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(9) ╋ Compartir Nocturno

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Leigh.

Apreté el paraguas en mi mano mientras bajaba las escaleras silenciosamente. Si mis padres me descubrían, estaría en problemas. Sin embargo, no quería parecer mal educada, sobretodo después de que mi madre me ofreció como la miembro ejemplar de nuestra comunidad y que debía a ayudar a los jóvenes Stein a integrarse.

Llegué a la cocina y en la parte de vidrios de la puerta de atrás, podía ver la alta silueta de Heist ahí esperando. Tomé una respiración profunda y abrí la puerta, perdiendo un poco de mi valentía ahora que Heist estaba frente a mi.

Estiré mi mano con el paraguas hacia él, Heist le echó un vistazo a mi mano y ladeó su cabeza.

¿Qué?

Heist tomó mi muñeca, jalándome hasta afuera, un chillido bajo escapó mis labios. Él usó su mano libre para cerrar la puerta de la casa, dejándonos a ambos afuera.

—¿Qué crees que haces?— susurré, molesta, liberando mi muñeca de su mano.

—Sacándote de tu jaula,— él habló como si nada, —¿no crees que hasta las aves más bonitas necesitan un poco de aire de vez en cuando?

¿Me estaba llamando bonita? ¿Y cuál era su obsesión con decir que yo vivía en una jaula?

Le di su paraguas y él lo recibió.

—Gracias.— murmuré.

—De nada, Leigh.

La luz del patio de mi casa se reflejaba en sus ojos, dandole un brillo muy bonito pero eso no era suficiente para desviar mi necesidad de volver adentro, donde estaba segura, lejos de Heist.

Sin embargo, una parte de mi quería hablarle de Natalia, quería dejarle en claro que si le rompía el corazón a mi mejor amiga, bueno ex-mejor amiga, se las vería conmigo.

—¿Irías a tomar un chocolate caliente conmigo?— señaló su casa.

—Heist, son—

—Las 4 de la mañana, ya lo se, pero no creo que tengas sueño y yo tampoco. Volveremos rápido, hay algo de lo que quiero hablarte.

Dudé, le eché un vistazo a mi puerta y de nuevo a Heist quien esperaba una respuesta.

—No creo que sea una buena idea.

—Será rápido, de verdad, necesito hablar contigo.

—¿No puede esperar hasta mañana?

—Mejor olvídalo, no debía decírtelo de todas formas.— estaba a punto de girarme cuando él habló de nuevo, —Natalia me dijo que no te contará nada.

Torcí mis labios, y Heist se dio la vuelta.

—Buenas noches, Leigh.

—Espera.

Él se detuvo, de espaldas a mí.

—¿Prometes que será rápido?

—Claro, te doy mi palabra.

De mala gana, lo seguí, rodeamos mi casa para salir por el frente y luego ir a la suya porque no había manera de que me saltara la cerca. Entramos a su casa por la puerta de atrás, la cocina estaba a oscuras y Heist solo encendió una lampara que estaba en una esquina, que le daba un tomo semi-oscuro al lugar.

—Toma asiento.— me dijo al comenzar a preparar todo. Me senté frente al mesón, Heist quedando del otro lado.

—¿De qué querías hablar?

—Directa al punto siempre, ¿no, Leigh?

No dije nada y él tampoco.

Heist se pasó los dedos por el pelo, los músculos de su brazo contrayéndose antes de poner ambas manos sobre el mesón, y mirarme directamente a los ojos. No sabía si era la luz de la lampara o el hecho de que estábamos solos en su cocina de nuevo pero en ese momento, me permití verlo. Siempre lo había mirado de forma general sin permitirme detallarlo.

Pero no esta vez.

Pude detallarlo y era como si cada vez que eso pasaba me volviera consciente de una parte en especifica de él que era muy atractiva. En este caso fueron sus labios, Heist tenía unos labios carnosos que cuando los mojaba se veían muy bien.

La verdad podía entender a Natalia, el chico era hermoso, no la culpaba por caer. Recordarla me hizo caer en cuenta de que estaba mirando a Heist de una forma que no debía, en especial, cuando él estaba involucrado con ella.

Me aclaré la garganta.

—¿Qué querías decirme?

—A Natalia le importas mucho y creo ustedes dos deberían retomar su amistad.

—Ella me odia.

—Tú sabes que no es así, ella tuvo sus razones para alejarse de ti.

—¿De qué estas hablando?

—Ella se alejó por una razón, Leigh, no fue por nada.

¿De qué estaba hablando?

—¿Y tú sabes esa razón?

Él asintió, y esperé una explicación pero cuando no la dio, hablé de nuevo.

—¿Vas a decirmela?

—No, ella misma debería contártelo, solo puedo decirte que deberías intentar arreglar las cosas con ella.

—Suenas como si ella de verdad te importara.

Él alzó una ceja.

—¿Y quién ha dicho que ella no me importa?

Su pregunta me tomó por sorpresa porque no sabía porque yo había dicho eso.

¿Por qué desconfío tanto de Heist?

No lo entendía, era algo que me salía tan natural. Dudar de él era algo automático en mi, era la primera vez que me pasaba eso con alguien. Heist me observó, esperando una respuesta y yo tragué grueso porque no sabía que decir así que cambié el tema.

—¿Irás conmigo a la iglesia este fin de semana?

—Por supuesto, tengo toda la intención de adaptarme.

—Pensé que mis creencias y doctrinas eran cuestionables.

Usé sus palabras contra él, fue lo primero que me dijo cuando me habló en el cementerio aquella vez.

Heist bufó, sonriendo.

—No olvidas nada, ¿no? Creo que por eso es que no hemos podido tener un nuevo comienzo.

—No es mi culpa que seas pésimo teniendo primeras conversaciones con la gente.

—No soy así con toda la gente, Leigh.

—Oh, entonces, soy privilegiada de conocer el lado extraño de Heist Stein.

Sus ojos se oscurecieron, la intensidad en ellos tan palpable.

—Eres privilegiada de conocer la única parte de mi que es real.

Abrí mi boca para decir algo pero él habló primero.

—Hora de preparar el chocolate caliente.

Heist me dio la espalda para preparar todo. Me quedé viendo su espalda mientras servía el chocolate caliente en dos tazas. Cuando se giró hacia mi nuevamente, me pasó una taza, el vapor caliente saliendo de la misma.

—Gracias.

—De nada.

Levanté la taza a mis labios y tomé un sorbo, un dolor punzante cruzó mi labio inferior, haciéndome apartar la taza y gemir en dolor. En cuestión de segundos, Heist había rodeado el mesón, y estaba frente a mi, alarmado.

—¿Qué pasó? ¿Te quemaste?

Le eché un vistazo al borde de la taza, notando que estaba astillada, una gota de sangre sobre la misma. Me había cortado el labio. Heist me quitó la taza y la puso sobre la mesa.

—Lo siento, no vi que estaba astillada, debí encender todas las luces.— él lucía genuinamente arrepentido, —Déjame ver.

Heist tomó mi mentón, y presionó su pulgar en el medio de mi labio inferior para revisar el interior de mi labio hasta donde se extendía el pequeño corte. El contacto me hizo dejar de respirar, Heist estaba tan cerca que su aliento achocolatado rozaba mis labios.

Nuestros ojos se encontraron y mi corazón se desbocó, su pulgar acarició mi labio lentamente como si estuviera memorizando su forma, su textura. Sus ojos bajaron a mis labios, un brillo esparciéndose en ellos.

—Herrlich.— murmuró por lo bajo, ¿Qué?

Me tomó un segundo reaccionar e intenté apartar mi rostro pero Heist apretó su agarre en mi mentón, impidiéndomelo.

—Solo estoy revisando la herida, Leigh.— el tono de su voz se había vuelto suave.

Envolví mis dedos alrededor de su muñeca, despegando su mano de mi mentón.

—Estoy bien.

Heist dio un paso atrás, alzando sus manos.

—Entendido.

Él rodeó de nuevo el mesón, sirviéndome el chocolate caliente en otra taza. Él puso sobre el mesón y la deslizó hasta que quedó frente a mí.

—Esta si esta en perfecto estado.

—Eso espero.— le dije tomando un sorbo. El líquido caliente en contacto con mi reciente herida hizo que me ardiera un poco pero nada que no pudiera soportar.

Heist me observó sin decir nada y necesitaba llenar ese silencio.

—¿Qué tal es Alemania?— pregunté, curiosa.

Heist suspiró.

—Histórica, melancólica, artística.

—¿La extrañas?

—Siempre será mi hogar.

—Suenas como si no quisieras haberla dejado.

—Supongo.

—Entonces, ¿Por qué se mudaron a Wilson?— bien, eso fue sutil, Leigh, bien hecho.

—Esa es una muy buena pregunta.— me dijo, sonriendo.

—¿No lo sabes?

—La verdadera pregunta es, ¿Por qué deberías saberlo tú?

—Solo curiosidad.

—La curiosidad es peligrosa sobretodo cuando se trata de mí o de mi familia.

—¿Por qué presiento que hay muchos secretos en esta familia?

—Porque los hay.

Lo sabía, sin embargo, Heist continuó.

—Pero no es tu papel indagar, Leigh. Hay cosas que es mejor no saber, por tu propio bien.

—¿Eso es una advertencia? Creo que es tu hobby amenazarme, ya esta es la segunda vez.

Le dije, recordando cuando me dijo que no sabía si destruirme en el cementerio.

—De nuevo con eso de no olvidar nada.

No dije nada, y tomé un sorbo de mi chocolate caliente, si seguía hablando a este paso no me iba a terminar el chocolate e iba a amanecer. Me había dejado llevar por mi curiosidad, había olvidado la razón por la que vine, ya habíamos dejado de hablar de Natalia hace rato.

Estoy a punto de abrir mi boca cuando se escuchó un estruendo que venía del pasillo donde seguí a Natalia y Heist la otra noche. Heist se tensó, apretando sus labios.

—¿Qué fue eso?— pregunté, mis ojos viajando de Heist al pasillo.

—Nada, seguro es Frey entrenando en el gimnasio.

—¿Tienen un gimnasio dentro de la casa?

—Si.

¿Por qué siento que miente?

Porque lo hace.

—Me gustaría verlo.

—Frey no es fan de las visitas inesperadas.

—Entiendo.

O simplemente, no existe dicho gimnasio.

No hagas esto, Leigh, lo que sea que oculta esta familia no tiene nada que ver contigo.

Recordé esa puerta, la que vi aquel día que seguí a Natalia y a Heist a ese pasillo. Esa puerta que estaba tan resguardada, con candados y demás, ¿venía de ahí ese ruido?

Sentí la mirada pesada de Heist sobre mi, y lo miré, él había notado mi interés por ese pasillo.

—¿Leigh?

—¿Si?

Su expresión se endureció, un brillo incendiando sus ojos, haciéndolos resaltar aún más. Él torció sus labios ligeramente como si dudara sobre que decir.

—Creo que deberías irte a tu casa.

Oh.

—Si, tienes razón.

¿Eso es todo lo que quieres decir, Heist?

Antes de que pudiera moverme, el sonido de una puerta abriéndose en ese pasillo a un lado de la cocina captó mi atención, y me detuve.

Heist apretó su mandíbula.

Frey salió de ese pasillo, su expresión fría endureciéndose al verme. Ahogué un chillido y me llevé la mano a la boca al ver el estado en el que estaba. Frey iba todo de negro, el color haciendo juego con su cabello desordenado a los lados de su cara y él...

Sangre...

Una de sus manos sostenía su nariz, sangre saliendo de la misma. Su labio inferior tenía una cortada que también sangraba un poco. Me quedé paralizada al verlo inclinarse sobre el lavaplatos frente a mi, abriendo la llave para dejar la sangre goteando de su cara, correr con el agua y limpiar su rostro.

La frialdad y tranquilidad con la que lo hacía me tenía sin palabras, no había muecas de dolor o cualquier indicio de emoción detrás de esos ojos azules. Me di cuenta de que esos eran golpes, alguien lo había golpeado con mucha fuerza para causar tanto daño.

Cerré mis manos, formándolas en puños sobre mi regazo, sin saber que hacer. Busqué la mirada de Heist y él lucía enojado al observar a su hermano pero cuando sus ojos se encontraron con los míos, me dio una sonrisa tranquilizadora.

—Has jugado a la lucha de nuevo con papá, ¿eh?— le dijo a Frey pero la incredibilidad debió notarse en mi cara, —Frey y mi padre tienen esta mala costumbre de boxear en el gimnasio.

Frey bufó.

Y cuando mis ojos volvieron a él, ya se había enderezado y estaba justo frente a mi al otro lado del mesón de la cocina con un trapo rojo contra su nariz pero su mirada sobre mi. Era la primera vez que estábamos frente a frente y que él me miraba tan directamente.

Oscuridad...

Había mucha oscuridad en Frey.

Frey lanzó el trapo a un lado dentro de la canasta de la basura sin despegar sus ojos de mí, dos lineas de sangre salieron de su golpeada nariz y se deslizaron sobre sus labios, los cuales formaron una siniestra sonrisa.

—¿Alguna vez te has enfrentado a un monstruo?

Su voz era terciopelo oscuro y sombrío.

—Frey.— la advertencia en el tono de Heist era obvia.

El ambiente en la cocina cambió, un aire oscuro y de peligro rodeándonos, impidiéndome respirar con normalidad.

—¿Estás bien?— me sentí estúpida al preguntar eso pero no sabía que decir después de esa pregunta tan extraña que me había hecho. La sonrisa de Frey se curvó aún más.

—¿Te gusta jugar, Leigh?

—Frey.— el tono de Heist se volvió aún más serio.

—¿Jugar?— respondí confundida.

Frey ojeó a su hermano, quien estaba tan tenso que podía ver las venas en sus brazos y en su cuello.

—Tan inocente.— Frey le dio la vuelta al mesón, Heist observando cada uno de sus movimientos.

No despegué mis ojos de él porque ya había quedado de mi lado del mesón y se estaba acercando a mi. Frey se detuvo justo frente a mi, aún con esa sangre sobre sus labios. El miedo comenzó a correr por mis venas y quería retroceder pero al parecer cuando me encontraba asustada, no podía moverme.

Frey estiró su mano hacia mi rostro pero antes de que pudiera tocarme, sentí un jalón en mi brazo que me apartó de él, era Heist, quien me había jalado hasta que yo quedara detrás de él.

—Leigh ya se iba.— lo helado del tono de Heist me sorprendió.

Heist tomó mi mano y ambos le pasamos por un lado a Frey dirigiéndonos a la puerta de la cocina. No pude evitar mirar atrás. Frey se había girado para vernos marchar y esa sonrisa aún estaba en sus sangrientos labios cuando él se despidió con la mano.

Heist no se detuvo hasta que llegamos a la puerta de atrás de mi casa, el cielo ya se estaba aclarando, pronto iba a amanecer. Él me soltó y se giró para irse.

—Heist, espera.

Él se detuvo de espaldas a mi, su pecho subía y bajaba con cada acelerada respiración, ¿Por qué estaba tan enojado?

—Solo entra a tu casa, Leigh.

—No puedes esperar que no tenga preguntas después de lo que acaba de pasar.

Heist se giró hacia mi, y se acercó en largas zancadas, así que retrocedí hasta que mi espalda chocó con la puerta de atrás de mi casa y él quedó justo frente a mí.

—No tengas preguntas, no analices, no le busques explicación, no hagas nada.

—¿Por qué?

—Porque hasta las aves más bonitas se pueden perder y marchitar en la oscuridad.

Y con eso, se fue, con los puños apretados como si quisiera controlarse, dejándome con palabras confusas que solo le dieron vida a más preguntas en mi cabeza.

Frey y Heist.

¿Qué es lo que pasa con ustedes dos? 



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