(24) ╋ Diversión Roja ╋
╋ 24 ╋
NATALIA
Viernes, 30 de noviembre, 2018.
11:56 pm.
Corre...
Corrí, mis pies ardían al contacto con el suelo rocoso, las ramas caídas arañando, rompiendo piel pero no podía detenerme. El frío nocturno golpeaba mis brazos desnudos, la frágil tela de mi camisa rasgada en algunas partes ya no me cubría mucho. Mis muñecas quemaban al rozar las esposas que las mantenía unidas.
Mi respiración era un desastre. La desesperación y el miedo corrían por mis venas, impulsando mi adrenalina, mi instinto de supervivencia. Sin importar lo cansada o sin aliento que estuviera, no podía parar, tenía que seguir porque él venía detrás de mí.
Su silbido retorcido resonaba por todo el bosque.
¿Cómo pude ser tan idiota?
¿Cómo pude confiar en él?
¿Cómo me cegué al no ver la clase de monstruo que era?
Me tropecé, y caí, mis rodillas impactando el suelo sin piedad. Gruñí en dolor y poniendo mis manos esposadas contra la tierra me impulsé para levantarme de nuevo y seguir. Él cada vez estaba más cerca, su silbido atormentando mis oídos. Lagrimas escapaban mis ojos y luché por respirar a través de mi congestionada nariz, había estado llorado tanto. Él me había hecho llorar y gritar tanto que mi garganta estaba destrozada.
Sabía que estábamos en alguna parte de las montañas, un lugar muy desolado porque nadie había venido al rescate cuando grité por ayuda, tenía que ser el bosque al norte del pueblo, en esta época del año estaba muy solo porque sus arboles ya habían perdidos sus hojas y el frío se concentraba más aquí arriba. Nadie venía aquí, lo que me hacía pensar que esa fue la razón por la que él escogió traerme aquí.
—Natalia.— él exclamó mi nombre con esa voz que conocía tan bien.
Pasé un árbol y descansé mi espalda contra el, intentando recuperar un poco de aire para continuar. Eché un vistazo por un lado del árbol y no lo vi.
¿Dónde está?
No me quedé a averiguarlo, arranqué a correr a toda velocidad de nuevo. Entonces, de algún lado detrás de mi, escuché sus pasos acelerados.
No. No.
Él envolvió sus brazos a mi alrededor desde atrás.
—¡No!— luché por liberarme.
—Shhh, shhh,— él susurró en mi oído, manteniéndome pegada junto a él. Lloré, supliqué, mis murmullos eran incoherentes a este punto, —todo estará bien, Natty.
—¡Suéltame! ¡Por favor!
Él me giró en sus brazos, y me obligó a enfrentarlo. Con gentileza, él quitó varios mechones de mi cabello que se habían adherido a mi rostro húmedo por las lagrimas y el sudor.
Él me sonrió.
—No voy a hacerte daño, Natalia.
—No te creo.— murmuré.
—Chica inteligente,— la burla en su tono era obvia, —¿no has oído eso de que el fin justifica los medios?
—Vete a la mierda,...— dije su nombre con todo el desprecio que pude conjurar. Él torció los labios, soltándome y levantó su mano para abofetearme con tanta fuerza que di unos pasos atrás. Mi mejilla palpitaba adolorida, podía probar mi sangre dentro de mi boca.
—Vuelve a insultarme.— me retó, acercándose de nuevo.
—¡Eres un hijo de puta! ¡Enfermo de mier— otra bofetada, esta más fuerte que la anterior, me desorientó por un segundo, mi oído obtuvo un pitido doloroso.
—Otra vez.
Escupí sangre, y tosí un poco, sin dejar de enfrentarlo.
—¡Enfermo! ¡Eres un enfermo! ¡Tu— un golpe directo a mi rostro me mandó hacia atrás y me tumbó por completo, algo tenía que haberse roto porque el dolor que sentí en mi mandíbula y en mi mejilla no tenía comparación. Gemí en dolor, llorando abiertamente contra el suelo, las ramas y las rocas arañando mi cara pero eso no era nada comparado con lo que acababa de experimentar.
Él se inclinó sobre mi y me ofreció su mano.
—¿Vas a seguir insultándome? Puedo hacer esto toda la noche.
Abrí mi boca para insultarlo de nuevo pero el reciente recuerdo del dolor de su golpe y bofetada me detuvo, paralizándome, causando escalofríos por todo mi cuerpo. No quería volver a sentir algo así. Levanté mis manso esposadas y me agarré de la suya para ponerme de pie.
—Buena chica.— él volvió a sonreír, —vamos.
—¿A...— aclaré mi garganta, —dónde vamos?
Él me agarró ambas muñecas y me jaló para que lo siguiera.
—A mi casa.
Eso me hizo arrugar las cejas, ¿a su casa? Su familia debía estar ahi. Bien, solo tenía que calmarme y cuando llegara ahí gritaría y le pediría ayuda a su familia.
—Sé lo que estás pensando,— me dijo y yo me tensé casi parando de caminar pero él me obligó a seguir, —¿por qué te llevaría a mi casa? Soy estúpido, ¿no es así?
No dije nada.
—Nuestra casa tiene un sótano con paredes insonorizadas,— me contó mientras caminábamos como si estuviera hablando del clima, tranquilo, —puedes gritar todo lo que quieras ahí y nadie escuchará.
Dios, está completamente loco.
Pero si estaba diciendo la verdad, ¿por qué su familia tendría un sótano así? Mi única oportunidad de escapar era en el camino en el auto de aquí a su casa. Si él lograba encerrarme en ese sótano estaría perdida.
—Así que estarás a salvo ahí, nadie te encontrará.— él me aseguró, —no solemos encontrar lo que está a plena vista porque asumimos que algo o alguien que está perdido está por ahi, no justo en nuestras narices.
Entrecerré mis ojos ante sus palabras, ¿por eso me llevaba a su casa? ¿Por qué nadie se imaginaría que me tendría ahí mismo en una casa familiar? Y sonaba como si ya le hubiera funcionado antes. Sin duda, el primer lugar que buscarían sería los bosques alrededor del pueblo, eso habíamos hecho cuando Jessie desapareció.
Jessie.
Clavé mi mirada sobre la espalda de mi captor, ¿a caso él tenía algo que ver con la desaparición de Jessie?
Un nudo se formó en mi garganta y arranqué mi muñeca de su agarre. Él se volteó hacia mi, la molestia clara en su expresión.
—¿Qué pasa? ¿Vas a insultarme de nuevo?
—Tu...¿fuiste tú, no es así?
Él ladeó la cabeza.
—¿Tú... tuviste algo que ver con la desaparición de Jessie?
Él suspiró y no dijo nada pero esa era mi respuesta. Mis ojos no abandonaron los suyos mientras gruesas lagrimas rodaban por mis mejillas. Levanté mis manos esposadas contra mi boca para ahogar un sollozo. Y por un segundo, me pareció ver lastima en su expresión.
—No fue personal.— se encogió de hombros y fue como si me hubiera apuñalado justo en el pecho. El dolor por la muerte de mi mejor amiga arrasó y estremeció mi cuerpo una vez más.
Ella... yo sabía que ella no se quitaría la vida de esa forma sin razón, de la nada pero como... recordé la desesperación en el rostro de Jessie ese día en el techo.
—¿Qué le hiciste?
Sus labios se curvaron en una sonrisa victoriosa.
—Quizás, lo mismo que voy a hacerte a ti.
—¿Vas a matarme?
—¿Yo maté a Jessie? Ella sola lanzó su cuerpo al vacío ese día, ¿o no? Ah, una vista gloriosa.
Me contuve para no atacarlo porque sabía que esposada de esta forma no lograría nada. Copos de nieve comenzaron a caer entre nosotros, danzando suavemente en el helado aire antes de llegar al suelo. La primera nevada de Wilson, la recibí frente a un monstruo que sonrió y extendió su mano, copos blancos aterrizando sobre su palma.
—Herrlich.— murmuró en su alemán perfecto.
Volvimos a caminar hacia su auto, la nieve cayendo con más fuerza, acumulándose ligeramente sobre las rocas y ramas, estaba segura que al día siguiente esto estaría completamente cubierto de blanco. Leigh tenía razón, tendríamos nuestra primera nevada antes de que llegará diciembre.
Leigh.
—Tú siempre me tendrás a mí, y yo a ti.
Él se detuvo de golpe cuando vimos un hombre revisando su auto, con un inmenso bolso detrás, lucía curioso. Por su vestimenta, parecía un excursionista que no revisó el pronostico del clima, a veces venían turistas a acampar en estas montañas buscando una experiencia de naturaleza pura pero eso era lo de menos en este momento.
Porque ese desconocido era mi salvación.
El monstruo se giró hacia mí, advirtiéndome con sus esos ojos helados que no lo hiciera, pero solo contaba con algunos segundos antes de que él cubriera mi boca.
—¡Ayuda! ¡Ayuda!— grité con todo lo que pude y traté de correr hacia el excursionista quien nos vio y arrugó sus cejas.
El monstruo extendió sus garras y me agarró del pelo, deteniéndome.
—¡Ayúdame! ¡Por favor!
—¡Cállate!— él gritó en mi oído.
El excursionista rodeó el auto y se acercó a nosotros con cautela como si estuviera evaluando la situación.
—¿Todo bien?— él habló calmado pero noté que estaba ojeado al monstruo, quizás asegurándose de que no tuviera armas.
—¡No tiene armas! ¡Ayu— el monstruo cubrió mi boca.
—¿Por qué no soltamos a la chica, huh?— el hombre dijo, —eres demasiado joven para hacer algo de lo que te puedas arrepentir.
El monstruo se echó a reir.
—No trates de endulzarme con palabras, idiota.
—Suelta a la chica y arreglemos esto tú y yo.— el hombre se quitó el bolso sobre su espalda, —¿o me tienes miedo?
Él bufó.
—No quieres pelear conmigo.
—¿Quién dijo algo sobre pelear?— él hombre metió su mano en su bolso y sacó un arma negra con rapidez. Al monstruo apenas le dio tiempo de ponerme frente a él por completo usándome como escudo. Le oí maldecir.
Dispárale. Dispárale.
Repetí en mi mente una y otra vez.
—¡Suéltala! ¡Ahora!— le ordenó, apuntándonos.
—Dispara.
—No estoy jugando.— presionó el hombre.
—¿Por qué no? Me encantan los juegos.
No había ni una pizca de miedo en su voz, ¿cómo podía permanecer tan calmado y arrogante cuando un arma estaba apuntada en su dirección? Mis gritos quedaban ahogados en su mano, apenas y podía respirar por mi congestionada nariz.
Él suspiró.
—Bien, la soltaré sí me das tu palabra de que no me dispararas y dejarás que la policia se encargue.
No, no lo escuches, él no se rendiría tan fácil.
—Tienes mi palabra.— aseguró el hombre, relajándose brevemente.
Él se movió conmigo aún pegada a él, protegiéndose con mi cuerpo hasta que quedo a una distancia prudente del hombre. La tensión en el aire era asfixiante.
—Baja el arma, o, ¿cómo esperas que la libere cuando aún me apuntas?
El hombre dudó y yo meneé la cabeza pero él igual bajó el arma y en ese segundo, el monstruo me empujó con toda la fuerza que pudo contra el hombre, me estrellé contra él haciéndole perder el equilibrio. Todo pasó tan rápido que ni siquiera respiré hasta que aterricé encima del hombre.
El monstruo pisó la muñeca del hombre, forzándolo a soltar el arma y se la arrancó de la mano para apuntarnos. El hombre me ayudó a ponerme de pie y se puso entre el monstruo y yo, alzando sus manos.
—Me diste tu palabra.
—La palabra de un asesino no vale mierda.
—Escucha, no tienes que hacer esto—
—No te preocupes, no voy a dispararte.— él le sacó el cartucho cargador al arma y lo metió en el bolsillo frontal de sus pantalones antes de lanzar el arma sin carga a un lado, —las armas son complicadas, ruidosas y dejan mucha evidencia.
—No voy a dejar que te lleves a la chica.
—Resolvamos esto como hombres, ¿no? ¿No querías pelear?
El frío me hizo temblar, la nieve no paraba de caer.
—Corre.— susurró el hombre frente a mi cubriendo, —corre.
Mi instinto de supervivencia tomó el control, ni siquiera lo dudé y corrí hacia la carretera por la que habíamos venido. Escuché los golpes, el choque de puños contra piel, gruñidos y gemidos de dolor pero no me volteé. Tenía que alejarme lo más posible, tenía una ligera posibilidad de salir viva de esto.
Mis pies encontraron el frío pavimento de la carretera pero eso no me detuvo. Nada me detendría, podía sentir los latidos desesperados de mi corazón en mi garganta, mis pulmones ardían y el miedo circulaba mis venas con libertad.
Las luces de un auto en la distancia me hicieron soltar un sollozo de alivio, alcé mis manos esposadas en el aire.
—¡Ey! ¡Ayuda! ¡Ayuda!
El auto se detuvo, sus luces brillantes me forzaron a entrecerrar mis ojos. El conductor se bajó y caminó hacia mi, a contra luz podía ver su silueta.
—¡Ayu— un golpe seco me silenció, caí sobre mi trasero sin poder usar mis manos para evitarlo. Levanté mi mirada para observar quien era.
No puede ser.
Era ella.
Ella me agarró del pelo, me levantó y me llevó de regreso en la carretera. Luché, empujé, hice todo lo que pude pero ella era demasiado fuerte, y me manejaba con una facilidad increíble.
Esto no puede estar pasando.
Volvimos al lugar donde habíamos dejado al monstruo y mi pecho se apretó en miedo al verlo de pie al lado del hombre quien yacía en el suelo, sin moverse. El monstruo tenía los puños llenos de sangre al igual que su camisa.
Ella me lanzó hacia él, y caí de rodillas a unos pasos del hombre. Su rostro estaba destrozado, un desastre de sangre y piel rota. Y tuve que girar mi rostro para vomitar sobre el ya casi blanco suelo por la nieve. Ese hombre no podía estar muerto, no, no.
—Te he dicho que te has vuelto descuidado.— ella le dijo, sacudiendo sus manos.
—Iba a atraparla.
—¿Cuándo? ¿Cuándo llegara al pueblo y le contara a todos tu lindo pasatiempo?
—¿Qué estas haciendo aquí?
—Salvando tu trasero por lo que veo.
—Iba a atraparla.— él repitió, la molestia en su voz obvia.
Yo volví a mirar al hombre, su pecho aún subía y bajaba ligeramente, estaba vivo. El monstruo se acercó y se inclinó sobre mi, su mano goteando sangre tomó mi mentón y casi vomité de nuevo.
—Voy a matarlo.— me aseguró, y me tensé, —y tu lo verás todo y será tu culpa, Natalia, porque si no le hubieras gritado por ayuda, él podría haber seguido con su vida como si nada.
—No, por favor, no lo hagas.— le supliqué, mirándolo a los ojos, —si llegaste a tener el más mínimo sentimiento por mi, no hagas esto, te lo ruego.
—Por supuesto que tuve y tengo sentimientos por ti, Natty.— su pulgar ensangrentado acarició mi mejilla, el olor a sangre llenó mi nariz, —pero no podemos dejar cabos sueltos, no puedo dejar vivo a un testigo, ¿lo entiendes?
—Por favor.— rogué.
Él besó mi frente antes de enderezarse y girarse hacia el hombre. Intenté levantarme pero ella se agachó detrás de mi, y puso ambas manos sobre mis hombros. Su voz un susurro en el silencio de la noche.
—Quieta,— me ordenó, —no puedes perderte esto, va a matar por ti, ¿no te sientes afortunada?
—No, no, por favor.
Él se subió encima del hombre y comenzó a golpearlo. La sangre chispeaba a los lados, la piel rompiéndose aún más, el hombre inconsciente apenas gemía de dolor. Lagrimas rodaban por mis mejillas y no quería ver, no podía ver esto. Él agarró una roca, levantó sus manos en el aire y la estampó contra el pecho del hombre, un sonido de huesos rotos invadió el lugar.
Intenté apartar la mirada pero ella agarró mi rostro, obligándome a mirar.
—Si cierras los ojos, te golpearé.
Sangre brotó de la boca del hombre sin parar. Cuando él terminó se puso de pie, respirando agitadamente. El pecho del hombre ya no se movía.
—Un pobre excursionista que no conocía las montañas bien se cayó por un precipicio directo a su muerte.— él comentó, —si es que alguien lo busca, no es del pueblo, así que dudo que la familia sepa donde iba a acampar exactamente. La nieve lo cubrirá todo por los siguientes meses de todas formas. Iré a hacerlo caer por el precipicio.
Él se lo llevó y yo me quedé ahí, procesando, congelada, ya no lloraba, ya no decía nada, era como si mi cuerpo hubiera entrado en un trance porque no podía lidiar con lo que acababa de pasar. Sin embargo, sabía que si quería sobrevivir, tenía que calmarme, tenía que pensar. Y aunque dudaba que pudiera ser más inteligente que él, por lo menos, lo expondría ante todos.
Así perdiera mi vida en el intento, con mi último aliento, lo expondría. Por Jessie, por todas las chicas del pueblo y por Leigh, todos necesitaban saber que un monstruo caminaba entre nosotros.
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Nota de la autora: ¡Aja! Esto ya se está poniendo feo, gente. Ya los imagino despedazando este capítulo para adaptarlo a sus teorías, me encanta ver todas las cosas que se les ocurren. ¡Ya casi 3 millones de leídas! WOW. Muchísimas gracias, no tengo palabras para agradecerles siempre por su apoyo, son mi familia en línea <3 y aunque los hago sufrir #SeLesQuiso.
Aquí dejen sus teorías y conclusiones después de este capítulo.
Muakatela,
Ariana G.
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