【 001 】
【 i. the blonde woman 】
《omnisciente》
Draco Malfoy se encontraba recostado en su cama, con lágrimas cayendo por sus mejillas. El dolor que sentía en su brazo era insoportable. Sin embargo, eso no era por lo que lloraba, porque el miedo que sentía era aún más grande.
Escuchó como daban unos golpes en la puerta. Sin ánimo, se reincorporó, se talló los ojos y se acercó para abrirla.
Narcissa Malfoy, se encontraba frente a él. Con preocupación observó a su hijo, quién parecía demacrado y mucho más delgado de lo que ella recordaba.
—Vamos a almorzar, tenemos visita —musitó con cautela. El rostro del rubio cambió totalmente. Atemorizado, intentó hablar más no lo logró. Narcissa al verle la cara, sintió una opresión en su pecho. Jamás se perdonaría lo que le estaba sucediendo a su hijo—. No te preocupes, no es nadie que quiera hacerte daño. Te esperamos en el comedor —le aseguró antes de retirarse.
Draco sintió sus músculos relajarse. Suspirando, buscó sus zapatos, y mientras bajaba, de forma dolorosa recordó su infancia, y lo mucho que extrañaba no estar metido en ningún lío.
Llegó al comedor, notando a una mujer rubia de ojos verdes conversando con su madre. Cuando la miró fijamente, sintió una familiaridad extraña.
Draco estaba seguro de nunca haber visto a aquella mujer, pero había algo en su rostro que le parecía extrañamente familiar.
—Buenas tardes —saludó sin muchos ánimos, sentándose junto a su madre.
—Draco, ella es Isabella Avery —le presentó su madre.
—Hola, Draco. Mucho gusto —le sonrió la mujer.
El rubio frunció el ceño, aún sintiendo que ya la conocía—. El gusto es mío —respondió con educación.
Las dos mujeres seguían conversando entre si, temas que no eran mucho del interés del joven. En realidad él no tenía ni ganas de comer, pero su madre le había pedido compañía y ahí se quedaría, sólo por ella.
—¿A qué curso entrarás?—le preguntó Isabella con cierto interés.
Draco levantó el rostro confundido ante el cambio tan repentino de tema—. Al sexto —respondió rascándose la mejilla.
La mujer asintió—. Slytherin, ¿cierto? —Draco asintió como respuesta—. Yo también lo fui —sonrió con orgullo, sin embargo el rubio notó cómo su sonrisa fue desapareciendo—. ¿Conoces a Heaven Potter? —le preguntó luego de una larga pausa.
Ahí fue dónde Draco entendió la familiaridad que veía en Isabella. Aquella rubia mujer era idéntica a Heaven Potter, una de las amigas de Theodore Nott. No le agradaba mucho, y tampoco solía convivir con ella, pero a veces la observaba caminar por los pasillos, e incluso reír junto Theodore en las pocas clases que compartían.
¿Y cómo no iba a conocerla si era una de las hermanas del mismísimo Harry Potter?
Draco asintió, e Isabella le regaló una mirada que él no pudo identificar de manera correcta. Notaba el parecido, pero no tenía idea de cómo es que podrían relacionarse.
—¿Te llevas con ella? —le preguntó Isabella, aunque probablemente se daba la idea de que no era así.
Draco incluso se sintió ofendido con la pregunta. Era una Potter. Eso era casi tarea imposible, sólo había hablado civilizadamente una vez con ella, y realmente no solían ni mirarse, sin embargo a diferencia de sus hermanos, Heaven era la única que le parecía un poco agradable, pero no lo suficiente cómo para intentar ser su amigo.
A Draco le ardieron las orejas al darse cuenta de lo mucho que su mente estaba profundizando en el tema, recordando su cuarto año, cuando por unos meses tuvo un pequeño interés por ella.
Draco sacudió la cabeza, y observó a la mujer esperando su respuesta.
—No —respondió e Isabella lucía decepcionada, así que Draco intentó enmendar su respuesta—. Es decir, somos de casas diferentes, y no me llevo muy bien con los Potter en general... pero uno de mis amigos, Theodore Nott, sí es muy cercano a ella.
Isabella alzó las cejas—. ¿Theodore es hijo de Merope?
Draco asintió—. Aunque ella falleció hace algunos años... —hizo una pausa—. Theodore también es mi mejor amigo, de hecho.
—Yo conocí a Merope —Isabella sonrió con tristeza—. Fue lamentable lo que le sucedió.
Narcissa asintió con tristeza, y Draco había olvidado que su madre estaba allí presente.
—Y a todo esto... —hizo una pausa al ver que su madre alzó las cejas, cómo si le advertiera sobre no querer indagar más. Su frase se quedó a medias pero Isabella pareció darse cuenta. Llevaba de conocerla apenas unos minutos, pero ya estaba consciente de lo astuta que era.
—Debes preguntarte cómo conozco a Heaven Potter, ¿no es así? —Isabella se acomodó en su asiento.
Draco asintió apenado. No quería que Isabella pensara que era un entrometido, sólo tenía curiosidad. Especialmente por el gran parecido que tenían.
—¿Te puedo contar un secreto, Draco? —Isabella hizo una pausa—. Pero debes prometer no decirle a nadie.
—No es cómo que tenga muchos amigos en realidad —Draco se encogió de hombros—. Y ahora con todo lo que pasó, mucho menos.
Narcissa le tomó la mano a su hijo, dándole un apretón para demostrarle un poco de apoyo.
Isabella se aclaró la garganta, dejando los cubiertos sobre la mesa—. Bien... resulta que Heaven Potter es mi hija.
Draco frunció los labios para ocultar su sorpresa, aunque de cierta forma todo cobró sentido. Las similitudes entre Heaven e Isabella eran demasiado evidentes cómo para no haberse dado cuenta antes.
—No creo que lo sepa, pero es verdad —dijo Isabella.
Draco volteó hacia Narcissa—. ¿Tú lo sabías?
Narcissa asintió—. Claro que sí, pero no tengo porque andarlo divulgando.
—Se parecen mucho —mencionó sin saber que más decir, mientras parpadeaba de forma seguida, intentando asimilar toda la información.
—Es lo que me han dicho —confesó Isabella—. Sé que dices que no te llevas mucho con ella, pero ¿qué más sabes sobre ella?
—Es de Ravenclaw —hizo una pausa—. Siempre es de las mejores de la clase. Por Theodore también sé que no suele meterse en muchos problemas, pero sus hermanos siempre la arrastran a ellos... lamento no saber mucho, Isabella.
—Draco, no es tu culpa. Aparte créeme que la conoces más que yo.
—¿Haz intentado acercarte?—le preguntó Narcissa.
Isabella asintió.—Siempre le envíe cartas a James para poder contactarlos pero jamás me respondía y no tengo el valor de aparecerme en su casa y entrar a la vida de Heaven como si nada.
—Es comprensible —murmuró Narcissa—. Cuando he ido a dejar a Draco a la estación, la he visto un par de veces. Es muy bella y se parece demasiado a ti.
—Espero algún día conocerla. Sería maravilloso... Remus, ¿lo recuerdas?—preguntó y Narcissa asintió—. Me ha estado ayudando.
—Me alegra demasiado. No te mentiré, cada vez que veía a Heaven, la tristeza me invade al saber que vive rodeada de mentiras.
—También hablé con Dumbledore —mencionó Isabella, Draco y Narcissa se tensaron ante la mención del viejo mago—. Me contó que es importante que Heaven descubra la verdad cuánto antes, no tengo ni idea de porqué... —suspiró—. Sólo espero que pronto todo sea mejor.
—Ya verás como se te concederá tu deseo —le aseguró Narcissa.
En plena comida, Narcissa se levantó, recordando que había intentado hacer un postre. Dejando a Isabella y Draco solos.
—¿Normalmente eres así de callado? —le preguntó Isabella con diversión.
Draco sonrió un poco, Isabella le transmitió una confianza que no había sentido en años—. Creo que no. Mis amigos a veces dicen que parece que no puedo quedarme en silencio... sólo que han sido días difíciles.
Isabella asintió, escuchándolo con atención.
—Mi madre ha estado muy decaída por lo mismo —dijo Draco—. Y aunque nunca la había mencionado, parecen ser muy buenas amigas, le agradezco mucho que haya podido venir a visitarla.
—Tu madre me ayudó mucho hace años —Isabella sonrió—. En cuánto regresé a Reino Unido, supe que tenía que verla... aunque en seguida me enteré de todo lo que sucedió. Lo lamento mucho, Draco.
Draco miró su antebrazo cubierto por la tela de su abrigo—. Supongo que las personas siempre obtienen lo que merecen. Sean cosas buenas o malas —se encogió de hombros.
—¿Y qué hay sobre las personas que pagan por cosas que no hicieron? —Isabella alzó las cejas.
Draco se removió en su asiento—. Algo debieron hacer para recibir su castigo.
Isabella se arremangó su suéter, dejando a la vista la marca tenebrosa que adornaba la piel de su antebrazo.
Draco volvió a sorprenderse. Isabella no se veía cómo el resto de mortífagos que desafortunadamente había conocido durante las semanas.
—Tú madre me dijo que también te marcaron —le dijo Isabella—. Y sé que no fue tu culpa.
El rubio la miró sin expresión.
—Yo tenía casi dieciocho años cuando me marcaron. La pase demasiado mal y no por el ardor que se siente al recibirla, sino por el desbalance emocional que te deja.
Draco desvió la mirada.
—No intentaré convencerte sobre nada pero si necesitas hablar con alguien sin mortificar a tu madre, puedes hacerlo conmigo. Te repito, alguna vez estuve en tu lugar y se lo terrible que es.
—Muchas gracias —dijo Draco con toda sinceridad—. !Le puedo pedir un favor?—soltó de la nada mirándola fijamente a los ojos.
—Dime.
—¿Usted podría cuidar de mi madre? No confío en nadie de esos, y me da mucho miedo que le quieran hacer daño y no podría perdonármelo, así que...
—No te preocupes, Draco. Lo haré... siempre y cuando protejas a Heaven. Aunque no se con exactitud tu misión, sé muy bien que está relacionado con Hogwarts, así que te imploro que no dejes que salga lastimada.
Draco asintió.—No hay problema.
Ambos sonrieron, y Narcissa entró al comedor nuevamente.
Un rato después, Isabella se despidió de ambos, les agradeció y desapareció por la puerta.
Draco caminó hasta su madre, recostándose sobre su hombro—. No somos la única familia con secretos.
—Nunca lo fuimos —le respondió Narcissa con una pequeña sonrisa.
Por otro lado en el Valle de Godric, Heaven Potter se encontraba junto a su hermana Hazel escuchando a escondidas como sus padres regañaban a su hermano.
Después del accidente de su padre, James Potter donde casi perdió la vida, los ataques de mortífagos y del regreso del Señor Tenebroso, sus padres estaban más paranoicos de lo habitual. Les habían prohibido salir de la casa. No podían ni salir al jardín. Heaven no tenía ni idea de como Harry se las ingenió para salir sin que nadie se diera cuenta.
—... ¡Te pones en peligro a ti! ¡Pones en peligro a tus hermanas y a tu madre!—exclamó James.
—Estaba con el profesor Dumbledore —se escuchó a Harry decir.
—Harry James Potter Evans, entiende que estábamos preocupados. Entiéndeme a mi cariño.—se escuchó la suave voz de Lily Potter.
Después de un par de minutos en silencio, la puerta se abrió, dejando ver a las chicas en evidencia.
—¿Acaso nunca les he dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?—Lily las miró acusadoramente.
Hazel se encogió de hombros como respuesta.
—Teníamos curiosidad —admitió Heaven.
—Tenemos que hablar —dijo James—. Entren.
Al entrar al despacho de su padre, Heaven se sentó justo al lado de Harry quién miraba a la pared. Hazel se sentó en el sillón individual. Sus padres se sentaron frente a ellos. Sus miradas daban a entender que lo que venía no sería nada grato.
—Como sabrán, no estamos a salvo ni en nuestra propia casa. Así que hemos decidido que nos mudaremos a la antigua casa de Sirius temporalmente —habló el mayor de los Potter.
—¿Sin importar que sea el cuartel general? Porque resultaría algo contraproducente...—preguntó Harry.
James hizo una mueca.—Por eso será algo temporal, Harry.
—¿Y si será seguro? No quiero que nos pase algo —dijo Hazel con preocupación.
—Claro que lo será, cariño —dijo Lily mientras le acariciaba el cabello a su hija.
—Pues no me parece mala idea —habló Heaven sonriendo.
James y Lily sonrieron satisfechos.
—Nosotros sabemos cuánto aman a Sirius, así que nunca dudamos en que no quisieran —aclaró James—. Pero primero visitaremos a los Weasley —comentó—. Aún no les he agradecido por cuidar de ustedes mientras estaba en San Mungo.
—Está bien. Eso me parece perfecto —dijo Hazel con emoción. Harry sonrió. Y Heaven se vió obligada a hacerlo aunque no estuviera tan convencida.
—Nos iremos mañana por la mañana —aseguró James.
***
26/09/20-subido
06/03/21-editado
01/08/23 — editado
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