Hell Above - Único
Advertencia:
Este one-shot contiene material religioso y mención al suicidio que podría ser sensible, leer con precaución.
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Cuando un humano necesita un ángel guardián, Dios lo crea para satisfacer las necesidades de sus semejantes.
Así nació Minho, en el cielo y como espíritu puro, a la completa disposición de Dios, con la única misión de cuidar y proteger la vida de aquél a quien se le encomendara. Su existencia había sido de ese modo desde hace miles de años.
Minho escuchó el llanto de todos los recién nacidos que había cuidado, su primer palabra mal pronunciada en tantos idiomas distintos cómo para ser capaz de escribir una lista infinita. Miles de vidas habían pasado frente a sus ojos, y recordaba la primera vez de esas almas pecando.
La mayoría terminaban repentinamente arrebatadas de la tierra gracias al mal de otros hombres y el daño acumulado tomando la forma de arrugas, heridas, cicatrices físicas y emocionales, enfermedades que sus cuerpos mortales no soportaban para finalmente perder la vida que Dios les regaló. A veces, ellos mismos tiraban esa oportunidad.
Minho era un espectador que dejaba al regocijo más puro recorrer su ser cuando sus almas asignadas eran recompensadas con la gloria del cielo, lloró cuando se perdían en la incertidumbre del purgatorio, su ser había sucumbido al dolor por cada alma que cuidó cómo si fuera la suya propia y que ardería en el infierno en un sufrimiento eterno mientras él no podría ayudarlos nunca más.
En aquella ocasión, su espíritu se rompía debido a la segunda situación. Observaba el cuerpo de Christopher Bang Chan recostado en la camilla de una habitación de hospital, apenas cubierto hasta la cintura por la delgada manta de hospital color celeste, y convertirse poco a poco en un cascarón vacío. El chillido del monitor de signos vitales clamaba por la atención de los doctores que intentaban reanimarlo inútilmente. Dios ya había tomado una decisión. Minho no dejó de pensar en que Chan era un alma demasiado joven, que repartió amor hasta donde su cuerpo se lo permitió. Él era un chico alegre, que luchó duro por sus sueños, una buena persona, un buen ser humano que nunca lastimó a nadie a propósito.
Chan merecía el cielo, pero quizá nunca obtendría tal recompensa porque en vida dudó de la existencia de Dios y una vez perdió la fe, también perdió la entrada al reino de Dios. Terminó en el purgatorio como castigo.
Cómo ángel guardián que era Minho, junto al dolor venía la vergüenza de no haber podido cumplir con la misión que Dios le había dado, pero los humanos son independientes y hacen lo que ellos quieren en aquél banal mundo, donde la línea entre el dolor y la felicidad es tan difusa que ni siquiera ellos saben en qué lado están. Era frustrante, y no hubo momento para lamentar su pérdida.
De inmediato, le asignaron un nuevo humano, alguien más para llenar el vacío que Chan había dejado. Así funcionaban las cosas para todos los demás ángeles, morir y ser reasignado. Sin derecho a llorar, a darse un momento para sanar.
Que desgracia era ser guardián ¿Los demás ángeles se sentirían así, o era sólo Minho? Quizá era imperfecto cómo aquellos humanos, de mentalidad y emociones débiles e incongruentes.
Recibió un regaño, porque Dios no cometía errores.
Se suponía que Dios consoló su espíritu con un nuevo y pequeño ser: Hwang Hyunjin. No había tenido tiempo para lamentarse por Chan, pero en cuanto le vio lo supo, él iría al cielo porque Minho iba a encaminarlo y protegerlo. A cada alma que viniera después de Chan, la llevaría al paraíso.
Aunque no tuviera permitido volver a ver a ninguna de las almas que había cuidado, Minho quería darles aquella alegría, a Dios y a ellos.
Los primeros años de su pequeño fueron bellos. Hyunjin, desde niño era ferviente creyente de Dios y su palabra. La devoción que le tenía a Dios era enternecedora, y Minho se divertía escuchándolo rezar, pidiéndole interceder por él ante su señor.
Cuidarlo, más allá de ser una tarea se convirtió en algo que su ser disfrutaba. Minho no olvidaba sus fallos ni a las almas perdidas, sin embargo tenía fe en Hyunjin.
Pero las cosas cambiaron; Hyunjin cambió.
Comenzó cuando Hyunjin cumplió los 15 años. En las oraciones del chico había un nombre que había comenzado a repetirse con cierta frecuencia y la razón que las motivaba pasó de ser, pedir por su bienestar, a rogarle a Dios que le perdonara por tener pensamientos pecaminosos respecto a Han Jisung. Minho lo entendía, porque Hyunjin más allá del hecho de pensar de forma lujuriosa hacia alguien, este alguien era un hombre.
Y dolía ver a su pequeño llorar en silencio por amar. Si bien Dios no consideraba un pecado el amar a una persona del mismo sexo, los humanos habían adquirido aquella asquerosa creencia y torturaban a los inocentes que más que nadie profesaban la palabra de Dios, y amaban a su prójimo sin distinción. El error de Hyunjin se limitaba simplemente a pensar de formas pecaminosas.
Desgraciadamente, Hyunjin se vio envuelto en aquella nube de confusión, terminó lastimado y lastimando a la gente a su alrededor. Rara vez se refugiaba en Dios para algo más que pedir perdón por "ser así, por haber nacido así".
Cuando Hyunjin cumplió los 18 años, él ya estaba sumido en lo más profundo de la culpa. Minho había perdido la cuenta sobre cuantas veces había visto a su pequeño llorar hasta quedarse dormido, el número de azotes en la espalda que había recibido cuando su padre se enteró. O peor aún, cuantas veces rompió la palabra de Dios para hacer felices a los mundanos.
Mentira tras mentira, Hyunjin dejó de ser aquél adorable chico que sonreía sinceramente y, terminó siendo aquél lleno de pecados, que amarró una soga en el barandal de las escaleras del segundo piso, acabó con su vida y por consiguiente, también se condenó al infierno.
¿Cómo podía un ángel soportar aquello? ¿Por qué Dios dejaba sufrir a las personas que menos lo merecían? No importó cuanto le rogó a Dios, este se negó a dejar la desgraciada alma de Hyunjin en el purgatorio.
Las últimas palabras de Hyunjin lo perseguían. Su último grito de ayuda al que no pudo responder porque no lo tenían permitido. Minho se preguntó entonces qué importancia tenía ser su guardián si no podía hacer nada más que intentar influenciar las decisiones de quienes cuidaban.
"No pases por ahí, es peligroso ese callejón". Chan lo había hecho de todos modos, lo habían apuñalado, y había muerto.
"No actúes bajo el enojo, te vas a arrepentir". Changbin lo ignoró, y perdió el amor de Lee Felix para siempre, vivó infeliz y solo hasta el fin de sus días.
"Amar a otros hombres está bien Hyunjin". Sin embargo, Hyunjin se reprimió toda la vida.
A Minho le dolía, porque se había enamorado de Hyunjin.
-Dios, hay un cielo encima ti, pero yo tengo un infierno sobre mí. Es injusto, ¿Qué más puedo perder en este punto?
Las lágrimas caían de los ojitos de Hyunjin, y Minho suplicaba que Dios le mandara una señal a Hyunjin que lo detuviera, que lo convenciera de no hacerlo.
-Ángel de mi guarda, si me voy estaré solo, y no quiero estarlo -dijo, colocándose la cuerda al cuello-. Déjame rogar por tu amor, ya que no hay diferencia. Sé que suena estúpido, pero, si me fuera al infierno, ¿irías conmigo, por favor?
La respuesta a aquella pregunta lo condenaría al eterno repudio, porque sí. Él iría mil veces al infierno para salvar el alma de Hyunjin, pero ya que no podía, al menos estaría con él, haciéndole compañía durante aquél sufrimiento eterno.
Vería a Hyunjin, quizá, se encontraría con todas las personas que había cuidado.
Minho aceptó su destino, Minho tendría un infierno encima, pero estaba bien. Él era imperfecto, no era cómo los demás ángeles guardianes.
Los demás no lloraban las muertes de sus encomendados, no cuestionaban a Dios, no eran imperfectos, no se enamoraban.
Si Hyunjin consideraba que rogar por amor era estar solo, entonces podrían estar solos juntos, porque Minho ya le había rogado a Dios que les diera un poco de amor a las almas que había cuidado.
-Voy en camino, Hyunjinie.
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