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(1)╋ Perfección Fragmentada ╋


3 meses antes.
22 de Septiembre, 2018.

  1 

LEIGH

—Mantente alejada de esa familia, Leigh.

Eso solo hizo que quisiera acercarme más a ellos, ¿Es que mi madre aún no entendía el principio de que mientras más se opusiera a algo, más curiosidad tendría? Crecí rodeada de no's.

No juegues con niños, solo niñas.

No uses ropa reveladora.

No te desveles.

No digas malas palabras.

No escuches música extraña.

No leas nada que no sea apropiado.

No tengas amigas que yo no apruebe.

No puedes salir después de las 7 pm.

No puedes tener acceso a internet y los programas de televisión que veas deben ser autorizados por mi.

No.

Mi madre tenía una tendencia a prohibirme cosas sin darme alguna razón, su respuesta era que ella era mi madre, y ella sabía lo que era mejor para mi o me daba una charla  al respecto. Mi hogar era sumamente religioso, de hecho, todo el pueblo lo era. No existía ninguna familia que no asistiera a la iglesia, y aquellos que se atrevían a descarriarse eran aislados y tratados como bichos raros hasta que se rendían y volvían a la iglesia.

El pueblo de Wilson había creado su propia religión hace más de 50 años, y aún nos regimos por la misma.

El pueblo no tenía una población muy grande así que no fue difícil que la comunidad se volviera cerrada, y entrelazada por nuestra religión. Todas las tiendas, negocios y restaurantes eran manejados por la gente del pueblo. Wilson atraía muchos turistas: En el verano cuando nuestros manantiales y cascadas naturales se tornaban frescos y también en el invierno cuando nuestras montañas se cubrían de blanca nieve.

La comunidad era muy permisiva con los turistas, total, según nuestros líderes, eran extranjeros que no sabían comportarse y que solo permitíamos en nuestro territorio para que mantuvieran nuestra economía.

No se dejen influenciar por las costumbres libertinas que muestren los turistas.

Ese sermón dominical estaba engranado en mi mente.

—No sabemos nada de ellos,  esa familia aún no se ha incorporado a la iglesia.— me recordó mi madre, —Hasta que no sean miembros activos y creyentes de nuestra iglesia—

—No existen para nosotros.

Terminé por ella. No tenía que recordarlo, no tenía 9 años, ya tenía 17. Mamá probablemente tenía razón, no sabíamos nada de ellos, ¿Serían malas personas? ¿O personas libertinas como los turistas?

Cada vez que alguien se mudaba a Wilson, causaba todo un revuelo, desde murmuraciones en los supermercados hasta conversaciones en la iglesia cuando nuestro líder terminaba su sermón.

Hice una mueca, moviendo mis pies hacia adelante y hacia atrás debajo de la silla alta en la que estaba sentada frente al mesón de la cocina. Mamá estaba al otro lado, preparando la cena. Su cabello castaño estaba en una cola alta, llevaba puesto un vestido floreado con mangas que pasaba sus rodillas, que el Altísimo no permitiera que mostrara algo de piel incluso en la casa. Su delantal protegía el vestido, ella revisó el horno, un delicioso aroma escapando.

—Hmmm, ¿Sábado de Lasaña?— le comenté, poniéndome de pie.

Ella me sonríe, ligeras arrugas acentuándose las esquinas de su boca y sus ojos.

—Si, aún no entiendo como no te aburres de la lasaña.

—Es imposible.

—Ve a lavarte las manos, tu padre debe estar por llegar.

—Sí, señora.

Obedientemente, fui al baño pequeño a un lado de las escaleras de la casa y me lavé las manos. Papá trabajaba en la ciudad, él era un abogado muy prestigioso, su carrera nunca tuvo mucho futuro en un pueblo tan pequeño como este así que él manejaba una hora todos los días a su Firma de abogados en la ciudad, le estaba yendo muy bien, gracias a él, pudimos vivir con muchos lujos y tener una casa tan grande y bonita en el mejor vecindario del pueblo.

Gracias al Altísimo por darnos tanto.

No eran muchos los que podían vivir en este vecindario, la mayoría de las personas del pueblo tenía trabajos aquí mismo con una remuneración estable pero no suficiente para comprarse una casa como esta. Muchas de las casas a nuestro alrededor estaban vacantes, solo algunas habitadas por familias que hicieron lo mismo que papá y exploraron la ciudad por mejores opciones.

Por esa razón, nuestros nuevos vecinos llamaron mucho la atención porque no solo se mudaron aquí y nadie los conocía, si no que también compraron la casa de al lado hace un año, la más cara del vecindario y le hicieron remodelaciones que la dejaron luciendo como una mansión de película. Ellos no se mudaron hasta que las remodelaciones terminaron hace un poco más de una semana.

Solo vi a una señora rubia treintañera, muy elegante el día de la mudanza, coordinando al personal que contrataron para bajar las cosas que en su mayoría se veían nuevas, en cajas relucientes de paquete. Nadie sabía nada de ellos, incluso,  contrataron a una empresa de afuera para las remodelaciones así que nadie del pueblo puso un pie en esa casa con excepción de la Sra. Till que fue la agente de bienes raíces que manejó el proceso de venta.

—Tienen mucho dinero, Lilia.— la Sra. Till le había susurrado a mi madre el pasado domingo en la iglesia, —Tienen un acento muy profundo, son Alemanes, solo he visto a la pareja pero creo que tienen hijos. No tienes ni idea de como han remodelado esa casa, el lujo, como esos programas de la televisión donde muestran la casa de los famosos, pura avaricia, Lilia.

Me quedé mirando mi reflejo en el espejo del baño, mi cabello negro estaba en un moño desordenado porque suelto, me llegaba a lo bajo de mi espalda así que me veía forzada a amarrarlo de esa forma si quería que mi cuello respirara un poco. Los ojos negros que heredé de mi padre lucían llenos de curiosidad en mi reflejo.

Vamos a jugar, Leigh...

Esa siniestra voz resonó en mi recuerdo, y sacudí mi cabeza, cerrando mis ojos con fuerza.

Basta, no, ya yo soy perfecta. Soy completamente normal, todo esta bien.

Abrí los ojos, una sonrisa forzada formándose en mis labios, ignorando todo lo demás.

Salí del baño, suspirando y cerré la puerta con el pie. Al llegar a la cocina, estaba a punto de decirle algo a mamá cuando el timbre de la casa sonó, sorprendiéndonos. No porque nunca tuviéramos visita, si no porque en Wilson, la gente no se visitaba a la hora de la cena a menos que fueran invitados.

Mi madre se quitó los guantes de cocina y el delantal.

—¿Esperas a alguien?

Meneé la cabeza.

Ambas caminamos a la puerta y mi madre  echó un vistazo por el agujero.

—¿Quién es?— pregunté, inquieta.

—No los conozco.— susurró, antes de levantar la voz, —¿Quién es?— gritó para las personas afuera de la puerta.

—Buenas noches,— una voz femenina replicó, —Somos sus nuevos vecinos.— Oh, la Sra. Till tenía razón, su acento era profundo.

Mi madre y yo compartimos una mirada, y pude ver la duda en su expresión, a ella no le gustaba recibir visitas a esta hora y sin la presencia de mi padre pero tampoco quería parecer descortés.

—Es un poco tarde para visitas.— respondió mi madre. Le oímos conversar en un idioma que supuse era Alemán con una voz masculina antes de hablar.

—Oh, lo siento, vecina. Es que apenas son las 6, no consideré su horario, le trajimos un  pastel. Lo he horneado yo misma.

Y eso fue suficiente para que mi madre cediera, si una mujer cocinaba era porque sabía cual era su lugar como esposa según ella.

—Quédate detrás de mi en todo momento, Leigh.

Asentí.

Mi madre abrió la puerta y me moví un poco a un lado para poder ver a nuestros vecinos. Lo primero que me sorprendió fue la altura y la deslumbrante sonrisa de la señora. Su largo cabello rubio caía a ambos lados de su cara. Inconscientemente, mi madre se acomodó el cabello.

—Buenas noches.— dijo mi madre con cortesía.

La vecina sostenía una torta con fresas y crema que se veía muy bien. A su lado, estaba un señor que se veía conservado y completamente opuesto a ella, de cabello negro, en un traje negro de corbata azul.

—Mis disculpas por la hora,— la señora contestó, —Somos Mila y Valter Stein, nos mudamos hace un poco más de una semana pero no habíamos tenido tiempo de presentarnos.

—Somos Leigh y Lilia Fleming, mucho gusto.— dijo mi madre. Yo les sonreí, saludando con la mano. Mamá no perdía tiempo en observarlos con cautela, —Bienvenidos al vecindario, me disculpo  por no haberlos recibido como se debe, no quería incomodarlos con la mudanza.

—No te preocupes, Lilia.— mi madre se tensó ante el hecho de que la llamara por su nombre y no Sra. Fleming, —Preparé este pastel con mucho cariño, espero que nos llevemos bien.

Mi madre recibió el pastel con una sonrisa forzada, toda la situación era muy fuera de su zona segura, lidiar con extraños no era algo que manejara bien.

Parecía que el encuentro fugaz estaba llegando a su fin cuando los escuchamos.

Voces se acercaban desde un lado de la casa, seguidas de una risa femenina y luego por más voces, arrugué mis cejas porque no entendía nada de lo que decían, de nuevo ese idioma rudo y vocal.

—Oh,— La Sra. Stein se giró, —No se preocupen, solo son mis hijos.

¿Hijos?

Tres figuras aparecieron a un lado del porche rodeando la casa para llegar a la puerta, eran dos chicos y una chica que no podía ver bien en la oscuridad, venían bromeando en lo que supuse era Alemán.

El Sr. Stein se giró hacia ellos y les susurró algo en Alemán que sonaba como un regaño. Los tres se callaron y subieron las escaleras del porche obedientes, ahora visibles bajo la luz pude detallarlos.

Los tres eran altos, de mi edad o cerca, y muy atractivos como sus padres, la chica tenía el cabello negro en un corte que le llegaba a la línea de la mandíbula, de ojos azul oscuro, con una cara fina y perfilada muy bonita. Ella tenía ese tipo de estructura ósea que le permitía llevar un corte así con éxito. Llevaba puesta una falda que apenas llegaba a las rodillas y una franela donde la forma de sus llenos pechos era obvia. Solo su forma de vestir sería todo un escándalo en el pueblo. 

—Esta es Kaia,— presentó la señora, Kaia nos sonrió, sus ojos conectaron con los míos por un segundo y bajé la mirada.

Uno de los chicos se puso al lado de Kaia y fue cuando noté lo parecidos que eran, él lucía como una versión masculina de ella, el mismo cabello negro, los mismos ojos azules oscuros, su facciones muy parecidas.

—Y este es su gemelo, Frey.

Frey asintió a modo de saludo, su expresión fría.

Sentí ojos sobre mí, y me atreví a levantar la mirada pero no eran los gemelos, era el chico detrás de ellos quien me estaba mirando. Un poco más alto que los gemelos, de cabello rubio rebelde que se escapaba de la capucha negra que llevaba puesta. Tenía unos ojos azules claros que parecían grises bajo esta luz. Su cara era mucho más varonil que la de Frey, de pómulos bien marcados y unos labios tintados de rojo del sabor de lo que parecían un chicle que mascaba casualmente. Él hizo una burbuja con su chicle, y la explotó, aún mirándome.

—Y este es mi hijo mayor Heist.

Heist...

No sabía porque su mirada estaba haciendo que mi corazón latiera de esta forma. Ni siquiera lo conocía. Aparté la mirada, escondiéndome un poco detrás de mamá.

Heist dio un paso al frente, en medio de sus hermanos y le dio una sonrisa de boca cerrada a mi madre, extendiendo su mano hacia ella.

—Mucho gusto.

Su voz era demasiado profunda para su edad. Mi madre tomó su mano brevemente y la soltó.

Heist me echó un vistazo y yo miré hacia otro lado.

—¿Y ella es...?— él dejó la pregunta en el aire.

—Es mi hija Leigh.— mi madre cortó de inmediato.

—¿Y Leigh no habla?

—No me gusta que hable con desconocidos.— mi madre estaba perdiendo su actitud de cortesía.

Heist abrió la boca para decir algo pero su madre lo jaló de un brazo, haciéndolo retroceder.

—Ha sido un placer.— La Sra. Stein dijo, —Gracias por recibirnos sin avisar y por aceptar mi pastel, esperamos verlas pronto, que tengan una linda noche.

—Buenas noches.— mi madre no disimuló su tono cortante y cerró la puerta pero antes de que se cerrará por completo, mis ojos se encontraron con los de Heist y una leve sonrisa curvó sus labios antes de perderlo de vista.

Algo me decía que la llegada de esa familia complicaría no solo las cosas en el pueblo si no también en mi vida, y tenía razón.

Y todo comenzó con un suicidio.

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Nota de la autora: ¡Bienvenidos a la casa de los locos! Ya le han dado su prímer vistazo a Heist y creo que estoy más emocionada que ustedes. Heist será actualizado cada sábado a menos de que me pase algo como: me caiga en una alcantarilla, me caiga una lampara en la cabeza, me resbalé en la nieve y me lastimé, me enfermé, me muerda un ratón, me persiga un toro salvaje o un perro, etc, y si, ya todo eso me ha pasado #TrueStory.

¡Aclaratoria! Se que verán pensamientos incomodos como el de la madre de Leigh con lo de que las mujeres tiene que estar en la cocina, etc. Y les recuerdo que eso es solo la forma en la que el personaje ve el mundo, de ninguna forma refleja mis pensamientos. ¿Las mujeres debe estar en la cocina? ¡JA! Si eres mujer y te gustan cocinar, te felicito y me alegra que lo disfrutes, si no te gusta, también te felicito, como mujeres tenemos derecho a hacer lo que nos de la gana. No pertenecemos en ningún lado. Desgraciadamente, para crear personajes genuinos, hay que incluir sus pensamientos y formas del ver el mundo por mucho que yo no este de acuerdo con ellos. Aclarado, bien, toma tu beso con lengua por leer esto completo.

Los quiero por esperar pacientemente y he creado un Playlist en Youtube de todas las canciones que iré poniendo en cada capítulo, esta en mi canal HeyAriana y se llama Heist (Canciones para leer Heist) Algunas están subtituladas, otras no, porque así es la vida y la gente no traduce. La de este capítulo es la siguiente, que es la del trailer.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

¡Muakatela, nos vemos el sábado!

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