1.
Durante mucho tiempo me dedique a ser dama de compañía. En mi historia no es más que una palabra para evitar decir que me dedicaba a la prostitución. A diferencia de lo que las personas piensan cuando escuchan esto, no me paraba en una esquina, ni trabajaba en un burdel. Tampoco fui obligada por alguien directamente. Lo hacía por diversión que me traía el dinero. El sexo solo era un medio para conseguir lo que quería. Era estúpida, ambiciosa, quería todo lo que veía en Instagram. Crecí con muy poco, así que me desesperaba constantemente por no tener la última bolsa Louis Vuitton o unos zapatos Christian Louboutin. Quería las vidas perfectas que veía en internet. El dinero más fácil vino vendiendo mi cuerpo.
Todo comenzó en una aplicación en internet donde subía mis fotos con poca ropa, ganaba bien, pero no lo suficiente. Eventualmente, mi mejor fuente de ingresos se convirtió verme con hombres. Ellos me enviaban mensaje, acordábamos una cita y hacía lo que ellos querían, que obviamente era coger. Dejaba que hicieran de mi cuerpo lo que les viniera en gana, mientras me pagaban.
Sus peticiones iban de un color específico de ropa interior, lamerme los pies, que usara pinzas en los pezones, que usara falda. Nunca me molestó nada de eso, con sus acciones era fácil saber qué clase de fetiches o personas eran. Una vez me encontré con tipo cuyo fetiche era decirme que me iría al infierno. No sé si está en lo correcto. Pero Suga, mi último cliente desde el inicio fue un enigma para mí.
No debí aceptar su mensaje. Y es que yo no contesto los mensajes de personas que claramente usan nombres falsos, pero me ofreció $3,500 dólares por dos horas y me envió la mitad por adelantado. Un poco más de eso es lo que hago en una excelente noche. Era imposible decirle que no a esa cantidad, además, quería un abrigo de piel para navidad. Tenía que sacar el dinero de algún lado.
A pesar de que ganaba bien, no vivía en ningún área elegante, o en un departamento amplio. Vivía en un condominio de 74 m² en el área de Jackson Heights en Queens. El transporte era accesible, así que, en mi mente, vivía en Manhattan.
—¿Suga? —preguntó mi compañera de cuarto, Nicole, viendo el perfil del hombre que me contactó la noche anterior— ¿Vas a ver a un tipo que se llama Suga?
—No creo que ese sea su nombre, Nicole, así como el mío tampoco es Jewel.
—No sé porque tomaste ese nombre, suena a prostituta barata.
Me escogí de hombros mientras terminaba de arreglarme de enfundarme en mis medias y vestido Saint Laurent negro, un regalo de un tipo que vendía seguros, se gastó todo su sueldo de fin de año en mí y yo dejé de hablarle después de eso, comenzó a agarrar sentimientos. Obviamente mi dinero se gastaba tan pronto como me llegaba. No tenía responsabilidad alguna.
—¿Dónde lo verás? —me preguntó jugando con uno de los bolsos que estaban tirados sobre mi cama.
—El Ritz —dije sonriendo. De inmediato mi amiga saltó de la cama, emocionada. El Hotel Ritz era probablemente uno de los hoteles más caros del área de Manhattan. No cualquier persona tenía mil doscientos dólares para gastar en una noche en una habitación de hotel y tres mil quinientos más para pasar dos horas conmigo. Era dinero realmente gordo.
—Te agarraste uno bueno, hermana.
—Obvio, y no usé facetune —bromeé, tomé una gabardina y me fui al hotel en la calle 59 de Manhattan.
Solo podía pensar en el dinero que me iba a recibir. Si le gustaba y se volvía un regular, incluso viéndolo una vez al mes me podría permitir tantas cosas.
Cuando llegué a la habitación me quedé boquiabierta. Era mi primera vez en el Ritz y estaba completamente impactada por el lujo que se veía en los acabados de esta habitación. En la mesa había fresas con chocolate, vino y un contrato. Pensé que esa noche solo podía mejorar por el tipo que me abrió la puerta. Suga. Con tacones, teníamos la misma estatura. Su piel pálida resaltaba por su cabello oscuro perfectamente bien peinado. Estaba usando traje, probablemente de sastre, ajustado a la medida. Él tenía el mentón en forma de uve y los ojos rasgados, me veía como un felino observando a su presa. Pero su presa estaba muy distraída con el brillo de los diamantes en su muñeca. Parecía un hombre decente, debí recordar que ninguno de ellos lo es.
—Pasa —su voz ronca y despreocupada me guio hasta la mesa donde discutiríamos los términos. No estoy segura de aquí, quizá se mudó hace poco. Su rostro era asiático y su acento era muy fuerte. Me dio una idea general del contrato, era la primera vez que firmaba uno así que supuse que este hombre debía ser alguien importante para querer mantener tanas precauciones. Me explicó que, si esto continuaba, cada vez él me daría un adelanto, tendríamos sexo, me pagaría el resto y él se iría a casa. Si yo quiero, puedo quedarme en la habitación toda la noche, ¡incluso mejor! Solo podía ver ventaja tras ventaja. Yo solo dije que sí y firmé el primer contrato. Con veintiún años solo podía pensar que le gané al sistema, que soy más inteligente que ellos y que todo mundo desearía estar en mi lugar.
Él no dijo mucho sobre sí. En el contrato no había cosas específicas sobre sus gustos en particular, asumí que lo único que quería era sexo regular. Se levantó de la silla, lo tenía frente a mí. Tomó mi mano y me guio hasta la cama. Lo primero que hizo fue quitarme el abrigo y admirar mi cuerpo. El vestido negro con escote pronunciado en uve mostraba toda la piel necesaria para excitarlo. Él comenzó directo dando besos en mis labios y yo respondí a ellos. Introdujo su mano en el escote y amasó mis pechos con poca delicadeza. Pinchó mis pezones y un gemido agudo salió de mi boca mientras él mordía mi labio inferior con rudeza.
—Preferiría que no hicieras ruido, querida —Curioso. Pero no me importó. Este tipo estaba bueno y yo me excitaba cada vez más con tan solo pensar en los billetes y el dinero que me iba a dar. Además, besaba bien, clientes de esta calidad no te los encuentras todos los días.
Mientras exploraba mi boca con su lengua, me desnudó por completo, quedé solo en medias y tacones. Me empujó contra la cama con fuerza, me apoyé en mis codos, pero eso no pareció gustarle. Frunció el ceño. Se acercó a mí y con mirada amenazante me dijo: —No te muevas, querida. Me gusta que mis mujeres se mantengan quitas y no hagan ruido. Cierra los ojos.
Genial, este tipo se prende fingiendo que coge a la gente dormida. Somnofilia, creo que es su nombre. No me molesta, a mí me gustaba un poco también. Y no tenía que moverme, ni esforzarme, parecía que iba a recibir el dinero más fácil del mundo.
Comenzó a besar mi cuello y a succionar un poco en él. No me gustan que dejen marcas, pero no quiero romper su ilusión en este momento. Escucho como su respiración está cada vez más agitada, de verdad le gustan estas mierdas porque hace unos minutos no estaba así. Vuelve a besarme los labios, lame encima de ellos. Mete dos de sus dedos a mí boca y vuelve a besarme mientras lo hace. Siento como la saliva de ambos comienza a escurrir, pero a él no le importa, contrario a eso, maniobra para agregar más dedos y abrir mí boca a la fuerza. Sin aviso alguno, me escupió. Yo no hice nada. Estoy siendo tratada como un trapo por él. Sin cuidado alguno saca mis medias y mis tacones. Usa mi cuerpo a su antojo besando y succionando con desesperación cada parte de mí. Quisiera gemir, pero la única forma que mi cuerpo tiene de hacer notar mi placer es con los fluidos que mi vagina ha estado produciendo desde que puso un dedo en mí.
Fue casi imposible no gemir cuando sentí su lengua tocando mi clítoris. Dios mío. Trabajaba haciendo círculos en mí, llevó un ritmo consistente y adecuado y con ello mi excitación a otro nivel. Me aguanté las ganas de tomar su cabello con mis manos. Contrario a eso, me quedé completamente inmóvil y en silencio como él quería.
No cerré los ojos completamente, la poca iluminación no le dejaría notar que podía verlo por lo bajo. Tenía una risa macabra, como si acabara de lograr su cometido y un escalofrío me recorrió la espalda. Era la mirada de quien recién comenzaba a saciar sus instintos, de quien los liberaba por fin. Tomó un condón de la mesita de noche, lo colocó en su miembro y lo introdujo en mi sin piedad alguna. Me mordí la lengua para no gritar. Él se colocó encima mío, un brazo al costado de mi cabeza y apoyó su brazo libre sobre mi propia cara presionando en mi boca y nariz. Por lo general esto no se le hace a la gente que está dormida. Dio embestidas fuertes y decididas, mierda, me estaba doliendo. Pero en ningún momento quise romper la fantasía de este hombre. Me comenzaba a doler la nuca y mis piernas abiertas comenzaban a doler. Ya quería que terminara. Lo escuché jadear y gemir al mismo tiempo que se movía más rápido chocando con cada pared en mi interior.
—Sí —susurró en un gemido cuando dio la última embestida, liberándose dentro de mí. Colapsó encima de mí, con la respiración muy agitada. Mordió mi hombro y puta madre, dolió muchísimo. Pensé que ahora este tipo se creía caníbal.
Cuando creí que todo estaba terminado y que podía moverme para limpiarme el tipo llamó mi atención con un grito.
—Así mantente hasta que me vaya.
El tipo ya estaba vestido. Nunca se desnudó por completo, en realidad. De rejo, le vi sacar un cigarrillo e irse al balcón, volteó a verme y no dejaba de hacerlo. Quizá pensaba en todo lo que planeaba hacerme la próxima vez que nos viéramos, si es que había una vez. No había sido el tipo más extraño con el que me había acostado. Por lo menos no hasta ese momento. En mi top aún estaban los que me trataban como una perra, literalmente un canino y obviamente los que querían imaginar que era una niña, aunque no me encuentro con muchos de esos, quizá porque mi cuerpo no es completamente plano y mi rostro se ve como el de una mujer y no como el de una adolescente.
Lo escuché juntar sus cosas, que no eran muchas. Solo las llaves de un auto y un maletín pequeño donde asumo que tenía el contrato.
—Cuando me vaya firma el segundo contrato, Celine. Te quiero en esta misma habitación la siguiente semana.
Dejó el dinero en la mesa y en cuanto cerró la puerta lo conté, dejó 500 dólares extra como propina. La vida sí que era buena y el sexo decente. Ellos son el enfoque, no yo. Aunque me dolía un poco la pelvis, fue muy brusco y por el final sentía que mi lubricación no era muy buena. ¡Pero a quien le importaba! Me veía saliendo de Loro Piama en unas semanas con mi abrigo de blanco de mink.
Nunca me había tocado un tipo con somnofilia que me tratara con tanto descuido, por lo general son sigilosos, para seguir la fantasía que la persona puede despertar y descubrirlos. Algunos incluso disfrutan cuando son "atrapados" y haces con ellos un juego de rol. Pero supongo que al final todo depende de cada cliente. Quizá este tipo imaginó que estaba desmayada. No sabía por qué le daba tantas vueltas. Tal vez porque debí darle más vueltas. Pero cuando vi el contrato con su nombre en él, lo olvidé por completo; Yoongi Min.
—Me harás rica, Yoongi Min —dije para mí, ajena a lo que vendría por delante.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro