. Se estaba mordiendo la uña del pulgar desde que vio cómo la cámara de Samguk se había roto y estaba fuera de conexión, por eso era Riccardo su única esperanza.
— ¿Cómo van? —desde el fondo de la sala llegaba un chico. Acababa de despertar, a decir verdad, los horarios de aquellos dos estaban completamente trastocados. A veces se acostaban a las tres de la tarde y otras se levantaban a las cinco de la mañana, todo dependía del trabajo y la relajación que tuvieran.
El joven apoyó los brazos en la mesa mirando las pantallas que se reflejaban en sus propios anteojos.
— Mal... —fue lo único que dijo la menor aún mordiendo su uña en tensión.
— ¿Es la de Samguk? —su voz tomó un tono serio y concentrado, señaló la división de la pantalla que ahora estaba en negro y recibió una afirmación por parte de la menor.
Los dos se enfocaban en la de Riccardo. Estaba avanzando revisando el perímetro, acababa de colocar una magpie más y continuó hacia el estudio teniendo que tomar su subametralladora para revisar y despejar el pasillo.
El humo se iba despejando poco a poco, y entonces pudo ver cómo las estanterías que formaban en su momento una pequeña biblioteca particular, estaban caídas y encimadas una sobre otra como si fueran escalones. Pero al entrar en la sala ya casi destruida, vio cómo era su líder quien estaba bajo todas esas estanterías, a tan sólo un metro del escritorio.
El verlo con una mano estirada lo hizo entender que había intentado llegar allá y cubrirse tras el mueble o usarlo como tope para las estanterías. Pero los otros tres cadáveres y sillas rotas daban a entender que había sido una situación tan desesperada que nadie podía reaccionar.
— ¡Aotrom! —Riccardo dejó su rifle colgado en su espalda y corrió hacia él. Le tocaba la cabeza, los brazos intentando hacerlo reaccionar.
— Mierda... —el chico de anteojos sólo tuvo que hacer un gesto para que la muchacha le entregara los audífonos— Virtuoso, tira un dron.
Pero él parecía no escuchar. Joujou tomó otros audífonos y los conectó también para poder escuchar mejor lo que sucedía y decían.
La desesperación de Riccardo ardía con rapidez, estaba buscando algo que hacer de inmediato.
— Virtuoso —lo llamó firmemente el chico.
— ¿Q-qué? —preguntó sin entender él mismo lo que sucedía, tan sólo sabía que debía sacar a su líder de ahí.
— Soy Pulse, tira un dron —le ordenó de nuevo ahora haciendo que reaccionara—. Bien, eso es —miró a su compañera quien aún miraba tensa la situación—. Trae mi lap.
Ella asintió quitándose los audífonos para ir corriendo por el ordenador de su compañero. Cadence Soundtown y Olivia Pepper eran los encargados de la recopilación de información y de guiar a los bandos rebeldes en sus misiones desde un apoyo informático y lejano. Eran primos y poco se sabía de sus vidas, sólo que desde pequeños fueron educados por los mentores de una forma aparte para que pudieran desempeñar aquel trabajo.
Apenas salían de aquel edificio alto y prominente en la Transición, es más, muy pocos conocían sus rostros. Cadence era quien solía participar en misiones, pero aún así era extraño verlo en acción lejos de una computadora. Aquellos chicos tan misteriosos pero tan conocidos ya se habían vuelto parte de su día a día.
Había llegado al grado de que Riccardo y Olivia tenían una relación más allá de comunicarse para las misiones. Hacían llamadas y se mensajeaban frecuentemente, de hecho, desde la muerte de Rossie se frecuentaron más ya que ambos quedaron afectados. Y así se había vuelto una tradición el dormirse escuchando la voz del otro.
Pero ahora la voz de la chica le causaba algo más que intranquilidad, todo lo que decía lo hacía temblar y perder los nervios, odiaba que la voz que lo arrullaba antes de dormir también fuera su portadora de malas noticias.
Nada más recibir el ordenador, Cadence ejecutó un programa de forma casi inmediata obteniendo así el dominio del dron que Riccardo le había facilitado.
Revisó un poco el perímetro ignorando uno segundos la desesperación del Virtuoso que tanto ahogaba a su prima.
— Max, necesitan refuerzos ya —sentenció él dejando oculto el dron para evitar que fuera destruido y así perdieran esos ojos extra en el campo de batalla—. Trae a... Cascabel, Kapkan, Vigil, Ela y Nemesi.
— Entendido —ella tomó los audífonos de nuevo y se apoderó de una de las pantallas contactando de inmediato con el Raimon. Ellos tampoco eran ajenos a la situación, de hecho tenían las mismas vistas de las cámaras de sus compañeros.
Pero la tensión que sucedía en el pent-house no tenía nada que ver con la que se vivía en el terreno de juego.
— ¡Samguk! —desde hacía tiempo había dejado de repetir el nombre en clave de su líder.
No tenía que decir nada, tampoco sucedería nada si él gritaba, sus simples gestos afirmaban la agonía que estaba viviendo.
No sólo sus piernas, estas ya no las sentía, era la presión cada vez más fuerte en sus propios órganos lo que lo llevaba a tal ansiedad y lo hacía asfixiarse.
Riccardo luchaba desesperadamente por levantar el peso que le caía encima. El cuarto estaba repleto de libros caídos y otros desordenados gracias a que el Virtuoso intentaba liberar todo el peso posible de las estantería arrojándolos para seguir forzando e intentando que su líder saliera de allí.
— ¡Samguk, por favor! —rogaba esperando por verlo salir. Pero por más que él intentaba arrastrarse, no podía moverse ni salir de aquella cárcel y tortura cada vez menos fuerte. No es que disminuyera la intensidad, lo que sucedía era que sus sentidos se nublaban cada vez más y más, llegaba a los grados donde apenas notaba partes de su cuerpo, donde el frío lo cortaba sin piedad a pesar de estar en un interior.
— Riccardo, ya déjalo —negaba una y otra vez con la cabeza teniendo menos fuerza por cada movimiento.
— ¡No, Samguk, no! ¡Sal de ahí, tienes que salir! —se irguió unos instantes, era el momento de volver a liberar peso y quitar las estanterías desde detrás. Su mente estaba nublada, había tanta desesperación que apenas podía pensar con claridad.
Pero el disparo que sonó se clavó en la pared del fondo.
El corazón débil de Samguk dejó de latir un segundo mostrando una expresión de terror agotando así mucha más energía por la tensión que lo invadía, acababan de interrumpir su meditación previa a la muerte, estaba sintiendo esa paz de poder dejar el mundo con sus mejores pensamientos en mente, pero ese maldito disparo lo alertó.
Y cuando la voz del Virtuoso se alzó, sólo se acumuló mucho más la tensión.
Riccardo gritó con fuerza dándose la vuelta y atinando un tiro en el enemigo a quien dejó tirado en el suelo, pero no le bastó, tuvo que sacar un cuchillo más de su colección y arrojarlo a la cabeza de aquel sujeto con otro grito de ira.
Empezó a escuchar pasos acercarse, y entonces supo que tenía que prepararse. Se puso de rodillas a la altura de su líder protegiéndolo de cualquier ataque que viniera desde la puerta.
Recargó una vez más la subametralladora con verdadera ira en cada movimiento. Colocó una tercera magpie algo oculta pero a la distancia correcta para proteger a Aotrom de alguna explosión más.
— ¡No se escondan, hijos de perra! —gritó desgarrándose la garganta pasando el antebrazo por sus ojos secándolos antes de salir al pasillo y acribillarlos tras lanzar un granada cegadora mientras seguían organizando su estrategia.
Tiró el cargador y colocó uno nuevo buscando insaciablemente algún otro enemigo al que disparar y ver caer muerto, quería verlos aplastados por cuatro librerías como le sucedía a su líder, pero por ahora intentaba encontrar cierta venganza en verlos caer con cada bala que disparaba. Por eso no paró cuando los enemigos reunidos ya estaban en el suelo, algunos agonizando y otros ya muertos. El arma fue su limitador, se detuvo cuando por más que jalara el gatillo, ya no disparaba más.
Revisó el pasillo una vez más y volvió al estudio donde Samguk se veía en condiciones deplorables. Apenas respiraba, ya había dejado de sentir casi todo su cuerpo, sus órganos, sus malditos órganos estaban estallando dentro suyo, o al menos eso era lo que imaginaba al sentir esa presión desgarradora que con el tiempo dejaba de existir para tan sólo asustarlo más.
— Subaru ya viene, Pulse ya avisó a los refuerzos, no te preocupes, resiste un poco más —le aseguró colocando una mano en la cabeza del mayor provocándole una sonrisa moribunda pero llena de ternura hacia el Virtuoso.
— Gracias, Riccardo —fue lo único que murmuró en ese instante—. Vigila el pasillo, podrían llegar más. No hace falta que sigas...
Iba a obedecerlo, pero cuando escuchó que se refería a que dejara de intentar salvarlo, aquella rebeldía adolescente que se suponía estar cesando, ardió en él. No era una rabieta de mocoso, era esa necesidad de salvarlo, no sólo del peso que todos aquellos muebles ejercían sobre su cuerpo, quería salvarlo de darse por vencido y aceptar su muerte. Riccardo no la aceptaba y no la aceptaría.
— ¡Samguk, vas a salir de ahí!
Se levantó decidido a ir a sacar una por una las estanterías haciendo tiempo hasta que llegara Sky. Él ya sabía que eso por imposible que pareciera, ya había historias de otros veteranos que habían sobrevivido a situaciones similares, algunos se recuperaban en cuestión de meses y otros jamás lo hacían... pero seguían vivos y eso nadie lo quitaría. Necesitaba a Samguk vivo, a su querido líder y casi hermano mayor con él.
Pero en el momento en que se levantó para iniciar el trabajo de forcejear con las estanterías, sonó un gatillo que ninguno de los dos estaba jalando.
Y ahora no golpeó contra la pared, no se vio dónde había llegado.
El brazo del Virtuoso se alzó temblando como nunca lo había hecho y jaló el gatillo contra el enemigo más de tres veces dejando claro que todas esas balas lo habían asesinado al verlo caer de espaldas inmóvil.
— ¡Riccardo!
Él también tuvo que soltar el arma, la pistola se cayó de su mano y sentía cómo la sangre caliente le manchaba el brazo entero cada vez más rápido. Se apretó el hombro derecho sintiendo el ardor de la pequeña quemadura y el inconsumable dolor de la bala clavada en su cuerpo.
En cuestión de segundos, la sangre llegó a su pantalón, esta caía como una botella abierta, parecía que su cuerpo había olvidado qué era la coagulación, o al menos eso pensó él cuando no dejaba de sentir la sangre brotar y brotar.
Cayó de rodillas y se detuvo con una mano en el suelo antes de dejar que su peso cayera hacia adelante.
— Riccardo —lo llamó una vez más Samguk aparentando haber sacado vida de donde ya no tenía. Superó su cuerpo sólo para intentar mirarlo, para intentar hacer algo mientras llegaban los refuerzos.
— Han herido al Virtuoso —sentenció Soundtown aún tratando de seguir ayudando a Olivia sin que los dos cayeran ante el pánico por difícil que era.
— Riccardo, Riccardo, mírame —Samguk lo tomó acercándolo un poco hacia él y obligándolo a mirarlo. Pero tras ver cómo se esforzaba por respirar, sólo tuvo que dejar unos segundos antes de que exhalara un poco de aire escupiendo sangre en el proceso y finalmente ver cómo conseguía respirar al menos un poco—. ¡Subaru, exfiltración!
La adrenalina hizo el milagro de darle la fuerza como para poder gritar aquella orden perdiendo el control.
Sentía impotencia, por más que presionaba lo mejor que podía el hombro de Riccardo ignorando la agonía de los dos, no conseguía que la sangre se detuviera.
Ahora entendía al Virtuoso, aquella desesperación causada por la incapacidad de salvar a un compañero cortaba como un cuchillo fría y lentamente.
— ¡¡Subaru, ven!! —insistía Aotrom buscando de cualquier manera detener el sangrado.
No sólo lo alteraba que el cuerpo de Riccardo se rindiera antes que el suyo, temía que cualquier otro enemigo cruzara esa puerta y los acabara a ambos con un tiro. Por eso consiguió tomar la pistola que Riccardo había tirado al suelo y la sostuvo con su mano izquierda sintiéndose inútil a pesar de todo.
En cuestión de dos minutos ya había una cantidad exagerada de sangre en el suelo, definitivamente había tenido que atravesar una arteria importante para causar tal hemorragia. Ambos se encontraban en una línea crítica, en cualquier segundo su vida se podía extinguir.
Debido a la brutal pérdida de sangre, Riccardo apenas tenía noción de la realidad, podía escuchar a Samguk gritar, pudo ver cómo tras una nueva orden desesperada, su rostro estaba empapado en lágrimas e incluso la sangre que comenzaba a brotarle de la nariz y comisuras de la boca.
Jamás le había visto así la cara, nunca había visto a su líder tan desquiciado, no podía concebir que ahora estuviera sufriendo mucho más que en el preciso instante en que quedó atrapado.
Volvió a toser un sangre de nuevo, esta se le estaba acumulando en la garganta evitando que pudiera respirar. Nada más deshacerse de ese coágulo y respirar, sintió el oxígeno llegar activando sus sentidos al fin.
Su visión recuperó claridad y consiguió tomar de la mano a Samguk, la mano con la que le apretaba cada vez con menos fuerza el hombro.
— Samguk...
— No hables, aguanta —le ordenó sintiendo su corazón latir con una fuerza anormal. Y no era sólo por el miedo de que la vida de Riccardo se esfumara antes de la suya, era porque estaba sucediendo todo lo contrario.
En un segundo perdió la fuerza de su cuello, no podía respirar, sintió que lo estrangulaban mientras una corriente eléctrica lo recorría sin piedad.
— Subaru ya está bajando —Soundtown informó luchando contra su tensión. Notaba el sudor recorrerle la frente al igual que la frustración de no poder sacarlos a ambos con vida. Estaba monitoreando cómo los refuerzos estaban en camino mientras Joujou seguía localizando a cualquier enemigo cercano.
Su pecho cayó sin fuerza chocando con el suelo, no podía mantenerse más tiempo, ya no podía tolerar nada, mucho menos ver cómo Riccardo ya estaba entrecerrando los ojos sin soltarle la mano. Ninguno de los dos mantenía fuerza en el agarre, simplemente sentían la piel del otro helarse al igual que la suya.
Samguk hizo un último esfuerzo para quitarse la insignia que lo identificaba como el líder del Raimon. Aquel escudo bordado en tela y pegado a una placa de metal que se prendía a la ropa era uno de los símbolos más valiosos de todo el bando.
Se lo quitó colocándolo en la mano libre de Riccardo la cual cerró para que no se perdiera.
— Confío en su elección —controló su voz por unos últimos instantes tratando de mostrarle una sonrisa.
— No, Samguk no —negó insistentemente con la cabeza Riccardo recuperando fuerza de ningún lado. Vio esa sonrisa casi perdida en su líder y entonces sintió cómo alguien lo tomaba.
Subaru miró a Samguk en el suelo y se despidió con la mirada intentando ser fuerte y cumplir la última orden de su líder: sacar vivo a uno de ellos.
— ¡Samguk! —Riccardo se giró aún en brazos de Subaru intentando estrechar el brazo hacia Samguk, pero este no reaccionaba, después de gritar sintió su pecho quemarle, pero ahora eso no era lo que dolía, era intolerable ver cómo Samguk jamás podría salir de ahí, asumir que sería la última vez que lo vería.
— Los quiero, Riccardo... —y que lo último que viera en él fuera una sonrisa antes de que sus ojos se cerraran y Subaru se lo llevara por el pasillo— Gracias por todo, Cadence, Max...
Sería una mentira el decir que Subaru no tenía ganas de volver y seguir luchando por la vida de su líder. Pero ya era tarde, y tampoco se podría pensar el dejar que su otro compañero muriera allí aún teniendo la oportunidad de llevárselo a salvo.
Lograron salir del edificio y Subaru corrió hasta un pequeño callejón que había cerca. Allí dejó a Riccardo contra la pared analizando lo más rápido que podía aquella herida. Se perdía entre la sangre que empapaba la chaqueta y el resto de ropa de Riccardo, tuvo que quitarle el rompevientos para ubicar el disparo gracias a la quemadura leve en la ropa y así hacer un torniquete con la tela plástica evitando que saliera mucha más sangre.
Mientras anudaba el torniquete se escuchó la explosión, la explosión de la bomba de Samguk, aquella que estallaría tres minutos después de que su corazón se detuviera si así se programaba... Y así fue.
Apretó los dientes mientras un par de lágrimas le caían por las mejillas pero se centraba en llevar a Riccardo a salvo, sabía que podía morir y no lo iba a permitir.
Cuando la bomba estalló, notó un leve sollozo del Virtuoso antes de que perdiera la fuerza por completo.
Lo volvió a tomar en brazos y continuó su camino hacia el Raimon.
¿Cuánto tiempo fue? ¿Diez minutos? Pues habían sido una eternidad.
Riccardo estaba frío, no reaccionaba, dos veces tuvo que colocarlo algo vertical y golpear su espalda sólo para ver cómo salía más sangre de su boca. Y en los últimos minutos recurrió a tocar directamente su herida para hacerlo reaccionar de la forma más leve posible.
Pero cuando no reaccionaba más, su mente se inundó con el pensamiento de que no lo había conseguido. Riccardo había muerto en sus brazos sin poder haber hecho nada.
Quería detenerse y comprobarlo, respetar el cuerpo sin vida de su compañero, pero esa fuerza causada gracias a su última chispa de esperanza hacían que no quisiera detenerse ni un segundo, cada instante valía oro, y si su compañero aún seguía con vida pero moría sólo por desperdiciar un momento jamás podría perdonárselo.
Cuando llegó a la calle donde se encontraba el Raimon, se encontró con Gabriel manteniendo la puerta abierta, a Michael vigilando desde el puente y a Sara desde el tejado. Disminuyó la velocidad sólo para ganar tiempo, entrar y cruzar el eterno pasillo hasta las escaleras.
Cuando subió a la sala, vio a Jade correr hacia la enfermería, su mismo destino, con una bolsa de tela que sujetó con una sola mano para así abrir la puerta de la enfermería y más tarde la del "quirófano".
Sky ya estaba ahí completamente uniformada y lista para atenderlo, Hughes estaba sujetando un teléfono mientras ayudaba a preparar algunas cosas también.
— Es B —dijo sujetando el teléfono contra el hombro mientras se lavaba las manos y luego le entregaba a Sky lo necesario para la vía.
— ¿Hay B en el Raimon? —la voz de la chica sonaba al otro lado de la línea.
— Shunsuke, pero no le puedo sacar sangre, no llega a los cincuenta kilos. De ahí en fuera... creo que nadie.
— ¿No hay ningún O? Yo tengo a Aitor, Allistair y Columbia, Columbia definitivamente no puede, es diabético, y a Allistair y Aitor ahora les voy a quitar medio litro, pero tardará en llegar. ¿Qué tan mal va?
Hughes sólo necesitó una mirada a la camilla para hablar.
— Mal, la necesita ya —salió del quirófano apretando el paso—. Michael es O, y tendré que ver con las nuevas... Luego te hablo.
Colgó dejando el teléfono tirado en el sofá y entonces fue a buscar a Michael, estaba en el baño según Jade. Pero nada más entrar lo vio acariciando la espalda de Doug quien parecía estar a punto de vomitar.
Sabía que él quería estar con él, Doug ya sabía lo que había pasado con Samguk y era más que evidente que estaba mal por eso, pero ahora era una cuestión de vida o muerte.
— Michael, necesitamos sangre —fue lo único que le dijo estando apurado.
Él asintió y se acercó a la puerta. Pero cuando miró a Doug unos segundos, él les hizo con la mano la seña de que se fueran.
Hughes miró de reojo cómo vomitó tras una arcada más, pero no podía quedarse con él, tenía que sacarle la sangre a Michael ya que Sky estaba ocupada.
Pero mientras corrían por el pasillo, se encontraron con Kanao y Cherry.
— ¿Alguna es O o B? ¿Su tipo de sangre es O o B? Si son, vengan, sino vayan con Doug, está en el baño —dijo lo más rápido que pudo mientras Michael se adelantaba a la enfermería.
Entró con él y volvió a lavarse las manos para luego usar todo lo que Jade había dejado listo para extraer la sangre.
Michael se puso solo el torniquete para que la vena se inflamara después de desinfectar la zona interna del brazo y así agilizar el trabajo para Hughes.
El tiempo que tardó en llenarse la bolsa fue eterno. Pero nada más estar listo, Jade la tomó llevándola adentro mientras Hughes le quitaba el torniquete y aguja a Michael.
— Te quité poco más de medio litro, toma agua —fue su única instrucción antes de entrar al quirófano de nuevo.
No estaban usando ninguna anestesia, no había tiempo para nada, sólo se dedicaron a sacar la bala y cerrar la herida, pero Sky dejó claro que una arteria importante estaba en juego, además de que tuvieron que extremar el cuidado porque esa bala estaba a menos de dos centímetros del pulmón.
Todo el Raimon estaba siendo un desorden. Todos iban de aquí para allá. Riccardo, la sangre, Doug, estar al pendiente de Uta cuando llegara, Subaru... Todo era tan agobiante que apenas se podía pensar en algo, Sky era la única que estaba realmente concentrada gracias a mantener al margen todo lo que no fuera cerrar esa herida, más tarde ya comenzaría a sucumbir a la conmoción.
*** *** ***
Feliz cumpleaños, Riccardo :^)
Ese fue el capítulo de hoy, ¿qué tal? Como la gran mayoría son lectores que vienen de la primera versión, ya se la sabían. Pero aún así quise echarle ganitas y retocarlo, mejorar la escena, la narración... Y la verdad es que me estresé un poco por miedo de arruinar la escena o simplemente no mejorarla y que resultara una decepción.
Sé que no fue muy largo este capítulo, pero creo que hice lo mejor posible, espero que les haya gustado aunque siga doliendo en la papita la muerte de Samguk, fue el primero y eso siempre lo recordaremos </3
Y sí, soy tan hijoeputa que quise subir esto hoy, miércoles 21 de octubre, cumpleaños oficial de Riccardo di Rigo y por ende, también en el fic. Así como la anécdota del headshot de cumpleaños que algún día les contaré, Riccardo se llevó un disparo de cumpleaños :^) Aunque lo gracioso es que se supone que este capítulo exactamente sucede el 22 de enero de 2021... Pero eso da igual, nosotros le celebramos su cumpleaños con unos madracitos y un brindis con licor de grosella :')
¡Pero también hoy es el cumpleaños de Sara! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHH! Felicidades a la bebé, a ella sí que la queremos y no la bulleamos, merece amor. Por eso decidí que su regalo de cumpleaños fuera que Subaru volviera sano y salvo y con chingos de amor para ella. Lo sé, soy un ser muy bondadoso :') <3
Ya cortando un poco toda la plática y así... Espero que les haya gustado, muchas gracias por leer y nos vemos la próxima semana en Takoyaki ahora sí UwU
Atsushi~
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