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[CAPÍTULO 21]

27/02/2022  |  Rebeldía, Inazuma, Japón.

—¿Volvemos a intentar pasar la tarde sin esto? —preguntó Camelia con su común tono dulce mientras se agachaba un poco hasta estar a la altura de Tetsu quien estaba sentado en la cama.

Él asintió y ella le dedicó una sonrisa antes de comenzar a tocar algunas de las piezas que él tenía en el cuello permitiendo que el tubo del oxígeno se conectara al que tenía en la garganta y así pudiera respirar. Una vez los desconectó Tetsu comenzó a toser por el repentino cambio.

Por instinto se llevó la mano a donde estaba la cinta que le rodeaba el cuello y sostenía la entrada del tubo en su lugar, pero por más que tosiera, esta no se saldría.

—¿No te duele? ¿Está todo bien? —le peguntó ella mientras le acariciaba el brazo una vez paró de toser.

—Bien —su voz apenas pudo sonar por el reciente ataque de tos y el aire que aún se le escapaba por la traqueotomía, pero esta era mucho más clara que semanas atrás.

—Entonces ya estás listo. ¿Ves cómo cada vez mejoras más y más? Seguro que dentro de poco también te quitarán esto y estarás como si nada —señaló su cuello antes de darle un abrazo con cuidado.

—¿Ya acabaron? —al voltearse vieron cómo se trataba de Cecilia quien estaba asomada a la puerta de la habitación.

—Sí, ya está todo listo —le sonrió su madre dejando que pasara y pudiera sentarse en el otro lado de la cama para así poder abrazarse al brazo izquierdo de Tetsu.

—¿Ya tienen hambre? —preguntó Camelia mirando a los dos.

—No mucha.

—¡Yo sí! —asintió Cecilia provocando que Tetsu riera y le acariciara la cabeza.

—Ya no debe faltar mucho para que regrese Pavel, dijo que traería la comida, así que mientras iré a preparar la mesa. Ustedes quédense aquí, ¿de acuerdo?

Ambos asintieron y una vez salió de la habitación, Cecilia miró a Tetsu aún sin soltarle el brazo.

—¿Quieres jugar turista un gatito? —preguntó causándole una risa de ternura por su forma de pronunciar.

Una vez dijo que sí, ella fue por la caja del juego y jaló la mesita de noche hasta dejarla cerca de la cama para que pudieran sacar el tablero y comenzar a jugar.

Desde que le habían dado el alta, Tetsu comenzó a vivir con Pavel y su familia. Fue un acuerdo que su propio padre aceptó pues aún tendría que recuperarse y, para no quedarse tantos meses viviendo solo en la clínica, podría vivir con ellos ya que no sólo le harían compañía, sino que tanto Pavel como Cammy podrían atenderlo si algo le sucediera. Y también había esa confianza pues, una vez las pruebas de ADN confirmaron por completo que ellos eran hermanos de sangre, Kondo quería que no viviera ajeno a ellos. 

Era un hecho que Pavel y Marvel nunca reemplazarían a Yamato y Soji, quizá nunca llegaran a ser tan importantes para Tetsu; pero eran hermanos después de todo. Hermanos que habían sido separados a la fuerza, que nunca lo rechazaron sino que simplemente desconocían que seguía vivo. Lo querían aún sin conocerlo durante toda su vida, y Tetsu se mostraba neutral hacia ellos pues no los conocía, y dadas esas circunstancias, su padre creía que lo mejor sería que por lo menos pudiera desarrollar cariño hacia ellos o no, pero después de conocerlos, después de saber un poco más sobre su origen.

A Cecilia le encantó la idea de que Tetsu viviera con ellos. Aún no sabía bien la historia de su padre ni sus tíos, le habían contado superficialmente que estuvieron separados durante un tiempo, pero no entraron en detalles por obvias razones. Pero ella estaba feliz por tener a alguien de la familia con ellos.

Tetsu pasaba casi todo el día en casa pues debía permanecer conectado al oxígeno gran parte del día, y cuando no lo estaba debía estar acostado o al menos en reposo. Pero desde la semana pasada el tiempo que pasaba sin la máquina era cada vez mayor así que ya había salido a pasear por la zona con Cammy y Pavel alguna tarde. De hecho, el día anterior fue con Camelia a comprar ingredientes para hacer el almuerzo mientras Cecilia estaba en clases y Pavel en el trabajo. Cuando la niña regresaba de la escuela pasaba mucho tiempo con Tetsu: le gustaba sentarse a su lado para hacer la tarea y jugar juntos a cosas que él pudiera hacer como vestir a las muñecas o jugar juegos de mesa.

Pavel ya había aceptado el reclutamiento, y le habían dicho que se reintegraría al ejército a principios de marzo. Camelia ya lo sabía, lo habían hablado y aunque ella quisiera que Pavel se quedara, entendía que debía presentarse, incluso entendía por qué no se negaba. Tetsu también ya lo sabía, y pronto se lo dirían a Cecilia también. Al inicio solamente dejaría el trabajo en el hospital para reintegrarse como militar, pero seguiría viviendo en su casa y viendo a su familia casi todos los días. Pero en cualquier momento llegaría alguna misión y quizá tendría que pasar más de una noche fuera de casa. Eso era lo que más les preocupaba respecto a Cecilia.

—¿Qué dice tu carta? —preguntó Tetsu cuando Cecilia cayó en una casilla que le indicaba que tomara una tarjeta.

—"Avance 4 casillas y compre el país a la mitad de precio. Si ya está comprado, no haga nada" —cada vez leía más fluido y eso por alguna razón enorgullecía mucho a Tetsu. Llevaba poco tiempo conociéndola, y desde que llegó a su casa, Pavel se sentaba con ella al menos quince minutos cada día para practicar la lectura pues era algo que se le dificultaba aún. Por eso cuando jugaban juegos de mesa, Tetsu también la hacía leer en voz alta sus cartas e incluso las de él usando de excusa no poder hablar mucho por la traqueotomía. Y ahora ya casi no se trababa al hacerlo—. A ver... Una, dos, tres y cuatro. Filipinas.

—¿Filipinas? Okay, ¿cuánto cuesta?

—¿Cuatro y dos ceros son cuatrocientos? —preguntó después de analizar unos segundos la casilla.

—Sí. Pero como debes pagar la mitad sólo dame doscientos —ella asintió y buscó su billete para dárselo—. Muy bien, toma tu ficha.

Entonces él tomó el dado para lanzarlo y seguir jugando, pero justo entonces escucharon cómo se abría la puerta del departamento.

—¡Papi! —gritó Cecilia mientras se levantaba y corría hacia la cocina, donde estaba la  puerta principal.

A Pavel le dio tiempo justo para dejar la bolsa con la comida en la mesa antes de que Cecilia llegara contra él con un abrazo que correspondió con cariño. Tetsu fue más lentamente a la cocina también y Cammy lo tomó del brazo hasta ayudarlo a sentarse en una de las sillas.

—Hola Tetsu —lo saludó con una caricia en el hombro a la que correspondió con una sonrisa.

—¿Qué hay para comer? —preguntó Cecilia estando de rodillas sobre la silla mientras intentaba jalar la bolsa hacia ella para ver lo que había traído.

—Arroz y empanadas —respondió Pavel después de saludar también a Camelia, ahora con un beso en los labios.

—Y también hay sopa de la de ayer —dijo Cammy mientras sacaba los platos del armario.

Pavel dejó colgada la bata en el perchero de la entrada junto a los gafetes de ambos, y fue al baño para lavarse las manos y refrescarse la cara antes de sentarse a comer.

—¿Te llevaste la mía? —preguntó Cammy al ver la filipina que llevaba Pavel. Era blanca y de manga corta, pero difería de la de él por los bordados de colores cerca del bolsillo y en la orilla inferior.

Él asintió y rio mientras servía el agua en los vasos de cada uno.

—Se me olvidó poner la ropa antes de acostarme y no te quise despertar así que cogí lo primero que encontré. Como era blanca supuse que era la mía, pero me di cuenta de que no hasta que una compañera me lo dijo. Me dice "Ay, qué bonita filipina, no te había visto que llevaras tantos dibujitos", y en ese momento vi que no era la mía.

—Lo bueno es que es pediatría, ahí muchos llevan ropa con dibujos y colores así que no desentonaste tanto —dijo ella entre risas.

—Sí, de hecho varios pacientes me dijeron que les gustaba. Hay una niña, es muy chiquita, y siempre se pone inquieta y llora cuando le tocan las revisiones, pero hoy se quedó viendo los dibujitos y se quedó super calmada. Me voy a comprar una así yo también.

—¿Verdad que se le ve bien? —Cammy le preguntó a Tetsu y Cecilia y ambos asintieron.

—Lo único es que cuando iba por los pasillos o estaba haciendo papeleo, no me quitaba la bata, porque como tiene el bordado aquí de enfermería, se podría confundir la gente o me podrían llamar la atención —señaló el bordado que había en la manga izquierda que contenía el símbolo de enfermería y la propia palabra.

La conversación siguió tranquila como todas las tardes. Las empanadas aún eran algo duras para Tetsu y le molestaba un poco al comerlas, por eso Cammy le ofreció sopa de pasta y al final abrió media media empanada y aplastó el relleno un poco más con el tenedor para poder comer al menos un poco de aquello que olía tan bien.

—Ceci, ¿ya tienes tus cosas? Yo sólo me visto y nos vamos —dijo Camelia mientras recogía los platos junto a Pavel.

—Sólo me falta mi mochila —dijo volteándose para correr hacia su habitación y coger sus cosas.

Tendría clase de danza dentro de media hora, así que Camelia aprovechaba para llevarla y luego poder irse a su debido turno en el hospital.

En pocos minutos las dos ya se estaban despidiendo y salieron rumbo a la escuela donde tomaba las clases.

Pavel terminó de lavar los platos y suspiró sentándose junto a Tetsu mientras revisaba su teléfono.

—Marvel dice que compró algunos dulces, quiere venir a pasar la tarde —comentó con una corta risa al apagar el teléfono.

—Debe estar tranquilo ahora que Hocus está fuera y bien —sonrió Tetsu.

—Sí, en verdad sí —asintió con un suspiro.

Eso lo hizo pensar en un tema que ya habían hablado, aunque siempre por partes.

—¿Marvel también vio cuando Edgar murió? —preguntó con un tono bajo y una mirada prudente por saber que era un tema muy delicado, incluso cuando Pavel le había dicho que podía preguntar acerca de este.

Él negó.

—No, Marvel aún no estaba en la Rebeldía —en ese momento se levantó y se dirigió a la estufa para calentar el agua de la tetera pretendiendo servirse una taza al igual que a su hermano—. A él lo trajeron unos meses después.

Días después de llegar al hospital, a Pavel le dieron el alta llevándolo al centro de acogida de la Rebeldía donde lo cuidarían por ser menor de edad y no tener nadie que pudiera hacerse cargo de él. Le permitían salir a donde quisiera, la única condición era regresar al centro antes de las ocho y media de la noche. Y él usaba todas sus horas disponibles para ir a ver a Edgar.

El primer día fue a verlo y estaba en la misma habitación donde los tuvieron hasta entonces, pero el segundo día que fue se encontró con las dos camas vacías. Nada más verlas sintió cómo el corazón se le salía, todo su cuerpo se comprimió y salió corriendo en busca de la primera persona con bata blanca que encontrara para exigirle saber dónde estaba su hermano.

Se topó con un enfermero quien lo supo identificar pues su cara ya era algo conocida en el hospital por haber estado unos días como paciente y luego como visitante. Él lo llevó a la planta y habitación donde ahora tenían a Edgar.

—Ahora está comiendo, ¿quieres esperar aquí mientras? No tardará mucho —le dijo aquel chico colocándole una mano en el hombro para acompañarlo a las sillas que estaban a un lado.

Por su reacción y la deplorable condición de Edgar que había visto el día anterior, no preguntó más, no cuestionó por qué debería esperar fuera si sólo estaba comiendo, sólo se sentó y esperó.

Cuando habían pasado unos diez minutos, la angustia e incertidumbre pudieron con él así que se levantó y fue hacia la puerta que deslizó muy suavemente sólo uno o dos centímetros para poder ver.

Una enfermera de una edad ya avanzada estaba sentada junto a él y tenía una cuchara en la mano, esta no estaba llena ni a la mitad, pero Pavel consiguió ver cómo parecía tener alguna especie de puré.

Escuchó por un momento a su hermano dejar libre un corto sollozo, y para cuando se fijó en él, estaba completamente recargado en el respaldo de la cama aunque este estuviera bastante reclinado. La enfermera dejó la cuchara en el plato y con esa mano le acarició la mejilla quedándose en silencio unos segundos, incluso cuando él quiso tocarle la mano y ella correspondió sujetándole la suya.

—Vamos, intenta con otra más, ¿sí? —recuperó la cuchara y se la acercó a la boca a Edgar.

Una vez tragó la porción de puré, ella se quedó mirándolo atentamente, ya teniendo una servilleta lista. Y volvió a suceder: unos pocos segundos después de tragar, la comida se le regresaba. Con la servilleta le limpió la boca y le ofreció de nuevo un vaso de agua del que sí pudo beber un par de sorbos pequeñitos.

—Ya no te fuerces más, lo estás intentando. Ya te vamos a retomar la alimentación por sonda, no puedes estar así mucho tiempo o todo irá a peor si no tienes los nutrientes necesarios —entonces se levantó y tomó el vaso de agua una vez más—. ¿Quieres más agua?

Aceptó de nuevo unos traguitos y luego ella le acarició la mejilla de nuevo.

—¿Ya no voy a poder comer nunca más? —preguntó con la voz quebrada y la mirada perdida en el techo por la frustración.

—No, esto no va a ser para siempre, sólo hasta que te recuperes lo suficiente. Lo que pasa ahora es que tu cuerpo no puede digerir la comida, entonces por eso no la acepta. En unas semanas, cuando hayas avanzado con el tratamiento, poco a poco te irás recuperando y vas a volver a comer, ¿sí, cariño?

Él asintió sin apenas energía y ella recogió la bandeja.

—Le avisaré de esto al doctor y en unos minutos vendremos para ponerte de nuevo la sonda en la nariz. Intenta descansar un poco mientras, ¿sí?

Pero al abrir la puerta se encontró con Pavel quien se recargó en la pared de junto al ver que la enfermera estaba a punto de salir. Se sorprendió al verlo, aunque le permitió el paso pidiéndole que dejara descansar a su hermano mientras.

Edgar se dio cuenta de que Pavel estaba ahí cuando oyó a la enfermera hablar con alguien desde fuera. Y casi como si fuera magia, Pavel vio el contraste en la actitud de su hermano una vez se sentó a su lado. Toda aquella frustración parecía haberse ido.

Pavel sabía que Edgar sólo se estaba engañando a sí mismo, él ya lo había visto varias veces sufrir por las complicaciones que surgían una tras otra, pero aún así valoraba y agradecía que aún mostrara fortaleza frente a la situación, aunque fuera por él.

—¿Hoy no tienes algún plan? ¿Ya hiciste amigos en el centro de acogida? —le preguntó él con una sonrisa débil.

—No, todavía no. Hoy vengo para estar contigo, quiero estar aquí —negó tomándole la mano.

—Me gusta que estés conmigo, ¿sabes? A veces me aburro mucho cuando no hay nadie más en la habitación. Pero si te invitaran a salir o hicieran algún evento en el centro de acogida, tú no dudes en ir, ¿sí? Yo voy a estar bien si tú te diviertes, además hoy en la mañana me trajeron una televisión, tengo con qué entretenerme.

Pavel sólo asintió.

Le habían dado algunos caramelos cuando llegó al centro como bienvenida, y él los había guardado casi todos para poder compartirlos con Edgar, pero después de lo que había visto y oído, supo que siquiera tocar el tema sería algo muy malo.

Pero casi como si Edgar supiera lo que pasaba por la mente de su hermano, minutos después suspiró mientras se aclaraba la garganta.

—¿Sabes qué se me antoja, Pavel? Una mentita.

—¿Una mentita?

—Sí. Creo que no voy a poder comer en un tiempo, cuando lo intento se me regresa la comida, pero esos dulces se te deshacen en la boca, sería como sólo tragar saliva. Además siempre me gustaron, aunque a veces picaban mucho.

Pavel le soltó la mano y empezó a buscar en su bolsillo. De ahí sacó una latita que contenía varios dulces de menta no muy grandes.

—No puede ser, ¿en serio tienes? —aunque siguiera muy débil, su voz adquirió un tono genuinamente emocionado y por unos instantes los dos se olvidaron de la situación real.

—Sí, me los dieron cuando llegué. Toma —sostuvo uno con sus dedos y se lo acercó a su hermano a la boca. Él también cogió uno para sí mismo y comenzó a chuparlo sintiendo cómo estaban bastante fuertes—. Pica mucho.

Edgar rio por su reacción.

—Sí, sí pica —a él no le picaba. No sabía si era por su mayor resistencia a los sabores fuertes o porque estaba perdiendo cada vez más su sentido del gusto, pero por suerte aún podía sentir el sabor de la pastilla en su boca y garganta aunque fuera ligeramente.

Los dos siguieron hablando y como siempre, después de un par de horas de hablar, ya estaban como si nada. Le habían colocado una sonda por la nariz a Edgar para así comenzar a darle el alimento, pero aún así los dos se habían quedado hablando y bromeando como si nada.

Ya había atardecido cuando Pavel asumió que la energía de Edgar ya se había acabado, pues cada vez respondía menos o con menos fuerza. Pero tan sólo pasaron unos minutos después de que él lo notara, hasta que las palabras de Edgar lo volvieron a sacar de aquella burbuja de aislamiento del mundo real.

—Pavel, llama a una enfermera —en el eco de su voz pudo distinguir hasta un quejido. Y aunque se quedó mirándolo casi paralizado por completo, realmente reaccionó al instante y fue corriendo a llamar a una enfermera quien le preguntó lo que le sucedía.

—No lo sé, sólo me dijo que llamara a alguien, venga por favor —pidió casi con desesperación.

Una parte de él ya había asumido que Edgar podía morir pronto, por eso aquel temor era real y respaldado por todos los aparatos que debía tener consigo para mantenerse estable. Y ya teniendo aquella horrible posibilidad en juego, él quería hacer todo lo posible porque no sucediera. Aún había esperanza de que se recuperara, y él sólo podía aferrarse a esta.

Se quedó fuera, mirando por la rendija de la puerta cómo lo atendían, cómo parecía haber aguantado varios minutos pues no se comparaba su estado actual con el que tenía antes de que Pavel saliera.

Vio cómo el enfermero con quien se había topado esa mañana, ahora sostenía una mascarilla de oxígeno contra la nariz y boca de su hermano, algo mayor que la que ya tenía antes. Y una vez se apartó la otra enfermera, vio cómo el doctor usaba un aparato sobre el abdomen de Edgar para conseguir una imagen de sus órganos que se proyectaba en el monitor.

Perdió la noción del tiempo, se quedó observando hasta que los dos enfermeros lo ayudaban a pasarse a una cama más pequeña después de haberle quitado algunos de los aparatos a los que estaba conectado. Poco después salieron de la habitación. Él se quedó a un lado mirando sin saber lo que sucedía, hasta que aquella enfermera se percató de que seguía ahí y se dirigió hacia él.

—¿Qué le van a hacer? ¿A dónde se lo llevan? —preguntó ahora sin contener unas pocas lágrimas.

—Van a hacerle una operación de emergencia —ella se sentó junto a Pavel y le sujetó la mano para poder explicarle la situación—. Creo que ya sabes que tu hermano ahora no puede digerir la comida, por eso le colocamos el tubito en la nariz que le lleva la comida directamente. Lo que pasa es que incluso así, a sus órganos les está costando procesar el alimento que le dimos. Sus intestinos están dejando de funcionar, se llama parálisis intestinal, y es una emergencia. Lo bueno es que él pudo sentir el dolor y avisarte para que nos llamaras así que lo estamos atendiendo a tiempo y seguramente la operación acabe sin ningún problema. Gracias a que te dijo y tú fuiste rápido por ayuda, ahora él no está en peligro, puedes estar tranquilo.

Pavel asintió aún en silencio tratando de procesar todo, incluso sintiendo algo de dolor al imaginar lo que estaba pasando Edgar. Pero por alguna razón las palabras de la enfermera lo tranquilizaban, él había ayudado a que lo atendieran y aquella esperanza fuera aún mayor.

—¿Va a tardar mucho la operación? —preguntó mirando a la mujer.

—Puede tardar hasta cuatro horas, pero a lo mejor acaba antes... No sabría decirte una hora fija, todo depende de cómo vaya el procedimiento —dijo con empatía—. Pero no te preocupes, no porque tarde mucho significa que algo va mal, simplemente está tomando algo más de tiempo.

—Es que yo... debo regresar al centro de acogida antes de las ocho y media —dijo con preocupación.

La enfermera lo miró con cierta ternura y entonces miró su reloj sorprendiéndose.

—Ya van a dar las nueve, debes volver ya entonces.

—Pero no quiero dejarlo solo después de la operación.

—Nosotros lo cuidaremos, ¿sí? No te preocupes por eso.

—Y también quiero saber si todo fue bien... —dijo agachando de nuevo su cabeza ya estando de pie.

—En ese caso yo le llamaré al centro de acogida cuando acabe para que sepas que ya acabó y que todo fue bien, ¿de acuerdo?

—Sí —la enfermera lo acompañó hasta la puerta del hospital y antes de despedirse, Pavel la miró a los ojos con una angustia que le hizo llegar a la mujer—. Por favor, no se vaya a olvidar de llamar.

Cuando regresó al centro de acogida sí que recibió una llamada de atención por la hora, pero cuando explicó que se debía a que su hermano había tenido otra complicación, no le dijeron nada más. Fue a cenar y subió a bañarse. Una vez con el pijama puesto, salió de su habitación ya cuando todas las luces estaban apagadas menos la de la recepción. Se sentó en las escaleras sin que nadie lo viera, y esperó a que sonara el teléfono.

Estaba quedándose dormido cuando este sonó y la encargada lo respondió.

—Hola, buenas noches. Hablo desde el hospital. Hoy el hermano de Edgar Nowak estuvo todo el día aquí, de hecho creo que llegó un poco tarde al centro. Lo que sucede es que su hermano tuvo una complicación y tuvimos que hacerle una operación de emergencia, él estaba muy preocupado pero tuvo que regresar así que le prometí que le llamaría cuando acabara.

—Ah, claro, entiendo. Sí, Pavel me dijo lo que sucedió, estamos al corriente.

—Pero creo que ya es algo tarde, ya debe estar dormido, ¿entonces le puedo dejar a usted el mensaje?

Pavel bajó rápidamente las escaleras y corrió hacia el escritorio sorprendiendo a la chica.

—No, no estoy dormido.

Ella rio y le comunicó a la enfermera.

—Hola, buenas noches. La operación terminó hace unos quince minutos, sí fue un poco tardada pero todo salió bien. Ahora Edgar está dormido y va a tener que recuperarse, pero ya no tendrá problemas con esto, cuando se despierte mañana va a estar mucho mejor, ¿de acuerdo?

—Qué bueno... —suspiró tranquilizándose poco a poco— ¿Mañana puedo ir a verlo?

—Sólo si no tienes clases, ¿sí? Le va a encantar verte, pero no queremos que te saltes la escuela ni nada así.

—No, aún no empiezo la escuela.

—Entonces sí puedes venir, pero recuerda respetar el horario del centro, ¿sí?

—Sí, voy a estar más al pendiente. Muchas gracias, de verdad.

—No hay de qué. Buenas noches.

Colgó y la recepcionista le dedicó una mirada tierna.

—Me alegro mucho de que todo haya ido bien con tu hermano.

—Por favor, no me regañe por estar despierto y haber estado escuchando... No se va a volver a repetir.

—Está bien, entiendo que es una situación especial. Pero ahora ve a dormir.

Y así fueron muchos de los días. Durante semanas se repetía cierto patrón, él iba a verlo todos los días. Su decisión sobre hacia dónde encaminaría su vida fue de hecho fruto de la impotencia en aquellas semanas.

Aún podía recordar el día en que le dijo a Edgar que cuando acabara la secundaria se inscribiría en los cursos de capacitación para algún día poder ejercer como médico. Vio una efímera sonrisa en su rostro tan pálido y luego lo oyó tragar con dificultad para hablarle.

—Si eso decidiste está perfecto, sé que a mamá le encantaría saberlo, ¿recuerdas que siempre te preguntaba si ya sabías qué querías ser de grande? —Pavel asintió sujetando la mano de Edgar tratando de contener las ganas de llorar por pensar de nuevo en su madre— Ahora ya no se puede hacer nada conmigo, pero me alegro de que esto te haya dado el empujón hacia lo que quieres hacer en el futuro... Piensa en que quizá un día te llegue alguien que esté como yo o incluso peor, me encantaría que tú pudieras pararte frente a su hermano pequeño y decirle que no es nada de lo que deba preocuparse, que tú vas a poder curar a su hermano.

—No, Edgar, no vas a... —negó ahora ya cuando le escurrían las lágrimas por las mejillas y fue su hermano quien las secó.

—Tienes mucho potencial, siempre acabas lo que te propones y lo haces mejor que nadie, así que si quieres ser doctor sé que vas a ser el mejor, pero tampoco te presiones demasiado, sólo lo justo como para avanzar, no mucho como para caerte, ¿sí?

Él asintió, pero en ese momento se acercó a él para abrazarlo casi sin querer tocarlo por miedo a mover alguno de los tantos tubos que tenía.

—Pero no quiero que mueras, Edgar, no lo digas así —inmediatamente sus lágrimas comenzaron a mojar la sábana que cubría el cuerpo de Edgar.

Él suspiró también sintiendo en silencio uno de aquellos pequeños ataques de pánico por su inminente muerte, pero sólo negó y acarició el pelo de Pavel.

—Voy a seguir resistiendo hasta donde se pueda, ¿sí?

Pero tan sólo una semana después, Pavel suplicaba con lágrimas en los ojos que su hermano dejara de resistir. A través de la rendija de la puerta, de nuevo miraba lo que pasaba dentro de la habitación donde no le permitían estar.

A los pocos minutos de que le dejaran entrar esa mañana, Edgar quien de por sí ya estaba bastante mal, tuvo otro de los episodios de tos que se habían frecuentado más y más hasta el punto de hacerlo toser sangre más de una vez. Por la debilidad de su cuerpo entero, las heridas aún cicatrizando de las operaciones, y de por sí los numerosos problemas en otros de sus órganos; esos episodios de tos eran un suplicio. Sentía cómo se le quebraba el cuerpo mientras no podía respirar.

Nada más comenzar el ataque de tos, Pavel llamó a una enfermera pues ya le habían dicho que tendrían que estar al pendiente. Ella entró y estuvo con Edgar esperando a que mejorara, le colocó más oxígeno e intentaba calmarlo pero no pasaba, sólo disminuyó después de vomitar lo que era sangre casi en su totalidad, y Pavel pudo verlo por seguir en la habitación.

Llevaba todo el día en la sala de espera, asomándose y entrando pocos minutos sólo para intentar darle apoyo a su hermano pues por primera vez mostraba su vulnerabilidad frente a Pavel aunque ambos supieran de esta. En las últimas visitas efímeras, ni siquiera habló, sólo le sujetaba la mano y aceptaba sus caricias y muestras de cariño.

Llevaba todo el día sufriendo peor de lo que ya estaba los días anteriores, ahora era constante, por eso Pavel sólo negaba pidiendo que ya se detuviera, sentía que Edgar estaba pasando por aquel suplicio sólo por él, por no querer dejarlo solo, si fuera por él probablemente se habría dejado morir días atrás.

Más tarde le volvieron a dejar entrar para despedirse antes de su siguiente operación, e indirectamente los médicos le dijeron que se despidiera por si no conseguía sobrevivir a la cirugía. Y así hizo.

—Ya no tienes por qué sufrir así. Sé que no quieres dejarme, que te pedí que resistieras... pero no quiero que sufras, ya hiciste suficiente, en serio, Edgar sólo... sólo descansa, ¿sí?

Le apretaba la mano con ambas suyas mientras miraba cómo él no se movía en absoluto, sólo lo miraba mientras las lágrimas le caían por las mejillas sin que pudiera controlarlo. Le miraba los ojos azules que habían perdido ya casi todo su brillo, pero aún así no dejaban de recordarle a cuando estos aún tenían fuerza y eran una copia más madura y protectora de los ojos de Marvel, pero no tan fuerte todavía como la de su padre.

—Esta vez y ya... —por un instante no le reconoció la voz— Voy a intentarlo sólo una vez más y ya.

Pavel agradecía cada esfuerzo que daba, se aferraba todavía a la esperanza de que se recuperara; pero cada vez asimilaba más la realidad.

—No quiero dejarte pero...

—Lo entiendo —asintió rompiéndose por completo en ese instante, no contuvo un abrazo más de hecho—, no sé si haya alguien que pueda aguantar lo que tú estás soportando. Voy a estar bien, te lo prometo, no tienes por qué seguirte preocupando por mí.

Edgar dejó caer otra lágrima al pensar en su hermano. A Pavel le habían robado la infancia, y cualquier esperanza de recuperar algo similar a una adolescencia normal se esfumaría pronto. No sólo había quedado marcado por los Valles, por los experimentos de los que nunca hablaba, sino que ahora él tendría que valerse por sí mismo sin tener padres y pronto no tener tampoco un hermano mayor en quién apoyarse. Edgar también tuvo que madurar rápido, al inicio tenía a su madre para apoyarse, pero desde los Valles asumió toda la responsabilidad sobre sus hermanos, ahora él era su pilar, e incluso cuando adquirió aquella posición, ya era mayor de lo que Pavel era ahora. Él no habría podido aguantar a los trece años la carga que le transfería a su hermano menor.

—Perdón, Pavel —murmuró tratando de apretar su mano—. Sé que vas a estar bien. Te quiero mucho... nunca lo vayas a olvidar.

Hasta los médicos se sorprendieron de que sobreviviera a la operación, pero definitivamente sería un milagro si sobrevivía al postoperatorio. Pavel se sentó al lado de su cama y vio cómo casi no podía mantener los ojos abiertos, cómo su cara pálida reflejaba un sufrimiento que no podía imaginar. Para respirar tenía un tubo en la boca así que no podía ver parte de su expresión, pero aún así el corazón le dio un vuelco al verlo.

Estuvo unos minutos con él, y finalmente, al saber mejor que nadie que no tenía mucho tiempo, recortó sus minutos de vida a unos pocos segundos por poner toda su fuerza en su mano y así poder darle una última caricia a Pavel.

Tocaron ese tema durante la charla que tuvieron los tres hermanos una vez Marvel llegó. Él no vio la muerte de su hermano, él lo vio por última vez cuando le dijo que huyera, su siguiente contacto con su familia después de que su madre se lo encargara a los Millennium, fue cuando años después Pavel fue a buscarlo para que pudieran vivir juntos. Al inicio pensaba que sólo había cambiado por la edad, pero al crecer se dio cuenta de que aquella fuerza emocional que había adquirido Pavel se debía a lo que lamentaba Edgar: apenas tuvo una buena infancia, y no pudo permitirse en absoluto tener adolescencia.

No volvió a verlo débil hasta muchos años después, cuando estaba sirviendo como militar activo, pues una noche tuvo un episodio de crisis debido a la carga moral de todos a quienes había matado. Era imparable, sus superiores lo adoraban, mandarlo a una misión prácticamente era una victoria asegurada, había causado bajas en el mismísimo Zeus. Pero un día ya no pudo soportar aquello.

Y aunque Pavel decidiera dejar su vida como militar y centrarse en su profesión además de la familia que estaba formando con Camelia, sus acciones como militar marcaron a más de una persona aunque fuera de forma colateral. Un claro ejemplo fueron los hermanos Cha'ak quienes perdieron a su superior gracias a Axel Blaze y Pavel.

Aunque los gemelos creyeran lo contrario, Pavel ni de cerca había olvidado aquel día.

Una mina había estallado cerca de ellos, varios de su escuadrón habían quedado heridos, Pavel había comenzado a atenderlos aunque él mismo tuviera quemaduras en las piernas.

—¡Siguen cerca! —se giró al escuchar a Axel.

—Pero no podemos... —negó mientras hacía presión en la herida de un compañero, mirando por un momento su propia herida al sentir ardor en esta por haberla movido.

¡Kukulkán! —ambos oyeron el grito a lo lejos.

En ese instante Axel miró a Pavel fijamente mientras se ponía en pie recargando su arma.

—Úsalo, no hay tiempo.

Nowak miró una vez más a sus compañeros antes de presionar el botón que llevaba en una parte de su muñeca.

—Activando Osowiec.

Fue cuestión de segundos que la señal fuera recibida por los sensores que tenían sus compañeros, provocándoles un shock de adrenalina instantáneo. Blaze dio media vuelta y comenzó a correr hacia donde estaban los gritos, cerca de unas ruinas recientes.

Pavel aprovechó el mismo shock para correr detrás suyo, y tan sólo escasos minutos después, Axel le dio la orden de detenerse y ocultarse. Ambos vieron cómo un chico corría de un lado a otro a una velocidad y de forma difícil de acertar con un disparo.

Se escondía en las ruinas antes de correr a otro punto. En uno de ellos, al no saber dónde se encontraban sus enemigos, se escondió sin saber que ellos lo podían ver aún entre las sombras. Respiraba entrecortado por la mezcla de nervios y tensión, y demasiado alto para estar escondiéndose.

—Axel —Pavel le puso la mano en el hombro—, son niños...

—Uno de esos niños no va a dudar en dispararte si tuviera tu cabeza en la mira —movió su cuerpo haciendo que la mano de Nowak se resbalara—. Tú sigue a este, yo iré por atrás.

Axel salió corriendo mientras que Pavel continuó siguiendo a aquel niño sin que se diera cuenta.

Blaze llegó hasta su compañero y ambos lo supieron cuando escucharon cómo lo golpeaba hasta tirarlo al suelo.

¡Kukulkán! —volvió a gritar su nombre ahora corriendo hacia él.

—¡Ixbalanqué, vete, no vengas, corre! —lo oyó gritar en su idioma con notoria debilidad en la voz.

Dudó por un momento, quería ir con él, sabía que necesitaba ayuda, pero sus órdenes eran otras.

Aunque Pavel no hubiera entendido exactamente lo que Kukulkán le dijo, se imaginaba su significado. Por eso le ahorró la carga moral al chico. Se acercó lo suficientemente rápido como para atrapar su cuello con su brazo, y así privarlo de aire por unos segundos mientras presionaba un nervio que lo dejó inconsciente casi al momento. Lo dejó en el suelo y corrió hasta donde estaban ellos dos.

Vio cómo Axel cogía del cabello a un chico castaño, bastante pálido y delgado, a primera vista incluso sorprendía que estuviera armado y uniformado, es más, su uniforme lucía más amplio de lo normal. Pensó que Blaze se estaba propasando, pero una vez vio cómo de la mano del chico cayó un cuchillo, supo que haberlo tomado del cabello había sido la forma de evitar que lo apuñalara. Por un instante le recordó al momento en que Edgar había rescatado a Abisua en los Valles y un soldado lo jaló del cabello a punto de dispararle en la cabeza, sólo se salvó porque él mismo se cortó el pelo con la navaja de su padre.

Una vez lo soltó, el chico cayó al suelo sin poderse levantar. Su pelo levemente ondulado no le llegaba a los hombros, pero por la caída llegó a cubrirle la cara. Axel tomó distancia y lo apuntó con la pistola, dejando ver a Pavel por un momento el último brillo en los ojos débiles de ese chico. Después del disparo, estos quedaron entreabiertos, y a los pocos segundos ambos percibieron un grito ahogado.

¡N-no! —su voz se rompía en el aire. Las lágrimas y la conmoción en su cuerpo por recuperar la consciencia hacía escasos segundos no le permitían mantener la voz y mucho menos levantarse.

Pavel estaba dándole ligeramente la espalda, pero al escucharlo sólo giró su cabeza pudiendo ver los ojos cristalizados del chico que aún intentaba levantarse, también permitiéndole a él ver el rostro de Osowiec.

Axel recargó para dispararle ahora a él, pero Pavel le puso una mano en la muñeca haciendo que bajara la pistola.

—Le inyecté veneno, en menos de dos minutos habrá muerto. Volvamos con los demás, Osowiec no hará efecto por mucho más, y los dos estamos heridos.

Blaze dudó de sus palabras por un momento, pero al volver a ver al chico en el suelo comprobó cómo quedó de nuevo lacio sobre el suelo, bocabajo, y apenas respirando.

Pero lo que Nowak dijo era una mentira, sólo había vuelto a desmayarse por la falta de oxígeno al haberse forzado a despertar. Muun se quedó ahí un par de minutos hasta que volvió a despertar ahora sin tener a nadie cerca, consiguió levantarse y llegó hasta donde estaba el cuerpo sin vida de su compañero.

Yaak llegó tiempo después, y aún sin procesarlo, se retiraron de ahí llevándose a Kukulkán para que así de vuelta en el Centro, se ocuparan de él.

Ambos habían aprendido a convivir con ello y con todas las demás muertes, pero aún les afectaba. Aún así, ahora no era una de esas veces, pues recientemente Cronus había vuelto a su casa aún teniendo que recuperarse por la herida, y Tet había ido junto a los gemelos para cuidarlo y ayudarle en lo necesario.

—¿Ya? —preguntó Tet mostrando los trozos de cebolla que había cortado.

—No, más chiquitos —negó Yaak al verlo y seguir con la otra parte de la comida—. ¿Qué le gusta más a Cronus? ¿Res o pollo? —cuestionó en voz alta mirando el interior del refrigerador, viendo cómo había de las dos carnes.

—Quizá res, pero no estoy seguro... Pregúntale, mejor.

Yaak salió de la cocina y fue a buscar a Cronus a la sala donde estaría con Muun.

A Cronus también le había afectado la muerte de Eos, para él era como un hermano pequeño, alguien a quien le gustaba cuidar, más aún sabiendo lo que había tenido que vivir. Y verlo ser asesinado en el último momento le causó no sólo ira e impotencia, sino que también un dolor que no había sentido en toda la competencia. Muun había hecho lo posible por consolarlo y animarlo en aquellos días, y aunque fuera mejorando, sabía que había sido un golpe duro.

Ellos se habían quedado en la sala, escogiendo la película que verían para comer con los otros dos chicos, y viendo un poco de otra mientras tanto. Pero ninguno de los dos pudo resistirse frente a la privacidad que tenían por unos minutos.

No se veían mucho fuera de reuniones o entrenamientos así que no podían casi permitirse citas o momentos de cariño. Por ese instante todo era perfecto. Cronus seguí cubierto con una manta mientras que había cedido ante el abrazo de Muun y ahora estaba recargado en él. Sus manos estaban sujetas debajo de la cobija y disfrutaban de aquella calidez de su compañía mientras miraban la televisión, deteniéndose cada poco tiempo para conseguir besos del otro.

Y fue en el preciso instante en el que Cronus movió su cabeza siendo inmediatamente correspondido por Muun, que Yaak entró a la sala. Al inicio la pareja no lo notó, Yaak se congeló por instantes, pero cuando se recuperó reaccionó de inmediato.

¡Muun, ¿qué carajo haces?!

Los dos se separaron, pero la cara de Muun reflejó el susto aún mayor por la situación. Miró a su hermano sin poder hablar ni tener una mejor reacción.

¡Suéltalo! —Yaak volvió a romper el silencio.

—No, Yaak, no pasa nada, sólo estamos aquí sentados... —se esforzó por hablar en ayu incluso en un momento así para que Cronus supiera lo que él le respondía, pero no lo que Yaak le decía.

—¿Cómo que no pasa nada? ¡Se estaban besuqueando!

—Yaak, somos novios, no es nada del otro mundo —intentó mantener la firmeza aunque sus manos hubieran comenzado a temblar nada más formular la respuesta. Y la cara de Yaak fue la misma que él se temió.

—¡No puede ser tu novio, Muun, es un hombre! No, ustedes no pueden... —él también comenzaba a quebrarse. Muun soltó la mano de Cronus y se levantó lentamente del sofá yendo hacia su hermano.

Tú también eres hombre, Yaak... No todos son así, ya lo habíamos hablado, no todos somos así —siguió en español por lo delicado se había vuelto el tema, más que para él, para su hermano.

Pero yo no soy... Él era homosexual, tú no puedes ser como él, tú no eres como él —siguió negando cada vez más desesperado.

No soy como él. Yaak, yo siempre he sido así, jamás sentí atracción por una chica, y aún así siempre he sido diferente a ese hombre.

—Pero recuerda todo lo que nos hizo, nos usó como quiso...

Ahora eran las manos de Yaak las que temblaban casi sin control, por eso Muun dio un paso más para poder tomarlas intentando tranquilizarlo y seguir hablando de aquello que ambos llevaban evitando tanto tiempo.

—¡Él tenía esposa e hijos, lo que pasa es que era un enfermo! Yo no soy así, Yaak, nadie de quien conocemos es así. ¿O acaso tú violas a cada chica que ves sólo porque te gustan las mujeres?

—No, pero él...

Se quedó unos segundos mirando al suelo mientras sus párpados se empezaban a inundar de lágrimas. Su siguiente reacción fue soltar las manos de Muun y darle un ligero empujón antes de dar media vuelta y salir del departamento.

Yaak... Maldita sea —suspiró con frustración cerrando en puño sus manos aún en el aire antes de cubrir su frente y volver a la sala.

Tet se había acercado nada más escuchar las voces, pero sólo miraba perplejo a Cronus sin saber qué hacer o decir.

—¿E-está todo bien? —preguntó segundos después.

—Disculpen —murmuró Muun aún cubriéndose la frente con una mano ahora y sentado en el sofá.

—No, no pasa nada, ¿pero seguro que no hay que ir con él? —Cronus estiró el brazo hasta el hombro de su novio pero este negó.

—No, necesita despejarse, en un rato estará mejor.

—¿Yaak no sabía que ustedes estaban saliendo? —preguntó Tet acercándose al sofá y los dos negaron— Vaya... no pensé que se lo tomara tan mal.

—Yo sí, los dos lo sabíamos... Pero ni Yaak ni yo hemos querido hablar de esto y sólo nos hacemos tontos —negó Muun finalmente recargándose en el respaldo—. Él siempre lo ha sabido, pero siempre lo ha querido negar.

A pesar de que más de una vez la homofobia de Yaak hubiera herido al propio Muun, este era incapaz de enojarse con su hermano por esto, es más, sólo sentía dolor por el peso del trauma de Yaak que lo había llevado a desarrollar aquella actitud.

—¿Ya te hemos contado cómo llegamos al Centro? —preguntó mirando a Tet pero este negó. Su suspiro dijo lo cansado que estaba, lo impotente que se sentía, pero cómo también quería desahogarse en ese momento.

—Reclutamiento, me imagino.

—No. Nuestra familia se fue de vacaciones —nada más pronunciar aquello, Tet se vio bastante sorprendido, probablemente ese era el último motivo que se le hubiera ocurrido—. Fuimos a Tailandia, Yaak y yo teníamos once años. Todo iba bien hasta que hubo un tiroteo en la zona, y al día siguiente cuando salimos a nuestro papá lo mataron sólo para llevarnos a nuestra madre y a nosotros. Así de rápido cambió todo. Estuvimos unos días con otras personas y luego nos trajeron a Japón, nos compraron. Nos llevaron a Akita y ahí nos separaron de nuestra madre.

—¿Los vendieron?

—Fuera de la capital el tráfico de personas es una de las mafias más poderosas de Japón, pero porque los consumidores son los de la capital, claramente.

—¿Cómo? ¿En el Centro en serio pasa eso?

—Ahora menos, pero antes, cuando los reclutamientos no daban tantos resultados, recurrían al tráfico, ¿sino cómo iban a tener esclavos? ¿O conejillos de indias? Tailandia, China, Alemania y sobre todo Rusia, son los países que más le aportan al Centro en cuanto a tráfico de personas. Pero no nos trajeron directamente, nos tuvieron en Akita hasta encontrar un buen precio, y el líder de la mafia que nos tenía más de una vez abusó de nosotros, sobre todo de Yaak. Siempre ha sido más rebelde, y ahí le costó muy caro... Akita realmente es un infierno: ahí es donde está lo peor del Centro y donde nacen las peores mafias ajenas al gobierno o la Rebeldía.

—¿Y ellos los vendieron al Centro?

—No. Nos querían para trabajar con ellos, quizá usarnos para el tráfico de armas para los soldados del Centro, quizá para las drogas, para los Valles, o a lo mejor nos vendían luego a otra mafia o a otro país. Pero una vez yo tuve un accidente: se rompió uno de los escalones y al caer me rompí una vértebra. Yaak lo vio así que se asustó, y no les gustó tanto escándalo, además de que yo parecía ya haber quedado inútil para ellos. Nos separaron, y durante dos días Yaak estuvo viviendo de todo, esos dos días fueron el infierno para él, y eso que aún no me ha podido contar todo —apartó su mirada por unos segundos tras sólo imaginar algunas de las cosas que su hermano le había contado—. Hasta que unos soldados del Centro entraron al edificio y cuando nos encontraron nos trajeron aquí. Querían llevarse sólo a Yaak porque las órdenes eran que niños entre 12 y 15 años aptos físicamente tendrían que ser llevados al Centro, pero él no quiso irse, no sin mí.

La cara de Tet demostraba lo horroroso que era lo que escuchaba, cómo a pesar de haber sido reclutado a la fuerza también, no podía imaginar lo que describía Muun.

—El Centro, al igual que millones de ciudades y países privilegiados hoy en día, tienen más trapos sucios de los que podrían admitir. ¿De dónde saca sus armas el Centro? Yaak y yo nos encargábamos de entregárselas. ¿De dónde saca un ejército tan poderoso siendo una ciudad de dos millones y medio de habitantes donde apenas hay menores de 25 años? Namazuo, Cronus, tú y muchos más lo saben. ¿Cómo tiene el Centro medicina y tratamientos tan desarrollados? Pregúntale a Danilov —su piel se erizaba cada ciertas palabras—. Si quisieran deshacerse de esas mafias por completo ya lo habrían hecho, pero no les conviene demasiado. Aunque el Centro parezca ser tan poderoso, en verdad es demasiado frágil.

*** *** ***

Pues hasta aquí el capitulísimo de hoy, después de mil años aquí estamos de vuelta.

Abriendo la herida de los Nowak mientras que la del cuello de Tetsu se va mejorando, explicando el por qué los gemelos tienen fichados a Pavel y Axel, y también las broncas que se traen entre ellos.

Este capítulo fue un tanto tranquilo y de bla bla bla, pero agárrense porque es el último antes del inicio y de que se empiecen a armar las cosas feas de nuevo. Podría decir que hasta es el último capítulo tranquilo del libro...

Espero que les haya gustado y nos vemos... cuando suba el siguiente capítulo.

Atsushi~

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