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(55) † AUF DIE PLÄTZE, FERTIG, LOS! †


† 55 †

LEIGH

<<Todo depende de ti y de Rhett.>>

Las palabras de Mila habían sido claras. Ella no se consideraba una parte estable y confiable de nuestro plan ya que era impredecible saber cuando la reina roja estaría en control o cuando sería ella. Ella solo nos había dicho que ella sería la distracción. Así que nuestro plan no tenía fecha, solo circunstancias: Sabíamos que sería en una de las cenas donde estaríamos todos reunidos, Mila se estaría haciendo pasar por la reina roja y sabríamos que era Mila porque se pondría un brazalete en especifico. Básicamente, Rhett y yo atendíamos cada cena, preparados y listos para todo. Nuestra adrenalina se calmaba cuando notábamos la muñeca vacía de la reina roja, lo que quería decir que esa no era Mila y que esa noche no llevaríamos a cabo el plan.

Cada vez que yo bajaba las escaleras para ir a la cena, podía sentir los latidos de mi corazón en la garganta y en los oídos. Las manos me sudaban tanto que tenía que limpiarlas con la parte frontal de mi vestido. Me sentaba como todos los demás y cuando escuchaba venir a la Reina roja y a Heiner, contenía la respiración en anticipación. Mis ojos caían sobre la muñeca de la Reina roja de inmediato: vacía. Luego, mi mirada iba a la Rhett quien también parecía poder respirar de nuevo, él estaba al lado del chico que yo había intentado persuadir la otra noche. Su objetivo había sido acercarse al chico quien, aunque no confiaba en Rhett, serviría como blanco fácil para que Rhett pudiera arrancarle el arma automática en su cinturón cuando llegara el momento. No todos los seguidores de Heiner estaban armados, con el pasar del tiempo, se habían relajado, confiado en que no había mayor peligro. Y por la forma en la que algunos manejaban las armas, pude darme cuenta de que no estaban familiarizados con ellas. Los seguidores de Heiner eran jóvenes, guiados por creencias erróneas, no eran expertos en el uso de armas. A diferencia de los hombres que Heiner contrató para irrumpir en la casa Stein, esos si eran profesionales, pero no los habíamos visto de nuevo.

Me comí todo de la cena porque necesitaba la energía y la fuerza. Había comenzado a dormir en la cama, aunque las pesadillas me atormentasen. Mila había insistido en que dormir bien era clave para mantener nuestra mente fresca y lista.

—¿Está bueno? —Una voz femenina dijo a mi lado.

—Si —dije al darle una mirada rápida a Jaeda a mi lado. La única razón por la que la toleraba era porque ella era mi objetivo. La adoración de Jaeda por Heiner era un arma silenciosa que no debía ser subestimada. Ella mataría y se interpondría entre una bala y él en un abrir y cerrar de ojos. Eso la hacía más peligrosa que cualquiera de los jóvenes en túnicas jugando a saber usar un arma. Y no estaba subestimando a los seguidores de Heiner, un arma seguía siendo un arma y existía la probabilidad de que, aún si experiencia, le apuntaran a algo y le dieran con éxito. Sin embargo, Jaeda se había hecho amiga de las chicas que Heiner había asesinado a sangre fría y no había mostrado ni una sola pizca de remordimiento, ni siquiera cuando yo lo mencionaba buscando alguna emoción o debilidad en su expresión. ¿Su respuesta? Una sonrisa y una encogida de hombros seguida de las palabras <<Eran obstáculos para mi hermano, es una pena.>> Jaeda era capaz de arrancar ojos con sus propias manos si eso era lo que su hermano necesitaba.

La siguiente noche fue diferente desde el principio, desde que di un paso fuera de mi habitación, de alguna manera lo supe. Y fue como si todo se moviera en cámara lenta, como si cada movimiento, cada mirada y cada gesto fuera claro. La energía y la tensión en el aire mientras bajaba las escaleras eran pesadas, las llamas de las velas sobre la mesa se ondeaban y se reflejaban en la pared a un lado con lentitud. Y por primera vez en todas esas noches, donde el miedo había reinado en mí, me sentí lista. Apreté mis puños y rodeé la mesa para sentarme en mi lugar usual, el seguidor de turno que me guiaba me dejó ahí y buscó su lugar en la mesa. Mis ojos se encontraron con la mirada oscura de Rhett y pude ver que él también lo supo en ese momento. Escuché el ruido de los tacones de la reina roja y luego su risa, seguida de la voz de Heiner. Contuve la respiración cuando aparecieron en la cabecera de la mesa, mis ojos ojearon la muñeca de la Reina roja para encontrar el brazalete ahí.

<<El momento ha llegado —pensé — libertad o muerte.>>

Me senté muy derecha mientras Jaeda y otros seguidores servían la comida en la mesa. Todos comimos en silencio, Heiner hizo su brindis con vino y yo actué como si bebiera de mi copa, pero no lo hice. Si todo había salido bien, había sedantes en el vino. Mila era la única que tendría acceso a la cocina antes de la cena haciéndose pasar por la Reina roja porque Heiner no confiaba en Rhett para que merodeara solo.  Noté como Jaeda parpadeaba excesivamente, eso fue muy rápido, no tenía sentido así que le murmuré por lo bajo:

—¿Estás bien?

—Si, solo... —ella se lamió los labios. —Me tomé una copa de vino mientras terminaba de cocinar, quizás fue demasiado.

Mierda, si Jaeda se dormía en ese momento alertaría a los demás antes de que el vino hiciera efecto. Mila nos había explicado que el sedativo que Heiner tenía aquí, se metabolizaba entre 20 y 60 minutos dependiendo del metabolismo de cada persona. Y ellos apenas habían empezado a beber el vino, si se daban cuenta que algo estaba mal, Heiner tendría más de media hora para matarnos a todos antes de sentir el efecto. Todo se arruinaría por culpa de Jaeda, mi respiración se aceleró y traté de controlarme. 

—Deberías ir al baño a lavarte la cara, no te ves muy bien —le alenté, echándole un vistazo a la cabecera de la mesa, rezando que no estuviéramos en el radar de Heiner.

—No... algo está mal... —sus palabras ya se estaban enredando, —Heiner... —susurró y antes de que pudiera llamar a su hermano con más fuerza, el pánico en mí tomó el control. Me puse de pie de golpe, mi silla estrellándose con la pared detrás de mí.

—¡Eres una perra! —Le grité a Jaeda, quien adormecida, me miró confundida, y antes de que alguien pudiera reaccionar la agarré del pelo y con todas mis fuerzas estampé su cara contra la mesa una y otra vez, creando un charco de sangre que crecía con cada golpe contra la dura madera de la mesa. 

—¡Leigh! —El grito enfurecido de Heiner hizo eco por toda la sala y uno de sus seguidores envolvió sus brazos alrededor de mí, obligándome a soltarla, Jaeda cayó de lado al suelo inconsciente. Uno de los seguidores de Heiner se apresuró a ella, revisando su cara ensangrentada, intentando despertarla. Mi pecho subía y bajaba por la adrenalina del momento, podía sentir las chispas de sangre sobre mi rostro. Siempre me sorprendía la capacidad de violencia que vivía en mí.

—No despierta. —El seguidor alertó asustado, —Señor—

—Por supuesto que no despierta, —Mila dijo con ese tono de desdén que yo había practicado con ella tantas veces después de oír a la Reina roja, —Leigh acaba de dejarle una contusión de gran medida.

Lo que me dejó sin palabras fue observar la frialdad con la que Heiner ojeaba la situación, no se veía afectado por el estado inconsciente de su hermana. Y aunque todo esto no era parte del plan y tuve que improvisar, Mila no dejó que este ataque inesperado afectara su expresión.

—Llévala a su habitación —Heiner ordenó, señalando a Jaeda, —limpia la herida, ya despertará.

—¿Qué hacemos con Leigh, señor? —El seguidor que me sostenía preguntó.

Heiner se puso de pie y tragué con dificultad al verlo dirigirse a mí.

—Has deshonrado nuestra cena esta noche, Leigh, —él sacudió su cabeza, y se paró frente a mí, —la hora de la cena es sagrada para cualquier familia.

El primer golpe ardió y me desorientó, mi oído chillando porque Heiner me golpeó con su puño, todo ese lado de mi cara latía dolorosamente. Entonces, él me agarró del pelo, liberándome del chico que me sostenía para arrastrarme hacia la mesa. Y aunque el dolor era insoportable, si esto lo entretenía mientras el sedante hacia efecto resistiría el mayor tiempo posible. El segundo golpe fue contra la mesa, Heiner estrelló mi rostro contra el charco de sangre que Jaeda dejó. El hueso de mi nariz crujió y chillé en agonía. Heiner me levantó, envolviendo su mano en mi cabello con mas fuerza, como si quisiera arrancar cada cabello de su raíz. En una de mis miradas furtivas, noté que Rhett ya no estaba de pie en esas sombras a un lado de la mesa, ni tampoco su chico objetivo. Al parecer, Mila no había necesitado ser la distracción, no cuando yo me había convertido en una.

—Pero tengo curiosidad, ¿qué te dijo mi hermana para que la atacarás de esa forma, Leigh?

Tosí, la sangre en mi nariz bloqueó el acceso de aire así que respiraba por la boca con desesperación.

—Púdrete. —Casi escupí sangre en su rostro.

Heiner apretó sus labios y estampó mi rostro contra la mesa de nuevo. Y por un segundo, solo sentí dolor y todo lo que vi fue sangre. Heiner volvió a jalarme hacia atrás, sosteniéndome a su lado. Tosí en desesperación y en ese momento me di cuenta de que Mila se había subido en la mesa. Sus tacones rojos resaltaban con el vestido blanco que llevaba puesto, ella se puso las manos en la cintura.

—Me encanta la violencia. —Fingió una expresión de gusto, —¿por qué no lo hacemos más emocionante?

La mayoría de los seguidores parecían confundidos al olfatear un olor extraño: Gasolina. Un liquido transparente que provenía de la sala se adentraba debajo de la mesa. Mila sonrió y levantó una de sus largas piernas para patear una de las velas a un lado. En el momento en el que la vela tocó el suelo, las llamas se levantaron con una rapidez cegadora, incendiando todo a su paso.

—Pero, ¿qué mierda? —Heiner murmulló.

Caos...

Gritos, fuego y humo.

Hasta el monstruo más inteligente se veía afectado cuando pasaban tantas cosas a la vez. Un disparo seguido por otro y el grito ahogado de uno de los seguidores que cayó en las llamas muerto. Rhett estaba en alguna parte de las sombras disparando, yo lo sabía. Heiner se tensó y sacó su arma, arrastrándome con él, lejos de las llamas. Mila se bajó de la mesa y caminó hacia nosotros. Los seguidores de Heiner corrían, gritaban y se escabullían de las llamas. Su prioridad ya no era Heiner sino sobrevivir.

—¿Divertido? —Mila le dijo a Heiner.

—¿Qué estás haciendo?

—Pensé que te gustaban mis juegos.

Heiner bufó, el humo que emitían las llamas se estaba concentrando y respirar se estaba convirtiendo en algo muy difícil. Heiner envolvió su brazo alrededor de mi cuello, y me obligó a retroceder con él.

—Patético. —Heiner respondió y arrugué mis cejas, —me esperaba más, Mila.

La forma en la que dijo el nombre de Mila me dio escalofríos. Y entonces, hizo algo inesperado, levantó su arma hacia Mila.

—¡No! —grité en horror. 

Heiner cambió la dirección de su arma en el último segundo, pensé que le dispararía a Mila. Sin embargo, Heiner le disparó a sus seguidores, uno a uno hasta que todos cayeron en el suelo, unos cerca de las llamas, otros en lados que aún estaban a salvo. Él le cambió el cargador al arma para llenarlo de nuevo y presionó la punta del arma contra mi sien, estaba caliente por los recientes disparos y siseé ante el ardor de la quemadura. Mis oídos timbraban sin cesar por el sonido de los disparos. Solo necesitamos tiempo, solo unos minutos más para que el sedante haga efecto.

<<Puedo resistir unos minutos —pensé —puedo hacerlo.>>

—Planeaba deshacerme de ellos de todas formas y mudarnos esta misma noche, me lo han hecho muy fácil, ¿cuándo van a entender que este no es su juego? —Heiner dijo retrocediendo conmigo, —Yo creé el juego, yo puse las reglas, yo soy el arbitro, nunca han tenido oportunidad.

Mila se bajó de la mesa y mantuvo su distancia, observándonos con cuidado. Yo no entendía nada. De pronto, Rhett salió del pasillo detrás de nosotros con las manos en el aire. Mis ojos se abrieron en exageración cuando vi a Jaeda detrás de él apuntándolo con un arma en la parte de atrás de la cabeza. La nariz de Jaeda aún sangraba y estaba comenzando a hincharse, ¿qué? Ella debía estar inconsciente, ella... ¿fingió?

—El hecho de que pensarán que podían sorprenderme con un plan tan básico me hace sentir insultado. —Heiner expresó, —pero los dejé llenarse de esperanza, los dejé creerse victoriosos, incluso los dejé incendiar este hermoso lugar, ¿por qué? Por esas expresiones en sus rostros en estos momentos, y porque ya era hora de cambiar de escondite de todas formas.

Observé con pena como uno de los seguidores al que Heiner le había disparado comenzaba a arrastrarse lejos del fuego que ya lo estaba alcanzando. Heiner le disparó en la cabeza y yo brinqué nerviosa e intenté controlar el miedo congelando mis extremidades. Esto era todo, este era el final, nada había funcionado, había sido una idiota al creer que podría salir con vida de esto. Heiner solo tenía que dispararme y todo habría acabado.

—Supongo que el cambio de escondite no incluía a tus seguidores. —La voz de Mila me calmó un poco, aunque estuviéramos en una situación en desventaja, ella no perdía la tranquilidad en su tono.

—Exacto. —Heiner confirmó. —El fuego le da un toque elegante, ¿no crees? Lo consideraré un funeral a sus restos por sus servicios.

El humo ya estaba rodeándonos y comenzamos a toser.

—Ahora no intentemos nada estúpido, ¿de acuerdo? Jaeda se pone nerviosa con las armas, y un movimiento brusco y— él presionó el arma de nuevo contra mi sien, yo dejé de respirar, —¡Bam! Terminaría decorando el suelo con el cerebro de Rhett.

Heiner me arrastró hasta la cocina, mi espalda contra su pecho, su brazo alrededor de mi cuello. Jaeda le hizo un gesto a Rhett para que nos siguiera, al igual que Mila. Heiner nos guio a la puerta de la cocina que daba al exterior y todos salimos a la helada noche. Heiner me soltó y me empujó hacia adelante hasta que me estrellé contra Mila quien me atrapó rápidamente. Y como un demonio en medio de la helada noche, Heiner nos dio una sonrisa siniestra, su arma apuntada hacia nosotras:

—Bien, ¿a quién debería matar primero?

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