Capítulo 3. Viejos reencuentros.
Habían pasado dos semanas desde que llegó a Forks, en donde logró entrar a trabajar como enfermera en el único hospital que hay en el pueblito.
Suspiró, bajando de la moto y entró al hospital yendo al sector de los baños para cambiarse de ropa y ponerse el ambo* de color azul. Luego de cambiarse fue hacia su casillero, y dejó su bolso y su ropa y por último se miró en el espejo y se hizo una coleta alta para luego dirigirse a recepción del hospital y comenzar a trabajar.
—Hola Amber, ¿A quién tengo que visitar primero?
—Hola Atenea...— le sonrió la recepcionista, revisando una hoja.— Debes ir a la guardia... necesitan gente allí.
Atnea le sonrió y se marchó hacia donde le había indicado su compañera de trabajo.
Media jornada había pasado, luego de haber atendido a la mayoría de los pacientes. Se encontraba en su descanso, por lo tanto estaba en el buffet del tercer suelo, sentada en una mesa apartada, comiendo un sándwich de jamón y queso y tomando una lata de coca-cola mientras leía las fotocopias que había impreso la noche anterior.
Fotocopias, llenos de información sobre lo sobrenatural.
Información sobre las leyendas.
Leyendas Quileutes.
En donde podía claramente confirmar que la magia se encontraba en Forks. Pero principalmente en la gente de la tribu de la Reserva, como los chicos que vió en la playa el otro día.
Sus auras cálidas y llenos de magia.
Todavía no podía entender muy bien que eran, la información era limitada por el año en que se encontraba y eso le dificultaba bastante. Esta bien, estaba en el año 2005 y si, ya estaba el internet y todo ese rollo pero si estuviera en el 2017 lo habría conseguido bastante rápido, o hasta habría robado la tecnología de Stark para buscar información.
Pero también el problema radicaba, y no solo en el año, es que las historias se contaban a través del habla, en el boca a boca y la persona que ha escrito esta información sobre las leyendas Quileutes, seguro lo escribió con la mitad de la historia siendo información verdadera y la otra llenas de mentiras.
Restregó sus ojos del cansancio y observó lo único que había resaltado de un color celeste, que fueron dos palabras, cambiarformas y fríos.
—Cambiaformas... ¿De qué? ¿En qué se transforman?— pensó mordiendo su labio inferior.— ¿Fríos? ¿Que son?
Quiso gruñir de la frustración pero se contuvo al notar varias miradas de desagrado hacia ella. Por alguna rara razón, la gente la miran de esa manera desde que pisó el pueblo causando molestia en su interior.
—Solo ignóralos Atnea...— susurró bebiendo lo último de su coca -cola para luego seguir leyendo.
Luego de una larga jornada de trabajo, de escuchar las quejas de la mayoría de los pacientes sobre la falta del gran Doctor Cullen en la instalaciones, y de haber leído toda la información, llegó a su casa de un piso y de color gris, que compró con el dinero que tenía y claro... un poco que le dio Stark.
—¡Hola Señorita Jason!
Atnea giró su cabeza y miró al Sheriff Swan saludandola con un brazo levantado. La bruja sonrió y con un gesto de mano, correspondió su saludo y entró a su casa.
Si, era la vecina de enfrente del Sheriff Swan.
Por lo que había escuchado, es un hombre soltero, divorciado y que tiene una hija que está intentando salir de la depresión porque su novio la dejó.
Difícil.
Suspiró y dejó su bolso arriba del sillón de su living, para irse al sótano que tiene su hogar y entrenar. Luego comería.
Abrió la puerta con la llave que estaba guardado en un cajón del escritorio que se ubicaba al lado de la entrada, y entró.
Bajó tres escalones y observó la habitación oscura y típica de un sótano. Respiró hondo y llevó sus manos a la altura de sus pechos e hizo movimientos con sus dedos, sellos sagrados, saliendo chispas doradas de sus manos causando que el lugar cambiara radicalmente.
Como espejos rompiéndose.
En donde antes se podía apreciar, un cuarto chico, oscuro, con muy pocos muebles y estantes, ahora se veía un cuarto gigante, iluminado con varios focos de color blanco, un suelo de madera, varios estantes con libros de magia, y por último herramientas y armas que trajo del templo de Nueva York.
—Bueno... es hora de entrenar.— dijo con una sonrisa, moviendo sus dedos de tal forma que logró que su vestimenta cambiara al uniforme gris que usó Strange la primera vez que lo vió.
Luego de cuatro horas de arduo entrenamiento, estirando sus músculos de sus extremidades lastimadas y de haber invocado armas con sus sellos, decidió parar para comer algo.
Su estómago ya le estaba rogando.
Por esa razón, antes de salir del sótano, volvió a mover sus dedos de tal manera que logró que la habitación de entrenamiento volviera a ser un sótano normal.
—Bien hecho Atnea...— se felicitó ella misma y salió. Agarró la llave y cerró para luego irse al baño y darse una ducha rápida para poder comer tranquila, con sus cuerpo relajado.
Atnea no sabía muy bien porque se encontraba allí.
Pero ahí estaba.
En la Reserva Quileute.
Parada en frente de su antigua casa.
Esa casa de dos pisos, de color azul en donde vivió sus diez cortos años de existencia.
Una mueca de tristeza salió de sus labios al ver, lo desgastado, lo lúgubre y el ambiente de tristeza que brinda su antiguo hogar.
—Esto fue una mala idea...— susurró para ella misma, negando con la cabeza, hasta que vió a un extremo de la vieja serca que cubre la entrada de la casa y que divide los límites con las de sus vecinos, un cartel que dice...
》Se vende《
Si, por era razón fue hasta allí.
Cuando estaba comiendo, leía el diario del pueblo sin darle tanta importancia hasta que vio una foto de su antigua casa y el siguiente título.
》Se vende casa del terror.《
Eso logró confundirla y más al leer el nombre del titulo que le pusieron. Hasta que al leer la descripción, entendió el porqué lo llamaron así.
》Se venderá la casa del terror, la casa en donde se vió por última vez a Atnea Jason, la niña de 10 años, que desapareció el 17 de septiembre de 1950.
La policía del pueblo de Forks ha hecho lo imposible buscando su cuerpo, hasta habían culpado a sus padres de su desaparición o del secuestro.
Nunca se ha podido resolver este horrible caso, no ha habido ningún indicio de la nena, nada de ropa, ninguna de las personas la han visto y ni siquiera se encontró un cuerpo en el bosque, era como si la tierra se lo hubiera tragado.《
Atnea no pudo seguir leyendo más la noticia, y dejó a un costado el diario. Nunca había pensado sobre lo que habia sucedido con ella luego de haberse ido, ni la excusa que habrá puesto su hermano para que no sospecharan de él sobre su desaparición.
Suspiró, masajeando sus sienes.
Algo en su interior le decía que vaya hasta allí y viera su antiguo hogar.
Y por esa razón, la hechicera se encontraba allí.
Despidiéndose como lo hizo con sus familiares.
Porque aunque la mayoría de las veces que vivió allí fueron experiencias malas, también tuvo muy pocos recuerdos buenos... como por ejemplo su vecino...
—¿La podemos ayudar en algo?
La voz grave de un hombre llegaron a sus oídos, sacándola de sus pensamientos. Giró su rostro hacia la izquierda, para encontrarse a un hombre en sillas de ruedas, piel rojiza, cabellos negros largos junto con un sombrero, y de unos ojos negros como el carbón. Luego su mirada paró hacia el hombre que lo acompañaba, este era alto, un poco más viejo que el señor en silla de ruedas, hasta podría tener su edad, claro la edad de 77 años. Canoso, con una mirada seria e intimidante de igual mirada oscura.
—Sus auras... se me hacen conocidas.— pensó.
—Oh... hola, estoy bien...— se giró hacia ellos dos y les sonrió.— Solo vi en el diario que están vendiendo esta casa.
Los ojos de Atnea vieron como los cuerpos de ambos hombres se tensaron al escuchar sus palabras y tampoco le fue desapercibido como sus miradas oscurecieron de tristeza.
—Si... la venderán.— respondió el hombre alto.— ¿Esta usted señorita interesada en comprarla?
Atnea abrió la boca, dudando por varios segundos en responder.
La pregunta era... ¿Por qué dudaba?
—No lo se...— respondió con una mueca en sus labios.— Leí en el diario que pasó algo terrible en esta casa.
—Si... una niña de 10 años desapareció... vivía aquí.— habló con tristeza el hombre en silla de ruedas, mirando la casa con dolor en sus ojos.— Nunca la han encontrado... fue como si la tierra se la hubiera tragado... es muy triste.
》Sus padres jamás dudaron en buscarla, la buscaron por mar y tierra pero no lo lograron... Los dos murieron sin saber lo que sucedió con ella... Bueno, ahora deben estar juntos.《
—¿Así que me buscaron? Ellos... ¿realmente se preocuparon por mí?— pensó con tristeza.
—¿Cómo se llamaba la niña?
—Atnea Jason.— respondieron los dos.
—¿Y que hay de su hermano?— preguntó inconscientemente que quiso morderse la lengua al ver las miradas confundidas de los dos.— Leí en el diario que tenia un hermano...
—Mellizo.— volvió a hablar el de sillas de ruedas.— Él le afectó su desaparición, más que a nadie... pero no lo demostró nunca.
》Nosotros intentábamos que las cosas fueran como antes... para ayudarlo, despejar su mente y esas cosas...《
—Lo que si... nunca olvidaré lo que siempre hacia.— hizo un silencio.— iba al bosque solo... y repetía la misma frase.
》Siempre te esperaré en donde seas que estés.《
—Vaya...— fue lo único que logró decir, tragando con dolor el nudo que se formó en su garganta al querer llorar al escuchar la misma frase que estaba escrito en su lápida.— ¿Él...
—Murió.— respondió cortante el de sillas de ruedas, que causó que Atnea frunciera el ceño al sentir un toque de asco y odio en su tonada.— Murió a los 22 años por un accidente en la ruta.
—Que triste...— murmuró.— murió joven.
—Si...— ambos respondieron vagamente que causó que Atnea los mirara con desconfianza.
—Muchas gracias por la información.— hablo de vuelta después de estar varios segundos en silencio.— Veré si la compraré.
—Seria bueno tener un alma joven en la Reserva.— habló el señor canoso, causando que una sonrisa de lado saliera de los labios de Atnea.
— Si... joven.— pensó divertida.
—¿Como se llama muchacha?— preguntó el de silla de ruedas.
—Oh soy... Atenea, Atenea Clarckson.— mintió.
—Mucho gusto en conocerla.— volvió a hablar el del sombrero que le tendió la mano.— Soy Billy, Billy Black.
Atnea sonrió y que correspondió el saludo.
—Y yo soy Harry, Harry Clearwater.— se presentó el otro hombre.— y si llegas a comprar la casa... seremos vecinos.
A la hechicera le brillaron sus ojos al escuchar esas palabras, y su pecho se infló de felicidad al darse cuenta del por qué ya conocía esas auras.
Había estado hablando con sus amigos de la infancia.
<><><><><><><><><><><><><><><><>
¡Hola! ¡Aquí nuevo capítulo!
¿¡Que les pareció!? ¿¡Les gustó!?
A mí me encantó escribirlo.
Estoy muy inspirada y emocionada con esta historia espero no bloquearme.
Espero que les haya gustado.
¡Gracias por las dos mil lecturas!
Voten, comenten, compartan.
¡Nos vemos!
Las amo.
~M.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro