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Hechizo de viento y sombra parte 2

Bajé del colectivo y caminé las cuadras que me separaban de la casa de María José. Toqué el timbre. Mientras esperaba, noté que tenía una llamada perdida de Lucas; traté de comunicarme con él varias veces, pero no pude. Le dejé un mensaje en el WhatsApp, que tampoco se envió.

En ese momento, bajó las escaleras una chica alta, de ojos claros y pelo oscuro. Me saludó con un abrazo y subimos al PH.

Entramos y pasé a la cocina comedor, donde me esperaba una jarra de jugo bien fío, al lado de un vaso con yerba y una bombilla adentro. Sentí el aire fresquito que venía de una puerta que daba a la terraza... La casa era un lugar ideal para esos días de calor.

En cuanto me senté, Freya se frotó entre mis piernas y me saludó, maullando.

—Te esperé con tereré —afirmó Majo, señalando la bebida, y se sentó.

—Gracias. No se puede tomar otra cosa con esta temperatura —comenté y luego eché un vistazo al violín y al atril con partituras que descansaban en el living—. ¿Cómo te está yendo en la orquesta del Teatro Colón?

—Bien, me gusta mucho.

—¿Te siguen rompiendo las pelotas tus compañeras?

—No. El hechizo que me pasaste funcionó. —Se rio y me cebó un tereré—. Mirá que ya había probado de todo.

Le guiñé un ojo.

—¿Averiguaste algo sobre la bandita de hechiceros? —pregunté.

—No. Les pedí ayuda a unos espíritus rastreadores, a mi animal tótem, incluso a Morrigan, pero nadie respondió. Al menos, hasta ahora, pudimos resolver los quilombos que hacen. No entiendo qué quieren.

—Tal vez buscan demostrar fuerza, advertirnos de su presencia. O quizás nos están probando.

—Si quieren sumar gente a su coven, vas a ser la primera opción. Es increíble lo que podés hacer. Me mandaste el video que grabó tu chico. Yo apenas alcanzo a levitar y vos manifestando una ola del mar en medio de la calle.

—Eso fue hace unas semanas. No sé de dónde lo saqué, amiga. Nadie en mi familia hacía magia —le conté.

—Creo que venís con algo más, Tony. Mirá que yo recuerdo mis vidas pasadas como bruja. Lo tuyo es distinto a eso; es especial, bien antiguo.

—Mmm... Dejá de chuparme las medias —dije.

—No lo estoy haciendo. La mayoría de la gente no llega a un cuarto de tu capacidad, incluso con grimorios especiales —aseguró, un poco envidiosa—. Y vos te volviste Harry Potter con libros que bajaste de Internet. Eso no es normal.

Me reí. Majo y yo nos habíamos conocido a través de los sueños. En realidad, empezamos a frecuentarnos astralmente luego de los ataques de la bandita de hechiceros, como los bautizamos.

La mayoría de los magos estudian y experimentan de forma solitaria. Solo en algunos casos arman grupos. Se necesita de mucha confianza, porque las personas prefieren mantener su lado mágico en secreto. Ya es bastante difícil lograr hechizos exitosos uno mismo, como para andar sumando los pedidos de los mundanos. Además, no está bueno solucionarle los problemas a todo el mundo.

Por otro lado, nunca se sabe si hay un enemigo cerca, escuchándote, que sepa de magia. Si se entera de qué hechizos estás usando para protegerte, puede mejorar sus ataques.

Como sea. Cuando surgieron monstruos y taumaturgia oscura por mi barrio, decidí buscar información en el plano astral. Ahí me encontré con otros magos solitarios. Cada uno, en su vecindario, estaba pasando por cosas similares.

Primero me crucé a Majo, investigando a unos fantasmas en la dimensión etérica de su barrio, Colegiales. Luego conocí a Alan y a Jésica. Tiempo después, siguiendo a unos demonios hasta Parque Patricios, vi a Lucas. Los fui agregando a Facebook. Después creamos un grupo de WhatsApp, donde nos pasábamos información sobre lo que descubríamos. Hasta ese momento, solo había conocido a Majo y a Alan en persona.

—Vine a contarte algo más, amiga. Algo importante —le confesé a la chica, que abrió más sus ojos verdes, intrigada—. Cómo puedo decirte esto...

—¿Qué pasa, Tony? No me asustes —expresó, antes de pasarme otro tereré.

—Vos sabés que amo a Uriel. Y que me hace muy feliz.

—Sí...

—Bueno, Uriel no es un mago, como pensábamos —comenté y se quedó observándome, expectante—. Uriel es un vampiro.

***

La primera vez que lo vi, estaba en Kilómetro Cero. El boliche queda sobre Avenida Santa Fe, a metros de Pueyrredón. Estaba harto de laburar toda la semana y necesitaba salir a despejarme. Fui solo; no había podido combinar con ninguno de mis amigos, pero no me importó. Aunque fuera, quería reírme un rato con un buen show y después bailar, para recargarme.

La magia del caos funciona más o menos así: todo en la creación proviene del desorden primordial del cosmos. Para emular ese estado, los magos requerimos, en principio, llenarnos de energía. Algunos la obtienen de la naturaleza, otros haciendo ejercicio. En mi caso, puedo lograrlo de muchas maneras, pero prefiero hacerlo bailando.

Como cualquier cosa que se acumula, esa energía tiene que ser liberada en algún momento. En el instante en que lo hacemos, los magos somos capaces de impregnarle una forma e intención a través de un ritual que nos sea afín.

Sin embargo, no es fácil soltar esa fuerza y para eso hay que invocar al caos primigenio en nuestro interior. Existen distintas formas de conseguirlo, al igual que para obtener la energía. Lo importante es alcanzar un estado de consciencia alterada. Para algunos, es el orgasmo. Otros optan por meditar. Están los que repiten mantras y quienes entrenan hasta inundarse de adrenalina.

Yo vuelvo a usar la música; dejo que la melodía y la letra se fundan en mi mente y en mi cuerpo. En el momento en que la canción alcanza el clímax, mientras estoy quebrando la cadera en un boliche o cantando en el living de mi casa, libero la energía y lanzo mi hechizo a las llamas del cosmos.

Existe otro principio fundamental de la magia del caos: la única magia verdadera es la que funciona.

No importa qué ritual se utilice, si es uno complejo, antiguo, improvisado o, incluso, inventado; si se pide a los dioses, a los ángeles, o se confía en la propia habilidad creadora. Lo importante es que funcione: tiene que tener un efecto y este debe ser el buscado por el mago. Los hechizos estériles o fallados deben ser descartados, al igual que los elementos que sobren en los rituales.

Recuerdo que venía preparando mi hechizo hacía mucho tiempo. Me había cansado de tener relaciones esporádicas y pedí encontrar a mi alma gemela. Quizás fui muy radical. Buscaba alguien que se complementara conmigo, con quien pasarlo bien, que fuera mi compañero y me ayudara a crecer. A veces me pregunto si hice bien en englobarlo en ese término... Después leí unas teorías sobre las almas gemelas que me dejaron inquieto.

Esa noche, esperé que llegara una canción que fuera especial para mí, que me llenara de emociones, para explotar en éxtasis y hacer mi magia. Pasaron varias que me encantaban, pero dudé. Eso significaba que ninguna era la correcta.

La energía cambió cuando sonaron los primeros acordes de Hold It Against Me, de Britney Spears. Bailé, sudé, canté. Esquivé a los chabones que se chocaban conmigo, repitiendo el coro a los gritos. Y entonces, llegó el clímax:

Alright

If I said my heart was beating loud

If I said I want your body now

Would you hold it against me?

Aproveché y lancé mi hechizo:

—Encontrame, amor —susurré—. Recordame.

Después seguí bailando y girando, me fui a tomar unas cervezas. Y me olvidé de todo. Porque la magia funciona mejor así: simple, como un tornado de sentimientos condensados en unas pocas palabras, para luego correrse y dejar actuar al cosmos.

Pasaron unos minutos y estaba por irme, cuando apareció en la puerta del boliche.

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