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Frente a esta noche oscura y cerrada, el insomnio se apoderó de su cuerpo y lo obligó a girar una y otra vez sobre las sábanas. Jungkook llevaba varias semanas sin poder conectarse con el aliado reparador de mente y espíritu.
Se levantó a buscar una manta para abrigarse mejor, ya que el frío se colaba por las rendijas de su vieja ventana de madera haciéndolo tiritar de pies a cabeza y se acercó a mirar hacia afuera en un intento de darle a sus ojos otro paisaje que no fuera el gris cielorraso que le respiraba en la mollera.

El sonido de movimientos en el jardín del vecino le llamó la atención, Jungkook inclinó cuanto pudo su torso para poder enfocar su vista hacia allí.

Una mujer de edad madura caminaba a paso lento hacia la puerta de ingreso de la casa amarilla.
Nada parecía anormal si no fuera que, era de madrugada y estaba helando.

¿Qué hacía esa anciana a la intemperie a las tres de la mañana?

Todo se tornó aún más extraño cuando escuchó el chirrido de la desvencijada hamaca al otro lado de la cerca que separaba su casa de la de los vecinos.
Hizo otra contorsión para dirigir casi todo su cuerpo hacia esa dirección y poder observar el objeto que se movía provocando un sonido hechizante.

Y lo vió a él.

Sobre el antiguo columpio que bailaba al compás del canto de las cigarras, estaba un joven de cabellos claros luciendo una bufanda roja, una extraña sonrisa y sus pies descalzos.

Esa bella criatura se encontraba descalza sobre la nieve susurrando algo, mientras se balanceaba suavemente.

Jungkook lo observó por muchos minutos. No podía dejar de hacerlo.
Él se hallaba en la penumbra de su hogar con la seguridad e impunidad que le daba espiar bajo el anonimato.

Pero su piel se estremeció en el instante en que aquel chico levantó la cabeza y dirigió sus ojos directamente a donde Jungkook se encontraba, haciendo contacto visual y sosteniendo su mirada sin parpadear.

¿Cómo era posible que pudiera verlo?

Él estaba absolutamente a oscuras, era humanamente imposible que alguien lo detectara.

Pero ahí estaban los dos, mirándose.

Jungkook salió del sortilegio cuando aquel joven se descolgó de la hamaca y se metió a la casa sin dejar rastro de su andar sobre el jardín de nieve.

«¿Flotas que no dejas huellas?»
Se cuestionó Jungkook a sí mismo mientras intentaba poner orden al torbellino de sensaciones que le había provocado el encuentro de miradas.

Regresó a su cama y pensó que sería otra velada de insomnio peor que las que viene transitando noche tras noche pero el hilo de baba que corría por la comisura de su boca a la mañana siguiente, le dejó en claro que se había dormido profundamente por primera vez, en semanas.

Corrió a la ventana a observar la casa de la vecina para tratar de vislumbrar si lo que había visto la noche anterior había sido real o producto de su imaginación.

Vio puertas y postigos cerrados. Llevó sus ojos ante el sonido del columpio y por escasos segundos se sintió feliz de pensar que lo vería de nuevo. Allí no estaba el extraño chico, pero la hamaca que se estaba moviendo sola se detuvo abruptamente cuando él la miró.

Primer indicio para salir huyendo pero, no, él quería saber más. Y fue así que a pesar de continuar con su vida normal, cada noche, Jungkook hizo vigilia a la espera de ver salir al hermoso ser de bufanda colorada y piecitos sin calzados.

La próxima noche que el insomnio una vez más, le olfateaba la nuca, volvió a sentir, a las tres de la mañana en punto, extraños sonidos desde la casa vecina. Desde la ventana divisó al chico sobre el columpio y corrió escaleras abajo para salir a la calle e ir a su encuentro. Esta vez quería verlo de cerca y no desde la cobarde oscuridad de su cuarto.
Llegó hasta la cerca del jardín y ambos se miraron.

—Hola —comentó con voz fuerte ya que se encontraban distantes entre sí —¿Puedo pasar?

—Por supuesto, pasa.

Se acercó lentamente.

—Hola, te vi hace unos días desde mi ventana y...

—Ya lo sé —interrumpió el chico.

Jungkook sonrió con timidez por quedar expuesto.

—Perdón, no te estaba espiando, yo... no podía dormir y el sonido de la hamaca me llamó la atención.

Vio que sus pequeños pies descalzos no hacían contacto con el suelo nevado.

—¿Acaban de mudarse?

—Sí, llegamos el día que tú "no me estabas espiando" —comentó sonriendo, sus ojos se hicieron dos graciosas medias lunas y Jungkook supo que nunca había visto algo tan hermoso en toda su vida.

Sus cabellos hoy eran azules y llevaba una especie de gorro que tapaba sus orejas.

—Bienvenidos. Mi nombre es Jungkook, Jeon Jungkook.

—Soy... —titubeó antes de pronunciar su nombre— Soy Jimin, hola.

«Jimin, te llamas Jimin, las cinco letras más hermosas del alfabeto» —pensó sin dejar de mirarlo.

—¿Qué haces afuera con este frío y sin zapatos?

—Me gusta sentir la nieve bajo mis pies. No sufro el frío. Me gusta. ¿A ti no?

—La verdad que no. Me gustan mis pies calentitos.

Jimin volvió a sonreír y Jungkook corroboró que el chico podría en poco tiempo, llevarse su corazón a vivir a la casa amarilla.

—Tu cabello azul...

—¿Te gusta?

—Es hermoso.

—Le gusta cambiar seguido.

Jungkook dejó pasar el hecho de que Jimin hablara de su cabello como si este tomara decisiones por sí mismo.

—¿Tu madre duerme?

«¿Madre?»

Jimin, dirigió su mirada a su casa y pareció dudar un segundo antes de responder que sí.

—A ella también le gusta el frío —afirmó Jungkook, casi como si ya conociera a la extraña— me llamó la atención que estuviera desabrigada en una noche tan cruel.

Jimin no mostró ni una sola expresión en el rostro cuando comentó que su madre jamás se ha quejado del frío.

—Ella solo tiene hambre —agregó sin emoción alguna.

Jungkook dejó pasar el extraño comentario.

Luego de un rato de charla, Jungkook mostraba síntomas de estar sufriendo con la baja temperatura y Jimin decidió que era momento de poner fin al encuentro.

—Iré a dormir, Jungkook —Le comunicó de improviso— deberías hacer lo mismo.

—Sí, es tarde y mañana me espera un día agitado.

—¿Estudio o trabajo?

—Ambos, estoy haciendo un doctorado de arte y soy titular de la cátedra de dibujo.

—¡Ohhh, eres artista!

—Sí, bueno, eso intento.

—Una de estas noches podrías retratarme.

¿Noche? Coloquialmente suele decirse... «Uno de esos días» pero el chico lindo había dicho "noche" y Jungkook, una vez más obvió otra cosa extraña alrededor de la criatura sin zapatos.

—Será un placer, Jimin.

—Bueno, pero ahora regresa a tu casa, estás temblando de frío, ve al calor de tu cama y descansa.

—Tú también. Me gustó charlar contigo. Hasta mañana.

Se retiró despacio, pero al llegar a su casa corrió escaleras arriba y se acostó con una hermosa sonrisa en la cara. Durmió como bebé soñando con el ángel que acababa de conocer.

Lejos estaba de sospechar que Jimin no era un ángel, más lejos de saber toda la verdad sobre aquello que Jimin ocultaba y que descubriría de la peor manera.


Los siguientes días, Jungkook intencionalmente buscó las formas de encontrarse con Jimin pero nunca lo logró. La casa amarilla permanecía herméticamente cerrada durante el día y de noche se veía salir a la anciana mientras emprendía una caminata hacia el parque cercano a la vivienda de ambos.

Jungkook desde su ventana se quedaba expectante a que Jimin apareciera para bajar y disimuladamente entablar una conversación con el enigmático chico que le atraía a rabiar.

En el fondo él sabía que esos dos eran raros. Madre e hijo, escondidos durante el día y asomando las narices de noche... nada bueno habría detrás de esa actitud. Aún así, él quería volver a ver a Jimin. Verlo y tenerlo cerca.

Escribir el marco teórico de la tesis del doctorado era el peor escenario que Jungkook podía imaginar para un viernes a la noche. Llevaba meses investigando sobre la temática, construyendo ideas conceptuales capaces de sustentar el desarrollo de su investigación. Lejos había quedado aquel encuentro con el chico de pies descalzos. Tan lejos que ni siquiera se percató cuando el columpio comenzó a chillar exactamente a las tres AM, hora en la que el monitor de su laptop había resuelto no soltarlo ni por un segundo.

Absorto en el escrito, continuó hasta que una discusión acalorada lo sacó de donde estaba. Se dirigió a la ventana, pudo distinguir la voz de Jimin y aunque no conocía la voz de su madre, supuso que el altercado era con ella.

—No lo haré —decía un encolerizado Jimin, una y otra vez.

—Sí lo harás. No tienes opciones. Se te agotó el tiempo...

—Sabes que lo que me pides está fuera de mi control. Ya está hecho. Ya estamos aquí, lo encontré y bien sabes que sucumbo ante él.

—Pues te lo advertí la última vez, se acabó.

«¿En qué idioma hablan? Maldición, no puedo oír bien» —El pensamiento de Jungkook brincó sobre las paredes de su mente sin encontrar respuestas.

Jimin giró su cabeza como aquella primera noche en que hicieron contacto visual por primera vez para clavar su mirada en la de Jungkook que salió de la penumbra para enfrentar los ojos del chico, esta vez sin temor ni vergüenza. La madre también lo hizo. Y Jimin pareció sentirse incómodo con esto.

—Sé que lo harás, por el bien de ambos.
Fueron las últimas palabras que la mujer pronunció antes de retirarse.

Jungkook una vez más bajó para llegar a las corridas al lado de Jimin que caminaba hacia el columpio con una marcha lenta y cabizbaja, hoy no llevaba bufanda, su cabello era rosado y sus pies seguían descalzos y sin dejar huellas.

—Hola, Jimin.

—Hola —respondió en voz baja.

—Tu cabello es rosa.

No era una pregunta pero Jimin contestó como si lo fuera y nuevamente volvió a hablar de su cabello en tercera persona.

—Sí, le gusta verse rosado de vez en cuando.

—Te ves muy hermoso.

Jimin salió del trance de tristeza del que estaba sumido, con sus ojos recorrió el rostro de Jungkook palmo a palmo y sonrió.

—Gracias.

—¿Discutiste con tu mamá?

«Mamá»

—Sí.

—¿Quieres hablar de ello?

—No.

—¿Puedo ayudar en algo?

—No, Jungkook, gracias, pero no.

—¿Quieres venir a casa? Estoy trabajando en mi tesis pero me vendría bien un descanso. Podemos tomar algo y conocernos mejor. ¿Vienes?

—Sí, me encantaría.

Sin pedir permiso Jungkook lo levantó de la hamaca y lo cargó en sus brazos para evitar que sus pies llegaran congelados.

Debajo del portal de la casa, JK lo bajó.

—No estamos casados aún, Jimin, así que no corresponde que entres en mis brazos.

—¿Aún? —Jimin carcajeó y a él le brilló una sonrisa de conejito en su hermoso rostro.
Lo tomó de la mano pero Jimin lo detuvo de golpe. Kook lo miró sorprendido.

—¿Ocurre algo?

—¿Puedo entrar? —preguntó tímido.

—¿Por qué preguntas eso?

—Necesito saber si soy bienvenido a tu hogar.

—Cuánta formalidad, Jimin... Claro que eres bienvenido. En este modesto y sencillo acto... —Jungkook hizo una reverencia ante Jimin— Las puertas de mi casa están abiertas para usted, hermoso señor.

Jimin sonrió, puso un pie y luego el otro y así fue que el pequeño ser sin zapatos había sido invitado a ingresar al hogar y al corazón de Jeon Jungkook.

Jungkook no tenía forma de saber que acababa de acceder de manera inocente a que el infierno ingresara a su casa.

Días, semanas, meses pasaron y el ritual de encontrarse en la casa de Jungkook, se repitió cada noche.
Pero hubo una en la que la magia entre ellos iba a producirse sin pedir permiso y quedaría guardada en los poros de ambos, para siempre.
Corrió escaleras abajo para abrir la puertas al escuchar el llamado de Jimin.
Lo encontró tras la puerta con la cabeza gacha y rastros de lágrimas en su rostro pálido.

—Pasa, Jimin —Lo atrajo a su pecho y lo escuchó sollozar.

—Discutiste de nuevo con tu madre.

—Tienes buen oído, Jungkook —se llevó su pequeña mano a la boca para tapar su sonrisa triste.

—Ella grita, Jimin, en un idioma que desconozco, pero te aseguro que no soy el único que escucha.

Le limpió las lágrimas con el puño de su camiseta y le hizo una invitación que Jimin no pudo rechazar.

—Ven, vamos frente al fuego. Tengo café y chocolates.

Jimin sonrió y a él se le cayeron las defensas por los suelos.

Esa noche hablaron de todo.
Jimin parecía un libro abierto, sabía más que nadie que él conociera, podía relatar detalles que ni en los libros figuraban, Jungkook estaba maravillado con su elocuencia y sapiencia.

Sus cuerpos estaban cada vez más cerca.

Hablaban cada vez más cerquita.

¿Ya no estás tan triste, Jimin?

—No, Jungkook, gracias, me haces bien.

Sonrió con sus ojos. Jungkook arrugó su nariz, Jimin sabía que ese gesto lo cautivaba al punto de no poder evitar tocar la nariz y labios del chico. Recorrió los propios con su lengua de manera gatuna y sensual. Descaradamente fijó su vista en la boca del moreno en clara actitud de guerra frente a un Jungkook sin escudo ante el ataque.

—Tienes unos ojos tan hermosos y expresivos, Jungkook ¿sabes que me tienes rendido a tus pies cuando me miras así?

—No, no sé nada de eso, Jimin, porque cuando te miro soy yo quien cae en tu hechizo.

—Quiero devorarte ahora mismo, Ojitos.

—«Ojitos» —repitió, Kook— ¿Por qué me llamas así?

—Porque tienes los ojos más profundos y bellos que he visto en mi vida. Y cuando sonríes, echan chispas...

—Nadie, nunca dijo algo tan lindo sobre mí, Jimin, me encanta que me llames Ojitos...

Siguió mirándolo a los labios, tomó su mano, la acercó a su boca y uno a uno lamió los dedos de «Ojitos», que a esas alturas no entendía cómo resistía para no tirarse arriba de Jimin y comerlo a besos.

—No hagas eso o no seré capaz de controlarme...

—Descontrólate para mí, Jungkook.

Jungkook se acercó y al oído le murmuró:

—Te haré el amor como nadie te lo ha hecho —Y no contuvo el impulso que lo llevó a jalarle el cabello y comer su boca.

Lo tomó de la cintura y lo atrajo a su cuerpo. Besó su cuello y comenzó a desabotonar su camisa. Lamió su pulgar y dibujó círculos sobre las rosadas tetillas del chico.

Se miraron a los ojos, sonrieron, JM mordió los labios de JK, con su lengua tocó el lunar debajo de su boca.

—Amo tu lunar.

Con suavidad lo saboreó. Se besaron como locos, se mordieron, se comieron.
Se desvistieron el uno al otro sin dejar de besarse.

—Jimin, me vuelves loco.

Los cabellos de Jimin se habían vuelto rojos... sus ojos también pero en el fragor de la guerra, Jungkook decidió ignorar el hecho extraño.

El jadeo de ambos era un gruñido áspero que parecía cobrar vida rebotando contra los muros de esa casa y envolviendo a los amantes que comenzaban a levitar mientras se devoraban.

JK se pegó al cuerpo de Jimin iniciando una sugestiva danza sin espacios entre ambos.
El candente ritual se dio lugar por varios minutos que se sintieron eternos.

Jungkook podía jurar que el ángel debajo de su cuerpo era el maldito pecado encarnado, amó su boca, su piel, sus jugos que lo llevaron al más glorioso de los éxtasis.

Cuando Jungkook despertó, era tardísimo, Jimin ya no estaba a su lado y el recuerdo de la noche más deliciosa le golpeó las sienes y se encontró sonriendo. Se sintió subyugado y feliz. Sintió que necesitaba más de eso.

Quería más de Jimin.

Se levantó, vio su laptop aún encendida. Recordó su tesis. Le importó una mierda el marco teórico, la hipótesis, los objetivos, todo, absolutamente todo carecía de interés después de lo que había experimentado con Jimin y se encaminó con decisión hacia la casa amarilla.

Llamó a la puerta pero nadie contestó. Hubiera dado lo que fuera para tener el número del teléfono de Jimin pero se percató que nunca lo había visto con uno. Con lo cual, dedujo que el chico raro, seguramente no tenía móvil.

Regresó frustrado a su casa. Ya había oscurecido. Con impotencia por no hallarlo se quitó la ropa y se metió a darse un baño.

Con el agua cayendo sobre su nuca sintió unos brazos acariciar su cintura y el perfume de Jimin le invadió los sentidos.

—Ángel...

—Shhh.

Giró para verlo. Necesitaba ver su rostro. Comenzaba a sentir la necesidad de estar todo el tiempo al lado del chico.
La boca de Jimin mojada es el mismísimo paraíso.

—Dios, qué bien sabes. Ya me tienes a tus pies, nuevamente, Jimin. ¿Por qué te fuiste sin avisarme?

—No preguntes, Ojitos, no quieres saber.

—Sí, sí quiero saber. Quiero saber todo de ti.

—Hay cosas que por ahora no puedo contarte. Todo a su tiempo. ¿Me dejas ahora que te ame?

—Sí, ángel hermoso, ámame por favor.

—Hazme tuyo, Jungkook. Llévame al cielo.

A partir de ese momento los amantes se encontraron noche tras noche, meses tras meses, para fundir sus cuerpos y almas en una sola.

Jungkook dejó de cuestionarse por qué admitía esta relación tan extraña...
Jimin una criatura nocturna que andaba descalza y cambiaba de color de cabellos como de estado de ánimo es ahora mismo, el dueño absoluto de los suyos.

Está enamorado sin remedio. Lo sabe, y Jimin no ignora este hecho, porque él ya se lo ha dicho de todas las formas e idiomas.

Jimin le corresponde a ese amor, él también lo ama profundamente, pero aún no es capaz de confesarle al amor de su vida que pegada a su piel cohabita un oscuridad que lo acompaña cual sombra macabra desde que tiene existencia.

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