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[CAPÍTULO 14]

22/02/2022 | Arena Nórdica, Islas Izu, Japón.

Había llegado el punto en el que ya se había dejado de esforzar, mantuvo su brazo sujeto a la red para no volver a caer en la nieve y ser sepultado así de nuevo, pero ya casi no tenía esperanza. El frío estaba pudiendo con él, ya estaba cansado; sólo esperaba recuperar suficiente energía como para seguir intentando escapar. No había sonado ningún aviso sobre el estado de Colby y eso lo aliviaba, aunque los otros anuncios sí que lo habían preocupado bastante.

Todos seguían luchando mientras que él estaba atrapado y a punto de congelarse, quizá esperando a ser rescatado o a que Beta revisara que aún no había muerto en su trampa y lo terminara.

—¡Preston! —abrió los ojos al escuchar su nombre y vio cómo ya había amanecido.

Era la voz de Columbia, la reconocería en cualquier parte, aún sin haber visto su cara. Por eso se sujetó con ambos brazos de la cuerda y movió uno hacia arriba.

—¡Columbia!

Él había atado un extremo de la cuerda larga que había encontrado en una caseta en la playa que estaba justo donde terminaba el barranco en el lado oeste, el otro extremo lo lanzó hasta caer encima de la red donde estaba Preston.

—Sujétate de ahí, no la sueltes, haz peso.

Él le hizo caso mientras que Colby se abrochaba de nuevo el cinturón ya que había pasado uno de los anillos meramente decorativos que iban en este por la cuerda para así mantenerse sujeto a esta. Había hecho un equipo de rapel improvisado pero bastante efectivo.

Comprobó cómo ir reptando parecía ser la mejor opción para no hundirse aún sujeto a la cuerda. En poco tiempo llegó hasta donde estaba Preston y comenzó a cortar la red lo más rápido que pudo hasta obtener un hueco para que el chico pudiera salir.

—Ten cuidado, no te sueltes, ¿sí? —lo sujetó también a la cuerda y consiguió sacarlo teniendo que avanzar hasta el muro del barranco reptando lentamente para no hundirse de nuevo. Aún así, el tener la cuerda fue una gran ayuda.

Una vez en el muro, cruzaron los pocos metros que había hasta llegar a la playa de cayados donde apenas comenzaba a pintar el sol y la baja marea del agua gélida permitía estar en la costa. Lo llevó rápidamente a la cabaña donde había recogido la cuerda y lo primero que hizo fue cubrirlo con las mantas mientras trataba de encender el fuego que ya había planeado.

—No te preocupes, ahora te estás congelando pero en un rato vas a querer revolcarte en la nieve por el calor, ya verás —intentó animarlo una vez consiguió encender la fogata y lo acercó un poco más—. Quítate los zapatos.

Le ayudó a hacerlo y acercó sus pies al fuego, aliviándose al ver cómo aún no parecía haber signos reales de congelamiento. La temperatura no era tan baja y tampoco había pasado tanto tiempo en la nieve, pero aún así debía atenderlo lo antes posible.

—Me preocupaba que se te fueran a congelar los dedos... —admitió una vez vio cómo esto parecía descartado— Tienes unas patitas tan chiquitas que sólo con meterlas cinco minutos al congelador pueden hacerse cubitos de hielo, pero parece que hoy tuvimos suerte y no pasaste tanto frío. A saber en qué estuviste pensando.

Consiguió hacerlo reír por unos segundos y esto provocó una gran sonrisa en él mientras se levantaba para coger el caldero que había en una mesa de la cabaña.

—Menos mal que ya se te descongeló la cara y vuelves a reírte también. Voy por nieve para derretirla y hervir agua, hay que asegurarnos de que todo está bien, ¿sí?

Preston sacó las manos de las mantas y las extendió delante del fuego sintiendo aún más alivio y cómo finalmente sentía que en serio estaba liberado.

Colby volvió con la olla casi llena de nieve que recogió del barranco y la colocó encima del fuego para que se derritiera y minutos después comenzara a hervir. Volvió a meter lo pies de Preston en esta al igual que sus manos, pero se interrumpió por pensar en que tendría que quitarse la ropa que había quedado bastante empapada por la nieve derretida.

Lo cubrió con la  manta una vez quedó únicamente con ropa interior y lo mantuvo con las manos en el caldero y de espaldas al fuego para que se calentara también su espalda.

—Listo, así se empezará a secar en lo que sale el sol. Puede que huelas un poco a ahumado, pero no importa. Cuando ya haya más solecito, la ponemos afuera para que se seque mejor.

—Tu ropa también está mojada.

—Sí, pero no hay punto de comparación, tú estabas empapado. Además ahora yo me estoy ocupando de todo, sería muy denigrante salir y combatir a muerte sólo con los boxers, la verdad. Mi vida es un gran chiste, pero al menos no quiero que el final sea tan humillante —los dos volvieron a reírse, pero Columbia se quitó las protecciones de cuero así como la primera camisa que tenía debajo de estas y la colgó también—. Bueno, la verdad es que esto está bastante seco, pondré esto aquí y la camisa delgada ya se acabará de secar con el calor.

Poco después, se sentó junto a Preston y lo abrazó de lado frotando un poco más su espalda a la vez que le compartía algo de su calor.

—¿Qué tan mal lo pasaste allá abajo? ¿Creíste que no volvería por ti? —preguntó en un tono de voz más bajo.

—Te estaba esperando realmente —admitió con una sonrisa que se reflejó en Columbia.

—Eso es lo que quería escuchar. Sabes que nunca te dejaría a tu suerte, ¿verdad, hermano?

Preston asintió varias veces y miró a Columbia con una sonrisa de corazón.

—Lo sé. Sabes que yo tampoco —se movió hacia él para intentar mostrar un abrazo aunque aún no quisiera salir de la bolita de mantas en la que estaba.

—No hay algo tan conmovedor como una amistad verdadera que sigue en pie en los momentos más difíciles. Preston Princeton y Colby Columbia reciben diez puntos cada uno.

Mientras que ellos dos estaban disfrutando de lo que había sido una victoria para ambos por haberse reencontrado sanos y salvos por suerte, para la pareja del Centro y su aliado, aquel aviso fue una mala noticia.

—Esos idiotas se reencontraron —maldijo Beta dando un golpe en una de las mesas que había dentro de la fortaleza.

—Lo siento mucho, perdí el rastro de Columbia en el bosque, lo seguí por mucho tiempo pero de repente simplemente se esfumó —se disculpó Oxford.

—Sabemos que Princeton cayó en tu trampa de nieve al borde del risco, yo lo vi —dijo Alpha observando a su novia.

—Sí, y teníamos que ir a recogerlo ya medio congelado para usarlo y sacar puntos hasta que se acabara la ronda, pero no contamos con que perderíamos a Columbia y encima fuera a rescatarlo. Entrar a ese barranco con la nieve que parece arenas movedizas es un suicidio, aunque fuera su mejor amigo, no entraría sabiendo que moriría también, pensé que se quedaría cerca ideando algo y cuando fuéramos a recoger a Princeton, lo mataríamos.

Beta cada vez sonaba más alterada, su ira se reflejaba en su voz y en cómo movía las manos en gestos de querer golpear o apretar cualquier cosa, y eso solía ser la mesa otra vez.

—Beta, te confiaste demasiado —dijo Alpha mirándola aún arder en enojo—. Vamos a perder si seguimos subestimando así a los rebeldes, también saben pelear, y además varios nos tienen rencor e incluso cuentas pendientes con algunos de nosotros. En el Protocolo Omega, antes del Coliseum, no habíamos perdido a nadie por culpa de los rebeldes, aunque otras unidades sí; pero ellos sí que nos deben muertes a nosotros. No sé si di Rigo ya sepa que Mike mató a su líder, pero cuando se entere seguro que va a querer arreglar el asunto —la voz de Gaudin fue capaz de tranquilizar el ambiente, era una de sus mayores cualidades sin importar con quién estuviera tratando—. Y nosotros tampoco nos libramos. Sobre todo tú, Oxford.

Los dos chicos se miraron por unos segundos.

—No sólo llevas el antecedente de lo que sea que haya pasado entre los de la Royal Academy, ahora también tienes encima la muerte de Lucien Dark. Si Princeton o Columbia tuvieran la oportunidad, no dudarían en matarte e incluso buscar puntos por brutalidad; pero tú a Preston no lo puedes tocar, nadie puede.

—Estoy hasta aquí de ellos, ¿¡qué importan ya!? ¡Vamos a matarlo y punto! —estalló de nuevo Beta.

—El ajuste de cuentas de Princeton con Remington es de lo que más esperan los lanistas del Coliseum, nos comprometimos a ayudar a que eso suceda, si matamos a Princeton, más aún después de que los de la arena anterior hayan estado en tregua con Remington, nos van a caer encima los lanistas y también los otros del Centro.

—Tampoco es que Mehr ahora esté en buena posición para recriminarnos nada después de haber arruinado todo abriendo la boca cuando no debía. Y Simeon menos por lo que hizo.

Alpha suspiró mirando de nuevo a Beta quien al haber recordado lo sucedido en la arena anterior, tiró al suelo uno de los vasos de madera junto a un pequeño grito de coraje.

—Lo sé. Pero Cronus y Aqua, sí que pueden tirársenos encima. Cronus casi ni lo cuenta pero aún así siguieron respetando los acuerdos, estarían en todo su derecho.

—Alpha, son del Monte Olimpo, incluso están más bajos que los de la Unidad Luz y la Sombra, ¿qué importa que se quejen? Además, a este paso ya sólo van a quedar ellos dos, están cayendo uno tras otro.

—Pero Cronus es el líder, su palabra vale más que la de un miembro raso de nuestras unidades. Además a ellos los apoya la Unidad Sombra, por ende también la Luz, y lo más importante es que también la Imperial, si de verdad quieren jodernos pueden hacerlo. Y sabemos que si la palabra de alguien vale más que la de todos nosotros juntos, los líderes del Centro, esa es la del Zar.

—Danilov, hijo de perra... ¿por qué tarda tanto en morirse? —maldijo ella de nuevo.

Alpha se acercó a ella y la abrazó dejando sus labios cerca del oído de la chica.

—Ya hablamos suficiente, no sigamos teniendo a todo el país mirando —para terminar de disimular, se alejó lo suficiente como para poder ahora besarla unos segundos antes de mirar a Oxford quien aún estaba recargado en la pared de junto—. Ahora iremos en serio, no nos vamos a perdonar un próximo fallo. La misión es matar a quien se nos ponga delante para conseguir puntos, y si es Princeton, dejarlo lo suficientemente vivo como para que cuente como ganador cuando acabe la ronda, ¿de acuerdo?

En la otra fortaleza, el resto de chicos del Centro también estaba hablando de la situación. Bueno, Mike y Spectrum lo hacían mientras que Orion trataba de cuidar a Eos dentro de todo lo posible, sin tener muy buenas expectativas.

—Somos los que más puntos tienen en conjunto, no vamos tan mal —comentó Spectrum mientras afilaba una de sus dagas.

—Alpha, Beta y Oxford tienen 75 puntos en total, sólo vamos cinco por delante de ellos, y nuestra máquina de ganar puntos parece que está en las últimas —comentó Watt observando a Eos quien permanecía recostado con la cabeza sobre el regazo de Orion.

—¿Termino ya con su agonía y me gano unos 25 para mí? —preguntó Spectrum mostrando la hoja reluciente del arma.

—Maldita sea, no —negó de inmediato Mike con un gesto para que se quedara atrás—. ¿Sabes lo que pasaría si vieran que los del Centro nos matamos entre nosotros así de fácil? Además, es quien más puntos tiene; 25 a cambio de 40 no servirá de nada, los suyos se perderían. Debemos convencerlo de que se los transfiera a alguien antes de morir.

—Sabes que no será a ninguno de nosotros —comentó con las manos sobre su cintura.

—Pero sí a alguien que estará con nosotros.

Spectrum suspiró y caminó en un círculo hacia atrás con fastidio.

—No entiendo esta estupidez. ¿De qué sirve pelearnos por puntos entre nosotros los del Centro? ¿Es para ver quién es más gallito de todos? Pues déjame decirte que es una estupidez porque, por si no lo has notado, los tres grupos tienen como "líder" a alguien del Protocolo Omega. Ni siquiera es para ver qué unidad es mejor que otra. ¿O es que se están peleando para ver quién debería ser el líder de la Unidad? Tengo entendido que es un desastre.

—Lo que queremos es evitar quedar como los de la Segunda Fase. Simeon y Mehr se humillaron, se destruyeron con los errores que hicieron en su arena. Queremos demostrarle a los superiores que nosotros no somos iguales, aunque nos subestimen por la jerarquía del Centro.

—Sabes que se lo estás diciendo a alguien más bajo en la jerarquía que tú, ¿cierto? —el suspiro de Mike lo dijo todo, que recordara lo que habían hablado antes, por eso Spectrum dejó de lado el tema— Hagan lo que quieran, si quieres seguir ganando puntos para demostrar que fuiste mejor que tus propios líderes, si quieres aplastar a Sierra o aliarte con ella... lo que quieras. Pero ya te dije que no voy a ser tu otra máquina de ganar puntos. Yo los ganaré y estaré aliado a ti, pero yo quiero volver a casa, no voy a transferir nada.

—Quedamos en que cuantos menos enemigos, mejor, ¿no? —lo miró de reojo recibiendo media sonrisa por parte del chico en señal de paz antes de que se fuera hacia donde estaban los otros dos chicos.

—¿Qué, Eos? ¿Te sientes mejor? ¿Quieres un trago? —preguntó ofreciéndole el vaso en cuclillas, delante de la cama donde Orion estaba sentado con la cabeza de Dawn en su regazo.

Él negó lentamente con la cabeza a lo que Spectrum respondió con un gesto de no darle importancia y dejó el vaso en el suelo, cerca de la base de la cama.

—Lo dejo aquí por si más tarde se te antoja un poco.

Aquel mediodía parecía exigir un poco de calma después de todo el desastre que había pasado en los días anteriores. Por eso, tanto en el Coliseum, como fuera de este, todo lucía tranquilo.

Era la segunda vez que Genkei era enviada a Ashfield desde que sucedieron los problemas tras el Coliseum. La primera volvió con las manos vacías ya que en la única reunión que consiguió con un miembro del alto mando militar apenas le dijeron nada de la situación, principalmente porque todo seguía muy revuelto.

La gente estaba consternada además de enojada por la muerte de Jeanne y todo lo que vino después de esta. Pero el gobierno aún más, todo era un caos, no habían puesto siquiera a alguien al mando de la situación actual con el Centro, nadie quien liderara la defensa de Ashfield, no había a quién preguntarle.

Y tampoco había encontrado al único contacto que tenía en el ejército de la región. Pero esta vez pudo contactar con él, de hecho tenía planeada una reunión para esa hora.

No evitó darse una escapada en las dos horas de margen que tenía hasta la reunión para visitar a Evelyn, su novia desde hace dos años. La encontró en su casa, cancelando así su plan de buscarla como segunda opción en la escuela donde trabajaba dando clases, así que pasaron esas horas juntas. Charlando, riendo e incluso desayunando juntas, hasta que llegó la hora de la reunión.

Al tener el día libre, Evelyn se ofreció a acompañarla hasta el cuartel. Incluso podría echarle una mano pues conocía bien la zona y casi toda la gente de allí.

—¿Y podemos entrar sin más? —preguntó Gen al ver cómo la rubia cruzaba la puerta principal sin ningún cuidado. Los edificios en Ashfield eran impresionantes desde luego. Construcciones de piedra, casas rústicas enormes, molinos, torres y fortalezas eran lo más normal de ver; ninguno de los habitantes parecía afectado porque sus hogares fueran obras dignas de un museo así como los edificios públicos que transitaban diariamente. Ese era otro de los encantos de la región: a nadie parecía importarle que vivieran en el sueño de muchas personas.

—Claro, el cuartel es como la comisaría de esta zona, se puede pasar a las oficinas libremente, luego sólo pediremos permiso para ir adentro y listo —respondió con naturalidad justo al detenerse delante de una de las oficinas donde salió un hombre preguntando en qué podía ayudarlas—. Buenas tardes. Tenemos una reunión programada a las dos y media.

—Ah, sí, ya me informaron. Pasen. Siguiendo este pasillo llegarán al patio principal, por favor esperen en los asientos de ahí hasta que las llamen.

—De acuerdo. Muchas gracias —sonrió Evelyn siendo seguida por Gen—. ¿Ves? En el Centro se complican demasiado, aquí sólo hay que hablar las cosas.

—A veces me sorprende lo alivianados que pueden ser —admitió ella con una corta risa.

Llegaron al patio y se quedaron quietas unos segundos al ver cómo algunos chicos estaban practicando su esgrima en combates entre ellos. Era todo un espectáculo, por eso siguiendo caminando en silencio, rodeando el patio sin desviar la vista, hasta que hallaron un asiento que les permitía seguir observando los combates.

—Él es Edgar Partinus, unos de los miembros más destacados en el ejército. Antes del Coliseum se hizo un festival y él fue el protagonista, lo nombraron líder de la guardia personal del rey —comentó Evelyn discretamente mientras señalaba al mayor de los allí presentes.

—¿Es él? Había oído hablar de Partinus pero nunca lo había visto en persona —dijo ella observando al chico antes de soltar una risita—. Sí que tiene aire de ser el guardia del rey.

—¿Verdad que sí? Estudiamos juntos desde muy pequeños, lo conozco bien —sonrió ella—. Además es el actual príncipe.

—¿Cómo? —Gen la miró algo confundida— ¿Es príncipe pero a la vez de la guardia real?

—Ashfield realmente no es una monarquía, el rey gobierna por ocho años y luego se elige al siguiente, no hay una dinastía o familia real. Cuando acabe el reinado de Owen Partinus, volverán a ser una familia como cualquiera. Edgar sólo es príncipe por título, por ser hijo del rey, pero tiene su propia vida, debe buscarse un futuro. Cuando su padre deje de gobernar, él será de la guardia del siguiente rey, y así hasta que deje su puesto.

Estuvieron calladas un buen tiempo, mirando cómo combatían los chicos cuyas caras no se podían ver gracias a los yelmos que los protegían de los golpes con las espadas que, aunque no estuvieran afiladas, sí que provocaban golpes dolorosos.

Partinus se acercó a dos chicos que estaban combatiendo para así corregir principalmente la guardia que estaban usando.

Pero entre los demás, en el combate que destacaba porque uno de sus participantes era mucho más bajito que su contrincante, este parecía no tener el control de la situación y terminó por caer de espaldas haciendo que su oponente hiciera el gesto de amenaza una vez tirado y luego volviera hacia atrás para continuar.

—¡Jean Pierre, tienes un escudo, úsalo! —la atención de todos fue hacia aquella voz que llegaba desde las escaleras que ellas tenían detrás.

—No puedo bloquear y atacar al mismo tiempo —murmuró el chico al levantarse recogiendo sus armas para continuar el combate—. Y mi altura no ayuda mucho.

—Eso es lo de menos. Aunque entrenes mucho no vas a cambiar la forma de tu cuerpo, sólo puedes adaptarla a tu conveniencia. Usa el escudo para cargar contra él, no importa que te saque dos cabezas.

—Lo intento pero no lo consigo.

—No te detengas cuando choques contra él —tomó uno de los escudos y chocó suavemente con el otro chico—, él no es tu objetivo. Tu objetivo es llegar a algo que está detrás suyo, él sólo es un estorbo en el camino, no te detengas aquí.

Ahora hizo el mismo movimiento de chocar con el escudo pero consiguiendo romper por completo la guardia del chico para luego mirar al otro.

—Inténtalo conmigo.

Jean Pierre tragó saliva en ese momento, pero todos los demás que se habían detenido para observar también se compadecieron de Lapin y temieron porque les tocara a ellos después.

Él hizo su esfuerzo por cargar contra el mayor pero no lo consiguió. Le tomó varios intentos y gritos del opuesto, conseguir que perdiera su equilibrio y diera un paso atrás. Sus compañeros se alegraron por él al haberlo conseguido, y su mentor también aunque no lo pareciera.

—Muy bien, hazlo así siempre —caminó hacia atrás haciendo creer a todos que ya se retiraría, pero sólo tomó un yelmo y una espada a mano y media antes de darse la vuelta otra vez—. Ahora en un combate real.

La sonrisa de Jean Pierre se esfumó en segundos. Si sufrió intentando practicar el movimiento solo, hacerlo en un combate sería la muerte. Se puso en guardia y bloqueó con el escudo su primer ataque empezando a caminar hacia atrás.

—Te estoy llevando hacia donde yo quiero, no te dejes, empújame a mí —el mayor retrocedió para hacer ver a Jean Pierre lo fácil que era moverlo sólo con presionar un poco la guardia. Se escuchaban los ánimos hacia el más pequeño, pero no consiguió mucho—. ¡O'Brien, ayúdalo!

El chico siguió la orden y se unió al combate junto a Lapin, comenzando con un ataque directo que fue aprovechado por el menor para intentar atacar a su maestro. Pero nada más detener el ataque de Connant, bloqueó con fuerza a Jean Pierre incluso tirándolo al suelo. Pero antes de que pudiera dar algún golpe final a Lapin, Partinus se unió a favor del mismo.

—Un poco injusto, ¿no? —rio al bloquear el ataque de Edgar.

—Bueno, en el campo de batalla todo es injusto, ¿no?

—Muy cierto.

Aquello terminó como un enfrentamiento entre ellos dos. No solían ver a Edgar combatir con alguien de su mismo nivel así que todos prestaban máxima atención pues se trataba de algo casi único.

Había una notoria diferencia de altura y también de complexión, pero el combate aún así seguía muy reñido.

Finalmente, el más bajo cargó contra Partinus de lleno con el escudo, y aunque este se cubrió con el suyo, no fue tan rápido como para ver que el siguiente ataque era una distracción que nunca llegó a darle, pues una patada en su pecho lo tiró e inmediatamente la espada contraria se clavó en la tierra habiendo rozado su armadura.

—Muerto.

Suspiró y luego se rio para recibir la mano de su rival y levantarse.

—Nadie como tú, ¿eh? Hasta me humillas frente a mis alumnos.

—¿Quieres limpiar tu honor? —sonrió sin soltar su mano todavía con una sonrisa de complicidad.

—Yo sí, pero creo que tú tienes una cita pendiente —señaló con la mirada a las dos chicas que habían observado con asombro el encuentro.

—¿Una cita pendiente? —murmuró extrañado pero inmediatamente lo recordó y se dio la vuelta para mirar a las chicas— Maldita sea, lo olvidé.

—Corre —le dio un suave empujón y este fue hacia las chicas retirándose su casco.

—Lo siento mucho, no estaba atento a la hora —se disculpó con una mano en el pecho nada más llegar con las chicas.

—No te preocupes, siempre se te ha ido el tiempo cuando los espadazos y los libros están de por medio —rio Evelyn capturando entonces la atención del opuesto.

—Ay, Evy, no sabía que ibas a venir —la miró con sorpresa pero poco tardaron en abrazarse con cariño.

—Yo vine de acompañante, ya me voy —la rubia rio y tomó de los hombros al chico mostrándoselo a Gen—. Aquí tienes a tu cita, al conocido Leonardo Imperiale.

Él se acercó a Gen para saludarla con un beso en la mano, como era el saludo cortés en la zona, y ella correspondió con una sonrisa sin saber muy bien qué debería hacer.

—No sabía que se conocieran tanto. Me lo presentaste hace meses pero no pensé que fueran tan amigos —rio Gen al verlos.

—¿No lo sabías? Ay, pero si yo lo cargué cuando nació, soy como su segunda hermana —Gen supo que aquello seguramente iba en el sentido más literal posible ya que la misma Evelyn le contó que su madre al ser partera, en ocasiones la llevaba a ver a los bebés en sus primeras revisiones y más de una vez estuvo con ella cuando alguno nació, seguramente ese había sido el caso.

Él asintió con una risita y luego se dirigió a Genkei con una expresión amable.

—Vamos arriba, hablaremos en la oficina si le parece bien

Las chicas se despidieron y luego Gen se fue junto a Leonardo escaleras arriba. Recorrieron el pasadizo que rodeaba el patio interior donde los chicos seguían entrenando y llegaron finalmente a una puerta que los condujo al interior del edificio. Al fondo de aquel pasillo se encontraba la oficina de la que había hablado.

Le permitió el paso y ella se sentó a un lado del escritorio mientras él ocupaba el lado opuesto. Aunque Imperiale entró con bastante normalidad y disculpándose por el desorden de papeles que había en la mesa, Gen observaba maravillada cómo se encontraban en un castillo en toda regla, cómo su interior era tan magnífico como el exterior. Sentía que había viajado en el tiempo.

—¿Le ofrezco algo para beber? ¿Café, vino, cerveza, agua...? —preguntó el chico una vez acomodó un poco el escritorio.

—Ah, un café si no es molestia.

—Claro —sonrió y se levantó hasta una mesita que estaba en otro rincón de la sala, justo bajo un tapiz impresionante. Tomó un pocillo del que sirvió el café en una taza que ya tenía preparada y se la llevó a la chica— Aquí tiene. Sé que en el Centro y en otras regiones son muy de tomar café así que esta vez me preparé.

—Muchas gracias —sonrió al ver la emoción del chico—. ¿Aquí no se acostumbra a tomar café?

Él negó.

—Es algo bastante exclusivo. El café lo traen de Nagoya o China, así que es bastante caro y se ve como algo lujoso. Aquí se suele tomar agua, vino o cerveza; no mucho más.

Gen asintió algo sorprendida por lo que le estaba contando el chico, pero luego se sonrieron mutuamente, sorprendiéndose al caer en la cuenta de que la vez pasada en su reunión con Imperiale, él se encontraba muy serio, y ahora ya llevaba varias sonrisas.

—Bueno, ahora sí podemos comenzar. Señorita Sugawara, adelante —le cedió la palabra.

—Gracias. Principalmente vengo para saber sobre la situación desde aquí en Ashfield, y en todo caso poder llegar a algún acuerdo pacífico.

—En ese caso intentaré ser lo más subjetivo posible. Ashfield ahora mismo es una bomba de relojería para el Centro. Cualquier posibilidad de alianza en caso de una guerra quedó descartada desde el secuestro del príncipe, y durante un buen tiempo nos han tenido callados, apoyando como aliados o más bien prisioneros gracias a los rehenes y las amenazas, pero con Jeanne D'Arc rompieron cualquier equilibrio posible.

—Fue escogida porque, aunque Ashfield sea rebelde pero con influencia del Centro, al igual que El Myr, es una de las regiones de la prefectura, se mostró unanimidad en ese aspecto.

—Pero dijeron que su idea no era matarla, que ella tendría que volver a Ashfield, sólo debía participar para mantenernos controlados e incluidos como posesión del Centro. Y de todas formas sabían que ella cuando volviera, sería la llama que encendería las ganas de guerra de Ashfield después de veinte años. Pero al morir en vez de una llama, fue una explosión. Estamos fuera de su control... ¿Sino por qué más han reforzado los ejércitos en la frontera? ¿Por qué habría venido usted sino?

Ella suspiró y frente a un silencio mutuo, habló.

—Se quiere llegar a un acuerdo porque sabemos que no tardarán en atacarnos, así es. En el Centro se expanden los rumores diciendo que Ashfield tiene un ejército tan pobre que un enfrentamiento contra ellos provocaría un asesinato masivo, ni siquiera sería un enfrentamiento, sino un genocidio. Pero en verdad se teme que se alíen con los rebeldes. De ser así, el Centro perdería un apoyo y su enemigo aumentaría.

—Hacen bien en preocuparse —aquellas palabras hicieron ver a Gen que no habría esperanza en aquel acuerdo—. Pero no sólo por una supuesta alianza con los rebeldes, deberían preocuparse por el ejército de Ashfield. Nuestro actual rey ya tomó cartas en el asunto, y el ejército está listo para el enfrentamiento con el Centro. Ivar Aksnes ha tomado el mando militar.

Gen se sorprendió al escucharlo, y eso no ayudaba en nada con sus planes. Ivar Aksnes, un antiguo rey de Ashfield había sido, si no el mayor, uno de los mayores dolores de cabeza del Centro respecto a la región. Gracias a sus constantes ataques y amenazas, se crearon los pactos de paz con Ashfield, prometiendo el bienestar del príncipe y el otro niño secuestrado, además del apoyo hacia la región. Pero esos tratos perdieron valor una vez el rey terminó su periodo de gobierno, dejando a Ashfield únicamente como una región sometida, y dando pie al temor latente sobre la integridad de los niños secuestrados. Desde que Aksnes acabó su reinado, no se supo más de ellos.

—El honor es vital en nuestra región así como en el Myr, nos regimos por la defensa de este como sociedad. Pero cada individuo tiene sus prioridades, y yo que usted, tendría miedo de lo que es capaz un padre con tal de recuperar a su hijo. Anteriormente fueron ataques desesperados, la ira del momento; ahora han pasado veinte años, ha habido tiempo de sobra para preparar un ejército, un ataque, para descubrir cómo destruir al enemigo. Ahora es la ira acumulada durante veinte años.

Gen tragó saliva, viendo cómo parecía imposible siquiera proponer el acuerdo de nuevo. Aquella sonrisa al entregarle el café o al abrazar a Evelyn, habían desaparecido sin dejar rastro; hablar con aquel chico se volvía más difícil cada vez.

—¿Y hay alguna posibilidad de hablar con Ivar Aksnes? Si pudiera hablar con alguien que esté al mando de las operaciones de rescate y ataque, quizá podría...

—Ya lo está haciendo.

Por un momento ella se quedó desconcertada. Ashfield era demasiado tradicional, los puestos altos del mando y ejército se los daban únicamente a veteranos o a gente con influencia. Leonardo era un simple secretario militar la última vez que había hablado con él, y no era mayor de 25 años, en un principio parecería imposible que pudiera tener un puesto alto.

—¿Está en el...?

—Soy el segundo al mando en el ejército de Ashfield. Así que lo que hable conmigo sería como si lo hablara con su majes... con el general Aksnes —recapacitó rápidamente y continuó—. También tome mis palabras como oficiales.

Gen se vio obligada a confesar quién la enviaba en ese momento. Si siguiera hablando de su visita a Ashfield como algo oficial, enviada por el presidente o el alto mando del ejército, aquella reunión podría desembocar en una guerra adelantada en la que el Centro tendría todas las de perder por no estar preparado. Además de que ella y la Unidad Imperial se meterían en grandes problemas por haber hecho aquella visita sin permiso. Creían que Leonardo seguía ocupando un cargo bajo, que sería una charla no oficial.

—Debe saber que yo no soy una representante oficial del Centro. Fui enviada por el líder de mi Unidad de forma pacífica para hablar únicamente, no tome mis palabras como las del Presidente ni las de mi líder, tómelas como las mías propias, le está hablando Genkei Sugawara, nadie más —él asintió comprensivo, devolviéndole la respiración a Gen.

—No se preocupe, tomaremos esta como una reunión casual, lo que decidamos aquí no tendrá ningún valor. Pero sí le advierto que lo que yo le diga, no será sólo la opinión de Leonardo Imperiale, yo sí puedo hablar en nombre de Aksnes y el ejército de Ashfield, aunque no tenga valor en esta charla. Por eso le advierto a usted, señorita Genkei Sugawara, que la muerte de Jeanne D'Arc y la exposición del Príncipe de Ashfield sin discreción alguna en la retransmisión del Coliseum, para Ashfield fueron una declaración de guerra, y que en cualquier momento esta será devuelta.

—Lo tendré en cuenta, le aseguro que en mi unidad la información no se filtra fácilmente hacia el alto mando del Centro, así que no haré llegar la información de inmediato. De por sí el Centro no se encuentra en su mejor momento actualmente, las tensiones entre las unidades no ayudan.

—No importará mucho si se filtra, en cualquier momento les llegará la declaración oficial —admitió antes de beber al fin de su copa—. ¿Puedo saber quién es el líder de su unidad?

—Aleksander Danilov, es la Unidad Imperial.

En ese momento se ganó la mirada curiosa de Imperiale.

—¿Así que una enviada del Zar vino a reunirse con un enviado del rey? Qué gracioso —su sonrisa ahora no era tranquilizadora ni amigable. Bebió una última vez de su copa y la volvió a dejar en la mesa—. Quizá en el Centro no tenga ningún valor, quizá su apodo haya sido visto como algo aleatorio y sin importancia, pero aquí un título tiene su merecido valor, y aunque las dinastías hayan terminado hace años, se sabe bien que ha hecho suficiente como para merecer el título, como para ser digno de que otros lo sigan. Así que, por favor, dígale a su majestad de mi parte que tenga cuidado, que tome en cuenta a nuestro rey y sobre todo a nuestro general. Que sepa que lo que más le conviene a su imperio es entregar al Príncipe de Ashfield sano y salvo. Y que si desea venir a reunirse con el rey, no dude en hacerlo, será recibido como un zar. Le repito, aquí nos regimos por el honor.

Se despidieron, él la acompañó a la salida del cuartel donde la esperaba una carreta que la llevaría de vuelta a la frontera para volver al Centro. Nada más volver a la oficina, retomó su trabajo revisando todos los papeles y rellenando los informes adecuados. Pero cuando cayó la noche y apenas podía soportar sus brazos así como la espalda, se tomó un segundo para respirar.

Recargado sobre la mesa y deseando descansar al fin, tomó el dije redondo donde guardaba con gran cuidado la foto de su padre sentado, con su hermano Massimo, el mayor, de pie detrás de él; Giorgio, el mediano, de pie a su lado y recargado en la pierna de su padre; y él siendo aún un bebé de un año o poco más, siendo cargado por su padre. Miró la foto por eternos minutos, repasó las runas que estaban grabadas en el metal que la protegía, tocó el nombre de su padre que estaba grabado en relieve: Leonardo Imperiale.

Comenzaba a ceder ante el sueño, pero se negaba a soltar el camafeo. Lo que le había dicho a Gen era verdad, era el motivo por el que él a sus 22 años ocupaba un puesto tan importante en un gobierno tan tradicional y estricto.

Su padre había sido el capitán general del ejército de Ashfield desde unos pocos años antes de que Ivar Aksnes subiera al trono, pero él fue el rey a quien más lealtad debió, con quien más relación tuvo. Era su mano derecha junto a Sigmund Loubté. Él peleó en los ataques al Centro que propuso Aksnes para evitar ser tomados, más tarde defendió la región encontrándose demasiado lejos como para poder evitar el secuestro de los niños. Pero Leonardo era sólo dos años mayor que el príncipe secuestrado, él y sus hermanos jugaban con Noel en el castillo y estaban emocionados porque el príncipe creciera para jugar con él también. Ellos no vivían en el castillo, a diferencia de los Loubté, pero no era raro que los niños se quedaran a dormir. Y esa noche era perfecta para ello, pero el destino parecía que no lo había querido, pues Leonardo comenzó a enfermarse esa mañana y su madre se llevó a los tres a casa.

Su padre era consciente de que sus hijos también pudieron haber sido secuestrados, que fue por mera casualidad que esa noche la pasaran con su madre quien los refugió del ataque en el sótano de su casa. Por eso prestó su incondicional ayuda para rescatar a los niños. Incluso el rey participó en alguna misión. La lealtad de su padre a Ivar, junto a la solidaridad con sus dos viejos amigos, hizo que no se rindiera en las misiones. De hecho la última que se hizo fue cuando él, Leonardo Imperiale, fue asesinado en una emboscada de vuelta a Ashfield. Ivar detuvo las misiones por su nulo resultado además de aumentar las tensiones, y al ver que no sólo no ganaban nada, sino que habían perdido a grandes hombres.

Su padre era el hombre más fiel al rey, fue enterrado casi como uno, por eso Leonardo recibió con facilidad el cargo, pues no sólo llevaba la sangre de aquel quien murió por su reino, sino que Ivar no dudó en concederle aquel cargo para permitirle honrar la memoria de su padre, aunque también le advirtió que lo mantendría lo más lejos posible del campo de batalla.

En Ashfield había gente de varios orígenes. El actual rey era inglés, de ahí que ahora los castillos y cuarteles adoptaran los símbolos del origen del monarca. Los Imperiale eran italianos, aunque su madre tuviera sangre japonesa del Myr así como serbia, se reconocían como una familia de origen italiano; pero aún así, su padre siempre adoptó en todos sus galardones, reconocimientos e incluso en su escudo de familia, las marcas del origen noruego del rey. La tumba de su padre tenía el escudo familiar de los Imperiale junto al de los Aksnes, y debajo de su nombre, estaba escrito con runas un mensaje personal de Ivar.

Leonardo, en su ceremonia de ascenso se negó a colocarse una rosa en el traje, se puso una pluma blanca y negra de cuervo -símbolo familiar de los Aksnes- adornando el escudo de su familia. Igualmente prefirió que su espada, junto a la rosa del emblema de los Partinus, tuviera el lema de Ivar en runas. No fue tomado como algún tipo de insolencia, pues se juraba fiel a su rey, y su padre había demostrado serlo, es más, se veía como una forma de lealtad a uno de los reyes más fuertes, y una forma de honrar la memoria de su padre quien tan respetado fue en la región.

Aksnes lo apreciaba mucho al igual que a sus hermanos, de hecho ofreció toda la protección a su familia. Por eso concedió que Massimo y él fueran al ejército, respetando el ruego de su madre sobre protegerlos en lo posible. Ahora Massimo estaba en la zona fronteriza, orgulloso del puesto de su hermano menor, mientras que Giorgio siempre se mantuvo alejado del ejército, dedicándose a la arquitectura que tanto ayudaba a Ashfield.

Alguien le colocó una manta sobre los hombros para cubrirlo del frío húmedo de la habitación a pesar de la chimenea. Y viendo cómo aún tenía el dije en la mano sin fuerza, le acarició la cabeza provocando que se moviera y la manta se resbalara, pero cuando se la volvió a colocar mejor sujeta, tocó parte de su hombro haciendo que se despertara repentinamente.

Al notar la mano de la otra persona en su hombro, se asustó apartándola de inmediato antes de levantarse y alejarse varios pasos tratando de buscar la daga que tendría en uno de los muebles. Pero pronto vio que se trataba de Edgar quien se había asustado un poco por su reacción, pero supo entenderla e incluso se sintió un poco culpable.

—Tranquilo, soy yo —Leonardo prácticamente temblaba entre jadeos apretando el mango de la daga que le costó soltar.

Edgar recogió el dije que había tirado por su reacción y lo limpió revisando que no se hubiera dañado para devolvérselo tratando de tranquilizarlo.

—Aquí tienes, no se rompió —se lo dio en la mano con la que recientemente había soltado la daga, y le volvió a poner la manta sobre los hombros al ver cómo estaba sudando frío—. Toma, hace algo de frío.

—G-gracias —asintió con una mano en la manta y otra en el dije envolviéndose a sí mismo en la tela cálida.

—Siento haberte asustado así. Llamaron para invitarnos a cenar pero no respondiste así que entré a verte, pero no quise despertarte, sólo te traje la manta porque sino despertarías congelado.

Él asintió de nuevo y, con el cuerpo aún temblando, dio unos pasos adelante hasta que su cuerpo tocara el de Edgar recargando la cabeza en este.

El mayor suspiró con tristeza y lo rodeó con ambos brazos, viendo cómo se encogía asustado cada vez que deslizaba la mano por su pelo, cómo estaba reteniendo las ganas de llorar. Finalmente dejó una mano en su cabeza manteniendo el silencio y la tranquilidad varios segundos antes de hablar con lástima sin esperar una respuesta.

—Leonardo, ¿qué te hicieron?

El resto del día había pasado sin más eventos importantes, bueno, varios habían aprovechado para ganar puntos por su actuación al aprovechar el día tranquilo. Beta y Alpha obtuvieron quince puntos cada uno por una escena romántica un tanto apasionada, Mike y Spectrum obtuvieron sólo cinco puntos por haber evolucionado sus charlas sobre las jerarquías a una especie de amistad-rivalidad. Eos y Orion no intentaron obtener más puntos, Hunter realmente sólo quería sacar de ahí a Eos, no se estaba preocupando por actuar o ganarse a los lanistas. Pero si hubieran puesto un poco de empeño, podrían haber recibido algunos puntos también.

Crusoe y Davy habían sido beneficiados con otros diez puntos por el homenaje a Cálico que hicieron después de la comida. Y Njord se ganó diez puntos más por haberse convertido en el espectáculo del día al haber pasado un buen rato "jugando" con un lobezno. El animal junto a su madre se habían acercado al barco, y mientras que Jones y Rob tomaban su distancia y Hocus seguía durmiendo en la parte de abajo, Njord simplemente caminó hacia el muelle con un trozo de carne que le lanzó al lobo. Le pidió más pero sólo consiguió darle un trozo más pues tenían sus propias reservas de comida, pero al irlo racionando en pequeños trozos que lanzaba, el lobezno pareció coger confianza y cariño al chico, pues al regresar con él acariciaba su cabeza contra las botas de Snio. Incluso la madre del animal pasó de estar alerta a echarse en la nieve simplemente viendo a su cría correr.

Njord no tenía algún dispositivo especial, en su lugar tenía a Chione, una loba que había rescatado desde pequeña y la cuidó, terminando por entrenarla para ayudarle a las misiones. En Hokkaido era bien sabido que Chione para muchos significaba la salvación, pero para otros una muerte segura. Pues con una simple orden, atacaba a sus enemigos acabando con ellos sola en más de una ocasión; pero también la había entrenado para que ayudara con los rescates de la gente que quedaba atrapada en los edificios destruidos por los ataques y bombas.

Ya casi era el amanecer, pero aún así, Preston y Colby llevaban ya un buen tiempo caminando. Buscaban comida, pero también estaban dispuestos a cazar a otros competidores si es que se les cruzaban por delante. Aún no habían vengado la muerte de Lucien, aún no le habían agradecido a Beta por casi dejar a Preston morir congelado.

Se separaron por unos momentos, en unos veinte minutos más o menos se reencontrarían en el arroyo donde Colby estaría recogiendo agua. Mientras tanto Preston buscaba principalmente frutos o pequeños animales para poder comer, pues con lo que tenían de la caseta sólo les bastaría para un día.

El sol ya se estaba asomando, debían encontrarse ya para volver a esconderse durante el día y actuar de noche, ese era su plan.

Sólo con unas pocas bayas en el bolsillo, Preston se dirigió al arroyo. No estaba muy lejos, rápidamente empezó a escuchar el agua correr, pero también escuchó voces.

—¡No lo sueltes, mantenlo así! —insistió la voz femenina.

Se acercó lo más rápido que pudo pero se ocultó en un arbusto cubriendo su cabeza con la capucha negra para evitar ser visto. Se trataba de Beta y Oxford, él jalaba de una cuerda mientras que ella de otra sin que se pudiera ver quién era aquel desafortunado que había sido atrapado en la red. Se asustó por un momento, pero Colby debería estar más hacia el oeste, pero de todas formas era algún rebelde, y ahora él podía ayudarlo, evitar una muerte segura. Pensó en il Grande o Saturn pues no se había sabido mucho de ellos.

Analizó la situación y vio cómo parecía tener tiempo suficiente como para llamar a Colby y retenerlos mientras llegaba para poder pelear juntos.

Rob y Cálico les habían enseñado a silbar desde antes de llegar al Centro, esa forma de comunicación que usaban en la Cala Pirata les podía servir a más de uno. Y aunque no lo dominaban bien, el silbido era inconfundible, y servía por lo menos para alertar o pedir ayuda. Preston intentó decir el nombre de Columbia mientras salía de su escondite pretendiendo atacar. El sonido alertó a los otros dos chicos que inmediatamente lo vieron, pero cuando Beta se apartó, él pudo ver quién estaba siendo la presa.

—¡¡Preston!! —Columbia gritó nada más escucharlo.

Corrió cruzando el riachuelo de un salto y nada más aterrizar de nuevo, lanzó el hacha de menor tamaño, pero por unos centímetros no acertó en la chica, sino que quedó clavada en el árbol de donde nacía la trampa.

Oxford usó una lanza para intentar atravesar a Colby al estar indefenso, pero ahora con más libertad pues Beta había soltado una cuerda, pero aprovechó esta misma para poder esquivar la lanza y sujetarse de ella para evitar que la sacara de la tierra mientras intentaba escapar.

Preston sacó sus dagas y antes de darle tiempo a nada, atacó a Beta, sólo consiguiendo acertar un corte en su brazo. Al cubrirse la herida, él la empujó hacia el riachuelo para alejarla unos segundos y lanzar el siguiente cuchillo hacia la pierna de Oxford dejando que Columbia escapara, aunque ya hubiera obtenido algunas heridas menores de parte de Baron.

Sacó su hacha el árbol y se dispuso a enfrentarse a Oxford aún siendo este un combate sumamente desigual por la fuerza y altura, pero al darse la vuelta pretendiendo tener controlada a Beta, la vio sacar su espada del cuerpo de Colby que había sido atravesado por completo.

Se heló en ese momento, por un momento todo el mundo se quebró, no podía estar pasando eso.

—¡Vámonos! —gritó ella dejando e Columbia en el suelo para luego correr junto a Oxford hacia la base del barranco.

Preston corrió unos metros detrás de ellos lanzando sus dos dagas y el hacha sin acertar a ninguno, pero luego su mente completamente nublada tomó prioridades.

—Columbia —se arrodilló a su lado.

El pelirrojo estaba sobre su costado, abrazando su torso inútilmente y sin dejar de escupir sangre aunque en menores cantidades a comparación de la que salía por su herida.

Sin pensarlo dos veces se quitó la ropa, aquella prenda negra de tela gruesa que hacía de camisa así como de chaqueta para Princeton, la que ahora, justo como dijo Colby aquella mañana en la playa, olía a humo por haberse secado sobre el fuego. Rodeó el torso de Columbia con esta consiguiendo un nudo que apretaba más y más para detener inútilmente el sangrado. Lo levantó hasta ponerlo contra el árbol, pudiendo ver cómo ya estaba perdiendo por completo el color, cómo los únicos tonos brillantes que quedaban en su cara eran los del carmín de su sangre.

Preston lo miró sin poder aceptar lo que venía irremediablemente. ¿Si no se hubieran separado los habrían atrapado de igual forma? Si hubiera asesinado a Beta en vez de empujarla ella no lo habría matado, pero quizá Oxford sí. Sentía un dolor comparable con el de la herida en el cuerpo de Colby, que comenzaba a recorrerle cada nervio en el cuerpo.

—Preston —pero oír su voz una vez más, aunque fuera así de quebrada, lo hizo volver al mundo por unos segundos más—. Lo que dije en la mañana... Esta... no es una muerte humillante, ¿verdad?

Las lágrimas se escapaban sin control de sus ojos mientras que no podía cambiar la expresión de impacto en su rostro. Negó sin poder decir nada más, las palabras no podían salir de su garganta. Pero entonces Colby rio sin apenas fuerza.

—Qué mal... No quería que este chiste tuviera un final triste, pero al parecer sí.

Finalmente Preston pudo soltar un sollozo que lo hizo recuperar la movilidad sobre su cuerpo y lo primero que hizo fue abrazar a Colby.

—Yo no quiero que acabe —tomó aire sin poder aceptar que aquellas respiraciones lentas y dolorosas serían de las últimas que le escucharía tener a su mejor amigo—. Colby, no... tú no, por favor.

—Lo siento —murmuró mientras sentía cómo su vista se nublaba por segundos, pero al esforzarse por mirar de nuevo, divisó las ruinas de un pequeño altar. Tocó el hombro de Preston para que se separara de él—. Preston, las ruinas.

Pero él lo miró sin entender.

—Coge mi insignia y ve, te transferiré mis puntos, debe haber algún lector ahí —pero cuando Preston parecía estar a punto de negarse, él lo quiso empujar—. ¡Corre, ya no hay tiempo!

Preston tomó la insignia del cinturón de Colby y corrió como nunca lo había hecho hasta las ruinas donde buscó en cada piedra un lector hasta que lo encontró y encajó la insignia de Colby.

—Transfiero todos mis puntos a Preston Princeton —dijo lo más claro que pudo. Y Preston pudo ver cómo la transferencia se completaba finalmente.

—Preston Princeton tiene un total de 70 puntos, Colby Columbia queda con un total de cero puntos.

Columbia suspiró con tranquilidad al oír eso y rápidamente vio a Preston quien volvía corriendo hasta quedar a su lado.

—Espero que te ayude al menos un poco —dijo al sentir el abrazo de Preston una vez más.

—Colby, gracias —murmuró aún entre lágrimas que comenzaron a escurrir por el rostro de Columbia también.

—Vuelve a casa, Uta te está esperando y tu padre también —le acarició la espalda con las manos heladas, casi sin poder sentir nada más—. Dile a Alistair que lo siento, que no pude proteger a Lucien. Y dale también las gracias a los demás: a Yale, Sakura, Samford, King... Diles que los quiero.

Decirle que él mismo sería capaz de hablar con ellos era una absoluta mentira, una burla prácticamente, por eso sólo asintió tratando de disfrutar aquel abrazo que sería el último.

—Preston...

—Dime —murmuró sin separarse.

—¿Vas a matar a Oxford? —su pregunta lo desconcertó. Era obvio que sí, esa era su idea desde el principio, pero si lo preguntaba, ¿era porque debía decirle algo sobre eso? ¿No quería que lo hiciera?

—Sí —pero no había tiempo para pensar, tampoco es como si pudiera engañar a aquel que lo conocía mejor que nadie.

—Hazlo —sonrió con debilidad recibiendo la mirada de Princeton—. Puedes imaginarte cómo duele esto... pero sé que a ti te está doliendo mucho más. Entonces haz que sufra... devuélvele todo lo que hizo. Él mató a Lucien... le dije que le iba a cortar la cabeza pero ya no voy a poder así que...

—No le voy a regalar una muerte rápida, tranquilo —le apretó la mano viendo cómo cada vez sus ojos brillaban menos—. Los voy a vengar, voy a hacer que muera arrepintiéndose de haberles puesto una mano encima, y a Beta también.

Entonces Colby negó con la cabeza.

—A ella quítale lo que más quiere.

Preston asintió tras pensarlo unos segundos, pero al ver cómo ya Colby ni siquiera podía seguir respirando sin escupir más de la sangre que había empapado su ropa, volvió a abrazarlo mientras que Columbia correspondía pudiendo sentir las cicatrices de Preston con los dedos.

—No se lo voy a poder decir a los demás pero a ti sí... Te quiero, Preston —habló ya con sus últimos alientos—. Gracias por todo, hermano.

—Y yo a ti... Pero soy yo quien te debería agradecer —murmuró con la voz ya rota por completo sintiendo cómo Colby negaba.

—Gracias, Preston.

Luego ya no pudo oírlo más. Dejó de sentir su respiración y segundos después su corazón tampoco latía más. Miró cómo había muerto con una expresión tranquila, cómo a pesar de su palidez y la sangre, aún parecía querer sonreírle una última vez.

Lo abrazó con fuerza permitiéndose unos minutos de llanto por Columbia. Pero si se quedaba ahí podrían atacarlo también y aquella promesa que le hizo habría sido en vano.

No tenía suficiente fuerza como para cargarlo, por eso lo tomó del torso y lo arrastró sin pausa hasta las ruinas del altar donde lo colocó entre aquellas rocas que ahora serían una especie de mausoleo para su mejor amigo.

Aún con lágrimas en los ojos pero la expresión simplemente entristecida, le quitó la camisa que usó de torniquete y ahora estaba empapada en sangre. Su mano quedó completamente manchada, pero exprimió un poco más de sangre en su dedo para así, mirando el rostro de su compañero, trazar una línea en su mejilla derecha que la atravesaba por completo, justo como la cicatriz de Columbia.

Antes de ir a lavar su ropa para tener algo con lo que cubrirse, tomó en su mano la insignia que Colby le había entregado minutos atrás, jurándole que cumpliría todo lo que habían dicho mientras el crudo amanecer comenzaba a bañarlos. Le daría su mensaje a todos aunque ya lo hubieran escuchado en la transmisión, vengaría a Lucien matando a Oxford, y le arrebataría a Beta lo más preciado para ella.

—Beatriz Brown recibe 25 puntos por el asesinato de Colby Columbia —era la voz de Einar quien lo anunciaba. Había escuchado aquella despedida que consiguió llegarle al corazón aunque ya hubiera habido otras más a lo largo de las arenas. Y al no poderle dar puntos a Preston, por lo menos mostró un poco de respeto manteniéndose neutral como le ordenaban—. Ahora recorre el camino hacia el Valhalla, donde viven los inmortales.

*** *** ***

SEGUNDA RONDA. Arena Nórdica (Vikingos y celtas)

Preston Princeton - 70 puntos

Riccardo di Rigo - 70 puntos

Beatriz Brown, Beta - 65 puntos

Alvar Gaudin, Alpha - 40 puntos

Eos Dawn - 40 puntos

Hocus Sesame - 35 puntos

Njord Snio - 25 puntos

Rob Crusoe - 25 puntos

Baron Oxford - 25 puntos

Terry Archibald - 25 puntos

Davy Jones - 20 puntos

Orion Hunter - 20 puntos

Michael Watt, Mike - 15 puntos

Dawntavius Spectrum - 15 puntos

Ringo Saturn - 15 puntos

Sierra Noor, Sierra - 15 puntos

Alessandro il Grande - 10 puntos

Colby Columbia - 0 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Beatriz Brown]

Erik Stephens, Eco - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Riccardo di Rigo]

Harkness Torchwood - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Eos Dawn]

Ryan Blake, X-Ray - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Colby Columbia y Preston Princeton]

Lucien Dark - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Baron Oxford]

Ethan Ziegler - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Riccardo di Rigo]

Perses Destroyer - 10 puntos [FALLECIDO → Asesinado por Hocus Sesame]

*** *** ***

Y este fue el capítulo 14, así es, intenso como merece ser. Si no me falla, en Survivors, el capítulo 14 era donde los Sesame hacían de las suyas, así que es el número de la intensidad.

Esta vez la vida nos arrebató a Columbia, nos trajo más discusiones de los chicos del Centro y nos presentó la vida en Ashfield junto a un par de personajes que sería buena idea recordar.

La verdad es que la muerte de Columbia es algo que me dolió mucho pensar, y cuando la escribí sí lo sufrí ;_;

Espero que aún así les haya gustado. Y si el capítulo 14 vino potente, agárrense porque el 15 viene igual.

¡No olviden escuchar la música de la multimedia!

Atsushi~

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