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(34) ╋ Distorsión Real ╋

LEIGH

Cuatro funerales en menos de cuatro meses.

Cuatro chicas del pueblo de Wilson.

Hasta la persona menos brillante del pueblo se había dado cuenta de que algo estaba pasando, de que esto no era normal y tenia un trasfondo mucho más profundo de lo que todos nosotros esperábamos.

Además, este cuarto funeral era diferente, no había sido un suicidio, había sido un claro asesinato así que Wilson se había convertido en la pesadilla de cualquier madre: un lugar donde sus hijos/as no estaba seguros. El pueblo estaba aterrado, nadie salía después del anochecer, por su parte la policía merodeaba y patrullaba los alrededores a cada rato.

Esto es una pesadilla.

De pie, frente a la tumba de Natalia, me quedé viendo la nieve caer sobre su recién hecha lapida:

Aquí descansa quien nos llenó de alegría con sus sonrisas y energía:

Natalia Montes

1998 - 2018

Quisiera decir que podía sentir mi tristeza en plenitud pero era como si estuviera atrapada en ese estado de vacío donde no puedo sentir nada, no puedo escuchar nada a mi alrededor. Las personas me hablaban, y yo asentía como un robot de manera automática porque ellos no entenderían, nadie entendería lo que había perdido. No solo había perdido una amiga, había perdido una de las pocas personas que sabían todo de mi, mis fallas y mis defectos, y aún así estuvo a mi lado por tantos años.

Natalia fue la primera en ayudarme a asimilar mi condición, y que debía tomar medicación de por vida. En ningún momento me juzgó, su sonrisa nunca desmayó ni siquiera el día que intenté suicidarme. Nadie en el pueblo se enteró pero le supliqué a mi padre que me dejara llamarla a ella y Natalia estuvo ahí. Ella sabía todos mis secretos y a pesar de que nos separamos, de que ella ya no tenía razón para quedarse callada, siempre guardó mis secretos. Nunca nadie se enteró, su lealtad se fue con ella a la tumba.

—Gracias, Natty— le susurré, poniendo las coloridas flores sobre su tumba, odié que la blanca nieve aterrizara sobre cada color quitándole vida, ya me había quedado sola así que dejé que las lagrimas salieran junto con mis palabras, —Lo siento mucho, Natty... yo... debí... hacer las cosas de otra manera. Pero quiero que sepas que aunque nos separamos, siempre... siempre... te quise con cada parte defectuosa de mi— bufé, riéndome entre sollozos, —supongo que el cariño de alguien como yo no es mucho pero es sincero— me agarré el pecho, —aquí, en la pequeña parte de mi que mantengo sincera y de verdad, estás tú.

Casi podía verla al otro lado de su tumba, sonreírme y burlarse de mis palabras, llamándome dramática.

—Lo sé,— dije, limpiando mis lagrimas, —finjo, miento, y me creo un mundo donde soy perfecta para sobrevivir a mis demonios, pero quiero que sepas que tú nunca fuiste parte de la mentira, tú siempre viste a la verdadera Leigh, desestabilizada, suicida, psicótica y aún así me quisiste y te mantuviste a mi lado por tanto tiempo. Te quiero— murmuré, y sostuve mi cara con ambas manos para llorar abiertamente.

Mis rodillas se debilitaron y me arrodillé frente a la tumba, la familiaridad de esta situación me dio una sensación de dejá vu que me dejó sin aliento.

No, no quiero pensar en eso, no puedo recordar eso ahora. No, no, no.

Sacudí mi cabeza una y otra vez pero el recuerdo se escabulló en mi mente y pude vivirlo de nuevo: el frío, la nieve, la tumba, las flores, todo era tan igual, ¿cómo puedo recordarlo de manera tan exacta? Ni siquiera mi terapeuta sabía que me pasaba, él solo probó medicación trás medicación hasta que una funcionó para calmarme. Si, no era el terapeuta más capaz y entrenado del mundo pero era el único a una distancia prudente de Wilson ya que nuestro pueblo no contaba con ningún profesional de salud mental. Nadie en Wilson creía en eso, por supuesto, todos nuestros problemas y dificultades debían ser confiadas al Altísimo. Así que cualquier psicólogo o psiquiatra que se establecía en Wilson, terminaba por irse por falta de clientela. Esa es la razón por la que también lo mantuve oculto de mi madre, ya le había causado suficiente dolor.

Pero no estoy bien.

Si, la medicación me calmaba pero funcionaba como una curita sobre una herida inmensa que amenazaba con abrirse y sangrar en cualquier momento. Por eso, todo tenía que ser perfecto, equilibrado, puro porque cada vez que permitía un ligero descontrol esa curita se agrietaba y ya estaba a su limite porque no había hecho más que cometer errores desde que llegaron los Steins.

Toda mi vida había sido un suma de errores que me había traído a este estado. Enterré la mano en la nieve, sintiendo la tierra frescamente revuelta sobre la tumba de Natalia y apreté mi puño.

—Nunca te olvidaré y te juro que voy a encontrar al bastardo que te ha hecho esto.

Encontraré a la persona que hizo esto, Leigh, y lo destruiré, te lo prometo.

Las palabras de Heist me habían tomado desprevenida la noche anterior. Ni siquiera quería pensar en él porque mi mente se confundía aún más con todo lo que había pasado con él últimamente. Los Steins habían asistido al velorio, todos de negro, respetuosos y muy callados. Heist no se me acercó, ni siquiera me miró. Por el contrario, Rhett no despegaba sus ojos de mi y vi su intención de acercarse muchas veces pero una sola mirada mía le hizo saber que no era ni el lugar ni el momento. No necesitaba a nadie, quería estar sola.

Maria, Kate, Anesha, Jaeda, Rina, y Lyna habían dicho una oración y unas palabras muy bonitas de parte de las Iluminadas. Les agradecí que lo hicieran en mi lugar como líder porque yo apenas podía hablar.

—Leigh.

Esa voz detrás de mi me hizo saltar ligeramente en sorpresa porque estaba tan absorta en mis pensamientos, mis ojos fijos sobre la tumba que con el pasar de los minutos se seguía cubriendo de nieve, a este paso, las hermosas flores quedarían ocultas. No me giré, no era necesario.

—Tenemos que irnos, hija— papá recomendó, el frío ya era insoportable y no sentía mucho la mano que tenía contra la tierra, a pesar de llevar guantes. Me puse de pie, se me estrujó el pecho al darme cuenta de que era hora de volver a casa, de volver a una vida donde Natalia ya no estaba. Aunque separadas, siempre supe que ella estaba por ahí, disfrutando su vida, pero ya no más.

Papá tomó mi mano y besó un lado de mi cabeza.

—Todo estará bien, Leigh.

No, no lo estará, y ambos lo sabemos, papá, pero ¿qué otra opción tenemos que vivir con el dolor? ¿Con la perdida de alguien que queremos?

El camino de regreso a la casa fue tan silencioso como los copos de nieve cayendo sobre la ventanilla del auto. Estaba desarrollando un odio por la nieve, era un recordatorio de cosas dolorosas, de perdidas. Papá entró conmigo a mi habitación y se sentó conmigo en la cama.

—¿Qué necesitas?

—No lo sé.

—Puedo buscar un nuevo terapeuta, Leigh.

Una sonrisa triste se formó en mis labios.

—No hará una diferencia, papá, no tengo arreglo.

Él acarició mi mejilla.

—No digas eso, Leigh.

—Ya lo intentamos una vez y no resultó, no puedo volver a sentarme y contar lo que pasó de nuevo. No puedo.

—Ese terapeuta no era bueno, hija, hay mejores, estoy seguro que en la ciudad, yo—

—Papá— tomé su mano, —estoy bien.

—No quiero que esto te haga recaer de alguna forma, Leigh, yo quiero que estés bien. Eso es lo más importante para mí.

—Papá, ¿y si fue él?— él sabía a quien me refería. Mi padre meneó la cabeza.

—Ya hemos hablado de esto, Leigh.

—No lo imaginé, yo—

—Leigh, deja el pasado atrás, lo menos que necesitas ahora son esos recuerdos para empeorarlo todo. No pienses en eso, solo—

—Bloquéalo, nunca pasó— terminé por él.

Quizás era la peor manera de lidiar con algo así pero había funcionado, yo no me permitía pensar eso, ni siquiera por un segundo, y con el tiempo, era como si nunca hubiera pasado. Noté que papá lucía ansioso.

—Papá— capté su atención y mi pregunta, aunque directa, sabía que no le ofendería, papá tenía muchos secretos pero había confianza entre nosotros para ser honestos cuando nos preguntábamos algo, —¿Tuviste algo que ver con esto?

Papa suspiró y me miró a los ojos.

—No.

—¿Sabes quién hizo esto?

Dudó, y apretó sus labios.

—¿Papá?

—Leigh, mi prioridad es mantenerte a salvo, siempre, ¿de acuerdo? Nada va a pasarte y eso es todo lo que me importa.

Arrugué mis cejas.

—Papá, estamos hablando de Natalia, la viste crecer junto a mi, si sabes algo—

—Leigh— su tono ya era serio, toda suavidad se había ido, —hija, te amo, pero hay cosas que te sobrepasan y en las que no puedes meterte sino quieres terminar como ella.

—Papá.

—Escúchame bien, Leigh— él tomó mi rostro con ambas manos, —¿cuáles son las muertes más lamentables en una guerra?

—Los inocentes.

—Exacto, gente que no tiene nada que ver, gente que solamente estaba de por medio, que no hizo nada para merecer la muerte. Quizás Natalia fue uno de esos casos, quizás hay más de lo que no sabemos. De cualquier forma, no dejaré que te pase lo mismo y para eso, necesito que te mantengas al margen de todo esto, ¿de acuerdo?

—Papá...

—Prométemelo, Leigh.

Es una promesa, ¿no? Dame tu dedito chiquito. Así se hacen las promesas, tonta Leigh.

Esa voz traspasó mi mente, reabriendo un viejo agujero en mi corazón. No, lo bloqueé de inmediato.

—¿Leigh?

—De acuerdo, lo prometo.

Papá besó mi frente antes de salir de mi habitación.


#


Tú sabes quien soy, ¿no, Leigh?

Puedes verme en la oscuridad.

Abre tus ojos.

Abrí mis ojos de golpe, y en vez de ver el techo de mi habitación, vi las copas de los altos arboles que se erguían en la oscuridad del bosque. No había estrellas, no había luna, solo oscuridad. Alguien tomó mi mano y giré mi rostro para ver una figura acostada a mi lado. Intenté hablar pero mis labios no me respondían, mi cuerpo tampoco cuando quise moverme.

Su mano apretó la mía con tanta fuerza que solté un quejido de dolor y quise soltarme pero nada me respondía. Volví a mirar la figura y solo quedaba un esqueleto, los huesos de sus dedos clavándose en la piel de mi palma.

Grité tan fuerte que me ardió la garganta y ya estaba de vuelta en mi cuarto pero no me podía despertar, mis ojos estaban abiertos, pero mi cuerpo seguía dormido. Paralizada, observé como desde la esquina oscura de mi cuarto, emergía una ensangrentada Natalia. Los cortes sobre su rostro aún sangraban sin control, manchando sus labios, sus dientes mientras estiraba su mano hacia mi.

Leigh, es él.

Tú tenías razón, no era tu imaginación.

Su voz era gruesa y pertubadora, no sonaba como ella, intenté apretar mis manos a mis costados, sin poder mover un músculo, observando como daba pasos en mi dirección, lagrimas rodaban por los lados de mi cara. El miedo, la impotencia de no poder hacer nada, solo ver a esta versión de mi mejor amiga muerta acercarse a mí. Natalia ladeó su cabeza, inclinándose sobre mi, su largo cabello cayó hacia adelante, rozando mi pecho. Su boca se movía rápido en un susurro repetitivo.

Muerta. Muerta. Muerta. Muerta.

Con todas las fuerzas, intenté mover mi hombro para despertar. De pronto, Natalia ya no estaba, y pude sentarme en la cama, respirando agitadamente. Observé la hora sobre mi mesita de noche: 1:35 am. Mis pesadillas y sueños vividos siempre ocurrían pasada la medianoche como un recordatorio doloroso de todo. Eché mis sabanas a un lado de la cama y caminé hacia la ventana, el miedo recorriendo mis venas. Aparté mis cortinas, con mi corazón martillando en mi pecho.

Mis ojos indagaron mi jardín, los arboles que daban comienzo al bosque detrás de la casa. Deseé que fuera otra noche normal, pero había pasado lo mismo la noche de los funerales de las otras chicas. Se lo atribuía a mi imaginación, y si lo contaba sabía que las personas a mi alrededor harían lo mismo.

"El funeral te dejó afectada."

"Confundes tus pesadillas con la realidad, hija."

"No es real, nunca lo fue."

Observé en terror como una figura encapuchada daba un paso fuera de las sombras al lado de un árbol: alto, de negro, rostro absorbido en la oscuridad de su capucha, la única luz venía del cigarro en sus labios mientras le daba una calada, el humo escapaba de su capucha con suavidad. Podía sentir sus ojos sobre mi aunque no pudiera ver su rostro.

El monstruo que hacia que los demás monstruos que me había encontrado a lo largo de mi vida parecieran nada junto a él. No sabía quien era, si era real o no, pero no era la primera vez que lo veía, la primera vez fue esa noche trágica que no me atrevía a recordar, ¿le había creado mi mente como papá aseguraba? Pensé que no volvería verlo pero desde el primer suicidio, cada noche después de un funeral, él había aparecido en esas sombras a la misma hora, es como si quisiera decirme con una siniestra sonrisa:

Sigo aquí y he matado de nuevo, Leigh. 

Antes de darse la vuelta y desaparecer en la oscuridad. 



Nota de la autora: ¡Ah, mi querido monstruo de las sombras? ¿Eres real? Seguimos descubriendo más y más de nuestra pequeña Leigh, ¿qué fue lo que le pasó a la Leigh, wey? Y si ella sufre de parálisis de sueño al igual que pesadillas y un montón de cosas a las que ella no le pone su titulo porque lamentablemente nuestra Leigh no tiene mucho conocimiento sobre la salud mental, #WilsonRetrogrado, y pues también nos enteramos que su "terapeuta" no era muy profesional, "¿probar diferentes medicamentos hasta encontrar algo que la calmara?" Así no es como funciona, amigo terapeuta chimbo. Un buen psiquiatra o terapeuta necesita puede necesitar más de una sesión para diagnosticar lo que tienes y luego crear un plan para tratarlo, no siempre con medicación, también puede ser con la terapia (hay varias) que más funcione de acuerdo a lo que tienes. 

Si tan solo, -tose- existiera un buen psiquiatra por ahí.

Mayne/Mason: ¿Por qué me estás mirando?

Yo: -sonríe ampliamente- 

Él: ¿Crees que perderé mi tiempo tratando una pueblerina? 

Yo: Ah, no te hagas, te gustan los casos complicados. 

Él: ¿Qué tan complicado?

Yo: Súper complicado.

Él: ¿Hay sangre y muerte involucrados?

Yo: -asiente-

Él: -chasquea la lengua- Bien, pero si descubro lo que tiene en la primera sesión como siempre me pasa, me largo. 

Yo: ¡Hecho!

En fin, charlemos de sus teorias: 

Aquí comentemos la canción que escuché escribiendo este capítulo:

https://youtu.be/N70i7UQzHf0

Y por acá, los memes, por supuesto:

Muakatela, 


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