Era la tercera vez en el día en que tocaban a su puerta a preguntarle por el hechicero. ¡Incluso había pegado un papel por la puerta de su vecino para indicarlo! Pero el papel se cayó y nadie se molestó en levantarlo o leerlo.

Yeonjun estaba muy molesto, el solo quería disfrutar de sus horas de tranquilidad ya que no tenía trabajos para la universidad que hacer, pero no dejaban de molestarlo. Así que finalmente se decidió a encarar a su vecino y reclamarle por las molestias.

Salió de su departamento y dio unos pasos afuera, parándose frente a la puerta de su vecino y llamó a la puerta. Nadie contestó. Volvió a golpear la superficie de madera, pero nadie contestó. Harto, tocó con más fuerza, nada, parecía que no había nadie allí.

Se volteó frustrado, dispuesto a volver a su hogar a refunfuñar y maldecir su suerte comiendo frituras, pero un sonido llamó su atención.

La puerta se abrió.

La puerta de su vecino se abrió, pero no había nadie cerca.

Empujó la puerta ligeramente, dando un vistazo al pasillo, el lugar estaba levemente iluminado por una luz natural y apenas podía divisar las cosas en el interior. Asomó su cabeza por la rendija y miró a todos lados, buscando a una persona. No había nadie cerca.

Miau.

Bajó la mirada y, ahí en el suelo, encontró a Regaliz, mirándolo atentamente con sus grandes ojos verdes.

—Regaliz, ¿abriste tu la puerta?— dijo bromeando, el gato solo le maulló y se acercó a fregarse por sus piernas. Yeonjun se agachó para acariciar su cabeza y el animal le ronroneó.

Decidió que lo mejor sería salir de ahí y cerrar la puerta, ya podría intentar hablar con su vecino otro día. Sin embargo, su pensamiento fue interrumpido por el sonido de un chirrido, seguido de algo golpeando el suelo; provenía del interior del departamento.

Regaliz dejó de ronronear y se paró con el pelaje erizado y las orejas levantadas en alerta. Yeonjun lo miró curioso, debatiendo en si era correcto entrar a ver qué sucedió. ¿Qué tal si su vecino se había caído? ¿O solo estará moviendo cosas alrededor? El gato lo miró frunciendo su hocico.

—¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Te encuentras bien?!— preguntó, sin animarse a ir. —¡Auch! ¿Qué sucede, Regaliz?— está vez habló con el animal, que le dio un zarpazo antes de salir corriendo hacia dentro, seguramente donde provenía el sonido.

Sin pensarlo más, él decidió seguir al gato, ¿qué podría pasar? Inmediatamente se le vino a la mente un escenario de un viejo vestido con togas y con una larga barba blanca convirtiéndolo en rana y echándolo a un caldero. Sacudió la cabeza borrando esa idea. ¿Será su vecino un anciano? Nunca lo vio, se preguntaba si era lindo.

Entró en lo que parecía ser una cocina, aunque había algo diferente allí que no podía identificar. En el suelo se encontraba una butaca tirada y un gato blanco estaba parado junto a ella.

—No sabía que el vecino tenía otro...

Yeonjun se agachó para acariciarlo pero el animal lo ignoró, y pasó de él, caminando hacia la salida de la cocina. Iba a pararse para salir del lugar, pues sentía una sensación extraña al estar allí, como si hubiera sido algo malo entrar sin permiso. Pero una voz a su espalda lo detuvo.

—¿Cómo entraste aquí?