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(52) ╋ Schön ╋

LEIGH

No sé que decir.

No sé que sentir.

No sé que pensar.

Rhett estaba ahí frente a mí, sentado en esa mesa como uno de esos lunáticos. Ese rostro perfilado no cargaba ninguna expresión, parecía perdido en el momento, en esos segundos que nos tomó procesar la presencia del otro. Él se veía siniestro como todos los demás con esa túnica y esa capucha sobre su cabeza, sin embargo, mi pecho se calentó con una pizca de alivio al ver un rostro familiar entre tanta locura, entre tanta desesperación. Quería llorar y correr a sus brazos y escuchar su voz ronca susurrarme que todo estaría bien, que él siempre estaría para mí como ya lo había dicho tantas veces, pero me contuve porque no tenía ni idea de quien era el chico frente a mí.

El Rhett que yo conocía era un chico malo que no seguía las reglas y que haría cualquier cosa por protegerme, no un seguidor de un culto de asesinos. Lo miré a los ojos buscando algún tipo de señal, algo que me permitiera entender un poco y no encontré nada. Rhett se quitó la capucha y sentí un vacío en el pecho al ver de nuevo ese tatuaje al lado de su cuello, el mismo que le había visto a Heiner la primera vez aquí. Supuse que tenía sentido que Rhett estuviera metido en esto, Heiner me había contado que Rhett había sido rescatado como él, pero jamás esperé que de verdad él estuviera involucrado.

¿A caso todos me han mentido?

Estoy sola.

"No estás solo." Recordé pronunciar esas palabras al sacar a Heist de la piscina. Y lo mucho que él se había abierto conmigo en la cabaña. Su expresión decepcionada cuando descubrió que lo había drogado aún me atormentaba. Todos habíamos sido unos mentirosos en algún momento del sangriento juego de Heiner. Rhett se puso de pie, y empujó su silla hacia atrás para comenzar a rodear la mesa. Cuando quedo de mi lado de la mesa, a unos cuantos pasos, levanté mi mano.

—No.

Él se detuvo, su mirada evaluó mi atuendo, mi herida recién vendada, la sangre seca en mi vestido, y algunas manchas aún húmedas sobre mis piernas.

—No te a—

Rhett se llevó el dedo índice a sus labios y me quedé callada por unos segundos, ¿por qué no hablaba? De cerca, pude notar las gotas de sudor que rodaban por su frente y la palidez de su rostro, él no lucía del todo bien así que me quedé quieta cuando se acercó y su mano acunó mi mejilla, siseé ante la frialdad de su palma.

—Lo siento mucho, Leigh.

¿Por qué? ¿Por qué te estás disculpando exactamente, Rhett? Porque ya yo no entiendo nada.

Él descansó su frente sobre la mía y su piel estaba caliente lo cual fue contradictorio comparado con su palma, ¿tenía fiebre? Busqué su mirada y él cerró los ojos antes de caer sobre una rodilla frente a mí. La sorpresa me hizo arrodillarme con él y tomé su rostro entre mis manos.

—¿Rhett?

Sus hombros subían y bajaban con cada pesada respiración como si requiriera un esfuerzo fuera de lo usual para respirar. Rhett descansó su frente sobre mi hombro.

—Todo es tu culpa, Leigh. —Me susurró al oído.

—¿Qué? —En un segundo, Rhett enroscó su mano alrededor de mi cuello y me obligó a acostarme sobre el suelo con él encima de mí. Él apretó mi cuello y grité con todas las ganas, —¡No! ¡Rhett! ¡Ayuda! —Las palabras se atragantaron, el aire comenzó a faltarme, el rostro Rhett empezó a distorsionarse frente a mí.

—¡Todo es tu culpa! ¡Tu culpa! —Él gritó en mi cara y yo lo aruñé, lo golpeé, luché debajo de él con todas mis fuerzas. Pude ver la sombra detrás de él y alguien lo arrancó de mí, tosí desesperada y me senté rodándome hacia atrás instintivamente. Heiner sostuvo a Rhett de ambos brazos, la sonrisa de ese monstruo era espeluznante.

—Me encantan los rencuentros románticos.

—Suéltame. —Rhett pidió de mala gana.

Heiner lo soltó, pero se mantuvo entre él y yo. Yo acaricié mi cuello, aún tosiendo.

—No me gustan que hieran mis juguetes sin mi permiso, Rhett.

—No entiendo porque aún sigue con vida —Rhett dijo con una expresión de asco y mi pecho se apretó.

El recuerdo de la mirada oscura y cálida de Rhett, sus sonrisas, sus 'te quiero', sus abrazos reconfortantes se agrietaron en mi mente mientras él me miraba con repulsión. Lagrimas llenaron mis ojos porque ya estaba cansada, mi situación era una mierda y que Rhett intentara matarme y me mirara de esa forma era lo que me faltaba para querer desaparecer y rendirme.Rhett se dio media vuelta y se fue y me permití derramar una sola lagrima antes de limpiarla furiosa. Heiner se quedó de pie ahí, sus ojos sobre mí. Él suspiró y lo vi girarse a buscar algo. Al caminar hacia mí de nuevo, pude ver el pañuelo blanco en su mano.

—Necesitas descansar para sanar.

Mi instinto fue arrastrarme hacia atrás, pero él agarró mi muñeca con fuerza y me obligó a levantarme.

—No, no, por favor —le pedí porque no era la primera vez que me dormía a la fuerza.

Heiner me apretó entre sus brazos antes de cubrir mi boca y mi nariz con el pañuelo. Intenté no respirar lo más que pude, pero inevitablemente tuve que hacerlo y todo se volvió borroso. Su rostro inexpresivo estaba a unos centímetros del mío, esos ojos parecían pozos profundos de oscuridad dispuestos a ahogar todo lo que se encontraran en su camino.

Mi mente divagaba, la droga haciendo su efecto y por un segundo no era Heiner el que me sostenía, era Heist, sus ojos azulados teñidos de diversión, sus labios curvados en esa sonrisa que me había cautivado la primera vez que lo vi. Mis ojos se humedecieron de nuevo al pensar palabras que nunca dije y que quizás nunca tendría la oportunidad de decir.

Te quiero, Heist.


HEIST

2 MESES DESPUÉS

Humo.

Fue lo primero que vimos en la distancia mientras manejábamos por una estrecha carretera entre arbustos cubiertos de nieve. Este lugar estaba en medio de la nada, habíamos tenido que manejar más de seis horas para llegar y en el trayecto no habíamos visto ningún otro auto, ninguna casa, nada. Supuse que era exactamente lo que Heiner necesitaba, un lugar aislado, lo suficientemente lejos para que un humo como ese no llamara la atención de nadie, ¿cómo? Si no había nadie en cientos de millas alrededor.

—Más rápido. —Ordené, pero papá solo me dio una mirada cansina, esta carretera estrecha no permitía abusar la velocidad por mucho. Valter manejaba, Peerce iba de copiloto preparando sus armas mientras Mayne iba a mi lado en la parte de atrás. No quisimos involucrar a mis hermanos en esto, alguien tenía que quedarse en la civilización, alguien que pudiéramos llamar por ayuda si todo se iba a la mierda.

—Debemos asumir que tendrá hombres ahí también, pero no muchos, si ha estado en un lugar tan aislado por meses sin ningún problema ya debe sentirse seguro —comentó Peerce.

Fue muy difícil encontrar este lugar recóndito en el norte de Canadá. Nos tomó contactos, dinero, investigación. Heiner había hecho las cosas muy bien, sin dejar rastros, pero finalmente lo habíamos encontrado gracias a que rastreamos a su hermanastra cuando dejó este lugar. Ella no era tan inteligente como él, y rastrearla hasta aquí no fue tan difícil. El padre de Leigh se nos había unido y venía a unas cuantas millas de nosotros, nos separamos para no levantar sospechas porque él venía con todo un equipo. No podía negar los nervios que tensaban cada parte de mi cuerpo, mamá tenía que estar bien. Si ella fue su objetivo desde el principio, dudaba que le hiciera daño. Los ojos negros de Leigh vinieron a mi mente y alejé esa imagen, no me importaba lo que le pasara después de lo que me hizo.

Pensé que no nos mentíamos entre nosotros, recordé decirle eso a mi madre.

Chasqueé la lengua, Leigh estaba bien, si algo tenía era una habilidad para salir triunfante de situaciones retorcidas. Y si, lo que me hizo fue una mierda, pero tampoco la quería muerta.

—Ya casi llegamos, prepárense. —Papá dijo, quitándole el seguro a su arma. Yo lo imité. Valter comenzó a reducir la velocidad y emergimos del camino a un claro cubierto de nieve que llevaba al frente de una casa inmensa. Él frenó de golpe ante la vista.

¿Qué carajos...?

Parte de la casa estaba oscurecida por haberse quemado, ya no había llamas, pero el humo aún salía por las ventanas con lentitud. Sin embargo, eso no era lo más perturbador, había palos inmensos clavados por todo el frente y los lados, y en ellos había cadáveres crucificados, el frío debió ralentizar su descomposición porque aún se veían enteros, su sangre congelada y algunos cubiertos en parte de nieve lo que significada que habían recibido varias nevadas ahí.

—Maldito enfermo...— Valter murmuró, inclinándose sobre el volante del auto viéndolo todo con una expresión de asco.

Eché un vistazo a mi lado, Mayne estaba muy tenso, sus puños apretados sobre su regazo.

—No fue él. —Mayne respondió.

—¿Qué? —Lo observé confundido.

—Hace años, hablé con la otra personalidad de tu madre, —Mayne contó, —y recuerdo claramente que me dijo 'Todos esos malditos que merecen morir deberían ser crucificados' —sus ojos se fijaron en los cadáveres, —'Sería justicia divina, que mueran en la cruz como el Dios de muchos, por sus pecados, de manera lenta y dolorosa'

Volví a mirar la vista frente a mí y me costó creer que mi madre tuviera algo que ver en algo tan macabro, pero yo nunca había conocido esa personalidad de ella así que era posible.

—No hay autos, no hay vida, parece que algo muy pasó y ya no queda nada, —Peerce dijo y abrió la puerta del auto, —sin embargo, manténganse alerta, revisemos el lugar.

Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la casa. Sin embargo, nos detuvimos de golpe y alzamos nuestras armas cuando vimos movimiento en la puerta principal. Vi a Rhett emerger de la puerta, su rostro ensangrentado, él cojeaba y cargaba alguien en sus brazos. Su rostro se contrajo en agonía al vernos, sus ojos rojos como si hubiera llorado por días y cuando bajé la mirada a la persona que cargaba entendí por qué. Mi pecho se hundió en un segundo. Su cabello guindaba a un lado, la palidez de su piel resaltaba entre la sangre seca que la cubría y el vestido blanco que llevaba. Su brazo colgaba a un lado. Rhett bajó las escaleras frontales de la casa y cayó de rodillas con ella en brazos.

—No... —murmuré, —no, no, no.

Me fallaron las piernas y caí sobre una rodilla. Mayne fue el primero en reaccionar y correr hacia ellos. Rhett comenzó a llorar abiertamente mientras Mayne desesperadamente revisaba el pulso de ella, Peerce no se movió, sus ojos enrojeciéndose de inmediato porque todos sabíamos que la vida había dejado su cuerpo hacía horas. Valter se golpeó el pecho una y otra vez como si no pudiera respirar.

—Mamá...— susurré, mi pecho apretándose y el dolor propagándose.

Mayne maldijo y la arrancó de los brazos de Rhett para sostenerla con cuidado, acariciando su rostro una y otra vez.

—Bonita...

Yo caí sentado de lleno y apreté la nieve a mis costados. Lagrimas rodaban por mis mejillas sin control y no me importaba, mi madre yacía muerta en los brazos de mi padre. Habíamos llegado tarde... no habíamos podido salvarla... no...

Entonces la rabia tomó el control, me puse de pie y caminé hacia Rhett.

—¡¿Dónde está?! —Le grité.

—Se ha ido...

Rhett se puso de pie y se dirigió hacia Peerce y Valter. Yo fui al lado de Mayne para ver a mi madre. Tomé su mano con cuidado, y besé la parte posterior mientras dejaba caer mis lagrimas.

Eres mucho más que eso, Heist...

No le digas nadie, pero eres mi favorito.

No, mamá. Apreté su mano contra mi rostro y lo dejé salir. Mi dolor escapó de mi en sollozos de agonía, mis hombros sacudiéndose con cada uno, nunca había llorado con tantas ganas, con tantas fuerzas. Ella no podía estar muerta, mi madre, Mila Stein que siempre fue fuerte, que siempre sonrió ante las dificultades no podía estar muerta. Yo no podía haberle fallado, no así, no de la peor forma. Algo en mi se quebró, las grietas corriendo por todo mi ser. Mayne me dejó abrazarla, sentirla en mis brazos una última vez. Su pálido rostro se veía en paz así que lo acaricié.

—Madre... —susurré como si el bajar la voz pudiera hacer que ella me escuchara. Ya nunca volvería a verla sonreír, nunca escucharía su voz, nunca tendría la única persona que me quería a pesar de que sabía quien era yo realmente. La persona que me dio la vida.

Entonces, mis ojos captaron movimiento desde la puerta principal y aún aferrándome al cadáver de mi madre, levanté la mirada para ver a Leigh salir ensangrentada, ella también llevaba un vestido blanco manchado de sangre, estaba mucho más delgada que la última vez que la vi. Su largo cabello negro estaba suelto y caía enredado alrededor de su rostro. Ella se paralizó cuando me vio, pero su expresión se llenó de alivio y se apresuró hacia mí hasta que vio a mi madre. Eso la hizo detenerse en seco, sus ojos se llenaron de lagrimas.

—Heist...

No dije nada. Mayne se levantó con mi madre en sus brazos y la cargó con gentileza pasándome por un lado para llevarla a Peerce y a Valter. Yo solo me quedé ahí en la nieve, llorando en silencio. Me puse de pie y limpié mis lagrimas con rabia. Leigh se me acercó, su mano tocó mi brazo y me solté de un manotazo.

—No.

—Heist.

—No.

Su expresión estaba llena de dolor, de derrota, de agotamiento por todo esto, pero en ese momento no me importaba, mi mente estaba fijada en el rostro sin vida de mi madre, en la frialdad de su mano, en el hecho de que no la vería nuevamente.

—Lo siento tanto, Heist, de verdad—

—¡Cállate! —Le grité y sus labios temblaron mientras ahogaba un sollozo, —tú... ¡Todo esto es tu culpa!

—Heist...

—Si tu no hubieras aparecido en mi vida, si no me hubieras atraído a ti como un maldito idiota, si no me hubieras engañado esa noche, habría estado ahí.

—¡Y te hubieran drogado como a todos los demás! —Se le quebró la voz, —no te atrevas a culparme por protegerte, por—

—¡Cállate! —Me acerqué a ella y con una mano apreté su mandíbula con desprecio, —No quiero volver a verte en mi vida. —Dije entre dientes. Su rostro se contrajo en dolor y arrancó mi mano de un tirón.

—¡No eres el único que perdió algo! —Ella gritó con tanta fuerza que cerró los ojos, —¡No eres el único, maldita sea!

Su grito me dejó sin palabras unos segundos.

—Me han secuestrado, torturado y abusado de mi por meses. Yo también perdí a mi madre por culpa de ese monstruo. No eres el único...— su voz se rompió, —que ha perdido algo.

Quise hablar, pero las palabras se trababan en mi garganta. Leigh me miró a los ojos.

—Y durante todo este tiempo, no sabes lo mucho que pedí sobrevivir, volver a casa y poder verte otra vez para decirte que... te quiero, —mi pecho se apretó, —pero fui una idiota por pensar que podía ser reciproco y que te alegrarías al verme con vida después de toda la mierda que he pasado. Vete al jodido infierno, Heist Stein. 

Y con eso, me pasó por un lado y siguió hacia donde la camioneta de su padre se acababa de estacionar.

—¡Leigh! —Thomas Fleming se bajó rápidamente y fue al encuentro de su hija.

—¡Papá! —Leigh rompió en llanto en sus brazos y en ese momento noté lo mal que ella se veía, toda esa sangre, esas cicatrices en las piernas, los morados en sus brazos, la delgadez de su cuerpo.

Maldije en alemán y observé la casa de nuevo, ¿qué mierdas había pasado? ¿cómo había terminado mi madre muerta? ¿Rhett y Leigh tan mal heridos? Y lo más importante, ¿dónde estaba Heiner? 


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NOTA DE LA AUTORA: -baja la cabeza y les brinda sus condolencias- En el próximo capítulo sabrán que fue lo que pasó en esa casa que llevó a todo ese desastre. Y podrán entender mejor todo. No puedo decir que la muerte de Mila no me dolió pero en el próximo capitulo entenderán mejor y creo que estarán de acuerdo con el cierre de ese ciclo. 

Aquí echemos la llorada juntos, y broooo, cuando Leigh dijo 'No eres el único que perdió algo' I really felt that. 

No hay memes esta vez porque estamos de velorio. Muchas gracias por su paciencia siempre. 

Ariana G. Stein. 

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