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♡ Capítulo 2 ♡

A los dieciocho mi madre se casó con mi padre.

Él la amaba.

La amaba profundamente.

Deslizo la única fotografía que me queda de él y de mí en el interior de mi novela antes de cerrarla, cansada de leer, ya que la uso como marca libros. Tras dejar el tomo sobre mi mesita de noche giro sobre los suaves edredones de algodón egipcio y miro hacia el techo, el cual se encuentra atestado de mis frases favoritas de libros. No consigo leer ninguna de ellas por lo lejos que se encuentran, pero el solo ver el papel me reconforta. Cada libro me ha dejado una enseñanza importante, incluso el más malo, y cada una de esas frases representa quién soy.

El hecho de que la mayoría de ellos traten sobre romances prohibidos, romances entre mujeres jóvenes y hombres mayores y romances condenados a consumir y destruir todo lo que se encuentra a su alrededor es solo una inesperada y asombrosa coincidencia.

Tras soltar un suspiro llevo mi mirada al río San Lorenzo, el cual puedo contemplar en su totalidad debido a que una de las paredes de mi alcoba está hecha de cristal por la arquitectura moderna de la mansión. Obligo a mi mente a enfocarse en cuán bien me fue esta primera semana de clases a pesar de que en un inicio no estaba segura de cómo me sentiría con respecto a la experiencia de estudiar en otro sitio que no fuera el internado de señoritas en el que estuve encerrada por años.

Landon vino por mí todas las mañanas y aunque no acordamos que debía llevarme de regreso, terminó haciéndolo cada día porque siempre nos encontrábamos en la salida. Siena, Irina y yo almorzamos un par de veces juntas. Mi madre ha estado más ausente de lo normal debido a que no se ha perdido ningún desfile de la semana de la moda de New York, los cuales ve con sus amigas en reuniones privadas en boutiques de lujo con mucho champagne. Allí pujan por las prendas que deseen y estas llegan a Montreal dos días después confeccionadas bajo sus medidas exactas como por arte de magia. Maverick hizo que cambiaran casi todos los repuestos de mi Tesla, incluso el motor, y que le instalaran un sofisticado sistema de rastreo satelital, por lo que todavía mi auto no está listo.

También se ofreció a llevarme, pero me rehusé a que lo hiciera.

─¿Sí? ─digo en voz alta cuando tocan la puerta de mi habitación.

─Soy yo ─responden del otro lado, a lo que salto de mi cama. Sin abrir, presiono mi mejilla contra la madera, escuchándolo del otro lado porque la respiración puede decir muchas cosas de una persona. La suya suena estable y tranquila, como siempre. La frustración que eso me genera hace que mis manos se hagan puños─. Me preguntaba si te gustaría acompañarme al supermercado. Tu madre acaba de irse y...

Abro la puerta, sonriéndole.

─¿Al supermercado?

Asiente, todavía sin mirar mi cuerpo a pesar de que sigo en pijama y esta revela más de lo que oculta. Es de seda blanca y pantalones cortos a juego con un minúsculo top. Por un momento no puedo evitar sentir que quizás encuentra más atractiva a mi madre, pero luego recuerdo la absurda cantidad de veces desde mi nacimiento que esta ha sentido miedo de quedar opacada por mí, manifestándolo de forma torpe.

Encerrándome.

Privándome de mi libertad con baratas excusas de estar recibiendo educación de lujo y oportunidades por los que muchos matarían.

Su inseguridad me fortalece.

─Sí ─dice─. Se acabó mi cereal.

Mi sonría se hace aún más ancha mientras subo el tirante de mi top, el cual se deslizó fuera de mi hombro en el momento perfecto.

Pero Maverick sigue sin mirar más allá de mi rostro.

─¿Te da vergüenza pedir que te traigan una nueva caja?

Tras tomarse unos segundos, afirma con cierto rubor cubriendo sus mejillas pálidas. Su piel no es blanca porque no sea capaz de broncearse, sino porque nunca sale de esta casa, de su estudio o del edificio en el que se encuentran las exclusivas oficinas de Sinclair Corporation. Si me dieran un dólar por cada vez que es visto en un lugar público, sería pobre, lo que hace sus ofrecimientos para llevarme a la universidad aún más dulces porque sé cuánta ansiedad le ocasiona perder el tiempo hablando con personas cuando podría estar desarrollando un nuevo programa o prototipo que cambie el mundo.

─Seguro ─murmuro, apreciando cuán atractivo y joven se ve en un simple par de vaqueros, mocasines y una camisa blanca de cuello árabe sin botones. Su presencia es pasiva y tranquila─. Me cambiaré.

Maverick afirma antes de retirarse.

A medio recorrido del pasillo, sin embargo, se da la vuelta y dejo de cerrar mi puerta para escuchar lo que tiene que decir y verlo a través de una abertura. Habla sin sonreír, pero su tono de voz lo hace.

─El invierno ya está terminando. Hoy hace calor, Heaven ─dice sin ningún tipo de malicia─. Podrías querer usar ropa ligera.

Trago, asintiendo, y cierro mi puerta.

Mi corazón late aceleradamente cuando me presiono contra ella.

Sé que él no lo hace a propósito, pero aún así no puedo evitar pensar que quiere seguir viendo lo que más pueda de mí a pesar de que nunca aparta sus ojos azules de los míos. A pesar de que no lo hace.

A pesar de que no me ve.

♡♡♡♡♡

Elegí un par de shorts con estampado de cielo y un ligero suéter blanco con abertura frontal para nuestra expedición en el supermercado. Sandalias con tiras que se entrelazan en mis pantorrillas. Mi cabello rubio y largo solo un poco más allá de los hombros acaricia mi nuca porque lo recogí parcialmente con un lazo de recuadros azul. Complementé mi atuendo con un bolso tipo canasta que ya pensaba que nunca usaría porque cuando lo compré pensé en un día de picnic y mi familia, compuesta por solo tres integrantes, no hace picnics.

Ir al supermercado es lo más cercano a un picnic que he hecho.

Y no es un picnic, pero venden cosas para hacer picnics aquí.

─A parte del cereal de hojuelas, ¿no tienes algún otro favorito? ─le pregunto a Mave cuando nos encontramos en medio del pasillo de cereales, los cuales hay de todos los tipos y sabores, con cualquier tipo de añadido y de miles de procedencias, de calorías, con Rasul al final de él observando nuestro entorno con las manos cruzadas por delante.

Es un hombre de tamaño considerable. Calvo. Africano experto en artes marciales y armas y con muchas otras cualidades que lo hacen apto para asegurar la seguridad de Maverick. De su oído cuelga un intercomunicador con contacto directo con la policía, las fuerzas armadas y cualquier otro grupo contratado para mantener a mi padrastro a salvo. Siempre usa trajes y nunca habla a menos que sea estrictamente necesario hacerlo. Me agradó desde el momento en el que me di cuenta de que es extremadamente bueno manteniendo secretos.

─No ─dice Maverick arrastrando el carrito lleno de cajas de su cereal favorito: conté veintidós─. ¿Quieres saber por qué, princesa?

Le sonrío tímidamente.

─¿Por qué?

Mave me devuelve la sonrisa mientras caminamos.

─Ciertas elecciones que hacemos a diario nos hacen perder el tiempo. Qué vestir. Qué comer. Esas son las principales. Si reduces tus opciones a lo esencial, ahorrarás tiempo que puede ser depositado en otras cosas. Cosas importantes. El cereal es fácil de preparar y sabe bien. Sin embargo, si me llevara uno de cada caja perdería alrededor de cinco minutos al día escogiendo cuál comer. En un año serían mil ochocientos veinticinco minutos o treinta horas si lo redondeamos. Más de un día escogiendo qué cereal comer. Si ampliamos esa decisión a qué comer que no sea cereal, con todas las exquisiteces disponibles que se me vienen a la mente, podrían ser diez minutos, el doble.

─Solo en el desayuno ─murmuro.

Maverick afirma.

─Así es. Perdemos mínimo una semana de nuestra vida escogiendo qué comer. A veces más. El cereal de hojuelas de maíz me hace ganar un día. Tu madre y su buen gusto por la comida al planificar el menú de nuestro hogar el resto de la semana. ─La mirada en sus ojos se suaviza al enfocarse en mí─. Pero de eso te haces consciente cuando creces. Tú puedes comer lo que quieras, Heaven. Solo tienes que abrir la boca y pedirlo. ─¿A ti, daddy? ¿Puedo comerte a ti? ─. Si quieres... ─dice, haciéndome parpadear y que mi ropa interior se humedezca ante la imagen mental que asalta mi mente, una en la que estoy de rodillas frente a él, pero sigo teniendo el control de la situación porque puedo hacerlo enloquecer─... puedes escoger una caja.

Relamo mis labios antes de contestar.

─¿Y hacernos desperdiciar cinco minutos de nuestra vida?

Maverick asiente.

─El tiempo no se pierde cuando lo compartes con alguien que aprecias, Heaven. No me importa desperdiciar cinco minutos en ti.

Mi sonrisa hacia él crece. Se detiene y me observa atentamente mientras me dirijo a la sección de cereales. Como dijo, hay tantas opciones que se me haría imposible cuál escoger con rapidez si no hubiera tenido previamente una opción en mente. Maverick frunce el ceño cuando tomo una caja de hojuelas de maíz como las suyas, pero azucaradas.

─Todo está bien con tu lógica. No deberíamos perder el tiempo haciendo elecciones que podemos evitar ─le explico─. Pero no puedes negar que la vida es más divertida con un poco de azúcar espolvoreada sobre ella, daddy. Lo salado aburre. ─Mi pecho roza su brazo cuando me inclino para depositar el cereal en el único hueco vacío que queda en el carrito, dejándolo sin respiración─. La azúcar genera adicción.

♡♡♡♡♡

Maverick me preguntó qué otra cosa quería, por lo que empecé a recolectar con rapidez todo lo necesario para un picnic. Ingredientes para sándwiches de atún con mayonesa. Galletas saladas. Crema para acompañarlas. Postrecitos de naranja. Jugo de piña. Una botella de un litro de agua. Vasos, cubiertos y platos de plástico. Una sábana gruesa de recuadros y un canasto, lo cual hace que mi padrastro deje de verme como si no supiera cómo decirme que enloquecí y se dé cuenta de mis intenciones con una expresión aliviada y divertida en el rostro. Rasul arrastra mi carrito porque el de Maverick está lleno de cereal y yo estoy muy ocupada llenándolo. Su expresión dice que está odiando su trabajo.

─¿Un picnic? ─deduce Mave, a lo que afirmo.

─Si no te molesta.

Niega.

─Para nada. Es sábado y la primavera ha empezado. Puedes divertirte con tus amigos, princesa. Solo dile a Rasul dónde estarás y con quién. Lamento mucho que sea así, pero sabes que mi trabajo lo amerita y que no soportaría que algo te sucediera por mi culpa.

También niego, mi expresión tímida mientras empezamos a colocar todo en la caja. Una mujer regordeta nos atiende con el ceño fruncido debido a todos los cereales de Maverick, pero no hace preguntas.

─No tengo amigos todavía ─murmuro tímidamente─. Ya que mamá no está en casa y es sábado, pensé que podría gustarte salir un rato del estudio y distraerte y...

Maverick me interrumpe con una mirada cálida.

─Me halagas con tu invitación y tu estómago no ha dejado de rugir desde que llegamos porque saliste de casa sin comer por mi culpa. Yo tampoco lo he hecho. ─Mis mejillas se sonrojan con vergüenza, haciéndolo reír mientras le entrega un billete de cien dólares a la cajera. Maverick solo tiene de esa denominación. Los billetes de cincuenta, veinte, diez o cinco no existen para él. Tres personas nos siguen para llevar todo lo que compramos a su auto. Antes de arrancar, asoma su cabeza desde el asiento copiloto hacia mí porque debimos usar una parte del trasero para llevar todo lo que compramos, por lo que debió ir delante con su chófer y guardaespaldas─. Conozco un lugar para nuestro picnic.

*****

Media hora después nos encontramos en el parque natural L'Anse-à-l'Orme. Estaba cerrado por mantenimiento, pero Maverick llamó al encargado de sus instalaciones para que nos dejaran entrar, así que oímos el sonido de las podadoras de césped mientras comemos sándwiches de atún y mayonesa, galletas saladas y pastelitos de naranja. Un ensanchamiento del lago de Las Dos Montañas apodado como el parque que se extiende frente a nosotros. Después de contemplar el canasto junto a mí y recordar la manera en la que Maverick me ayudó a disponerlo todo, fijo mis ojos verdes llenos de lágrimas que no dejo caer en él. Todo es hermoso, excepto por Rasul viéndonos a la distancia con el ceño fruncido, tres sándwiches en su mano, y no podría haber sido mejor incluso en mi imaginación. Los dedos desnudos de mis pies se sumergen en la lana bajo nosotros mientras me dirijo a él.

─Gracias ─murmuro, llamando su atención─. Siempre quise hacer un picnic, pero Naomi es una mujer tan ocupada.

Maverick, alguien que se siente solo y aún así se rehúsa a que sea de otra forma, me mira y asiente, ignorando el conflicto que mi rostro evidencia. Aparta sus ojos del lago tras masticar y tragar lo que queda de su sándwich. El sol alumbra cada centímetro de él, aumentando su atractivo maduro un doscientos por ciento. Su cabello está ligeramente despeinado. Su expresión en paz. Si pudiera tomarle una foto, lo haría.

─Siempre le dije que debía visitarte más.

Niego, restándole importancia.

─No puedes obligar a nadie a hacer algo que no quiere cuando tu verdadero deseo es que ellos quieran hacerlo, no el acto en sí.

─No. ─Afirma en acuerdo─. Pero puedes influenciarlos. ─Relame sus labios, viéndome sentada junto a él, antes de extenderse para tomar un pastelito de naranja al lado de mí. Su mano está tan cerca de mi muslo que estos se aprietan, lo cual no sé si percibe, pero se incorpora y se deshace del papel del pastelito antes de darle un mordisco. Tras tragar, prosigue con nuestra conversación─. Tu madre te ama, Heaven. Nunca dudes de eso. No es la más amorosa, ni siquiera conmigo lo es, pero dentro de su corazón, después de Gianni Versace y Coco Chanel y cada diseñado que descubra, estás tú y solo tú.

─¿Y tú?

Maverick me mira con una sonrisa.

─No sé si yo, pero ciertamente mis tarjetas de crédito sí.

Río. Río y realmente me siento feliz de estar aquí en este momento, con él, hablando de mi madre. Es la única persona a parte de mí que creo que se hace una idea de su verdadera naturaleza.

Pero a Maverick, a diferencia de mí, no le importa.

Necesito saber por qué.

─Puedes tener a la mujer que quieras ─murmuro, sabiendo que quizás esté cruzando una línea tras la cual nunca más me volveré a encontrar─. Y no hablo del físico o del dinero, sino de alguien que realmente te ame y a quién le importes de verdad. ─Ladeo la cabeza, intentando comprender al ser más sencillo, pero a la vez complejo y magnifico, que alguna vez haya conocido─. ¿Por qué ella, Maverick?

Las pupilas de Maverick se dilatan. Aparta sus ojos azules de mí antes de que pueda leer la respuesta en ellos ya que él no me la dirá. Se levanta, confirmándolo, y me ofrece su mano. La tomo para imitarlo tras recoger mis sandalias, optando por caminar con pies descalzos sobre el césped. La sensación de las hojas encajándose entre mis dedos es embriagadora, transmitiéndome sensaciones de libertad y paz al resto de mi cuerpo. Camino frente a él ya que se detiene para decirle a los trabajadores del parque que pueden comerse lo que quedó de nuestro picnic, casi todo, y para dejarles propina. Cuando me he resignado a que no me dará ningún tipo de pista y que he arruinado mis avances del día de hoy, lo escucho dirigirse a mí. Lo observo por encima de mi hombro.

─Todavía te queda mucho camino que recorrer antes de comprender mi relación con tu madre o a cualquiera de nosotros dos, Heaven ─dice─. Pero espero que nunca lo hagas.

─Yo también ─respondo─. Con todo respeto prefiero quedarme como estoy a terminar como Naomi o como tú, Maverick. Con todo, pero a la vez sin nada.

A pesar de que pensé que evidenciaría su enojo o cualquier otra emoción producida por mis palabras, no lo hace.

Asiente pasivamente.

─Estamos de acuerdo en eso. Mereces algo mucho mejor, princesa, y yo me aseguraré de que lo tengas. ─Besa la cima de mi cabeza cuando me alcanza. Me estrecha entre sus brazos y cuando alzo la cabeza hacia él, sonríe─. Porque no soy tu padre, pero podría serlo.

No.

No puedes.

Sin poder contenerme, se lo digo.

─Podrías ser mi padre, pero no lo eres, Maverick. ─Sujeto la puerta del auto antes de entrar. Este ya está encendido con Rasul frente al volante─. Muchas gracias por el picnic. Fue mi primera vez en uno.

Antes de ocupar su asiento, lo escucho murmurar para sí mismo.

Lo sé ─dice en francés, seguramente pensando que no lo entenderé porque insistí en estudiar en una universidad que tenga como idioma principal el inglés y no he hablado francés frente a él, mamá o cualquier otra persona que no haya asistido conmigo al internado en el que también aprendí mandarín, árabe y españ

♡♡♡♡♡

Irina me invitó a estudiar con ella, por lo que pasé el resto del día en su casa luego de cambiarme. Siena también fue. Cenamos con su madre y con sus hermanas, dos hermosas gemelas bastante parecidas a ella como si sus padres hubieran sido fabricantes de modelos de Victoria's Secret en lugar de padres cuando decidieron tener hijos. Con respecto a su papá, no vi ninguna pista de que hubiera un hombre viviendo con ellas en su departamento en el centro de Montreal y la mamá de Irina es enfermera a tiempo completo, por lo que deduje que las abandonó o murió. Ya que su muerte no salió a colación, lo que siempre sucede de alguna manera, estoy casi segura de que fue lo primero.

Al regresar a casa, descubro que Mave y Naomi salieron a cenar, sin mí, y no han regresado. Trato de que no me afecte, pero termino abrazada a uno de los cojines de mi cama hasta que me doy cuenta de la funda negra sobre uno de los divanes de mi habitación. No me levanto, pensando que debe tratarse de un obsequio de Naomi que nunca llenará el vacío que su ausencia o cualquier otro crimen que cometió dejó en mí, pero termino haciéndolo al notar la flor de lavanda y la nota junto a ella.

Mi madre nunca regalaría una flor de lavanda.

Mi madre nunca regalaría flores.

Tras tomar el papel entre los dedos de mi mano, lo leo mientras me hago cosquillas en la nariz con la flor de lavanda, apreciando su suave aroma a pureza:

Me alegra saber que ya has hecho amigas en Montreal, Heaven. Si alguna vez dudaste que sería fácil, te equivocaste. Eres un ser extraordinario y la mejor compañía que he tenido en mucho tiempo. Aunque no lo pareciese, me divertí hoy.

Lo siento si nuestra última conversación te disgustó. Tienes razón, no soy tu padre, pero sin importar cómo haya llegado a tu vida solo quiero que seas feliz.

Verte sonreír.

Iremos a cenar. Te invitaría, pero no quiero interrumpirte.

Si regresas a tiempo, puedes cambiarte y alcanzarnos en la exposición de arte en Stewart Hall que se celebrará esta noche. En dicho caso Rasul será informado y estará esperando por ti en la entrada para cuando termines de alistarte.

Tu madre y yo estaremos felices si te unes a nosotros.

Atentamente,

Maverick.

Tras leer, me asomo por la ventana que da con la entrada.

Sonrío al ver a Rasul de pie junto al BMW de Maverick. El hombre alza la vista hacia mí, asintiendo, pero no me quedo para ver cualquier otra cosa que haga o diga, como que me apresure. No tiene que hacerlo. Corro velozmente en dirección al baño para tomar una rápida ducha.

He esperado pacientemente por esto desde que puse un pie en Canadá.

Por la oportunidad perfecta para destronar a la reina.

Pero finalmente ha llegado la hora de que Naomi Sinclair deje de ser la estrella más brillante alumbrando el cielo de Montreal. Cuando me termino de alistar, presiono mis labios contra la nota de Maverick, agradeciéndole por facilitar mi primer movimiento aunque todavía no sea consciente de ello.

De que acaba de iniciar una caída sin retorno.

De ella.

Suya.

Mía.

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