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5. La carta

Los días de primavera transcurrían con normalidad en los Alpes. 

Aquella mañana, Pedro le dio a Heidi una carta que el cartero le había entregado cuando fue al pueblo a recoger a las cabras de los aldeanos. Era una carta procedente de Frankfurt y no podía ser de otra persona más que de Clara, las dos amigas se escribían muy a menudo. Heidi se alegró de recibir la carta y en seguida se pondría a leerla.

Una vez que Pedro y los niños se marcharon a los pastos y Heidi terminó de hacer sus quehaceres, cogió la carta de su amiga, se sentó en su taburete y comenzó a leerla.

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Querida Heidi:

Espero que sigáis todos bien. Estoy muy feliz por la noticia que me diste en tu última carta, me alegro mucho de que por fin Pedro vaya a tener su propia carpintería, se lo merece. También me alegro de que Brígida esté bien a pesar de sus dolores y de que Tobías y Ana se encuentren igual de bien que siempre, seguro que estarán muy grandes, al igual que Greta. Por cierto, me reí mucho con tu anécdota de los bombones. Me imagino la cara de Pedro pensando que estabas otra vez embarazada al verte vomitando y con molestias en tu estómago. Aun así, me alegro de que ya te hayas recuperado del empacho.

Nosotros estamos bien, dentro de lo que cabe. Hans sigue de viaje de negocios con papá pero regresará en un par de días, quizás ya habrá llegado cuando estés leyendo la carta. Mientras tanto, yo sigo trabajando aquí en casa. Tengo demasiado papeleo que atender pero no me quejo, prefiero trabajar en casa, así puedo pasar más tiempo con Greta y jugar con ella a ratos, cómo tú y yo solíamos hacer cuando éramos niñas. Ojalá pudiera decirte que Greta está mejor, pero no es así. Todavía no tiene bastante apetito y no come como tiene que comer. Si sigue así puede caer enferma y eso es lo último que quiero. Solo deseo que mi hija esté sana y que no pase por una enfermedad como me pasó a mi. Por eso el doctor nos dijo que le vendría bien un cambio de aires y una visita a las montañas. Hans comienza sus vacaciones en cuanto vuelva y habíamos pensado en ir a haceros una visita la próxima semana, si os parece bien. Así podemos aprovechar lo que queda de primavera y todo el verano para estar todos juntos, como en los viejos tiempos, y que Greta pueda recuperarse y jugar con Tobías y Ana. Además, sé que en unos días será vuestro séptimo aniversario de bodas y sería estupendo poder celebrarlo todos juntos. ¿No crees?

Espero tu respuesta, en cuanto me lo confirmes preparamos nuestras maletas y nos vamos directos a los Alpes.

Sin más, me despido mandando un fuerte abrazo a Pedro, a los niños y a Brígida. Y para ti, muchos besos y más abrazos. ¡Te quiero mucho!

Nos vemos pronto.

Tu amiga por siempre:

CLARA

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En cuanto Heidi terminó de leer la carta, una sonrisa apareció en su rostro. La joven tenía muchas ganas de volver a ver a Clara. El año anterior su amiga y su familia también habían pasado sus vacaciones en los Alpes y todos habían disfrutado mucho. Y ese año no podría ser menos.

La pequeña Greta siempre había sido una niña saludable desde que había nacido. Sin embargo, meses atrás había perdido el apetito y llevaba tiempo sin comer bien. Se desconocía la causa exacta de lo que la niña padecía, pero el doctor dijo que podría ser algún trastorno alimenticio o algo por el estilo. Una visita a los Alpes le iría muy bien a Greta, el aire tan puro que allí se respiraba podía abrirle el apetito a cualquiera.

Heidi no se lo pensó dos veces. Rápidamente agarró su mochila, metió algunos trozos de queso y de pan y avisó a Brígida de que se iba a los pastos para darle la noticia a Pedro y a los niños. Después de eso, salió de la cabaña y empezó su ascenso por la montaña.

Mientras tanto en los pastos, Pedro y sus hijos estaban tumbados en la hierba. El joven estaba intentando dormir un rato, se había puesto el sombrero sobre la cara para que el sol no le molestara mientras que Tobías y Ana observaban las nubes y jugaban a decir qué forma tenía cada una.

-Mira Tobi, esa parece un perro.

-No sé, a mí me parece una cabra. 

-Puede ser, pero a mi me parece un perro.

-¿Y aquella, Anita? 

-Se parece a... ¡Un abeto!

-¡Es verdad, como los que hay detrás de la cabaña!

-¡Sí!

Los dos hermanos se reían alegremente. Una sonrisa en el rostro de Pedro se asomaba por debajo de su sombrero al escuchar las risas de sus hijos. Pero de repente, se escuchó un silbido que hizo que los dos niños interrumpieran su juego y se incorporaran rápidamente, Heidi apareció corriendo hacia ellos.

-¡Mami! -exclamó Ana.

-¡Cáscaras, si es mamá! -exclamó Tobías.

-¿Heidi? -preguntó Pedro mientras se apartaba el sombrero de la cara y se incorporaba él también.

La joven en seguida llegó hasta ellos.

-¡Que alegría que hayas venido con nosotros, mamá! -exclamó Ana mientras se levantaba para darle un abrazo.

Tobías hizo lo mismo que su hermana.

-¡Hola mis niños! -exclamó Heidi mientras les abrazaba.

-Heidi, ¿ha pasado algo? -preguntó Pedro.

-Sí, pero es algo bueno, tranquilo.

El joven frunció el ceño, extrañado.

-¿El qué? -preguntó Tobías.

-En seguida os lo cuento. ¿Habéis comido ya?

-Aún no, pero ya es hora de que lo hagamos, mis tripas ya tienen hambre. -dijo Pedro riéndose.

-Y las mías. -dijo su hijo.

-Pues vamos a comer. Por cierto, cogí más comida antes de salir de casa, así que estáis de suerte, si os quedáis con hambre tengo más queso y pan.

Al oír eso, los ojos de Tobías y Pedro se abrieron por completo y abrazaron fuertemente a la joven.

-¡Eres la mejor esposa del mundo! -dijo Pedro.

-¡Y la mejor madre del mundo! -añadió Tobías.

Heidi se reía tiernamente. Ana también se unió al abrazo de sus padres y su hermano.

-Te queremos mucho, mamá. -dijo la niña.

-Y yo a vosotros, os quiero muchísimo a los tres.

Después de ese tierno abrazo familiar, los cuatro se sentaron en la hierba y se pusieron a comer.

-Por cierto... ¿Qué es lo que ha pasado, mami? -preguntó Ana.

-Eso mamá, cuéntanos. -dijo Tobías con impaciencia.

-Pues alguien va a venir. -dijo Heidi sin llegar a decir quién para crear un poco de intriga.

-¿Quién? -preguntaron Tobías y Ana a la vez.

-Alguien a quien queréis mucho y...

-Espera un momento... -dijo Pedro interrumpiendo a Heidi. -¿Tiene algo que ver con la carta de Clara que te di esta mañana?

Heidi sonrió y dejó escapar una pequeña risita que la delató.

-Cáscaras, ya lo sabía yo. -dijo Pedro riéndose.

-¡Hans, Clara y Greta van a venir la semana que viene!

-¡Viva! -exclamaron Tobías y Ana mientras daban saltos de alegría. -¡Volveremos a jugar con Greta!

-¡Cáscaras! Que buena noticia. ¿Greta ya come bien? -preguntó Pedro.

-Todavía no, el doctor dijo que le vendría bien cambiar de aires y venir a las montañas. Por eso, Clara me preguntó si nos parecía bien que vinieran la próxima semana. Además, Hans comenzará sus vacaciones.

-Claro que sí, en cuanto llegues a casa escríbele un carta y dile que les recibiremos con mucho gusto.

-Y además, en breve será nuestro aniversario, Pedro. ¡Podremos celebrarlo todos juntos!

-¡Cáscaras, es verdad! -exclamó el joven riéndose.

-Sí, lo pasaremos estupendamente. -dijo Heidi aplaudiendo de alegría con sus manos.

-Podemos hacer una fiesta en la casa del pueblo. -propuso Ana.

-Sí, una fiesta con mucha comida. -dijo Tobías.

-Tú siempre estás pensando en comida... -dijo la niña.

-No lo puedo evitar. -dijo Tobías riéndose. -Pero lo bueno es que podremos jugar de nuevo con Greta.

-¡Sí, tengo muchas ganas de volver a ver a mi mejor amiga! -exclamó Ana.

-Ya veréis que lo pasaremos muy bien, organizaremos muchas cosas entre todos. -dijo Heidi. -Pero ahora tenemos que terminar de comer, ya habrá tiempo de hacer planes.

Tobías y Ana asintieron con la cabeza y terminaron de comerse sus últimos pedazos de queso.

-Oye papá... -empezó diciendo Tobías. -¿Cuando vas a empezar a montar la carpintería?

-Durante el otoño, ahora en verano tengo que encargarme del rebaño.

-¿Y te dará tiempo a tenerla lista antes de que empiece el invierno?

-Claro, no hay que hacer mucho, solo limpiarla y modificarla un poco por dentro porque ahora es una vivienda, pero es menos de lo que esperaba. También hay que organizar los materiales y poco más. De todas formas, eso último puedo hacerlo mientras esté trabajando en ella. Además, tengo que seguir enseñándote muchas más cosas que tienes que saber para ser un buen cabrero.

-¿Crees que algún día seré un buen cabrero?

-Claro que sí, ya lo verás. -dijo Pedro guiñándole un ojo a su hijo. -Y seguro que también conseguirás hacer unos quesos estupendos con la leche que ordeñes.

-Serás el mejor. -dijo Heidi.

-¡Cáscaras, gracias!

-Y yo iré contigo para hacerte compañía y ayudarte. -añadió Ana. -Me traeré mis pinturas y me pondré a dibujar mientras tú cuidas del rebaño. Serás el mejor cabrero, Tobi, y yo te echaré una mano.

-Gracias, Anita. Seguro que tú también llegarás a ser una gran pintora si practicas todos los días. Estoy seguro de ello, yo te ayudaré a conseguirlo.

La niña sonrió y abrazó a su hermano, este le devolvió el abrazo.

-Cáscaras, os veo muy motivados con vuestros proyectos para el futuro. -dijo Pedro.

-Sí, mamá nos dijo que tenemos que dedicar esfuerzo y dedicación para conseguir ser lo que queremos ser. -dijo Tobías.

-Y contar con el apoyo de las personas a las que queremos. -añadió Ana.

-Estoy segura de que lo conseguiréis. -dijo su madre.

Pedro y Heidi se miraron y sonrieron tiernamente. A pesar de que a veces Tobías y Ana se pelearan, se querían muchísimo y siempre estaban dispuestos a apoyarse el uno al otro.

Empezó a caer la tarde y el sol ya se estaba escondiendo por detrás de las montañas. El cielo se pintaba de colores rojizos y anaranjados. Heidi se sentía feliz de contemplar esa hermosa puesta de sol en los pastos junto a su familia, cosa que ya no podía hacer tan a menudo. Pero también se sentía feliz porque ya quedaba menos para volver a ver a su mejor amiga.

Aquella misma noche, mientras Brígida y los niños ya estaban durmiendo y Pedro acababa de subir a la habitación, Heidi seguía en el piso de abajo. La joven sacó tinta y papel del armario para escribirle una carta a su amiga.

┏━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━┓

Querida Clara:

Lo primero de todo: ¡Por supuesto que podéis venir! No sabéis las ganas que tenemos todos de volver a veros. Así que ya podéis empezar a preparar las maletas.

Me alegro de que tanto a ti como a Hans os vaya bien en el trabajo, y con respecto a Greta, estoy segura de que aquí mejorará mucho. El aire de las montañas será muy bueno para ella y también disfrutará muchísimo jugando con Tobías y Ana, ellos ya tienen muchas ganas de volver a verla.

Nosotros estamos bien, los niños, como ya sabes, se pasan todo el día divirtiéndose. Tobías está aprendiendo muy rápido el oficio de cabrero y Ana dibuja cada vez mejor. La tía Brígida va mejor de sus dolores y Pedro está más ilusionado que nunca con su futura carpintería. Yo estoy bien, como siempre. Hasta el invierno no comienzo a trabajar en la escuela. Mientras tanto, aprovecho mi tiempo para ocuparme de la cabaña, leer, preparar tartas de queso y pasar tiempo con lo que más amo en el mundo: mi familia.

Ya tengo muchas ganas de veros, en especial a ti, mi querida amiga. Yo también te echo mucho de menos. Y sí, en nuestra fiesta de aniversario no podéis faltar vosotros. ¡Lo pasaremos muy bien!

Por último, quiero decirte que durante estos días bajaré a la casa de Dörfli con Ana y la dejaremos lista para cuando vengáis. Ya cuento los días que faltan para ello.

Sin más, me despido mandando un fuerte abrazo a Hans y a la pequeña Greta. Y para ti, muchos besos y más abrazos. ¡Te quiero mucho!

Nos vemos pronto.

Tu amiga por siempre:

HEIDI

┗━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━┛

Una vez que terminó de escribir la carta, la joven la releyó un par de veces para asegurarse de que estaba todo bien escrito y la metió en un sobre. La dejó sobre la mesa, lista para dársela al cartero por la mañana.

Después de eso, Heidi subió hacia su habitación, Pedro ya estaba en la cama pero seguía despierto.

-¿Ya terminaste de escribir la carta? -preguntó el joven, el cual estaba tumbado en la cama con sus manos entrelazadas por detrás de la cabeza.

-Sí, ya terminé.

-Mañana cuando vaya a buscar a las cabras se la daré al cartero.

-No te preocupes, puedo dársela yo. A partir de mañana bajaré todos los días a Dörfli con Ana para dejar la casa del pueblo limpia y ordenada para cuando llegue Clara. -dijo Heidi mientras se quitaba el vestido y se ponía su camisón.

-Necesitaréis ayuda, si quieres le digo a Tobías que baje con vosotras y os eche una mano.

-No te preocupes cariño, nosotras podemos. Vosotros podéis ir tranquilos a los pastos, como todos los días. Así sigues instruyendo a nuestro pequeño General. -dijo Heidi con una sonrisa.

Pedro también sonrió. La joven se metió en la cama y apoyó la cabeza sobre el pecho de Pedro. Este comenzó a acariciar suavemente sus cabellos negros.

-¿Estás feliz? -preguntó el joven.

-Sí, mucho. Tengo tantas ganas de volver a ver a Clara...

-Y yo a Hans, es un gran amigo.

-Sí, y los niños están encantados al saber que muy pronto volverán a jugar con Greta.

-Me lo imagino. 

-El año pasado lo pasamos muy bien con ellos. 

-Y este año seguramente que también.

Ambos se miraron tiernamente en silencio, durante unos segundos, recordando algo más especial.

-Y en unos días será nuestro séptimo aniversario de bodas. -dijo Heidi.

-Parece mentira que ya hayan pasado casi 7 años. Han sido los años más bonitos y especiales de mi vida.

-Sí, durante estos 7 años hemos vivido muchas cosas inolvidables juntos. Pero también hemos tenido lo mejor de nuestras vidas, a nuestros niños.

-Es cierto, me diste los mejores hijos que jamás pensé que llegaría a tener. Tobías y Ana son unos niños maravillosos, ya no sabría vivir sin ellos. Y sin ti, por supuesto. Vosotros tres sois lo mejor que me ha pasado en la vida y lo que más quiero.

Heidi sonrió con ternura y besó a Pedro. Después, se acercó a su mesita de noche y del cajón sacó un libro para ponerse a leer un rato mientras Pedro estaba tumbado a su lado. La joven acomodó su almohada y se puso a leer. En seguida, Heidi se adentró en la lectura, mientras Pedro la miraba. Ella sonreía, quizás por lo que estaba leyendo o simplemente porque su sonrisa siempre estaba presente en su rostro, y cuanto más la miraba Pedro, más seguridad tenía él de lo mucho que estaba enamorado de ella. El joven se acercó más a Heidi y comenzó a acariciar suavemente su brazo. Le bajó el tirante del camisón y besó dulcemente su hombro, después fue subiendo con besos por su cuello hasta llegar a su rostro. Heidi seguía sonriendo, pero parecía estar más atenta a lo que leía que a los mimos de Pedro. Hasta que el joven le quitó el libro de las manos para que le hiciera caso.

-¡Ay, no! ¿Qué haces? Sólo me quedaba una página para terminar el capítulo. -se quejó Heidi.

-Lo puedes terminar mañana. -dijo Pedro dejándolo encima de su mesita de noche y rodeando a Heidi con sus brazos para seguir besándola. -¿O es que amas más a tus libros que a mí?

Heidi sonrió mientras Pedro la besaba. La joven interrumpió sus besos para contestar su pregunta.

-Amo mis libros y sus historias de amor, pero a ti te amo mucho más porque contigo vivo el amor verdadero en persona. -dijo la joven mirándole a los ojos y acariciando sus labios.

Pedro sonrió, era justo lo que él quería escuchar.

-Pues entonces vivámoslo como solamente tú y yo sabemos.

Heidi también sonrió mientras se bajaba el otro tirante del camisón, dejando al descubierto sus pechos. Agarró las manos de Pedro y las puso sobre ellos, él los acarició y también los besó. Después, el joven agarró la mano de Heidi y la metió dentro de su ropa interior para que ella le acariciara a él también. Ambos terminaron de desvestirse por completo y dieron rienda suelta a la pasión. Se entregaron el uno al otro besándose, acariciándose y viviendo su amor hasta que el cansancio les venció.

Durante los siguientes días, Heidi hizo tal y como había dicho. Ella y Ana bajaban cada mañana a la casa de Dörfli para hacer limpieza y acomodarla un poco, mientras que Pedro y Tobías subían a los pastos con el rebaño y Brígida se quedaba en la cabaña con Trueno. Cuando Clara y su familia llegaran, Heidi y la suya volverían a vivir de nuevo en la casa del pueblo.

Unos días después, la carta de Heidi llegó a manos de Clara. Esta se alegró tanto al leerla que, rápidamente, avisó a Hans y a Greta y se apresuró a preparar su equipaje y a organizar todo para el viaje. No perdía la esperanza de que su pequeña Greta recuperara el apetito en las montañas, al igual que ella pudo curarse de su invalidez. Muy pronto, las dos familias volverían a estar juntas otra vez.

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