2. Día Blanco
- Yo que tú mejor me pongo a pensar que darle a tu nuevo y grandioso novio para el día Blanco.
Spreen se llevó las manos a la cara por tercera vez en los últimos 10 minutos.
La vida de universitario era bastante más relajada que la preparatoria, los profesores ya no tenían que pasarse por los lugares para asegurar que la clase estuviera atenta, cada estudiante podía ir a su ritmo, y aunque Spreen realmente nunca tuvo problemas con sus estudios, estas semanas estaban resultando ser bastante retadoras.
Y toda la culpa la tenía su novio. Roier no tenía idea del peso que unas simples palabras tendrían sobre él.
Sacó su celular de su bolsillo, frunciendo el ceño ante la fecha que se marcaba justo encima de la foto de Roier en su pantalla. 9 de Marzo.
5 días para el Día Blanco.
El Día Blanco era cuando los afortunados de haber recibido chocolate en San Valentín "devolvían el favor", y si bien Spreen recibía un montón de chocolates, había una especie de entendimiento entre todos los que lo conocían de que él nunca regresaba nada a cambio.
La verdad era que solo había una persona a quién quería regresarle el favor año con año, pero nunca tuvo el valor suficiente para hacerlo.
Pero este año tenía que ser diferente. Era su primer día Blanco como pareja oficial.
Miró de nuevo a su libreta, no había ningún apunte relacionado con la clase, solo notas de posibles regalos con breves justificaciones del por qué no eran lo suficientemente buenos.
¿Una carta? Re cursi.
¿Ropa? No es especial.
¿Un videojuego? Se lo va a prestar al pelotudo de Mariana y lo va a perder.
¿Joyería? Es Roier, no la va a cuidar.
¿Chocolates? ¿en serio? ¿No podés ser más original?
Una risita un par de asientos delante suyo lo sacó de sus pensamientos, miró disimuladamente al frente a una pareja quienes, al igual que él, prefirieron no prestar atención en clase y mejor pasar un tiempo de calidad de novios juntos.
Sonrió pensando en Roier, extrañaba verlo en los recesos y saliendo de clases, solo un año más y lo alcanzaría en la universidad, el conocerse desde pequeños había vuelto su presencia algo sin lo que no podía imaginarse su vida.
Se conocieron cuando él tenía 5 y Roier 4, sus padres eran amigos de toda la vida y les pareció una gran idea que sus hijos también lo fueran. Nunca se los dijo, pero Spreen estaba agradecido de que hubieran tomado esa decisión.
Si bien no sabía exactamente cuándo fue que empezó a sentir amor por Roier, sí que recordaba la vez que se enteró de que lo quería más que a un amigo.
Fue el primer Día de San Valentín que Spreen tenía la suficiente conciencia para entenderlo, saliendo del jardín de niños llegó a casa con un rostro confundido y varios chocolates en su mochila, sus padres rieron, el pequeño sin duda era popular, lo sentaron y le contaron sobre la tradición.
- Hay tres tipos de chocolate que pueden darte, chiqui - comenzó su padre – Tu papi y yo podemos darte el de obligación. Si le gustas a algún niño o niña, te dará uno de lujo, ¡esos saben bastante rico y debes siempre darles las gracias a quienes te los den con una gran sonrisa! Y el tercero y más especial de todos los chocolates, el que solo se da a esa personita super especial que uno más quiere en el universo es...
...
...
...
- Bien hecho... – Rubius le lanzó una mirada molesta mientras cargaba y consolaba al pequeño Spreen, quién no había parado de llorar desde que Vegetta le dijo que el bombón de chocolate que le había regalado Roier no era "hecho a mano"
Roier continuó dándole chocolates de obligación y Spreen siguió llorando un par de años más hasta que entendió que, siendo un niño, Roier no podía permitirse comprar uno costoso, mucho menos utilizar estufa u horno para hacer uno a mano. Además, siempre se lo entregaba con una gran sonrisa y un beso en la mejilla, si eso no era un chocolate especial, nada lo era.
Una vez que fueron adolescentes, Spreen decidió no prestarle mucha atención, lo realmente importante era que, a pesar de su creciente popularidad y de recibir cientos de chocolates, Roier seguía a su lado, y aunque los besos en la mejilla pararon, sí que seguía dándole un chocolate año con año, el único que en secreto esperaba con ansias.
Hasta que el año pasado, lo sorprendió con uno de lujo.
Lo vio sacarlo de su mochila y tendérselo con aquella sonrisa que tanto le gustaba, acompañada de un ligero carmín en sus mejillas. Spreen se congeló mientras miraba el elegante envoltorio dorado.
Era una señal. Este era el año.
- (Lo tomas, le agradeces, sonríes y le decis tus sentimientos. Lo tomas, le agradeces, sonríes y le decis tus sentimientos. Lo tomas, le agradeces, sonríes y le decis tus sentimientos.) - Spreen se repitió la frase varias veces en su cabeza, tomó el envoltorio, sonrió, abrió la boca y...
- Capo, no tenes que gastar plata en boludeces.
- (¿Aló? ¿Soy imbécil?) - Spreen quiso morirse ahí mismo
Es por eso que el resto de ese año, Spreen se esforzó en dejar bastante en claro sus sentimientos. O al menos eso pensaba que hacía, al parecer no hizo un buen trabajo porque Roier parecía confundido cuando lo besó, como sea, al final las cosas salieron bien para los dos.
El timbre sonó indicando el termino de aquella hora, comenzó a guardar su cuaderno cuando una palmada en su espalda lo hizo girar.
- A la próxima no seas tan obvio pa– le dijo Carre con una sonrisa – Desde atrás podía ver que no estabas concentrado.
Spreen le sonrió de lado llevándose la mochila al hombro – Ya, sigo con lo mismo.
- ¿El regalo para Roier? Amigo, no haces más que hablar de eso, confía en mí, unas gafas de sol, así como vos.
- Dale, ¿y qué va a hacer Roier con eso?
- Verse re fachero a donde quiera que vaya, ¿a vos te parece poco eso? Yo sé que me encantaría.
Spreen le respondió con una sonora carcajada y un puñetazo en el hombro mientras salían del salón rumbo a su siguiente clase.
- (Igual no es tan malo) - Pensó Spreen mientras caminaba - (Todavía quedan varios días, seguro algo bueno se me ocurre)
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Roier entró al salón esa mañana, dejó su mochila en el suelo y miró alrededor con una sonrisa.
Día Blanco. El día de devolver el favor.
Poco a poco el salón iba llenándose de chicos dando regalos en agradecimiento por San Valentín, otro gran día para el amor.
- ¿Y bien?
La voz de Aldo lo trajo de vuelta a la realidad, mientras Mariana pasaba un brazo alrededor de su cuello hombros y lo atraía en una llave amistosa.
- ¿Y bien qué o qué? - rio divertido Roier mientras intentaba liberarse del agarre de su amigo.
- No te hagas el que no sabe – intervino Mariana, quién finalmente decidió soltarlo – El Spreen, mien, ¿ya sabes si te va a dar algo?
Roier los miro un poco sorprendido. Mentiría si les dijera que no le entusiasmaba la idea de recibir algo, pero Spreen nunca devolvía el favor. Además, ahora eran pareja oficialmente, tampoco era como que lo necesitara.
- Pues nada wey, no tiene que hacerlo, no creo que ni se acuerde que día es hoy – les contestó con una risa despreocupada
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Spreen estaba muy consciente de que día era hoy.
14 de Marzo. Día Blanco.
Y no se le ocurrió nada.
Mientras sus padres pensaban que estaba en la escuela, Spreen recorría las tiendas del centro comercial con prisa, descartando cuanto regalo veía frente a sus ojos.
Nada.
Nada.
¡Nada!
¡Nada era lo suficientemente bueno!
Un par de horas después salió del edificio y ante la mirada asustada de la gente comenzó a golpear repetidamente su frente en una de las columnas decorativas.
Era el peor del novio del mundo. No, del universo.
- Sos tremendo pelotudo – se susurró tristemente a si mismo segundos después, mientras se giraba para apoyar la espalda en la misma columna – Llevas 13 años sin darle algo a cambio a la única persona que te importa, y ahora que son pareja no se te ocurre nada.
Sus ojos, ocultos tras sus gafas de sol se enfocaron en el parque frente al centro comercial, en particular a un niño oculto tras un tronco mirando algo al otro lado del área de juegos, siguió su línea de visión para toparse con una adorable niña en los columpios.
Sonrió relajándose un poco. A juzgar por el rubor en sus mejillas y la margarita que sostenía en su mano, el pequeño niño esperaba el momento oportuno para devolver el favor.
Y de pronto un recuerdo vino a su mente. Claro. ¡¿Cómo podía haberlo olvidado?!
Él ya tenía un regalo para Roier, para este y para todos los años anteriores.
Enviándole ánimos mentalmente al niño por ayudarlo a recordar, Spreen salió corriendo a toda velocidad.
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Roier sacó discretamente su celular a mitad de la clase tras sentir una ligera vibración en su bolsillo, echando un rápido vistazo al frente para asegurarse que la profesora no lo estaba viendo. Su sigilo sin embargo duró poco, pues casi se cae de la silla cuando vio la pantalla.
En una pequeña ventanita, justo encima de la foto de él y Spreen había un breve mensaje: "Estoy afuera. Te veo cuando salgas."
Una rápida mirada a la hora y se dio cuenta de que faltaban menos de 10 minutos para que sonara el timbre de la salida.
No podía ser que iba a darle algo por el chocolate, ¿o sí?
Roier decidió que esto era mucho más importante, y después de convencerse de que le pediría los apuntes a Aldo, se recargó en su asiento y se permitió pensar.
Uno olvida muchas cosas cuando es pequeño, pero Roier recordaba perfectamente llegar a casa de la mano de su papá llorando ese 14 de Marzo al salir del jardín de niños.
- Quacks... - Luzu le llamó severamente desde el sofá.
- ¡Yo no le hice nada, pendejo! - respondió Quackity mientras le ayudaba a quitarle la mochila, Luzu se levantó y se encaminó hacia el par, agachándose a la altura del pequeño Roier
- ¿Qué pasó Roro? ¿Te hicieron algo malo en la escuela?
- Spreen... - Roier inhaló fuerte por la nariz mientras con sus manitas intentaba detener las lágrimas - T-tú dijiste que hoy me iba a dar algo por el bombón, p-pero no lo hizo...
Unos minutos y una taza de chocolate caliente más tarde, un Roier más calmado estaba sentado a las piernas de Quackity quien le acariciaba el cabello mientras terminaba su relato.
- Y-y-y cuando yo me acercaba a él, se iba corriendo – dijo haciendo un puchero
- Pinche Spreen, todo tímido y menso el cabrón... ¿a quién me recordará? - Quackity canturreó las palabras mirando fijamente a Luzu, quién casi se ahoga en su taza de café.
- No le gustó el chocolate... creo que ahora me odia...
- Él no te odia, Roro – le dijo Luzu con una sonrisa – Vamos a ver... ¿tú quieres mucho a Spreen, cierto? - esperó hasta que Roier terminara de asentir efusivamente – Bueno, y que quieres más, ¿a Spreen, o un tonto regalo a cambio?
Roier no tuvo que pensarlo.
- ¡Spreen!
- Pues ya está - Luzu se levantó y le dio un beso en la mejilla – No más llorar, te puedo asegurar que mañana Spreen va a volver a la normalidad.
- ¡Y si no nos lo verguiamos! - terminó Quackity con el puño en alto.
- Quacks...
Roier sonrió ante el recuerdo, efectivamente Spreen volvió a la normalidad al día inmediato siguiente, él en su inocencia decidió que su amistad era mucho más importante que un regalo a cambio, y unos años más tarde entendió que tal vez simplemente Spreen era así, y de todas maneras funcionó, su amistad perduró por 13 años más y ahora encima eran pareja.
El timbre de salida sonó y Roier saltó de su asiento cogiendo su mochila del suelo.
Corrió escaleras abajo mientras el resto de los estudiantes apenas comenzaban a salir de sus salones.
Salió del edificio hacia el patio delantero de la escuela, el cual poco a poco se llenaba de parejas devolviendo el favor, Roier sonrió.
Él no necesitaba un regalo a cambio. Tenía a Spreen.
Lo buscó con la mirada hasta que finalmente lo encontró recargado en la puerta principal, comenzó a trotar hacia él.
- ¡Spreen!
Lo vio girar la cabeza en su dirección y sonreírle mientras levantaba la mano saludándolo a lo lejos, la sola mención del nombre del famoso Spreen hizo a más de uno voltear a verlos mientras Roier se acercaba cada vez más.
- Mi niño... - Rubius acarició la cabecita de Spreen, quien llegó con una mezcla de enojo y tristeza aquel 14 de Marzo
- Soy un cobarde... - se recriminó, con sus ojos fijos en el objeto que apretaba con fuerza en su mano – No pude dársela... no pude dársela a Roi...
- Esta bien chiqui – Vegetta se acercó y gentilmente desenredó los dedos del puño de Spreen, retirándole el fallido regalo de Día Blanco que no pudo entregar – Puedes dársela el siguiente año
- ¿Y si tampoco puedo?
- Entonces se la darás al siguiente -le dijo con seguridad- No lo has olvidado, solo las estás guardando, hasta el día que finalmente puedas entregárselas con una sonrisa.
Para cuando llegó frente a Spreen lo vio con una mano quitarse las gafas mientras la otra sacaba un precioso ramo de amapolas rojas de detrás de su espalda, Roier se quedó sin aliento mientras se lo ofrecía con una sonrisa.
- Gracias por el chocolate, y por todos los demás... perdona la tardanza...
13 años, 13 chocolates.
Y Roier contó en total 13 flores.
Con manos temblorosas tomó el ramo de las manos de Spreen, quien al tenerlo cerca no pudo evitar y depositar un beso corto en su frente.
- JAJAJAJA, ¡TE LO DIJE MARIANA! ¡TE DIJE QUE A HUEVO LE IBA A DAR ALGO HOY! ¡PAGAME!
- ¡No mames! Pinche Spreen nunca da nada y justo este año decide hacerlo, ¡chingas a tu madre, Spreen!
- ¿Ese es Spreen?
- ¿Spreen? Pero ¿no que nunca devolvía el favor?
- ¡Mira! Le trajo flores ¡que romántico!
Las voces a su alrededor poco a poco comenzaron a romper la magia del momento, y para cuando acordó ya no eran solo Roier y él, el resto de la escuela habían formado un círculo alrededor de ambos, Mariana le entregaba a regañadientes plata a Aldo quién en algún momento había empezado a grabar con su celular.
Sintió sus orejas arder.
- B-bueno, era eso capo - carraspeó ¿en serio? ¿estaba tartamudeando? - Yo ya me ibaaaaa ¡no, no, no, para! Venía para igual s-si queres, vamos a comer algo y luego no sé, v-ver una peli o...
Roier salió de su ensoñación mirándolo con infinito amor, tomó el ramo de flores con una mano y con la otra tomó la mano de Spreen, guiándolo fuera del portal de la escuela.
- Me encanta la idea, – le dijo una vez estuvieron lo suficientemente lejos de ojos curiosos – me encantan mis regalos atrasados, –miró con ilusión las vibrantes flores en su mano izquierda – pero sobre todo me encantas tú.
Spreen se relajó finalmente y miró con cariño sus dedos entrelazados, tiró levemente de su mano izquierda, atrayendo a un ligeramente sorprendido Roier a sus brazos, y mientras lo rodeaba con sus brazos le dio un largo y profundo beso.
Día Blanco.
El día de devolver el favor, dar las gracias por lo que recibiste.
Mientras sus labios reclamaban una vez más los de Roier, Spreen hizo una nota mental para agradecer.
A sus padres, por sus consejos y enseñanzas.
A sus amigos, por su apoyo incondicional.
Y sobre todo a Roier. Por existir, por esperarlo y por amarlo.
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Ahora si ya se acabó! 💕
Hermano, fue cortito pero me gustó mucho escribir esto! Muchisimas gracias por darse el tiempecito de leerlo!
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