8. Solos de nuevo
La tarde comenzó a caer y los farolillos iluminaron todo el pueblo. Los dos nuevos matrimonios estaban cansados pero muy felices por ese día tan especial.
Desde esa noche, Pedro y Heidi volverían a vivir solos, como antes de que Tobías y Ana nacieran. Solo que esta vez contarían con la compañía de Brígida, de Trueno y de Flor. Tobías y Greta vivirían en una casa cerca de un riachuelo y se llevarían a Estrella con ellos. Por su parte, Carlos y Ana vivirían en una casa cerca de la carpintería, y con ellos se llevarían a Princesa. Todos estaban muy cerca los unos de los otros, ya que el pueblo era pequeño.
Llegó el momento en el que ambas parejas recién casadas regresaron a sus respectivas casas en donde disfrutarían de su primera e inolvidable noche de amor.
Pedro y Heidi regresaron a casa junto a Brígida. Esta última dio las buenas noches a su hijo y a su nuera y se fue a su habitación para acostarse, estaba muy cansada del día. Pedro y Heidi se dirigieron a la suya.
-Ha sido un día increíble. -dijo Pedro mientras se ponía el pijama.
-Sí, un día precioso e inolvidable. -dijo Heidi a la vez que se ponía su camisón.
Después, ambos se metieron en la cama. A pesar de estar cansados, no tenían sueño y no podían evitar acordarse de sus hijos.
-Recuerdo cuando eran pequeños y a veces venían a despertarnos subiéndose encima de la cama. -dijo Pedro.
-Es verdad. -dijo Heidi riéndose. -Y tú siempre les hacías tantas cosquillas como a mí.
Pedro soltó una carcajada.
-Soy el rey de las cosquillas.
-Ya te digo. Y también recuerdo las noches que venían a nuestra cama y dormían con nosotros. Sé que me decías que no les consintiera tanto, pero no podía negarme.
-Lo sé, yo al final también cedía. Y no nos olvidemos también de las noches en las que venían cuando nosotros estábamos a punto de tener nuestros momentos más íntimos...
Heidi se rió recordado aquello.
-Sí, pero aún así siempre tuvimos nuestro espacio para esos momentos tan inolvidables.
-Eso es verdad... Aunque bueno, ahora ya no tenemos porqué preocuparnos que alguien llame a la puerta de repente. La única que vive con nosotros es mi madre y ella ya se imagina lo que hacemos por las noches, así que no nos interrumpirá. -dijo Pedro riéndose.
Heidi también se echó a reír.
-Es cierto. De todas formas, esta noche creo que Tobías y Ana descubrirán lo que nosotros dos siempre hacíamos por las noches.
-Pienso igual.
Ambos se rieron otra vez.
-Esta noche será muy especial para ellos. -dijo Heidi.
-Como lo fue para nosotros.
-Sí. -dijo Heidi mirando a Pedro mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. -¿Sabes? Aún recuerdo nuestra noche de bodas.
Pedro también la miró y sonrió.
-Yo también.
-Recuerdo que yo estaba nerviosa, y sentía mucha vergüenza al principio... Pero después se me pasó.
-Reconozco que yo también. Para mí fue increíble verte por primera vez así... entre mis brazos... -dijo Pedro mientras acariciaba una de las mejillas de Heidi. -Creo que jamás te lo he dicho pero... algunas veces intenté imaginarme cómo iba a ser mi primera vez contigo.
Heidi se quedó con la boca y los ojos abiertos por completo ante esa confesión, haciendo que Pedro se riera por esa reacción.
-No podía remediarlo, estaba en plena juventud... Y tú te ponías cada vez más bonita, creciste demasiado bien y... bueno, a veces no podía evitar ponerme a fantasear contigo por las noches... -dijo Pedro con una risa nerviosa.
Heidi seguía con la boca abierta.
-Pero rápidamente intentaba eliminar esos pensamientos de mí. -añadió él.
-Vaya vaya con mi Pedro... -dijo Heidi mientras se reía y le miraba de manera traviesa.
-Cáscaras, no pienses mal de mí... Además, yo siempre te respeté y jamás se me pasó por la cabeza hacer algo impropio contigo. Jamás, y eso que hemos estado a solas muchísimas veces...
-Lo sé, mi amor. Sé que jamás hubieras hecho nada de eso. -dijo Heidi sonriendo.
-Y también por respeto hacia tu abuelo. Aunque no solo eso, a mí jamás se me hubiera ocurrido aprovecharme de una mujer de ningún modo... Toda mi vida he vivido rodeado de mujeres: primero con mi madre y mi abuela. Después contigo, mi esposa. Y más tarde con Ana, nuestra hija. Creo que no hay nada más importante en el mundo que respetar y no lastimar en ningún sentido a las mujeres.
-Muy cierto, Pedro. La mujeres valemos mucho.
-Sí, pero sé que no todos los hombres piensan igual, y es una lástima. También por eso yo siempre quería cuidarte y protegerte de otros chicos. Y creo que tu abuelo también quería que yo estuviera cerca de ti para evitar eso. Yo, no solo me ponía celoso al ver a otros acercarse a ti, también temía que alguno quisiera hacerte algo malo, ya sabes... A veces pensé eso con Bruno, que se acercaba a ti con otras intenciones, aunque me di cuenta de que él tampoco sería capaz de eso... Pero yo soy así, Heidi. Si alguien intentara hacerte algo a ti o a nuestra hija... maldita sea, te prometo que lo mataría.
-Lo sé, mi vida, sé que a tu lado siempre he estado y estaré bien. -dijo Heidi mientras sonreía tiernamente y acariciaba una de las mejillas de su marido. -Tú siempre fuiste un chico muy noble, y esa es otra de las cosas que más me enamoraron de ti. Eres un verdadero hombre, Pedro. El hombre de mi vida.
Pedro también sonrió con ternura a su esposa, agarró su mano y la besó. Después besó sus labios muy dulcemente durante unos cuantos segundos. Se besaron despacio, se dieron pequeños mordiscos y rozaron sus labios suavemente.
Después de todo ese cariño, ambos se miraron a los ojos y se sonrieron de nuevo con la misma ternura de antes.
-Te quiero Heidi, eres mi vida entera.
-Y yo a ti Pedro. Te quiero muchísimo, mi amor.
Este sonrió y acarició de nuevo el rostro de su amada esposa sin dejar de mirarla, se sentía tan cautivado por ella como el primer día.
-No puedo ni quiero dejar de mirarte, eres tan bonita... Para mí no existe mujer más hermosa que tú en este mundo, mi dulce Heidi.
Ella sonrió tiernamente.
-En este mundo no existe mujer que pueda sentirse más feliz que yo cuando me dices esas cosas.
Pedro también sonrió y ambos siguieron besándose nuevamente, hasta que el cansancio del día les afectó y ambos se quedaron dormidos.
La primavera fue transcurriendo tranquilamente y Pedro y Heidi seguían con su misma rutina. Casi todos los días veían a Tobías y a Ana, estos dos también estaban ocupados atendiendo sus labores y disfrutando del amor con su pareja.
Todo era perfección, pero a veces también había pequeños percances.
Un día, Pedro se dio cuenta de que una de las escaleras que se utilizaban en casa tenía un escalón en mal estado. Pero no tuvo tiempo de arreglarlo porque tenía que irse a trabajar y pensó en repararlo nada más volver del trabajo. Pero cuando regresó a casa lo olvidó por completo, y aquello tuvo sus consecuencias.
Al día siguiente, Heidi quiso preparar una tarta de queso y no llegaba hasta la estantería en donde tenía algunos de los ingredientes que necesitaba, por lo que requería la ayuda de una escalera. La joven la agarró, sin darse cuenta de que había un escalón en mal estado. Empezó a subirse en ella cuando de repente pisó el escalón dañado. Este se rompió a los pocos segundos de que Heidi posara el pie e hizo que ella perdiera el equilibrio y se cayera al suelo, haciéndose daño en uno de sus tobillos.
Pedro, que se encontraba en casa en esos momentos, escuchó un golpe y rápidamente fue a ver qué había pasado. Se asustó al ver a Heidi tirada en el suelo y adolorida. Corrió hacia ella para ayudarla a levantarse.
-¡¡Heidi!! ¡¿Qué te ha pasado?!
-Se rompió la escalera y me caí... ¡Ay, me duele mucho! -exclamó ella mientras se tocaba el tobillo. -Creo que me hice daño...
-Tranquila, te llevaré a la habitación e iré a buscar al doctor.
Pedro cargó a Heidi en brazos y la llevó hasta la cama. Inmediatamente después, salió corriendo hacia la casa del doctor. Este acudió en seguida junto a Pedro a ver a Heidi. El doctor la estuvo revisando durante un rato mientras Pedro esperaba afuera.
Minutos después, el doctor salió fuera de la habitación.
-¿Ya la vio, doctor? ¿Qué le ha pasado? ¿Es grave? -preguntó Pedro con la angustia reflejada en su rostro.
-Tranquilo Pedro, no hay por qué alarmarse. -dijo el doctor intentando tranquilizarlo. -Heidi solo ha sufrido un esguince leve. Tendrá que estar en reposo unos cuantos días, y en unas dos o tres semanas tendrá el tobillo como nuevo.
Pedro se tranquilizó al oír eso, pero aún así seguía algo preocupado. El doctor le continuó explicando algunos detalles más y le dejó la medicación que Heidi debía de tomar para el dolor. Después de eso, el doctor se marchó y Pedro fue a ver a su esposa. Heidi estaba en la cama, pero acababa de incorporarse en esos momentos. Su tobillo lesionado estaba totalmente vendado, lo tenía puesto sobre una almohada y encima había hielo envuelto en unos paños para ayudar a bajar la hinchazón.
-Cariño, ¿cómo estás? -preguntó él mientras se sentaba en el borde de la cama. -¿Te duele mucho?
-Estoy un poco mejor, amor. Gracias a las pastillas del doctor se me quitó el dolor. Me dijo que tendré que estar unos días en reposo y que en unas pocas semanas estaré bien.
-Yo... lo siento Heidi... -dijo Pedro muy apenado. -Maldita sea, esto ha sido por mi culpa... No te dije que la escalera estaba mal... y encima se me olvidó arreglarla, cáscaras, que tonto soy...
-Pedro... mi vida... tranquilo, no te preocupes. -dijo Heidi tomando el rostro de su marido entre sus manos al ver lo preocupado que él se veía. -Estoy bien, amor. Gracias a Dios no ha sido nada grave.
Pedro intentó sonreír y asintió, tomó las manos de Heidi y las besó. Ese mismo día, Pedro avisó a Tobías y Ana del pequeño percance que había tenido su madre y estos fueron a visitarla por la tarde y estuvieron un rato con ella.
Por la noche, Pedro ordeñó a Flor para obtener leche para la cena, cortó unos trozos de pan, queso y carne ahumada y cenó con Heidi en la habitación. Después, ella se puso a leer un rato mientras él fue a lavar los platos. Cuando acabó, Pedro volvió a la habitación y descubrió que Heidi se había quedado dormida con el libro abierto sobre su pecho. Se acercó a ella, agarró el libro y lo dejó en su mesita de noche. Se sentó en el borde de la cama y comenzó a observar detenidamente a su dulce esposa mientras dormía. Pedro no podía ser más afortunado de lo que era, a su lado tenía a una mujer hermosa y maravillosa. Acercó su rostro al de ella y besó muy suavemente su frente. Después de eso, se puso el pijama y se metió en la cama. Rodeó a Heidi con los brazos, con cuidado de no despertarla. Pero de repente, ella abrió los ojos.
-Cáscaras, te desperté. ¿Cómo estás?
-Bien, ahora parece que no me duele el tobillo.
-Entonces eso es buena señal.
Heidi asintió sonriendo y comenzó a acariciar el brazo que Pedro tenía rodeando su cintura.
-¿Sabes a qué me recuerda esto? Sé que no fue igual, pero cuando tú tuviste el accidente también tuviste que estar en reposo por la operación de tu muñeca. Aunque al menos tú sí podías caminar.
-Sí... Pero me sentía inútil sin poder trabajar... Estuvimos tan mal de dinero...
-Pero Hans y Clara nos mandaron ayuda. Incluso Bruno y Frida también, fueron muy amables.
-Reconozco que sí, pero todo eso ocurrió por culpa de Bruno... Él no quiso hacerme caso y pasó lo que pasó.
-Lo sé... Pero lo importante es que hubo un final feliz. -dijo Heidi mientras agarraba la mano de Pedro que salió lastimada en aquel accidente y acariciaba la cicatriz que le quedó. -Estoy feliz de que tu muñeca se hubiera recuperado del todo.
-Gracias a Dios que fue así, si no no sé cómo hubiera podido continuar trabajando de carpintero. Y la verdad es que la herida sanó muy bien, apenas se nota... Aunque ya son 12 años los que han pasado desde el accidente, ya casi ni lo recuerdo.
-Y 12 años después la accidentada soy yo. -dijo Heidi riéndose.
Pedro también se rió, aunque en el fondo se sentía culpable de lo que a ella le había ocurrido.
-La próxima vez no dejaré nada sin repararlo antes, o al menos avisarte.
-No te preocupes cariño, yo tampoco me fijé en que estaba mal. -dijo Heidi sonriendo mientras rodeaba el cuello de Pedro con sus brazos. -Solo ha sido un pequeño susto, en unas pocas semanas ya podré correr y saltar como las cabras.
Ambos se rieron tiernamente y acercaron sus rostros para besarse. Sus besos siempre comenzaban lentos, pero después la intensidad iba subiendo. Pedro metió lentamente la mano por dentro del camisón de Heidi para acariciar su cuerpo. Pero cuando llegó a su vientre y quiso meter los dedos por dentro de su ropa interior, Heidi le agarró de la mano y se lo impidió.
-Pedro... esta noche no... -intentaba decir Heidi en medio de los besos.
Él se detuvo.
-¿No quieres que lo hagamos?
-Es que justo hoy...
-No me digas más, cáscaras, ya me lo imagino. -le interrumpió él. -Estás de nuevo en tus días, ¿verdad?
Heidi asintió.
-Cáscaras... -se quejó Pedro. -Bueno... qué le voy a hacer...
-Hay algo que sí puedes hacer. Además, ¿sabes que me debes una compensación por los daños de mi tobillo, verdad?
Pedro soltó una carcajada.
-Pídeme lo que quieras y te lo daré.
-Quiero besitos, muchos besitos de ti. -dijo Heidi de manera cariñosa mientras sonreía.
Pedro se rió tiernamente.
-Te daré todos los que tú quieras, mi reina. Te llenaré toda entera de besos.
Heidi sonrió nuevamente y Pedro comenzó con todos esos besos que ella tanto amaba. Besó sus labios, su nariz, sus mejillas y su frente. Después regresó de nuevo a sus labios y luego besó todo su cuello hasta llegar al escote de su camisón. Pedro comenzó a bajarle las mangas y acabó por quitarle el camisón a Heidi, dejándola solamente con la parte de abajo de su ropa interior. Pedro centró su atención en los pechos de su esposa en donde se detuvo un rato, acariciándolos y, posteriormente, besando suavemente cada uno. Esta vez sólo fueron besos tiernos y no esos tan apasionados que él siempre le daba. Heidi se sentía muy bien con todo ese cariño por parte de su esposo. Después, Pedro bajó con sus besos hasta su vientre, y por último dirigió de nuevo sus labios a los de Heidi para volver a besarla.
-¿Te ha gustado? -preguntó Pedro en voz baja.
-Mucho. -susurró ella sonriendo. -Pero sigue, mi amor.
Pedro también sonrió y siguió besándola un rato más. Aquella fue una noche tranquila, llena de besos repletos de ternura y amor.
Durante los siguientes días, el dolor en el tobillo de Heidi fue desvaneciéndose, pero todavía tenía que guardar reposo. Hasta que al fin pudo levantarse de la cama. Pedro construyó unas muletas de madera para su esposa y así ella pudo ayudarse de ellas para caminar. Heidi se reía tiernamente al verse así e imaginando que cuando fuese anciana quizás tendría que caminar con ayuda de una muleta o un bastón.
Pasaron algunas semanas y el doctor fue a hacerle una última revisión a Heidi. Le dio la buena noticia de que su tobillo estaba totalmente curado y tanto ella como Pedro se alegraron mucho.
Heidi estaba feliz y quiso celebrarlo preparando una deliciosa tarta de queso, esta vez guardó los ingredientes en un lugar mucho menos alto. Invitó a sus hijos, a su nuera y a su yerno a cenar. Junto con ellos, su esposo y su suegra celebraron su recuperación con la riquísima tarta que preparó.
Aquella misma noche antes de acostarse, Pedro se encontraba en el taller de casa, reparando y reforzando la escalera que causó el accidente a Heidi. Minutos después, ella apareció.
-¿Qué haces, amor?
-Reparando la escalera. -dijo Pedro terminando de clavar con el martillo el último clavo. -Ya está, como nueva, ya no volverás a caerte nunca más.
-Qué suerte tengo de tener a un esposo carpintero. -dijo Heidi sonriendo.
-Soy el carpintero de Dörfli, ya sabes que cuando algo se rompe, ahí estoy yo para arreglarlo.
Su esposa se rió tiernamente.
-Cierto. Se te da muy bien trabajar la madera... Pero hay otras cosas que también sabes hacer muy bien. -dijo Heidi con una sonrisa traviesa mientras agarraba a Pedro de la camiseta y lo atraía hacia ella. -Una tarta no basta para celebrar que ya estoy bien, yo quiero celebrarlo de otro modo también.
Pedro también sonrió de manera traviesa. Ambos acercaron sus rostros y comenzaron a besarse. Pedro agarró a Heidi por los muslos y, sin dejar de besarla, la sentó encima de la mesa. Empezó a meter las manos por dentro del vestido de Heidi acariciando sus muslos, pero ella le detuvo y se bajó de la mesa.
-Vayamos mejor a la habitación. -dijo Heidi guiñandole un ojo.
Pedro la miraba mordiéndose el labio inferior, Heidi sonrió y le agarró de la mano. Juntos fueron a su habitación y, nada más cerrar la puerta, comenzaron a besarse y a deshacerse de toda su ropa. Se dejaron caer sobre la cama y se entregaron el uno al otro en otra inolvidable e intensa noche de pasión y amor.
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