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Capítulo 6. Descubrimiento.






















Atnea se encontraba en su moto yendo hacia Port Ángeles a comprar varios libros, cuando a la cercanía siente el aura de un frío y el de la muchacha que había salvado su vida la otra semana, Isabella Swan. Cuando por al lado suyo, de manera contraria, pasó un auto con rapidez, captando allí adentro a la humana y el vampiro.

—No te metas Atnea... no es de tu incumbencia...

El cuerpo de la hechicera se tensó al pensar que la niña se podría encontrar en peligro con esa criatura, que molesta con ella misma, apretó con fuerzas el freno, girando la moto, para volver hacia el pueblo.

Siguiendo al auto lujoso para el año en que se encontraban.

Cuando frunció el ceño al ver al vehículo estacionado a un costado de la carretera. Por lo tanto, con cautela estacionó de la misma manera a varios metros del auto e hizo el hechizo de "invisibilidad" para su moto. Se acercó lentamente hacia el vehículo, llegando a la ventana del acompañante, viendo que se encontraba vacío.

Hizo una mueca con sus labios, notando que no solo estaba los restos del aura de esos dos sino que había uno más. Dio varios pasos más hacia adelante, sintiendo esa aura cálida y magica que rodea a los Quileute.

Respiró hondo y exhaló lentamente y giró su rostro hacia la dirección de los frondosos árboles. Los restos del aura de la humana, del frío y del hijo de Billy Black, porque sí lo había reconocido inmediatamente, los tres se habían dirigido hacia el interior del bosque.

—¿Por que eres así?— se preguntó a ella misma, obligando a sus pies a seguirlos.

Había dado varios pasos, cuidando en no pisar alguna rama y la delate ya que podía comenzar a escuchar voces y sentir las auras de los tres. Estando escondida detrás de un árbol podía observar, a varios metros, al frío y la humana y en frente de ellos a una distancia lejana, al hijo de Billy.

Jacob Black.

Con el ceño fruncido decidió hacer la dimensión espejo para escuchar la conversación de aquellos tres.

¿Ya les había dicho que a Atnea le encantaban los chismes? Bueno, lo vuelvo a repetir.

Le encantan.

Ahora, estando segura, caminó con pasos firmes hasta aquellos tres, posicionándose en el medio de ellos, observando como si fuese un partido de pin pon su conversación.

—Sigues vivo...— Atnea tuvo que ignorar ese escalofrío que le recorrió por su columna vertebral al escuchar la voz del niño Black.

Frunció el ceño, al sentirse otra vez de esa manera.

Desde ese día que su mirada chocó con el de él en la playa se había sentido extraña y ese sentimiento creció en el velatorio de su mejor amigo cuando se volvieron a encontrar. Además que podía notar como algo en su interior le llamaba su atención, un cosquilleo se había instalado en su estómago, le estaba pasando algo raro que no sabia como explicar pero sabia que tenia que ver algo con él, que cada vez que recordaba esos ojos negros su corazón late con rapidez y sus mejillas se colorean de un rojo carmín al tener presente esa mirada intensa sobre ella.

La miraba como si fuese el último vaso de agua en el desierto.

Raro.

Negó con la cabeza y siguió prestándole atención a la conversación que se maldijo mentalmente al no tener un balde de pochoclos con ella.

—No solo yo te estoy alejando...

Atnea se sorprendió al escuchar la suave y melodiosa voz del vampiro, casi hipnotizante como el de la duendecilla. Entendió que debe ser una característica de los fríos.

Una voz seductora para atraer a la víctima.

—Mantente lejos de mi mente...— le reprochó el menor Black.

¿Mente? ¿Puede leer los pensamientos?— pensó Atnea mirando al frío de cabellos cobrizo y de ojos dorados.

Como los de la chica, Alice Cullen y el muchacho... Aidan.

—Jacob...— llamó el vampiro, acercándose lentamente al menor Black, causando que el cuerpo de Atnea se tense y un miedo irracional crezca desde lo más profundo de sus entrañas.

Estaba preocupada por el hijo de su amigo.

—Se que quieres hablar conmigo.— continuó el frío.— pero quiero decirte algo primero sino te importa...

》Gracias... por mantener a Bella viva... como yo... no lo hice...《

Vaya... esto es mejor que las novelas mexicanas...— pensó divertida.

—No.— interrumpió el chico Quileute.— no lo hiciste...

》Y no fue para tu beneficio créeme...《

Sin entender muy bien...en la zona de su pecho comenzó a doler, como si alguien le hubiera dado una golpe seco en ese lugar.

—Aún así... gracias.— volvió a hablar el vampiro, decidiendo ignorar ese dolor en el pecho.— pero ahora estoy aquí... y no voy a dejarla a menos que ella me lo pida...

—Así que son pareja...— pensó interesada la hechicera.

—Veremos...

Hubo una silencio bastante incómodo en donde observó como el vampiro volvió a su lugar, al lado de la humana.

—Ahora es mi turno.— bajó del tronco y se acercó hasta ella, claro si supiera que está allí.— te recuerdo un punto clave del tratado.

—No... no lo he olvidado.— respondió.

—¿Tratado?— pensó intrigada la hechicera.

—¿Que punto clave del tratado?— preguntó la humana mirando al vampiro y luego al niño Black, que Atnea hacia lo mismo.

—Si alguno de ellos... muerde a un humano... se termina la tregua.

—Pero si yo lo elijo...— interrumpió la niña Swan, sorprendiendo a Atnea.— No tiene que ver contigo..

Vaya, vaya... interesante.— pensó la hechicera con una sonrisa en sus labios, una sonrisa ladina.

— No, no te dejaré...— interrumpió desesperado el niño Black, causando que Atnea frunciera el ceño.— No dejaré que te conviertas en uno de ellos...

—La decisión es mía...

—Así se habla niña..— pensó.

—Sabes lo que te haremos... no tendría alternativa.

Eso causó intriga y molestia en Atnea.

—Bella por favor, vámonos.— habló el vampiro.

—Espera...

Atnea observaba como la castaña, se acercaba al menor Black, que sin darse cuenta ella también lo hacía. Miró con atención la cercanía que había entre esos dos, sabiendo que si ella se ponía en el medio no entraba, causando que un sentimiento de molestia se internara en su pecho.

—Jake...—lo llamó.— te quiero mucho... por eso, no me obligues a escoger...

》Porque lo elegiré a él, siempre será el...《

—Ouch...— susurró Atnea, mirando con atención al rostro del niño Black, que al ver esa mirada triste, un sentimiento amargo creció en su pecho.

—B-bella...

—Adiós Jacob.— habló el vampiro, acercándose a la castaña, agarrándola de la cintura.

—No, tú no hablas por ella.— exclamó furioso el menor Black, causando que Atnea frunciera el ceño al ver su aura agitada, como las olas del mar en una tormenta, y enojada por la actitud del hijo de su amigo.

—¿Por que sigues con esto?— rugió el vampiro enojado, colocándose en frente de la humana, como protección.— Encontraste a tu pareja.

》Tu pareja destinada.《

Jacob se congeló al escuchar las palabras salir de los labios del chupasangre.

—¿Que?— preguntó sorprendida la humana, mirando a su vampiro para luego mirar a su amigo, colocándose al lado del chico pálido.— ¿Encontraste a tu impronta?

¿Impronta?— pensó interesada la hechicera, que tenia los pelos en puntas al notar como crece cada vez mas el aura del hijo de su amigo, como si en cualquier momento fuera a explotar.

—¿Cuando la encontraste?— volvió a preguntar la castaña.— ¡Eso es bueno! ¿Quien es?

—Bella.— le advirtió el vampiro, sabiendo que el lobo perdería el control en cualquier momento.— Vámonos...

—No..— masculló con la mandíbula tensa, el menor Black, furioso al saber que le leyó la mente.— no te dejaré ir...

—Deja a Bella en paz...— respondió molesto el vampiro, tirando de la humana cerca de él, que por algún raro motivo Atnea también se encontraba retrocediendo, sintiendo un peligro venir en cualquier momento.— Y concéntrate en tu impronta.

Y eso fue la última gota que hizo derramar el vaso.

¿Un vampiro diciéndole lo que debía hacer?

¿Un asqueroso chupasangre mencionando la palabra 》impronta《?

Oh no.

Eso si que no.

Jacob se acercó furioso hacia el vampiro con un rugido feroz desde lo más profundo de su garganta, que Atnea preocupada y sorprendida por el comportamiento del menor Black quiso intervenir, cuando el frío, con un empujón, lo mandó a volar por los aires causando que a la hechicera se le atascara la respiración en sus pulmones al ver con sus propios ojos como el hijo de su amigo, se convertía en un lobo.

En un maldito lobo gigante.

—¡Por la pelada de Ancestral!































































































Atnea no podía sacarse de la cabeza como el hijo de su amigo se había transformado en un perro gigante.

En un lobo gigante.

Que aunque haya pasado una semana, su mente no dejaba de pensar sobre ello y de relacionarlo con el lobo de su pasado.

Ese lobo de ese día en donde se despidió de su hermano, ese lobo tenia el mismo tamaño, era de un tono gris, y de grandes fauces,  le había gruñido en su dirección a ella y a su hermano.

Pero...

¿Si el lobo no les estaba gruñendo a ellos sino a Ancestral?

¿Si ese lobo en realidad era un humano... estaba intentando advertirles?

¿Ese lobo quería protegerlos?

Por lo que tenia entendido, los cambiaformas, que ahora sabe que se 》cambian《 a lobos, su misión es proteger a la Reserva, cuidar a los humanos de los fríos.

Entonces... ese lobo era alguien de la Reserva y quería protegerlos de Ancestral.

Suspiró.

—¿Te sientes bien Atenea?

La morocha observó a su costado y sonrió como respuesta a su compañera de trabajo, Susie.

—Estoy un poco dormida pero nada que un café me haga despertar...

—Has estado tomando mucho café estos días... no es bueno Atenea.— le reprochó.

Atnea sonrió divertida, a punto de contestarle cuando la voz de su jefe la llamó.

—Clarkson necesito que lleve estos papeles a la recepción...

Atnea agarró todos los papeles como pudo porque literalmente se lo arrojó en la cara y se marchó rápidamente hacia otro lado.

—Algún día lo mataré...

Su compañera rió bajo y le entregó otra hoja que no se había dado cuenta se le había caído.

—No... no lo harás.— le respondió con una sonrisa en su labios.— Anda... lleva, yo comprare algo para comer ¿Quieres que te compre algo?

Atnea sonrió y negó con la cabeza y se giró sobre sus talones para llevar esos papeles a recepción. Camina con rapidez al ver el ascensor comenzar a cerrarse, entrando justo a tiempo a la caja metálica.

Un suspiro de alivio soltó sus labios, al ver que ninguna hoja se cayó en el camino.

—¿Necesitas ayuda?

Los vellos de los brazos se erizan al escuchar la voz del vampiro. Esa voz melodiosa, con ese tono encantador que atrae a su presa. Atnea gira su cabeza, para encontrarse con unos ojos ocre brillando de inocencia en frente suyo, que la miraban expectantes por una respuesta.

—Ammm...— Atnea no podía responder, no podía hablar al tener el aura tan brillante, como si la estuviera llamando, de su hermano en frente suyo. Además un nudo se le había formado en su pecho, al verlo más de cerca al muchacho, que tenia la misma apariencia, de su Aidan.

Que aunque hayan pasado años, y que haya crecido bastante, podía ver en esos ojos dorados, en ese rostro de adulto a su hermanito.

—¿Estás bien?— volvió a hablar el vampiro, preocupado por la humana, al verla pálida y ojos llorosos en esa mirada oscura.

—S-si, si... estoy bien...— susurró sonriéndole.

Ambos se quedaron mirándose fijamente, en donde Atnea quiso quitarse esa espinilla de duda que no la dejaba dormir en paz cuando las puertas del ascensor se abren de repente.

—Este es mi piso.— habló el vampiro, sonriéndole en donde se bajó, dándole una sonrisa amable.

Atnea mordiéndose el labio inferior con fuerzas y con su corazón encogerse  al ver al muchacho alejarse, bajó a último momento del ascensor, en donde claramente no era su piso, y caminó con pasos rápidos hasta el vampiro.

—¡Espera!— gritó causando que varias personas la miraran con rostro raro, que realmente a la hechicera no le importó, a ella solo le importaba que el chico pálido parara de caminar.— ¡Aidan!

El vampiro paró de caminar al escuchar su nombre salir de los labios de la humana, un sentimiento de nostalgia le recorrió su cuerpo y un calor reconfortante creció en su pecho.

En donde ese vacío que había sentido desde que despertó, comenzaba a desaparecer lentamente... gracias a esa humana.

—Por las barbas de Odín... la costumbre de caminar rápido no se te ha ido con los años.— habló cansada, ya frente a él, que éste la miraba confundido.

¿Acaso le acababa de hablar como si se conocieran hace mucho?

—Yo... no me he presentado... la otra vez que nos vimos, me fui... lo lamento.— habló Atnea, aún con los papeles estorbando en sus manos y una sonrisa incómoda plantada en sus labios. Porque ahora, pensando con claridad, quería llorar, ya que no lo razonó tan bien... fue un impulso que la llevó hacia el, quería charlar con él, averiguar si la reconocía, ya que no había cambiado tanto desde la última que se vieron. Por lo tanto, decidió en estos segundos hacer una prueba de fuego.—  Soy... Atnea... Atnea Jason.

Sí, dijo su verdadero nombre.

Había estado mintiendo su verdadera identidad desde que llegó, pero no iba a perder la oportunidad de decir su verdadero nombre a la persona que creía ver y sentir a su otra mitad.

—¿Atnea?— preguntó confundido, en donde esos segundo fueron una esperanza para la hechicera al verlo pensar.— ¿Tu nombre es Atnea Jason?

La hechicera asintió con la cabeza, esperando alguna señal de que él la reconociera, aunque pensándolo bien... si al decir su nombre no dijo nada, entonces él no era su hermano.

O no la recordaba.

No sabía cuál de las dos era el peor.

—¿No te llamabas Atenea Clarckson?.— respondió con una sonrisa en sus labios, aplastando el corazón de la hechicera al escuchar esas palabras.— Ya que por lo que recuerdo... a mí sobrina le dijiste que te llamabas así.

Atnea con una mirada llena de tristeza, sonriendo con los labios sellados, respondió.

—Oh si, quería ver si estabas atento.— rió incómoda y cansada de la situación sobre su hermano, puso el peso de los papeles sobre su brazo izquierdo y movió la mano como un gesto sin darle tanto interés. En donde se sorprendió, al tener el agarre del vampiro sobre su mano y de lo frío que se encontraba su piel, como si fuese hielo. No se acostumbraba.

—¿Sucede algo?— preguntó la hechicera completamente confundida, al tener al vampiro agarrando su mano, que debía confesar que un escalofrío le recorrió por todo su cuerpo, al recordar la última vez que había estado con su hermano, ese día que decidió irse con Ancestral dejando su otra mitad en el bosque.

—Aidan...— lo llamó con cuidado, esperando conectar con esos ojos dorados.

—Yo...— susurró abatido, completamente confundido el vampiro, con una rara sensación en su pecho y puntadas fuertes en su cabeza.— Es muy linda tu pulsera...

El cuerpo de Atnea se tensó al escucharlo decir esas palabras, entendiendo con claridad que agarró su muñeca para observar la pulsera, la pulsera que hizo su hermano.

Que hizo él.

¿Podría ser que recordara su pulsera?

Con una sonrisa tensa en sus labios, habló.

—Gracias...— respondió, observando cada gesto que hacía su rostro, que con un fuerte impulso en su pecho, creyendo que no todo estaba perdido al ver su mirada confundida observando su pulsera, siguió hablando.— Era de mi hermano...

—Aidan.— Una tercera voz los sacó de su burbuja, mirando ambos en la misma dirección. Encontrándose a los ojos de Atnea, otro hombre, de cabellos rubios, ojos dorados como el oro y con un rostro preocupado, otro vampiro.— Ya terminó nuestro turno...

Atnea aplanó los labios, al ver que el vampiro soltaba su mano, sin apartar la mirada del hombre. El vampiro asintió con la cabeza hacia el hombre, y volvió su atención hacia la humana, en donde se sorprendió al ver su mirada triste sobre él.

—Nos vemos Atenea...— susurró con un fuerte dolor en el pecho, doliendole ver esos pozos negros llenos de tristeza.

¿Por qué se sentía así?

—Adiós Aidan...— susurró la hechicera, tragando el nudo de su garganta, viendo la espalda del vampiro desaparecer por los pasillos.

Suspiró con pesar, yendo esta vez a la recepción a entregar de una buena vez los papeles.

Mientras tanto, ambos vampiros salieron rápidamente del hospital, aún sintiendo Aidan un dolor fuerte en su pecho que incrementaba con los segundos que pasaban.

—¿Te encuentras bien?— preguntó el Cullen.

Aidan asintió con la cabeza, subiendo al auto del patriarca.

—¿Que sucede?— se animó a preguntar, decidiendo ignorar por ahora ese dolor.

—Alice tuvo una visión de Victoria.— habló Carlisle, saliendo ya del estacionamiento, acelerando para ir a su hogar.— Hoy a la noche estará por acá... mientras que Edward y Bella estén en Phoenex, nosotros intentaremos atraparla.

Aidan asintió con la cabeza, mirando a través del vidrio, queriendo quitarse esa duda que lo estaba comenzando a comer la cabeza.

Además que le dolía.

¿Como podía dolerle si es un vampiro?

Suspiró negando con la cabeza, intentando dejar de pensar, intentando quitarse esa humana de la mente.

Y de ese nombre que le dijo.

Atnea Jason.

Atnea.

Jason.

—¿Seguro que te encuentras bien?— volvió a preguntar, doblando ya en la entrada al bosque.

Aidan mordiendo su labio inferior, decidió preguntar.

Quitarse esa duda que lo carcome.

¿Por qué se le hacia tan familiar ese nombre?

—Carlisle... tú habías averiguado mi apellido biológico, ¿Cuál era?— preguntó, causando que el patriarca se sorprendiera al escuchar su pregunta. Desde que lo había transformado él nunca había preguntado por su apellido biológico o por algún pariente.

Aidan fue un caso realmente especial cuando despertó, el no recordaba nada de su pasado, aunque Carlisle supone que eso se debe al accidente de moto que tuvo, en donde la mayoría del golpe lo recibió en la cabeza ya que no iba con casco. Además el doctor Cullen, supone que si él se hubiera salvado, sin la necesidad de haberlo mordido, cree que fácilmente podría haber perdido la memoria.

Cuando terminó su transformación y despertó, solo sabía su nombre, nada más. Además, agregando algo más, solo tenia una fotografía que estaba en un muy mal estado en su billetera, en donde aparece él con tres hombres más, que fue donde supo que tenía amigos.

Amigos de la Reserva, ya que detrás de la foto, decía en letras chiquitas el lugar.

En donde con dudas decidió ir allí, a la Reserva para averiguar sobre su identidad, ignorando las voces del clan diciendo que no lo iban aceptar ya que era uno de ellos, uno de los fríos, enemigos de la gente Quileute.

Aidan no les hizo caso y fue allí, donde claramente casi pierde la cabeza al haber sido atacado por el último lobo que quedaba presente, que era uno de sus amigos. Que al verlo de esa forma, siendo un frío, lo echó de la Reserva.

Aidan con furia y tristeza al ver cómo uno de ellos, que creía que eran amigos, lo llamó monstruo, decidió irse de allí y quedarse con el Clan Cullen, en donde lo recibieron con amor y calor familiar.

Decidiendo desde ese día no ir nunca más a la Reserva ni saber nada de su pasado.

Y aceptar el apellido del clan, el apellido Cullen.

—¿Por que quieres saber?— preguntó Carlisle interesado, estacionando afuera de su hogar.

—Solo responde por favor...— respondió ansioso, sin poder quitarse esa sensación en su pecho.

—Tu apellido era Jason, Aidan Jason.— contestó mirándolo preocupado al ver el rostro sorprendido de Aidan, como si hubiera visto un fantasma.— Aidan, hijo, me estas preocupando...

—Aidan Jason...— susurró con la mirada perdida, viniendole más preguntas que respuestas.

¿Quien era esa tal Atnea Jason?

¿Pueden ser familiar?

¿Por qué la humana le dijo ese nombre?

¿Por qué cada vez que ve a la mujer le recuerda a alguien?

¿Ella era Atenea Clarckson o Atnea Jason?

Lo único que sabía era que su cabeza iba a explotar en cualquier momento de tantas dudas y emociones que lo desbordan.

Sin saber que muy pronto todas esas interrogantes se resolverán y esas emociones se calmarán cuando recuerde a su otra mitad.


















































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¡Por fin nuevo capítulo!

¡Aquí lo tienen!

¿Que les pareció?

¿Les gustó?

Falta muy, pero MUY poquito para que se reencuentren los hermanos.

¡Atnea ya sabe sobre el mundo sobrenatural! Ya sabe que existen los vampiros, y sabe que son los cambiaformas. ¡Y que el hijo de su amigo se transforma en un lobo!

Acá Bella ya sabe lo que es la palabra impronta, por lo tanto esa escena de la explicación quedará con mi hija, Atnea.

Para aclarar, Edward no pudo leer los pensamientos de Atnea, porque estaba en la dimensión espejo.

Después... ¿Que piensan de Aidan? ¿Ya entienden un poco el porqué no la recuerda? ¿Como creen que la recordará? ¿Cuál será el motivo que hará que la recuerde?

¿Y sobre el lobo que lo atacó? ¿Quién cree que fue?

Bueno... no se si nos veremos el próximo sábado o el otro.

Espero que les haya gustado.

¡Voten, comenten y compartan!

Para mis lectores de ALPHA, ya está PUBLICADO la segunda parte, se llama DECISION , vayan a darle amor.

Bueno... cuídense, quédense en casa.

¡Las amo!

Besitos.

~M.

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