Capítulo 2
-Entra en el baño.-Me dice mi abogada, señalando una puerta azul dentro de la habitación, de la cual ni me había percatado.
-¿Por qué?-Pregunto desconfiada.
-Ahí tienes la ropa que necesitas, cuando salgas, hablaremos sobre todo lo que necesitas saber.
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que voy vestida simplemente con una bata blanca de hospital.
Aún desconfiada, y mirando a Christie fijamente (aún sin acostumbrarme a su cambio radical), me planto delante de la puerta, la cual está al lado de la cama. Christie me observa sentada en la cama, esperando que abra el pomo y haga lo que ella me ordena.
Nerviosa por lo que me pueda encontrar al otro lado de la puerta, aguanto fuertemente el pomo, mentalizándome de que estoy siendo paranoica, y de que detrás de esa puerta solo hay un baño normal y corriente, nada más. Giro el pomo de la puerta, y rápidamente, la abro.
Definitivamente... solo es un baño. Lo que me sorprende, es que es completamente blanco, sin ni un solo atisbo de color azul.
Me giro una vez más para observar a Christie, quien me hace un gesto con la cabeza para que entre.
"Me encerrará aquí dentro durante semanas, moriré por sed y hambre, habrá conseguido cualquiera que sea su objetivo".
Agito fuertemente la cabeza, volviendo a pensar que no hay razón para toda la paranoia, y entro sin pensármelo dos veces en el baño, cerrando fuertemente la puerta detrás de mí.
"¿Soy yo? ¿O acabo de ver a Christie sonriendo mientras cerraba la puerta...?"
Echo un vistazo a mi alrededor, el baño es muy pequeño, la bañera es minúscula, hay un retrete, un lavamanos, un espejo sobre este, y nada más.
"Espera... Un espejo".
Lentamente, me paro frente al espejo, observando mi reflejo definidamente. No recordaba cómo era mi rostro, y no me lo había planteado ni un solo segundo.
Me paso la mano por la cara, morena, un par de ojos oscuros de tamaño normal, una nariz larga rodeada de unas pocas pecas y unos labios medianamente gruesos. Un cabello mediano y ondulado, de color castaño.
Siento una extraña sensación al ver mi rostro, como si estuviese mirando a una persona que no soy yo, como si alguien totalmente distinta me mirase frente a frente. Pero es normal ¿No? No recuerdo prácticamente nada, pero simplemente, esperaba sentir alguna sensación de familiaridad.
"Siento que esta no soy yo... ¿Pero cómo puedo saberlo? Es un simple instinto, y algo me hace sentir que este rostro, este cuerpo, no es mío, pero entonces ¿Quién soy?"
Suelto un suspiro, desviando mi mirada. Encima del retrete, hay ropa bien doblada. Es un mono, parece un mono de trabajo, muy ancho y completo, le acompañan unos guantes y unas botas, todo de color negro.
Me cambio la ropa y me vuelvo a mirar al espejo, mientras me subo la cremallera del mono. Veo una mirada decidida, o asustada, no lo tengo claro, una extraña mezcla entre las dos. Me coloco los guantes y me pongo rápidamente las botas, dejando la bata del hospital encima del lavamanos, ya sabrá Christie qué hacer con ella. Vuelvo a agarrar el pomo de la puerta, no sin antes mirar una vez más ese desconocido reflejo, y la abro, volviendo a adentrarme en ese recargado azul.
-Siéntate.-Me dice, o más bien ordena Christie, señalando la cama.
La miro de arriba abajo, sorprendida por lo poco que concuerdan su personalidad con su manera de vestir y decorar.
Hago lo que me dice, mientras ella coge una silla (azul) y se sienta delante de mí, como si estuviese a punto de interrogarme.
-Pregunta.
Me quedo en silencio mirando al suelo de la habitación ¿Qué debería preguntar exactamente?
-Sé que tienes preguntas, y muchas. Intentaré responderte a cada una de ellas.-Dice mientras me observa expectante.
-Yo... no recuerdo nada.
Christie bufa.
-Eso ya lo sé niña, no me preguntes sobre tus recuerdos, no sé nada sobre tu pasado.
-No soy una niña, tengo 22 años.
-Y una niña respondería de la misma manera.-Pongo los ojos en blanco ante su respuesta.-Dime Helena ¿Cómo es que conoces tu edad cuando en teoría no recuerdas nada?
Levanto la mirada y me encuentro con los ojos de Christie, quién de repente está sonriendo, en ningún momento me había planteado esa pregunta.
-No lo sé.-Le respondo simplemente.
-¿Y cómo es que sabes que te llamas Helena, cuando no deberías recordar ni tu propio nombre?
-Tampoco lo sé Christie, y tú lo sabes perfectamente.
Su sonrisa crece, es obvio que tan solo intenta agobiarme, así que le pregunto:
-¿Cómo es que tú sabes cómo me llamo? No recuerdo habértelo dicho en ningún momento.
-En ese tema ya no te toca entrar, cosas de espías. Pero puedo decirte que al ser tu abogada, he de saberlo todo sobre ti, todo, exceptuando tu vida pasada, eso solo lo tienen permitido saber otros rangos.
-¿Qué otros rangos Christie? ¿A quién le he de preguntar? Si hay alguien que me conoce más que yo a mí misma, has de presentármelo. Ya no sé quién soy, así que dime ¿Quiénes son esas personas que retienen mis recuerdos como si fuesen simples desechos, y no algo que forma parte de mi vida?
-No sabes lo que hacen con los recuerdos de cada uno, no es lo que tú piensas.-Me siento victoriosa al ver como la sonrisa de Christie decrece al saltar a la defensiva.
-¡Pero son mis recuerdos! Yo soy la única que debería de saber sobre mi vida, no cualquier otra gente ¿Por qué he perdido mis recuerdos Christie?
-¡Ese no es el tema Helena!-Exclama con la cara roja de ira, como si mis preguntas fuesen demasiado para ella, cosas de las cuales sabe la respuesta, pero está obligada a guardárselas para sí misma.
-Es verdad, no me puedes responder, si no, "el jefe" podría castigarte.
Los ojos de Christie se abren de golpe, y esta vez soy yo la que sonríe.
Ella suspira unas cuantas veces, intentando calmar su ira, y dice:
-Estás disfrutando con esto ¿Verdad?-Yo no le respondo, simplemente la observo, esperando su respuesta a cada una de mis preguntas.-No sabes nada sobre la sede niña, este es un mundo duro, no un simple juego. El jefe es el líder y todos los demás somos sus secuaces, así que ten cuidado con cada palabra que dices, porque en este sitio, todo se ve, todo se sabe, y todo se escucha.-Dice bajando el tono de voz y mirando a su alrededor, como si se estuviese asegurando de que lo que ha dicho no se ha escuchado, aún teniendo en cuenta el hecho de que estamos las dos solas entre cuatro paredes.
Me quedo callada, y Christie también, contengo la respiración y ni siquiera sé porqué.
Entonces Christie rompe el silencio.
-Puedes preguntar lo que quieras, mientras sean cosas que pueda responder.
Y esta vez le hago caso.
-¿Qué es esto de que eres mi abogada? Pensaba que tan solo era una tapadera.
-Esperaba que me lo preguntases, verás Helena, todos empezaron como tú, siendo acusados por algo que no recordaban, y rescatados por nosotros, los abogados. Lo que nosotros hacemos es proteger a nuestras víctimas, y sí, la palabra víctima también tiene un significado distinto en la sede, vosotros sois el sacrificio necesario para crear un mundo nuevo.
-¿Sacrificio?-Pregunto incrédula.
-Sí, pero no es lo que tú crees, irás a misiones de espías y ese tipo de cosas, y bueno, todos acaban muriendo en alguna que otra misión, todos sois un sacrificio para alcanzar el mundo nuevo, tú no serás la excepción, es prácticamente imposible que sobrevivas a una cierta cantidad de misiones, por eso siempre conseguimos a nuevos reclutas.
Me quedo paralizada ante lo directa que ha sido Christie, me acaba de decir que muy pronto podría morir como si no fuese la gran cosa.
-¿Los abogados también mueren en mayoría?
-Los abogados somos un caso especial, no eres la primera que ha estado a mi cargo Helena, vamos pasando de víctima en víctima, cuando fallece una, reclutamos a otra, y nuestro deber es impedir que muera en las primeras misiones, sería un desperdicio de espías, nosotros no morimos porque somos... especiales, tenemos ciertas cualidades, pero eso lo entenderás a medida que pase el tiempo, no ahora.
-¿Quién es la persona que ha sobrevivido a más misiones?
La mirada de Christie se oscurece, y tengo la sensación de que ya sé bien lo que está a punto de decirme.
-Es el jefe.-Me dice, esperando alguna reacción de mi parte.
-¿El jefe es una víctima? ¿Cómo es eso posible?
-Esa es una larga historia Helena, todo a su tiempo ¿Alguna otra pregunta?
Ah, sí, ya se me había olvidado...
-¿Quiénes son los otros?
-¡Bienvenida a la sede Helena!-Exclama Christie mientras abre la gran puerta de par en par, e inmediatamente, el ruido llega a mis oídos amenazando con dejarme sorda.
Parece ser un comedor, pero un comedor gigante, en el cual un montón de gente va vestida con monos negros, demasiada gente. Ellos son los otros, las muchas otras víctimas que llegaron a la sede de la misma manera que yo.
Van de un lado hacia otro, unos se paran a mirarme como si fuera una extraña, aunque claro, lo soy. Se pelean, insultan, abrazan, pero sobretodo gritan, y mucho.
-Este es tu nuevo hogar Helena.-Dice Christie, dándome un pequeño empujón.-Intenta hacer amigos, que aquí nadie sobrevive solo.
-¿Sobrevivir a qué?-Pregunto, al no oír la respuesta de mi abogada me giro, pero ya no está.
Me quedo plantada delante de la puerta, observando todo a mi alrededor, antes de avanzar a pasos lentos hacia... hacia cualquier parte.
O más bien lo intento, pues es imposible caminar entre tanta gente.
-¡Disculpad... Paso!-grito entre todo el jaleo, los empujones y las miradas.
Pero nada sirve, no puedo avanzar con todos estos salvajes delante de mí, e intentando volver a avanzar, siento un fuerte golpe en el estómago que me hace caer.
Hago una mueca de dolor intentando levantarme, y en ese mismo instante, aparece un chico delante de mí, quien me extiende una mano para ayudarme.
Me levanto con su ayuda, y me dice:
-Nueva ¿Verdad?-Asiento con la cabeza.-Siento todo esto, no somos muy civilizados que digamos, tendrás que acostumbrarte.
La sonrisa del chico me hace sentir menos incómoda ante la situación. Es alto, tiene el pelo azabache y unos claros ojos verdes, y pude notar su fuerza cuando me ayudó a levantarme.
-Soy Helena.
-Leonardo Matthews Spence Leon, puedes llamarme Leo.-Me es inevitable soltar una risa.-O me puedes llamar Matt, lo que tú quieras, o Spence, o...
-Lo entiendo, Leo... Matt... Spence.- Esta vez es él quien ríe.
-Bienvenida al manicomio Helena.-Me sonríe, y yo hago lo mismo.-Ven, te llevaré con tus amigos, me parece que he oído hablar de ti.
¿Qué amigos?
Leo me coge de la mano prácticamente arrastrándome entre la multitud, me sorprende ver cómo la gente se echa a un lado dejándole paso, como si fuese algún tipo de dios.
Leo me lleva hasta una mesa, donde entiendo a quiénes se refería con "mis amigos".
Son mis cómplices del delito.
Los dos chicos me observan sin decir ninguna palabra.
-Soy... Soy Helena.
-Llámame Roger.-responde el chico rubio.
-Yo soy Bryan, supongo.
-¿Supones?-Pregunto.
-¿Acaso tenemos alguna prueba de que estos son nuestros nombres reales?-Bryan me mira serio, y me percato de que la charla que Christie me dio es algo que hacen todos los abogados con sus nuevas víctimas.
-No llevas puesto el número de identificación.-Señala Leo-Matt-Spence.
-¿Número de identificación?
Recuerdo la charla con los dos agentes sobre un número que Christie me tenía que asignar.
-Deberías de llevar puesto el número en el mono.-Dice Roger.
-Es obligatorio, y sobre todo si es antes de la conferencia del jefe.
¿Qué conferencia? Estoy totalmente perdida, y Christie no me pudo responder ni a la mitad de las preguntas que tenía.
-Ven, sígueme.-Me dice Leo, comenzando a alejarse de la mesa. Sin pensármelo dos veces, le sigo, no sin antes mirar a Roger y Bryan una última vez.
Mientras ando entre la multitud, analizo todo lo que me está sucediendo, cómo de repente estoy metida en una gran organización de espías, como si esto se tratase de una película de acción, ni siquiera sé como sentirme. El protagonista de una película se sentiría devastado, confundido... Pero yo no puedo sentirme así, no puedo sentirme devastada por haber perdido una vida que ni siquiera recuerdo cómo era.
Leo me conduce hacia una extensa mesa a un lado del comedor, detrás de la cual se encuentra un guardia alto y musculoso. En la mesa se encuentran un montón de monos negros en la parte izquierda, y a la derecha, grandes etiquetas blancas con números escritos en ellas en negro.
-Necesita un número.-Dice Leo dirigiéndose al guardia, quien mira al frente con la espalda recta y las dos manos detrás de esta.
El guardia no se inmuta en contestar, se queda callado sin moverse, siempre en la misma posición.
-Emm... ¿Te va a contestar?
-Espera y verás.
El guardia comienza a bajar la cabeza lentamente, hasta agacharla totalmente mirando fijamente las etiquetas.
-¿Nombre?-Pregunta el guardia aún sin levantar la mirada, noto un sutil acento ruso en su voz.
-Helena.-Responde Leo por mí.
-¿Abogado?
Leo me mira esperando mi respuesta.
-Christie, es Christie.-Respondo, siento como el guardia sonríe arrogantemente al escuchar el nombre de mi abogada, lo cual me sorprende, en cambio, Leo aprieta los nudillos.
-¿Así que Christie?-Pregunta Leo con un extraño tono enfadado, mientras él y el guardia se observan, como si se hablasen a través de las miradas.
-Sí... ¿Qué pasa con ella?- Pregunto, sin entender el porqué de estas reacciones.
-Nada... Olvídalo-Responde Leo, dejándome intrigada.
El guardia vuelve a bajar la mirada, mirando las etiquetas. A continuación coge una, al girarla para mirar el número que hay en ella, sus ojos se agrandan.
-Trescientos.-Dice el guardia.-Es el número trescientos.
Mira fijamente a Leo otra vez.
-Lo sabía...-Susurra Leo nuevamente enfadado.
-¿Alguien me puede explicar qué está pasando?-Pregunto indignada, sin entender el porqué de tanto suspenso.
-Nada, nada, aquí tienes tu número Helena.-Dice Leo entregándome mi etiqueta con el número 300 grabado en ella.-Póntela en el pecho.
Hago lo que me dice y me pongo la etiqueta, en el pecho. Leo señala la suya.
-Mi número es el 227, bienvenida de nuevo a la sede, trescientos.-Me río ante el nuevo apodo que me ha puesto.
-¿Tiene algo especial este número?-Pregunto intentando saber el porqué de sus reacciones.
-Más de lo que piensas, o al menos para mí.-Responde Leo, el guardia lo mira fijamente con pena en su mirada, cosa que no logro entender, ni tan solo un día en la sede, y ya han crecido en mí dos grandes dudas:
Qué pasa con Christie, y con el número 300.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro