chapter seven. therapy
𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍
꒰ ۫₊˚ɞ capítulo 7 .˚ׅ🦋 ຊ ҂
❝ therapy ❞
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
MILAN RÁPIDAMENTE ESCONDIÓ el mapa del merodeador en su abrigo, ya que no podía hacer nada más que eso, pues el director se había acercado a nosotras.
—Director— balbuceo Milan —Juro que no es lo que parece.
Me quede petrificada al saber que me metería en más problemas, pero ver a Cedric si que había valido la pena.
—Ya que— dije en rendición.
—¿Señoritas Lupin y Longbottom qué hacen aquí?— se preguntó mientras los demás se adentraban.
Mire a Cedric de reojo, intentando averiguar una buena excusa pero era demasiado tarde.
—Es... en realidad todo mi culpa, profesor Dumbledore— admití —Le pedí a Milan que viniera conmigo para... desearle suerte a Cedric.
Dumbledore pareció entenderlo, no entendía porque pero él suspiro asintiendo —El amor de jóvenes.
Abri tanto los ojos mientras miraba a Cedric imitar mi acción.
—¿Qué? No, no, solo somos amigos— asegure mientras Cedric asentía de acuerdo y con los nervios a más no poder.
En el fondo quería que así fuera, y si, lo admitía, creo que por un momento no quise hacerlo pero ahora lo hacía.
Había caído.
—Si, eh... profesor, no quisimos meternos en problemas— finalicé.
—Profesor— Milan dio un paso al frente —También es mi culpa, debi estar en las gradas con el resto.
Dumbledore nos miro a ambas, las dos asumíamos la culpa. Dio una seña a Filch, y este se acercó rápidamente.
—Señorita Lupin, su castigo será no presenciar la primera prueba— giro a verme —Y usted, señorita Longbottom, regresara a su castigo.
Mire a Milan y ella a mi, simplemente nos dejamos escoltar por Filch hasta el aula de castigos, para no ver la primera prueba, pero al menos logramos ver a Cedric y Harry antes de todo.
Una vez ambas estábamos en el aula de castigos, Filch volvió a supervisar todo en la primera prueba, dejándonos así a ambas en la anterior aula, solas.
—Mira el lado bueno— me dijo Milan, mientras se sentaba en uno de los pupitres —Viste a tu amado y yo me metí en otra aventura.
Le mire con una sonrisa —No creo que él lo vea de esa forma— aseguré con las mejillas levemente enrojecidas.
Estaba haciendome loca, si.
—Eso lo dices porque no viste toda la perspectiva.
—Lamento haberte metido en problemas, no debí haberte pedido ayuda desde un inicio— admití.
—No te preocupes, si yo estuviera en tu lugar, me hubiera gustado que alguien me ayude a salir— me tranquilizo ella, brindándome una pequeña sonrisita.
Bajé la mirada con más tranquilidad —Te ayudaría con cualquier cosa, por eso somos amigas, ¿O no?
Titubee un poco al esperar su respuesta, pues durante mi tiempo Hogwarts había sido alguien completamente diferente a mi antiguo colegio.
Ser social jamás fue lo mío, pero tuve la suerte de encontrar a Eugene, Cho y Milan, por supuesto.
—¡Claro que somos amigas, hasta la pregunta me ofende!
—Ya, lo siento, no soy... muy buena haciendo amigas— dije, provocando que Milan me mirase extrañada.
—Pero... ¿Qué dices? Desde que te conozco te he visto hacer amigos— murmuro confundida.
Suspiré, era momento de decirlo, jamás se lo había dicho a alguien sobre lo que había vivido en mi antigua escuela, ni siquiera a mi propio hermano.
—Bueno, digamos que... en realidad nadie es aceptado totalmente en la sociedad— expliqué.
Milan analizó mis palabras por algunos segundos —Algo te paso antes de venir a Hogwarts, ¿No es así?
Asentí con delicadeza y con mis ojos levemente cristalizados, recordando todos esos años.
—Las personas como esa chica de Slytherin con la que me he peleado son las mismas que me han acosado toda mi vida— guarde silencio intentando soportar el hilo de mi voz —Y, cuando llegue aquí me prometí que no dejaría que pasara lo mismo, que no tendría más miedo y... que sería valiente, cuando vi lo que le hacían a Neville recordé todas las golpizas me llevé por no querer defenderme.
Ella se acercó a mi, haciéndome encogerme en mi lugar, estaba diciéndolo, realmente estaba pasando.
—Las personas son crueles. Lo siento... no se lo que se siente pasar por todo eso, pero lo he visto. No sabes cuantas veces he defendido a Neville, él... tu hermano... ¿Sabe de todo esto?
Negue —Si se entera seria un desastre... él cree que tenía muchos amigos allá así que, nadie más que tú lo sabe ahora.
—Seré un tumba— aseguró dándome un medio abrazo —Si quieres hablar, aquí estaré. Sin embargo, largos años de ocultar mis cosas me han hecho saber que es mejor contarselo a la gente que te quiere...
Lo acepté, porque tenía razón, después de todo sentía un peso menos sobre mis hombros al contárselo.
Sorbi mi nariz y limpie mi mejilla tratando de guardar todos esos recuerdos en una pequeña caja imaginaría, recargue mi mejilla sobre la palma de mi mano y le sonreí lo más que pude.
—Ahora que estamos en terapia— reí —Si quieres contar algo este es el momento.
La rubia me miro —¿Prometes ser una tumba?
Asentí con obviedad —Pero claro que si, soy mejor guardando secretos como cualquiera, no tienes idea de los secretos que Eugene ha soltado sobre sí mismo en estas últimas semanas
Milan río, nos sentíamos en confianza, sin embargo; el rostro de Milan paso a seriedad, dándome a entender que debía escucharla.
—El verano pasado, cuando... mi padre y yo salimos por unas pequeñas vacaciones, no sólo fue para ver los campos y demás. Él iba a ayudar a un amigo— contó —Me perdí por entrar en mi mundo, estaba en un mercado, al no ver a papá me asuste, era un lugar nuevo, así que empecé a caminar. Y me tope con una señora aterradora...
Milan empezó a tener la voz entrecortada, y paro de hablar, cosa que me preocupo enseguida.
Coloqué mi mano encima de la suya —Está bien si no quieres seguir, no quiero que te presiones, Mily.
—Esta bien, creo que necesito decirlo
— hizo un pequeña mueca — Detrás de esa mujer, detrás de la suciedad y ropa vieja, reconocí a... a mi mamá.
Le mire confundida, tenía entendido que ella era huerfana de madre.
—Creí que estaba muerta, papá dijo que lo estaba— murmuró —Tenía la marca del quien-tu-sabes en el brazo. Ella al verme grito mil y un cosas, diciendo que yo era una desgracia para su sangre, que nunca quiso tenerme... luego simplemente me empujó y se fue.
Milan soltó un suspiro.
—No le digas a nadie, no quiero que me vean como una traidora o algo así. Hija de una mortifaga, nadie confiaría en mi.
Al escuchar el término mortifaga me paso un escalofrío por todos mis huesos, pues, quedarme a lo que se podía definir huérfana había sido por causa de los seguidores de aquella bestia.
Negó —Está bien, no le diré a nadie, es nuestro secreto, ¿Vale?
—Eres buena, Hazel— me dijo Milan —La gente es tonta si no ve eso.
Fruncí mi ceño sin borrar mi sonrisa —Tu también eres muy buena, en todo lo que haces y muy inteligente a decir verdad.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que ella volvió a hablar.
—He visto cosas— pude notar un brillo de malicia en sus ojos —Ya sabes, tú, Cedric.
Mi sonrisa se borro y trague en seco, peinando mi cabello hacia atrás y evitando mirarla a los ojos.
—Si sientes algo por alguien, díselo, no saben cuando lo puedes perder, y si pasa, te arrepentirás toda tu vida.
Asentí con delicadeza, intentando no ponerme más nerviosa por saber a quién tenía en mente ya que, era la primera vez que me enamoraba por así decirlo, no sabía que hacer o si aquel chico podría corresponderme, solo sabía que tenía miedo de que no fuese así.
Mucho miedo.
—Sonaste más madura que yo y eso que soy mayor que tú— mencioné rompiendo el silencio en unas carcajadas —Aunque tampoco te quedas atrás, si Harry y tu no se confiesan voy a tirar a uno de los dos por las escaleras.
Ella quedó helada, y estaba a punto de protestar aquello, pero la puerta del aula se abrió de par en par, dejando pasar al director, la profesor Mcgonagall y a Flitwick.
—Señoritas— habló Dumbledore con voz firme.
Haciendo que ambas nos levantaramos de inmediato, aclaré mi garganta, lista para asumir la responsabilidad.
—Profesor Dumbledore, debo decir que si alguien debe quedar castigado, tomaré los castigos que le de a Milan y los haré por mi cuenta, como dije, fue... todo mi culpa— tomé aire.
Él asintio, descartando la sonrisa del tutor de mi casa que emitía orgullo y por parte de McGonagall, quien parecía impresionada por la valentía que había tomado.
Ni siquiera yo sabía de dónde había salido.
—Admiro su valentía, señorita Longbottom pero, me temo que no hay ningún castigo.
—¿Ah, no?— Milan se preguntó cuando el director negó.
Miré a Milan frunciendo mi ceño —Creí que...-
—No dire que lo que hicieron estuvo mal, pero entiendo la emoción que puede emitir estos tipos de eventos y el impulso de vivir, también fui joven— sonrió —Señorita Lupin, puede volver con toda confianza y sin castigo alguno, en cambio, usted, señorita Longbottom tendrá que volver a su castigo actual y procurar no meterse en problemas otra vez.
Asentí una y otra vez, metiendo las manos sobre mi suéter, finalmente Dumbledore nos había dado salida a ambas y eso si que era un alivio más.
Lastima que se habían perdido el juego pero, al menos entendí que Milan y yo nos tendríamos la una a la otra siempre.
ASOME MI CABEZA POR CADA cortina de la enfermería, buscando entre las camillas a aquel castaño.
—Señorita Longbottom, ¿Qué comino hace aquí?— Pomfrey cuestionó a mis espaldas.
—¡Ah!— salté del susto al mirarla.
—¿No se estara metiendo en más problemas o si?
Negué con inocencia —Solo... busco a Cedric.
—El joven Diggory está en aquella cortina pero no puede recibir visitas, ese dragón le ha dejado quemaduras.
Mi expresión se aligero —¿Q-Qué? Por favor, déjeme verlo unos segundos.
—¡Por supuesto que no!
—Madame, Pomfrey, solo serán unos segundos, le prometo que le ayudare en lo que necesite— sonreí levemente.
Ella titubeo, colocando ambas manos sobre su cintura y pensando muy bien en su respuesta.
—Igual a Frank— negó entrecerrando los ojos.
—¿Conoció a mi padre?— pregunté.
—Ustedes si que les gusta meterse en problemas de jóvenes, tu padre solía hacerlo con frecuencia y terminaba aquí casi siempre.
—Entonces sabe que no me iré sin ver a Cedric— sonreí aun más, con la esperanza a que se rindiera.
Así fue, rodó los ojos y me dejó pasar —Ya que, unos segundos y nada más.
Corrí hasta la cortina —Gracias, Madame Pomfrey.
Ella asintió y se dio media vuelta pata seguir gritando: —¡Dragones! Hubieran traído mejor chivas mágicas.
Reí ligeramente, corriendo la cortina para mirar a Cedric y sonreirle.
—¡Hazel!— sonrió al verme.
—Si, si, Pomfrey me dejo pasar muy apenas— admití sentándome junto a él.
En su rostro llevaba la mitad lleno de algo espeso color naranja, lo que parecía estarle curando su herida.
—¿Cómo te ha ido?— puse toda mi atención en él.
Asintió —Bien, supongo... eh... bueno, he convertido una roca en un perro para distraer al dragón como dijimos— me miró para asegurarse de que pusiera atención y así era —Teníamos que recoger un huevo de oro.
Señaló a sus pies el gigante huevo de oro, el cual brillaba un poco mientras se mantenía quieto sobre el suelo.
Mi ceño se frunció mientras lo analizaba con la mirada, jamás había visto uno.
—Felicidades, lo hiciste— sonreí cuando él también lo hizo hacia mi —Me alegra que estés vivo.
—A mi también— admitió con aire de tranquilidad —Creí que estaba perdido cuando vi al dragón.
—¿Te digo algo? Yo tambien y eso que no vi el dragon.
Rió, creí que tendría una reacción diferente, pero no fue así, aveces podia ser un poco imprudente y no controlar mis comentarios cuando estaba nerviosa.
Como ahora.
—¡Cierto! Toma— le entregué una varita de regaliz —La estaba guardando para cuando entraras a la prueba pero me han sacado antes.
Tomó la varita —¿Te han castigado?
Noté su tono de preocupación a lo que inmediatamente negué —No, nada de eso.
—¡Diggory, Diggory, Diggory!— Eugene se adentro gritando por toda la enfermería.
Corri un poco la cortina para cuando Pomfrey ya se encontraba regañandolos por el ruido.
Cho se disculpo y arrastro a Eugene hasta nosotros, notando que llevaba una bandera amarilla sobre su mejilla y un silbato sobre su boca.
—¡Cedric!— abrazo al mencionado, mientras me hacía a un lado —¡Lo has hecho genial, felicidades! Ni ese tonto de Krum lo ha hecho tan genial como tú y Potter bueno... admito que fue bueno lo que hizo.
—Wow, va a llover— se burlo la pelinegra, haciéndome reír ligeramente.
Y provocando que el castaño me mirara —¡Hazel! Parece que interrumpimos.
—Calla— pedí en un susurró.
—Cedric, el profesor Dumbledore quiere que vayas a ver el puntaje que te han dado los jueces— señaló Cho y Cedric asintió.
—¿Dijo que fuera solo?— se preguntó luego de mirarme.
Asintió levemente, —Va, lo hiciste bien, te irá bien— ánimo Eugene.
Le sonreí estando de acuerdo, luego de eso, tuvimos que despedirnos rápidamente para regresar a los pasillos del castillo y a nuestras clases habituales.
DURANTE EL DESAYUNO, me serví avena, estar en Hogwarts era de ley hacerse adicto a la avena, no entendía que le echaban pero le daba un buen sabor.
Todos o la mayoria de los que estaban aquí desayunaba, levante la mirada unos segundos, plantando los ojos en Cedric, quien estaba en la mesa de Hufflepuff desayunando con sus amigos mientas ellos reían y lo felicitaban por lo del dragón.
Le sonreí a pesar de que no pudiera verme, a pesar de que seguramente ni siquiera estuviera pensando o hablando de mi pero... solo se miraba... como él.
Mis ojos se desviaron al sentir la mirada de alguien más en la mesa de Gryffindor.
Fred.
Me observaba con una ceja arqueada mientras intentaba no reírse, cruzado de brazos, levantó una servilleta y me la ofreció en burla.
Negué —No gracias— susurre bajito para que leyera mis labios.
—La necesitas antes de que...— señaló a Cedric —Se de cuenta de que te lo estas desayunando.
Los búhos aterrizaron a sus correspondientes, cada uno entregando diferentes paquetes.
Dos de ellos cayeron frente a mi, asustándome en el proceso, ni siquiera pude ver el búho cuando ya había huido y Fred se había distraído.
—¿Por qué son dos?— Cho se preguntó frente a mi.
—La abuela me tiene más confianza, me parece— dije al leer los nombres de las cajas.
La más grande llevaba mi nombre, mientras que la otra llevaba el nombre de Neville.
Eugene dejo la tarjeta sobre la mesa mientras se dejaba caer junto a mi.
Fruncí mi ceño —¿Qué es eso?
—Mis notas para los TIMOS— contestó únicamente.
—No las necesitas, te prestare las mías.
Cho asintio —Confío más en las notas de Hazel que en las tuyas.
Eugene frunció su ceño —¿Por qué?
—Porque Cedric, duh.
Le miré confundida —Cedric no me paso las respuestas de los TIMOS.
—Es mentira— aseguró bebiendo de su jugo —Lo se porque te vi con las notas en la biblioteca el otro día.
—Cho, Harry te está mirando— advertí.
Ella me miró con los ojos bien abiertos, se giró sonriendo cuando se dio cuenta que era así, Harry la mirada y se atragantaba con el jugo de calabaza al mismo tiempo que intento sonreirle.
Reí inevitablemente, mientras miraba a Eugene, quien me sonreía al igual. Cuando Cho se giró sonrió aún más.
—Al menos dejaste de molestarme— encogí mis hombros riendo.
Eugene me empujó para mirar a la mesa de Gryffindor, en la cual, Ron sostenía un extraño traje café.
—¡No es para Ginny, es para ti!— exclamó Hermione mientras reía.
—Es un traje de gala, tonto— Milan dijo.
—¿Una tunica de gala? ¿Para qué?
—¿Es lo que creo qué es?— mire a Cho.
Ella asintio —Él baile de navidad
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro