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[CAPÍTULO 19]


6/04/2021  |  Cala Pirata, Rebeldía sur, Inazuma

Los rayos del sol le acariciaban la piel mientras que él sólo disfrutaba de la arena con la que jugueteaba así como del olor suave del mar y las olas que rompían contra los cuerpos de varios de sus compañeros quienes jugaban en el agua.

Su mente seguía dándole vueltas a todo el estrés de la situación, a los problemas del bando, a las misiones y lo apretada que tenían todos la soga al cuello; pero casi sin quererlo había dejado de mortificarse por ello, el ambiente lo había relajado tanto que incluso los propios pensamientos se desvanecían lentamente en su mente y sólo se centraba en la idea vaga y en blanco que se creaba.

—Ya regresé —pero aquella voz lo trajo a la realidad casi de inmediato—. ¿Te hice esperar mucho?

—Ah, Darling... No, estaba aquí viendo el mar y eso —se volteó reconociendo a la chica quien luego se sentó a su lado y llevó la mirada también al frente.

—Es bonito, ¿no? —sonrió Uta observando el mar casi igual de perdida que él, ninguno de los dos había visto el mar fuera de fotos o vídeos hasta ahora así que seguían igual de maravillados. Preston asintió mirando una de las conchitas que se encontraban esparcidas por toda la arena— ¿Qué tal? ¿Cómo te sientes?

—Bien, no me duele nada —asintió realmente sin ser capaz de mostrar un verdadero sentimiento de felicidad o energía, entre el cansancio y los vestigio del estrés por la situación actual, él estaba casi apagado por completo.

Ella notó su ánimo y tampoco quiso molestarlo mucho más, se acercó pasando su brazo por los hombros del chico sin aplicar fuerza y más tarde dejó un beso en el que se encontraba más cerca suyo recibiendo como respuesta la cabeza de Preston sobre la suya.

Permanecieron unos minutos así hasta que el reloj de Uta soltó un pitio no muy fuerte avisándola de la alarma. Ella la apagó y luego miró a Preston con algo de lástima, más aún cuando vio cómo él no inmutaba su expresión aunque ya supiera lo que significaba eso.

—Press, ya es la hora, tengo que cambiarte las vendas —habló suavemente intentando avisarle de la forma más tranquila posible pues mejor que nadie sabía lo mucho que él odiaba estos procesos a los que tan resignado ya estaba.

Él asintió una vez más y Uta sólo suspiró agachando la mirada unos segundos.

—Iré a preparar las cosas y luego vengo por ti, ¿sí? Para que aproveches más la vista.

—Okay —volvió a asentir y se despidió de ella con la mirada.

Weiss se dirigió a las cabañas que estaban a varios metros más lejos de la costa, allí era donde se estaban quedando. La Cala Pirata no era un cuartel como tal, su territorio se extendía por varios kilómetros así que aunque tenían una base principal donde estaban los campos de entrenamiento y oficinas principales, ellos vivían en aquellas cabañas construidas frente a la playa, eran alrededor de veinte casitas de distintos tamaños además de un par de cabañas comunes (la más amplia era una cocina y comedor, una enfermería, armería, laboratorio, almacén...) y, una que simplemente era un techo y donde se hacía casi toda la vida exterior en el bando, era el comedor exterior.

Se habían conseguido acomodar de tal manera en que los invitados de varios bandos (Raimon, Royal Academy, Vía Láctea, Espejismo y Kirkwood principalmente) podían quedarse en una de ellas teniendo que compartir en varios casos.

Mientras que Uta iba a su cabaña correspondiente a preparar lo necesario para las curaciones, Preston se quedó en la arena disfrutando del sol, pero no evitó aprovechar aquellos minutos de soledad para meter la mano en el bolsillo de su short sacando de allí un papel bastante doblado y ya algo viejo.

Miró aquella carta con los ojos perdidos antes de decidirse y volver a leerla por enésima vez. Por más que ya se la supiera casi de memoria, la leía una y otra vez encontrando nuevos significados así como preguntas por cada párrafo.


Preston:

Mi pequeño, mi niño, te escribo esta carta por lo incierto que es el destino, por si acaso no puedo decirte esto en persona. Si estás leyendo esto y aún no tienes al menos dieciocho años no sigas leyendo, no tienes permiso antes de esa edad.

¿Dieciocho años? Oh, mi pequeño. Frente a mí tienes actualmente un año y cinco meses. Te he estado viendo todo este tiempo, he estado contigo siempre para cuidarte. Qué mayor te has hecho, has crecido siendo una gran persona, ¿verdad, hijo?

Tal vez te preguntas por qué has tenido que esperar tanto. Preston, debes ser fuerte cuando leas esto, si has tenido que esperar para leer esto es porque necesitas madurez y objetividad para entenderlo.

¿Sabes? Estoy demasiado orgulloso, orgulloso de ti. Ahora eres un hombre, si lees esto es porque has sido fuerte y has podido contra todo lo que se te puso por delante. Estoy orgulloso de que ahora seas todo un caballero, que hayas crecido tan fuerte como eres aún sin que te haya podido arropar por más noches. Pero actualmente estoy orgulloso de que llevas peleando tanto tiempo, llevas cuatro meses en coma. Pequeño, quiero que sepas lo orgulloso que estuve de ti cuando despertaste, ¿qué edad tenías? ¿Meses? ¿Años? No importa eso, es un privilegio ser el padre del vencedor de esta batalla.

Hijo, llevas cuatro meses sin abrir tus ojitos, cuatro meses en los que has dicho al mundo lo fuerte que eres, que no has tenido ninguna deficiencia desde tu operación, que te estás recuperando como todo un campeón, sólo que estás cansado por esta pelea, aún debes descansar y debes saber que papá puede esperar hasta que estés listo, que no voy a dejar de esperarte. Hace un tiempo cumpliste un año y no pudiste celebrarlo como quisiera, seguías dormido, pero yo no me separé de tu cama en todo el día, espero que hayas podido celebrar todos los cumpleaños que le siguieron.

Que pienso estar frente a tu pequeña cuna, a tu cama que tantos cables contiene hasta que cobren mi vida. Hay gente mala, hay gente muy mala que quiere arrebatar vidas sin saber por qué, no seas un idiota como ellos, tampoco lo seas como tu padre, lucha por motivos, no lo hagas por vicio.

¿Te has enamorado? ¿Tu corazón late ahora en otra persona? Ese corazón que llevas ahora siempre me tendrá a mí contigo, mi sangre está en tus venas, no me puedo permitir que te enfermes porque tu padre no se haya desangrado por ti.

Preston... realmente deseo prepararte el desayuno y verte correr al instituto, quiero que me pidas consejos con los estudios, me desespero por verte perder la respiración al ver a la chica de quien estás enamorado. En verdad quiero dejar de verte perder la respiración por tener todas estas varillas en tu cuerpo, quiero escucharte suspirar por ilusión, por enamorado... pero no porque el aire se escapa de tus pulmones al tenerte en esta cajita de cristal donde tanto te cuidan médicos y enfermeras para que estés sano muy pronto.

Confío mucho en que sabes qué hacer, que sabes lo valioso que es vivir, por eso no me hace falta advertirte nada, sólo te recuerdo que pase lo que pase tu padre nunca dejará de estar tan orgulloso por ti, jamás dejaré de quererte pase lo que pase.

Eres lo mejor que nos pasó a tu madre y a mí, eres mi única y más preciada joya. Sé que hallarás la tuya también, comprenderás entonces lo mucho que vales para mí. Haz algo grandioso, sea cual sea tu sueño, no te rindas hasta lograrlo, eres más capaz de lo que nadie cree.

Diagnosticaron que tu vida podría perderse en una de las tantas operaciones que te han hecho, más tarde dijeron que no sobrevivirías más de un mes en coma por tu estado, luego dijeron que no despertarías totalmente y si lo hacías que no superarías los cinco años... Hijo, tienes dieciocho años, tienes el valor y la fuerza de sobra para vivir ocho décadas más, puedes hacer lo que quieras.

Respeta a quienes lo merecen, cuida a quienes lo necesitan y ama a quien tu corazón decida. Sé que vivirás bien en la Royal Academy, ahí vives, ¿cierto? ¿Han podido llevarte ahí después de todo?

Si la gente mala me ha arrebatado la vida, lo siento mucho, sepas que he luchado por quedarme a tu lado y verte cuando despiertes. Si no te puedo ver antes de que leas esto, perdóname, te pido perdón por no haber cumplido mi promesa, por haber caído antes de lo que debería.

Mi pequeño Preston, termino esta carta diciéndote lo mucho que te amo. Cuídate, toma buenas decisiones y, sobre todo, se feliz; lo mereces demasiado.

Estoy muy orgulloso de ti, Preston.

Con amor,
Nelson Princeton


No importaba las veces que leyera esa carta, sus ojos siempre se llenaban de lágrimas. Esta carta había sido entregada por Samford y King unos días después de su cumpleaños, la idea era hacerle caso al deseo del padre de Preston y dársela a los dieciocho, pero su cumpleaños de dieciocho no había sido precisamente bueno. A finales de enero había tenido otra de las tantas operaciones en las cosillas para reconstruirlas.

Cuando los militares del Centro llegaron a aquel barrio residencial de clase baja y comenzaron a arrestar gente, también mataron a aquellos que no servirían para los trabajos forzados a los que serían sometidos o a aquellos que no mostraban sumisión. Pero el caso de los Princeton fue exclusivamente para torturar al cabeza de familia quien fue el que salió a dar la cara pidiendo que dejaran a las mujeres y niños en paz. Por eso aquel militar fue ordenado a entrar a la casa y asesinar a la familia.

Su madre, Helena, intentó huir saltando por la ventana de la planta baja, pero fue alcanzada por las balas y al caer muerta en el instante, no pudo proteger a su bebé de estas. Tres balas le llegaron provocando que sus costillas se quebraran, tuvo suerte de sólo una bala se le incrustó realmente y que esta no dio a ningún órgano vital de lleno. Por eso pudo sobrevivir después de quedar inconsciente los minutos que transcurrieron hasta que llegaron los rebeldes y comenzó a librarse un tiroteo en la calle en la que esa misma mañana él había salido a pasear junto a su familia aprovechando el buen clima del día.

Una vez la pistola dejó de apuntar a su cabeza, se lanzó hacia el cadáver de su esposa sintiendo su corazón estar a punto de estallar, había escuchado el llanto de su hijo pero ahora ya no oía nada, tan sólo pudo volver a respirar cuando pegó la oreja al diminuto pecho de Preston y consiguió escuchar cómo aún latía su corazón e intentaba seguir respirando. Lo llevaron al hospital y allí fue donde se empezó el plan de reconstruir sus costillas, pero era un estado y procedimiento muy crítico para un bebé de apenas un año, por eso lo indujeron en coma por unos días, pero cuando quisieron despertarlo, él seguía inconsciente sin importar los días que pasaran, había entrado en un coma descontrolado.

Y aunque luego despertó y fue llevado a la Royal Academy aceptado por el comandante de ese entonces, Ray Dark, por petición directa de su padre, él era un niño que tendría que crecer, pero el hierro que sustituía partes de sus costillas no crecería, de allí todas las operaciones que siguieron durante el resto de su infancia, igualmente el tratamiento hormonal que inició a los nueve años para evitar que creciera más o entrara en la pubertad completamente y así evitar muchas intervenciones futuras así como varios años más de aquel constante dolor óseo con el que había aprendido a vivir.

Aún necesitaba operaciones y tratamientos, pero estos eran mucho más espaciados y ligeros. Pero el año pasado uno de los tornillos no fue colocado correctamente así que a los pocos días de volver a la Royal Academy tuvo que regresar al hospital para una intervención más y pasar semanas recuperándose, definitivamente no estaba como para recibir aquella carta, por eso esperaron hasta sus diecinueve años para dársela.

Irónicamente, tampoco habían pasado muchos días desde la última operación que era más bien una puesta a punto de la prótesis en sus costillas, por eso Uta tenía que cambiarle las gasas continuamente para evitar alguna infección, revisar que no estuviera dando malas respuestas o señales de que algo no iba como debía. Pero era más que inusual aquella invitación a la Cala Pirata, por eso aceptó ir a pesar de que no estuviera en muy buenas condiciones.

—Preston, ya está —se volteó hasta que sintió a Uta agacharse a su lado y ponerle una mano suavemente en el hombro.

Sólo asintió guardando la carta en su bolsillo de nuevo y levantándose de la mano de Uta.

—¿Estás bien? —después de varios minutos ella rompió el silencio sacando a Preston de sus pensamientos. Estaba bocabajo en la cama teniendo abrazada la almohada sobre la que recargaba la cabeza y parte de los hombros.

Llevaban ya un buen rato en silencio y sólo con una pequeña lámpara encendida que iluminaba la zona donde Uta estaba trabajando. Él asintió y Weiss respondió con una sonrisa pequeña antes de continuar.

Aunque la herida estuviera aún algo abierta por el poco tiempo que había pasado desde la operación, Preston apenas reaccionaba ante los toques que realizaba su novia con el algodón empapado en yodo, la verdad es que ya estaba tan acostumbrado y llevaba días tan malos, que ya no era tan doloroso aquello. Además, aquel ambiente en la penumbra de una cabaña conseguía calmarlo muchísimo, siempre le había gustado aquella oscuridad parcial y todo lo relacionado con la naturaleza, sobre todo la madera y tonos cálidos, el cuartel de la Royal estaba hecho de cemento y hierro, lo más cercano que tenían era el papel de pared que simulaba tablones, pero nada se comparaba con una cabaña real. Tanto que Uta aseguraba que aunque llevara días sin dormir mucho ya fuera por las heridas o el estrés, desde que llegaron, él se quedaba dormido con facilidad y muy profundamente, lo notaba también en lo descansado que lucía al despertar.

—Ya estás —sonrió Weiss dejando colocada la gasa y sacándolo de nuevo de su mundo.

—¿Ya? Eso fue rápido, ¿no? —fijó sus iris negros en los de su novia provocando una ligera risa en ella.

—Bueno, fue casi como siempre, pero creo que te quedaste tan tranquilo que se te pasó rápido —llevó la sonrisa desde el rostro de Preston hasta su torso de nuevo colocando una mano en la zona de sus costillas poniendo un poco de fuerza—. ¿Te duele aquí?

—Un poco —murmuró—, lo normal, no es peor que ayer, tranquila.

—Okay. No vi nada fuera de lo normal así que todo parece ir bien, vas a tener que aguantar los huesos recolocándose unas semanitas pero luego ya estarías perfecto de nuevo, ¿sí, Prince? —sonrió acariciándole una mejilla y dedicándole una sonrisa tierna a la que pudo corresponder mientras asentía— Okay, ahora levántate un poquito para ponerte las vendas y luego...

—¿Y luego? —alzó una ceja mientras se levantaba lentamente con ayuda de Uta intrigado por el tono de ella.

—Y luego podemos ir a dar una vuelta antes de comer si te sientes bien, nada intenso, un paseíto y ya para que nos dé un poco el sol, ¿quieres?

La miró en silencio unos segundos estando sentado sobre sus talones dejando que le colocara las vendas para luego asentir y conseguir una sonrisa mucho más natural que las anteriores.

—Claro.

Pero cuando quiso levantarse, no pudo evitar quejarse por sentir cómo le molestaban los nuevos tornillos y la forma en que le acomodaban los huesos.

La parte más dolorosa era la espalda, donde se unía el metal con las vértebras, esa parte era la que hacía la recuperación casi insoportable sin algún analgésico.

Weiss sabía que Preston sufría más por lo emocional, aún le deprimía no llevar una vida normal, vivir encerrado en el cuerpo de un niño: sin que sus hombros se vieran anchos, sin conseguir mayor peso debido a la estructura ósea, que sus facciones y su voz no se vieran afectadas prácticamente en nada. Pero algo de lo más doloroso que ella recordaba era el umbral de la puerta, cómo una vez simplemente se soltó a llorar dejando claro que no era fácil todo por lo que pasaba.

Cada cierto tiempo Joe y Samford los reunían para medirlos en el umbral de la puerta para mantener un poco de normalidad, que tuvieran actividades cotidianas siendo niños a pesar se la guerra. La marca de Uta había pasado del metro y treinta hasta uno cuarenta en todo un año mientras que la de sus otros mejores amigos superaba ya el metro cincuenta y cinco. Su marca estaba estancada en el metro cuarenta y cinco desde hacía más de un año, se sentía tan diferente a los demás, como si fuera algo completamente distinto ya que mientras los demás presumían sus centímetros ganados él estaba con su misma marca. Simplemente cayó en lágrimas con Joe, le preguntaba si él había tenido la culpa de eso, que si era por haberse portado mal o algo por el estilo, si se lo habían hecho a consciencia como castigo por su comportamiento o algo que había hecho.

—¿Qué he hecho? Perdóname por favor, perdóname, ya no volveré a hacer lo que sea que hice... déjame crecer, aunque sea un poco, te lo pido por favor, te lo suplico —rogaba cogiéndose de la cintura de Joe quien permanecía estático aún frente al umbral, no sabía cómo reaccionar ante él, sabía lo que le pasaba pero no podía encontrar la manera de decírselo a pesar de su estrecha relación—. Te lo suplico, por favor, por favor... nunca quise hacer nada malo, lo siento mucho.

El resto ya estaban en el comedor al que daba el umbral esperando por el almuerzo que comían siempre después de las mediciones o las comunes actividades que hacían todas las mañanas.

Llamó la atención de la gran mayoría haciendo que los miraran desde el comedor, pero no todos se limitaron a mirar.

—¡Deja de llorar ya! No haces más que eso, no te vas a morir por quedarte enano —se le acercó Rex ya irritado dándole una palmada en la espalda sin ninguna delicadeza aún molesto y harto del menor, estaba harto de que no lo regañaran tan frecuentemente como a él, le tenía envidia por ser ayudado en casi todo por los mentores.

Tras el golpe, la única reacción involuntaria que tuvo fue gritar en medio del llanto por súplica apretando la ropa del mayor.

—¡No, le duele! —King se agachó inmediatamente alejando un poco a Preston.

Apenas pasaron segundos antes de que Samford dejara los platos sobre la mesa con ayuda de Uta y Alistair para acercarse corriendo a Joe chasqueando los dedos con el brazo estirado.

—¡Rex, allá, vete al comedor ahora! —ante un intento de defensa por parte del otro niño la cólera le aumentó haciendo que Joe interviniera en llevarse al niño con los demás separando al pequeño con cuidado— ¡Cállate y vete con los demás! —entonces se agachó para abrazarlo— Shh, tranquilo, ya pasó, ya pasó, ven aquí.

Preston se aferró a Samford apretando la camisa de este recibiendo un abrazo por la espalda baja y la mano derecha de mentor descansó sobre su cabeza.

—¿Te duele mucho? —le preguntó sintiendo su corazón encogerse al tenerlo sufrir entre sus brazos sin poder hacer mucho al respecto— No pasa nada, vamos a ver qué tienes, ¿sí? Ven, vamos a coger una bolsa de hielo... —lo cargó para cruzar el comedor intentando que no lo miraran los demás niños para ir a por la bolsa y luego salir por la otra puerta de la cocina en dirección a su cuarto— y vamos a la habitación, no pasa nada.

Cuando llegaron lo dejó sobre la cama para echar un vistazo a donde le habían golpeado intentando no estallar en la rabia frente a él. Desde siempre Rex Remington mostró agresividad y rebeldía hacia los demás queriendo culpar a otros por sus actos y consiguiendo que otros niños de su mismo temperamento terminaran molestando a los más pequeños. No era la primera vez que lo golpeaban en donde ellos sabían que tenía debilidad, pero sí era la primera de la que se enteraban los mayores.

Le colocó la bolsa helada en la espalda envuelta en una toalla, la puso justo en la zona donde en menos de cinco minutos ya le habían aparecido moretones y estaba inflamándose pero las heridas de la reciente operación estaban intactas por suerte.

Ya con el hielo en su lugar buscó el rostro al pequeño hallando sus ojos aún con lágrimas, lo miró con pena antes de intentar olvidar lo que le había hecho para preocuparse por calmarlo en el aspecto físico y emocional. Ante la pregunta de si las lágrimas eran causadas por los puntos él le respondió que no solamente por eso, le dijo lo que le había sucedido en el umbral.

—Ignora lo que te diga Rex, ¿sí? Pero no debes pensar que has hecho algo malo, no lo has hecho, no tienes culpa de nada, no pienses así. Lo que pasa es que nadie puede controlar esto. Preston, sabes por qué tienes que tomar tantas medicinas, por qué vamos tanto al hospital y todo eso ¿verdad? —él asintió calmándose un poco más al recargarse sobre el torso del mayor quien le acariciaba las manos por el cariño que llevaba cogiéndole a los niños— Pues esto lo tuvimos que hacer por tu bien, créeme que estás mejor en cuanto a tu salud, te dolería demasiado si no te hubiéramos puesto las hor... las inyecciones y los parches, tal vez estarías en el hospital, podrías tener mucho peligro si siguieran operándote tantas veces... ¿no crees que es mejor estar así?

—Pero... —no consiguió hablar mucho más y simplemente bajó la mirada suspirando— nada, lo siento.

—No, no, dime, ¿qué pasa?

Se escuchó el suspiro asustado del niño quien sujetó mejor la mano del moreno antes de murmurar con un poco de miedo.

—Es que me sale sangre... Caesar dice que es que por ser pequeño, que no aguanto y me sale sangre.

—¿Sangre? Pero no nos has dicho nada. ¿Que no aguantas el qué?

—Cuando nos peleamos suelen pegarme y me sale sangre... es que Rex me dijo que no te dijera nada, si te volvía a decir algo le iban a pegar a Uta como hicieron con Savior, ¡no quiero que la maten!

—¿Savior? ¿Tu mascota?

—Ajá —asintió volviendo a llorar por lo que decía.

—No le van a hacer nada a Uta, no te asustes —lo acarició sin llegar a asimilar lo que decía—. ¿Te pegan y te sale sangre entonces? ¿Es por eso que has empezado a lavar tu ropa solo? ¿Para que yo no vea la sangre?

—Sí.

—Ay Preston... debes decirnos, no te quedes callado o seguirán igual, ellos no le van a hacer nada a Uta, tranquilo. Más tarde los voy a regañar, de verdad que es demasiado ya —suspiró recordando lo que había pasado con Joe para bajar el tono de voz e intentar explicarle—. Sobre lo que me dijiste... no dejes que nadie te diga mentiras acerca de ti.

—Pero tienen razón, soy muy chiquito, parece que tengo ocho años pero voy a cumplir once. ¿Voy a verme como un niño pequeño para siempre? No quiero, quiero ser grande y hacer lo que hacen los mayores, no quiero quedarme así por siempre.

—Preston, lo que tú quieras hacer no tiene nada que ver con cómo te ves, el hecho de que seas pequeño no te impide que hagas lo que quieras. Tienes casi once años pero eres más responsable que otros que ya tienen trece, ¿te das cuenta? Ser un hombre de verdad no tiene nada que ver con tu aspecto, ser un hombre de verdad, un caballero, es ser responsable y maduro, respetar y cuidar a los demás, ser atento y sensato, no meterse en peleas para ver qué tan fuerte eres, eso es ser un tonto. ¿Sabes que eres aún más fuerte que otros? Has pasado por más cosas y sigues en pie, es difícil y lo sé, créeme que lo sé, pero tú no te has rendido.

Desde esa vez pararon de pelearse a golpes, los más pequeños empezaban a mantenerse más alejados protegiéndose así de los otros. Así fue hasta que años después dejaron de vivir con ellos los mentores, Samford iba semanalmente a verlos y a organizar los asuntos, claro que cuando sucedían peleas serias sí iban allá casi de inmediato para evitar que esos golpes causaran lesiones como había llegado a pasar o incluso bajas.

Uta había pasado un tiempo ya sentada al borde de la cama sujetando de la mano a su novio quien simplemente se había quedado sentado de nuevo, respirando lentamente por cómo le llegaba a molestar en la espalda el simple movimiento de tomar aire continuamente.

—Estás sudando mucho...

—Tú también —sonrió aún notándose un poco asfixiado por el calor y por aquella extraña forma de respirar.

—Hace calor.

—Supongo que es por eso, ¿no? —amplió un poco la sonrisa contagiándosela a Uta aunque algo más preocupada. Ella asintió y dejó un beso en su mano mirando en sus ojos cómo trataba de centrarse en todo menos aquella molestia en los huesos, y no dejaba de reconocer su esfuerzo, no es como si fuera algo sencillo— Ahora salimos un rato, ¿no? Para que nos dé el aire y no nos ahoguemos aquí.

—Sí... —dijo con un hilo de voz tratando de hacer más sincera su sonrisa.

Él era el único capaz de quitarle esas preocupaciones, sólo él con su sonrisa podía tranquilizarla y dejarla convencida que no se encontraba en tan pésimas condiciones.

Dentro de unos minutos ellos también saldrían a disfrutar del aire libre, pero mientras eso sucedía, varios de los chicos que estaban en la playa centraron su atención en uno de los miembros de la Cala Pirata, Rob Crusoe, cuando saludó energéticamente a dos chicos que llegaban desde el caminito que llevaba a la zona del pantano.

—¡Ya me parecía raro que no fueran a venir sabiendo que tenemos visita! —rio caminando hacia ellos haciendo que algunos lo siguieran, los primeros en hacerlo fueron Kanao junto a Arion, Columbia, Sara y Subaru.

—Claro, a la mínima oportunidad que nos dan, nosotros nos escapamos —respondió el chico que era ligeramente más alto.

—Así es, me tomó años cogerle el gusto a la playa así que ahora voy a aprovechar todo lo que pueda —asintió el más bajo. Ambos tenían el cabello oscuro y algo largo, el más alto de un tono tan negro que parecía azul y el otro de castaño oscuro.

—Sí, quién te viera, antes no aguantabas ni dos minutos en el agua antes de salir corriendo —rio Crusoe poniendo una mano en su cintura—. ¿Y Okita?

—No va a venir, lleva todo el día mal —negó el mayor con naturalidad.

—Qué mal, habría estado bien que viniera y conociera a los chicos.

—Sí, él quería venir pero no se pudo... —se encogió de hombros el castaño— Pero aquí estamos nosotros para conocerlos.

—Claro, claro. Ah, sí, ahora los presento... —se dio un golpe en la frente una vez notó cómo los demás chicos observaban con curiosidad a ellos dos— Chicos, ellos son Yamato Kondō y Tetsu Ikeda, unos chiquillos del Myr que pasan más tiempo aquí en la Cala Pirata que en el Shinsengumi. Yamato, Tetsu, ellos son Sara McArthur, Kanao Ishikawa, Arion Sherwind y Subaru Honda del Raimon, y él Colby Columbia de la Royal Academy.

—Mucho gusto —saludó Tetsu estrechándoles la mano siendo correspondido para que luego Yamato hiciera lo mismo.

—Igualmente —sonrió Subaru.

Ambos se veían más jóvenes que ellos, tendrían unos dieciséis años más o menos. Eran muy llamativos los ojos azules y amplios de Yamato así como su cabello lacio pero un poco esponjoso en la coleta en la que estaba recogido, mientras que Tetsu a pesar de verse ligeramente más introvertido, también destacaban mucho en él los aretes algo largos que colgaban de sus orejas así como sus profundos ojos rojos que más tarde Kanao notó que combinaban con sus uñas pintadas del mismo color.

Tenían puestos trajes de baño como cualquier otro y los dos llevaban unas camisas encima, mientras que Yamato contaba sólo con una playera blanca pálida, Tetsu llevaba una camiseta de manga larga y negra debajo de esta. Definitivamente no era la imagen que se esperaban de unos chicos del Myr, en absoluto lucían como gente que vivía atrapada en el tiempo, y mucho menos como samuráis si es que pertenecían a aquel clan que se abría fama en la región.

—Oye, ¿sí vino Maxine? —Yamato no contuvo aquella pregunta que lo tenía ansioso desde hacía días, desde que Rob les contó que algunos rebeldes irían a la Cala Pirata estuvo impaciente por finalmente poder ver cara a cara a aquella chica con quien ya había hablado varias veces por mensaje, pero definitivamente no era el reencuentro más emotivo o fácil de seguir por medio de una pantalla.

—Ah, sí, sí, debe estar... —se volteó analizando la playa— En el comedor —señaló la zona y vio cómo los ojos del chico se iluminaban.

—Sí, hace un momento estaba allá con Riccardo, Langford y Cherry —asintió Sara provocando más ilusión en la cara de Yamato.

Este no se contuvo ni un segundo más y le entregó de golpe su mochila a su compañero desequilibrándolo un poco para salir corriendo en la dirección indicada.

¡Chacho, chacho! —Crusoe rio dando un paso atrás y viendo cómo él seguía corriendo sin importarle nada— Cómo se nota que es del Myr, todo bruto ahí...

—¿Verdad? Creo que soy el único en el Myr que no es así de salvaje —bromeó Tetsu llevando la mochila de Yamato a su espalda y echando un ojo a sus uñas comprobando que seguían intactas.

—Sí, mi niño, la verdad es que yo ya no sé quién es de dónde —suspiró Crusoe con las manos en la cintura aún mirando cómo Yamato finalmente llegaba al comedor.

Tetsu se rio al igual que Rob, pero al ver que los demás no parecían entender, se dirigió a ellos para explicarles.

—Lo que pasa es que yo sí nací en el Myr, directamente en el Shinsengumi, pero Yamato nació en el Centro, por eso la ironía.

Una vez entendieron también rieron un poco y volvieron a llevar las miradas al comedor, pero finalmente decidieron acercarse también.

—¡Maxine! —chilló él nada más llegar viendo cómo estaban dejando todo listo para la comida.

—¡Ay Dios mío, ya llegó, ya llegó! —Kidd no contuvo un pequeño salto de la emoción al reconocer a Yamato y saber exactamente lo que estaba por pasar.

Riccardo pudo ver cómo los ojos de Maxine se agrandaban en una amplia sonrisa mientras dejaba los platos rápidamente sobre la mesa y también corría hacia él.

—¡Edwin!

Se encontraron en un abrazo que consiguió que el menor se desestabilizara y cayera a la arena aún abrazado a su hermana.

—Ah, maldita sea, lo siento, Yamato —se corrigió ella una vez rieron ya en el suelo.

—No pasa nada —negó con la cabeza sin poder borrar la inmensa sonrisa que había en su rostro.

Maxine y Edwin eran los hijos de la familia Willows, y realmente había sido por puro milagro y gracias a las conexiones de los chicos de la Cala Pirata que consiguieron encontrarlos. Mientras que Maxine y sus padres tuvieron que dejar el Centro aquella vez que se despidió de Riccardo, Edwin, su hermano bebé se había quedado allá. Desde que su nacimiento tuvo complicaciones en el corazón, por eso mismo se quedó allí por tanto tiempo, sólo había ido un par de veces a su casa en las semanas más estables, el resto del tiempo lo pasó en el hospital con todos los cuidados necesarios.

El gran problema no era que no podrían mantenerlo viviendo en la Transición y siendo buscados, sino que había tenido una operación importante hacía muy poco tiempo. Por eso los Wiillows tomaron la dura decisión de dejarlo en el Centro, al haber nacido allí esperaban en que le darían el trato como a cualquier otro niño de allí, que cuando se recuperara lo llevarían con una familia de acogida o a un centro de cuidado, y así estaba planeado. Pero poco después de cuando se dio la orden de ejecutar a los soldados exiliados y a sus familias, lo buscaron con el fin de matarlo también después de mandarlo a la Transición para encubrir el asesinato sin motivo, aunque seguramente lo que harían sería dejarlo abandonado dejando que muriera al poco tiempo.

Por suerte, ya estaba recuperado casi por completo cuando se lo iban a llevar y fue gracias a una enfermera que su vida se salvó. Ella era mujer de un militar de los que se encargarían de ejecutar a los exiliados ya fuera del Centro, por eso ella le entregó al pequeño Edwin para que se lo llevara y se lo dejara a alguien con tal de que no lo mataran.

Aprovechó un viaje al Myr en el que garantizarían la seguridad de Cinquedea para cuando se reuniera con la familia gobernante del Myr, los Tokugawa. Él se separó del grupo antes de llegar al distrito central del Myr, se fue al distrito de Mibu (uno de los más extensos y que hacía frontera con la zona rebelde de la Cala Pirata y la zona rebelde del sur de la Periferia, donde encontraban los campos de refuguados), y allí no pudo pararse a llamar puerta por puerta en mitad de la noche, sólo alertaría a los civiles y podría causar un problema, por eso mismo fue directo a un pequeño cuartel militar que sabía que estaban aliados con los rebeldes, como casi todo el Myr: el Shinsengumi.

Aunque en ese entonces no lo supiera, aquel quien le abrió la puerta y le dejó pasar era el Kondō Isami, el general de aquel grupo. Tuvo que ser muy breve, le explicó que este bebé era hijo de una familia exiliada que ahora había sido asesinada y esperaban hacer lo mismo con él, que tendría que esconderlo un tiempo, que le cambiara el nombre y que lo mantuviera con él al menos unos pocos años, quizá lo podría esconder diciendo que era su hijo o de algún miembro de aquel grupo...

Pero fue mucho más allá de una simple tapadera, él lo adoptó de forma oficial no sólo para protegerlo, también se quiso responsabilizar legalmente de él para darle una vida como se merecía, no era más que un bebé de un año y poco más, no podía dejarlo a su suerte teniendo los recursos para criarlo.

Y tampoco era algo nuevo para Kondō, por desgracia esta situación ya se había presentado varias veces en su vida, la primera fue con Tetsu, cuando la madre del chico y casi hermana de Kondō fue encontrada en los campos de refugiados muy enferma y a punto de dar a luz a Tetsu, se la llevaron al Shinsengumi y allí mismo tuvo a su bebé para morir poco después en el mismo lugar donde se había criado, luego fue Okita, tan sólo un año después su hermana se lo entregó siendo a Kondō siendo él un niño de apenas cuatro años que acababa de perder a sus padres, y finalmente, en 2006 fue cuando él adoptó también a Edwin Willows quien pasó a ser Yamato Kondō no Miburō, aquel cambio de apellido también había sido necesario para protegerlo, de esta forma Kondō simplemente explicaba que una noche aquel bebé fue abandonado en su puerta sin ninguna información aunque realmente tuviera sus papeles bien escondidos.

Kondō había conseguido criar a todos esos niños dándoles una familia poco convencional pero amorosa de todas formas. Takeshi Ikeda, un fiel compañero de Shūsuke Kondō (padre de Isami) había adoptado a Sayaka Ikeda junto a su esposa, la cocinera del Shinsengum, así que Sakaya se crio entre espadas y duelos al igual que Isami, de ahí aquella profunda amistad que más bien era fraternidad, él siempre la vio como su hermana menor, incluso cuando ella se fue a Kioto a los veinte años y volvió años después sólo para morir al tener a Tetsu, el único nieto del que Takeshi tuvo constancia. Para él Tetsu era su sobrino, así que tomó responsabilidad de él cuando su abuelo murió al poco tiempo, al sentirse tan lleno dándole amor y cariño a un bebé que tanto lo necesitaba, no dudó en aceptar a Okita así como a Yamato como sus propios hijos también.

Ya que Tetsu había sido el primer descendiente de un miembro del Shinsengumi, Sakaya Ikeda, y Yamato lo siguió como hijo de Isami Kondō, ambos recibieron en el apellido aquella marca de pertenencia al clan: no Miburō, la forma en la que a veces era llamado el Shinsengumi, los lobos de Mibu.

Ya que el Shinsengumi estaba tan cerca de la frontera con la Cala Pirata, ellos prácticamente todos los niños que vivieron allí crecieron yendo a la playa muy seguido, tenían una fuerte relación con la Cala Pirata, pero Tetsu, Yamato y Okita fueron más allá, se habían ganado por completo el cariño del bando vecino. Gracias a ellos se pudo contactar a Maxine Willows y conseguir juntar a los hermanos de nuevo.

Ninguno de los dos parecía verse a punto de llorar, lucían tan contentos, tan eufóricos que simplemente pasaron unos segundos mirándose y sonriendo sin poder creerlo. Maxine apenas tenía recuerdos de su hermano por ser muy pequeña, y él definitivamente no los tenía, era como si apenas se hubieran conocido, bueno, por los mensajes ya habían tenido un par de conversaciones, pero al fin eran reales, se tenían frente a frente, podían tocarse, definitivamente era una sensación que lo único que les provocaba era euforia.

De hecho era Tetsu junto a Kidd y Riccardo quienes estaban a punto de llorar, ellos habían vivido desde fuera la situación, habían visto cómo cada uno de los hermanos crecía por su lado, cómo de la nada se habían enterado de que el otro seguía con vida.

En ocasiones esto le provocaba algo de envidia a Ikeda, él sabía que su madre había muerto al tenerlo, que su abuelo sólo lo conoció por poco tiempo antes de morir por la tristeza de la pérdida de su hija, y su abuela sí que formaba parte de su vida hasta ahora, pero se encontraba tan mayor y débil que ahora vivía con unas familiares suyas que la cuidaban y de vez en cuando él iba a verla. Pero no sabía nada más sobre su origen, ¿quién era su padre? ¿Qué hizo su madre en el tiempo en que se fue a Kioto? Isami le había contado todo lo que sabía de Sayaka una y otra vez para que nunca la olvidara, pero habían perdido el contacto desde que ella se fue del Shinsengumi, recibieron un par de cartas, y la última de ellas era sobre que se iba a casar con un soldado extranjero que estaba ejerciendo en esa zona, que la siguiente carta llegaría con el nombre de su esposo y una foto de la boda, pero nunca llegó, muchas cartas se perdían y jamás llegaban a su destino por los conflictos.

Pero ahora, al verlo tan alegre por conocer a su hermana, no podía sentir aquellos celos ilógicos, se alegraba de ver a una de las personas a quienes más quería ser felices realmente. Y si ahora él estaba feliz, realmente, ¿qué importaba todo lo demás?

*** *** ***

"La sangre es lo de menos, en el mundo en el que vivimos, aquellos a quienes amas son tu verdadera familia, aquellos por quienes darías la vida."

Nombre: Yamato Kondō no Miburō

Nombre en clave: Raiden

Lugar de nacimiento: Centro, Inazuma, Japón.

Edad y Fecha de nacimiento: 16 de mayo de 2005, 15 años.

Altura: 1.68 m

Peso: 54 kg

Bando: Aliados rebeldes, clan del Shinsengumi.

Blindaje: 3

Velocidad: 3

Arma principal: Katana Yamatonokami Yasusada.

Arma secundaria: (—)

Auxiliar: (—)

Dispositivo especial con descripción: (—)

Especialidad y línea de ataque: Retaguardia

Entrenamiento:

—Segundo dan en kenjutsu estilo Tenen Rishin


Experiencia importante: (—)

Trasfondo: Edwin Willows fue el hijo menor de la familia Willows, pero desde su nacimiento tuvo problemas en el corazón por lo que permaneció en el hospital muchos meses en tratamientos siendo muy cuestionable su esperanza de vida, pero cuando tenía un año tuvo una operación bastante arriesgada que, por suerte, consiguió corregir completamente su problema, pero tuvo que permanecer más tiempo en una recuperación muy delicada teniendo en cuenta su edad. Pero a las pocas semanas después de la operación, su familia fue exiliada a la Transición, esto se empezó a hacer con todas las familias de militares del Centro que no hubieran nacido allí, para protegerlo y dejarlo bajo los cuidados necesarios, fue dejado en el hospital del Centro. Meses más tarde su familia fue asesinada a excepción de Maxine y se planeaba hacer lo mismo con él, pero una enfermera consiguió que su marido militar se lo llevara al Myr y allí fue entregado a Isami Kondō, líder del Shinsengumi quien lo adoptó oficialmente para protegerlo y para darle una vida digna. Creció en el Shinsengumi junto a sus hermanos adoptivos Tetsu Ikeda y Sōjirō Okita, yendo muy seguido a la zona rebelde de la Cala Pirata debido a la cercanía así como a la zona pantanosa al final del río Edo que marca el límite del Myr, por lo que conoce muy bien toda esa zona.

Perfil psicológico: Es un chico extrovertido y alegre, no le es difícil hacerle conversación a cualquier persona, es amable, amigable y le gusta conocer gente nueva así como conocer sobre las costumbres o vidas distintas a la suya aunque le guste la vida en el Myr. Es muy abierto para hacer amistades nuevas y le gusta ayudar a que otros se integren o animarlos, pero respecto a hacer relaciones muy profundas es bastante reservado. Es alguien muy leal llegando a los extremos sólo con aquellas personas con quien ha conseguido un vínculo muy profundo (Kondō, Okita y Tetsu), por esto mismo aunque no le importe crear muchas amistades y compartir buenos momentos y charlas, no le gusta hablar de cosas muy íntimas o sobre sentimientos más privados con cualquier persona. Puede llegar a ser muy impulsivo en ocasiones también influenciado por su edad, pero a pesar de esto es bastante maduro dadas las condiciones en que se ha criado. Es bastante cariñoso con sus amigos y familiares, igualmente le gusta el contacto físico por lo que al ver a alguien triste simplemente se acerca a abrazarlo y si la persona quiere, hablar de lo que sucede. Es bueno dando consejos y tratando de animar a los demás, siempre consigue hacerlos sonreír de una forma u otra.

Relaciones: Tiene un vínculo demasiado fuerte con Tetsu Ikeda, se han criado como hermanos así que se conocen perfectamente, casi siempre están juntos y se complementan el uno al otro. Admira mucho a Sōji, su hermano mayor, lo considera un ejemplo a seguir y le encanta pasar tiempo con él ya que recuerda cómo cuando eran más pequeños y él aún no se estaba enfermo o aún lo estaba de forma leve, se los llevaba a pasear o simplemente pasaba todo el día con ellos enseñándoles cosas y jugando con ellos, por esto mismo siente una necesidad imperiosa de protegerlo y cuidarlo ahora que se encuentra en un estado vulnerable. Es muy apegado también a su padre, insiste en bromear con Tetsu que él es su favorito ya que Yamato expresa su cariño de una forma mucho más explícita que Tetsu. Rob Crusoe lo considera casi como un hermano menor, es muy cercano a Yamato y Tetsu habiendo crecido juntos, aún así siente cierta responsabilidad sobre ellos y le gusta cuidarlos además de enseñarles cosas sobre la vida, etc.

Pareja: (—)

Aspecto:

Estado: Vivo, inactivo oficialmente.

Tema: Hikari Dantsu Ame — Soma Saito

Notas: 

—Le gusta la vida en el Myr, considera que es muy activa ya que gran parte de las tareas diarias se realizan de forma muy tradicional y las nuevas tecnologías aunque están presentes, son algo escasas y no demasiado eficientes. En el Shinsensgumi cuentan con un televisor, una computadora y algunos miembros tienen teléfonos celulares, Kondō les regaló a Sōji y Hajime un celular y otro fue para Tetsu y Yamato aunque realmente casi no lo usan, su función principal es tomar fotos, escuchar música y ver vídeos o la televisión cuando la sala principal o el televisor está ocupado y no pueden salir de casa. 

—Tetsu puede ser bastante inseguro respecto a su apariencia aunque no lo parezca, por esto mismo Yamato siempre está a la defensiva cuando señalan algún aspecto del físico de Tetsu, no importa que sea de forma positiva ya que sabe que lo mucho que le pueden afectar los comentarios indiscretos aunque en el momento no lo demuestre. Odia verlo triste o con poca autoestima así que siempre está atento por si algún comentario se está pasando de la raya, y prácticamente cada día le recuerda lo bonito que es algún rasgo suyo.

—Suele alzar mucho la voz así que es usual que le digan que baje un poco el volumen cuando se emociona o empieza a hablar muy rápido. Esto contrasta mucho con Hajime Saitō quien es muy callado y tranquilo, así que siempre que pasan tiempo juntos (cosa que le gusta mucho a Yamato), él termina por tranquilizar mucho su voz aunque todo vuelva a la normalidad una vez vuelve a estar con Tetsu o incluso Okita quien solamente es callado y reservado en presencia de gente desconocida.

—No le gusta peinarse pero tampoco le gusta que Tetsu lo regañe por no hacerlo y dejar su cabello descuidado así que simplemente se lo recoge en una coleta todos los días a no ser que su compañero esté de buenas y tenga la paciencia como para ponerse a peinarlo bien.

—A veces puede ser muy inocente y suelta comentarios inapropiados sin tener la intención de ello, con el tiempo ha aprendido a controlar lo que dice, pero en ocasiones es inevitable.

—Cuando iba a la primaria a veces era excluido o rechazado por tener rasgos occidentales a diferencia de la gran mayoría de niños del Myr, pero con el tiempo fue aprendiendo a defenserse y a no darles importancia, por suerte, en la secundaria sus rasgos se convirtieron en un atractivo inusual que era muy admirado por sus compañeros en vez de criticado. En un mes comenzará la preparatoria así que está bastante nervioso por cómo será, pero le tranquiliza saber que Tetsu dice estar muy cómodo con la escuela.

—Se enamoró completamente de la vida en el mar, por eso frecuenta aún más la Cala Pirata que Tetsu (realmente casi siempre van juntos pero él es quien más veces se mete a nadar), gracias a los chicos de allá aprendió a bucear y siempre acompaña a Rob cuando va a bucear al "charco", actualmente planea estudiar biología marina y aprovecha cada vez que Crusoe le explica sobre el tema.

—Cuando era pequeño le tenía miedo a los chicles ya que cuando los probó, se los tragó y una vez casi se atragantó con ellos, luego Okita le dijo que no debía tragarlos porque "eso no se digería" y pasó muchos años con el miedo de que algo le pasara por tener los chicles en el estómago. Según él, los chicos del Shinsengumi tienen una maldición: él se tragaba los chicles, Hajime les contó que de pequeño se tragaba sin querer los frijoles crudos, Okita se tragó una moneda y Tetsu un día se asfixió con una mentita.

—Lo criaron usando el nombre de Yamato ya que en sus primeros años era cuando más lo debían mantener escondido (por eso mismo no asistió a la escuela hasta los siete años), pero más tarde ya le explicaron lo que había sucedido y por qué lo habían adoptado y que si eso era lo que quería, podría volver a usar el nombre que le dieron sus padres al nacer, pero aunque él no lo rechaza no termina de identificarse con él así que, aunque responde ante el nombre de Edwin si es necesario, prefiere presentarse como Yamato Kondō.

—Informe por Toshizō Hijikata Yoshitoyo.

*** *** ***

¡Hola a todos! Este fue el capítulo de hoy, muchos trasfondos y blablabla, pero de nuevo, todo será importante más adelante. Aún así, espero que les haya gustado y no se haya hecho demasiado pesado.

¡Ya conocimos a dos personajes que no existían en la primera versión! Los bebés de luz Yamato y Tetsu se han manifestado <3

Por cierto, había olvidado ponerle su frase a Pavel en la ficha, pero ya lo corregí y está lista, pueden pasarse si quieren <3

Espero que les haya gustado, gracias por leer y nos vemos pronto.

Atsushi~

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