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Wilbur observaba la nieve en las calles mientras caminaba hacia la estación del tren sin preocupaciones, su mamá estaba ocupada con los regalos de navidad entonces tardaría en darse cuenta de que se había escapado para ir a su lugar favorito, la estación de tren.

Normalmente esos lugares estaban infestados de gente y ruido, personas corriendo por no medir su tiempo y llegar tarde, niños llorando y sus padres regañándolos o intentando calmarlos, amigos conviviendo y riendo como si fueran los únicos ahí, un lío; pero había un momento donde todo eso se reducía notablemente o incluso desaparecía y era en ese horario cuando Wilbur iba para relajarse cada que acompañaba a sus padres de compras.

El centro comercial nunca tenía un descanso de todo eso y era incluso peor, Wilbur no soportaba mucho tiempo en ese infierno entonces venía para evitarse todo eso. El pequeño niño se sentó en una de las bancas y sacó su cuaderno de pauta para realizar los ejercicios que el maestro le dejó para comenzar a entender la música de una manera más seria pero escuchó a alguien hipeando lo cual lo distrajo.

Buscó con la mirada al culpable y se encontró con un niño casi de su edad en una de las esquinas abrazándose a sí mismo mientras temblaba de frío pues llevaba puestas cosas muy ligeras para ese clima, se sintió mal pues incluso cuando él estaba bien abrigado sentía un poco de frío y no se imaginó como estaría el pobre, se acercó en silencio y tocó el brazo del desconocido sacándole un susto haciendo que alzara su cabeza como reflejo para saber quien le llamaba. Se notaba que llevaba un tiempo llorando por sus ojos hinchados y las lagrimas secas que se mezclaban con nuevas en su rostro.

Lo único que podría cubrir al pobre chico de ese clima era un gorro blanco con unas alas amarillas que tapaban sus orejas que resaltaba por su cabello negro, al castaño le pareció adorable. — ¿Tienes frío? — el niño asintió en silencio mientras intentaba calmarse, Wilbur se quitó rápidamente la bufanda que llevaba y se la colocó con cuidado pero al parecer no fue suficiente.

Pensó en otras formas de darle calor al pobre chico ¿que hacía su madre cuando él tenía frío? abrazarlo era mucho considerando que era un extraño y no tenía dinero para comprarle un chocolate caliente, tal vez... Dudó un poco pues no sabía si el desconocido se sentía incómodo con el contacto físico como él pero al final optó por tomar las manos del azabache para frotarlas cuidando de no ser muy brusco. El niño solo miraba las manos del castaño agradeciendo esa acción pues ya no las sentía del frío, pero por más que lo intentaba no podía dejar de llorar, tenía miedo y el resto de su cuerpo aún estaba helado, no conocía a nadie y había olvidado el camino a su casa.

Wilbur de repente recordó que había visto a gente dando de esas almohadillas de gel que se calentaban, eso debería servir. — ¡Quédate aquí! Ya sé que hacer. — lo soltó y salió corriendo.

Fue hacia el parque que quedaba en medio de la estación y el centro comercial en busca de las personas, dio muchas vueltas pero no encontraba nadie y se frustró hasta que pudo ver a su madre a lo lejos, estaba preocupada y sabía que seguramente lo estaba buscando. Con pena caminó hasta ella, la pobre mujer soltó un suspiro de alivio al reencontrarse con su hijo y lo abrazó.

— ¡Wilbur! Cariño que te he dicho, no te alejes de nosotros es peligroso. — el castaño recibió un regaño de su madre como era de esperarse.

Wilbur no prestaba mucha atención a la mayor, tenía su mente ocupada con aquel niño ¿estará bien? Claramente no se veía que fuera así "lo dejé esperando y seguro ya se le congelaron las manos de nuevo"  pensó sintiéndose mal con cada minuto que pasaba. Las manos frías de su madre lo sacaron rápidamente de su trance formando una mueca en su rostro mientras se quejaba por aquella acción, no le gustaba nada que lo tocaran y menos con lo heladas que estaban sus manos.

— Mamá, conocí a otro niño. — la mujer lo miró con curiosidad esperando a que siguiera contando — Estaba temblando y llorando, yo le di mi bufanda pero siguió igual, le dije que esperara porque quería llevarle algo pero ahora no encuentro lo que quería darle ¿debería ponerle mi suéter también? —.

— Oh mi vida, entiendo que quieras ayudar pero no puedes simplemente regalarle tu ropa ¿con qué te cubrirás tú? — el menor miró al suelo pensativo, tenía razón — ¿le preguntaste porque lloraba o donde estaban sus padres? ¿te dijo su nombre? —.

Wilbur negó apenado dándose cuenta de que pudo actuar de una manera más lógica y ahora se encontraba más preocupado por el chico haciendo que su progenitora se contagiara de esa preocupación. Ambos decidieron volver al lugar donde sucedió todo pero el niño ya no se encontraba ahí, la mujer solo esperaba que sus padres lo hayan encontrado y ahora esté con ellos.

— Mum, ¿crees que encontró a sus padres? — ella asintió y le dijo "seguramente" — ¿se acordará de mi? —.

— La gente olvida fácil, pero al menos te recordará por un tiempo cuando mire tu bufanda — si no la perdió Kristin se guardó esas palabras para no desanimar a su hijo.

Wilbur se negaba completamente a eso, le había hecho un favor ¿como podría olvidarlo? sería muy grosero de su parte.

Mientras caminaban nuevamente al parque el castaño pudo reconocer aquel gorro peculiar de nuevo dentro del tren, sintió el impulso de correr hacia él pero sabía que su mamá no lo dejaría entonces simplemente se limitó a fijar su mirada en él hasta que saliera de su campo de vista. Un poco antes de que aquello ocurriera el azabache alcanzó a verlo, al percatarse de esto Wil se despidió agitando su mano con una sonrisa al notar que ya no lloraba y traía puesta la prenda que le entregó.

No, él lo recordará y un día iría a buscarlo para recuperar su bufanda, estaba seguro.

...

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