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17. Dificultades y esperanzas

El verano llegó a su fin y con él llegó la despedida de Clara y su familia. En seguida, las lágrimas inundaron los ojos de todos, a nadie le gustaban las despedidas. Tobías y Ana abrazaron fuertemente a Greta con ganas de volver a verla el próximo verano. Sus padres se despidieron también.

-Te voy a echar muchísimo de menos, Heidi.

-Y yo a ti, Clara.

-No olvides escribirnos y contarnos cómo va Pedro.

-Descuida, lo haré. Te escribiré todas las semanas, como siempre.

Las dos amigas se abrazaron con lágrimas en los ojos y con la esperanza de volver a verse el próximo año. Después de despedirse de los niños y de Brígida, Clara y su familia salieron de la casa y subieron al coche de caballos que les esperaba en la puerta. La familia emprendió el camino en dirección a la estación de Maienfeld mientras Pedro, Heidi y los niños les decían adiós con la mano.

Un par de semanas después comenzó el otoño. Los días se iban haciendo más cortos y el viento empezaba a soplar con algo más de fuerza. Las hojas de los árboles comenzaban a ponerse con los colores característicos de la estación y muy pronto las montañas empezaron a teñirse de un manto de colores amarillos, naranjas y marrones.

Cada semana, Heidi y Clara se escribían para contarse las novedades. También, cada semana, el doctor visitaba a Pedro para ver que tal iba la recuperación. Parecía que el joven se iba recuperando bien, pero tenía que seguir manteniendo reposo durante un poco más de tiempo, después comenzaría a hacer ejercicios de rehabilitación para fortalecer la muñeca.

Pedro no podía trabajar y no podía traer el sustento a casa y Heidi no podía comenzar su trabajo de maestra, ya que las clases todavía no habían empezado. Sin embargo, se las estaban apañando. Como las cabras no podían volver a los pastos porque su cabrero no estaba en condiciones, era Heidi quien hacía de cabrera, aunque no cuidaba todos los días de las cabras Cuando no lo hacía, eran los propios dueños los que las alimentaban con su propio heno, al igual que hacían en invierno. Tobías y Ana ayudaban a su madre con el cuidado del rebaño, en especial Tobías. Él intentaba poner en práctica todo lo que su padre le había podido enseñar.

Heidi pastoreaba el rebaño por los alrededores de Dörfli. La hierba de los pastos era mucho más rica pero la joven no se atrevía a ir sola con los niños y el rebaño, Pedro tampoco quería que lo hiciera. Y no era porque no se fiara de ella, sino todo lo contrario, sabía que también era una buena cabrera ya que había aprendido muchas cosas de él. Sin embargo, el joven estaría inquieto por si hubiera algún problema.

El tiempo fue empeorando y las cabras dejaron de salir a pastar, por lo que Heidi tuvo que idear otro plan para poder traer dinero a casa. Junto a Tobías y a Ana preparaba todos los días tartas de queso y grosellas, salían a la plaza del pueblo y ponían una pequeña mesa para venderlas. Otras veces bajaba hasta Maienfeld y hacía lo mismo. Por lo menos, podían ganar dinero para cubrir las necesidades básicas de la familia. Brígida también ganaba algo de dinero hilando y cosiendo prendas de ropa para los aldeanos. Además, Hans y Clara les habían mandado algo de dinero como ayuda.

Sin embargo, pronto llegaron momentos difíciles en los que el dinero empezó a escasear y las preocupaciones aumentaban. Pero Pedro y Heidi seguían manteniéndose muy unidos, lo cual hacía que su amor se hiciera más fuerte.

Pero a veces, todo resultaba agotador. Había días en los que Heidi acababa cansada, tenía ojeras y se la veía algo más delgada. La joven no dejaba de trabajar y de atender a su esposo y a sus hijos. Incluso Tobías y Ana se veían poco animados algunas veces, echaban de menos ir a las montañas con su padre. Pedro se dio cuenta de todo eso y le frustraba no poder ayudarles. Se sentía inútil sin poder hacer nada por su familia y que estuvieran todo el rato ayudándole. De repente, el joven recordó los ahorros que tenía reservados para su carpintería, pero también recordó que todos los meses tenía que dar algo de dinero al hijo de Barbel como adelanto hasta completar el pago de lo que iba a ser su futura carpintería. Sin embargo, no había otra opción, tenía que emplear algo de esos ahorros aunque tardara en recuperarlos y quizás peligrara su sueño.

Aquel día, el hijo de Barbel había ido a visitar a Pedro para hablar con él. El joven le pidió si podía atrasar el pago, pero al hombre le hacía falta ese dinero y no podía darle más tiempo, o le pagaba o tenía que devolverle la casa. De esa manera recuperaría lo que había estado pagando. Una vez que el aldeano se fue, Pedro se quedó pensando durante los siguientes días en ese asunto y cual podría ser la solución.

-Por favor Pedro, no lo hagas. -le rogó Heidi una vez que el joven le habló de todo lo que había pensado.

-Heidi, no tenemos otra opción. Apenas nos queda dinero y no tenemos casi comida. ¿Y te has visto tú? Te estás matando a trabajar.

-Tal vez Hans y Clara puedan ayudarnos, quizás puedan mandarnos más dinero. Y ya se lo devolveremos. Sé que a Clara no le importaría.

-No Heidi. No quiero abusar de su confianza, ya nos han ayudado bastante.

-Pero Pedro, tu carpintería...

-Lo sé. -la interrumpió el joven. -Pero si no puedo conseguirla no importa. Solo deseo que tú, los niños y mi madre estéis bien.

Pedro estaba dispuesto a sacrificarse por su familia, como siempre lo había hecho. Heidi lo sentía mucho, él llevaba tiempo soñando con la carpintería y estaba muy ilusionado. Le dolía saber que podría perderla. Pero ahora lo importante era poder alimentar a sus hijos y alimentarse ellos mismos.

El joven ya estaba decidido y le pidió a Heidi que avisara al hijo de Barbel para que viniera a verle y hablar con él. La joven salía por la puerta de su casa cuando, de repente, apareció el cartero delante de ella.

-Buenos días, Heidi. Os traigo un paquete desde Frankfurt. -dijo el cartero entregándole un pequeño paquete a la joven.

-Muchas gracias, señor cartero.

Heidi fue a mirar por detrás del paquete para ver si se trataba de algún regalo de Clara pero se extrañó al ver que no ponía nada.

-¿Sabe quién lo mandó?

-No, solo sé que venía en el correo procedente de Frankfurt, como te dije.

-Está bien... Muchas gracias.

Ambos se despidieron y Heidi, algo curiosa por el misterioso paquete, decidió ir a la habitación para contárselo a Pedro.

-¡Pedro! ¡Nos ha llegado un paquete misterioso!

-¿Un paquete misterioso? -preguntó el joven frunciendo el ceño.

-No pone quien lo manda. -dijo Heidi entregándoselo.

Pedro tomó el pequeño paquete y, efectivamente, vio que no ponía ninguna dirección por detrás. Solo tenía escrito en la parte de delante la dirección y los nombres de Pedro y Heidi. La pareja se miró muy intrigada. ¿Quién podría habérselo mandado? Rápidamente lo abrieron y descubrieron dos sobres que parecían contener una carta cada uno.

-¿La leemos? -preguntó Heidi agarrando uno de los sobres en donde ponía "leer primero".

-Sí, pero hazlo tú, que lees mejor que yo.

La joven sacó la carta que contenía el sobre. Se sentó en el borde de la cama, al lado de Pedro, y comenzó a leerla en voz alta.

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Estimados Pedro y Heidi:

Lo primero que queremos deciros es que nos alegramos de que Pedro se esté recuperando bien. Hans y Clara nos hablan de su recuperación y estamos felices por ello. También esperamos que tanto Heidi como los niños estén bien.

Nosotros estamos bien y todo es gracias a vosotros. Desde que regresamos a Frankfurt, Frida y yo hemos intentado seguir algunos de los consejos que nos distéis y gracias a ellos ahora tenemos menos discusiones y podemos hablarnos y entendernos mejor el uno al otro. Sois nuestro ejemplo a seguir como matrimonio. Estamos tan felices que queríamos compartir una gran noticia con vosotros: en unos meses nos convertiremos en padres, Frida está embarazada. Espero que esa noticia os cause alegría a vosotros también.

Sabemos que estáis pasando por meses difíciles. Es cierto que a todos nos preocupa que nuestra familia tenga lo básico para vivir, y sé que gran parte de la culpa de lo que os está pasando ha sido mía. Por eso queríamos ayudaros y agradecer lo que habéis hecho, en especial a Pedro por poner su vida en riesgo al salvar la mía. Tanto Frida como yo os estaremos eternamente agradecidos y como muestra de ese agradecimiento esperamos que lo que os hemos mandado pueda ayudaros a salir adelante.

Sin más, nos despedimos de vosotros y deseamos que todo os vaya bien.

Un afectuoso abrazo.

BRUNO Y FRIDA

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Nada más terminar de leer la carta, Pedro y Heidi se miraron atónitos. Jamás se habrían esperado que Bruno hubiera escrito una carta de su puño y letra para ellos. Pero eso no era todo, todavía quedaba otro sobre más que pesaba un poco y tenía escrito "no se admite devolución". Pedro y Heidi se miraron extrañados nuevamente al leer eso, pero su sorpresa fue mucho más mayor al descubrir lo que contenía dicho sobre. Era nada más y nada menos que dinero en billetes, la cantidad era justamente la que ellos necesitaban para sus gastos y para poder pagar la venta de la carpintería y no tener que renunciar a ella.

-¡Dios mío Pedro! -exclamó Heidi tapando la boca con sus manos al ver el dinero.

-¡Cáscaras, es justo lo que necesitamos! -exclamó Pedro mientras lo contaba.

Pedro y Heidi no se podían creer el gesto tan amable que Bruno y Frida habían tenido con ellos. Querían escribirles una carta de agradecimiento, pero se dieron cuenta de que desconocían su dirección ya que en el paquete no lo ponía. Ahí es cuando comprendieron el motivo de no haberla puesto: de esa manera no podrían devolverles el dinero al sentir que quizás no se lo merecían. Bruno y Frida se lo habían dado de todo corazón.

Pedro y Heidi estaban muy felices porque por fin podían ver la salida a sus problemas y recuperar sus esperanzas. Con ese dinero podrían pagar todo lo que necesitaban y Pedro no tenía que renunciar a su carpintería. Incluso Tobías y Ana se sintieron muy felices. Aunque eran pequeños estaban conociendo que, a pesar de lo dura que puede llegar a ser la vida a veces, también encuentras salida a los problemas.

Llegó la noche y por fin Pedro y Heidi podían dormir más tranquilos y sin la preocupación de poder ganar el dinero suficiente al día siguiente.

-Estoy muy feliz cariño, parece que la suerte vuelve a estar de nuestro lado. -dijo Heidi mientras se ponía el camisón.

-¿Es que se había ido? Mi suerte no.-empezó diciendo Pedro mirándola. -Tenerte a ti y a nuestros hijos es tener suerte en mi vida.

-La mía también es teneros a vosotros. -dijo Heidi sonriéndole.

Pedro también sonrió pero, de repente, recordó algo.

-Oye Heidi...

-Dime. -dijo la joven mientras se metía en la cama.

-Respecto a lo que ponía en la carta... Eso que decía Bruno de los consejos que les habíamos dado...

-Sí. -le interrumpió Heidi. -Frida y yo estuvimos hablando aquella noche en la que Hans y tú fuisteis a rescatarle. Me estuvo contando los problemas que estaba teniendo con Bruno en su matrimonio y la intenté ayudar mostrándole cómo nos tratábamos tú y yo.

-¡Cáscaras! ¿Vosotras también?

-¿Cómo que nosotras también? -preguntó Heidi extrañada.

-Que esa misma noche en la cueva, Bruno y yo también hablamos de lo mismo.

-¿De verdad? -preguntó Heidi abriendo mucho los ojos.

Pedro asintió.

-Increíble.

-¿Sabes una cosa? -preguntó Pedro. -Creo que ya era hora de olvidar todo lo que pasó hace 8 años. Me he dado cuenta de que tarde o temprano las personas pueden cambiar. Es cierto, Bruno puede ser odioso a veces, y como también es bastante impulsivo pues así le pasa. Si se parara a pensar las cosas le iría mejor, y creo que él al final se ha dado cuenta de eso.

-No me creo que tú estés hablando de Bruno así. -dijo Heidi quedándose con la boca abierta.

-Creo que es porque mi miedo a perderte desapareció por completo.

Heidi le sonrió y le miró tiernamente al escuchar eso.

-¿Sabes? Yo también sentí miedo de perderte a ti.

-¿A mí?

-Sí. Después del accidente y después de la operación pasé una día horroroso pensando en si te salvarías o no. No sé que hubiera hecho sin ti, Pedro. No sé que hubiera hecho si... Si me hubieras dejado sola...

Pero Heidi no pudo continuar la frase, no soportaba ni siquiera la idea de haber perdido a Pedro. En ese momento, el joven tomó el rostro de Heidi con la mano que no tenía escayolada e hizo que le mirara a los ojos. Esta no dijo nada, sólo le miró con los ojos llorosos.

-¿Crees que te dejaría sola después de todas las veces que deseaba que me vieras como algo más que tu mejor amigo? ¿Después de todas las veces que soñaba con estar contigo, con poder despertar cada día a tu lado, con poder tenerte entre mis brazos y disfrutar del amor contigo y con poder decirte con total libertad que eres lo más bonito de mi vida y lo que más amo? Jamás Heidi. -dijo Pedro tiernamente mientras secaba una lágrima que caía por la mejilla de la joven. -Ambos crecimos juntos y conocimos el verdadero amor juntos. Pero también veremos crecer a nuestros hijos juntos, envejeceremos juntos y moriremos juntos... Tú nunca estarás sola porque yo siempre estaré a tu lado, tu Pedro siempre estará contigo. Solo tuyo y para ti por siempre jamás. ¿Recuerdas que le prometí a tu abuelo antes de morir que siempre cuidaría de ti? Pues créeme, aunque no me lo hubiera hecho prometer yo habría cuidado de ti igualmente... Eres mi vida, Heidi. Siempre serás mi dulce y tierna Heidi... Te necesito y te quiero más de lo que te puedes llegar a imaginar.

Esas palabras llenas de amor que tan pocas veces solía decir Pedro emocionaron todavía más a Heidi, agarró la mano que su esposo tenía en su mejilla y la besó.

-Yo también te quiero mi amor, muchísimo. -dijo la joven dejando caer las lágrimas por sus mejillas.

Ambos se abrazaron durante unos minutos haciendo que el tiempo se detuviera entre ellos.

Después de ese abrazo, ambos siguieron hablando un rato más sobre gran variedad de temas.

-¿Sabes algo? Me alegro mucho de que Frida haya conseguido por fin quedarse embarazada. -dijo Heidi un rato después.

-¿Es que no podía?

-Bueno, durante esa noche también estuvimos hablando de mujer a mujer...

-Entiendo.

Heidi sonrió y en ese momento la joven rodeó el cuello de Pedro con sus brazos.

-Soy muy feliz de ser madre y de haber tenido dos hijos contigo, Pedro, porque te recuerdo que tú fuiste el principal responsable de mi felicidad.

-Lo sé, esa fue una de las muchas veces en las que me costó controlarme y quitarme a tiempo. -dijo Pedro con una risita.

Heidi también se rio.

-Éramos muy inexpertos en eso... pero ahora ya sabemos más cosas.

-Sí. No sé cómo no hemos vuelto a tener más hijos después de tantas veces que lo hemos hecho.

-Eso es por las infusiones de hierbas que tomo, de momento me han ayudado a no quedarme embarazada por descuido. Si no las tomara, seguro que ya hubiéramos tenido al menos otros dos o tres hijos más. -dijo Heidi riéndose tiernamente.

Pedro también se rio.

-Pero tendrás que admitir que acerté. Hemos tenido no uno, sino dos hijos a la vez. -dijo él.

-Lo admito. -dijo Heidi con una sonrisa mientras dirigía sus labios hacia los de Pedro y los besaba. -Tú siempre aciertas.

Pedro sonrió de manera traviesa y ambos comenzaron a besarse. El joven se aferró fuertemente a Heidi y llenó de besos sus labios, su rostro y su cuello. Comenzó a desvestirla, pero ni siquiera pudo acariciar y saborear su piel como a él le gustaba hacer porque de repente las voces de Tobías y Ana se escucharon a través de la puerta de la habitación. Pedro y Heidi tuvieron que interrumpir su ratito de intimidad.

-Y ellos también aciertan. Siempre aparecen cuando estamos en el mejor momento, cáscaras. -dijo Pedro riéndose.

Heidi también se rio. Se levantó de la cama y se colocó bien el camisón ya que Pedro, con sus habituales ganas de comérsela a besos, era quien siempre la desvestía primero. Heidi abrió la puerta y Tobías y Ana entraron a la habitación de sus padres, querían dormir con ellos esa noche. Heidi siempre les dejaba aunque Pedro solía decirle que no les consintiera tanto, pero después él también terminaba cediendo. Los dos pequeños se tumbaron en medio de sus padres mientras estos les arropaban. Poco a poco fueron cerrando sus ojos hasta quedarse dormidos, Pedro y Heidi les miraron tiernamente. La joven también se quedó dormida a los pocos minutos. Pero Pedro tardó un poco más, el joven se quedó observando a su familia unos minutos. Se sentía muy afortunado de tener a su dulce esposa, su gran amor. Pero también se sentía muy feliz de tener a sus alegres y encantadores hijos, fruto de ese gran amor.

-Sois el mejor regalo que me ha dado vuestra madre. -susurró Pedro a sus hijos mientras les miraba tiernamente.

Después, dirigió su mirada hacia Heidi, la cual dormía tranquilamente abrazada a ellos. Pedro le susurró un "te quiero", extendió el brazo para agarrarla de la mano y al rato se quedó dormido él también.

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