Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2. La feria

Durante los siguientes días, Heidi y su familia dejaron preparado todo lo que cada uno tenía pensado exponer en la feria de artesanía de Maienfeld.

Tobías había organizado todos sus quesos en un gran cesto, y Ana había dejado guardados cada uno de los cuadros que tenía pintados en otro.

Pedro, por su parte, también había organizado y seleccionado todos los trabajos de carpintería que él, Tomás y Carlos habían hecho para la ocasión. 

Mientras que a Heidi todavía le quedaban tartas por preparar, y eso era justo lo que haría ese día. La joven se dirigió hacia la cocina, abrió su despensa y sacó los ingredientes necesarios para hacer las tartas: las mermeladas que ella preparaba, harina, mantequilla, huevos, leche... y por supuesto el ingrediente estrella, el queso. Los colocó encima de la mesa junto con los utensilios que usaría, se puso su delantal y comenzó con la preparación de las tartas. Aquel día consiguió hacer unas tres tartas y con ellas ya tenía completada la cantidad que tenía prevista para llevar a la feria.

Pasaron algunos días y al fin llegó el momento de bajar a Maienfeld. Aquel domingo, la familia se despertó temprano, desayunaron y subieron a un carro todo lo que iban a llevar. Este iba tirado por un caballo y lo conducía Tomás. Brígida se quedaría en casa, pero Pedro no quería dejarla sola tanto tiempo ya que estarían todo el día en Maienfeld. Heidi habló con Marta, la esposa de Tomás, para pedirle el favor de quedarse con ella y la mujer aceptó.

-Siento las molestias, Marta, pero te agradezco mucho que te quedes con mi madre. Últimamente ella no tiene muy buena salud y me preocupa que se quede sola y nos necesite a Heidi o a mí. -dijo Pedro.

-No es ninguna molestia, Heidi ya me lo ha contado y entiendo vuestra preocupación. Y como yo no bajaré a Maienfeld puedo quedarme perfectamente en vuestra casa mientras sigo con mi trabajo de costura.

-Estupendo. -dijo Pedro sonriendo.

Marta tenía un par de años más que Heidi y era una mujer muy amable y simpática. Solía hacerles trabajos de costura a algunas aldeanas, al igual que Brígida hizo cuando era más joven. Excepto Brígida y Marta, todos los demás se subieron al carro y emprendieron el camino hacia Maienfeld.

-Espero vender bastantes quesos. -dijo Tobías.

-Te has traído casi media despensa de casa. -dijo Ana riéndose al ver la cantidad de quesos que llevaba su hermano.

-Pues ojalá los vendiera todos.

-Y yo todos mis cuadros.

-Ya veréis cómo ambos vendereis muchos quesos y muchos cuadros. -dijo Heidi.

-A mí los quesos de Tobías me encantan. -dijo Carlos.

-Que buen amigo eres. -dijo Tobías.

-Y Ana pinta unos dibujos muy bonitos.

-Gracias Carlos. -dijo la muchacha sonrojada. -Tú también haces cosas muy bonitas con la madera.

-Gracias a tu padre que me ha enseñado.

-Y has aprendido muy rápido. -le dijo Pedro al muchacho.

-Cuando yo tenía la edad de Carlos no sabía tanto de carpintería como él. -dijo Tomás. -Y todo es gracias a ti Pedro.

Este se sonrojó.

-Tú también eres un gran carpintero Tomás, y créeme, sin tu ayuda creo que no hubiera podido yo solo con todo el trabajo que empezó a salir estos últimos años.

-Gracias a ti por dejarme trabajar contigo.

Los dos sonrieron. Pedro y Tomás eran dos hombres que tenían la misma edad, que amaban la carpintería y que se habían hecho muy buenos amigos durante los años que estaban trabajando juntos.

Minutos después, llegaron a Maienfeld. Bajaron todas las cosas del carro y buscaron sus respectivos puestos. Después comenzaron a colocarlo todo de manera que llamase la atención de todas las personas que ese día vendrían a la feria, las cuales ya estaban empezando a llegar.

Tobías estaba cortando pedacitos de queso y los estaba poniendo encima de una bandeja para que la gente que pasara por delante los probara.

-¡Vengan a probar el mejor queso de los Alpes! -gritaba Tobías desde su puesto.

Heidi le miró y se rió tiernamente. Ella estaba haciendo lo mismo con la tarta, había cortado pequeños trozos para que la gente los probara. De repente, una mujer y su hija se acercaron y cogieron un trozo.

-Que rica está, mamá.

-Sí, está deliciosa. Tiene usted muy buena mano con la repostería.

-Muy amable, señora.

-Me llevaré una.

-¡Estupendo, muchas gracias! -exclamó Heidi con una sonrisa.

La mujer y su hija se fueron con la tarta de Heidi entre sus manos y esta última las miraba sonriendo.

-¡Muy bien madre! -exclamó Tobías desde su puesto. -Que suerte, a ver si a mí también me compran algún queso.

-Verás como sí. -le dijo Heidi mientras le guiñaba un ojo a su hijo.

De repente, una pareja se acercó al puesto del muchacho y probó unos trozos del queso que tenía en la bandeja.

-Este queso está delicioso, ¿verdad cariño? -dijo la mujer.

-Sin duda. -dijo el esposo. -Muchacho, ¿los has hecho tú?

-Sí señor, todos están hechos por mí.

-Pues déjame decirte que eres un excelente quesero. Tenemos un amigo que también se dedica a la fabricación y venta de quesos desde hace muchos años y he de confesarte que los tuyos están tan ricos como los de él. Nos llevamos dos.

-¡Cáscaras, muchas gracias!

El joven les vendió un par de quesos a la pareja y se sintió feliz para el resto del día.

-¡Madre! ¡Ya vendí dos! -exclamó Tobías a Heidi.

-¡Muy bien cariño!

Heidi se sintió muy feliz por la venta que acababa de hacer su hijo.

Mientras tanto en el puesto de carpintería, Pedro, Tomás y Carlos acababan de atender a unos clientes que habían comprado algunos de sus trabajos como cucharas, tazones y demás objetos de madera. Minutos después, Tobías se acercó.

-¿Cómo vais por aquí?

-Estupendamente. Yo ahora mismo acabo de hacer otra venta. -dijo Pedro.

-Que bien.

-Ojalá consiga vender todo lo que tengo pensado.

-Seguro que sí padre, tú eres el rey de la madera. -dijo Tobías riéndose.

Pedro también se rió.

-Oye Tobías, ¿cómo vas con tus quesos? ¿Lograste vender alguno? -preguntó Carlos.

-Estupendamente, acabo de vender dos.

-Qué bien, pues a ver si nos traes un cacho. -dijo Carlos riéndose.

-¿Sabes que has hablado antes de tiempo, amigo? -preguntó Tobías mientras ponía un plato de madera cubierto por un trapo encima de la mesa. -Aquí tenéis.

Carlos destapó el plato y descubrió unos deliciosos trozos de queso.

-Pero qué pinta más buena tienen, Tobías. -dijo Tomás.

-Esto está riquísimo. -dijo Carlos mientras agarraba un trozo y se lo comía.

-Cáscaras hijo, has heredado el talento de tu madre. -dijo Pedro mientras se comía otro trozo.

Tobías sonrió feliz. De repente, el joven miró hacia su puesto y vio que un señor mayor se había parado a ver los deliciosos quesos y a probar un trozo.

-Os tengo que dejar, tengo otro cliente.

-Anda corre. -dijo Pedro riéndose.

El muchacho se marchó rápidamente hacia allá. Mientras tanto, en el puesto de Ana, la joven estaba atendiendo a una mujer que se había fijado en un bonito cuadro que la muchacha había pintado de las flores de las praderas.

-Creo que me llevaré este. Son unas flores preciosas y creo que en la sala de estar de mi casa irán perfectas.

-Me alegro de que le guste mi cuadro, señora.

-¿Lo has pintado tú?

Ana asintió con una sonrisa.

-Pues déjame decirte que tienes mucho talento, jovencita.

-¡Muchas gracias! -exclamó Ana sonriendo.

La muchacha estaba feliz con su primera venta. De repente, Carlos apareció a su lado.

-¿Cómo vas con tus cuadros Anita?

-Muy bien Carlos, acabo de vender uno. Estoy muy feliz.

-¡Cuanto me alegro! Ya verás cómo hoy vendes muchos. Tú pintas muy bien, nadie podría irse de la feria sin antes comprar un cuadro pintado por ti.

-¿Tú crees? -preguntó Ana sonrojada.

Carlos asintió sonriendo y la muchacha se sonrojó aún más y sonrió tímidamente.

-¿Y vosotros cómo vais? Me imagino que mi padre no parará hasta vender casi todo lo que habéis estado trabajando.

-Muy bien, ya hemos vendido muchas cosas.

-¡Cuanto me alegro! Seguro que mi padre estará feliz.

-Tu padre está más que feliz. -dijo Carlos riéndose. -¿Y sabes algo? Yo también estoy muy feliz porque gracias a él mi padre encontró trabajo cuando nos mudamos a Dörfli y yo estoy aprendiendo carpintería. Es un hombre estupendo.

-Es el mejor padre del mundo. -dijo Ana mientras dirigía la mirada hacia Pedro, el cual, efectivamente, tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras atendía con Tomás a los clientes que se acercaban a su puesto.

-Bueno, tengo que ayudarles. -dijo el joven al ver todos los clientes que acababan de llegar. -Luego te veo, Anita. 

Carlos le guiñó un ojo a Ana y esta asintió y sonrió tiernamente mientras le veía marcharse. Carlos era un muchacho encantador y, como dijo Tobías, ella no podía negarlo, en el fondo le gustaba mucho. 

A los pocos minutos, Tobías apareció en el puesto de su hermana.

-Hola Anita, te traje un poco de queso.

-Qué amable eres Tobi, ya tenía un poco de hambre. -dijo ella sonriendo mientras se comía el queso.

-Ya me imagino. Bueno, ¿qué tal van tus ventas?

-De momento bien, ¿y las tuyas?

-Estupendamente, mi queso está triunfando. Oye, ¿y si me dejas poner una bandeja con algunos trozos en tu puesto? Así me haces publicidad.

-¿Qué? ¡Ni hablar! Eso no vale, tú ya tienes tu puesto, Tobías. -contestó ella frunciendo el ceño.

Este soltó una carcajada.

-Ya lo sé, era una broma, hermanita. Bueno, me marcho a darle un trozo a madre, seguro que ella también querrá.

Ana asintió y Tobías se dirigió a darle queso a Heidi, quien lo aceptó con gusto.

El día fue transcurriendo alegremente y con muchas ventas también por parte del resto de los feriantes que se encontraban vendiendo sus productos. Las personas paseaban tranquilamente y se paraban en los diferentes puestos que había. Algunos compraban y otros solo miraban.

Heidi consiguió vender todas sus tartas, por lo que ya no hacía falta que continuará en el puesto. Lo recogió y decidió ir a ver cómo iban sus hijos y su esposo. Primero fue a ver a Ana.

-¿Cómo llevas las ventas de tus cuadros, Anita?

-Muy bien mamá, no todos los que se quedan mirando me compran pero la gran mayoría, sobre todo las mujeres, quedan encantadas con mis cuadros de las montañas y las flores y me compran alguno.

-Cuanto me alegro cariño. Nadie puede pasar de largo sin admirar lo preciosos que son.

-Gracias mamá. ¿Y tú cómo llevas las tartas?

-Ya vendí todas.

Ana se quedó boquiabierta.

-¡¿Todas?!

Heidi se rió y asintió.

-No me extraña, eres la mejor repostera del mundo.

Heidi sonrió.

-Bueno, voy a darle la noticia a tu hermano y a tu padre.

-No se lo van a creer.

-Seguro que no.

Madre e hija se rieron. Después de eso, Heidi fue a ver a Tobías, el cual acababa de vender otro de sus quesos.

-Ya te quedan menos. -le dijo Heidi a su hijo.

-Sí, me alegro de verte por aquí madre, ¿cuantas tartas llevas ya vendidas?

-He vendido todas, Tobías.

El muchacho reaccionó igual que su hermana, se quedó con la boca abierta.

-¡Cáscaras! ¡¿Ya has vendido todas?!

Heidi se echó a reír.

-Sí, todas.

-No me extraña, tus tartas son la mejor comida del mundo... bueno, aparte de las salchichas que nos trae la tía Clara de Frankfurt, esas también están ricas. -dijo Tobías riéndose.

Heidi se rió también.

-Y tus quesos, son de lo mejor que hay. Verás cómo vendes muchos más.

-Eso espero.

-Voy a darle la noticia a tu padre.

Tobías asintió y sonrió. Heidi fue al puesto de su esposo a ver que tal les iba con las ventas de sus trabajos de carpintería. En esos momentos, Pedro estaba atendiendo a una pareja de ancianos por lo que Heidi se dirigió hacia Tomás y su hijo.

-Hola Heidi, que bien que vengas a vernos. -le dijo Carlos al verla.

-Hola Carlos. ¿Cómo vais por aquí?

-Nos va muy bien, Heidi. Pedro está ahí atendiendo a una pareja de ancianos muy agradable. Creo que le están contando su vida porque lleva con ellos casi media hora. -dijo Tomás riéndose.

-Sí, ya veo. -dijo Heidi riéndose mientras veía como los dos abuelitos no paraban de hablar con su marido.

-¿Cómo vas tú con tus tartas?

-Muy bien Tomás, ya vendí todas. -contestó Heidi con una sonrisa.

-¿Todas? -preguntaron Tomás y Carlos a la vez.

-Sí, y en cuanto Pedro acabe de atender a esa pareja se lo diré, creo que no se lo espera. -dijo Heidi riéndose.

Tomás y Carlos también se rieron.

-Yo creo que no. Pedro lleva todo el día diciendo que era muy probable que vendieras muchas tartas, pero verás que sorpresa se va a llevar cuando sepa que conseguiste vender todas.

-Seguro que reacciona igual que mis hijos, no se lo creían.

-Yo me imagino la cara de Tobías, seguro que ahora está como loco intentando vender el resto de quesos que le quedan. -dijo Carlos riéndose.

Heidi también se rió.

-Seguro que sí. Mi hijo no para hasta conseguir lo que se propone, reconozco que en eso ha salido a mí.

En ese momento, Pedro terminó de atender a sus clientes y al ver a Heidi en su puesto sonrió.

-Pedro, tengo que decirte algo.

-¿El qué?

-Es sobre mis tartas.

-¿Qué pasa con ellas? ¿No te compran muchas?

Heidi se echó a reír.

-Al contrario, Pedro. ¡Acabo de vender todas!

-¡¿Cómo has dicho?! -preguntó él quedándose con la boca abierta.

-Has reaccionado igual que Tobías y Ana. -dijo Heidi riéndose nuevamente.

-¿Pero es verdad que ya has vendido todas?

Heidi asintió.

-¡Cáscaras! -exclamó Pedro riéndose. -Aunque la verdad es que no me resultaba extraño que eso pasara, nadie hace unas tartas tan ricas como las tuyas.

Heidi sonrió.

-Tomás ya me comentó antes que vais muy bien con las ventas.

-Sí, la verdad es que no podemos quejarnos.

-Estupendo.

-¿Cómo van Tobías y Ana?

-Muy bien también, antes estuve hablando un rato con ellos y están muy contentos. Aún queda un buen rato para que termine la feria, seguro que todos venderéis muchas más cosas.

-Eso espero.

Ambos se sonrieron.

-Voy a darme una vuelta para ver los demás puestos.

Pedro asintió y él siguió con las ventas en su puesto mientras Heidi se recorría la feria entera. Había puestos de todo tipo, a parte de los puestos de carpintería, de quesos, de cuadros y de tartas que ella y su familia habían puesto. También había puestos con objetos fabricados con arcilla, metal... así como también puestos en donde se vendían otros alimentos dulces y salados, ropa, zapatos, bolsos y complementos totalmente hechos a mano.

Heidi se detuvo delante de un puesto de bisutería en donde vendían hermosas collares y pulseras. Le parecieron muy bonitos y pensó en regalarle algo a Marta, como modo de agradecimiento por haber hecho compañía a Brígida durante todo el día. Eligió la pulsera que le pareció más bonita y la compró, para ello utilizó un poco del dinero que había ganado vendiendo una de sus tartas. Heidi siempre fue una mujer muy agradecida y no le importaba gastar el dinero que acababa de ganar para hacer un regalo. Ella siempre lo hacía de todo corazón.

Unas horas más tarde comenzó a ponerse el sol y los puestos empezaron a cerrar. Heidi, su familia y sus amigos recogieron todo y de nuevo regresaron a Dörfli en el carro de Tomás.

Al final quien consiguió triunfar vendiendo todo fue Heidi, aunque los demás también habían quedado satisfechos con sus ventas. Pedro, Tomás y Carlos habían conseguido vender muchísimos utensilios de madera que entre los tres habían construido, por lo que el dinero fue repartido en partes iguales para cada uno. Tobías había conseguido vender casi todos sus quesos, solo regresó a Dörfli con dos. Y Ana había vendido más de la mitad de sus cuadros. Las personas que se los compraron, sobre todo las mujeres, le felicitaron por las hermosas pinturas que ella hizo.

Cuando llegaron a casa de Pedro y Heidi, Marta salió a recibir a la pareja y a su familia seguida de Trueno quien se puso a ladrar felizmente al ver a sus amos de nuevo.

Marta había estado todo el día junto a Brígida y le comentó a Pedro y a Heidi que ese día se había levantado un poco para ponerse a hilar y charlar un rato con ella. La pareja se alegró al oír aquello.

En ese momento, Heidi recordó el regalito que le compró a Marta.

-Gracias por tu ayuda, Marta. -empezó diciendo Heidi mientras le entregaba una bolsita de tela. -Esto es para ti, lo compré en uno de los puestos de la feria.

Marta metió la mano en la bolsita y descubrió una bonita pulsera hecha con pequeñas piedrecitas de cristal que brillaban mucho.

-¡Oh, que bonita! Eres muy amable, Heidi. Muchísimas gracias.

-Sabía que te gustaría. -dijo ella con una sonrisa.

Las dos mujeres se abrazaron. Pedro decidió invitar a cenar a Tomás y a su familia en casa por lo que esa noche pudieron compartir una deliciosa cena en buena compañía. Aprovecharon uno de los dos quesos que Tobías no había vendido en la feria para cortarlo en trozos y comérselo entre todos. El muchacho y su padre ordeñaron leche para todos, y Heidi y Ana cortaron varios trozos de carne ahumada que les quedaba y otros trozos de pan para acompañar el queso y la leche.

Brígida seguía levantada y esa noche cenó junto a todos, quienes le hablaron a la mujer acerca de la feria y de todas las cosas que pudieron vender. Aquel fue otro día feliz y agradable para Heidi, para su familia y para sus amigos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro