chapter thirty-four. the strange forest
𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍
꒰ ۫₊˚ɞ capítulo 34 .˚ׅ🦋 ຊ ҂
❝ the strange forest ❞
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CUANDO ERES JOVEN las personas asumen que no sabes nada de lo que estás haciendo, pero en realidad, esta es la edad en la que solemos equivocarnos más ya que somos completamente nuevos en la vida entre adulto y niño.
Esas personas deberían saber eso.
—No te preocupes— habló Harry luego de mi pregunta.
Levanté ambas cejas, soltando la puerta. —Oye, no hay necesidad de que me hables en ese tono, sólo me estaba preguntando si podía ayudar.
—Bueno, no puedes— señaló Harry en un tono más ligero.
—Estás siendo más bien grosero, sabes— intervino Luna, que aún seguía junto a mi.
Harry miró a otro lado, ninguna de las dos sabía lo que ocurría pero debía ser algo malo.
Por las expresiones de ambos, estaba casi segura de que algo malo sucedía.
— Harry, basta, así no solucionas nada —habló Milan, mirando a Harry con un ligero brillo en sus ojos —. Ellas nos podrían ayudar. Ya te dije que te creo, pero no podemos arriesgarnos, no puedes arriesgarte si esto es un trampa, debemos comprobar que esto es así.
No entiendo nada.
— Ya se los dije, lo he visto.
— ¡Por favor, Harry, escucha a Milan! —exclamó Hermione, desesperada —. Solo dejanos comprobar.
— ¡Voldemort esta torturando a Sirius ahora mismo! —grito Harry —. No podemos perder el tiempo.
Mi ceño de aligero al escuchar aquella palabra, sintiendo un ligero escalofrío que atravesó mis huesos por unos segundos.
— ¿Cómo vamos a comprobarlo? —preguntó, accediendo totalmente a la petición de Hermione y Milan.
— Tendremos que usar la única chimenea activa en el castillo —propuso Milan.
Aclaré mi garganta muy ruidosamente para hacerme presencia entre ellos.
—Hola— sonreí cuando los cuatro se giraron a mi —Eh, bueno, yo solo me preguntaba si… alguien podría decirme qué sucede y por qué están tan alterados porque si siguen discutiendo tendré que abofetearlos a todos y esa idea no me agrada del todo.
Milan se giro específicamente a mi para explicar todo el contexto:
— Harry tuvo una visión, más bien un sueño vivido, aún no se como explicar todo lo que ve —comenzó a contar la chica —. El punto es que vio a Sirius ser torturado en el departamente de misterio, y ahora esta alterado porque quiere ir. Sip, eso es todo.
Fruncí mi ceño unos segundos —¿Sirius? ¿Sirius Black? ¿El que salió en el Profeta hace unos años?
— El mismo, es el padrino de Harry, la unica familia que le queda —termino por decir Milan —. Bien, desesperado, mientras entramos al despacho de Umbridge, Hazel y Luna pueden ayudarnos con las distracciones.
— Si, cuenten con nosotras. — acepté sin dudar.
Entonces Luna inquirió:
— ¿Cuando dices «Sirius», te refieres a Stubby Boardman?
La observé unos segundos, tratando de recordar quien era ese tal Stubby Boardman. Al parecer fui la única que le presto atención pero antes de que pudiese preguntar algo Milan dijo:
— Uno de nosotros tiene que ir a buscar a Cupcake de Fresa y… conseguir que vaya a otro lado lejos de su despacho. Podrían usar a Peeves y una mentira.
— De eso me encargo yo, soy buena llamando su atencion últimamente— admití.
— Bien —sonrió la rubia —. Tambien debemos mantener a los alumnos lejos del despacho mientras entramos de forma ilegal.
— Ron, Luna y yo podemos con eso —dijo Hermione.
— Bien —Milan miro a Harry —. Tu y yo nos pondremos la capa invisible y entraremos al despacho, así podrás hablar con tío Canuto.
— ¡Ya te dije que no esta ahí!
— Pero podrás comprobarlo, y sacarte de la duda en vez de arriesgar tu vida. —soltó Milan en un tono muy serio que a decir verdad me sorprendió —. Y yo vigilaré mientras hablas por la chimenea.
— Gracias. —murmuró.
Sonreí mirando a ambos.
— Recuerda que no podemos darte más de cinco minutos, a menos que Hazel mate a Pastel de fresa rancio, ahí si tomate el tiempo que quieras. — reí ligeramente ante su comentario —. Anda, ¿qué esperas? ¿Que te dé un beso o algo así?
Harry comenzó a correr fuera del aula, mientras lo seguía afuera. Cuando Milan volvió con Harry y su dicha capa, volvimos a reunirnos.
—Ya lo tengo todo, ¿estan preparados?
Asentí ante la pregunta de Harry.
— Si —asintió Lupin —. Hazel, ve a distraer a Pie de Fresa. Hermione, Ron y Luna, empiecen a alejar a todos de aquí, mientras, mi querido terco novio y yo nos ponemos la capa invisible.
Me fui por el pasillo después de dicho aquello, directo hasta la oficina de Umbridge que cuando di apenas un toque la misma se abrió.
—¿Prof... digo, directora Umbridge?— asome mi cabeza.
La sonrisa de la profesora sa volvió ancha y de disgusto.
—¿Pasa algo, querida?— su tono chillon me hizo arder los oídos.
—Es Peeves, Directora— me adentré —Está interfiriendo con el Departamento de Transfiguración.
Su ceño se aligero, pero me mantuvo esa sonrisa como si quitarla fuera un peligro para ella.
—¿De verdad?
Asentí —¡Ay, si! Esta haciendo un desastre, debe venir a detenerlo, ahora que es directora podría...— me detuve cuando ella ya se había levantado.
Fue demasiado fácil a decir verdad, minutos más tarde ya nos encontrábamos afuera de su oficina. El camino por el castillo fue difícil con la mirada de todos mis compañeros por encima, en especial cuando me crucé con Cedric, a quien abrí los ojos tanto como pude mientras negaba una y otra vez.
—Te lo cuento cuando termine— señalé a Umbridge en un susurro que seguro ni entendió.
Sin embargo, cuando la profesora se detuvo, sin dudar comenzó a buscar a dicho Peeves, quien deberia estar aquí.
—Bueno, señorita Longbottom...— la profesora se giró a mi —Supongo que ha llegado demasiado lejos con otra de sus bromas.
Mi ceño se aligero, ¿qué quería decir con aquello?
—Ayudar en una misión que pone en peligro al ministerio es un terrible delito y supongo que usted ya está grande para hacerse cargo de las consecuencias— junto ambas manos frente a ella.
—¿De que habla? Peeves está...-
—Peeves no está aquí, muchacha, esta ocupado regando tinta en los lentes de todos los telescopios de la escuela, el Señor Filch me acababa de dar un informe al respecto.
Ay, por Merlín, sálvame.
—¿De verdad?— me pregunté, quería correr pero no podía moverme —Ah, vaya...-
Ella avanzó, pronto note como algunos alumnos de Slytherin comenzaban a rodearme.
—Ahora dime, Longbottom, ¿A quien tratas de ayudar? ¿A ese Potter?
Negué —No le diré nada.
Pero entonces alguien me tomo del brazo con gran fuerza que sentí un hormigueo, la profesora se marchó de vuelta su oficina luego de murmurar entre dientes ya verán y todo se volvió un completo desastre, apenas pude reaccionar entre patadas para intentar huir cuando Neville intervino en la dichosa pelea.
En este momento me preguntaba dónde se habían metido los demás.
TODO SE HABÍA IDO en definitiva por un tubo, no tenía idea de lo serio que era la situación y lo que corría riesgo al meterme en este asunto.
Solo sabía que el agarre de la chica Slytherin que me sostenía me estaba dejando el brazo morado.
—Los tenemos a todos— anunció uno de los alumnos de dicha casa —Este…— señaló a mi hermano —Ha intentado impedir que agarrara a esa…-
Me señaló, mientras intentaba librar mi pobre brazo.
—Estupendo— escuché a la profesora, mientras me observaba —Parece que después de todo tendré que expulsarla.
Mi ceño se aligero, ni siquiera me dio tiempo de procesarlo sus palabras cuando miles de escenarios malos vinieron a mi cabeza con rapidez.
¿Expulsarme? ¿Después de todo? En definitiva mi futuro iba de mal en peor.
La profesora se giró a Harry, mientras yo me quedaba plantada en mi lugar.
—Muy bien, Potter… es evidente que te interesaba mucho hablar con alguien. ¿Con quién? ¿Con Albus Dumbledore? ¿O con ese híbrido, Hagrid? No creo que se tratara de la profesora McGonagall porque tengo entendido que todavía está demasiado enferma para hablar con nadie.
Los alumnos de Slytherin rieron a carcajadas por lo dicho, mientras mis oídos se aturdian.
—No es asunto suyo— mascullo entre dientes el chico —Yo puedo hablar con quien se me dé la gana.
—Muy bien, señor Potter…— suspiró —Le he ofrecido la posibilidad de contármelo voluntariamente y la ha rechazado. No tengo otra alternativa que obligarlo. Draco, ve a buscar al profesor Snape.
El mencionado corrió con tanta rapidez que se esfumo de la habitación en cuestion de segundos, regresando poco después con el Profesor.
—¡Ah, profesor Snape! — exclamó la profesora con falsa felicidad —Necesito otra botella de Veritaserum. Cuanto antes, por favor.
—Le di la última botella que tenía para que interrogara a Potter, no la habra gastado toda, ¿Verdad? Le dije que solo era cuestion de tres gotas y serían suficientes— respondió Snape con tono lento.
—Supongo que podrá preparar más, ¿No? — dijo, y su voz se volvió aún más infantil y dulce.
Lo cual me hizo formar una mueca de disgusto mientras observaba a Milan.
—Desde luego — aceptó Snape haciendo una mueca —. Tarda todo un ciclo lunar en madurar, así que la tendrá dentro de un mes.
—¿Un mes? —exclamó la profesora Umbridge, dejándome casi sorda —. ¿Un mes, ha dicho? ¡La necesito esta noche, Snape! ¡Acabo de encontrar a Potter utilizando mi chimenea para comunicarse con alguien!
En aquella ocasión Snape pareció no sorprenderle dicha noticia, lo cual me sorprendió hasta a mi por su repentino interés.
—¿Ah, sí? Bueno, no me sorprende. Potter nunca se ha mostrado inclinado a obedecer las normas del colegio.
—¡Quiero interrogarlo! —gritó la profesora Umbridge —. ¡Quiero que me proporcione una poción que lo obligue a decirme la verdad!
—Ya se lo he dicho, no me queda ni una gota de Veritaserum. A menos que quiera envenenar a Potter, y le aseguro que si lo hiciera yo lo comprendería, no puedo ayudarla. El único problema es que la mayoría de los venenos actúan tan deprisa que la víctima no tiene mucho tiempo para confesar.
—¡Usted está a prueba!— chilló ella nuevamente — ¡No está ayudando deliberadamente! ¡Esperaba mucho más de su persona, Lucius Malfoy siempre habla muy bien de usted! ¡Ahora salga de mi oficina!
Snape le hizo una irónica reverencia y se dio la vuelta para irse, lo cual me hizo volver a la profesora y a Harry.
El profesor estaba apunto de cerrar la puerta detrás de él cuando el castaño interrumpió en desesperación.
—¡Tiene a Canuto! ¡Tiene a Canuto en el lugar en que está escondido!— exclamó como si fuera lo único que podía pronunciar.
Pero funcionó, realmente lo hizo ya que Snape se detuvo.
—¿Canuto?— gritó la Profesora en un tono confuso — ¿Qué es Canuto? ¿Qué está escondido y dónde? ¿Snape, qué quiere decir Harry?
El mencionado se giró, a decir verdad, ni siquiera yo sabía.
—No tengo idea— respondió el Profesor fríamente —Potter, cuando quiera que me grite tonterías le voy a dar un Bebedizo Balbuceante. Y Crabbe, afloje un poco el brazo. Si Longbottom se ahoga significará un montón de tedioso papeleo y me temo que voy a tener que mencionarlo en sus referencias si alguna vez solicita trabajo.
Miré a mi hermano, toda esta discusión me distrajo tanto que apenas note que Neville estaba todo morado.
—¿Estas mejor?— le susurré bajito.
Él asintió, tomando aún su cuello —Mejor.
Solté el aire retenido de mis pulmones al verlo regresar a su color normal.
Snape cerró la puerta tras él con un chasquido, dejando a todos en un estado de mayor confusión. Finalmente Umbridge se giró a Harry, su pecho jadeaba con rabia y frustración, lo cual he de admitir que me dio miedo unos segundos.
—Muy bien— dijo, y sacó su varita con la mirada de todos sobre ella —. Muy bien... no tengo más alternativa... esto es más que un asunto de disciplina escolar... esto es un asunto de seguridad del Ministerio... sí... sí…
Fruncí mi ceño mientras me removia en mi lugar, sabía de lo que ella era capaz, semanas de tortura me fueron suficientes y una cicatriz permanente en mi mano lo comprobaba.
—Me estás obligando Potter... no quiero hacerlo— declaró Umbridge —Pero algunas veces las circunstancias justifican su uso... estoy segura que el Ministro entenderá que no tuve alternativa. La Maldición Cruciatus tendrá que soltarte la lengua.
Ay, no.
—¡No!— exclamó Milan con un tono claro de preocupación —Es ilegal.
Pero la Directora no le hizo caso, pues ya había levantado su varita dispuesta a usar dicha maldición.
Retrocedí en mi lugar, el aire se me había ido al escuchar tan solo la palabra y no estaba dispuesta a ver como Umbridge dejaba en la locura a Harry.
Un cuento ya muy viejo, he vivido esta historia a decir verdad.
—¡El Ministro no querría que quebrantara usted la ley, Profesora Umbridge!— intervino Hermione.
—Lo que Cornelius no sabe no lo lastimará— siguió, mientras apuntaba su varita a diferentes partes del cuerpo de Harry, quien por cierto también se hiperventilaba —Nunca supo que ordené a los Dementores que fueran tras Potter el verano pasado, pero de cualquier forma estaba encantado de tener la oportunidad de expulsarlo.
—¡Fue usted!— le gritó Harry —¿Mandó a los Dementores a por mí?
—Alguien tenía que actuar— suspiró Umbridge —Todos decían que había que silenciarte de alguna manera… pero fui la única que en realidad hizo algo al respecto ... sólo que escapaste de esa, ¿No es cierto, Potter? Pero no hoy y no ahora.
No sabía cuánto tiempo soportaría imaginarme todo lo que pasaría después, solo supe que hice lo primero que se me vino a la mente.
Y que quizá me dejaría con una maldición Cruciatus en mi cuerpo.
—¡No!— grité en desesperación —¡No... Harry... tenemos que decirle!
Pude sentir la mirada de Milan junto a mi, pero solo me dio tiempo de mirarla unos segundos antes de seguir.
—De ninguna manera— exclamó Harry, observándome con el ceño fruncido.
Negue —Vamos a tener que, Harry, de todas maneras te va a obligar a decirle, ¿Qué sentido tiene?
¿De dónde había venido eso? Ni yo se.
Solo supe que empecé a sollozar con mis manos cubriendo mi rostro, formando un papel de víctima.
—¡Bien, bien, bien!— aprobó Umbridge, con la mirada triunfante en mi —¡La señorita Mentiras nos va a dar algunas respuestas! ¡Adelante, niña, adelante!
Avance algunos pasos, con la mirada atenta de todos.
—Hazel, ¿Qué estás haciendo?— me susurró Milan.
Aunque estaba sollozando desesperadamente, en mis manos no había una sola lágrima.
—Disculpenme todos— pedí, formando una mueca —Pero... no puedo…-
—¡Está bien, está bien, niña!— me tranquilizó Umbridge, tomándome por los hombros y empujandome hacía la silla —A ver... ¿con quién estaba tratando Potter de comunicarse ahora mismo?
Ella se inclino sobre mi, mientras juntaba mis manos sobre mi regazo y sollozaba con lentitud.
—Bueno…— comencé, mi mente busco algo rápido y que llamara su atención —Bueno, estaba tratando de hablar con el Profesor Dumbledore.
Estaba casi segura de que ninguno de los presentes supiera lo que estaba pasando.
Solo yo.
—¿Dumbledore?— inquirió Umbridge y asentí —¿Entonces saben dónde está Dumbledore?
—¡Bueno... no!— solloce —Milan me ha dicho que han buscado en el Caldero Chorreante, en el Callejón Diagon y en Las Tres Escobas; hasta en La Cabeza de Cerdo.
—¡Niña idiota, Dumbledore no va a estar sentado en una taberna cuando todo el Ministerio lo está buscando!— me gritó Umbridge.
Lo cual me hizo fruncir el ceño, aunque trataba de no mostrarlo demasiado si no me descubriría por completo.
—¡Pero...... pero necesitamos decirle algo muy importante!— grité de la misma manera.
—¿Sí?— inquirió —¿Qué es lo que querían decirle?
—¡Que… queríamos decirle que está l... lista!— trague en seco.
—¿Qué es lo que está listo?— preguntó Umbridge impaciente —¿Qué es lo que está listo, niña?
Ella me tomo de los hombros, sacudiendome unos segundos.
—El... el arma.
—¿Arma? ¿Arma?— repitió Umbridge, y asentí —¿Han estado desarrollando algún método de resistencia? ¿Un arma que podrían usar contra el Ministerio? ¿Bajo las órdenes del Profesor Dumbledore, por supuesto?
Sorbi mi nariz —S... sí ¡Pero tuvo que irse antes de que estuviera terminada y la terminamos por él, y no podemos encontrarlo p-para decírselo!
—¿Qué clase de arma es esa?
—En realidad no la entendemos— admití en un suspiro —Sólo hicimos lo que el p-profesor Dumbledore nos dijo que hiciéramos.
Umbridge se enderezó, creyéndose por completo aquello, cuando se dio la vuelta y se vio distraída miré a Milan a través de ella y le sonreí con delicadeza, guiñandole un ojo disimuladamente mientras ella me alzaba ambos pulgares y asentía en forma de aprobación al darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Eso me hizo sonreír aún más, aunque cuando Umbridge se giró a mi borré todo rastro de felicidad. Supongo que clases de teatro y teoría extras en mi antiguo colegio me iban a servir de algo.
—Llévenme al arma— ordenó la profesora luego de unos segundos.
Negué —No se la voy a mostrar a… ellos
Miré a los chicos de slytherin.
—No estás en posición de imponer condiciones— replicó bruscamente la mujer.
—Está bien— murmuré —Está bien.... deje que la vean, ¡Espero que la usen contra usted!— dicho aquello la profesora me miro, entonces supe que logré mi cometido —¡De hecho, deseo que invite a montones y montones de personas a que vengan y vean! Eso le va a ser muy útil.
Umbridge me contempló por un largo momento, y luego habló en lo que
claramente pensó era una voz maternal muy mal interpretada.
Incluso me dieron náuseas.
—Correcto querida, vamos sólo tú y yo. Y también llevaremos a Potter, ¿te parece? Levántate.
Y así, finalmente acepte.
CUANDO CAMINÁBAMOS por los terrenos del colegio en silencio con la profesora siguiéndolo, a decir verdad esperaba a que una idea se me cruzara por la cabeza en cuanto salimos del castillo.
Pero mi cabeza simplemente seguía en blanco.
—¿Qué haces?— la voz de Harry junto a mi me hizo titubear.
Yo tampoco lo sé.
—¿Im... provisar?
El chico me miró —¿A dónde vamos?
—No lo se— formé una mueca —Cho me contó que había algunos centauros que echaron al profesor Firenze así que... quizá podamos pedirles ayuda con Umbridge, aunque ahora que lo pienso suena mala idea.
—¿Por qué murmuran?— nos cuestionó la profesora Umbridge en voz alta.
—Le... estaba diciendo a Harry por dónde es— respondí —Si él se pierde, yo también.
—Entonces... ¿dónde está?— preguntó Umbridge.
Me detuve en la derecha de el bosque.
—Allí dentro— señalé con rapidez —Tiene que estar en algún sitio en el cual los estudiantes no puedan encontrársela accidentalmente, ¿No cree?
Ella asintió —Por supuesto... muy bien, entonces... ustedes dos pueden ir por delante de mí.
Mi ceño se aligero, mirando a Harry y él a mi.
No creía que pondríamos nuestras vidas en riesgo solo por ella, ¿O si?
—Entonces, si vamos primero ¿podemos recuperar nuestras varitas?— le preguntó Harry luego de unos segundos.
—No, no lo creo, Señor Potter, me temo que el Ministerio tiene en más alta estima mi vida que las suyas.
Rodé los ojos, girandome hacia los bosques sin ninguna otra opción.
—Lo lamento— aseguré a Harry cuando nos acercábamos a los oscuros bosques —Yo nos metí en esto.
—No te preocupes, después de todo creo que esto es nada.
Y entonces escuche los pasos acelerados de la profesora, quien parecía estar corriendo para seguirnos el paso.
—¿Está en un lugar muy adentrado en el bosque?— preguntó ella, mientras que su capa se enganchaba en una rama.
Me giré unos segundos —¡Ah, si! Sí, está muy bien escondida.
Harry me miró con el ceño fruncido, a lo que me encogí de hombros.
Solo deje que mis piernas me guiaran por el camino y, después de unos segundos admitía que me sentía en una excursión.
En una excursión del miedo más bien.
Casi tropecé por las ramas cinco veces por estar cuidando a no cruzarme con alguna telaraña.
Umbridge en una ocasion tropezó contra un árbol caído. Ninguno se detuvo para ayudarla a ponerse de pie, al contrario de eso; una leve carcajada salio de mi boca mientras Harry sonreía con disimulo.
No podía evitarlo, si alguien se tropezaba frente de mí primero me reiría y luego lo ayudaría a incorporarse.
—Está sólo un poco más lejos— informé segura.
—Todo puede oírse aquí— aseguró Harry.
Encogí mis homnros —¡Ah, es que quiero que me escuchen!
A decir verdad las piernas me temblaban, no quería que me escucharan, ni de loca quería enfrentarme a todos esos centauros que Cho había mencionado.
El camino siguió una eternidad más, incluso se me había olvidado por un segundo a que habíamos venido y me puse a husmear en el bosque como si se tratará de un paseo normal.
No es un paseo normal.
Fue así hasta que llegamos a lo más profundo del bosque, donde los árboles cubrían la luz.
—Siento que alguien nos observa— admitió Harry.
Lo observé de inmediato, casi tan de inmediato que mi cuello dolió —No me digas eso o empezaré a correr ahora.
—¿Está mucho más lejos?— nos interrumpió Umbridge cuando nos escucho hablar de nuevo.
—¡No tan lejos, profesora!— grité —¡Solo un poco más, si sabe que...! ¡Ay!
Una flecha pasó flotando por encima de mi cabeza, haciéndome saltar como un gato directo hacia el suelo.
En el ambiente se escucharon sonidos de pezuñas y el suelo se movió conforme me levantaba con ayuda de Harry.
En cambio Umbridge solo me ayudo a ponerme de pie para utilizarnos como escudo.
Alrededor de cincuenta centauros estaban emergiendo por todos lados, con sus arcos alzados y cargados, apuntando hacia nosotros.
—Creí que... s-seria mentira eso de los centauros— admití a Harry.
Él negó, mientras uno de ellos se habría paso y nos preguntaba —¿Quiénes son?
En este momento, del miedo, ni yo sabía cómo me llamaba.
—Te he preguntado quién eres, humana,— dijo el centauro de melena castaña.
Entonces supe que se dirigía a la profesora.
—¡Soy Dolores Umbridge!— dijo ella con un tono de miedo —¡Subsecretaria Mayor del Ministro de Magia y Directora e Inquisidora Mayor de Hogwarts!
—¿Eres del Ministerio de Magia?— se preguntó.
Cuando escuche a los centauros removerse y darse miradas entre ellos supe que algo malo venía.
—¡Eso he dicho! Así que ten mucho
cuidado! Con las leyes instauradas por el Departamento de Control de Criaturas Mágicas, cualquier ataque perpetrado por un medio-desarrollado en un humano...-
—¿Cómo nos has llamado?— gritó un centauro negro con un aspecto bastante salvaje.
—Esto fue una mala idea, ¿Verdad?— masculle a Harry.
Pero curiosamente el chico negó —Más bien es una salida para deshacernos de Umbridge.
Los centauros murmuraban enfadados y tensaban las cuerdas de sus arcos alrededor de ellos, lo cual me hizo retroceder.
Yo soy de todo menos valiente.
—No los llame así— regañe a la profesora, no quería morir por una flecha y siendo cobarde.
Como era de esperarse, la profesora me ignoro totalmente.
—... la Ley Cincuenta “B” establece claramente que cualquier ataque hecho por una criatura que parece tener inteligencia casi humana, se considera por ello que es responsable de sus actos.
—¿Inteligencia casi humana?— repitió el castaño —¡Nosotros consideramos que eso es un gran insulto, humana! Nuestra inteligencia, por suerte, aventaja bastante a la de usted.
—¿Qué están haciendo en nuestro bosque? ¿Por qué están aquí?
Abrí la boca para hablar cuando Umbridge me interrumpió gritando: —¿Su bosque? Tengo que recordarles que ustedes viven aquí sólo porque el Ministerio de Magia les concede ciertas áreas de tier...-
Una flecha voló muy cerca de su cabeza, pues por suerte me había logrado agachar justo antes de que me tocara.
En cambio, la profesora también lo había evitado, soltando un ridículo gritito mientras colocaba sus manos sobre su cabeza.
—¿De quién es el bosque ahora, humana?— rugió el centauro.
Otra flecha más y seguro esta no la esquivaba.
—¡Estúpidos medio-desarrollados!— gritó Umbridge.
Pero eso solo provocaba que ellos enfurecieran más y por ende sus ganas de atarcanos también.
—¡Cállese!— exclame finalmente, harta de escucharla gritar un montón de barbaridades.
Pero había sido demasiado tarde, pues Umbridge apuntó con su varita a uno de los centauros —¡Incarcerous!
Gritó y en ese momento apareceron unas cuerdas de su varita que flotaban en el aire como serpientes, aferrándose al cuerpo del centauro, el cual comenzó a gritar de ira en un intento desesperado por liberarse.
—¡No! ¿Qué está haciendo?— me giré a la profesora —¡Eso solo lo empeorará!
Antes de que pudiera decir algo más, Harry me tomo de los brazos, haciendo que cayera de cara al suelo.
Tome mi nariz con dolor, pues había ido a impactarse tan duro que había un poco de sangre en ella.
Harry había salvado mi vida puesto a que los centauros comenzaron a rodearnos así que no podía reclamarle mi nariz.
A este punto la profesora ya había sido tomada por los centauros cuando recupere el equilibrio, ella se retorcía y chillaba de miedo frente a nuestros ojos.
—¡Por favor, por favor, no pueden hacer esto, soy la Subsecretari...!— no pudo completar su frase cuando el centauro la estrujo para que se callara.
Una mueca apareció en mi rostro, mientras Harry intentaba tomar la varita que a la profesora se le había caído, pero fue muy tarde para cuando esta se rompió.
—¡Diganle, chicos, diganle que soy buena persona!— la profesora nos llamó.
Miré a Harry y él a mi, mientras volvíamos la mirada a la profesora.
—¡Diganselo! ¡diganle que soy buena persona!
Harry negó —Lo sentimos, profesora.
Entonces entendí, todos esos meses de tortura, dolor y lágrimas debido a ella. Ahora el karma estaba funcionando.
—No debemos decir mentiras— añadí cuando el chico se quedó en silencio.
Y sin más, sin vuelta atrás, aquel centauro corrió sin previo aviso, siendo de sus gritos aún menores.
Solté el aire retenido en mis pulmones cuando se desvanecieron sobre los árboles, quedándonos solamente con un par de ellos.
—¿Y éstos?— se preguntó el centauro de pelo gris, tomando de mi brazo.
—Son jóvenes—dijo una voz suave que provenía detrás de Harry. —Nosotros no
atacamos a los potros.
Asentí con miedo —Si, si, nosotros somos muy jóvenes, somos... eso, potros.
Formé una rara mueca mientras Harry me miraba confuso. Simplemente me encogí de hombros.
—Fueron ellos los que la trajeron aquí, Ronan— dijo el centauro que tenía tomado firmemente a Harry. — Y no son tan jóvenes... él es ya casi un hombre. Éste de aquí.
Meneó el brazo de Harry, el cual parecía casi de gelatina al moverlo de esa manera.
—Por favor, no nos ataquen— pedí amablemente —Nosotros no pensamos
como ella, no somos empleados del Ministerio de Magia... sólo vinimos hasta aquí porque esperábamos que la apartaran de nosotros.
A decir verdad mi tono de sinceridad me asombro hasta a mi.
Pero, creo que me había equivocado totalmente al decir eso, pues el centauro de cabello gris apachurro más mi brazo.
—¿Lo ves, Ronan? ¡Ellos ya tienen la arrogancia de su clase! Entonces... nosotros tenemos que hacerte el trabajo sucio ¿Es así, chica humana? ¿Nosotros tenemos que actuar como si fuéramos sus sirvientes, ahuyentando a sus enemigos, como si fuéramos perros obedientes?
Negué al formar una mueca. —No quise decir eso, quería decir que... quizá ustedes podrían ayudarnos.
Todo iba de mal en peor.
—¡Nosotros no ayudamos a los humanos!— gruñó el centauro que agarraba a Harry, —¡Somos una raza aparte y estamos orgullosos de serlo. No permitiremos que caminen por aquí, alardeando de que aceptamos sus ofertas!
—Vale, habla tu, Harry— me rendí, flotando en el aire con mi brazo hasta mi cabeza.
—¡No vamos a decir nada de eso!— obedeció Harry. —Sabemos que hacen lo que hacen porque quieren.
Mi brazo comenzaba a hormiguear.
—¡Vinieron aquí sin que nadie les
hubiera invitado, tienen que pagar las consecuencias!
Un rugido de aprobación se unió a estas palabras y un centauro bicolor gritó: —¡Pueden unirse a la mujer!
Entonces mis ojos se abrieron tanto como pudieron —¿Qué? ¡No, no! ¡Dijeron que no le hacían daño a los inocentes! ¡No hemos hecho nada para lastimarlos! No hemos usado varitas ni trucos, solo queremos regresar al colegio ¡Por favor, déjenos volver!
Tres segundos más y entro en total pánico.
—¡No todos somos como el traidor Firenze, chica humana!— gritó el centauro gris.
Negué, la idea de perderme en el bosque para toda la vida comenzaba a aterrarme tanto que quería llorar.
Pero no fui capaz de escuchar sus gritos, así como su montón de ideas que hacían contra nosotros.
En una de esas ocasiones escuché decirles que nos cocinarian aunque no nos fueran a comer.
Fue como si la campana fuera a salvarnos o... más bien un gigante fuera a salvarnos. Mi brazo fue soltado, haciéndome caer al suelo de rodillas y, una vez que miré hacia arriba, una monstruosa forma del gigante apareció en el claro.
—Creí que era mentira eso de los gigantes— admití a Harry.
Quien miraba lo mismo que yo y nos levantabamos al mismo tiempo.
Los centauros que estaban cerca de nosotros se alejaron un poco. El lugar era ahora un bosque de arcos y flechas esperando para ser disparadas, todas apuntando hacia la monstruosa cara del gigante.
—¡Grawp!— Harry llamo al gigante.
Provocando que lo mirara tan rápido que mi cuello dolió —¿Lo conoces?
Asintió —Es una larga historia.
Aquel gigante abrió la boca aún más mientras repetía: —Hagger.
No tenía ni la menor idea de lo qué significaba Hagger o en que lengua estaba hablando
—Hagrid...— susurró el chico —¡Creo que está tratando de decir “Hagrid”!
Mi ceño se frunció —¿Por qué diría el nombre de un profesor?
—Es una larga historia.
Asentí —Ya, bueno, si salimos vivos de acá tendrás que contarme porque ahora tengo curiosidad.
Justo en ese momento aquel gigante con nombre Grawp nos observo, al parecer había logrado escucharnos incluso apesar de la altura.
Inclinó su cabeza unos pocos pies más, fijándose atentamente en nosotros y haciendome tragar en seco.
—¡Hermy!
Negué, apenas moviéndome —No, es Hazel.
—¡Hermy!— gruñó de nuevo Grawp.
Por lo que volví a negar —Hermy es...-
Harry asintió —Hermione, si.
—¿Dónde Hagger?
—No tengo idea— intenté sonreír —Lo siento... Grawp, no tengo idea.
Una de las inmensas manos del gigante descendió hacia donde estábamos, solté un grito de terror y corrí unos pasos hacia atrás, deteniéndome lo suficientemente lejos pero no tan, tan lejos.
Incluso los centauros ya se habían olvidado de nosotros y seguían atacando al pobre Grawp.
Cncuenta flechas se dispararon por el
aire hacia el gigante, salpicando su enorme cara, provocándole gritos de dolor e ira de Grawp.
Chilló y estampó sus enormes pies en el suelo, por lo que los centauros empezaron a escaparse de su camino; las gotas de sangre de Grawp, del tamaño de guijarros, cayeron sobre nosotros cuando intentábamos ayudar.
Pero nos fue imposible ayudar puesto a que Grawp tiraba manotazos al aire con fuerza en un intento de tomar a los centauros.
Fue horrible ver como los centauros corrían en diferentes direcciones mientras el gigante daba otro grito de ira y se iba corriendo por el bosque.
Los sonidos de los centauros y el patinazo del gigante se fueron haciendo cada vez más débiles.
Coloqué ambas manos sobre mi cintura mientras resoplaba.
—Bueno, fue un experiencia que no me gustaría repetir— admití en voz alta.
Harry negó —Ni que lo digas.
Ahora que lo pensaba, estábamos tirados en medio del bosque, del cual tendríamos que caminar unos largos kilómetros para salir.
—¿Tú qué dices?— mire a Harry.
—¿Sabes aparecerte?
Pensé y entonces negué, que oportunidad hubiera sido aquella, aún así no podríamos ya que estaba prohibido en los terrenos del colegio.
—No podemos aparecernos en los terrenos del colegio— recordé.
Él asintió —Lo olvide.
—Hubiera sido un buen plan.
—Un gran plan.
—Lo que no fue un gran plan fue habernos metido aquí, hubiera elegido Hogsmeade o yo que se— formé una mueca —¿Cómo no se me ocurrio? ¿Por qué fui tan...?
Me quede callada, ahora estaba pensando en voz alta.
—¿Cómo vamos a salir de aquí?— inquirí a Harry —Necesitamos volver al castillo.
Formo una leve mueca de molestia —En el tiempo en el que hagamos eso, Sirius probablemente esté muerto.
—Bueno, sin nuestras varitas no podemos hacer nada— recordé —Aún así, ¿qué habías planeado para conseguir llegar a Londres?
— Sip, eso mismo nos preguntamos nosotros —dijo la voz de Milan.
Me giré rapidamente hacia ella o mas bien, ellos.
Por inercia me dirigí a mi hermano, quien llevaba el ojo derecho amoratado, pero parecía satisfecho.
—¿Qué te pasó?— inquirí, aunque sonó más como un regaño.
—Bueno, fui valiente— sonrió de lado a lado —¿Y a ti qué te paso en la nariz?
Apenas me daba cuenta de la sangre seca que había dejado de esta, aparte de unos rasguños sobre la punta de mi nariz.
—Fui como tú, valiente.
— Bueno, ¿se les ocurre algo? —preguntó Ron, interrumpiendonos totalmente.
El chico me ofreció mi varita, la cual tomé con rapidez.
—¿Cómo lograron escapar? —pregunté atónita.
Milan sonrió orgullosa, moviendo sus hombros —Fueron un par de rayos aturdidores, un encantamiento de desarme…
— Traducción: una patada de Milan. —corrigió Hermione.
Sonreí ligeramente.
— Si, y además, un bonito embrujo paralizante, cortesía de Neville. —terminó por contar la rubia.
Miré a mi hermano con una sonrisa más ancha —¡Muy bien hecho, Nev!— le sacudí los hombros mientras él me agradecía.
Ron nos miro a todos, — Pero Milan es la que más se ha lucido: le ha hecho a Malfoy el maleficio de mocomurciélagos; fue genial, les contaría todo, pero no tenemos tiempo, la cosa es que los vimos ir hacia el bosque, y vinimos. ¿Que han hecho con la profesora Umbridge?
Miré a Harry y él a mi.
— Se la ha llevado una manada de centauro. —respondió él.
— ¿Y a ustedes los han dejado aquí? —inquirió Milan extrañada.
— No, los ha ahuyentado Grawp.
— ¿Quien es Grawp? —pregunto Luna.
— El hermano pequeño de Hagrid —se adelanto a decir Ron —. Pero eso no importa ahora. Harry. ¿qué averiguaste? ¿Tiene Quien-tu-sabes a Sirius o no?
—Sí —afirmó Harry —, y estoy seguro de que Sirius todavía está vivo, pero no sé cómo vamos a ir hasta allí para ayudarlo.
Nos quedamos en silencio, apenas estaba recuperándome de lo sucedido hace rato.
Eran tantas emociones y experiencias en un solo rato que apenas las procesaba.
— Tendremos que ir volando, ¿no? —soltó Luna de pronto.
— Vale —contestó Harry —. en primero lugar, olvidate de “Tendremos”, porque tú no vas a ninguna parte, y en segundo lugar, Ron es el único que tiene una escoba que no esté custodiada por un trol de seguridad, de modo que…
— Por si te olvidaste, tambien cuento con una escoba. —reclamó Milan.
— Si, pero tu no vienes. —señalo Ron.
— ¿y tu si iras? —desafio la rubia.
Negué, tratando de terminar su discusión que seguro llevaría años.
— Ninguno de ustedes ira— sentenció Harry.
— Todos pertenecíamos al ED —intervino mi hermano —. ¿No se trataba de prepararnos para pelear contra Quien-tú-sabes? Pues ésta es la primera ocasión que tenemos de actuar. ¿O es que todo aquello no era más que un juego?
— No, claro que no… —contestó Harry impaciente.
— Entonces nosotros tambien debemos ir — apoyé —. Podemos ayudar.
— Es verdad. —coincidió Luna, sonriendo a todos.
Harry parecía querer convencerse a sí mismo, pues, aunque no aceptará iría con el y Milan.
— No importa —soltó —, porque de todos modos no sabemos cómo vamos a ir.
—Creía que eso ya lo habíamos decidido —insistió Luna, consiguiendo que Harry se desesperara aún más—. ¡Volando!
— No podríamos hacerlo, ¿o si? —inquirió Milan.
Suspiré, girandome con mis manos aún sobre mi cintura al escuchar los pasos de lo que creí que serían los centauros otra vez.
Pero me equivoque, se trataba de aquellos Thestral que se paseaban en el momento perfecto. Fue como si una vela de encendiera en mi cabeza y me quemara en nuevas ideas.
—Hay otras formas de volar — afirmé.
Harry miro lo que yo, entendiendo perfectamente lo que estaba pensando.
— Si me volví ciega, diganmelo ahora. —murmuró Milan —. Y si me volví loca, también diganmelo.
IR EN THESTRAL HABÍA sido una buena pero mala idea al mismo tiempo.
No podía ni imaginar lo que Milan, Ron o aquellos que no pueden verlos estarían sufirndo al flotar solamente así.
Lo bueno había sido que llegamos demasiado rápido, pues en cuestión de segundos el Thestral pasó como un rayo sobre el castillo, sus anchas alas apenas se movían; el frío aire golpeaba mi cabeza y heridas.
Mis brazos estaban muy aferrados al cuello del Thestral mientras miraba hacia el suelo, no podía dejar de hacerlo y la brisa fría, por un momento disfrute el viaje por más rápido que latiera mi corazón.
Cuando el pavimento estuvo a mi vista, sabía que sería lo más difícil, pues el Thestral tocó el suelo casi de golpe. Baje del Thestral con mucho cuidado, sintiéndome rara al hacerlo.
—¿A dónde vamos ahora?— escuché a Luna preguntarse con tranquilidad.
Sacudí mi ropa.
—Por aquí— llamó Harry, señalando una cabina telefónica a unos metros de nosotros.
Comenzamos a trotar sobre el camino, todos iban demasiado concentrados sobre la dicha cabina pero en cambio yo pensaba detenerme para observar cualquier cosa que se me cruzaba.
Aveces la curiosidad me ganaba.
—¡El que esté más cerca del auricular, que marque seis dos cuatro cuatro dos!— exclamó Harry.
Milan fue la primera en llegar, marcando el número que el chico le dijo.
—Bienvenidos al Ministerio de Magia— dijo una voz femenina —Por favor declare su nombre y su asunto.
Harry fue el siguiente en responder: — Harry Potter, Milan Lupin, Ron Weasley, Hermione Granger, Neville y Hazel Longbottom, Luna Lovegood… estamos aquí para salvar a alguien, a no ser de que su Ministerio pueda hacerlo primero.
—Gracias, visitantes, tomen las placas de identidad y péguenlas en la parte de delante de sus túnicas— la mujer le respondió.
Media docena de placas se deslizaron, entre ellas rebusque la placa con mi nombre y la coloqué sobre mi tunica, mientras le entregaba a Neville la suya.
—Visitantes del Ministerio, se requiere que se sometan a un registro y presenten sus varitas para que queden registradas en el escritorio de seguridad, que se encuentra en el extremo más lejano del Atrio.
—¡Bien!— exclamó Harry con desesperación —¿Ya podemos movernos?
Espere unos segundos cuando el pavimento tembló de un momento a otro y los Thestrals se desaparecieron.
Pronto sólo mire oscuridad, había entrado al Ministerio de Magia y supongo que era la primera vez.
—Vamos— Harry se colocó frente a todos —Escuchen, tal vez… tal vez un par de nosotros deberíamos quedarse aquí como…-
Mi ceño se frunció —¿Y cómo vamos a avisarte que algo pasó?— pregunté.
Mi hermano asintió —Vamos contigo, Harry.
—Sigamos con esto— añadió Milan con voz firme.
Harry no tenía opción y eso todos lo sabíamos, pues no le dio de otra más que volverse a girar sobre el pasillo y aceptar.
—Que alguien cierre la puerta— pidió el castaño.
Luna obedeció, dejándonos en total oscuridad.
Creo que había sido una mala idea.
Salté cuando hubo un gran estruendo y las velas empezaron a moverse hacia
los costados. La pared estaba moviéndose por unos segundos y había llamas azules a nuestro alrededor. Luego, tan de repente como había empezado, el estruendo se detuvo y todo se inmovilizó de nuevo.
Solté el aire retenido en mis pulmones, preguntándome con un tono lento del miedo: —¿Qué… fue todo eso?
—Pienso que fue para evitar que sepamos por cual puerta entramos— respondió Milan, con el brazo entrelazado al de Harry.
—¿Cómo vamos a volver a salir?— inquirió Neville con tono inquietante.
Buena pregunta.
—Bueno, eso no importa por ahora— aseguró Harry —No necesitamos salir hasta que encontremos a Sirius.
—Pero no te pondrás a llamarlo a gritos, ¿no?— habló Hermione con tono de preocupación.
—¿Adónde vamos entonces, Harry?— insistí, acercándome a Neville para no perderlo de vista.
Harry nego —No sé, en mis sueños pasaba a través de la puerta al final del corredor desde los ascensores y entraba en un cuarto oscuro que es este y luego pasaba a través de otra puerta a un cuarto que parecía que… brillaba.
—Bueno, deberíamos probar unas cuantas puertas— propuso Milan y asentí de acuerdo.
—Si, yo sabré cuál es el camino correcto cuando lo vea. Vamos— indicó el chico y todos lo seguimos para no perdernos.
En la siguiente habitación, la cual Harry abrió, estaba más iluminada a comparación de la anterior, pues habia unas lámparas colgando a baja altura de cadenas doradas del techo, que nos hizo ver un gran cuarto rectangular.
El lugar estaba bastante vacío excepto por unos cuantos escritorios y un enorme tanque de agua lleno de un líquido de un verde muy fuerte; varios objetos de color blanco perla flotaban dentro de el, lo cual me hizo asomar mi cabeza con curiosidad.
—¿Qué son esas cosas?— susurró Ron a unos centímetros de mi.
—No lo sé— le respondió Harry.
—¿Son peces?— murmuró Milan junto al castaño.
—¡Gusanos Aquavirius!— dijo Luna agitadamente. —Papá dijo que el Ministerio los estaba criando.
—Luna, creo que… esos no son 'gusanos' son cerebros— aseguré, formando una mueca en el proceso.
—¿Cerebros?— Milan me observo.
Asentí —Si… no quiero ni preguntarme qué harán con ellos.
Después de eso salimos rápidamente de la habitación, siguiendo a la otra puerta pero sin antes de que Hermione la marcará con una gigante X.
El siguiente cuarto era más grande que el anterior, apenas estaba iluminado y era también rectangular.
Cuando salimos, Harry se acercó a otra puerta al azar y la empujó pero esta no se movió.
—¿Qué pasa?— me pregunté al llegar.
—Está… cerrada…— dijo Harry, empujando la puerta con todo su peso.
—Esta es, entonces, ¿no es cierto?— dijo Milan, uniéndose a Harry en el intento de forzar la puerta para abrirla. —Seguro es esta.
—Salgan del medio— dijo ella, apuntando con su varita —¡Alohomora!
Pero nada pasó.
—¡El cuchillo de Sirius!— exclamo Harry.
Saco dicho cuchillo y lo deslizó dentro de la rendija entre la pared y la puerta.
Pero no funcionó, por alguna razón aquella puerta era imposible de abrirse así que, simplemente nos rendimos y fuimos a la siguiente.
—¡Esta es!— la voz de Harry me hizo mirarlo —¡Por aquí!
Había una clase de vasija y dentro de esta un pequeño huevo que brillaba como una joya muy brillante. Cuando subía por la vasija, se rompía y un colibrí salía, el cuál era llevado hasta la parte más alta de esta misma, pero mientras caía por la corriente sus plumas se volvían sucias y mojadas otra vez.
Me quedé unos segundos plantada viendo el proceso de aquello, aunque no había tiempo y lo supe cuando Harry reaccionó.
—¡Sigamos adelante!— exclamó él, sacándome del transe.
—¡Tu perdiste bastante tiempo con ese viejo arco!— le reclamó Milan.
Avance hacia ella, —Tal vez de vuelta podamos verla con más detalle.
Le sonreí y ella acepto, siguiéndome junto a los demás.
—Acepto, pero tu vas a acompañarme.
Asentí, pasando la campana hasta la única puerta que se encontraba detrás.
—Esta es— confirmo Harry —Es por aquí...
Empujó dicha puerta una sola vez, siendo esto suficiente para que se abrieran con un vaivén.
Frente a nosotros se había a aparecido un lugar tan alto como una iglesia y llena de montones de estantes cubiertas por esferas de vidrio.
Dichas esferas apenas y brillaban en la luz.
—Dijiste que estaba en la fila noventa y siete— recordó Milan.
—Si— dijo Harry entre dientes, buscando algo al final de la fila más cercana.
—Necesitamos ir a la derecha, creo— susurró ella.
Entrecerre mis ojos al observar la fila junto a nosotros. —Si… esta es cincuenta y cuatro...
Avanzamos lentamente, echando una mirada hacia atrás mientras seguíamos el camino por los largos callejones de estantes. Pronto noté que había unas etiquetas amarillentas que estaban pegadas debajo de cada esfera de vidrio en los estantes.
Las esferas tenían como un extraño brillo que era líquido y otras simplemente no tenían luz.
—¡Noventa y siete!— susurró Hermione, haciendo que me detuvera a medio camino.
Nos reunimos alrededor de la fila, pero no había nadie, estaba todo vacío.
—Está justo al final,— dijo Harry.
Y nos siguió por las filas de esferas, pero por alguna razón, no había nadie ni nada más que esas esferas brillantes.
—Debe estar cerca de aquí, por aquí, en cualquier lugar… realmente cerca…— murmuraba Harry, como si intentará convencerse a sí mismo.
—¿Harry?— llamó Milan con un tono de preocupación.
No había nadie allí. Todo hacía eco al polvoriento silencio.
Al notar que Harry murmuraba un montón de cosas, me adelante para quedar junto a Milan y observar a Harry igual de confusa.
—Harry, yo… no creo que Sirius este aquí— admiti.
Dolía decirlo que quizá era verdad.
Nadie habló, Harry ni siquiera nos miró ni se movió.
De un momento a otro corrió hasta el espacio al final de las filas, corrió hasta la otra punta, pasó de nuevo frente a nosotros mientras lo observabamos dar vueltas de un lado a otro.
No había signos de Sirius por ningún lado, ni siquiera un indicio de una pelea.
—¿Harry?— lo llamó su mejor amigo, Ron.
Se detuvo bruscamente —¿Qué?
Pero él no respondió, nadie más que yo se había atrevido a decirle la verdad, en especial por lo enojado que se miraba Harry en este momento.
Quizá significa que todo esto había sido en vano.
O eso creía, pues no había notado que Ron observaba una esfera en específico.
—¿Has visto esto?
—¿Qué?— dijo Harry, caminando directamente hacia el pelirrojo.
—Tiene... tiene tu nombre escrito— señaló él.
Lentamente me acerqué para mirar, iluminando con mi varita la polvorienta esfera.
Mi ceño se fruncio al leer la etiqueta amarilla que esta llevaba:
Señor Oscuro y Harry Potter
—¿Qué hace tu nombre aquí, Harry?— hablé en un susurro.
—Yo no estoy aquí— respondió perplejo —Ninguno de nosotros está aquí.
—Harry, no creo que debas tocarlo,— admitió Milan, a lo que estuve de acuerdo.
—¿Por qué no?— se pregunto con tono pacifico —Es algo que tiene que ver conmigo, ¿o no?
—No lo hagas, Harry,— pidió Neville y Harry finalmente lo miro.
—Tiene mi nombre escrito— insistió el castaño.
En parte tenia razón, si fuera Harry, realmente yo también lo haría por curiosidad e intentaría ver qué decía dicha esfera o si quizá dibujaba algo en ella.
Cuando menos me di cuenta, unas siluetas comenzaron a rodearnos a todos, cuando me giré a mirar sobre la oscuridad, noté varios pares de ojos que brillaban detrás de las rendijas de las mascaras, y una docena de varitas encendidas nos apuntaban al corazón.
Mi respiración de fue, tomando la mano de Neville para correr en cualquier momento.
— Dame eso, Potter. —dijo una voz con tono firme, colocando la palma de la mano hacia arriba —. Dame eso.
━━━━ ⋆ AUTHOR'S NOTE: Cedric, Cho y Eugene descuidan un rato a Hazel*
Hazel metiéndose en tremendo lío y terminando en el Ministerio/
Aprecien estas bellas 7k palabras o lloro, chao.
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