Capítulo 5. Sospechas y despedida.
Atnea exhaló con calma al ya estar seca, cambiada y calentita en su hogar. Sentada sobre uno de los sillones, con sus piernas flexionadas hacia su pecho y con una taza de café bien caliente en sus manos. Que fue gracias al portal que hizo en una zona alejada y vacía para llegar lo más rápido a su hogar y no morir congelada por manejar la moto. Que obviamente guardó la moto debajo del porche trasero.
Suspiró con la mirada perdida, al recordar que su mejor amigo había fallecido, y frustrada al no poder llorar su muerte.
Era algo que no lograba soltar.
No podía llorar.
Se había quedado sin lágrimas luego de la derrota que les dio Thanos, cuando perdió a su mejor amigo, a su hermano.
Pero la angustia y el dolor sigue quedando en su pecho, creciendo con los segundos, minutos, horas y días que pasa en el pueblo en donde nació.
Aún frustrada por no saber que fue lo que vio el hechicero supremo para traerla acá.
Volvió a suspirar, negando con la cabeza intentando relajarse y tratar de no pensar ni recordar.
-Por lo menos hoy salvaste una vida Atnea...- murmuró para si misma, bebiendo lo último que quedaba de su café.- Hiciste lo correcto.
Se levantó del sillón para irse a la cocina para prepararse un poco más de ese líquido caliente cuando escucha griterios afuera de su hogar. Confundida y con el ceño fruncido deja la taza sobre la mesita y se encamina hacia la ventana para ver cómo la muchacha que había salvado hace menos de media hora, entra a su hogar y el hijo de Billy Black patea con fuerza la puerta de la camioneta, causando que la hechicera saltara del susto. Siendo ellos los causantes del alboroto.
Se queda observando como el muchacho camina de un lado a otro, como un león enjaulado, notando gracias a su aura, la furia recorrer su cuerpo, pareciéndose como el fuego en una fogata, moviéndose brutalmente por el enojo. Hasta que desaparece de su vista, entrando a la casa.
Hace una mueca con sus labios, no gustandole para nada como es la actitud del muchacho y como entró a la casa.
Preocupada decidió salir y averiguar qué estaba sucediendo, con su celular en mano para llamar a la policía, aunque sea raro ya que es la casa del Sheriff Swan. No creía que el hijo de Billy Black sea alguien agresivo pero no todos se muestran como son. Además que hace menos de media hora lo conoció, no quería juzgarlo sin conocerlo pero al ver su actitud y su aura no deja mucho que pensar.
Agarró un abrigo y salió de su casa mientras se colocaba el saco y cerraba la puerta detrás suyo. Cruzó la calle y se acercó hasta el porche, subiendo los tres escalones, llegando a la puerta blanca. Apenas acercó su mano para tocar la puerta, ésta fue abierta de repente.
-¡Hola! ¿Buscas a Bella?
Atnea no podía hablar, no podía encontrar su voz, su cuerpo se encontraba tenso como la tanza de un arco, al sentir esa misma aura de la mujer pelirroja. Además de la clara similitud que tienen, piel pálida como un muerto, hermosa, apariencia de ser estatuas de mármol, pero que ésta a diferencia de la mujer, la persona en frente de ella, tiene ojos dorados como el oro, y puede que tengan esa aura de peligro pero que también hay un brillo blanco sobre ella.
Era raro.
Nunca se había cruzado a alguien como ella.
-¿Estas bien?- la voz angelical y melodiosa volvió a despertar a Atnea, que parpadeó y se volvió a concentrar en la mujer en frente suyo, que tenía apariencia de un duendecillo.
-Sisi, estoy bien.- se aclaró la garganta.- y si, busco a Bella.
-Pasa ella está en la cocina con el chucho.- la hechicera frunció el ceño confundida y dio varios pasos, adentrándose al hogar, con dudas. Estaba a punto de volver a salir afuera sintiéndose incómoda al entrar sin permiso de la dueña de casa, cuando la duendecilla le interrumpe.- soy una amiga.
Abrió la boca y asintió con la cabeza.
-Pasemos a la sala.
Atnea observaba con curiosidad el verla caminar como si estuviera danzando, apenas lograba escuchar sus pasos y se veía como si flotara con cada paso que daba.
-Por cierto... soy Alice, Alice Cullen.- se giró sobre sus talones de repente, causando que frenara de golpe. Al ver la mano que le extendía la chica Cullen, decidió corresponderle el saludo, sintiendo un escalofrío recorrer por su columna vertebral al sentir su piel helada y dura como el mármol. La hechicera ya sospechaba que era esa criatura llamada frío.- ¿Y tú nombre?
-Atenea Clarkson.- respondió soltando su mano y llevándosela al bolsillo de su abrigo.
-¡Vaya! Como la diosa griega.- sonrió radiante.- es muy bonito. ¿Porque tú mamá te llamó así?
-Alice déjala de molestar.- interrumpió otra voz, masculina y seductora. Los ojos de Atnea pararon hacia el muchacho y su respiración se atoró en sus pulmones al ver a un joven, igual de pálido que la duendecilla, hermoso y los mismos ojos dorados.
Pero su aura.
Su aura decía peligro pero que también lo sentía familiar.
Muy familiar.
-Lo siento...- hizo un falso puchero la duendecilla, al ver que ninguno de los dos apartaba la mirada, emocionada.- Atenea te presentó a mi tío...
》Aidan Cullen《
》Atenea te presento a mi tío, Aidan Cullen《
》Cullen《
》Aidan Cullen《
》Aidan《
》Aidan《
》Aidan《
-¡Deja de pensar en él Atnea!- gritó furiosa con ella misma, tironeando sus cabellos con fuerzas .- Él... el no...
》Su hermano... murió... a los 22 años...《
》Su hermano murió...《
》Murió《
Un grito de furia salió desde lo más profundo de su garganta, arrojando los papeles que tenía sobre la mesa de la cocina. Los papeles llenos de información sobre las leyendas Quileutes que se esparcieron sobre la mesa y que la gran mayoría cayó al suelo. Apoyó los codos sobre la mesa y tapó su rostro de frustración.
No había dormido por tres días, pensando en ese muchacho de ojos dorados y en esa aura tan familiar.
Familiar.
Esa aura lo conoce perfectamente, lo reconocería en cualquier lado, nunca podría olvidarse del aura de su hermano. Pero el shock al encontrarse con esas criaturas, las dudas le invadieron.
¿Los fríos eran realmente vampiros? Porque si... se ha leído cada maldito foro, cada página de historias, para encontrar una similitud con la descripción que daban las leyendas del pueblo. Hasta que luego de horas y horas detrás de la computadora, lo encontró.
Bebedores de sangre.
Vampiros.
Eran las mismas similitudes, las mismas características, con respecto a esas mujeres, ya no tenía dudas, los vampiros existen en este universo.
Que a decir verdad, si le hubieran dicho que los vampiros existen hace unos 50 años atrás se le hubiera reído en la cara, pero como se ha enfrentado peores cosas, como por ejemplo, los Chiaturis, que eran realmente criaturas extraterrestre horribles y gigantes.
¿Por qué debería sorprenderse por unos simples muertos vivientes inmortales que se alimentaban de sangre?
Inmortales.
La palabra inmortal significa 》la existencia indefinida o infinita que consigue superar la muerte*《 Por lo tanto, si lo piensa con calma, al recordar a ese chico... que en ese momento que sus ojos se cruzaron, su corazón latió con rapidez, había perdido su voz y sus manos comenzaron a sudar al escuchar ese nombre igual al de su otra mitad...
Su cabeza hizo click al instante.
¿Su hermano podría haberse convertido en un vampiro?
Ese muchacho que tenia la misma aura que su hermano, la misma apariencia a ella claramente en versión hombre y que justo tenia la apariencia de un chico de 22 años y no más...
¿Él realmente podría ser su mellizo?
¿Su otra mitad?
¿Él realmente no murió sino que se transformó en una criatura de la noche?
¿Que fue lo que realmente pasó ese día?
Ancestral había dicho que las auras de la personas son de diferente colores, no pueden ser iguales, ni siquiera de los gemelos ni mellizos su espíritu es igual.
Entonces... ¿Por qué dudaba tanto?
Por miedo.
Tenía miedo, miedo, terror a desilucionarse y que realmente su hermano estuviera 3 metros bajo tierra.
Un gruñido de frustración salió de los labios y se masajeó con fuerzas las sienes, realmente agotada con toda la información.
—Agh...— Miró a un costado y bufó molesta al ver que ya no le quedaba nada de café en su taza de Iron Man.
Rió divertida al quedarse observando su taza.
》Cuando vayas tómale una foto quiero ver si es tan hermoso como yo.《
Otra cosa que había descubierto en este universo, además de la existencia de los vampiros, es que los vengadores existen... pero en comics, en revistas en donde, leyó muy por arriba ese día cuando fue a buscar información de los Quileutes, la historia del gran Tony Stark.
Su vida, Pepper, la empresa, como todo empezó, la iniciativa vengadores... todo lo que él había vivido estaba plasmado en hojas llenas de dibujos de él.
Hasta los diálogos eran los mismos.
Y si, la primera vez que lo vió le dieron escalofríos y no pudo leer más, ya que era extraño leer la historia que ya viviste o viste en la televisión.
Porque si... Atnea conocía la vida de Stark, antes de conocerlo, siguiendo los rumores de los noticieros, de la pantalla televisiva.
¿Que creían? ¿Que se la pasaba leyendo los libros de magia encerrada en su habitación como Strange?
No, ella no es así.
A ella le encantaba saber lo que sucedía afuera del templo y siempre cuando se enteraba de algún chisme jugoso iba feliz a contárselo a Ancestral que éste fingía escucharla.
Sonrió al recordar esos tiempos. Tiempos en donde se la pasaba entrenando, leyendo los libros de magia, novelas, chusmerios, y dormía hasta tarde en donde siempre Ancestral la despertaba con agua helada.
Rió.
—Eras un hijo de perra Ancestral...— negó con la cabeza con una sonrisa platada en sus labios.— pero un gran maestro...
Suspiró mientras restregaba los ojos y se pegó varias cachetadas para volver a poner atención a lo que había descubierto.
—Entonces...— murmuró mordiéndose el labio inferior.— lo vampiros existen... mi hermano podría ser uno de ellos que podría ser ese muchacho... pero hay algo que todavía no me cierra...
》¿Que diablos son los cambiaformas?《
Suspiró.
Un suspiro de tristeza salió de sus labios al ver, desde el otro lado, la casa de dos pisos de su mejor amigo.
Mucha gente se encontraba entrando, siendo la mayoría de la Reserva, al hogar de los Clearwater para el funeral.
Funeral.
Si, había conseguido información y lo iban a velar en su casa, de manera tradicional. Atnea no podía quedarse en su casa sabiendo que se despedirían de su mejor amigo y ella estaba allí sin saludarlo por última vez.
Aunque él nunca supiese que era ella.
Su mejor amiga.
Mordió con fuerza su labio inferior y con varias respiraciones cruzó la calle hasta llegar en frente. Con sus piernas temblorosas subió los escalones y entró al hogar de su mejor amigo. Ya que la puerta se encontraba abierta para todas las personas que quieren despedirse del patriarca Clearwater.
Apenas estando en el pasillo, en ese pasillo que tantas veces su hermano y ella corrieron para ir afuera con Harry o en donde se encontraban con el niño e iban a su habitación, podía sentir todavía presente en toda la casa el aura de su amigo.
El aura cálida y amarilla de su amigo.
Con sus manos hecha puños temblando de los nervios y conteniendo las ganas de llorar, comenzó a observar a su alrededor, viendo que había cambiado bastante la última vez que visitó.
Bueno... habían pasado años, eso era obvio.
Paró de caminar al llegar a la sala en donde varias personas la vieron con ojo crítico. Cosa que le molestaba bastante era que la gente de la Reserva, si no sos un Quileute te miran y te critican como sino te dieras cuenta.
Decidida, observando rápidamente el lugar, giró sobre sus talones y caminó hacia la parte trasera del hogar, en donde allí por lo que tenia entendido lo velarían a cajón cerrado. Chocando contra la dura realidad, al ver varias sillas y personas tomando café, charlando entre ellos en murmullos y otros saludando, en un extremo, una última vez a Harry Clearwater, en donde al lado de éste se podía apreciar una foto de él.
Sonrió con tristeza y se acercó hasta el cajón. Estando en frente de él, colocó su mano sobre éste, sintiendo a través del cajón, como ya su aura no se encontraba más.
—Has vivido una gran vida...— murmuró conteniendo el nudo en su garganta.— tienes dos hijos maravillosos y una mujer de hierro.— apartó la mirada del cajón y miró más allá, hacia la mujer de cabellos negros largos, de ojos mieles llenos de dolor, piel canela y una sonrisa llena de tristeza que aunque se encontrara en pedazos, no se derrumbaba por sus hijos.— si... una hermosa familia, pero te fuiste temprano... no era tu hora mi querido amigo.
》Estoy segura que no lo era... pero, me pone un poquito feliz al saber que pude verte una vez más y ver la hermosa familia que formaste, aunque tu no supieras quien soy...《
—En donde sea que estés... en otra dimensión, espero que vivas muchos años más y que seas tan feliz como estuviste aquí, mi querido amigo...
—Hola...
Suspiró con su labio inferior temblando y rápidamente llevó su mano hacia su rostro para limpiar esa lágrima traicionera que escapó y giró sobre sus talones para encontrarse con la mujer de Harry y una muchacha igual que la esposa, debiendo ser su hija. Que la primera la miraba confundida y con su ceño fruncido adornando en su rostro, y la otra seria e intimidante.
—Disculpa pero...
— ¿Quién eres?— interrumpió la muchacha, pudiendo notar Atnea como el aura de la niña, de un color anaranjado se movía con violencia hacia arriba, enojada, también empezando a notar esa magia característica de los Quileute.
—Leah.— le regañó la mujer.
—No, está bien...— interrumpió moviendo sus manos con nerviosismo.— Soy Atenea Clarkson... y seré su nueva vecina dentro de poco...
Si, Atnea había comprado al final su casa, la casa en donde vivió sus mejores momentos de la infancia, junto con su hermano y sus amigos.
—¿Tú eres la muchacha que compró la casa?— preguntó intrigada la mujer y con un brillo especial en sus ojos, cosa que hizo confundir a la hechicera que asintió con la cabeza como respuesta.— Mi esposo Harry me contó que había alguien que estaba interesado en esa casa... una muchacha...
》Me dijo que cuando la vió, sintió como si la conociera, como si hubiera visto a su amiga de la infancia... 《
—Mamá...— interrumpió la muchacha, llamada Leah, al ver cómo su madre agarró las manos de la joven, apretandolas con cariño.
—El se sintió tranquilo y tan feliz ese día, era como un hombre nuevo... fue como si hubiera vuelto...
—A ser un niño...— interrumpió Atnea con un nudo gigante en su garganta que se obligó a no sollozar al escuchar esas hermosas palabras.— Debe haber querido mucho a su amiga... lo vi en el diario que la niña desapareció...
—Si...— susurró con dolor la mujer.— es algo que quedó grabado como fuego aquí en la reserva...
》A Harry le afectó bastante ya que era muy buenos amigos... él siempre me contaba anécdotas de ella y su hermanos mellizo... que también falleció hace bastante...《
—Espero que mi Harry en donde sea que esté... se encuentre con sus mejores amigos...
Atnea sonrió con tristeza cayéndole como un balde de agua fría esas palabras, que ni siquiera logró contestarle solo asintió con la cabeza soportando el dolor en su corazón.
—¿Por qué está aquí?— murmuró con dolor y odio en su voz la hija de Harry, viendo en la misma dirección de la muchacha, encontrándose con el grupo de chicos 》Sin camiseta《 siendo liderado por el muchacho que vio aquella vez en la playa, en donde había dicho sobre Harry.
—Leah no seas así...— le regañó su madre, para girar su rostro y mirar a la hechicera.— Soy Sue Clearwater y ella es mi hija Leah, lamento no haberme presentado antes... será un gusto tenerte como vecina pero ahora debo... ir y...
—Esta bien...— interrumpió dándole un suave apretón a la mujer, en la cual todavía estaban agarradas de las manos.— ve...
Sue sonrió y se marchó hacia el interior de la casa, vió a su costado a la hija de Harry mirando hacia aquel muchacho que estaba también acompañado por la muchacha de la otra vez, decorada con unas trenzas y un rostro lleno de tristeza. Los ojos de la hechicera notó como la mirada de la niña se transformaban en furia, y su aura incrementaba con los segundo que pasaban.
Hasta podía sentir como su piel se calentaba con los segundos que pasaban.
Preocupada le habló.
—Se que es difícil... pero no tienes porque estar aquí soportando este ambiente, cuando puedes estar adentro en tu casa...— aplanó los labios dudando si poner su mano sobre el hombro o no, decidiendo a último momento no.— Nadie te debe decir como llevar el duelo...
Los ojos negros de Leah la miraron con enojo pero muy en su interior con tristeza y, sin responderle se marchó hacia el interior de su hogar.
—¿Atenea?
La morocha apartó la mirada por donde se había marchado la hija de Harry y los clavó en la persona en frente suyo. Encontrandose al muchacho, alto, de cabellos negros, cortos, piel rojiza y esa sonrisa moja bragas otra vez adornando en sus labios.
—¿Paul? ¿Cierto?— frunció el ceño intentando recordar el nombre del muchacho.
—Así es preciosa...— respondió con un guiño, coqueto.
Atnea lo miró con su peor cara al escuchar esas palabras en donde estuvo a punto de lavar esa boca con jabón cuando alguien más la interrumpió.
—Vuelves a llamarla preciosa una vez más y te la verás conmigo Paul.
El cuerpo de Atnea se tensó al escuchar esa voz. Sin entender muy bien esa mezcla de sentimientos que revolotean en su interior y más al sentir ese nudo en su estómago que se aprieta al sentir su mirada sobre ella.
Tragó saliva, nerviosa y giró su rostro encontrándose con esos ojos negros como un pozo sin fondo, una vez más. Esa mirada que la hace temblar, que la hace sentir como una adolescente con hormonas alborotadas.
Y eso le molestaba.
—Hola Atenea.
Una tercera voz la sacó de ese choque de mirada que estaba teniendo con el niño, encontrándose en frente suyo, más abajo, a su amigo sonriéndole divertido que era llevado por su hijo.
—Oh... hola señor Black.— carraspeó intentando que sus mejillas dejen de calentarse e ignorando todavía la pesada mirada del menor Black.
—Vamos Atnea, ¿Que diablos te pasa?— se regañó mentalmente.
—Puedes llamarme Billy...— le respondió con una sonrisa y manos cruzados sobre su regazo.— Es bueno volver a verte... ¿No es así hijo?
Atnea clavó su mirada en los ojos del Black, viendo como el rostro del niño comenzaban a decorarse de un rojo carmin en sus mejillas y llevaba una de sus manos detrás de su nuca, síntoma de estar nervioso.
Causando que la hechicera sonriera al verlo así.
—Papá...— le regañó.
—Si... olvídense de mí.— interrumpió infantilmente el muchacho.
—Oh... ¿todavía estás aquí?— preguntó burlona la hechicera en su dirección, causando que pequeñas risas salieran de los labios de Billy y su hijo.
Paul bufó molesto y se fue, dejándolo al trío en paz.
—Es bueno volver a verlo Billy... lástima las circunstancias.— le respondió con una sonrisa triste en sus labios.
La mirada del Black oscureció y asintió con la cabeza lentamente.
—Si...— susurró.— ¿Me dejarían estar a solas...
—Oh, sisi... por supuesto, debes despedirte de Harry.— respondió que se corrigió inmediatamente al notar que dijo su nombre.— es decir... al señor Clearwater...
—Tranquila muchacha...— respondió con una mini sonrisa en sus labios.— Jacob, no la dejes sola a la señorita, yo...— respiró hondo y exhaló mirando detrás de Atnea, en la dirección del cajón.— yo me despediré de mi amigo.
Atenea se corrió a un lado, dejando que Billy se acercara solo, hacia su amigo. Que sin darse cuenta se había colocado muy cerca del hijo de Billy, sintiendo el calor corporal ardiente del muchacho.
—Amm... ¿Quieres café?— preguntó tímidamente Jacob, que Atnea asintió con la cabeza sin entender esos nervios en su estómago.
Ambos le dieron la espalda al mayor Black, dándole privacidad y caminaron hacia una mesa llena de vasitos blancos y varios termos con contenido caliente. Atnea agarró uno de los vasitos viendo si estaba vacío cuando se sorprende que el hijo de Billy le comenzara a servir café caliente.
—Amm... gracias.
—De nada.— sonrió con todos sus dientes causándole ternura a la hechicera.
Se habían quedado en un silencio bastante incómodo en donde Atnea decidió cortarlo.
—¿Cómo esta tu amiga? ¿La hija del Sheriff Swan?
El rostro de Jacob se transformó por completo. Un rostro lleno de furia y odio.
—Se fue a ver a su estúpido ex-novio...
La hechicera lo miró con curiosidad.
—¿Te gusta verdad?
—¿Qué?
—Que te gusta Bella.— sonrió divertida, ignorando ese malestar en el pecho.
—No...— contestó inmediatamente.— bueno... no lo sé, estoy confundido.
》Apareció alguien más en mi camino, causando que no pueda dejar de pensar en ella...《
El cuerpo de Atnea tembló al tener esa mirada oscura sobre ella. Su corazón comenzó a latir con rapidez y sus mejillas se calentaron con tan solo imaginar que ese alguien fuese ella.
Agitó la cabeza, sacándose esos pensamientos y se concentró en tomar un poco más de café, mirando de reojo como el niño Black sonreía de lado, como si supiera algo que ella no.
— Escuché por ahí... ¿que te mudarás a la Reserva?
Atnea tragó el café, sintiendo ese liquido caliente recorrer su garganta y miró con ojos curiosos al niño Black, ignorando esas hormonas alborotadas.
—Si... compré la casa de al lado...— murmuró acariciando el vasito, intentando que sus manos no se congelen.— pero todavía no se muy bien que hacer...
》Ese lugar me da escalofríos... además que es demasiado tedioso hacer la mudanza 《
—Bueno... si necesitas ayuda, no dudes en llamarme.— le guiñó el ojo, con una sonrisa de lado, causando que Atnea frunciera el ceño confundida por la actitud del hijo de Billy y por el remolino de sensaciones que le provocó en su interior con solo eso.
¿Que diablos le pasaba con el hijo de su amigo? ¿Por qué sus hormonas se alborotan con solo una simples sonrisas? Estaba demasiado confundida, nunca le había pasado esto pero de algo estaba segura... no estaba mentalmente bien para conocer a alguien.
Ni mucho menos con alguien menor a ella.
—¿Cuántos tienes?— le preguntó, terminando de un tirón su café.
Jacob arrugó el entrecejo y respondió dudoso.
—16 años...
Atnea hizo una mueca con sus labios.
—Vaya... pareces más grande.— comentó causándole al mini Black una sonrisa.— en cambio yo si parezco alguien de 23...
Jacob tragó saliva al escuchar la edad de su impronta sin poder creérselo. Pero su rostro se frunció al ver la mirada que le dedicaba a él, una mirada de lástima, una de tristeza.
—Bueno... me iré yendo.— giró sobre sus talones y dejó el vaso sobre la mesa.— Fue un gusto verte Jacob.
El hijo de Billy Black se quedó estático, congelado, al sentir los labios de la hechicera sobre su mejilla izquierda, que Atnea al darse cuenta de lo que había hecho, sonrojada hasta las orejas tartamudeó varias palabras atropelladas, ganándose una sonrisa ladina por parte de Jacob, que la hechicera con las hormonas hasta el cielo, susurró un bajo adiós y se marchó lo más rápido que sus pies podían.
Atnea no podía entender porque había hecho eso, fue como si alguien la hubiera tironeando hacia él. Mientras que Jacob, sonreía de oreja a oreja al haber sentidos esos labios sobre su piel.
Esa noche, los dos soñaron uno con el otro.
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¡Hola! ¿¡Como están!? ¿Como los trata la cuarentena?
Por favor cuídense mis amores, acá en Argentina hay cuarentena obligatoria y la gente no lo está haciendo, son una mierda.
Recuerden lavarse las manos, con agua, jabón o alcohol en gel. Toser en el pliegue del codo, desinfectar todo, no llevar las manos a la boca, ojos ni nariz.
Y no salgan de sus casas.
Cuidemonos entre todos <3
¡Bueno ahora sí!
¿QUE LES PARECIÓ EL CAPÍTULO?
¿QUE PIENSAN DE AIDAN CULLEN?
Les debo decir, este capítulo iba a terminar diferente pero decidí escribir el velorio de Harry.
¿Que les pareció?
Se que fue una caca el momento entre Jacob y Atnea, me tendrán que tener paciencia sobre escribir la relación entre ellos. Se me complica demasiado, ya que no quiero que sea tan repentino.
Espero que les haya gustado <3
¡Voten - comenten - compartan!
¡Muchísimas gracias por las 5 mil lecturas!
¿¡NO ES HERMOSO EL MOODBOARD QUE ME HIZO scvmander!? Es precioso, todos los créditos a ella, me encanta <3
▶️Pasen por Coffee - Carlisle Cullen, Galletas - Jasper Hale y Labiales - Rosalie Hale, lo encontrarán en mi perfil.
Las amo.
Besitos.
~M.
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