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〜 2 〜


Bardo Itinerante

—¿Cómo se encuentra?—

—No hay nada de que preocuparse. Es sólo un resfriado común— Explicó Baizhu guardando sus vasos y remedios de vuelta a su bolso.—. Sólo hay que asegurarse que no se exponga por mucho tiempo al frío. Mantener las ventanas cerradas bastará.—

—Comprendo— Así que sólo estaba exagerando, por lo menos ahora podía estar seguro de ello.—. Se le agradezco, doctor.—

—No hay nada que agradecer. Es mi trabajo después de todo.—

—No, no— La suave voz de Qiqi se escuchó viniendo por el pasillo donde se llegaba a las habitaciones, capturando la atención de ambos adultos de inmediato.—. Debes recostarte, y sin moverte— La pequeña zombie se plantó frente al niño que arrastraba la larga manta de su cama mientras se sorbía la nariz por tercera vez en el mismo minuto, alzando ambas manos frente a ella para bloquear el paso.—, así.—  Dijo, antes de dejarse caer al suelo, quedándose ahí completamente quieta sin siquiera parpadear para dar el mejor ejemplo posible.

(T/N) la miró un segundo antes de levantar su vista de vuelta a los adultos, y apenas distinguió al de ropas formales volvió a llorar.

—Liii... —

—Oh, por Los Siete— Baizhu se cruzó de brazos y alzó ambas cejas con sorpresa.—, la medicina que le di tenía propiedades somníferas, para un niño tan pequeño debería mostrar efecto inmediato... —

—... ¡Yo no soy nifero!— Le respondió el menor con sus ojos entrecerrados, irritado por la presencia del hombre aterrador. ¡Aquella cosa que le había dado era amarga y espesa! Debió ser veneno de pescado.—. Li, hace fríooo... —

Zhongli suspiró, inclinándose hacia delante para alzar al menor que ya tenía sus brazos extendidos hacia él, y cómo pudo siguió escuchando las indicaciones del doctor mientras palmeaba de manera reconfortante la espalda de su hijo, tratando de arrullarlo al mismo tiempo.

Él solía pecar de ser descuidado al no ser capaz de enfermarse, pero ahora debía tener cuidado con las cosas que traía a casa consigo. Ya no se encontraba viviendo solo después de todo, y para su desgracia aún no sabía si (T/N) era alérgico a algo, así que actuar de forma tan imprudente es un lujo al que debería renunciar por un bien mayor (bien mayor, también conocido cómo el no tener que forcejear para hacer que (T/N) tome su medicina).

Aún así no podía evitar sentirse culpable por alguna razón, incluso sabiendo que no había hecho nada. O más bien era eso lo que le atormentaba, el no haberlo abrigado bien cuando salieron a observar la nieve caer, ¿o fue quizás aquella vez que comieron en aquel puesto ambulante? ¿Tal vez fueron las esporas que dejó sin querer Buer en la habitación de (T/N) la última vez que los visitó? Había tantas posibilidades que ninguna parecía más viable que otra, así que mejor se convenció en que encontrar la causa era una pérdida de energía, la cual necesitaría más que nunca para resolver su nueva prueba cómo padre primerizo.

Despidió al doctor y a la pequeña zombie cómo pudo teniendo al niño aferrado a él y una vez se fueron dejó salir un suspiro.

Era obvio que algún día pasaría por algo así, los humanos pequeños se enferman todo el tiempo, y es incluso hasta sano en realidad si se ve en una perspectiva a largo plazo. Su sistema inmunológico se fortalecerá y así evitará complicaciones una vez sean...

—¡Ah-choo!—

Zhongli volvió al mundo real de un salto ante el repentino estornudo y cuando miró hacia abajo se topó con la nariz enrojecida y los ojos cansados del menor mientras se frotaba la nariz con la muñeca.

—Ah, (T/N). No, espera, no te limpies con tu manga... — Aún con el niño en sus brazos se dirigió primero al comedor para tomar una de las muchas bolsas de pañuelos que había guardado (cómo le gustaría poder restregarle en la cara a Barbatos que conservarlos sirvió de algo luego de que lo llamara acumulador) y regresó de vuelta a la pequeña sala, viendo de reojo la nota de la prescripción escrita en la, algo desaliñada, letra del doctor.

Se plantó de espaldas a uno de los sillones y naturalmente dejó salir un quejido por el esfuerzo que fue sentarse sin dejar caer su peso de lleno en el sofá para no provocar malestar innecesario, probablemente era un reflejo de su nuevo papel como el "padre exhausto y privado del sueño" que era ahora.

Aunque en realidad no estaba cansado, sólo algo... agotado, sí, esa era la palabra.

Me siento mal.— Lloriqueó de nuevo (T/N) ahora en su regazo, sorbiendo su nariz y con los ojos vidriosos por las lágrimas que tarde o temprano terminarían desbordándose, eso sumado a sus mejillas enrojecidas y el sudor en su frente hizo que el corazón del antiguo Arconte se estrujara en su pecho, ¿es que acaso ya había fallado cómo guardián? Nada de eso, pero no podía evitar ser especialmente dramático en ese momento.

—Y es por eso que debes comerte todo, hasta los pimientos verdes.—

—Pero saben feo... —

—Bueno, ¿pero qué sabe peor? ¿La medicina o el pimiento?—

—Los dos saben igual— Dijo en un tono adormilado, dejándose caer hacia adelante, seguro de que el cuerpo de su padre amortiguaría su caída.—... ¿y ya sólo voy a comer flores para siempre?—

—Claro que no, este estado es sólo temporal. En un par de días estarás mejor, puedes confiar en ello— Dijo de la forma más gentil que pudo, pero de inmediato una idea cruzó su mente, sabiendo que valía la pena intentarlo se tomó el tiempo de aclarar su garganta y cambiar su tono a su voz de negocios.—. Pero tienes que tomar la medicina si quieres sentirte bien de nuevo. Si lo haces te prometo que no cocinaré con pimientos por una semana, ¿trato hecho?—

—Ohh... — El menor abrió sus ojos un segundo para espiar hacia fuera, encontrando el meñique alzado de su padre que se extendía hacia él a la espera de cerrar el contrato una vez dictó las cláusulas, así como las muchas veces que lo habían hecho antes.

Podrías preguntar a cualquier asesor y fácilmente todos dirían que si alguien fuera de sus facultades accede a un trato no significa mucho esfuerzo el poder librarse de cualquier acuerdo al que se haya llegado. Lo malo es que esta regla no funciona con los padres.

Al final (T/N) alzó su mano también, entrelazando su propio dedo y aceptando la idea sin pensarlo mucho. La verdad es que no quería comer nada verde en ese momento.

—Muy bien, entonces es una promesa— Zhongli sonrió para después frotar la espalda de (T/N) como agradecimiento. Entonces recogió el resto de la manta que seguía deslizándose entre sus pies y la envolvió mejor alrededor del menor cubriendo bien su pecho y espalda. Cuando miró hacia abajo se percató de que (T/N) ya no traía uno de sus calcetines, probablemente se había perdido en su forcejeo con Baizhu para que tomara la medicina de antes.—. Levanta la cabeza, por favor.—

—Hm... — Hizo cómo le pidió, con dificultad y cabeceando de vez en cuando mientras que Zhongli lo ayudaba a limpiar su nariz. Después de un par de intentos fallidos para hacer que se sonara en un pañuelo nuevo se encontró respirando cómodamente una vez más, o al menos un rato en lo que volvía a tapársele la nariz. Una vez se sintió en paz de nuevo volvió a dejarse caer contra el hombro de su padre, pasando sus brazos por encima también y alcanzando inconscientemente el largo mechón de su cabello oscuro, sin jalarlo y sin estirar el broche que lo decoraba, simplemente sosteniéndolo por mero reflejo. Se podría decir que era hasta reconfortante.

—... ¿Te gustaría dormir un poco?— El menor sólo asintió, cerrando un poco más su abrazo. Zhongli asintió de vuelta, una respuesta más que entendible.—. Bien entonces, te llevaré de vuelta a la cama y-

Nooo... — Interrumpió de inmediato, negando con una energía recuperada de Celestia sabe dónde y aferrándose más a la ropa oscura del mayor.

De pronto cualquier capacidad para expresar sus ideas y sentimientos se había perdido en el aire, todo era simplemente quejidos y lloriqueos incapaces de dar a entender lo que se cruzaba por su cabeza y era esa misma frustración la que a su vez lo volvía más testarudo e irritable.

—(T/N) no puedo sostenerte todo el día, aún debo hacer el almuerzo y tal vez deba regresar a la funeraria más tarde... —

—No te vayas. Yo me agarro de ti, no tienes que cargarme... —

—Me temo que eso es aún más peligroso... —

—Liii... —

Zhongli sintió aquel habitual cosquilleo al borde de sus orejas al escuchar el quejido del niño, pero tuvo que pisotear la pizca de culpa que comenzaba a formarse en su pecho y obligarse a ser racional con la situación.

Pero no podía, hacerlo era simplemente cruel. Nunca en su vida había experimentado algo como un resfriado, su gran experiencia le había fallado por primera vez, y su empatía no era la mejor en ese momento, ¿pero qué le quedaba por hacer? Faltar al trabajo sin aviso era imperdonable, pero llevar con él a un niño enfermo lo era aún más.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Se cuestionaba Zhongli mientras caminaba de un lado a otro, supuestamente tratando de arrullar a (T/N) cuando era en realidad su propia ansiedad ante tal dilema consumiendo toda su atención en ese momento.

Pero entonces escuchó la que consideraba una de sus peores maldiciones.

—Wow, eres realmente terrible en esto.—

Una voz aguda y burlona provino desde el techo, y cuando Zhongli alzó su mirada en un sobresalto encontró la silueta flotante de Barbatos mirándolo de cabeza, siendo seguido por la cálida brisa del mediodía.

Las facciones de Morax se fruncieron levemente, sus brazos rodearon al menor con algo de recelo mientras miraba el desastre que los dientes de león que seguían al Arconte Anemo a todas partes se esparcían por el suelo.

—No quiero escuchar las palabras de alguien que abiertamente disfruta y elige envenenar su cuerpo hasta perder la noción del mundo... —

—Oh, pero no es justo comparar una resaca perfectamente manejable con algo tan impredecible como un resfriado— Luego de mecerse una vez más vuelve al suelo, su sonrisa no se borra de su rostro, incluso parece ensancharse aún más cuando (T/N) emerge de su capa improvisada hecha de aquella manta, aún con la mirada somnolienta y nariz enrojecida, pero sin perder la curiosidad distintiva de los niños una vez reconoció la voz del bardo.—. Pude sentir la tierra temblar bajo mis pies hasta Mondstadt apenas y su señor comenzó a agobiarse, es por eso que he venido para traer algo de paz a tu mente.—

Cuando Venti extendió sus brazos y meneó los dedos para tener su turno de cargar al niño rápidamente Zhongli dio media vuelta y lo miró sobre su hombro, negándose casi de inmediato.

—No sé qué clase de broma te juega tu imaginación creyendo que estoy a la deriva en esto.—

Pero a pesar de todos sus esfuerzos para no ceder a la insistencia del bardo pronto se encontró siendo traicionado cuando (T/N) también estiró sus brazos hacia Venti e inclinó su cuerpo. La sonrisa victoriosa del de menor estatura rozaba la delgada línea de ser una mofa descarada.

—... shūshuuu... —

Venti volvió a su sonrisa más amable, sintiendo aquella cálida paz y emoción que siempre sentía cada vez que aquel pequeño hijo de la roca lo llamaba "tío". Al recibirlo en brazos no tardó en poner la parte trasera de su palma contra el rostro del niño, alzando las cejas con una sorpresa fingida para al menos aliviar el aura lúgubre que lo rodeaba.

—¿Eres tú, schatzi? ¡Apenas y pude reconocerte con la cara tan roja! Por un momento creí que eras una manzana.—

Pero en lugar de responder a su broma (T/N) sólo se le quedó viendo, palmeando perezosamente los hombros de Venti hasta que sus dedos atraparon el borde del cuello de su capa.

—Shūshu también es verde, como los pimientos... pero tú no eres feo.—

—¡Oh, pues gracias! Me alegra no ser como esos amargados.—

Al decir esto, Venti ladeó la cabeza para alcanzar a ver a Zhongli, no estaba hablando sólo sobre los vegetales después de todo.

—Si viniste buscando cómo distraerte tendrás que pasarte en otra ocasión, ahora no tengo tiempo.—

A pesar de la complexión frágil y algo escuálida de Venti, no tuvo problema alguno para sostener al niño con sólo un brazo mientras que su otra mano se posaba en su cintura, sus cejas bajaron y una mirada algo sarcástica apareció en su rostro.

—¿Acaso debo explicar todo con rocas para que lo entiendas?— Zhongli parpadeó un par de veces con incredulidad, pero antes de que pudiera responder de la misma forma el bardo se le adelantó una vez más.—. Ve y haz lo que tengas qué hacer, yo cuidaré de (T/N).—

Los ojos de Morax se entrecerraron, pero prefirió guardarse su comentario para después cruzarse de brazos.

—Por favor, no te molestes. Puedo encargarme de esto por mi cuenta.—

Aquí una traducción más fiel a lo que pasaba por su mente: "hasta un hilichurl haría un mejor trabajo".

—¡Oh, vamos! No me des esa cara, no sé qué idea tengas de mí hasta el punto que no seas capaz de aceptar un favor nacido de mi altruismo, pero no pienso rogarte. Tengo algo de dignidad, ¿sabes?— Y para reforzar su punto no cambió su expresión seria y ofendida, ni siquiera cuando (T/N) tomó una de sus trenzas y comenzó a meter sus dedos entre los mechones.

—...— Zhongli suspiró, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño, y por un segundo pareció ser un monarca que se encontraba en el terrible escenario de tomar una decisión de lo más extremista. Sí, tal vez estaba siendo severo con su viejo amigo que sólo quería aliviar su carga por mera amabilidad, pero ese es el mismo peligro que se corre al hacer tratos con espíritus del viento, su naturaleza libre y descuidada los llevarán a aprovecharse del menor vacío legal. Tal vez es por eso que los contratos fueron creados en primer lugar, para seres cómo Barbatos.—. De acuerdo, tú ganas. Tendré que pedirte una mano esta vez... —

La mueca de Venti volvió a la normalidad entonces, sonriendo de oreja a oreja y casi saltando de la emoción. Siendo detenido por el quejido de (T/N) que lo llevó a palmear su espalda con cuidado.

Cierto, persona enferma, casi olvidaba ese detalle.

Cuando (T/N) volvió a abrir los ojos en medio de su somnolencia (el veneno de pescado del doctor de ojos raros finalmente lo había vencido) se encontraba de vuelta en los brazos de su padre. Luego de un perezoso bostezo y otro sorbo de su nariz miró a todas partes, encontrando a Barbatos aún plantado a su lado. No podía decir con exactitud cuánto tiempo había dormitado, pero era fácil deducir que había sido un rato gracias al olor de la comida recién hecha dejada fuera para enfriarse, el sutil aroma de verduras al vapor logró distinguirse a pesar de su olfato estropeado.

Ambos adultos dejaron de hablar una vez se enderezó, dando inicio a la fase de negociaciones.

—Li, ¿ya vamos con jiejie?... —

—No, ya te lo dije. No puedes venir.—

—Pero... —

—¡Pero puedes quedarte conmigo!— Añadió entrando a escena el bardo de energía inagotable.—. No vas a irte cuando acabo de llegar, ¿cierto? Hay que ponernos al día después de todo. Tengo muchas historias qué contarte de Mondstadt, pero a mí no me dejaran entrar a la funeraria si llego sin invitación.—

—Hm... — Ambos Arcontes se quedaron viendo con impaciencia a la expresión indecisa del menor, mordiéndose los labios a la espera de que el plan funcionara. Luego de un par de segundos de murmullos sin sentido y de un montón de miradas finalmente obtuvieron una respuesta.—. No, voy con Li... —

—¿¡Eh?!—

—Vaya... —

A pesar del resultado desfavorable, Zhongli no pudo evitar sonreír por la cara que había puesto Barbatos. Llevando una de sus manos a su rostro para cubrir su boca con la parte trasera de su mano terminó ahogando su carcajada, regresando a su habitual cara seria de inmediato una vez el bardo volteó a verlo con irritación.

Oh, no, qué trágico. Terrible e inoportuno, sí, eso quiso decir.

[...]

—¿Cómo pudiste hacerme eso, schatzi? ¡Debería hacerte comer chile de jueyun! ¡Voy a dejarte sólo e irme! ¡Hmp! Tienes suerte de que necesitas mi ayuda— A pesar del tono indignado de Venti sus manos estaban ocupadas sirviendo un tazón con la sopa que había dejado Zhongli antes de irse. La falsa furia en su tono de voz era su propia forma de aligerar el ambiente, pero parecía que el rol se le salía de las manos cuando fue posible sentir la sutil brisa que lo seguía a todos lados volverse más helada y notoria. Tal ves incluso se trataba de algo involuntario.—. La próxima vez no serás tan suertudo, ¿sabes? Zhongli va a llevarte con Buer y ella te hará tomar medicina aún más amarga que cualquier vegetal, ¡recuerda mis palabras!—

Una vez se sentó al lado de (T/N) en la mesa del comedor no cambió su rostro fruncido y seguía quejándose sin parar, pero como el virtuoso bardo que era podía seguir usando sus manos con habilidad mientras recitaba toda su frustración. Con la cuchara se encargó de remover la sopa hasta que se enfriara lo suficiente antes de pasársela al menor.

Podía estar hirviendo de rabia, pero no era un monstruo cómo para dejar que se quemara la lengua.

—Ugh, bàbà... —

Al final Venti suspiró, por más que quisiera negarlo sus habilidades de distracción ya no eran tan efectivas como hace unos años, ¿por qué los humanos pequeños tenían que crecer para volverse más avispados y conscientes? ¡Apenas pudo disfrutar de aquel bebé que balbuceaba su nombre cada que lo veía!

Maldito sea Morax por haber ocultado el secreto tanto tiempo...

(T/N) tenía el rostro descansando sobre la mesa, admirando el mundo desde la nueva perspectiva que aquella pose le daba. Podía ver desde abajo el vapor saliendo del plato de sopa a su lado y escuchaba cómo los leves golpeteos impacientes de los dedos de Venti contra la mesa resonaban en la madera. Entrecerró los ojos, imitando la expresión del bardo antes de enderezarse una vez su nuevo cuidador se lo pidió para que comenzara a comer.

—Ya, ya. Zhongli volverá en un rato, fue a revisar que las rocas siguieran en su lugar.—

—¿Alguien las movió?—

Venti guiñó un ojo hacia él antes de responder, cómo si estuvieran hablando en un lenguaje recién inventado a pesar de ser los únicos en la habitación.

—Digamos que se las llevó el viento.—

Pero (T/N) reaccionó alzando las cejas y negando con la cabeza, de forma casi cómica por lo exagerado de su gesto al no entender el mensaje oculto. En cambio frunció el rostro como si acabara de escuchar la más grande mentira en la historia de la humanidad.

—No puede moverlas... —

—¿Y tú qué vas a saber de lo que es capaz el viento si no quieres hablar conmigo?—

—¡Ya te pedí perdóoon!— Volvió a lloriquear poniéndose de rodillas sobre la silla y tirando de la capa de Venti para sacudir su hombro, pero no logró hacer que el bardo le regresara la mirada.

—Te perdono con una condición— Dijo en un suspiro de resignación, mirando al niño por encima de su hombro antes de volver completamente hacia él.—: tienes que terminarte todo tu plato.—

Fue entonces que (T/N) reaccionó, volviendo a abrir los ojos de manera perezosa y mirando hacia la mesa de nuevo, apenas percatándose del traste. El plato humeante frente a él desprendía un aroma reconfortante, ni siquiera tuvo que ver los ingredientes para ver de qué se trataba. Se inclinó un poco con las manos en la mesa hasta que su rostro se quedó en medio del camino del vapor que flotaba hacia el techo, sintiendo su piel cosquillear en el proceso y sus fosas nasales destapándose un instante.

¡Yay, sopa de brotes de bambú!

—Okay... —

—Y... — Continuó, alzando el índice de una de sus manos para crear más anticipación.—tienes que tomarte esto.— Venti deslizó la pequeña bolsa por la mesa hasta que la dejó entre él y (T/N), y cuando vio la cara de asco del menor no pudo evitar soltar una carcajada.

Lo bueno de las pastillas que había dejado el doctor Baizhu es que no debían tomarse directamente, para los niños es mucho más sencillo usar del tipo que se diluyen en líquidos y así evitar cualquier accidente a la hora de tomarlas.

Lo malo es que modificaban el sabor de cualquier bebida sin importar cuan dulce fuera, ¡hasta convertirla en una poción malvada capaz de derribar dragartos con sólo una gota! ¡Tan amarga que hace a los slimes geo perder su coraza! ¡Efectiva para quemar flores hasta la raíz! ¡Capaz de confundir incluso a Buer gūgu!

... O al menos así la describía (T/N).

—Hm... — Al meditar sus opciones se encontró en un callejón sin salida, y son en situaciones así en las que sale a relucir su espíritu como habitante de Liyue. Su mente pasó de considerar el control de daños a buscar una salida, la fase de negociaciones estaba por comenzar. Aún con la garganta adolorida y el estómago vacío se armó de valor, volviendo a arrodillarse en la silla y cruzándose de brazos como había visto hacer a Morax incontables veces.—. ¿Y si...?—

—Nope.—

Los ojos adormilados de (T/N) parpadearon ante la sorpresa de ser interrumpido, su discurso reducido a pedazos por la respuesta rápida y directa de Barbatos mientras este sonreía ampliamente con su habitual calidez. Su rostro se sostiene en la palma de su mano, inclinándose sobre su propio costado y descansando sobre la mesa, pero tenía ese aire tenebroso que tienen los adultos cuando ocultan secretos.

—Pero es que... —

—No.—

—Yo podría... —

—No quiero.—

—¡Shūshu!—

Las cejas de Venti se fruncieron hasta volver a su expresión indignada y bromista, alzando el mentón una vez más.

—¿Crees que voy a aceptar algo más como disculpa? Sólo hay una manera en la que te puedo perdonar— Al final se cruzó de brazos, ahora bajando las cejas cómo si se tratara de una obviedad.—. Lamento decírtelo, schatzi, pero yo no firmo contratos.—

El menor frunció el ceño, arrugando la nariz y cerrando los ojos con fuerza. El viento podrá escucharlo todo, pero eso no significa que cumpliría tus plegarias con sólo gritarlas al cielo, ni siquiera cuando era una tan razonable cómo poder escabullirse de tener que tomar medicina.

Una sopa de brotes después se dio cuenta en que estaba de vuelta contra la espada y la pared.

—Anda, sé que puedes— Canturreó Barbatos mientras empujaba suavemente la mejilla de (T/N) con apenas la punta de su dedo. Su piel seguía tan enrojecida cómo hace unas horas, sin mejoras pero tampoco sin empeorar, aún así sabía que no volvería a ser elegido como niñero si su fiebre no bajaba al menos un grado. Sólo eso necesitaría para poder restregarle en la cara a Morax de lo bueno que era cuidando de los humanos pequeños.—. Solo dale un gran sorbo y apenas notarás el sabor, ¡confía en mí!—

Pero (T/N) seguía titubeando con el vaso de té entre sus pequeñas manos, la superficie se meneaba con el temblor constante de sus dedos por los escalofríos que le trepaban por la espalda, pero no sabía si eran por su resfriado o por la simple idea de tener que tomar la medicina frente suyo.

Al final el niño volvió su vista a Venti, su mirada pesimista le hizo creer al mayor que trataría de negociar de nuevo, pero se llevó una gran sorpresa cuando las palabras preocupadas del menor llegaron a sus oídos.

—¿Y si me vas a perdonar?—

La expresión bromista de Venti se relajó hasta volverse una sonrisa amplia, no había nada más conmovedor que la honestidad e ingenuidad de los niños. Sus preocupaciones yacían en las cosas más banales que fácilmente podrían ser ignoradas por un adulto, pero ya que él estaba ahí era su deber entender la preocupación del menor como propia.

Sin tardar ni un segundo Barbatos volvió a asentir, dándole la seguridad y motivación necesaria para animarlo.

—Te lo prometo.—

(T/N) volvió a arrodillarse en la silla, levantó el vaso con ambas manos y por un instante se preguntó si Buer le habría regalado aquel traste para ocasiones así, contradiciendo todo el discurso de la joven Arconte sobre cómo sería la mejor herramienta para tomar cocoa en invierno y para un raspado en verano; recuerda vagamente la extensa explicación sobre cómo el material podía mantener su temperatura sin importar el clima, pero la verdad es que lo que más ocupaba su mente en ese momento era el método de selección de los granos de café de Sumeru por alguna razón. De nuevo era su mente tratando de huir de las situaciones tensas que preferiría no atravesar en primer lugar.

Al inclinar la taza sobre su boca sintió el calor tenue del té, seguido de la esencia aromática de las hierbas de la infusión y apenas el perceptible olor de las plantas medicinales, fue ahí que lo inclinó todo lo posible hasta casi empinarlo sobre su rostro.

Luego de pasarse el largo trago ambos se quedaron congelados en sus sitios, sus ojos se encontraron y sus cejas se alzaron con sorpresa, ¿había funcionado?

Antes de poder cantar victoria la expresión asqueada de (T/N) regresó, sacando la lengua y sacudiéndose para quitarse los escalofríos. La consolación no tardó en llegar cuando los brazos de Venti lo sostuvieron, sus manos delgadas y pálidas frotaron su espalda y hombros, pasándole calidez hasta que la sensación desapareció.

Su nariz picó y algunas lágrimas nublaron sus ojos, el aroma era aún más potente que antes por la doble dosis, cómo probar la resina de la corteza de un árbol o cómo restregar tu nariz contra el centro de los pétalos de una flor y sentir el polen entrando a tus fosas nasales. Era molesto, irritante, y casi rompe en llanto ante la frustración de haber tenido que probar algo tan amargo de no ser porque los arrullos del Arconte lo interrumpieron.

—Eso es, muchas gracias— En su voz se distingue un tono de lo más amable, pareciera que tarareaba al hablar pero era ni más ni menos que el simple poder de las palabras de aliento. Era increíble lo fácil que era recuperar el ánimo sólo con unas palmadas en la espalda, era otra de las muchas formas en las que los adultos dicen "todo estará bien" y no queda otra opción más que creerles. Lo único inevitable fue que el té caliente hizo que la nariz de (T/N) volviera a gotear y a escurrir, sus dedos volvieron a cerrarse para atrapar la capa de Venti y se limpió al frotar su rostro contra el hombro del bardo, pero realmente no podrías culpar a un niño de ser algo descuidado, mucho menos culpar a un niño enfermo.—. Dime, ¿tienes náuseas? ¿Sientes que vas a vomitar?—

(T/N) quería quejarse y patalear mientras gritaba a todo pulmón que, de hecho, sí sentía que estaba en su lecho de muerte, pero muy por dentro sabía que no era cierto. O más bien ya no se sentía con la energía para discutir cuando la había gastado toda en intentar convencer a Venti antes. Al final sólo negó, y lo que recibió como respuesta fue una mano amable acariciando la parte trasera de su cabeza, donde siempre se formaba aquel remolino rebelde en su cabello que se negaba a ser peinado.

—Entonces no fue tan malo, ¿no te parece? Ya verás que valdrá la pena... — Al principio creyó que se trataban de los malestares volviendo a atacar, pero lo que sintió como si el mundo se pusiera de cabeza era en realidad el arrullo de Venti cuando comenzó a balancearse de un lado a otro en un suave vaivén.—. Mañana estarás corriendo por el bosque, metiendo en tus bolsillos las rocas que te parezcan geniales y trayéndolas a casa. En la siguiente primavera bailarás bajo la lluvia y al anochecer dormirás bajo las estrellas. Y para cuando llegue el invierno brillarás tanto como las linternas en el cielo... —

—Esa canción, ¿es nueva?... —

Aquella vez no se sintió insatisfecho cuando su curiosidad no fue resuelta, pero era fácil deducir la respuesta. Era una nueva y recién nacida melodía, relatando la valentía del joven héroe que enfrentó el peor de los venenos por un bien mayor, aquel que cantaba con el viento y era resguardado por las montañas, al que las plantas adoraban y al que las tormentas estimaban. Verso tras verso (T/N) era lentamente sumergido a un nuevo sueño, los tazones de sopa ya estaban vacíos y las tazas de té yacían apiladas en una pequeña torre que marcaba la victoria tras una merienda bien merecida. Tal vez las cosas estaban fuera de su lugar, pero era innegable la paz que se sentía en el aire.

—Humph, ¿qué te parece eso, Morax? Lo que no hiciste en años lo logré en apenas una hora.—

[...]

Al encontrarse de vuelta dentro de su pequeño y acogedor dominio el antiguo Arconte dejó salir lo que se sintieron milenios de estrés en apenas el suspiro que se escapó de sus labios. Con cuidado removió sus guantes y su saco para lo colgarlo en el perchero antes de adentrarse a su hogar, el sonido de las suela de sus zapatos de vestir resonaron entre las paredes y el silencio poco común al que estaba acostumbrado desde que se había vuelto un guardián.

Un par de libros estaban esparcidos por la alfombra de la sala junto a una manta, y bajo influencia de su nuevo hábito se detuvo a doblarla de vuelta mientras sus ojos seguían vagando en los alrededores. No había platos sucios, las ventanas estaban apenas abiertas y la mayoría de las luces estaban apagadas, dándole un aire más cómodo y acogedor al lugar. Apenas y había rastros de vida en los alrededores, pero estaba muy distraído como para apreciarlo.

Dejó la manta en el respaldo del sofá y regresó los libros al baúl diminuto que yacía al lado del librero que contenía su colección personal; cerró las cortinas y antes de seguir con su camino llenó de agua la tetera antes de dejarla en el fuego. Fue entonces que se adentró hacia el pasillo que guiaba a su habitación y a la de (T/N), con cada paso siendo guiado por los residuos de semillas de dientes de león que se hacían más y más recurrentes una vez llegó a los pies de la puerta decorada por garabatos y letreros con caligrafía cuestionable pero de lo más adorable.

Abrió la puerta con cautela, asomando apenas el rostro para espiar al interior. La lámpara de noche de (T/N) estaba encendida, con el escenario de siluetas de estrellas deslizándose por las paredes gracias al cilindro que giraba alrededor de la bombilla del adorno, pero lo que sin duda fue el toque final para el ambiente tan pacífico fue la figura del niño con la manta más colocada sobre él.

Zhongli entró sin hacer ruido alguno, se sentó al borde de la cama y arregló las sábanas hasta arroparlo mejor. La compresa que cubría de extremo a extremo la frente de (T/N) lucía enorme sobre su cabeza, tapando incluso sus cejas y empapando también su cabello. Sin perder tiempo la tomó para escurrir el agua y refrescarla de nuevo, no sin antes poner la parte trasera de su palma en las mejillas del niño. La fiebre había bajado.

Zhongli suspiró.

Qué alivio.

—Li... — Su atención fue atrapada por el sutil susurro de la voz somnolienta de (T/N). Sus ojos estaban entrecerrados, pero era fácil saber que era mínimamente consciente de sus alrededores.

—He regresado... —

(T/N) ya no respondió, pero una sonrisa perezosa se logró ver antes de que volviera a cerrar los ojos, inclinando su rostro contra la cálida mano que seguía en su mejilla.

No había podido estar ahí, pero bien sabía que no sería el último resfriado, probablemente tampoco fue el primero pero en ese momento no serviría de nada en hacer el recuento, ¿para qué si lo que más le gustaba era verlo recobrar su energía mientras sonreía victorioso? Aquella sonrisa con el hueco entre sus dientes, el bigote de leche en la parte superior de su labio y su cabello desordenado como si todos los días fueran sábado.

A pesar de su satisfacción una duda no dejaba de molestarlo, ¿acaso Barbatos se había... ?

—Pss... —

Al girarse a ver la puerta encontró a aquel bardo asomándose por el borde, en cambio su sonrisa es mucho más animada, apuntando a sus espaldas y sosteniendo en su mano libre una botella que era imposible de confundir.

Incluso los guardianes tienen derecho a tomarse descansos.

[...]

Cuando todo volvió a estar en orden y cuando los niños se van a dormir es cuando los mayores hablan de las cosas más extrañas. Historias aburridas y palabras difíciles llenan sus conversaciones, casi cómo si intentarán excluir a los demás para no revelar sus secretos. Pero eso sólo aplicaba en los adultos convencionales, pues una vez el temible Morax y el impredecible Barbatos se sentaban a dialogar uno podría creer que estaban a un paso más cerca de desatar una nueva guerra.

—Mm... ¡Ahh! ¡Qué bien sabe! Nada cómo una copa luego de un largo día.—

—O para comenzar el día.—

—Tú si me entiendes.— Bromeó Venti de vuelta antes de inclinarse sobre la mesa, con habitual sonrisa ahora combinada con la satisfacción que sentía al tomar un trago de su vino favorito, escondido tras la taza para té que había tomado prestada.

Pero los años han pasado, y las aburridas reuniones diplomáticas se han terminado. Ahora son apenas favores entre viejos amigos con problemas aún más banales que sus temas de conversación.

—Supongo que te debo una disculpa... — Dijo Zhongli en un tono sereno al bajar su propia taza y retirarla de sus labios. El calor casi volcánico de la infusión no era nada para él, pero eso no lo salvó del regusto amargo que la bebida había dejado atrás.

—Vamos, levanta la cabeza. Se supone que los padres actúen genial frente a sus hijos, ¿qué harás si se despierta y te ve tan exhausto?—

—Créeme, he aprendido a distinguir sus pasos para evitar justamente eso... —

—¿Hm? ¿Será acaso que comienzas a arrepentirte?— La voz de Barbatos ganó un toque más burlón, casi cruel en realidad, era obvio que sabía que estaba tocando una fibra sensible al decir algo así.

—Si tu intención es provocarme al menos inténtalo con situaciones mínimamente probables.— Está mofa no pasó desapercibida y Morax pronto se cruzó de brazos en su clásica pose de tirano de antaño.

—Era obvio que dirías algo así— Venti volvió a sonreír, esta vez de forma melancólica, mirando hacia el fondo de la taza con ojos casi decaídos.—. No puedo evitar preguntarme si fue una decisión impulsiva, ¿sabes? ¿Cómo le explicarás el hecho de que su cuerpo vaya cambiando pero tú sigas viéndote igual?... —

—Ya tengo todo previsto, pero aprecio tu preocupación.—

—¿Todo? ¿Incluso el hecho de que él vaya a-?

La taza de Zhongli aterrizó de vuelta a la mesa en un golpe apenas brusco, suficiente para interrumpir las palabras que se negaba a escuchar. Sabía hacia donde iba la conversación, y vaya que lo detestaba, repudiaba que cada amigo y ser longevo le cuestionara lo mismo.

¿Con qué derecho si ellos también habían apreciado vidas humanas en el pasado? ¿Por qué lo veían con pena si él había pasado las últimas décadas pensando y meditando antes de tomar la decisión? Es como si de repente la sabiduría que alguna vez le precedió no existiera.

—¿Acaso tu tolerancia al alcohol ha disminuido o son palabras propias?—

—... He visto esta historia más de lo que me gustaría— Explicó Venti, arreglando su postura una vez más. Había una seriedad poco habitual en él ahora.—. Los padres tienen planes para todo, y a veces se asfixian con ellos hasta agobiar a los hijos. Algunos pueden obsesionarse con un futuro, o incluso hay a quienes no les importa en lo absoluto.—

—¿Y eso qué significa?—

Venti se levantó de su asiento, sacudiendo su capa en los hombros y cerrando la botella de vino antes de volver a hablar.

—Que, si por alguna razón tus planes fallan, la Puerta de Piedra está a menos de un día de viaje de aquí... —

Por un segundo el desconcierto invadió las facciones del antiguo Arconte Geo, el sentido figurado y la forma tan poética en la que los bardos se comunican incluso fuera de sus cantos lo confundió pero una vez leyó entre las líneas decoradas llevó una mano a cubrir su boca. Sus ojos se posaron en la mesa y comenzó a hablar bajo su aliento con preocupación.

—... ¿convertirse en un hijo del viento? Pero en ese caso algo grave debería ocurrir para recurrir al exilio... —

Entonces Venti volvió a reír.

—¿Exilio? ¡Eres un extremista! Yo me refería a inconvenientes, las necesidades no siempre son catástrofes, ¿sabes?... —

Ambos se quedaron viendo mutuamente, engañándose a sí mismos con el intento para aligerar el ambiente. Hay cosas pasando bajo la superficie de la tierra, eventos con resultados irreparables e impredecibles llegarían en cualquier momento, deseando que para entonces ya no estuviese en sus manos atadas el intervenir. E incluso en situaciones más realistas las vidas humanas no dejaban de ser enigmas, tal ves incluso pecaban de menospreciar el talento mortal y su capacidad para retar al orden.

Barbatos volvió a hablar, dirigiéndose hacia la puerta sin girarse a verlo antes de salir.

—Hasta entonces... por favor no lo prives de las penas de este mundo— Al mirar sobre su hombro Morax encuentra el peso de la mirada que un maestro le daría a su discípulo, corrigiendo una actitud antes de convertirse en problemática, pero sin ser severo en lo absoluto.—. Ni siquiera nosotros tenemos derecho a arrebatarles la sensación de duelo... —

Y con eso salió, dejando de tras la pesada brisa de su presencia desvaneciéndose lentamente. Los pensamientos de a Zhongli se congelaron, deteniendo cualquier idea pesimista con su inquebrantable fuerza de voluntad.

¿Exponerlo a los dolores de la vida mortal?

¿Eso no sería cruel de su parte?...












|| N/A;

Schatzi: Apodo alemán que significa "pequeño tesoro".
• Shūshu: Honorífico chino para referirse al tío menor paterno.
• Gūgu: Honorífico chino para referirse a la tía paterna.

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