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♡ Capítulo 5 ♡

Al día siguiente Naomi se va temprano a un paseo en yate con sus amigas. Me invita y en cualquier otro momento le habría dicho que sí para no levantar sospechas, en especial después de todo lo que sucedió ayer, pero rechazo su oferta bajo el falso pretexto de tener mucha tarea, la cual ya hice en el apartamento de Irina con ayuda de Sienna, porque no puedo resistirme a la idea de estar a solas en casa con mi padrastro.

Una vez veo el deportivo rojo de su mejor amiga, Audrey, alejándose de nuestra propiedad, me meto en la ducha. Me tomo mi tiempo bajo del agua exfoliando mi piel antes de afeitar los rincones de ella con vello, el cual es casi escaso. Ya fuera impregno cada centímetro con loción con aroma a vainilla y bloqueador solar. De mi armario escojo un bikini de dos piezas color lila de tiras: tres triángulos de tela cubriendo mi anatomía con bordes fruncidos que resultan adorables. Tras tomar una toalla blanca, un par de gafas oscuras y mi novela en proceso de lectura, bajo los escalones y me dirijo a la cocina. Maverick ya está allí. Se halla sentado frente al mesón con una sencilla camiseta blanca y bermudas, su cabello despeinado y mojado indicando que acaba de salir de la ducha. Corre todas las madrugadas por Pointe Claire, en compañía de Rasul, por supuesto, antes de encerrarse en su estudio o ir a una junta en Sinclair Corporation, inclusos los fines de semana. Más ahora que está obsesionado con terminar el nuevo proyecto que tiene entre manos.

─Buenos días ─saluda cuando me siento frente a él tras buscar mi propio tazón, leche y caja de cereal azucarado─. ¿Dormiste bien?

Afirmo y preparo la primera cucharada de él para llevarlo a mi boca.

─Muy bien, gracias ─susurro─. ¿Todo lo contrario a ti?

Maverick hace una mueca.

─¿Es tan evidente?

─Sí ─respondo con una sonrisa tras tragar, amando la experiencia crocante y dulce en mi boca. Solía ser cinco kilos más delgada. Desde que llegué a Quebec he aumentado de peso. La dieta del internado era muy estricta─. ¿En qué estás trabajando esta vez? ¿Puedo saber?

Niega, su expresión sumamente seria.

─No. Es un pedido que un cliente me hizo. Por lo tanto, la idea no me pertenece y es información confidencial. ─La tensión en mi cuerpo se libera cuando me sonríe de nuevo─. A menos que confíe en ti.

¿Lo haces?, quiero preguntar, pero temo tanto la respuesta, ser rechazada, que no lo hago, limitándome a asentir y a pasar a la siguiente pregunta.

─¿Cuándo tienes pensado terminarlo?

Maverick luce levemente sorprendido por mi desinterés, pero no lo demuestra más que por dos segundos. Tras tomar la última cucharada de su cereal antes de que se acabe, ladea la cabeza con ojos entrecerrados y responde.

─Si me visto todos los días con la misma ropa, me baño y como lo necesario, reduciendo mi sueño diario a cinco horas en lugar de ocho, llevo los nueve kilómetros que corro por las mañanas a cuatro y tu madre no me hace perder el tiempo en un montón de eventos sociales, espero haber acabado con ello para el viernes.

Arrugo la nariz.

─¿La misma ropa? Iugh, daddy.

Mave ríe.

─Tengo treinta y un camisetas blancas iguales, Heaven.

─Ah. ─Por supuesto que debía suponerlo─. Entonces te dejo continuar trabajando. ─Me levanto y me inclino hacia delante para tomar su tazón vacío, ante lo cual mi ritmo cardíaco se acelera por lo cerca que nos encontramos por un instante. Lo cerca que se encuentra mi pecho y parte de mi torso a su cara─. Lavaré esto para que puedas trabajar tres minutos más y luego pasaré el día en la piscina. Mamá no estará y no sé si el chef dejó algo preparado para hoy, así que puedo hacer el almuerzo y subirlo para que no pierdas diez minutos decidiendo qué comer y dos o tres bajando las escaleras y caminando hacia acá.

Maverick me sonríe tras levantarse.

─Solo espero que no seas como Naomi en la cocina.

─No lo soy ─le prometo a pesar de que no tengo ni idea, pues será la primera vez que realmente me esfuerce por preparar algo.

Mave no es un tirano y a final del día es quién paga las cuentas de los empleados de la mansión, así que a excepción de la seguridad, estos no trabajan los fines de semana. Siento sus ojos en mí hasta un par de segundos después de que me giro para caminar hacia el fregadero de acero inoxidable, pero al terminar y voltearme ya no está. Tomo mis cosas y salgo a la piscina. Me recuesto en la tumbona blanca que sé que puede ver desde la ventana de su estudio, las gafas cubriendo mis ojos, y leo, disfrutando del maravilloso día de primavera que hace y del sonido de la corriente del río que pasa frente a nuestro hogar antes de unirse al océano atlántico. Hasta hace unas semanas estuvo casi congelado.

Hasta que el hielo en él se fue derritiendo.


Me quedo dormida leyendo.

Me incorporo abruptamente cuando el olor de carne siendo asada llega a mi nariz, haciendo que abra los ojos y la incertidumbre de haberle fallado a Maverick y a mí misma me golpee. Todo eso cambia cuando lo veo sosteniendo una espátula tras la parrillera. Su cuerpo está cubierto con un delantal. Rasul está sentado en el uno de los puestos del juego de modernos y costosos muebles de mimbre oscuro y cojines blancos. Se levanta y se va, dejando de hablar con Maverick, cuando me ve acercarme a ellos.

A veces siento que no le gusto.

Pero luego recuerdo que no le gusta nadie, menos Mave, y lo olvido. Este sonríe cuando sus ojos azules se enfocan en mí, dándole vuelta a una hamburguesa que gira en el aire antes de caer en el asador con un sonido gracioso y chispeante que me hace reír.

─¿Dónde aprendiste a hacer eso?

─Cuando era adolescente trabajé en un McDonald's para cubrir el viaje a los Estados Unidos. El único gasto que mi beca no cubría ─responde y niega cuando me dirijo a la tabla para picar vegetales para ayudarlo─. Déjamelo a mí, Heaven, yo me encargo. No quedan como me gustan si dejo que otra persona me ayude, sin ofender.

Le ofrezco una mirada de disculpa.

─Perdón por haberme quedado dormida.

Agita su mano en el aire, restándole importancia.

─Llevaba tiempo queriendo comer hamburguesas que yo mismo hiciera ─dice, pero no le creo en lo absoluto y mi cara debe transmitirlo, puesto que sonríe de manera tranquilizadora─. No te preocupes, princesa. Sigue disfrutando de tu día en la piscina. Te llamaré cuando estén listas.

Separo los labios para protestar y obligarlo a darme algo en lo que ayudarlo, pero se me ocurre una idea mejor y asiento. Sin saber si me ve o no, camino en dirección al borde de la piscina y sumerjo mis pies en el agua a temperatura ambiente. Todavía no es verano, por lo que está un poco fría. Muevo mis caderas de un lado a otro a medida que bajo los escalones para sumergirme del todo en ella. Una vez estoy adentro, me inclino hacia atrás, empujando mi pecho hacia delante, para mojar mi cabello una y otra vez antes de simplemente flotar en la superficie con los ojos cerrados. Giro sobre mí misma y nado un par de veces antes de escuchar a Maverick gritar mi nombre, pero hago como si no lo escuché.

Abro mis ojos cuando su sombra me cubre.

Como pensé que lo haría, está de pie en el borde. Me mira desde arriba con el rostro sonrojado debido al calor de la parrilla. Su expresión es levemente irritada. Ya no lleva su delantal, pero sí dos platos sosteniendo un par de hamburguesas y papas fritas con queso.

No sabría decir qué luce más delicioso.

─Las hamburguesas están listas, Heaven ─gruñe─. Llevo cinco minutos llamándote, pero no escuchaste y ahora se están enfriando.

Le sonrío.

─Ya voy a la mesa, Mave.

Después de que asiente, se da la vuelta y camina hacia el juego de muebles en el que antes había estado Rasul. Me aseguro de que llegue a ellos antes de nadar hacia el borde contrario al que estaba, al cual me debería dirigir, y salir del agua apoyándome en él y alzando mi trasero. Cuando camino y lo alcanzo luego de ajustar mi traje de baño sobre mi cuerpo, descubro que ya no solo se ve irritado, sino enojado.

Furioso, en realidad.

─Espero que te guste ─dice antes de empezar a comer, puesto que me había estado esperando, y terminar tan rápido que ni siquiera puedo sacar un tema de conversación a colación.

La hamburguesa es estupenda e intento decírselo cuando se levanta y se dirige al asador y a la mesa junto a él para recogerlo todo, pero algo en su postura tensa me impide hacerlo u ofrecer mi ayuda. Mi abdomen se contrae debido a cuán sexy se ve estando molesto, pero dado que no sé cuál sería su reacción o si estoy lista para ella me obligo a mí misma a no sugerirle que me castigue con su cinturón, con la palma de su mano o con su pene en mi boca mientras sus manos se apoderan de mi cabello y me ahoga con él por haber tardado tanto en el agua.

Afortunadamente Matthew, nuestro vecino, escoge ese momento para aparecer después de caminar de su patio al mío. Tiene mi edad, pero se comporta como un adolescente de quince años y es la persona más sincera y genuina que alguna vez llegaré a conocer. Su autismo le impide contagiarse de todo aquello que pueda ser aberrante e hipócrita.

─Hola, señor Sinclair. Olí sus hamburguesas. ¿Quedan?

Maverick niega cuando lo alcanza.

─Hola, Mattew ─lo saluda con una sonrisa que sigue siendo tensa. A su favor, se está esforzando por dejar su ira hacia mí de lado y ser amable con él─. No, no quedan. Lo lamento.

─Ah, bueno ─responde Matthew─. ¿Puede hacerme una?

Contengo una risita cuando Maverick niega tras meditarlo.

─No, no puedo, tengo mucho trabajo ─dice antes de tomar el resto de las cosas que sacó de la cocina y ponerlo todo en el tazón de acero dónde lavaba la lechuga, yéndose y dejándonos a solas después─. Será para la próxima. Espero que Heaven y tú se diviertan esta tarde.

─Si no me prepara una hamburguesa, me cogeré a Heaven y a su esposa, señor Sinclair ─advierte Matthew, pero Maverick solo se detiene por un segundo antes de reanudar su camino hacia el interior de la casa, negando. Cuando entra, Matthew me mira fijamente. Es rubio, robusto y sus ojos marrones son hermosos. Lleva puesta la parte superior de su uniforme de hockey y vaqueros. Su condición no le impidió ser uno de los mejores jugadores del estado─. ¿Por qué está enojado? ─Frunce el ceño hacia mí─. ¿Por qué estás desnuda? ¿Quieres que te cojan?

Sí.

─Estoy usando un traje de baño, Matthew.

─Es un traje de baño muy pequeño.

─Deja de verme.

─¿Cómo? ¿Cierro los ojos?

Le arrojo una de mis papas fritas entre risas, la cual ataja y come.

Su lenguaje obsceno se debe en su mayoría a su padre, un cerdo sexista que solo ve a las mujeres como objetos, pero lo disfraza con trajes caros y comportamiento fino y amable en la superficie. Odia a Matthew por dejarlo en evidencia siempre, como en mi cumpleaños.

─¿Por qué mejor no cierras la boca? ─lo molesto golpeándolo levemente con el hombro cuando se sienta junto a mí─. ¿Cómo está tu madre? ¿Ya la ayudaste a limpiar el invernadero como prometiste?

A diferencia de su esposo, la mamá de Matthew, Sasha, es un amor. Una pequeña mujer delgada que está demasiado ocupada con sus flores y ayudadando a su hijo a sobrellevar la cruel sociedad en la que vivimos como para prestarle atención a las infidelidades de su esposo.

Matthew asiente.

─Sí. Ayer levanté todas sus macetas y ella barrió la tierra debajo de ellas. Todo quedó limpio. ─Me mira─. Un amigo vendrá a ver películas esta tarde. Dijo que invitara a algunas chicas si quería porque él me iba a ayudar a conquistar a alguien. ¿Quieres venir?

Le ofrezco una mirada dulce ante el sentimiento cálido que se instala en mi pecho.

─Matthew, no tenías que decir que ibas a conquistarme si querías hacerlo ─murmuro─. A pesar de que ya te dije que solo somos amigos cuando te expliqué por qué no puedes preguntarle a todas las mujeres que conoces si puedes ver sus tetas, estaría encantada de ir.

Arruga la frente.

─Creo que no me entendiste. Dije: mi amigo dijo que invitara a algunas chicas porque él me iba a ayudar a conquistar a alguien, pero no dije que fueras tú ─aclara, haciéndome alzar las cejas─. En realidad la pregunta es, ¿quieres venir y traer a tus amigas para que folle con ellas?

Pongo los ojos en blanco, pero me levanto.

─Iré a cambiarme, ¿puedes buscarlas?

Matthew afirma, metiendo y sacando las llaves de una de las Range Rover de su padre de su bolsillo. Robada, probablemente.

─Sí. Envíame las ubicaciones. ─Mira lo que dejé de mi hamburguesa con añoranza─. ¿Puedo...?

Afirmo, dándome la vuelta. Antes de entrar, sin embargo, lo miro.

─Si realmente quieres follar con alguna de ellas, no menciones las palabras coger, tetas, vagina, pene, ano, culo, sexo, trasero o follar hasta que sean ellas quiénes lo digan primero. Lo único que tienes que hacer es hacerlas reír y ser amable, Matt, como si hablaras con tu madre.

Su expresión se llena de confusión.

─¿Tampoco debo ofrecerles dinero?

Al pensar que ha visto a su padre hacerlo o que quizás este lo ha obligado a hacer cosas pese a la sobreprotección de Sasha, mi corazón duele por él. Porque no merece intentar comprender nuestro mundo.

Nosotros deberíamos ser quienes comprendan y aprecien el suyo.

Pero a veces las cosas no son como deberían ser y luchar porque sean de la manera correcta solo causa dolor que no todos podemos soportar, así que lo único que hacemos es sobrellevarlo.

Sobrevivir.

Someternos a la supervivencia del más apto.

─No, Matthew ─le digo, apreciando el hecho de que confíe en mí, su única amiga aprobada por su madre o fuera del equipo de hockey para el que juega, para esto─. No debes ofrecerles dinero. Si ellas te quieren, también deben ser amables contigo y hacerte reír.


Selecciono un simple par de shorts rasgados y una camisa blanca con estampado floral con hombros sobresalientes. Recojo mi cabello parcialmente y adorno mi cuello con un collar dorado con un dije pequeño y redondo. Meto mis pies en un par de zapatillas blancas. Maverick no ha salido, ni saldrá, de su estudio, por lo que salgo de casa sin despedirme. Rasul me observa hacerlo, así que no tengo por qué darle mi ubicación. Ya en la casa de Matthew, su ama de llaves, quién sí trabaja los fines de semana, me conduce a la sala de cine que Sasha mandó a construir para él en el sótano después de que un hombre le dijera retrasado cuando dejó caer su tazón con palomitas en el suelo del cine a los diez. No fue Matthew, sino ella, quién me contó la historia entre lágrimas cuando la conocí y me agradeció por ser una buena amiga para su hijo y por lo feliz que este se ha sentido desde que nos conocimos el día que llegué.

Su perro salchicha, Polaco, se extravió y vine a su casa a devolverlo porque Naomi ya quería llamar a la perrera para que se lo llevaran por estar dentro de los límites de su propiedad o a un sastre para la confección de un abrigo que violara todas las leyes para la protección de los animales: nunca lo sabremos porque lo cargué sobre la acera hasta terminar en su pórtico. Matt abrió la puerta, tomó a su perro y me agradeció. Luego preguntó si quería que tener sexo con él en su jacuzzi.

Ya que me negué con amabilidad al darme cuenta de que era especial, no diferente, y su mamá escuchó, gran parte del aprecio que Sasha por mí se debe a ello. El resto debido a que le conté sobre mi crianza en un internado manejado por monjas y sacerdotes y piensa que mi mente es casta, pero no es así. Acaricio la panza de Polaco sentada en una de las butacas de cuero de lujo mientras espero que Matthew llegue con Irina y Sienna. Ya Irina me dijo que venían en camino. Alzo la vista cuando la puerta se abre, levantándome para saludar a las chicas, pero me alejo en dirección a la máquina de palomitas en marcha cuando veo a Landon. Está usando una camiseta oscura y vaqueros negros, botas de combate, y su cazadora. Su cabello negro se ve lacio y sumamente suave. Es el amigo de Matthew, me doy cuenta.

Es que pretende darle consejos sobre cómo conquistar a las chicas cuando es pésimo en ello.

─¿Qué haces aquí? ─pregunto abrazándome a Polaco, pero él aúlla y salta de mis brazos debido a cuán fuerte lo aprieto.

Landon se arrodilla y rasca el lugar tras sus orejas cuando se detiene junto a él pataleando y agitando su cola desenfrenadamente.

─Todo menos disculparme o atreverme a besarte de nuevo ─responde sin apartar los ojos del animal, pero alzándolos hacia mí antes de hablar otra vez─. Incluso si te mueres porque lo haga, nunca volveré a besarte, Heaven Price. Ni aunque madures y dejes de actuar como una niña que necesita desesperadamente la aprobación de mami. ─Se levanta con Polaco en brazos─. Así que no estés asustada. No tienes razones para estarlo. Me resultas asquerosa, señorita hago una escena para que mi padrastro me compre un collar de diamantes de doscientos mil dólares.

─No estoy asustada.

Alza las cejas.

─¿No?

Niego.

─Estoy enojada ─le aclaro─. Enojada de que un idiota como tú que ni siquiera me conoce y ya se cree con el derecho a juzgarme, que no ha hecho más que burlarse de mí y ponerme apodos desde que lo conocí, haya sido mi primer beso. ─Landon frunce el ceño─. Pero no estoy asustada. ─Me acerco a él para demostrárselo, tomando a Polaco de sus brazos. El perro se queja en un principio, percibiendo la tensión, pero se relaja cuando acaricio su pelaje, mi rostro frente al de Landon─. Solo enojada y agradecida de que nunca más vuelvas a besarme porque lo haces muy, muy mal, LeBlanc. Tan mal que ni siquiera le haces justicia a la peor novela para adolescentes calientes y pegajosas que haya leído.

Las fosas nasales de Landon se expanden. Separa los labios para hablar, pero en ese momento la puerta se abre y Matthew, Sienna e Irina entran. El primero alza las cejas al vernos tan cerca el uno del otro.

─Vaya ─comenta─. ¿Interrumpimos algo? Las chicas y yo podemos ir al mini golf si necesitan tiempo para... ─Me mira─. Um, ¿fornicar? ─Sienna e Irina ríen, lo que hace que su pecho se hinche con orgullo, en especial cuando ve a Sienna, pero se sonroja cuando lo veo como si quisiera matarlo─. ¿Qué? No mencionaste nada sobre la palabra fornicar. Solo sobre coger, tetas, vagina, pene, ano, culo, sexo, trasero o follar ─menciona como si hubiera memorizado el ordén de la manera exacta en la que las dije, haciéndome enrojecer por la mirada que me dirigen todos, preguntándose por qué diablos le diría eso a Matt.

─Necesito ir al baño ─me excuso con las mejillas ardiendo, aceptando que quizás este no ha sido mi mejor fin de semana.

Aún así, mi nueva cercanía con Maverick me hace no querer cambiarlo por nada. Nuestra inevitable condena está cada vez más cerca. Lo siento y en el fondo de mi corazón, sé que él también. 

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