【 072 】
❝ El tratado de Protección ❞
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omnisciente
James Potter corría por los poco locales que continuaban abiertos en el callejón Diagon, con la intención de encontrar algún refugio de la fuerte lluvia de verano.
El hombre nunca había visto aquel lugar tan triste y desolado como aquella tarde. Y no sólo por la lluvia que no se había detenido en ningún momento durante el día, si no porque las personas caminando por el callejón eran tan pocas que podía contarlas con los dedos de una sola mano.
Aunque lo comprendía a la perfección.
Desde la muerte de Dumbledore, se desató un pánico en la comunidad mágica de Reino Unido respecto a la inminente guerra que cada día se aproximaba más.
Y aquello era todo un tema, especialmente para la familia de James.
Por esa misma razón, el azabache había aprovechado una de las usuales visitas de Sirius para escaparse de su hogar —o más bien, escondite— temporal para conseguir algunos obsequios para sus hijos quiénes estaban a sólo unos días de cumplir diecisiete años.
Tenía todo casi listo. Pero aún le faltaba el regalo para Heaven, que si bien no era su cumpleaños, quería celebrarle también, aunque no estaba muy seguro de cuál podría ser la reacción de su hija mayor.
Avanzó rápidamente por los últimos puestos, dándose cuenta de como todos comenzaban a marcharse pues faltaban minutos para que anocheciera por completo, y nadie realmente quería seguir expuesto a algún ataque.
James comenzó a replantearse si su idea de salir por los regalos había sido buena. Pues aunque iba más abrigado de lo usual para intentar encubrir su identidad no podía evitar sentirse atormentado, como si alguien lo estuviese siguiendo.
Suspiró, pensando en que probablemente se enfermería debido a lo empapado que quedó por la lluvia.
Se detuvo un momento bajo la carpa de una abandonada florería, se retiró sus gafas para limpiarlas rápidamente con los bordes de la manga del suéter que Molly Weasley le regaló la navidad anterior.
Volvió a colocarse las gafas, enfocando su viste al último local, donde una figura femenina lo miraba fijamente.
James frunció el ceño, y la confusión incrementó cuando la desconocida mujer le indicó con un gesto que la siguiera.
El azabache pudo haber ignorado la situación pero la curiosidad sobresalió de gran manera, así que no lo pensó dos veces antes de caminar en aquella dirección.
Entró al local que parecía ser de productos de arte. Libros, instrumentos de música, pinturas y lienzos polvorientos inundaban la diminuta tienda.
Estaba completamente vacía, salvo por el viejo empleado sentando frente a una antigua caja registradora.
James se sobresaltó cuando escuchó un carraspeo a sus espaldas, y como reflejo, levantó su varita, apuntando a la mujer frente a él.
—Siempre a la defensiva, típico de un Gryffindor impulsivo —el tono burlesco de Narcissa Malfoy casi sorprendió a James.
—¿Narcissa Malfoy? —murmuró el azabache bajando su varita—. Esto si que es una sorpresa.
La mujer sonrió sin mostrar sus dientes, desviando la mirada a la fila de instrumentos de música detrás de James—. El dueño de esta tienda, Ed Fontaine, solía ser mi instructor de música. También fue el instructor de mi hijo Draco por un tiempo, aunque ahora que lo pienso, creo que nunca tuvo mucho interés en aprender.
James no comprendía mucho lo que estaba sucediendo pero no iba a bajar la guardia, así que decidió continuar la conversación.
—Algo así me pasó con los míos. Intenté por varios años a enseñarles a tocar el piano y estoy seguro que solo Heaven aprendió un poco.
Narcissa volvió a mirarlo—. Lo que quiero decir, es que estamos en un lugar de confianza. El señor Ed —se giró al mostrador—, ni si quiera recordará que estuvimos aquí.
James soltó un resoplido—. Si todos ocupáramos maldiciones imperdonables para crear ambientes de confianza, estoy seguro de que viviríamos en una sociedad bastante diferente.
—¿Quién dice que Ed Fontaine está bajo una maldición imperdonable? —preguntó Narcissa juntando sus cejas.
—Sólo tienes que darle un vistazo a su rostro exageradamente relajado para darte cuenta que está bajo la maldición Imperius, con la que por cierto —hizo una pausa, fingiendo pensar profundamente—, tu gente está bastante familiarizada, ¿no?
—Tenemos que hablar —dijo Narcissa firmemente, cambiando de tema bruscamente.
—Creí que eso era lo que estábamos haciendo —resopló James—. Aunque si te soy honesto, pensé que esto terminaría en una emboscada.
—No tengo ninguna intención en hacerte daño. Ni a ti, ni a tu familia —respondió Narcissa, y James presintió un poco de sinceridad en sus palabras.
—Si me disculpas, eso es algo poco creíble —admitió James—. Si no mal recuerdo, por estas fechas del año pasado, me encontraba gravemente herido en San Mungo por tu adorada familia.
—Lo has dicho tú mismo —dijo Narcissa—. Por mi familia, no por mi.
James ladeó la cabeza, no muy convencido—. ¿Qué quieres hablar?
Narcissa entrecerró los ojos por un par de segundos, insegura de cómo abordar el tema.
—Draco y Heaven están saliendo —mencionó como si acabara de revelar un gran secreto.
James frunció el ceño—. Si estás ideando un malévolo plan para separarlos, lamento decepcionarte pero no seré partícipe, y eso que no me fascina la idea de que mi Heaven sea novia de tu hijo pero es algo que no nos corresponde.
Narcissa rodó los ojos—. No dije nada sobre separarlos —comenzó a caminar por los angostos pasillos de la tienda—. Puede que te sorprenda pero estoy feliz de que Draco haya encontrado a alguien como Heaven —hizo una pausa—, de hecho, estoy bastante agradecida con ella por haber sido su compañía durante los últimos meses que no fueron nada fáciles para Draco.
James hizo una mueca—. Lo mismo para él. Heaven tampoco la tuvo fácil en los últimos meses. Supongo que se hicieron buena compañía —admitió, encogiéndose de hombros.
Narcissa sonrió—. ¿Quién lo diría? —siguió avanzando por los pasillos, contemplando los productos como si realmente tuviera interés en ellos.
—Ni que me lo digas —se rascó la ceja con nerviosismo. Comenzaba a frustrarse al no entender que era lo que Narcissa quería—. Creo que sabes muy bien que no tengo mucho tiempo libre para pasear, así que sería muy amable de tu parte si fueras un poco más directa.
Narcissa suspiró—. Quiero que hagamos un tratado mágico. Uno de protección, específicamente.
—¿Por qué? —inquirió James.
—Somos de bandos diferentes —replicó Narcissa.
—Créeme que lo sé —bufó James.
Narcissa suspiró—. No me estás entendiendo —hizo otra pequeña pausa—. Puede ofrecerle protección a tus hijos desde mi lado a cambio que tú le ofrezcas lo mismo al mío.
James se quedó en silencio.
—Puede que tengas malas ideas sobre mi hijo, e incluso puedo entender el porqué, pero es sólo un niño. Tiene diecisiete, aún le falta mucho por vivir y conocer. Y aunque yo hago todo por protegerlo, a veces siento que no es suficiente —explicó Narcissa—. No sabemos que pueda suceder mañana, y necesito la certeza de que si algo llegara a pasarme, habrá alguien que verá por Draco. Alguien de tu bando. Alguien bueno.
—Creí que Isabella y tú tenían un pacto algo parecido —dijo James.
—Y así es, pero como sabrás no tengo muchas personas en quiénes puedo confiar. Si algo te sucediera a ti, tus hijos tendrían a Lily, a Isabella, a Remus e incluso a Sirius. En cambio, si algo me sucede a mi... —se quedó en silencio—. Draco no tendría muchas opciones. Al menos no buenas. Y aunque nunca has sido de mi completo agrado, se reconocer la gran persona que eres, James Potter.
James la observó por unos segundos, dudando la credibilidad de sus palabras. Sin embargo, comprendía su preocupación. Comprendía su miedo que corría por sus venas al pensar que su hijo pudiera quedar desamparado si algo malo le sucediera. Comprendía su desesperación por encontrar alguna alternativa para protegerlo.
James llevaba padeciendo exactamente lo mismo desde varios años atrás.
Así que suspiró pesadamente mientras asentía con lentitud—. De acuerdo, supongo que podemos hacer el tratado. Y créeme que no necesitas recurrir a la magia para confiar en mi palabra.
Narcissa lo escaneó—. Lo sé pero no estaba segura si tú confiarías en mi.
James rió—. Tengo mis razones.
—Y son completamente entendibles —se unió Narcissa a las leves risas.
—Prometo proteger a tu hijo siempre que pueda y que esté en mis manos poder evitarle algún mal —musitó James extendiendo su mano.
Narcissa estrechó su mano, complacida—. Yo prometo proteger a tu familia siempre que pueda y que esté en mis manos poder evitarles algún mal —repitió las palabras del azabache—. De todas formas, te haré llegar un talismán de honestidad, para evitarnos futuros conflictos.
James negó con la cabeza con diversión—. De acuerdo, siempre y cuando le quites la maldición al pobre hombre del mostrador.
—Siempre tan justiciero —torció los ojos.
—Siempre tan desconfiada —contraatacó James, comenzó a mirar con atención los estantes de la tienda.
—Aquel set de pinturas y acuarelas es perfecto para Heaven —murmuró Narcissa señalando detrás del azabache.
James lo miró con confusión y asombro.
—¿Acaso crees que es sólo una coincidencia que nos encontráramos en una tienda de arte? —alzó las cejas—. Tengo a alguien en casa que habla mucho sobre Heaven.
—Aún así, ¿cómo supiste que buscaba su regalo? —preguntó James con desconfianza.
—De la misma manera en la que supe que estarías hoy por estos rumbos —respondió Narcissa con su usual tono lleno de misterio, siempre dejando conclusiones expectantes—. Tengo algo más que le puedes dar a Heaven —dijo mientras sacaba una pequeña caja de su abrigo—. Es un anillo que le pertenecía a Regulus. Estoy segura que le haría muy feliz que Heaven lo tuviera.
James lo tomó mirándolo con atención, para luego dirigir su mirada a Narcissa, con aún más confusión.
—Es sólo un anillo —repitió Narcissa.
—Lo sé pero...
—Isabella le contará todo al respecto —la mujer alzó la mirada—. No tienes de que preocuparte.
—Gracias —dijo James, sin decir algo más.
—No, gracias a ti por todo —respondió Narcissa—. A fin de cuentas, tendremos que llevarnos bien, puede que algún día nos convirtamos en familia —sonrió con una pizca de diversión.
James evitó poner los ojos en blanco, así que solo le sonrió a medias—. Que tengas una buena semana, Narcissa.
—Igualmente —respondió la mujer para luego desaparecer en un espiral.
James se preparó para partir pero resopló al darse cuenta que el propietario de aquella tienda seguía bajo la maldición Imperius, y que tendría que encargarse del problema él mismo.
***
sin editar
nota de la autora:
capítulo corto para que no piensen que las tengo abandonadas.
bueeeno, la verdad este capítulo es importante por muchas razones que pronto sabrán. el siguiente será un poco más largo que este.
y les prometo que pronto sabrán de draco. mientras sean pacientes.
les amo, y gracias por su inmenso apoyo.
all the love
francia💘
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