[CAPÍTULO 23]
01/03/2022 | Arena Asiática, Islas Izu, Inazuma, Japón.
—Si queremos sobrevivir, necesitamos provisiones, y con lo que tenemos no nos alcanza para más de dos días si es que queremos estar suficientemente fuertes como para poder ir a cazar o defendernos —dijo Bái Lóng nada más se despertaran los demás chicos. Él se había quedado despierto durante el último turno de vigilancia antes del amanecer.
Ghiris, Lima y Romeo miraron todo lo que habían puesto en conjunto, lo que habían conseguido antes de salir de la fortaleza, pues no consiguieron saquear parte del arsenal. Lima fue de los primeros que llegaron ahí, y apenas consiguió un par de provisiones y una espada mediana antes de encontrarse con Ghiris quien bajó por el mismo lado que él. Fue Hudson quien le ofreció aliarse, y él aceptó rápidamente, nada más hacerlo se fueron de ahí pues ya parecía llegar más gente.
Huyeron hacia el sur, y a los pocos metros se encontraron con Bái Lóng, a quien Ghiris simplemente le dijo que no fuera al arsenal, que ya estaba ocupado. Le entregó una de las espadas que consiguió coger y pretendieron irse hacia la zona del bosque y pantano. Romeo fue el último en unirse, sólo un minuto o dos después de Bái Lóng, pues había escapado detrás suyo.
Las únicas provisiones que tenían eran las que había cogido Lima y lo poco que Bái Lóng había cogido mientras huía de la fortaleza.
—Había una especie de templo, lo vimos cuando veníamos hacia aquí. Quizá haya algo —mencionó Ghiris.
—También tenemos el río cerca todavía, deberíamos conseguir algo de agua antes de desplazarnos más —dijo Lima.
Bái Lóng estaba a punto de hablar, pero Romeo tomó la palabra.
—Yo también vi una estructura, no sé si es el mismo templo que dice Ghiris, pero podríamos intentar ir.
—¿Recuerdas por dónde estaba? —le preguntó Bái Lóng y este asintió. Se volteó y apuntó hacia el oeste.
—Por ahí está también el templo —asintió Ghiris.
—Bien, entonces ustedes dos vayan por allá y nosotros dos vamos al río. Nos vemos en el templo en media hora aproximadamente. Lima, ¿recuerdas dónde era?
—Sí.
—Bien, entonces vamos de una vez. No hay que desperdiciar el tiempo, a esta hora deben estarse organizando todos apenas.
El grupo se separó en dos y cada pareja tomó su ruta.
En apenas unos minutos, Romeo y Hudson ya se estaban adentrando en el pantano, la tierra era más y más húmeda, las nubes de insectos se hacían presentes de vez en cuando, y la luz era un tanto escasa según las zonas debido al espesor de los árboles.
—Este es el templo. ¿Es lo que viste? —preguntó Ghiris nada más toparse con la parte trasera de la pequeña construcción.
—No, era de piedra... y más alto todavía —entonces giró intentando ver por encima de los árboles, y rápidamente dio con la parte sobresaliente de la estructura—. Ahí es. Está muy cerca, a menos de diez metros, seguramente. Voy yo mientras tú revisas el templo.
Hudson lo miró y luego comprobó la cercanía de la estructura.
—¿Estás seguro?
—Sí, está bastante cerca —asintió con seguridad, convenciendo a Ghiris.
—Está bien, ten cuidado. Si ves cualquier cosa, grita y vuelve corriendo hasta aquí, ¿entendido?
—Lo mismo digo —asintió y se despidieron con la mirada antes de que Romeo siguiera corriendo bosque adentro y Ghiris entrara en el pequeño templo.
Algo en lo que contrastaban mucho las formas de la pareja favorita del Centro, Mehr y Ghiris, era que ella era increíblemente despiadada y aprovechaba su ventaja en la jerarquía para escalar aún más si era posible. Y aunque Ghiris hacía lo mismo a su lado, cuando dependía de él, sí que llegaba a tocarse el corazón antes de decidir sobre alguien.
Eso lo hacía buen líder, pero mal asesino. Antes de que conociera a Masha, él actuaba de esa forma siempre, nunca interponía el éxito de una misión al bienestar de sus compañeros. Todo lo contrario que Mehr, por eso al juntarlos, consiguieron un equilibrio que potenció lo mejor de la unidad conjunta, y los llevó a ser miembros de la Segunda Fase.
Aunque él había aprendido de Masha como ella de él, en una situación tan personal como lo era aquella expedición en pareja en un territorio desconocido, no pudo con la intranquilidad de haber mandado a Romeo solo. Por eso se dio la vuelta tan un rápido vistazo del templo y fue hacia donde había ido el chico.
Se encontró en un claro del espeso bosque, y este mostraba una gran estructura en ruinas hecha de piedra.
—¡Romeo! —lo llamó alzando un poco la voz, para no asustarlo si es que no había notado su presencia.
Rodeó la estructura y llegó a lo que parecía ser la parte frontal de la misma. Pero apenas pudo escuchar lo que parecía ser la voz del chico. Debido a la tranquilidad, no se preocupó, sólo alzó la mirada suponiendo que el chico se encontraba en la parte superior de la estructura y por eso su voz se minimizaba.
—Romeo Dawns es asesinado por Diego Mitzil, quien recibe 25 puntos —estaba tan confiado en su teoría, que ni siquiera pudo procesar aquellas palabras en primera instancia.
Se paralizó, alzó la mirada y dio unos pasos atrás aún esperando verlo ahí arriba, aún sin creer lo que se acababa de decir.
Y lo vio. Vio el momento en que su cuerpo caía de espaldas, suficientemente lejos del borde de la escalera destruida, como para que sólo su brazo y parte de su cabeza quedaran a la vista, seguidas por un río de sangre que se extendió lentamente hacia abajo.
Bái Lóng y Lima evidentemente escucharon el aviso, y aunque ya iban de regreso hacia su punto de encuentro, corrieron lo más rápido que pudieron hacia el templo, donde al no encontrar a ninguno de los dos, se guiaron por los gritos de Ghiris hasta hallarlo en el claro.
—¡No huyas! —repitió al ver sólo cómo una silueta se incorporaba en el bosque y agitaba los árboles— ¡Lucha por un mínimo de honor! ¡Vuelve aquí!
Tenía la espada desenvainada, seguía el movimiento que había entre los árboles, pero sin atreverse a entrar en el bosque tan denso y desconocido para él. Se sobresaltó cuando vio a los dos chicos llegar al claro, pero nada más reconocerlos, pudo calmarse y entre los tres se pusieron alerta.
Bái Lóng fue el primero que tomó la iniciativa de subir a la estructura, evitando el cuerpo de Romeo, para así intentar encontrar al chico desde lo alto, confiando en que no se había ido demasiado lejos.
Ghiris subió y, cubierto por Lima, bajó a Romeo hasta los pies de la estructura, perdiendo cualquier esperanza de tenerlo con vida nada más verlo bien. Lima se quedó abajo, vigilando diferentes flancos con Ghiris, mientras que Bái Lóng seguía observando desde arriba.
Estaba a punto de bajar diciendo que lo había perdido, cuando entonces escuchó unos pies posarse sobre el suelo detrás suyo.
Se dio la vuelta inmediatamente y se topó con Tezcat, quien simplemente estaba ahí de pie, mirándolo. Su primer ataque fue decidido, tanto que le sorprendió que pudiera esquivar el ataque con la espada.
No esperó que se deslizara por abajo, y mucho menos que aprovechara la apertura amplia, y por ende baja, de sus piernas tras realizar el ataque para colocarse detrás suyo. Lo sujetó del hombro y colocó su cabeza al lado opuesto, pero no se trataba de una llave o agarre, eso fue lo que más sorprendió a Bái Lóng.
Y un escalofrío lo recorrió al poder asegurar que el susurro del moreno vino acompañado de un aliento gélido que atravesó su oído hasta llegar directo a su corazón.
—Eres tú.
Sólo se permitió un parpadeo, acto seguido dejó que sus piernas se abrieran a los lados por completo, para así sujetar de los hombros a Tezcat y lanzarlo por encima suyo, dejándolo caer al suelo de lleno con la espalda.
Pero los escasos segundos que demoró en recuperar la espada, fueron suficientes para que Tezcat se levantara con un impulso de sus manos y piernas.
Consiguió patear el brazo de Bái Lóng. Este correspondió con otra patada que, de no haber sido cubierta por el antebrazo del chico, habría ido directa a su cabeza con una fuerza considerable.
Tezcat no estaba sorprendido. Lo había visto dar saltos impensables, abrirse de piernas como si nada, y hacer todo eso a la vez con una agilidad impresionante durante los entrenamientos. Pero Bái Lóng sí que no se esperaba los reflejos del chico, y mucho menos su agilidad y flexibilidad que perfectamente le podían hacer competencia a él. Tenían estilos de lucha muy distintos, pero igualados en fuerza.
Esta vez sí que acertó una patada en el pecho de Tezcat, pero que no le llegó con el impacto que el albino pretendía, todo gracias a la vestimenta que además de decorar envidiablemente su pecho, lo había defendido.
Pero ahora había algo que faltaba, algo que nadie había notado.
Desde fuera, Lima, Ghiris y todos los espectadores, estaban boquiabiertos por aquella persecución entre piruetas, patadas y golpes fallidos. Los golpes de Bái Lóng eran más contundentes, pero rara vez acertaban, pues el chico usaba toda la estructura para saltar, y el propio cuerpo de Liu para esquivarlos.
El momento que capturó todas las miradas fue cuando Bái Lóng tomó de la muñeca a Tezcat al defenderse de un golpe, pero al estar suficientemente cerca, lo quiso patear con la rodilla, ahora siendo Tezcat quien lo esquivó. Se aprovechó del agarre del mayor, para tener un punto de apoyo y saltar de una forma casi acrobática, usando la inercia y su fuerza de caída, para tirar a Bái Lóng de costado al suelo.
Nada más tocar el suelo, este barrió las piernas de Tezcat, sólo dándole tiempo de rodar para evitar el corte directo de su espada. Aprovechó la posición de ataque de Bái Lóng para dejarlo agachado con un empujón y rodar sobre la espalda de este y así poder separarse unos metros más.
—Pinche Tezcatl —Muun negó con la cabeza mientras una sonrisa cínica se le dibujaba en el rostro. Fue el primero en notarlo nada más ver la retransmisión del asesinato de Romeo.
—¿Qué? —incluso Yaak tuvo que mirar un par de veces la pantalla para darse cuenta de lo que pasaba— Se quitó el espejo.
—Sí... Lo va a hacer —lo dijo con una convicción incuestionable, casi como si el mismo Tezcat se lo hubiera dicho, aunque no hubiera sido así.
Se había quitado el medallón de obsidiana que llevaba en el pecho, dejando ahora un hueco que enseñaba la pedrería del collar. Pero no había sido por incomodidad o por haberlo roto, Muun supo exactamente lo que había hecho aún sin haberlo mostrado.
Ver a Tezcat sacar un cuchillo de obsidiana nada más separarse de Bái Lóng, sólo fue la prueba de que Muun había estado en lo correcto. Él mismo diseñó el medallón para eso: poder usarlo como arma si era necesario, pero no se lo dijo ni a su propio hermano, pensó que sería mejor dejarlo así. Pero Tezcat y él pensaron en lo mismo al parecer. Y ese cuchillo sólo era el adelanto de lo que en verdad había planeado.
Liu recuperó su espada y, en una guardia apropiada para pelear utilizándola, vio cómo Tezcat también estaba preparado.
A pesar de la diferencia de tamaño en sus armas, su pelea siguió igualada, tanto que parecía haber llegado a un punto muerto cuando Bái Lóng quedó con la pierna delantera flexionada y la trasera completamente estirada, y con el filo de la espada en el cuello de Tezcat. Mientras que el otro tenía la posición de las piernas invertida por haber perdido el equilibrio. Todo su peso recaía en su pierna derecha que estaba flexionada, así como en los dedos de su mano derecha, que ligeramente tocaban el suelo para conservar su posición. Pero su mano izquierda empuñaba el cuchillo bajo la barbilla de Bái Lóng.
Los dos estaban impresionados, con la adrenalina azotando sus venas, con las respiraciones agitadas y el corazón desenfrenado.
Tezcat en un rápido movimiento consiguió sujetar el brazo armado de Bái Lóng y apartarlo lo justo como para poder escaparse ágilmente. Pero en el proceso, un nuevo intento de ataque de Bái Lóng terminó con aquel cuchillo de obsidiana acariciando una parte de su antebrazo. Una fuerza mínima, pero suficiente como para abrirle una herida pequeña.
Por el impacto de haberse causado un corte con tan poca fuerza, reconociendo así la letalidad del arma, soltó la espada por unos segundos, los mismos en los que Tezcat guardó el cuchillo de nuevo.
—Eres tú —repitió antes de saltar hacia abajo.
Pero al contrario de lo que Bái Lóng pensó, nunca cayó al suelo. Tenía una liana sujeta al brazo, y sólo necesitó el impulso de la caída para redireccionarse hacia el bosque de nuevo, donde definitivamente lo perdieron de vista.
Lima y Ghiris subieron con Bái Lóng y al verlo solo en lo alto de la construcción, con una pequeña herida sangrante en el brazo, se hizo un silencio mientras que las miradas trataban de procesar lo sucedido.
—¿Se fue sin más? —preguntó Ghiris.
Bái Lóng asintió mirando todavía el bosque, sin ver movimiento alguno, como si se hubiera esfumado.
—Me dijo dos veces "eres tú", pero no entiendo... No lo conozco, nunca antes lo había visto —tartamudeó aún en shock y recuperándose de la pelea.
—Será que te fichó desde los entrenamientos —dijo Lima.
—Yo aún no puedo creer que una lucha tan larga y salvaje haya terminado sólo con un rasguño en el brazo —negó Ghiris también mirando alrededor.
Bái Lóng se miró el brazo y luego suspiró.
—También estoy sorprendido. En misiones y con armas a distancia no me sorprendería salir empatados, pero es que en duelos cuerpo a cuerpo es raro que me ganen... —entonces sacudió su cabeza y volteó hacia el horizonte, pudiendo apreciar gracias a la altura, una gran estructura similar a la del inicio, que se alzaba en mitad del bosque— Debemos establecer una base y mantenernos ahí. Romeo ya no está, quizá debamos reunir más aliados, puede que los rebeldes hagan lo mismo.
Los dos asintieron lentamente y voltearon a ver a Romeo, a quien habían dejado en la parte inferior del templo. Lo habían bajado en busca de alguna esperanza de que aún pudiera sobrevivir, aunque la pérdida de sangre había sido brutal. Meditaron por unos segundos si debían dejarlo abajo o llevarlo a la cima de la estructura para dejarlo descansar en paz. Finalmente escogieron abajo. Lo colocaron en mitad del claro y le cubrieron la cara con una parte de su ropa antes de partir hacia aquella estructura.
—Charlie —Oscar lo llamó, estando sentado junto a Themis y Coeus, preparando sus armas. El chico sólo alzó su mirada, dándole su atención a Oscar—. ¿Quién es ese?
Los dos chicos prestaron aún más atención a Charlie, esperando asombrarse como habían hecho el día anterior ante las palabras del chico.
—Diego Mitzil Herrera, 20 años, se le considera rebelde pero no está en ningún bando ni está oficialmente inscrito en el ejército. Se sabe muy poco de él actualmente, se cree que vive a las afueras de la Periferia y hace trabajos bajo contrato. Es de México, lo trajeron para formar parte del proyecto abandonado Ometeotl, pero su transporte fue interceptado y se le perdió la pista, de hecho su desaparición fue lo que hizo que se dejara el proyecto. Tiene un porcentaje de éxito y letalidad superior al 90%, se sabe que usa mucho cuerdas y arneses en sus ataques y que no siguen un patrón predecible, pero aún no tenemos demasiada información sobre estos y ni de cómo consiguió a Venom, su dispositivo especial.
—Algo se trae con los de la Unidad Sombra, ¿no?
Charlie asintió cerrando los ojos por unos segundos.
—No es información oficial, pero yo los vi un par de veces en los entrenamientos, además se le acercaron después del desfile.
Entonces hubo silencio entre todos, incluso el sonido de Coeus afilando su espada se calló.
—¿Y eso es tener poca información? —Themis no se aguantó la pregunta.
Charlie se volteó hacia él, incluso haciéndolo sentir incómoco por unos segundos al ser observado.
—¿Quieres saber en qué posición duermen los de la Unidad Imperial?
—Charlie puede decirte el horario de casi cualquier militar del Centro —intervino Oscar, rompiendo la tensión que Law comenzaba a sentir contra él—. Pero volviendo a lo importante: no podemos bajar la guardia. Ese sujeto acaba de matar a uno de mis compañeros, a un militar entrenado que tenía aliados, así que consiguió escaparse o librarse de una pelea dura. Sabemos poco pero sabemos que es peligroso, así que deberíamos centrarnos en mantenerlo alejado.
Entonces escucharon un par de golpes en el marco de la puerta de la construcción donde estaban.
—Tenemos a uno, pero hay que asegurárnoslo —todos se voltearon al ver a Julieta quedarse recargada en el umbral.
—¿A quién? —preguntó Oscar.
—Okita.
Charlie se levantó inmediatamente y guardó el puñal que recién había afilado en su funda.
—Pero él no es muy difícil, pudieron haberse ocupado ustedes, además ella tiene el arco —respondió Oscar sin tener en mente el levantarse e ir con ellos.
—Está en los pantanos; él conoce el Myr, nosotros no —esta vez habló Gamma asomándose desde atrás de Julieta—. Y Oscar, no te pongas de líder, no queremos discutir esto ahora, ¿verdad?
El chico sólo rodó los ojos y entonces Julieta siguió.
—Además, es fácil porque no puede huir, pero si llegamos al cuerpo a cuerpo con él las cosas se pueden poner feas —siguió la chica.
—Y tampoco podemos fiarnos: Según nosotros, lo podríamos cazar fácil porque no puede escapar, ¿pero ayer viste todo lo que corrió el desgraciado? Aunque es cierto que sin Sakamoto ya estaría muerto.
—Ahora que el otro ya está muerto, tenemos que aprovechar. Esta arena la ganaremos eliminando amenazas, no matando al azar para que nos pase como a los de la vikinga —Julieta puso una mano en el brazo de Charlie y lo empujó hacia afuera—. Bueno, ya tenemos al que queríamos, vendremos en un rato.
Los tres se fueron en dirección a la colina donde lo habían visto. Estaban seguros de que iba hacia el manantial, por eso confiaron en que les daría tiempo de ir a buscar a alguien más y luego ir a cazarlo, pues Okita no había notado su presencia.
—Si a los primeros flechazos se escapa, es mío —dijo Charlie mirando fijamente a Julieta mientras seguían subiendo, a un ritmo mucho más acelerado al que creerían que tendría su víctima.
—¿Qué te traes con Okita? —alzó una ceja ella con una expresión incómoda.
—Sí, estás más ensañado de lo normal. Si te dijéramos que vamos por Millennium o algún otro, no habrías venido con tantas ganas —insistió Gamma en un jadeo por la subida.
—Va a traicionar a los rebeldes y se va aliar con Bái Lóng. Voy a matarlo antes de que eso pase, no voy a compartir bando con él —fue lo único que dijo antes de apretar el paso seguido por Juleita.
Gamma se quedó extrañado. No conocía bien a Charlie, nadie lo hacía realmente, pero no creía que su odio fuera por simple desprecio a la traición enemiga. De todas formas no había tiempo en ese momento, ya lo averiguaría por sí mismo.
Sōji estaba rellenando de nuevo la cantimplora que Maxim le había regalado. Había distribuído bien su energía y había llegado a la cima de la colina sin cansarse demasiado, pero aún así necesitaba sentarse antes de buscar el refugio donde pasaría el resto del día.
Pero nada más pasar un trago de agua, pudo escuchar algo a sus espaldas. Guardó la cantimplora y se dio la vuelta, esperando que se tratara de un animal. Pero aquella tensión no parecía propia de los felinos que debería haber en la zona, por eso se levantó lentamente, y nada más ver cómo un arco se alzaba, se tiró al suelo evitando la flecha.
Inmediatamente comenzó a correr hacia el lado opuesto. Pero la bajada era muy escarpada de aquel lado, se mataría si intentaba bajar por ahí con esa prisa. Por eso consiguió una distancia adecuada para así poder correr al bosque de nuevo, encontrando una pequeña gruta que le podría servir de escondite hasta que se cansaran de buscarlo.
Entró notando una abrumadora humedad acompañada de la oscuridad que por un momento lo hizo plantearse dos veces esconderse ahí, pero no tenía opción. Se sujetó a la pared y comenzó a caminar muy lentamente por las piedras húmedas y llenas de musgo. No veía bien las dimensiones ni estructura interior de la gruta, pero por el sonido, se daba una idea de que había un desnivel peligroso.
Sus ojos se adaptaron en unos segundos y consiguió identificar otra entrada de luz a la que se dirigiría para escapar. Esa gruta era parte del interior de la pequeña montaña.
Tuvo que escalar incluso, temiendo que cada movimiento pudiera ser erróneo. Casi había alcanzado la salida, sus manos estaban completamente mojadas y el musgo húmedo no ayudaba en el agarre, así como lo denso del ambiente tampoco ayudaba a que pudiera respirar tranquilamente.
Pero pronto escuchó sonidos desde la entrada por la que llegó. ¿En serio habían encontrado la gruta también?
Se mantuvo en silencio, sintiendo su corazón latir al mil, clavando sus uñas con tal de no resbalarse.
—No puede estar aquí —negó Gamma tras observar con dificultad el lugar—. Aire pesado, oscuridad, humedad... Sería el primero en morir aquí.
Julieta tomó una piedra pequeña y la lanzó al interior, comprobando por el sonido cómo había una caída posiblmente fatal. Estaban a punto de retirarse, cuando Charlie señaló la parte superior de la cueva tras asomarse un poco mejor.
—Va a salir por el otro lado.
Si se quedaba adentro iba a morir de una forma u otra. Por eso terminó de deslizarse entre las piedras y consiguió salir de nuevo, ahora en la parte baja de la montaña, ya en lo denso del pantano.
Los tres chicos corrieron desde el exterior para atraparlo, pero él ya llevaba una pequeña ventaja.
Siguió corriendo cuesta abajo hasta llegar al río que había cruzado el día anterior, pero en su camino podía escuchar cada vez más y más bravo el caudal del río. Lo peligroso que este se estaba volviendo, a diferencia del día anterior, que lo cruzó mojándose por debajo de las rodillas con un paso no muy acelerado.
Al llegar a la orilla, vio cómo faltaba poco para que el río se desbordara. Por eso comenzó a correr hacia el oeste, paralelo al río, esperando encontrar un punto desde dónde cruzar.
—Hasta aquí llegaste —recibió un golpe con el arco directo en la espalda.
Julieta lo había alcanzado, pero estaba ella sola.
Por eso, antes de que llegaran sus refuerzos y se enfrentaran a él en esa condición, usó la katana para bloquear el siguiente golpe de la chica, desviarlo, y luego usar el extremo del mango de la espada para golpearla en el rostro. Por instinto soltó el arco para cubrirse la nariz que había comenzado a sangrar por el golpe directo, y él no dudó en recogerlo antes de dar un paso atrás, encontrándose con el río bravo.
—Quédatelo, de todas formas no tienes a dónde escapar —ya sólo usando una mano para cubrirse, desenvainó una daga.
Él sólo volteó hacia el río y cogió impulso hasta una de las piedras, aterrizando de milagro. Saltó a una más cercana y luego él sólo se dejó caer al agua, al ver la fuerza que ganaba el agua. Julieta lo siguió sin pensarlo, pelearía en el agua si era necesario.
Pero su primer y único paso en la roca fue el último. Mientras que la mitad de la piedra recibía la corriente del agua directamente, en la otra había crecido una capa gruesa de musgo. Su lógica le dictó que debía pisar en la parte verde, así el agua no la haría resbalar ni la empujaría haciéndola perder el equilibrio.
Sōji se había criado jugando en los pantanos, trepando el roque de la Cala Pirata y metiéndose entre las rocas de la playa; sabía bien que el musgo debía evitarse todo lo posible, más si estaba húmedo, y mojado era impensable, pues este resbalaba muchísimo más que la roca por sí misma, sin importar qué tan lisa fuera.
Fue en ese momento donde aquella decisión automática y consciente demostró la ventaja que él tenía por conocer el terreno, aunque fuera sólo una imitación.
Julieta cayó sobre las rocas adyacentes, y la corriente la llevó hasta la acumulación de rocas cercana a la orilla, pero no lo suficiente como para llegar sin mojarse. Allí quedó atrapada por el pie.
Sōji avanzó unos metros por el río, estaba tan en el centro que no podría orillarse al lado opuesto fácilmente. Así que nada más ver los pilares que sostenían el pequeño santuario en mitad del río, se aferró a uno de estos, dejando de avanzar finalmente, pero recibiendo todavía el agua contra su cuerpo de forma violenta.
Cada vez que se movía, temía soltarse y ser arrastrado por el agua, así que le tomó unos minutos conseguir trepar por aquel pilar hasta alcanzar el suelo de aquella pequeña construcción.
Era un simple cuarto de madera con una entrada, flotando sobre dos pilaes, con unos pequeños decorados en el tejado. Pero nada más entrar se sintió ligeramente más seguro. Hasta que miró hacia abajo y vio cómo entre las grietas y separaciones de los tablones, el agua seguía fluyendo con una fuerza enorme. Parecía como si se fuera a romper, auque esto fuera poco probable.
Pero al menos tenía tres paredes y media que lo resguardaban, y un caudal furioso de agua que mantendría a sus enemigos alejados durante un tiempo. Incluso si le lanzaran una flecha, esta se quedaría clavada en la madera, pues las paredes eran bastante más gruesas que el suelo.
Al pensar en esto se dio cuenta de que Julieta ya no tenía el arco, se lo había quitado y lo llevó cruzado en la espalda todo ese tiempo. Se lo quitó y lo dejó en el suelo, mirándolo junto al carcaj que él llevaba en la cintura. Ahora tenía bastantes menos flechas, pues varias se habían perdido en el agua, pero eran más que suficientes, además podría conseguir o fabricar más.
Se pasó las manos por la cara para secarse un poco, así como apartar su fleco completamente empapado. Trataba de calmarse, de asimilar que había conseguido huir de ellos, estaba en un pequeño refugio temporal y que finalmente tenía el arco, el único de la arena.
Pero al suspirar comenzó a toser, sin sorprenderse en absoluto. Es más, se habría empezado a extrañar si después de aquella carrera, golpe de adrenalina y ser arrastrado por el río, sus pulmones no estuvieran resentidos.
Unos minutos después se asomó, consiguiendo escuchar unos gritos por encima del ruido del caudal.
—¡Julieta! —Gamma le gritaba a la chica desde la orilla del río, sin poder acercarse más a aquel grupo de rocas donde ella estaba atrapada, donde el agua la seguía revolcando, sin poderse escapar. Jalaba su cuerpo de un lado a otro, pero su pie seguía atorado, y no tenía de dónde aferrarse para intentar salir o al menos estabilizarse.
Sōji miró la escena, y tras hacer un cálculo aproximado, su mirada prácticamente se horrorizó. No habían pasado más de diez minutos desde el momento en el que él saltó al agua, pero sí cinco. Cinco minutos que Julieta llevaba luchando por su vida en total desventaja contra la naturaleza. Cinco minutos que para ella se sentían como horas de desesperación. Pero aún no daban ningún aviso, aún no se ahogaba, y quién sabe cuánto tardaría en hacerlo, pero sin duda sería eterno para ella.
—¡Julieta! —Gamma se intentó agachar tratando de sacarla, pero Charlie lo jaló.
—¡Te vas a ahogar tú también! Ella se resbaló, si no tienes cuidado...
—¡No podemos dejarla ahí!
La pequeña discusión de ambos terminó cuando escucharon una flecha cortar el viento, seguida por el silencio por parte de Julieta, ya no se le oía luchar por su vida. La flecha le había atravesado el cuello con una precisión que parecía más bien casualidad, teniendo en cuenta, cómo el agua la movía erráticamente.
El agua que fluía pasando el cuerpo de Julieta, se volvía roja y se perdía en el horizonte al seguir avanzando con fuerza.
Pero cuando miraron hacia el santuario, no vieron a nadie. Nada más disparar, Sōji se volvió a esconder, ahora con la espalda contra una de las paredes, sin siquiera atreverse a mirar si había acertado el disparo.
—Julieta Radic es asesinada por Sōjirō Okita, quien se beneficia con 25 puntos por su muerte.
Suspiró, finalmente soltando el arco de nuevo sobre el suelo. Sentía una calma impresionante sobre sí mismo. Finalmente estaba procesando lo sucedido, y él había sobrevivido aún así. Se miró el cuerpo, tosiendo un par de veces al intentar respirar, incluso escupiendo algo de sangre al hacerlo. Estaba empapado, con frío, golpeado; pero estaba vivo, era lo único que le importaba.
Todos los ojos estaban sobre la arena. Esta ronda estaba siendo muchísimo más rápida que las demás, quizá más agresiva, pero en un sentido distinto a la vikinga. Esto hacía que la gente no dejara de verlo, pues si de por sí al mínimo descuido podía suceder algo importante, en esta arena era aún más posible.
—Tranquilo, está bien —dijo Marvel frotando con suavidad la pierna derecha de Tetsu.
Los dos estaban sentados en el sofá de la casa del mayor, ahora sin la presencia de Hocus.
—Creo que ni él se lo cree —mencionó Tetsu con algo más de fuerza en la voz e incluso permitiénose una sonrisa, al convencerse de que su hermano estaba bien.
—La verdad es que con todo eso de golpe, normal que esté así. Apenas van dos días de arena y ya tenido que correr de un lado a otro para escaparse.
Marvel acarició la espalda de Tetsu antes de darle un abrazo, de esos espontáneos y cariñosos tan típicos de su parte, sobre todo con sus hermanos.
Pero entonces Tetsu lo miró a los ojos con preocupación.
—Marvel —lo llamó con su voz ronca y baja—, ¿tu ya sabías lo de Pavel antes de que nos dijera?
Marvel asinrió con una sonrisa contenida y tranquila.
—Me lo dijo el día en que le llegó el aviso —entonces le sonrió a Tetsu dándole un pellizco suave en la mejilla—. Pero no te preocupes por él, es muy bueno.
La noche anterior Pavel finalmente había hablado con su familia sobre la citación que le habían hecho para incorporarse al ejército. Y una vez Tetsu y Camelia lo supieron, fue hora de decirle a Cecilia. La verdad es que no fue una charla agradable en absoluto, pero Tetsu comenzaba a asimilar cada vez más las consecuencias, y estar con Marvel le estaba ayudando sin duda.
—Bueno, tú ya sabías que Pavel estuvo en el ejército antes de ser pediatra, ¿no? —Tetsu asintió—. Hizo su curso de capacitación médica y luego a los 18 más o menos se metió al ejército, estuvo como tres años, pero si hubiera estado más, seguramente la guerra se hubiera acabado.
Tetsu ladeó la cabeza ante el comentario de Marvel que vino acompañado de una risa irónica.
—Ahí donde lo ves: haciendo guardias de 36 horas, siendo amo de casa a tiempo parcial y padre de tiempo completo —los dos rieron por la forma de exponer de Marvel—, Pavel tiene casi treinta bajas del Centro confirmadas.
La risa de Tetsu se desvaneció en una expresión llena de sorpresa e incluso incredulidad. Marvel asintió con seguriad, esperándose aquella reacción por parte de su hermano.
—Treinta confirmadas en tres años no es poca cosa; menos siendo un mocosillo de dieciocho años medio desnutrido que mide menos de un metro setenta, y que encima su especialidad es médico de campo, no atacante. Ayudó con el diseño de su dispositivo, Osowiec, y aunque está pensado para ayudar a poner a salvo a los heridos, Pavel lo empezó a usar para hacer ataques extremadamente agresivos. Si activaba Osowiec y apenas había heridos cerca, era porque se venía una masacre —Tetsu no dejaba de ver fijamente a su hermano, escuchando todo lo que le decía, y apenas pudiéndolo creer—. En unos de esos ataques, fue cuando mató a un miembro del Zeus y a otro del Ogre. Eran los escuadrones de élite del Centro hace unos años.
Tetsu bajó la mirada y murmuró una expresión de asombro antes de volver a ver a su hermano.
—¿En serio todo eso hizo Pavel? —la afirmación sincera y confiada de su hermano le quitó cualquier duda— ¿Y por qué lo dejó? ¿Por Cecilia?
—No, conoció a Cammy después de salirse del ejército. Lo que pasa es que todo eso le empezó a causar cargo de consciencia. Obviamente le gustaba que lo reconocieran como un militar eficiente, y era muy muy buen médico de campo, pero por lo que más lo reconocían era por ser un asesino. Le chocaba mucho la idea de que su trabajo fuera salvar vidas, y aunque sí que lo hacía, tuviera más reconocimiento por matar personas. Además era más joven y... Bueno, ya sabes la historia de nuestros hermanos. Piensa que a Pavel se lo llevaron a los Valles a los once años, y a los 21 se salió del ejército; no sólo tuvo que madurar demasiado rápido, sino que vivió demasiadas cosas muy duras y muy contrastantes entre sí en menos de diez años. Asentarse como civil y empezar a estudiar en regla le ayudó mucho, luego conoció a Cammy, nació Cecilia, hizo la especialidad... Todo fue a mejor para él, y en verdad me alegro muchísimo porque lo merece más que nadie. Y si ahora aceptó esa citación debe ser porque él lo ha pensado bien, porque podrá con ello, porque quiere proteger a su familia... Podemos confiar en él.
Tetsu suspiró, haciendo que el aire se le escapara por la traqueotomía, haciéndolo toser un poco. Luego miró a Marvel y asintió antes de que el chico le diera otro abrazo.
—Hay que confiar en él, para algo es nuestro hermano mayor.
Tetsu sólo le dedicó una sonrisa mientras asentía y lo volvía a abrazar. Había terminado por adoptar a las buenas aquella costumbre tan tierna de Marvel, la de dar abrazos constantemente en mitad de las conversaciones.
Pasaron alrededor de tres horas, ya se acercaba el atardecer en la isla.
Sōji esperó hasta que Gamma y Charlie se fueran, entonces bajó completamente su guardia. Dejó el arco junto a él, también el carcaj y la katana; confió en que el río desbordado lo protegería por un tiempo, y se acurrucó dejándose dormir. Estaba tan cansado que ni siquiera le costó dormir incluso estando empapado al igual que su ropa.
Despertó con un frío considerable y evidente, pero ahora en un ambiente mucho más tranquilo. Recuperó sus armas, se soltó el cabello y lo volvió a recoger ahora apretándolo bien, pues su coleta había quedado casi deshecha por completo debido al agua.
Vio cómo el caudal había disminuido considerablemente, ahora volvía a ser un río bajo y sereno, incluso menos caudaloso que cuando él lo cruzó a pie el día anterior.
Revisó que no hubiera nadie cerca, y una vez hecho, suspiró abrazándose a sí mismo. Le llegó el recuerdo de cómo después de cada siesta, siempre tenía a Sol cerca, cómo lo recibía de vuelta a la consciencia con un abrazo usualmente seguido por un beso; ya fuera que durmiera por cansancio o por los tratamientos.
Ya llevaba varios días lejos, no sólo sin recibir sus abrazos, sino que no había podido verlo o siquiera hablar con él. Lo extrañaba, no veía la hora de que ya todo aquel disparate se acabara y él pudiera volver a aquella nueva vida que nunca se había esperado en el Myr, pero que tan feliz le hacía.
Cargó una flecha en el arco y bajó con cuidado, teniendo que saltar más de un metro y medio hasta tocar el agua, debido a la baja riada actual. Se movió con cautela y terminó de cruzar el río, ahora mojándose sólo un poco por encima de los tobillos.
Sakamoto ya no estaba, eso quizá era lo único que aún no procesaba, no quería aceptarlo en ese entonces, se volvería loco, no acabaría la arena. No lo asimilaría hasta que saliera de ahí, no hasta que estuviera con Sol de nuevo, no hasta que volviera a tener a su padre y sus hermanos.
Por eso intentó apartar su mente de aquel pensamiento con tal de no derrumbarse, lo siguió aplazando. Ahora tenía otro objetivo, uno que esperaba que lo ayudara a pasar más rápidamente aquellos días.
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TERCERA RONDA. Arena Asiática
Maxim Millennium - 60 puntos
Sōjirō Okita - 35 puntos
Diego Mitzil, Tezcat - 35 puntos
Charlie Ross, Charlie - 35 puntos
Zaphod Riker - 15 puntos
Iggie Loo - 15 puntos
Themis Law - 15 puntos
Christian Hudson, Ghiris - 15 puntos
Emma Ethans - 15 puntos
Faythe Heeler - 10 puntos
Pen Teller - 10 puntos
Langford Ash - 10 puntos
Panacea Utopía - 10 puntos
Dave Inchy - 10 puntos
Bái Lóng Liu - 10 puntos
Oscar Yves, Oscar - 10 puntos
Liam Yark - 10 puntos
Daniel Genov, Gamma - 10 puntos
Coeus Heavens - 10 puntos
Julieta Radic, Juliet - 35 puntos [FALLECIDA → Asesinada por Sōjirō Okita]
Romeo Dawns, Romeo - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Diego Mitzil]
Ryōma Sakamoto - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Julieta Radic]
Donna Akmatov, Delta - 10 puntos [FALLECIDA → Asesinada por Maxim Millennium]
Nobby Naga - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Charlie Ross]
Brighton Spark - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Maxim Millennium]
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Pues estamos aquí de vuelta con un capítulo potente y que vino con un par de muertes.
Sólo puedo decir que se vienen cositas.
Intentaré actualizar el próximo sábado de nuevo y el miércoles Nori, pero ya informaré bien en el blog, lo prometo :')
La verdad es que el motivo por el que no actualicé últimamente fue porque según yo no tenía hechas las fichas para poner en el capítulo, me daba flojera hacerlas y tampoco sabía de qué personaje, pero hoy descubrí que ya tenía fichas hechas (y algunas muy antiguas) ya hechas pero que nunca publiqué... Así que las actualizaciones irán mucho más fluidas, van a ver que sí :')
Gracias por leer y nos vemos pronto.
Atsushi~
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