1. San Valentín
San Valentín.
El amor estaba en el aire.
Ese 14 de febrero llegó como cada año, haciendo que los estudiantes de la preparatoria se olvidaran un momento del frío invierno para expresar sus más profundos sentimientos.
Era tradición entregar chocolates en esa fecha tan importante, los cuales se dividían en tres tipos.
Un chocolate por "obligación", este era entregado a amigos, maestros e incluso familia. El nombre era un poco feo, pero el significado era básicamente: te quiero, gracias por estar ahí.
Un chocolate de lujo, de esos que costaban un ojo de la cara, podías entregarlo a una persona que admirabas mucho o que te gustara, para hacerle saber de tus sentimientos, este era el más popular entre las personas que querían declararse.
Y luego estaba el chocolate hecho a mano. Como su nombre lo decía, era un chocolate que hacías con tus propias manos, llenándolo de los ingredientes y toppings favoritos de la persona a la que pensabas dárselo, era una clara declaración de amor. Era el más raro y especial de todos porque la simbología de hacerlo desde cero era cargarlo de sentimientos.
El timbre sonó indicando la hora de salida, y Roier salió corriendo con un grito alentador de Aldo y Mariana, fue haciéndose paso por los pasillos que poco a poco empezaban a poblarse, abrazando fuertemente su mochila, con una mirada decidida en su rostro, poco opacada por el sonrojo que se negaba a abandonar sus mejillas.
- (Le hablas, se lo entregas, sonríes y le dices tus sentimientos. Le hablas, se lo entregas, sonríes y le dices tus sentimientos. Le hablas, se lo entregas, sonríes...) -Se repetía en su mente como un mantra los pasos a seguir.
Este era el año.
Spreen y él eran amigos desde niños, el híbrido era tan solo un año mayor que él. Roier no supo el momento exacto en que el cariño que sentía fue evolucionando hasta convertirse en amor, el resto de sus amigos le presionaban todo el tiempo para que le confesara sus sentimientos, pero siempre se acobardaba al último minuto.
Este San Valentín, sin embargo, era el último año de preparatoria de Spreen antes de irse a la Universidad, y con eso se reducirían drásticamente las oportunidades de verse.
Cada año Roier le entregaba un chocolate de obligación como al resto de sus amigos, a excepción del último año, donde juntó todas sus mesadas de meses para poder comprarle uno de lujo. Pensó que su mensaje era bastante claro, pero él lo aceptó riendo de lado.
- Capo, no tenés que gastar plata en boludeces.
Bien, Spreen era bobo como un caracol y denso como la niebla, entendido.
Roier dio un vistazo rápido al contenido de su mochila. Finalmente se había decidido a declararse con un chocolate hecho a mano. Spreen podía ser idiota, pero no tanto como para no entender el mensaje esta vez.
Llegó al piso de los de tercer año y el caos se expandió frente a sus ojos. Decenas y decenas de chicos y chicas por igual, algunos entregando paquetes coloridos y otros recibiéndolos gustosos. Roier suspiró contento, era una época bastante linda en realidad, se podía respirar el amor en el ambiente.
- No lo quiero.
Automáticamente todos guardaron silencio y voltearon en la dirección de la voz, una chica con ojos vidriosos aun sostenía una caja de un chocolate de lujo hacia un chico quien la miraba entre avergonzado y molesto.
Un rechazo. Era el lado oscuro de San Valentín.
Si bien la fecha era para dar chocolates, la verdad es que nadie estaba obligado a aceptarlos. Había personas que ya tenían pareja y por lo tanto rechazaban cualquier chocolate de lujo o hecho a mano que no fueran de su persona especial, también había quienes simplemente no querían dar falsas ilusiones a otras personas y preferían frenar sus intenciones rechazándolos.
La chica bajó sus brazos derrotada y se fue triste, ante la mirada triste de algunos a su alrededor.
Roier sintió frío. ¿Y si Spreen rechazaba su chocolate?
Todos en la escuela conocían a Spreen. Bueno en los estudios, bueno en deportes, y con esa aura de chico malo y misterioso, el típico chico popular.
Cada año su casillero y su asiento amanecían repletos de cartas y chocolates, sin tomar en cuenta a quienes se acercaban para entregarlos en persona. El los aceptaba todos con una sonrisa que no daba paso a algo más.
Y es que al parecer esa también era una tradición en la escuela. Spreen recibía todos los chocolates, pero nunca daba nada a cambio fuera de un gracias y esa sonrisa encantadora. Era divertido para las chicas y chicos que estaban enamorados de él, casi como declarársele a una celebridad.
- No mames mien – le dijo Mariana una vez camino a casa de Spreen, ayudándole a cargar las bolsas repletas de chocolates que había recibido ese año - Te vas a poner todo obeso por andar aceptando chocolates a lo pendejo.
- Ahora díselo sin llorar, mi amigo el menos envidioso – Aldo rápidamente le devolvió la tirada entre risas, Spreen y Roier uniéndose pronto a las carcajadas.
Mariana comenzó a perseguir a Aldo, entre su amistosa pelea tirando al suelo algunas cajas y bolsitas que Roier se encargaba de recuperar y llevar a sus propias bolsas.
- No pero ya en serio Spreen – le dijo finalmente Roier - Podrías decir que no, ¿sabes?
- Che, son solo chocolates - contestó Spreen mirando las bolsas en sus manos – Igual se me hace feo decirles que no, y tampoco es que signifiquen algo para mí.
Roier regresó a la realidad cuando un chico pasó a su lado, golpeando levemente su hombro, se disculpó con la mirada y regresó a su misión: Encontrar a Spreen.
Llegó a su salón y lo buscó con la mirada, su mochila seguía ahí, pero él no estaba en ninguna parte.
- Che, ¿buscas al Spreen? - Carre llegó a su lado, comiendo desinteresadamente trufas de chocolate de una bolsita que claramente decía "Para Spreen" - Una mina lo llamó sonando el timbre, creo que fueron para la azotea.
Roier le dio las gracias y salió del salón en camino a la azotea un piso más arriba, esperaría a que le diera su chocolate y una vez estuvieran solos él podría darle el suyo.
Subió las escaleras y tomó la perilla de la puerta, pero antes de girarla pudo escuchar un poco de la conversación.
- No puedo aceptarlo.
¿Había oído bien? Spreen nunca había rechazado un chocolate, jamás.
Se asomó por la ventanilla y vio a una chica de espaldas a él frente a Spreen, se agachó antes de ser visto y escuchó con detenimiento.
- Pero ¿por qué no Spreen? - le contestó una chica, más que triste, sonaba algo molesta – No tiene que significar algo, siempre aceptas todos.
Ella tenía un punto.
¿Y si ese año Spreen había decidido seguir su consejo y no aceptar más chocolates?
¿Tenía que ser justo ese año? ¿Qué por fin se había decidido?
- No entendés. Los otros están piola, pero no voy a aceptar ninguno hecho a mano.
El castaño se congeló, sus propios dedos apretando con fuerza la mochila en sus manos.
- No, no lo entiendo - siguió la chica, claramente más molesta – No tienes pareja Spreen.
Roier escuchó a través de la puerta a Spreen lanzar un suspiro cansado...
- Y todos en la escuela saben que no te interesa el significado de los chocolates.
...Chasquear la lengua....
- Dime la verdadera razón, ¿por qué no quieres aceptarlo? ¡¿por qué?!
...Y tomar aire...
- Dale, ¿querés saber la verdadera razón?
- (Huye...) - le dijo Roier en su mente a la pobre chica. Sabía lo que venía después.
- Porque no me sale del orto aceptar tu chocolate de mierda.
Pasos en su dirección y Roier se hizo a un lado, la chica abrió la puerta de golpe y sin darse cuenta de que estaba ahí bajó corriendo las escaleras, arrojando su chocolate al suelo en el camino.
Roier vio con pena las preciosas galletas de azúcar en forma de corazón con glaseado de colores, acomodadas dentro de una cajita transparente y adornado con un gran lazo color rosa. Abrazó con más fuerza su mochila, si Spreen no había aceptado eso, él no tenía esperanzas.
Quizás el próximo año...
- ¿Vas a salir ya, Roier? Anda, vení.
Su corazón casi se sale de su pecho cuando escuchó a Spreen llamarlo, ¿en qué momento lo había visto?
Empujó la puerta y salió a la azotea caminando hacia Spreen, quien lo miraba fijamente detrás de sus gafas de sol.
- ¿Cómo supiste que estaba ahí, cabrón?
- Capo, la próxima vez agáchate más, podía verte el cabello a través de la ventanilla – le contestó sonriendo y revolviendo su cabello afectuosamente.
Y Roier le hubiera seguido el juego, de no ser porque sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.
- Perdón -comenzó- escuché lo que le dijiste...
- Ya, una desubicada – le contestó Spreen sin darle tanta importancia – Vos lo dijiste ¿no? No tengo que aceptarlo si no lo quiero, pero seguía jodiendo que lo tomara, obvio me molesté.
- Solo por curiosidad... - Roier bajó la mirada, observando el envoltorio dentro de su mochila a través de la pequeña apertura en la cremallera, de pronto se veía más feo de lo que recordaba – Ya en serio, ¿por qué no se lo aceptaste?
Spreen agradeció que el castaño no lo estaba mirando, sintió sus orejas ponerse calientes y un sonrojo formarse en sus mejillas, carraspeó un poco y giró la cabeza – No quiero que se haga ideas que no son, me quería dar uno hecho a mano, nunca antes me habían intentado dar uno y posta lo agradezco porque no es como que me interese, es muy serio eso ¿no? No es algo con lo que se deba jugar.
- Cierto - sonrió triste aun cabizbajo, decisión tomada.
- Hablando de eso – Spreen se giró nuevamente a Roier, encontrándolo entretenido mirando su mochila, sonrió acercándose un poco – Es hora de que no me has dado el mío, capo.
- ¿Eh? - como si despertara de un trance, Roier levantó la mirada para encontrarse con Spreen inclinándose para ver el interior de su mochila, de un rápido movimiento la llevó tras suya
– ¡S-s-se me olvidó Spreen! ¡Pero lo tengo en la casa! - no mentía, había comprado uno de obligación de emergencia por si al último minuto algo saliera mal – ¡V-vamos si quieres y te lo doy!
Años de conocerse, y Roier todavía creía que podía engañarlo, ese tic de mirar a todos lados menos a sus ojos era clara muestra de que le estaba mintiendo.
- Dale, me estas mintiendo – dijo con seguridad mientras intentaba coger la mochila de su espalda – Seguro me volviste a comprar uno de mucha plata, amigo, ya te dije que no es necesario
Finalmente, en un descuido del castaño, Spreen logró tomar un extremo de la mochila, Roier lanzó un grito para nada masculino.
- ¡NO, SPREEN! - comenzó a forcejear, tomando el otro extremo. Spreen podría ser más fuerte que él, pero estaba comprobado que en situaciones desesperadas el ser humano era capaz de mucho. Y vaya que esta era una situación desesperada.
Pero Roier olvidaba que Spreen no solo era más fuerte, también era más listo.
Justo cuando Roier se preparaba para dar un fuerte tirón, Spreen soltó la mochila, haciendo al castaño caer sobre su propio trasero, En un rápido movimiento tomó la mochila de su agarre y sonriéndole con los dientes la abrió por completo sacando victorioso su bien merecido chocolate.
- ¡NOOOOO!
Spreen dejó caer la mochila, con los ojos fijos en el envoltorio en su mano.
Era una bolsita de celofán gigante, demasiado grande para el contenido, y muy mal cortada en un aparente intento desesperado por hacerla ver más pequeña, cerrada por un par de listones azul y rojo formando algo que Spreen suponía debería ser un moño, unas cuantas tiras de cinta adhesiva por aquí y por allá mantenían el nudo en su lugar.
Pero lo que lo dejó sin palabras era lo que había dentro.
Unos cuantos trozos de chocolate en forma de estrellas, la mayoría rotas y con zonas de chocolate quemado, también podía apreciar chocolate derretido embarrado por dentro de la bolsa. Y una sola tarjetita, igual manchada con chocolate, y con la letra de Roier.
"Para Spreen. Con amor de Roier."
Spreen salió de su trance al sentir como se lo arrebataban de las manos. Levantó la mirada para encontrarse a un muy sonrojado Roier con el ceño fruncido evitando su mirada, metiendo de nuevo el envoltorio en su mochila.
- Te dije que este no era, wey, ¿no lo ves? Está bien pinche horrible jajaja...
Silencio.
- M-mira Spreen... n-no tengo ni una buena excusa para salir de esta, solo... solo olvídalo, ¿sí?
Pero Spreen seguía sin hablar ni mover un músculo. Roier se aventuró a mirarlo un segundo, pero esas malditas gafas de sol que siempre llevaba no le decían nada.
¿La había cagado tanto?
...
Pero pensándolo bien, le dejó muy claro que no quería que viera el contenido, fue Spreen quien insistió tanto...
...Aparte el muy cabrón aceptaba todo sin decir nada...
... ¡Cualquiera podía hacerse ilusiones!
¡Ah, no! ¡No se culparía de todo! ¡Esto era tanto culpa suya como de Spreen!
- ¡Por eso te dije que no, pendejo! - su voz gritando al parecer logró obtener una reacción del híbrido, quien después de varios segundos finalmente cerró la boca - ¡Igual también es tu culpa! ¡Siempre aceptas los chocolates de todos! ¡S-si fueras más claro con lo que te gusta--!
De dos largas zancadas Spreen cerró la distancia entre ambos, con una mano se quitó las gafas y con la otra tomó su mentón, la voz de Roier finalmente murió ahogada entre los labios de Spreen.
Fue un beso lento, casto y bastante tierno, Roier tuvo que luchar por no dejarse caer de rodillas.
Una vez que se separó, Spreen contuvo una risa, la cara de Roier era todo un poema.
- Roier, creo que sí que soy bastante claro con lo que me gusta. Vos.
No lo era.
Spreen no era nada claro.
Ni un poquito.
De hecho, si hubiera una competencia para saber quién era la persona menos clara del mundo, sería hasta después de que Spreen hubiera muerto, porque simplemente no tenía rival.
Pero a la mierda eso, Spreen lo había besado. ¡Y en San Valentín! ¿había algo más romántico que eso?
Claramente no sus chocolates.
- No volvas jamás a quitarme lo que es mío por derecho, Roier - lo escuchó decir mientras se agachaba a tomar la mochila que esta vez él había dejado caer, sacando nuevamente el monstruoso envoltorio y mirándolo como si fuera la cosa más hermosa del mundo, rio bajito – ¿Y por qué estrellas? Digo, están re lindas, pero el próximo año quiero un corazón.
Eso bastó para que Roier riera, acercándose a Spreen y dándole un pequeño pico en los labios.
- ¿Apoco sí? Yo que tú mejor me pongo a pensar que darle a tu nuevo y grandioso novio para el día Blanco.
San Valentín.
El amor estaba en el aire. Y en la azotea. Y en las estrellas de chocolate quemadas.
Pero, sobre todo, estaba en Spreen y en Roier.
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Cosa cortita que escribí en lugar de trabajar jajajaja.
Va a tener un capitulo más! Gracias por leer! ♥
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