≫ ... que se cansó de habitar el cielo...
—Cubre un segundo tus ojos, así— Zhongli puso el ejemplo primero y entonces el niño sentado en el tocador lo imitó, de forma más exagerada y apretando los párpados con fuerza.—. Espera, aún no los abras.— Tuvo que empujar levemente sus manos para que (T/N) no cayera en la tentación de espiar, conocía bien su impaciencia y la facilidad con la que caía ante su propia curiosidad.
—¿Me va a doler?— Preguntó con el tono más inocente en el mundo, combinado con un poco de nervios en el temblor de su voz al final de la pregunta.
—No lo sé, ¿te duele cuando te peinan el cabello?—
—¡Sí!— Zhongli se sorprendió ante el repentino salto, (T/N) se había descubierto los ojos y lo miraba con indignación, cómo si le acabasen de hacer una broma realmente pesada. Pasó de sostener con cuidado la corbata de su padre que esperaba a ser puesta a estrujarla entre sus manos, sacudiéndola con un rencor infantil.—. Tao jiejie no sabe peinar, ¡por eso usa sombrero!— Posó ambas manos encima de su cabeza, deshaciendo parte del progreso que Zhongli había hecho, pero lejos de molestarle sólo pudo sonreír con algo de pena.—. Cuando ella lo hace me duele porque su cepillo es de dientes de dragarto.—
—¿De dragarto?—
Cuando tratas con niños debes seguirles la corriente, es una regla universal de con la que no se debe ser un genio para entenderla, es por eso que Zhongli no tardó en encontrar una manera para hacer que se quedara quieto que pedirle continuar con su historia.
Apartó las pequeñas manos que resguardaban su cabello -de nuevo despeinado- y tomó el cepillo de vuelta. El aroma del aceite para el cabello era ligero y suave, y la cantidad exacta para no dejar una sensación desagradable detrás, pero lo suficiente para ayudar a mantener los mechones más rebeldes en su sitio.
—¡Sí! Rella se lo dió— Continuó.—. Hizo muchos porque Paimon se comió al dragarto y sólo le dejó los huesos— Dejó una larga pausa entre sus palabras, pista obvia de que su mente ahora divagaba en una idea que de alguna forma se había arraigado a lo que estaba contando, interrumpiendo al hombre de su tarea cuando ladeó la cabeza con curiosidad.—. ¿Los dragartos saben a lodo?—
—Uhm... ¿y tú cómo sabes a qué sabe el lodo?—
Atrapado contra la espada y la pared, y con su confesión saliendo a la luz es que vuelve a estrujar la corbata en sus manos, esta vez mirándola sobre su regazo algo avergonzado y tratando de evitar mirarlo a los ojos.
—Hicimos pasteles el otro día... —
Zhongli suspiró.
—Ya sabes qué comer barro es malo para ti, y si te enfermas no podrás comer pastel de verdad— Dejó el cepillo de lado un segundo y se cruzó de brazos para darle peso a sus palabras, pero sin adentrarse a un modo 'en serio'. No era bueno verle el lado positivo a algo así pero al menos esperaba que todos esos libros que leyó sobre cómo los primeros años son esenciales para el desarrollo del sistema inmunológico fuesen verdad, tan sólo así comer tierra estaría -bajo mucha precaución- justificado.—. Sólo medicina y flores al vapor.—
—Táng jiěmèi come eso siempre... — Reprimió la necesidad de sacar la lengua con asco, el recuerdo del sabor amargo e insípido de las plantas no era agradable.—. ¿Cuándo ella se enferma come pastel?—
Zhongli negó.
—Shenhe no es un opuesto de nosotros. No porque acostumbre hacer algo que te parezca raro significa que no tienes nada en común con ella— Corrigió.—. Un rasgo único no es suficiente para que te separen del resto.—
—Ahh... — Si bien acababa de escuchar una lección importante su mente seguía intrigada por aquella duda, ¿entonces ella comía pastel de flores?
—Por otro lado... — Continuó, tomando el peine de vuelta.—. Nuestro cepillo no es de dragarto, por eso no duele.—
Las hebras eran suaves y aún estaban bien preservadas a pesar de todo el tiempo que llevaban con él, se había convertido en ese tipo de objetos que se vuelven reliquias familiares y eternas que fácilmente podrían heredarse sin querer. Simple y con apenas un par de adornos en el mango. Un claro ejemplo de que menos sí podría llegar a ser más.
—Es de los bigotes de Morax— Su repentina alegría se reflejó en cómo balanceó sus pies y se inclinó levemente hacia adelante para pedírselo, extendiendo su mano hacia él. Dejando de lado que acababa de decir una de sus muchas ocurrencias diarias, Zhongli dejó que lo sostuviera sin oponerse y sin indagar de dónde había salido esa idea. Muy probablemente había sido otra de las historias de la directora.—. ¿Me dejas peinarte?—
—Pero yo ya estoy listo.— La naturaleza noble y aún inexperta del antiguo Arconte hicieron que su respuesta sonara genuinamente confundida, se miró en el espejo inclinándose un poco hacia un lado, ¿había olvidado una parte o es que no había secado bien su cabello? Nada de eso, estaba implacable cómo de costumbre.
Eso no evitó que (T/N) negara, ahora mirando con detenimiento el peine y pasando sus dedos por las hebras con curiosidad. Eran finas pero al mismo tiempo firmes, y lo suficientemente separadas que parezca un pequeño bosque de árboles blancos y alargados. Sin duda parecía ser una reliquia divina para su gran imaginación.
—Li bàbà tampoco sabe peinar.— Soltó de la nada, siendo más un pensamiento dicho en voz alta.
El antiguo Arconte quiso seguir con la conversación y defender sus habilidades, pero el sonido apenas audible de la maquinaria del reloj en la pared lo interrumpieron de forma tan abrupta que confundió al menor. Con su poca habilidad apenas en desarrollo para leer el ambiente sintió que algo malo había pasado, ¿había sido su culpa? ¿O es que el reloj ya no funcionaba bien?
Ya casi era hora, con el ambiente tornándose repentinamente tenso y algo lúgubre. Cada mes, desde que había sido aceptado cómo candidato para ser un padre adoptivo se vio ganándole repudio a los últimos días, siempre sin falta y con una puntualidad casi obsesiva se encontraba agobiado por la reunión para la que se habían alistado desde temprano en la mañana.
Estaba por ser apenas medio día, y Zhongli ya sentía que las horas se volvían tortuosamente lentas para su gusto. El tiempo nunca le había importado tanto hasta ese momento, pero incluso algo tan básico cómo la asistencia y el ser puntual pueden considerarse un contrato en sí. Uno que aceptaría y que cumpliría por más molesto que fuera.
Puede que aún más sorprendente que el Dios de los Contratos sintiendo rechazo hacia un acuerdo que había aceptado por cuenta propia sea lo agotador que pueden llegar a ser las citas con el agente social.
Yanfei le había explicado bien, después del primer año se supone que son apenas formalidades y visitas de rutina hasta que el menor cumpla por lo menos cierta cantidad de años, pero quien llevaba su caso era probablemente una persona aún más anticuada que él, en el mal sentido de la palabra.
Zhongli se levantó y luego ayudó al niño a bajar. Su expresión era serena cómo de costumbre, pero tenía un aire pesimista que desearía no contagiarle, y por lo mismo negó un par de veces antes de volver a sonreír. No era algo de lo que deberían sentirse nerviosos, y por eso era su deber dar el mejor ejemplo posible.
Incluso si hay quienes creen que un padre soltero no es capaz de ser una buena figura con la cual crecer.
—Bàbà.—
—¿Huh?... — Cuando dirigió su vista hacia abajo encontró su corbata siendo extendida hacia él, y junto con ella estaba la amplia sonrisa de oreja a oreja del menor. Palmeó su pecho en un reflejo, notando la falta de esa prenda y sintiendo a su vez el nervioso palpitar de su corazón. De nuevo le estaba dando muchas vueltas al asunto de manera innecesaria.—. Ah, te lo agradezco— Le sonrió de vuelta, aceptando su corbata para después ponérsela con el debido cuidado.—. Yuan Fūrén llegará pronto, así que tienes diez minutos para hacer lo que quieras, entonces nos reuniremos con ella, ¿de acuerdo?—
Algunos creerían que es inútil hablarle de esa manera con un niño tan pequeño, y más cuando está en el auge de su hiperactividad, pero nadie podría hacerle cambiar de opinión sobre sus métodos luego de haber leído cientos de libros sobre la crianza respetuosa.
Cuando se trata de su hijo, no es tan abierto para aceptar otro puntos de vista, para bien o para mal.
Podría pasar horas hablando de todo tipo de trucos y técnicas, se había vuelto en un interés genuino que había capturado su curiosidad. Pero no por eso se lo estaba tomando a la ligera, claro que no, cualquier cosa influye en el desarrollo emocional de los pequeños humanos, y entender el poder de las palabras y de los hábitos más simples era importante para él.
(T/N) asintió con más energía de la necesaria, estando más que feliz por su tiempo extra, entonces salió corriendo de la habitación, sabiendo de antemano qué es lo que quería hacer.
[...]
—(T/N), ven a saludar.—
El menor asomó los ojos por encima del borde de su libro ilustrado y entonces bajó de un salto de la silla para ir hacia la puerta. Primero ocultándose detrás de su padre para después plantarse a su lado cuando la mano enguantada de Zhongli le dio un ligero empujón para animarlo a hablar.
—Hola.— Dijo de manera algo indiferente, con la pena digna de un niño al interactuar con alguien que no conocía bien.
Aún así, la mujer sonrió de la forma más amable que pudo.
Una que dejaba mucho que desear si le preguntaban al ex Arconte, pero muy probablemente era su propia percepción bajo el ligero rechazo que sentía cada vez que llegaba ese día del mes.
Yuan Rong, trabajadora social de la precaria rama del sistema de adopción (aún en proceso de ser adaptada a las nuevas leyes cabe destacar), empleada del Ministerio de Asuntos Civiles y la viva imagen de una mujer madura arraigada a lo 'clásico' y 'convencional'.
Zhongli sabía bien que ella sólo hacía su trabajo (y hasta cierto punto admiraba su afán por hacer un buen seguimiento de su caso), pero la obsesión por hacer las cosas al modo que ella creía correcto, pasando por lo alto la funcionalidad y la buena dinámica que habían logrado construir, le provocaba un tipo de estrés que no creyó ser capaz de sentir.
Habían comenzado con el pie izquierdo, y si bien él tenía la esperanza de poder rescatar su relación, ella parecía indispuesta a cooperar.
—Comencemos con la entrevista, ¿le parece bien?— De sonreír hacia el menor pasó de vuelta a mostrar una expresión seria, rayando al desdén y la rudeza, sostenía con firmeza su bitácora contra su pecho y arregló de manera impulsiva sus anteojos. Nada nuevo en realidad.
—Por supuesto.— Respondió Zhongli, de la manera mas educada y amable posible, haciéndose a un lado para invitar a la mujer a entrar.
De manera evidente y poco sutil miró de un lado a otro, analizando fríamente y a profundo detalle cada esquina de la entrada principal de la casa. No había signos de basura ni ningún otro tipo de acumulación que pusiera en peligro la sanidad, ni la más pequeña partícula de polvo se atrevía a caer frente a sus ojos, mucho menos luego de que se pasaran toda la mañana limpiando.
En particular lucía demasiado ordenado a pesar que un niño pequeño vivía ahí. Lo más común sería ver un par de juguetes regados, tal vez dibujos esparcidos por cualquier mesa baja, incluso aceptaría una manta o un cojín en el suelo.
No dejaría que ningún detalle se le escapara, tenía un punto que demostrar después de todo.
Lo siguiente que hizo fue abrir su libro para hacer una anotación tan rápida que podrías imaginar la calidad de la letra de su autora. Por su lado, Zhongli sintió cómo ganaba un siglo más de vida y casi se le escapó un suspiro, ¿qué habían hecho mal? Tan rápido además.
Le gustaría poder preguntar, pero eso terminaría en que Yuan se pusiera a la defensiva (aún puede escuchar la larga charla que tuvieron sobre la confidencialidad de sus reportes). Así que lo único que le quedó fue invitarla a tomar asiento en la mesa del comedor.
(T/N) volvió a atención a su libro una vez se sentó al lado del mayor, intentando fingir que estaba escuchando la conversación entre ambos adultos cuando en verdad daba grandes vistazos poco disimulados a su cuento, es por eso que cuando su padre cerró las páginas frente a sus ojos se sintió levemente traicionado, alzando la mirada luego de salir de su trance y listo para pelear a muerte si era necesario, frenado justo a tiempo al encontrar a ambos adultos dirigiéndose a él.
Entonces levantó sus cejas en sorpresa antes de ceder y juguetear con sus dedos, ¿le habían hecho una pregunta, o es que hizo algo malo sin querer?
—Por favor presta atención— Dijo Zhongli en tono autoritario, el regañó era evidente pero sin la necesidad arrebatarle su libro ni de levantarle la voz, siendo más bien un recordatorio.—. Sabes que es grosero no voltear a ver a los demás cuando hablan contigo.—
El menor lo miró fijamente antes de jadear sorprendido, asintió se la misma manera que lo haría el cómplice de un crimen y justo después volteó hacia la mujer con los ojos bien abiertos.
—Perdón, Yuan fūrén.—
Pero Zhongli le tuvo que recordar también que está permitido parpadear mientras hablas con los demás, los pequeños ojos irritados se lo agradecieron apenas y los cerró para tallar sus párpados.
Las facetas de la trabajadora volvieron a intercambiarse de manera abrupta justo después, una sonrisa angelical y de aura cálida le rodeó, y por primera vez desde que llegó, bajó su lápiz y relajó su postura hasta casi parecer casual.
—No te preocupes— Hizo un gesto con la mano para restarle importancia, por lo menos debía admitir que los modales nunca les fallaban, pero eso no era suficiente para hacerle bajar la guardia.—. Si no le importa, voy a hacerle unas preguntas a (T/N). El protocolo indica que debe ser sin la presencia del tutor en la sala.—
Zhongli tensó los hombros y se aclaró la garganta, algo incómodo por el ambiente que se había tornado pesado de golpe.
"Tutor".
Ella siempre lo llamaba así, a pesar de que las demás personas que lo ayudaron en el tramite siempre se refirieron a él cómo "padre adoptivo". Tanto los superiores del Ministerio de Asuntos Civiles cómo los guardianes de la casa de asistencia.
Estaba inseguro si era algo propio de ella o si simplemente le estaba dando muchas vueltas a un detalle insignificante, y en realidad quería convencerse de que así era, pero había algo en su tono de voz al pronunciar ese título que le hacía sentir culpable, cómo si estuviera haciendo algo incorrecto, una obviedad que ni él alcanzaba a ver por más que se lo remarcaran justo frente a su cara.
Era cómo si lo apuñalaran en el pecho con la más filosa de las cuchillas.
A pesar de su mal presentimiento asintió con normalidad, pero al ponerse de pie para dirigirse a la cocina no pudo evitar sentirse agobiado por la situación.
Unos minutos que parecieron eternos al lado de todos los siglos que había vivido después la mujer lo llamó. Ya estaba frente a la puerta principal, despidiéndose del menor.
—Volveré el próximo mes, ¿de acuerdo? Debes portarte bien.— (T/N) asintió, y cuando la mujer miró detrás de él su curiosidad lo llevó a girarse por completo, ignorando el severo cambio de actitud y la mirada tajante que le dedicó al recién llegado.
—¡Li!— Corrió hacia su guardián, y Zhongli lo recibió de brazos abiertos.
—¿Cómo estuvo todo? ¿Respondiste a sus preguntas?— El menor volvió a asentir, completamente emocionado.
—No hubo ningún inconveniente— Yuan había vuelto a su porte profesional, por lo que Zhongli la imitó, tal vez se estaba esforzando demasiado en mejor la tensión cuando simplemente debía dejarla fluir como todo en la vida.—. También me gustaría hablar sobre la escuela a la que asistirá (T/N) dentro de unos meses, le asistiremos en el proceso de inscripción si así lo desea— Antes de que el hombre pudiera hablar, ella volvió a ganar la palabra, cruzándose de brazos e inclinando levemente la cabeza.—. A no ser de que planee optar por la educación en casa.—
—¿Hm?— El niño miró hacia su padre y alzó sus cejas, el típico gesto que siempre ha hecho para pedir una explicación y poder saciar su curiosidad. Lo mejor de vivir con alguien con tan buena memoria es que nunca te defrauda en ese tipo de cosas.
—Oh, no, nada de eso— Zhongli negó, y una de sus manos se alzó levemente para darse a entender.—. Por más que disfrute de enseñarle cosas a (T/N) no podría tomar el rol de un verdadero profesor. Lo dejaré en manos de aquellos con la vocación de enseñar.—
—¿"Votación"?—
—Vocación.—
—Ahh... —
Pero (T/N) tampoco sabía qué era eso.
Yuan llevó una mano a su pecho, pero no habría forma de saber si era por simple alivio o algo más.
—Comprendo— Murmuró.—. Entonces eso sería todo por mi parte. Que tengan lindo día.—
—¡Bye!— Cuando la mujer estaba saliendo por la puerta se tomó el tiempo de corresponder la entusiasta despedida del niño antes de desaparecer por la entrada principal. El sonido de la puerta al cerrarse es tan ligero que apenas dejó evidencia de haber sucedido, aunque el silencio duró poco a comparación de la incómoda situación de hace un rato.—. A Yuan fūrén tampoco le gustan los dragartos.—.
—¿Uh?... — Si bien sabía que no debía insistir para saber las preguntas que la agente hacía en cada visita, no pudo evitar sentirse preocupado, ¿qué clase de cosas podrían escapársele a alguien tan pequeño que carece de malicia?—. Ya veo... —
No quería dejarse llevar por ese sentimiento tan sombrío, pero los niños percibían el ambiente que les rodeaba, por eso cuando Zhongli se apartó para sentarse en una de las sillas del comedor (T/N) lo siguió de cerca. El mayor cubrió sus ojos con una de sus manos y soltó un largo suspiro, cada que tenían una reunión se ponían a prueba su paciencia y diplomacia, y ahora tenía la oportunidad de lucir abatido lejos de las miradas de sus amigos.
—Li— Escuchó a su costado, dando un vistazo del que se arrepintió. (T/N) lucía asustado.—, ¿te sientes mal?—
—Hm... — Los ojos de Zhongli se abrieron de golpe y se enderezó de prisa antes de volver a sonreír levemente.—. Oh, no, no es eso. No pasa nada— Podría meter el problema bajo la alfombra y disfrutar de la vida hasta el siguiente mes, pero si no era claro ahora nada le aseguraba que podría serlo después. Tal vez es por eso que lo invitó a acercarse para cargar al menor y sentarlo en la mesa frente a él, dejando un amplio espacio entre los dos. Era la única manera que conocía para tener una conversación con un humano tan pequeño.—. (T/N), tú sabes por qué Yuan fūrén nos visita, ¿no es así?—
El niño tardó en responderle, estirándose sobre la mesa para alcanzar su cuento, casi tirarse sobre esta, lo tomó hasta tenerlo en sus manos. Entonces habló mientras jugueteaba con las páginas.
—Ella cuida que nos llevemos bien.—
—Exactamente— El niño sonrió orgulloso por su respuesta correcta, ¡su memoria están tan buena como la de su padre!—. Pero no porque algo nos parezca divertido a nosotros también lo será para ella. Es por eso que... puede que a veces piense que no somos como los demás que ella visita.—
—¿Pero "una cosa no te hace diferente a los demás"... ?
—Y eso es cierto— Afirmó una vez más, cruzándose de brazos.—. Aún así, no todos creen que nos llevamos bien, o que tú quieras estar aquí. Son cosas que no basta con decirlas o mostrarlas, simplemente son extrañas para los demás.—
(T/N) se quedó callado, buscando algo alrededor que le quitara ese sentimiento tan abrumador.
—Pero sí respondí todo... — Puso el libro bajo su barbilla y apoyó su cabeza en el borde, sus grandes y expresivos ojos ya no lucían alegres como hace un rato.—, yo dije todo bien.—
—Confío en que lo hiciste más que perfecto, esto no es culpa tuya, ¿escuchaste?— Zhongli le pidió su libro y lo puso de lado, pero eso no le hizo recuperar su atención, mucho menos logró hacer que le devolviera la mirada.—. Aún así quiero que sepas que no importa que suceda, me aseguraré de que tu vida y todo en ella sean cómo tu corazón lo desee.—
—Hmm... — No le gustaba verlo serio, eso sólo le recordaba a las historias aterradoras sobre Morax. Todos aquellos relatos de guerra y destrucción a lujo de detalle que los cuenta cuentos relatan le impedían entender cómo es que alguien podía cambiar tanto. Se preguntaba si alguna vez él también se volvería serio "de grande" y asustaría a los demás.—. ¿Y si quiero... ?— Sus manos se posaron a la altura de su pecho, buscando torpemente el latido de su corazón.
—¿Si?—
—¿Y si quiero verte en dragón?— A pesar de la petición infantil, su expresión no cambió. Era más bien su poco refinada forma de escapar de la situación y cambiar de tema.
El mayor lo miró con sorpresa antes de que su rostro se relajara de nuevo.
—Bueno, hay cosas que no puedo conceder— Confesó avergonzado con una leve risa escapándosele. El "ouh" decepcionado que soltó el niño frente a él logró subirle los ánimos de manera casi mágica.—, pero puedo otorgarte esto.—
Zhongli primero removió su anillo, pidiéndole amablemente a (T/N) que lo sostuviera por él para poder quitar uno de los guantes que siempre llevaba puestos. El menor se inclinó hacia delante para espiar, y cuando la imagen de la singular piel del antiguo Arconte apareció frente suyo no pudo hacer nada más que emocionarse.
—¡Li!— Extendió sus manos con impaciencia para ver de cerca, y cuando Zhongli acercó la suya, sus pequeños dedos trazaron las marcas anaranjadas que resaltaban en la piel de color onyx.—, ¡tienes piel de dragón!—
(T/N) ni siquiera pensó que era la primera vez que sentía el tacto cálido de su padre directamente, ni siquiera se preguntó por qué sus manos eran tan diferentes a las suyas. El aura lúgubre de hace unos segundos se había desvanecido como polvo en el aire y ahora sólo quedaba la fascinación por el nuevo descubrimiento.
—¿Tan interesante te resulta?— El menor asintió, levantando un poco el resto de la manga. Su boca se abrió con sorpresa al igual que sus ojos, ¡todo su brazo era igual!—. Bien, bien, pero esto también es secreto, ¿de acuerdo? Si le dices a alguien volverán a ser normales.—
—Nooo... — Se lamentó de inmediato, sin saber si era por la idea de tener que mantenerse callado o porque podría nunca volver a ver esas marcas geniales.—. Secreto, ¡Rex Lapis lo sella y al destierro!—
—... ¿quién te enseñó esa rima?—
—Jiejie.—
Por supuesto que había sido Hu Tao.
El Arconte suspiró, aceptando el duelo de piedra, papel o tijeras que le propuso mientras seguía pensando en el futuro.
Él, quien siempre presumió el disfrutar de la ociosidad y de las cosas más placenteras de la vida, quién admitía no tener un plan conciso más allá que de dormir y despertar con alegría, ahora se encontraba agobiado por lo que se vendría. Los años a veces pasan como si se trataran de parpadeos y, tal vez, para cuando menos se lo espere, aquella péquela vida que prometió resguardar ya no requiera o desee su presencia.
—¡Otra vez!—
Zhongli abrió los ojos al ser traído de vuelta de sus pensamientos, la determinación se apoderaba de todos los movimientos del menor, deseando seguir luchando hasta al menos lograr una victoria contra la garra de un dragón.
Suspiró, esta vez más aliviado.
Bueno, cada cosa en su momento. Era por eso que se decidió ser padre desde un principio, ¿no?
[...]
—(T/N).—
—¿Mhm?—
—¿De casualidad no sabes por qué mis guantes estaban escondidos entre los cojines del sofá?—
—...— Sus ojos vagaron por su habitación, encontrando una salida en la figura de madera del General Alatus, ignorando la pregunta a pesar de saber la respuesta.
Zhongli se cruzó de brazos.
—(T/N)... —
—¡No fui yo!— Pero sí había sido él, era tan evidente que ni siquiera tenía derecho al beneficio de la duda.—, fue... ¡un hurón ladrón!—
—¿Y es cierto lo que dices?—
—Es muy la verdad.—
La constante búsqueda del tesoro no terminó ahí, para desgracia de Zhongli tuvo que agacharse, deslizar y levantar casi todos los adornos y muebles de su hogar buscando los guantes que cada vez se hallaban en escondites más complejos.
Y en lugar de seguir con esa batalla interminable, optó por conseguir la victoria de otro modo, para algo se había hecho un versado en las estrategias que marcaban una diferencia entre ganar y perder.
—¿¡Eh!? ¿De dónde... ?— Fue su primera reacción al ver al mayor salir de su habitación con sus guantes ya en sus manos, delatándose en su primer descuido. La habitual sonrisa de Zhongli se ensanchó, casi rozando la línea de lucir presumido.
—¿Oh? Decidí dejar que el hurón se quedara con los otros, y tuve la fortuna de encontrar estos guardados en el fondo de mi armario— Levantó ambas manos para dejarlas a la vista.—. Son prácticamente iguales.—
—Hmp... —
Una victoria más para el Dios de los Contratos.
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