(42) ╋ Meine Liebe ╋
HEIST
Leigh no paraba de estremecerse en mis brazos.
Ella no dejaba de llorar y la confusion me carcomía, ¿había tenido una pesadilla? ¿O se había asustado tanto? ¿Por qué estaba llorando desconsolada en mis brazos en vez de atacarme e insultarme por secuestrarla? Honestamente, su reacción había puesto mi cerebro en marcha para tratar de entenderla porque no era todo los días que Leigh Fleming se mostraba así de vulnerable frente a mí. Además, no me gustaba la sensación de no entender algo, no ser capaz de descifrarlo porque eso significaba que estaba fuera de mi control.
Cuando se calmó, se quedó callada, su rostro aún descansaba sobre mi pecho, su mirada perdida en la distancia como si llorar tanto la hubiera dejado en un trance silencioso. No sabía que decir, ni que preguntar, no quería que nada la hiciera volver a la realidad de la situación porque estaba seguro de que me apartaría de ella.
Finalmente, ella me apartó, busqué su mirada sin éxito alguno. Ella se giró y se acostó en el colchón de lado, dándome la espalda. Me quedé ahí arrodillado con los brazos vacíos.
¿No iba a hablarme?
—¿Leigh?
Silencio.
Suspiré, me puse de pie y me di la vuelta para buscar la comida y la bebida que le traje en una bandeja pero que dejé a un lado cuando iba bajando y le escuché gritar. Puse la bandeja a un lado del colchón.
—Te he traído comida y... coca cola de sabor a fresa— recordé que Natalia que me había dicho que esa era la favorita de Leigh, —¿Leigh?
—¿Tú diste la orden de matarlo?— apenas pude escuchar su voz, ronca de tanto llorar. Me tomó un segundo darme cuenta de que se refería al Sr. Philips.
Mentir ya no servía de nada.
—Si.
—¿Por qué?
—Es una larga historia.
Ella bufó pero siguió sin mirarme, sin enfrentarme y eso me estaba irritando.
—¿Tuviste una pesadilla?— tenía que saber que era lo que había pasado cuando la encontré histérica.
—Es una larga historia— el desprecio en su tono no pasaba desapercibido.
—Entiendo que estés molesta, Leigh, que—
—Vete a la mierda, Stein.
Apreté mis labios y me incliné sobre ella, la agarré del brazo, la obligué a levantarse y a enfrentarme. Ella se liberó de un manotazo, sus ojos rojos e hinchados me dieron la mirada más fría que me habían dado en toda mi vida. Ella dio un paso atrás.
—¡No me toques!
—Leigh...
—¿Qué esperabas? ¿Felicitaciones? ¿Qué te recibiera con los brazos abiertos o mejor aún, con las piernas abiertas, Heist?
Me tensé porque odiaba la rabia que veía en su expresión.
—¡Mataste a alguien que era como un padre para mi! ¡Me has secuestrado! Así que no, no quiero tu puta comida o la jodida Coca Cola sabor a fresa y sobretodo, no quiero verte.
Ella se pasó la mano por la cara antes de darme una mirada llena de desprecio y darme la espalda.
No, no me mires así, Leigh.
Tensé mi mandíbula y apreté mis puños a mis costados. Recordé una conversación que tuve con mi madre hace tiempo.
—Mayne te secuestró, mamá, ¿cómo es que te enamoraste de él?— tenía curiosidad.
—Es más complicado que eso— mamá suspiró, —toda la rabia que sentía no era hacia él, era hacia mi misma, porque a pesar de que estaba frente a un asesino, a alguien que había jugado conmigo, aún me sentía atraída hacia él. Pero lo que realmente marcó la diferencia para mi, fue saber la verdad, que él solo había intentado aceptar una culpa por mi, por mi estabilidad mental. Él que no hace nada por nadie, que clínicamente debía ser egoísta siempre, había hecho algo por mi.
—Pero él no es capaz de sentir, o no debería...
—Lo sé, él simplemente es... diferente. Creo que su condición lo libera de la necesidad de decorar o adornar las cosas. Creo que la forma en la que él expresa apego es brutalmente honesta ya que no viene de emociones sino de sus análisis, de su mente tan profunda, de sus sensaciones.
Me le quedé viendo mientras ella sonreía mirando por la ventana de nuestra casa en Alemania. Ella continuó.
—¿Quién necesita flores, cenas románticas u osos de peluches cuando tienes a alguien que mataría por ti sin dudarlo ni un segundo?
—Esa es una manera muy fría de verlo, mamá.
Escuché pasos, Mayne venía bajando las escaleras y se lanzó en el sofá para poner sus manos detrás de su cabeza. Valter salió de la cocina junto con Peerce, y se le unieron a Mayne, sentándose los otros sofás. Era noche de películas en familia, una tradición que mi madre había creado para que pasáramos tiempo todos juntos una vez por semana. Mamá echó un vistazo sobre su hombro a sus tres esposos y me sonrió.
—Pero lo más importante, lo que quiero que sepas siempre, Heist, es que yo los necesitaba, a cada uno de ellos. Nuestras debilidades y particularidades son piezas que encajan perfectamente, ¿qué es algo tan variante e inestable como el amor comparado con un rompecabezas perfectamente encajado?
Y con eso, caminó hacia los sofás y solo pude observarla sonreírles y como la atención de ellos caía sobre ella de inmediato. Mila Stein era una reina con tres reyes oscuros.
La verdad.
Lo que había marcado la diferencia había sido saber la verdad para mamá. Volví al presente y fui escaleras arriba por una carpeta. Bajé de nuevo, Leigh seguía dándome la espalda así que la giré hacia mi.
—¿Quieres la verdad?
Ella dudó.
—¿Quieres saber porque lo hice, Leigh?
Ella no dijo nada pero recibió la carpeta, al abrirla lo primero que vio fotos de Jessie, los morados y las heridas en sus brazos, en sus pechos, en su espalda. Leigh se cubrió la boca con su mano libre mientras leía todo lo reportado ahí.
—Por eso maté a Philips,— le dije, —era un enfermo pedófilo que le hacía esto a las llamadas Iluminadas, si ese grupo tan maravilloso que tú ahora lideras y que era cuestión de tiempo para que algo así te pasara.
Ella seguía viendo todo, completamente sorprendida y asqueada ante las otras fotos.
—No te he secuestrado, Leigh,— busqué su mirada y esta vez, si me miró, —te he salvado.
—¿Por qué?
Me pasé la lengua por mi labio superior.
—¿Por qué ir tan lejos para salvarme, Heist?
Si, Heist, ¿por qué?
—No lo sé.
—Has asesinado a alguien, montado todo un teatro para tenerme aquí a salvo y, ¿no lo sabes?
¿Quién necesita flores, cenas románticas u osos de peluches cuando tienes a alguien que mataría por ti sin dudarlo ni un segundo?
Recordé las palabras de mi madre y sonreí para mi mismo. Leigh esperó una respuesta pero mi silencio parecía darle una.
—Me estás volviendo loca, Heist, hace unos minutos, estaba dispuesta a odiarte con toda mi alma y ahora... no sé... no sé que creer que pensar, que sentir...
Sentir...
—Piensas demasiado, Leigh.
—Mientes demasiado, Heist.
—¿Miento?
—Omitir es mentir.
—¿Qué estoy omitiendo?
—Lo que sientes.
Bufé.
—Tienes razón, te has vuelto loca.
Ella solo me observó por unos segundos.
—¿Crees que te he salvado porque siento algo por ti? Qué egocéntrica, Leigh.
—Haz todas las bromas que quieras, pero la realidad es que tú, Heist Stein, la persona más manipuladora y egocéntrica que he conocido en mi vida, ha hecho todo esto para salvar a alguien como yo de la nada, solo porque si.
—Wilson puede llegar a ser muy aburrido, quizás quería agregarle algo de diversión.
—¿Salvando a la falsa mojigata con la que te la pasas discutiendo?
—No sé si el secuestro te ha afectado la memoria, pero hemos hecho mucho más que discutir, Leigh.
Ella se sonrojó pero eso no afectó su determinación.
—Entonces, esto se trata de sexo, ¿eh?
—Guao, pudiste decir la palabra sexo sin disculparte con el Altísimo, ¿quién eres y que has hecho con Leigh?
—Guao, me has salvado cuando no tenías ninguna razón aparente, ¿quién eres y que has hecho con Heist?
Eso me hizo sonreír con diversión, extrañaba esto.
—Deja de ver cosas donde no las hay, solo se agradecida y punto.
—Oh— ella se rió, —disculpa, ¿dónde están mis modales? Gracias por asesinar al supuesto pedófilo del pueblo y secuestrarme, no podré darte cinco estrellas por el servicio porque las ataduras estaban demasiado apretadas.
Luché con una sonrisa.
—Me sorprende que sepas lo de dar cinco estrellas, pensé que no tenías acceso a internet.
—¿Sabes a que más no tengo acceso?— le hice un gesto para que continuara y me sacó el dedo, —a esto.
Era imposible pensar que hace rato esta chica se estaba estremeciendo en mis brazos, desconsolada y que ahora me sacaba el dedo desafiante. Leigh Fleming era un jodido enigma y luché con las ganas de tomar su rostro entre mis manos y besarla así que decidí cambiar la dirección de nuestra conversación.
—Ya te he contado mi verdad, es justo que me cuentes la tuya, ¿qué pasó cuando te encontré llorando?
Ella bajó la mano y se puso seria.
—Te lo contaría si tuviera la certeza de que te importo de verdad, de que no solo quieres una debilidad para restregar en mi cara o algo que usar en mi contra si alguna vez estoy en el lado opuesto de tus juegos.
—Soy lo que soy, Leigh, no puedes esperar que sea diferente por ti.
—Lo sé y por eso no tengo ni la minima intención de intentar que lo seas.
Torcí mis labios y pregunté.
—¿Rhett lo sabe?
Ella no respondió pero esa era respuesta suficiente.
—Vaya, Rhett que te ha mentido en la cara se merece más honestidad que yo.
—Heist, no.
—¿No qué?
—No hagas esto, no intentes hacerle quedar mal frente a mi, no intentes hacerme enojar con él y usar esa rabia para manipularme y llevarme a pensar que contándotelo a ti le estaría haciendo pagar por sus mentiras. Respétame un poco más.
Levanté mis manos en el aire y me esforcé por sonreír con diversión aunque no era genuina.
—Okay,— dije, —que lealtad, cualquiera pensaría que estás enamorada de él— observé su reacción pero su rostro no me dio gestos de nada que pudiera leer.
—Como si eso te importara.
Du bist mir wichtig*, Leigh.
Me frustraba que no me contara y que si le hubiera contado al idiota de Rhett, así que antes de que ella lo notara, me di la vuelta.
—Come, volveré en un rato— me despedí y subí escaleras arriba. No la até de nuevo porque no había necesidad esta vez, ya había comprado candados para la puerta del sótano. Al cerrar la puerta y poner el candado, me recosté contra la misma, estampando la parte de atrás de mi cabeza contra el metal.
Cerré los ojos y apreté mis puños con mucha fuerza, tenía ganas de golpear algo o más bien alguien que conocía muy bien, tatuado y con piercings porque mientras él no había hecho ni mierda por Leigh, ella había confiado en él y aún lo hacía. Y no entendía esta rabia, esta sensación desagradable en mi pecho.
—Du bist ein Idiot*, Heist.
Murmuré para mi mismo.
#
HAYDEN STEIN
Ver gente morir, desangrarse, suplicar en agonía cuando apenas eres un niño, te cambia, te insensibiliza, te hace perder esa parte de ti que debería sentir lastima, esa parte de ti a la que debería importarle; te rompe en pedazos para reconstruirte como un monstruo.
Y no, no hablaba de mí, yo había nacido retorcida de fabrica, hablaba del monstruo creado que venía bajando las escaleras del sótano en ese preciso momento.
Sus pasos eran lentos y pacientes. Lo primero que vi fueron sus botas negras, luego sus pantalones y al final una camisa oscura que le daba ese toque de elegancia. Él terminó las escaleras y se paró frente a mi.
—No me gusta verte así, encadenada como un perro.
Le sonreí y me puse de pie.
—Sabes que no es tan malo como parece.
Su mano ahuecó mi mejilla con gentileza, estaba helado, probablemente acababa de llegar a la casa.
—¿Cómo va todo?— pregunté.
—Bien, aunque tía Jazmine no la está pasando muy bien secuestrada.
—¿No la has matado?
—¿Por qué debería?
—Nada de cabos sueltos.
—Si que eres fría, Hayden.
—¿Tú? ¿Tú me estás llamando fría? Tú que has asesinado como si nada. Ahórratelo.
—Algunas fueron tus ideas.
—Si, pero tú las ejecutaste.
Su dedo acarició mi mejilla.
—Mi querida Hayden, tan hermosa y tan retorcida.
—¿Qué pasó con hermanita?— le molesté.
Él se inclinó sobre mi, y ladeó su cabeza, sus ojos indagando los míos.
—¿Te prende que te llame así?
Me paré de puntillas y pasé mi lengua por la comisura de su labio inferior antes de sonreír.
—¿A ti no?
Él agarró un puñado de mi cabello con gentileza, controlando ese lado violento que él siempre había tenido.
—No me provoques.
—¿Por qué no?
—No he venido a follarte.
Bufé y él me soltó así que di un paso atrás.
—Qué aburrido.
—Hayden.
—¿Si?
—Creo que este es el momento perfecto.
—Es muy pronto.
—No, es perfecto, por fin, podré tenerla conmigo para siempre. Después de tantos planes, por fin, lograré mi objetivo.
—Es muy pronto— repetí, seria, —ya has esperado tanto, no te desesperes ahora. Todo saldrá bien, yo seré libre y tú la tendrás a ella.
Sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa siniestra.
—¿Crees que necesito que me des seguridad como un niño?— él se acercó a mi y enroscó su mano alrededor de cuello y me estampó contra la pared, —Eres muy inteligente, Hayden, pero sigo siendo superior a ti.
Agarré su muñeca y quité su mano de mi cuello.
—Eso lo sé, ¿crees que te seguiría sino te admirara?
—No tienes que alimentar mi ego, no lo necesito— me dijo cortante, —me sigues porque tienes curiosidad, porque quieres saber como terminara todo esto.
—¡Uuups! Culpable— admití.
—Es el momento, la guerra está por comenzar y no puedo arriesgarme a que ella salga lastimada.
—Ella es más fuerte de lo que tu crees, además, no creo que la dichosa guerra empiece ya.
—Ya ha comenzado, Hayden, Philips está muerto, no hay vuelta atrás.
Murmuré su nombre con suavidad antes de hablar de nuevo.
—Bien, tú sabes lo que haces— fui directo al punto porque sabía que él había venido por una razón, necesitaba algo de mí, —¿qué necesitas?
Él suspiró antes de contármelo todo. Lo escuché atentamente, asintiendo y memorizando cada detalle para responderle con lo que necesitaba. Después de darle lo que necesitaba, me senté en mi colchón y crucé las piernas. Él se quedó ahí y sacó una navaja roja con negra que había visto antes.
—¿Esa fue... la navaja que le dejaste a las Fleming en el bosque hace un año?— recordé eso, es lo más despiadado que le había visto a hacer, como había dejado que la madre de Leigh muriera en esas circunstancias tan dolorosas, pero bueno, él necesitaba asegurarse de que Leigh sufriera un fuerte trauma, la idea de los perros entrenados había sido mía.
Supongo que los dos somos unos locos de mierda. Él un poco más que yo, porque él es de esos monstruos que salen en plena luz del día, sonriendo, encantador y agradable. En cambio, yo soy de los que se mantienen en la oscuridad.
—Si— me respondió, levantando la navaja. Su diseño alemán y elegante con las escrituras mínimas casi imperceptibles a un lado en latin: Veni, vidi, vici (Llegué, vi, vencí.)
El silencio reinó entre nosotros, la tensión de lo que se venía flotaba en el aire. La parte final de sus planes, la meta, había llegado el momento y eso significaba que también la parte más peligrosa, más impredecible, donde existían más variantes, más posibilidades de situaciones que él no podría controlar por completo.
Sin embargo, podía ver la emoción en sus ojos, en lo tenso de sus músculos. Él había esperado tanto, había sido tan paciente, llevando a cabo sus planes perfectamente como un puto Dios de la manipulación.
Un Dios monstruoso que estaba listo para lo que venía, porque era la hora de salir del anonimato y revelar su rostro, era el momento de que nuestra frase alemana favorita volviera a la vida:
Die Jäger gaben ihr bestes, aber das Monster schien unzerstörbar*
Porque él era indestructible.
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*Meine Liebe: Mi amor o querida.
*Du bist mir wichtig*, Leigh: Me importas, Leigh.
*du bist ein Idiot, Heist: Eres un idiota, Heist.
*Die Jäger gaben ihr bestes, aber das Monster schien unzerstörbar: Los cazadores hicieron lo mejor que pudieron, pero el monstruo parecía indestructible.
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Nota de la autora: ¡Gente! Estamos llegando a la parte final de la historia, creo que este capítulo es uno de mis favoritos porque tenemos un poco de esa química de Leigh y Heist y también un poco de Hayden y su interacción con... ¿quién? De aquí en adelante, probablemente los títulos de los capítulos serán en alemán, en honor al desconocido. Ni yo me siento lista para que sepan quien es. ¡Por el Altísimo! .
Volvió meme time xD:
Muakatela,
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