15. Incertidumbre
En cuanto todos llegaron al pueblo, se dirigieron hacia la casa del doctor. Este, rápidamente curó la herida que Pedro tenía en la cabeza, desinfectándola y vendándola. Pero, al revisarlo mejor, vio que había perdido mucha sangre y que su muñeca estaba rota. Al ver la gravedad del asunto, aconsejó trasladarlo inmediatamente al hospital de Maienfeld. Pedro necesitaba urgentemente una operación en su muñeca fracturada y unos cuantos puntos en la cabeza. Heidi se puso nerviosa al pensar en eso, pero sabía que no había otra solución para que su querido esposo se recuperara.
Los aldeanos llevaron a Pedro al hospital de Maienfeld en un carro tirado por un caballo. Heidi les acompañó y Trueno también, el animal quiso estar con sus amos. Hans y Clara irían después de que el doctor revisara el tobillo de Bruno. Él y Frida se alojaban en Maienfeld, en la casa en donde vivía la madre de la joven y en donde había vivido ella cuando era pequeña, así que después todos bajarían hasta allí.
El hospital de Maienfeld era un edificio algo antiguo, pero en él se encontraba el personal necesario para atender a las personas que requerían unas atenciones más especiales y que el doctor del pueblo no podía darles. Las habitaciones estaban repartidas entre las tres plantas del hospital. A él acudían los aldeanos del propio Maienfeld, así como los de Dörfli y del resto de pueblos pequeños de alrededor.
En cuanto llegaron al hospital, dos enfermeras trasladaron al herido directamente a la zona de operaciones para operarle de urgencia. Trueno ladraba al ver que se llevaban a su amo, el animal también se sentía afectado por lo sucedido. Si duda, el perro era el mejor amigo del hombre. Heidi se despidió de los aldeanos que les ayudaron y les dio las gracias, estos regresaron de nuevo a Dörfli. Minutos después aparecieron Hans y Clara, venían de acompañar a Bruno y a Frida a su casa.
-Ya estamos aquí, Heidi. -dijo Clara. -¿Cómo sigue Pedro?
-No ha recuperado el conocimiento todavía, pero ya le están preparando para la operación. Estoy muy nerviosa, no sé qué va a pasar. -dijo Heidi angustiada.
-Tranquila Heidi, ya está en buenas manos. -dijo Hans intentando calmar a la joven.
De repente, uno de los doctores del hospital se dirigió hacia los tres jóvenes.
-Buenas tardes. ¿Quién es la esposa de Pedro? -preguntó el hombre dirigiendo su mirada hacia Heidi y Clara.
-Soy yo, Heidi. ¿Cómo está mi marido, doctor?
-Inmediatamente procederemos a operar su muñeca y a suturar algunas heridas. Pero antes, deberás de conocer algunos riesgos.
-¿Algunos riesgos? -preguntó Heidi algo asustada. -¿Qué... qué clase de riesgos?
-Verás, Pedro ha perdido mucha sangre por la herida de gran tamaño que tiene en la parte de detrás de la cabeza, aunque hemos conseguido parar la hemorragia. También tiene algunas magulladuras por los golpes que se ha dado, aunque son leves y esas se curarán solas. La muñeca la tiene rota y lleva inconsciente muchas horas por el fuerte golpe que se dio en la cabeza.
-¿Y eso qué... qué quiere decir? -preguntó Heidi nerviosa.
-Te seré sincero Heidi. -dijo el doctor amablemente para no alterar demasiado a la joven. -Lo vamos a intentar, pero no sabemos si conseguirá salir adelante bien del todo.
De repente, Heidi sentía que su vida se desmoronaba en cuestión de segundos. La joven sentía que sus piernas le fallaban y terminó cayendo de rodillas al suelo. Clara se arrodilló a su lado para abrazarla.
-¡Por favor doctor, haga todo lo posible! ¡Se lo pido por favor! -rogaba Heidi de rodillas mirándole mientras las lágrimas inundaban sus ojos.
-Te prometo que así lo haremos, Heidi. -dijo amablemente el doctor. -Si me disculpas, tengo que retirarme, me están esperando para realizarle la intervención a Pedro.
Heidi asintió con la cabeza mientras Clara y Hans la ayudaban a ponerse en pie.
-Dios mío, si le pasa algo a Pedro yo... ¡Yo me muero! ¡No puedo vivir sin él! -exclamó Heidi entre sollozos.
-Tranquila Heidi, no pienses en eso, ya verás como todo saldrá bien. -dijo Clara mientras la abrazaba.
-No pierdas la esperanza, Heidi. -le dijo Hans con una sonrisa tranquilizadora.
-Ojalá tengáis razón.
La joven se sentía arropada por sus amigos en esos momentos tan difíciles que estaba viviendo. Heidi y sus amigos se dirigieron hacia la pequeña sala de espera del hospital. Trueno se quedó fuera ya que dentro del hospital no se admitían animales.
Los minutos y las horas pasaban y aún no se sabía nada de Pedro. Heidi daba vueltas por toda la sala. Mientras que Clara estaba sentada en una silla y Hans asomado a la ventana. La sala era muy pequeña y en ese momento solo se encontraban ellos tres, antes había venido una mujer con su niño pequeño pero hacía unos minutos que se habían marchado. Muy pronto se haría de noche y recordaban que los niños estaban solos con Brígida desde la mañana, a la espera de noticias sobre Pedro.
-Clara, Hans, será mejor que os vayáis ya. Yo pasaré la noche aquí. -dijo Heidi.
-¿Tú te quedas? -preguntó Clara.
-Te vendría bien descansar, Heidi. -dijo Hans.
-No puedo moverme de aquí. Necesito ver a Pedro y saber que todo ha salido bien. ¿Sabéis? Hay algo dentro de mí que me dice que él saldrá adelante. -dijo Heidi esperanzada mientras se llevaba las manos al corazón.
-Claro que sí, Heidi. Tú le conoces perfectamente, sabes que Pedro es muy fuerte y que luchará por su vida hasta el final, porque sabe que tú y y los niños le estáis esperando. -dijo Clara animándola con una sonrisa.
Heidi asintió con la cabeza y sonrió por esas palabras esperanzadoras de su mejor amiga. De repente, apareció el doctor nuevamente. En cuanto Heidi le vio se dirigió corriendo hacia él.
-Doctor, ¿cómo está Pedro? ¿Puedo verle ya? ¿Ha salido todo bien? Dígame que sí, por favor.
-Tranquila Heidi. En breve le verás, en cuanto le trasladen a la habitación. La operación de su muñeca ha salido muy bien.
Heidi, Clara y Hans se sintieron más calmados al escuchar eso.
-Aunque todavía no sabemos si puede tener algunas secuelas del accidente hasta que no despierte de la anestesia que le hemos administrado. -añadió el doctor.
-¿Secuelas? -preguntó Heidi.
-Por parte de su muñeca no hay ningún problema. Pero el golpe en la cabeza fue fuerte y tenía una herida profunda. Pero he visto que Pedro parece un hombre fuerte y seguramente no haya sufrido nada grave. Sin embargo, nos aseguraremos al cien por cien en cuanto despierte.
Heidi se preocupó al oír eso, sólo deseaba que Pedro se recuperara por completo. Sin embargo, no se podría saber hasta que su esposo despertara. La incertidumbre no desaparecería hasta entonces.
-En breve, una enfermera te avisará para que puedas pasar a la habitación. Si me disculpas, tengo que atender a otros pacientes. Mañana me pasaré a ver cómo se encuentra Pedro y le haré una revisión una vez que haya despertado, así como algunos exámenes para comprobar el estado de su cabeza y de su muñeca.
-De acuerdo, muchísimas gracias doctor.
-No hay de qué, Heidi. Procura descansar tú también.
-Sí, lo intentaré. Gracias de nuevo.
Inmediatamente después, el doctor se marchó a seguir con su trabajo mientras que Heidi se despedía de sus amigos.
-Verás como despertará bien. -dijo Hans.
Heidi sonrió, pero la preocupación no se iba de su rostro.
-¿Y tú? ¿Seguro que estarás bien? -preguntó Clara.
-Sí, decidles a Tobías, a Ana y a Brígida que la operación ha salido bien. Seguro que estarán muy preocupados. Y decidles que les quiero mucho y que mañana estaré allí de nuevo.
-Se lo diremos, no te preocupes. -dijo Hans.
-Gracias Hans.
-Heidi... -empezó diciendo Clara. -Si pasa algo, Frida está cerca. La casa donde vivía con su madre está muy cerca de la librería. Es la primera casa de la segunda calle a la derecha. Bruno puede apañárselas si se queda solo en algún momento. Frida estará para echarte una mano en cualquier cosa, ella misma me lo dijo antes.
-Muchas gracias. -dijo Heidi intentando sonreír.
-Mañana vendremos otra vez para ver a Pedro, esperemos que despierte pronto. -dijo Hans.
-De acuerdo. Gracias por todo, de verdad, sois los mejores amigos del mundo.
-No hay de qué Heidi, para eso están los verdaderos amigos. -dijo Clara mientras la abrazaba.
Las dos amigas se dieron un fuerte abrazo. Después, Clara y Hans salieron del hospital y se marcharon junto a Trueno, que estaba esperando fuera y que no se había movido del lugar en todo el tiempo, para volver a Dörfli.
En ese momento, una enfermera se acercó a Heidi y le indicó que la siguiera. La joven la llevó hacia la habitación en donde se encontraba Pedro.
-Cualquier cosa que necesites nos avisas. -dijo la enfermera mientras le abría la puerta a Heidi.
-De acuerdo, muchas gracias.
Una vez que la enfermera se marchó, Heidi cerró la puerta de la habitación, quedándose sola con Pedro. La joven se dirigió corriendo hacia la cama en donde estaba su esposo. Los ojos de Heidi se humedecieron al verle. Tenía algunas magulladuras en su cuerpo debido a los golpes de la caída. También llevaba una venda grande que le rodeaba la cabeza. Su brazo estaba vendado desde la muñeca hasta el codo. Su muñeca estaba enyesada y le habían colocado un cabestrillo.
Heidi se sentó en el borde de la cama. La joven agarró la mano de Pedro que tenía sin vendar con toda la delicadeza del mundo y la besó mientras algunas lágrimas caían por sus rosadas mejillas. Después, se quedó observando el rostro de Pedro, el cual milagrosamente no había sufrido casi nada, solo tenía pequeños arañazos casi imperceptibles a simple vista. Heidi le miraba apenada mientras le acariciaba delicadamente las mejillas. Sufría tanto al verle así... jamás le había visto de ese modo. Esa caída pudo haberle costado la vida. Heidi tomó el rostro de Pedro con sus manos y rozó muy suavemente sus labios en los suyos, necesitaba sentirlos. Luego le dio dulces y pequeños besos en ellos. Después, apoyó su frente en la de él, quedándose así unos instantes. Por último, le dio un beso en la frente.
-Todo saldrá bien mi amor, ya lo verás. Aquí me tienes, estoy a tu lado. -le susurró Heidi mientras le acariciaba de nuevo el rostro con suavidad y le miraba con los ojos llorosos.
En ese momento, Heidi empezó a pensar negativamente. Recordó lo que siempre le habían contado: cuando ella apenas tenía 1 año de edad, su padre, Tobías, también murió en un accidente. Aunque ese accidente fue diferente al que había sufrido Pedro. Eso le causó mucho sufrimiento a su madre, Adelaida, la cual no aguantó la pena y el dolor por la pérdida de su esposo y terminó muriendo ella también. Esa tragedia dejó huérfana de padre y madre a Heidi y fue la razón por la que su tía Dete tuvo que cuidarla hasta que cumplió los 5 años, que fue cuando se la llevó al Viejo de los Alpes, su querido abuelito. Heidi pensaba que si a Pedro le hubiera pasado igual que a su padre, Heidi no lo hubiera soportado y acabaría igual que su madre. La joven ya no podía imaginarse la vida sin él, sin la persona que más amaba en el mundo. Pensar en eso la agobiaba y la desesperaba.
-¿Por qué tuvo que pasarte esto? Pedro... mi vida... Con lo bueno que eres tú, mi amor. Eres el mejor hombre que existe en el mundo, el más maravilloso. Tienes que recuperarte pronto por favor, te necesitamos. Tobías y Ana te necesitan, yo te necesito...
Las lágrimas inundaban tanto los ojos de Heidi que la joven casi no podía ver. Tenía tantas emociones en su cabeza que no paraba de pensar en lo que el doctor le había dicho anteriormente, en las posibles secuelas que Pedro podría tener. Pero, ¿qué tipo de secuelas podrían ser? La mente de Heidi empezaba a imaginarse cosas que la asustaban, como por ejemplo, que Pedro despertara y no recordara nada, que no recordara a su propia esposa, que no recordara a sus propios hijos... O peor aun, que no llegara a despertar nunca. La joven sacudía la cabeza negando todas esas ideas, pero no podía impedir que todo eso la atormentara. Heidi ya no pudo más con sus emociones y rompió a llorar sobre el pecho de Pedro mientras se aferraba a él sin lastimarlo. Era una escena dolorosa y que cualquiera que viera a Heidi y escuchara su llanto podría ver claramente lo mucho que él significaba para ella y lo mucho que lo amaba.
Mientras tanto, Hans y Clara ya habían regresado a Dörfli junto a Trueno. En seguida, pudieron contarle a Brígida y a los niños que la operación había salido bien y que ya solo quedaba esperar a que Pedro despertara.
-Pedro despertará bien, ya lo verás Brígida. -dijo Clara animando a aquella madre que sufría por saber si su hijo se recuperaría.
-Dios te oiga, Clara.
-¿Cuándo podremos ver a nuestro padre? -preguntó Tobías.
-Sí. ¿Cuando? -preguntó Ana.
-No lo sé, pequeños, supongo que mañana sabremos algo. -dijo Clara.
-¿Y nuestra madre? -preguntó la niña.
-Pasará la noche con vuestro padre. -contestó Hans.
Tobías y Ana se miraron preocupados. Greta estaba con ellos y les había intentado animar durante todo el día, pero los dos hermanos no dejaban de pensar en su padre, él había sufrido un accidente. Pero también pensaban en su madre, sabían cómo era ella y lo preocupada que se ponía siempre cuando veía sufrir a las personas que quería.
-No os preocupéis, veréis que todo saldrá bien. -dijo Clara para animarles. -Ahora será mejor que cenemos y después nos vayamos a dormir. Ha sido un día duro para todos. ¿De acuerdo, pequeños?
Los tres niños asintieron. Ana y Greta y ayudaron a Clara y a Brígida a preparar la cena mientras que Tobías y Hans ponían la mesa. Mientras el niño ponía los platos y los cubiertos no dejaba de pensar en su padre y en lo que le dijo meses atrás cuando él y Ana estuvieron a punto de caer por un barranco y tuvo que rescatarles. En ese momento, comprendió aquello a lo que se refería su padre cuando habló de los accidentes que podrían ocurrir en las montañas y las consecuencias de estos. El niño empezaba a comprender la realidad y de que no siempre todo en la vida era solamente alegría y felicidad, también había momentos difíciles en los cuales había que apoyarse en las personas amadas.
Mientras tanto, en el hospital también había llegado la hora de la cena. Se empezó a repartir algo de comida a los enfermos y a algunos familiares. Heidi apenas probó bocado, con el disgusto que tenía se le había cerrado el estómago y no le entraba casi nada de comida.
Cuando ya se hizo de noche, Heidi se dirigió hacia la ventana hospital. La joven miraba al cielo a través del cristal, rezando para que Pedro despertara bien y pudiera recuperarse del todo. Esa noche se podía contemplar una preciosa luna llena y en ese momento, la joven recordó los meses en los que ella y Pedro estuvieron de novios. En ese entonces era invierno, y Heidi y su abuelo vivían en la casa del pueblo. Pedro iba a su casa para hacerla compañía y cenar con ella y el Viejo. Después, el abuelito solía dejarles a solas durante algunos minutos para que tuvieran un poco de privacidad y poder contemplar esa preciosa luna llena, eran momentos maravillosos y románticos. Cuando se quedaban los dos solos en el patio de la casa, se abrazaban y aprovechaban esos momentos a solas para mostrarse su cariño y amor mediante dulces besos. Se perdían en los labios del otro con la luna llena de fondo. Y en una de esas veces fue cuando Pedro le regaló a Heidi su anillo de compromiso, ya que cuando él le pidió matrimonio de manera tan repentina aquella tarde en los pastos ni siquiera lo tenía comprado.
La joven sonreía tiernamente recordando aquellos hermosos momentos, Pedro siempre había sido y seguía siendo muy cariñoso con ella, incluso mucho más desde que estaban casados. Y como a él las palabras no se le daban tan bien como le gustaría, era cariñoso de otras maneras. En cualquier momento en el que estuvieran a solas, Pedro podía estar llenando de besos, de caricias y de cualquier otro gesto de amor a Heidi. Y es que Heidi provocaba eso con tan solo ser ella misma, era imposible no sentir amor y ternura por alguien como ella. Y no eran sólo sus muestras cariñosas de amor, sino también su amor pasional. En sus ratos de intimidad siempre se entregaban el uno al otro sin barreras, disfrutando del amor y disfrutándose mutuamente. Siempre se amaban como si no hubiese un mañana en esas intensas noches, las cuales les recordaban a la primera. Heidi pensaba en todo eso y ya no era capaz de vivir sin todo ese amor, ese cariño y esa pasión que vivía junto a Pedro.
De repente, la joven empezó a sentirse cansada, había sido un día muy agotador en todos los sentidos. Al lado de la cama de Pedro había un pequeño sillón en el cual Heidi dormiría o, por lo menos, intentaría dormir esa noche.
La joven se sentó en el borde de la cama de Pedro y se quedó unos minutos a su lado observándole y acariciándole el rostro con suavidad y ternura. Por último le dio un beso de buenas noches en los labios y le susurró un "te quiero". Después se dirigió al sillón y se sentó en él. Heidi se quedó observando a Pedro unos instantes más mientras sus ojos se cerraban y agotada se quedó dormida en cuestión de segundos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro