♡ Prólogo ♡
Las miles de luces que la decoradora de Maverick colocó en el extenso jardín de su mansión en Montreal parpadean sobre todos nuestros invitados. Sus amigos políticos y socios de negocios están aquí, incluso los que se han follado a mamá. Sus esposas, que han intentado poner sus garras sobre él, también, al igual que sus hijos, la gran mayoría de ellos estudiantes de la prestigiosa universidad en la que voy a comenzar a cursar mi pregrado en literatura en unas semanas. La atención de todos mientras cantan como un coro de la Iglesia cumpleaños feliz está en mí.
En cuánto darían por tener una hija, una hermana, una novia o una amiga como yo, con excelentes calificaciones y el nivel de belleza y carisma necesario para que nadie entre la élite recuerde mis orígenes al otro lado de las vías del tren. En cuán brillante soy por fuera, sonriendo para las decenas de cámaras grabándome mientras aliso la tela aterciopelada de mi vestido rosa, pero como es habitual nadie se fija en lo de adentro. En la mugre y la sociedad que empapan mis genes.
Nadie nota mis malas intenciones cuando mi madre, celosa de no ser el eje sobre el cual el mundo gira, retrocede y en respuesta a su ausencia me aprieto contra la figura masculina más cercana que encuentro en búsqueda de calor, la cual me abraza mientras canta para mí, saliendo de su zona de confort, y me mira con cálidos ojos azules.
─...cumpleaños, Heaven, cumpleaños feliz ─terminan, haciéndome aplaudir con emoción, sorpresivamente, no fingida.
─¡Muerde el pastel!
─¡Sopla las velas!
─¡Enseña una maldita teta! ─grita Matthew, mi vecino, haciéndome reír y a él también pese al golpe que su padre le da en el hombro por haberlo avergonzado delante del todos.
Complaciéndolos, menos a Matthew, me inclino hacia delante, cierro los ojos y pido un deseo mientras soplo las dieciocho velas de mi pastel con relleno de chocolate blanco, mi sabor favorito desde que tengo uso de razón y que mamá siempre olvida al regalarme caramelos de chocolate agrio, pero Maverick no, asegurándose por sí mismo que nuestra despensa siempre los tenga cada vez que vengo de visita. Una vez termino de murmurarle al universo mi más profundo y oscuro anhelo, me enderezo y sostengo el mango del cuchillo que una de nuestras empleadas me ofrece para cortar el pastel.
Cuando tengo mi porción y el servicio se ocupa de repartirle la suya a los demás, me dirijo al sitio en que mi padrastro se encuentra sentado hablando con sus socios de negocios, la mayoría de ellos japoneses que no se han levantado de sus asientos desde que llegaron porque disfrutan más de estar entre ellos. De lo que sea que estén hablando en japonés, se callan cuando me inclino sobre Maverick y beso su mejilla libre de barba mientras dejo mi pastel frente a él.
─Gracias por todo, daddy.
Me devuelve la sonrisa.
─Todo para mi princesa, Heaven.
Tras deleitarme un poco más con su expresión dulce, pero precavida y tímida, me separo de él y continúo disfrutando de la fiesta.
Es mi cumpleaños hoy, pero ninguno de los cumpleaños que he tenido antes ha significado un maní en comparación a lo que significa el día de hoy ya que hace dieciocho años mi madre me tuvo y hoy la ley decreta que soy libre de ella, de su nefasta presencia, y de estar con el hombre que he querido poseer más que a ningún otro.
Su esposo.
Mi padrastro.
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