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chapter forty. you're all I wanted

HEAVEN
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⌇ ☾ ❪ chapter forty ❫  ೋ
۫ ₊˚ you're all I wanted ˚₊ ۫ ۫


Cuando siento algo pesado colocarse sobre mi hombro, abro mis ojos envuelta en tanta cobija. Con el silencio tan tranquilo rodeando la habitación donde todas mis compañeras dormían al igual que yo hace menos de un minuto.

Pandora se ha colocado encima de mi a recostarse, quizá con intención de despertarme o de acomodarse porque mi cuerpo le parece tan cómodo para dormir cuando yo estoy dormida. La primera noche que durmió conmigo casi me saca un ojo debido a que mi cabello se habia ido a mi rostro y él, creyendo que estaba jugando o algo así, me lanzó un zarpazo al rostro, dejando mi ojo lloroso por un buen rato.

Levanté la mirada de las cómodas cobijas, mientras miraba a Pandora observarme y bostezar al mismo tiempo.

—¿Estas cómodo allá arriba?— murmure bajito.

Pandora maullo como solía hacerlo cada vez que le hablaba y le sonreí. Hice un espacio a lado de mi y lo recosté a mi lado, dejándolo cómodo.

Nadie se había despertado aún así que debía ser muy temprano, además anoche habíamos estudiado y hecho deberes en grupo hasta muy tarde ya que estos eran momentos en los que tratábamos de estar al día con la enorme cantidad de deberes que nos estaban mandando.

No solo estábamos estudiando como si tuviésemos exámenes a diario, sino que las mismas clases se habían hecho más exigentes que nunca. Supongo que era por los EXTASIS o algo así.

Lo último que supe antes de caer dormida con todas las hojas de pergamino y libros junto a mi fue que fui la primera en quedarme dormida.

Hubo un momento de silencio de nuevo cuando frente a mi cama, Cho se levantó de golpe, con su cabello hecho un desastre y una hoja de pergamino pegada a la mejilla, incluso tenía tinta en las manos.

—¡Quidditch... Quidditch! Tengo pruebas de Quidditch— se alarmó.

Tanto Pandora como yo la miramos confusos.

—Está bien, aún es temprano— aseguré.

Ella negó, mirando el reloj de manecillas que había sobre la pared al terminar el pasillo de camas, pergaminos, tinteros con la tinta de fuera y maletas mal organizadas.

—Hazel, pasan de las ocho.

Fue en un abrir y cerrar de ojos que mi cerebro se recupero muy rápido y me levanté para sentarme sobre la cama.

—¿Qué? No te creo.

Ella asintió, señaló el reloj mientras buscaba sus zapatos.

—¿Dónde demonios están mis zapatos?— gritó ella, haciendo que las demás se despertarán.

Mientras hubo un caos total, todas luchando para alistarse e irse a desayunar para después llegar a tiempo a su primera clase.

Cuando buscaba mi suéter me di cuenta de algo.

—Espera, ¿Hoy que día es?— fruncí mi ceño.

Cho corrió de un lado a otro —Eh, miércoles.

—Tengo la primera hora libre, Merlín me iluminó— sonreí, dejándome caer sobre la cama sin pensármelo dos veces.

Cho refunfuño, saliendo de la habitación junto a nuestras compañeras mientras yo me quedaba en mi bella cama, completamente llena de cobijas y en forma fetal.


ESTABA YENDO A MI última clase del día antes de ir a la comida cuando me detengo por el pasillo y escucho el sonido de unas alas de búho detrás de mi así que me giró confusa al no ver nada.

Seguro era otra broma de Pevees así que no le tome mucha importancia en realidad. Lo que si es que me sobresalte cuando me di media vuelta y Hannah apareció frente a mi.

—¿No deberías estar en clase?— le pregunté alterada.

Ella negó —Estaba yendo a la biblioteca por mi clase libre, no a estudiar, a comerme a tu her- digo, a tu... eh, a tu...

Mis ojos se abrieron tanto como pudieron en aquel instante, esperando a que ella terminará su oración.

—A tu...— formó una mueca —Ya sabes, tu... tu almuerzo, hmm que buenos sandwiches hace la tía Emma, ¿Verdad?

—Emma nunca... me hace sandwich— aseguré.

—¿De verdad? A mi sí, que curioso, creo que... me tiene mucho cariño.

—Vale, yo...— sonreí en forma de burla e incomoda —Fingire que te creo y que no trataste de decir algo obseno sobre mi hermano porque prefiero quedarme con su lado tierno y desesperado, ¿Trato?

Ella asintió, soltando el aire retenido en sus pulmones —Sí, gracias.

Hannah miró detrás de mi, frunciendo su ceño cuando volví a escuchar el aleteo de un búho.

—¡Por Merlín, ya sal, maldito búho!— me giré con brusquedad, me estaba volviendo totalmente loca.

Pero acerté, el búho salió de su escondite como si tratara de pillarme de sorpresa y, al descubrirlo, salió de la ventana y voló hasta mi.

En sus patas llevaba un paquete de cartón, con una nota escrita a mano con letra torpe. En cuanto lo tome, el búho salió volando lejos de mi, sin poder agradecerle aunque sea con comida.

—¿De quién es?— Hannah se acercó a mí con curiosidad.

Recién tome la nota cuando lo descubrí.

Querida Hazy:

Te enviamos un paquete de nuestros mejores chocolates para que te diviertas un rato si sabes a lo que nos referimos. Eres nuestra socia y amiga más personal así que no tienes que pagar por nada cada vez que vengas, esperamos tu visita y si no, nosotros iremos en el siguiente vistazo a Hogsmeade que el colegio haga.


Con mucho, mucho amor (en especial Fred) tus gemelos favoritos.

—Chocolates— murmure —Chocolates de broma.

—¿Filch no revisa el correo?— se preguntó la rubia junto a mi y por un momento me olvide que estaba ahí.

Asentí —Lo hace, pero no dice nada de que sean peligrosos, al menos no directamente.

—¿Me das uno? Tengo un par de enemigos de los que me gustaría vengarme— dijo ella, haciendome reír.

—Toma dos, yo también quiero divertirme— extendí la caja y ella tomó dos chocolates.

—Eres la mejor, gracias.

Cerré la caja, mientras la guardaba sobre mi mochila —Lo se, pero invítame cuando hagas la broma para reírme

Ella asintió —Te haré llegar mi carta.

LLEGO UNOS MINUTOS ANTES a la clase de Transformaciones de este día, así que me limito a formarme sobre la fila a esperar, sosteniendo mi mochila sobre mi regazo ya que estoy sentada sobre el suelo y pensando en qué estaría haciendo mi bello gato ahora mismo.

Debe estar dormido, que suerte.

—Hazel, adivina— Allan se acercó esta vez hacia mi, fue una sorpresa que compartieramos Transformaciones.

Subí la mirada, mientras él se sentaba junto a mi con una caja color rosa que llevaba un moño rojo.

—¿Qué es eso?— inquirí, tomando la caja que me ofrecía.

—Solo ábrela, es una sorpresa.

Y sí que fue una sorpresa ya que, adentro llevaba unas galletas con extrañas chispas que no eran de chocolate, si no de un color rosa que indicaba que son de fresa.

—No te creo— sonreí de lado a lado —¿Es...?

Asintió —Mi abuela las termino antes así que te las envío. Le he hablado sobre esas galletas y dijo que las conoció por una vieja amiga que tuvo en Hogwarts y, adivina su nombre.

—Bueno, no se me ocurre nadie— aseguré —Dime, estoy apunto de saltar de la emoción.

—Augusta Longbottom.

Mi ceño se aligero —¿Quieres decir que... tu abuela y mi abuela se conocen?

Él asintió —Y, al parecer mi mamá creció la mitad de su infancia con tu mamá, ¿no es una locura?

—Claramente lo es— sonreí —Mi abuela jamás me lo menciono.

—Sí, es que salieron del colegio y no se volvieron a hablar— suspiró —Nuestras madres se conocieron aquí, pero tu abuela jamás lo supo.

—Porque la conoció cuando estaba con mi padre— finalicé por él.

—Todo es tan extraño, ¿No lo crees?— miró al otro lado del pasillo.

—¿Tienes una crisis? Porque soy experta en eso.

Él negó —Me parece increíble, nada más.

La fila de alumnos comenzó a moverse y yo metí la caja de galletas sobre mi mochila, levantándome junto al chico para entrar al salón de clases.

Durante la clase, fue lo más normal del mundo. La profesora McGonagall nos dio una clase más de teoría pero prometió que la siguiente sería de práctica así que debemos llevar un par de materiales que solo encontraríamos en el invernadero o quizá en el patio del colegio.

Fue así como tome mis cosas para aprovechar esta hora libre y conseguir los materiales cuando Allan comenzó a llamarme mientras me seguía.

Me giré, encontrándome con él corriendo hasta mi a toda prisa.

—¿Estas bien?— le inquirí, al verlo respirar con pesadez.

Él asintió —¿Te han dicho que caminas muy rápido?

Sonreí —Sí, muchas veces.

—Bien, pero no venía a eso— señaló —Iré a conseguir los materiales que la profesora acaba de pedirnos antes de la cena así que, me preguntaba, si querías ir conmigo.

—¿Estás seguro? Creí que tenías una clase.

—La cancelaron ayer, creo que el profesor tiene que hacer una cosa en otra ciudad y no estará está semana.

—Entiendo, entonces...— me di media vuelta —Empieza a caminar porque sino tendrás que correr un maraton para seguirme.

Él rió, comenzando a caminar junto a mí y en cuestión de segundos ya estábamos por las pasillos exteriores del castillo. El calor del sol de esta mañana me quemo, por lo que tuve que quitarme mi túnica una vez que llegamos al Lago Negro.

—¿Tienes la lista?— inquirí, dejando caer mi túnica al pasto verdoso.

El chico asintió —Te advierto que mi letra no es la mejor del mundo.

—No puede ser tan malo...— me acerqué a él, tomando la hoja de pergamino —Tienes razón, tu letra es horrible.

Él sonrió —Te lo dije.

—Solo bromeo, pero, si quieres usamos mis apuntes, creo que sería lo mejor— busqué mi mochila y la tome cuando la encontré —¿Le entiendes a mi letra?

Allan tomó el pergamino y leyó cada letra que decía, asintiendo con la cabeza luego de unos segundos.

—Sí, creo que mejor usamos tus apuntes.

Pero, justo antes de que pudiéramos buscar los elementos que nos pedían. Una voz muy familiar, demasiado diría yo, interrumpió aquel momento.

—No deberían estar tan lejos del castillo.

Allan se giró de inmediato —Solo estamos buscando unas cosas que la profesora McGonagall nos ha pedido.

Pero yo no pude moverme ni un centímetro, sabía quien era y no quería volverme a verlo porque sabía que comenzaría a balbucear en cuanto viera su rostro.

Cedric.

Me giré con lentitud, tanta que parecía ir todo en cámara lenta. Mi corazón latió con tanta rapidez en comparación a mis movimientos.

Ambos chicos me miraban pero yo solo lo miraba a él.

—Hola, Hazel— saludo él y yo me quedé en blanco.

Llevaba un traje casual, con una larga túnica como las que los adultos solían usar, su cabello estaba como siempre; ondas cayendo sobre su rostro y su barba, ni digamos, tenía tan poca que lo hacía ver más joven. Está demasiado alto a la última vez que lo vi, sus ojos grises me miraban directamente, como si pudiera leerme la cabeza en este momento o como si sus ojos atravesarán mi alma.

—Hola, Cedric— hablé de la misma manera y ni siquiera yo supe de dónde lo saqué.

Allan en comparación, nos observaba el uno al otro, incómodo, tanto que ni siquiera podía moverse.

—¿Qué haces aquí?— me pregunté, tomando la túnica del suelo.

Tardo un rato en responder ya que, estaba demasiado ocupado buscando el collar sobre mi cuello así que lo cubrí con mi corbata.

—¿Emma no te dijo?— inquirió y negué —¿Quieres hablarlo en otro lugar? Es... algo privado.

Miro a Allan y yo también. El chico negó cuando noto que yo apenas podía pensar en una respuesta concreta.

—Está bien, tengo que volver a clase de todas maneras en una media hora— aseguró él, regresandose a mi —¿Nos vemos en el almuerzo?

Asentí, dándole una media sonrisa —Ten cuidado en el camino, no te vaya a comer un árbol.

¿Un árbol? ¿No era la tierra o algo peor? ¡Merlín! ¿Qué me pasa?

—Gracias— sonrió y se giró a Cedric está vez mientras yo contenía el aire —Un gusto verte, Cedric.

Por cortesía, Cedric le devolvió la sonrisa que luego se volvió una mueca extraña.

Cedric espero unos minutos hasta que los pasos de Allan dejaron de escucharse, entonces se giró a mi y me sonrió de una manera diferente, una manera en la que solo me sonreía a mi.

—¿Te invito un té?— inquirió él.

Negué —Hace calor, de hecho.

—¿Qué dices de un café frío?

Odio tanto que él sepa mis gustos.

No me dio de otra que asentir, porque decir no jamás ha sido mi fuerte.

Así, ambos caminamos por el pasto, antes recojo mi mochila y Cedric sonríe de lado a lado, quitandomela del brazo y tomándola él. Como solía hacerlo.

Es una larga caminaba en silencio e incomoda por los pasillos del colegio, los cuales agradezco que estén casi vacíos ya que así pasamos desapercibidos hasta el gran comedor. Poco después él regresa con dos tazas de café frío que empiezo a beber con delicadeza.

—Entonces...— comienzo —¿Qué te trae devuelta al colegio?

Él miró a su alrededor antes de inclinarse a mi y susurrar: —Lupin me envió, soy parte de la Orden ahora.

—¿Te ha dejado?— me pregunté y él asintió.

Lo último que supe es que había pedido una solicitud o algo así para unirse a la Orden del Fénix, Lupin le había dicho que lo pensaría ya que es demasiado joven y con eso de que su padre está en el Ministerio no ayudaba demasiado debido a que era bien conocido por su lealtad al Ministro pero, ahora que el Ministro se había retirado y habían colocado a alguien más en su lugar, creo que era de esperarse.

—Felicidades— respondí —Me alegro por ti.

—Gracias, Hazel— removió su café.

¿Por que es tan difícil pasar un segundo con el siendo... no lo se, amigos quizás?

—No sabía que tenías nuevos amigos— añadió. Sabía que se refería a Allan —Parece un buen chico.

—Allan es solo mi amigo— aclaré de inmediato —Y sí, es un buen chico.

Me quedé observándolo unos segundos tratando de descubrir lo que pensaba, pero lo único que pude descubrir fue que aún llevaba aquel collar con la H sobre su cuello.

Se lo que estaba buscando antes, estaba buscando el collar con la C que claramente había dejado en casa.

—No sabía que seguías usándolo— mencioné, justo de la misma manera que él.

Cedric miró lo que yo y entonces reacciono, con delicadeza se lo quito y de inmediato negué.

—No quería decir que...

—No, está bien— murmullo —Es tuyo.

Extendió el collar y entonces tendí mi mano, donde coloco el collar y me sonrió con un pequeño brillo cristalino sobre sus ojos.

Quería llorar. Eso me hizo sentir muy mal, verlo de esta manera, no podía hacerlo, no podía seguir viendolo así pero todo entre nosotros había terminado.

Tal vez todo esto es nuestra culpa.

Me siento salvada cuando el timbre de la siguiente clase suena y me da la oportunidad de levantarme de la mesa y tomar mi mochila.

—Tengo que irme, tengo clase de Encantamientos dos horas— mencioné, tomando mi túnica.

Cedric asintió, imitando mis movimientos —Claro, tengo que reunirme con Tonks en Hogsmeade ahora mismo.

Me detuve, pues aquello me tomo por sorpresa. Cedric no había mencionado ninguna chica hasta ahora.

—¿Tonks?— repetí, dándole una leve sonrisa de inocencia.

—Sí, ella es mi compañera— añadió y su expresión cambió cuando noto la mía —No es lo que sea que estas pensando, Tonks es parte de la Orden y... bueno, ella y Lupin tienen historia pero no le digas a nadie que te dije eso.

Asentí, sintiendo un ligero y extraño alivio —No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo.

Entonces retrocedí mis pasos y fui directo a mi clase.


POR LAS ÚLTIMAS DOS horas lo único que quería era salir corriendo en busca de Cho porque solo Merlín sabe en dónde se mete esa chica cuando la necesito.

Por suerte la encontré apenas entré a la sala común y ella me miro confusa cuando fui directo a ella, y la tome del brazo.

—¿Qué pasa? Te ves colorada y parece que vas a...— su expresión cambio —Ay, no.

—¿Qué? ¿Ay, no qué?— repetí.

Ella titubeo —Nada, oye, ¿tú no... no viste de casualidad... a Cedric?

—¿Lo sabías?— fruncí mi ceño.

Cho asintió y luego negó de un segundo a otro —No, no, osea, creí haberlo visto pero pensé que estaba imaginándome cosas por los trabajos que tenemos, creí que estaba delirando.

—Bueno, lo que viste es verdad y él me vio y yo lo vi, y todo fue incomodo— suspiré —Tomamos café frío, hablamos sobre nuestras vidas como si nada hubiera pasado.

—Oh...— formó una mueca —Eso es malo, ¿Cómo te sientes ahora?

Relamí mis labios, mordiendo mi labio inferior para tratar de no echarme a llorar.

—Lo único que se es que quiero arrancarme la piel cada vez que lo veo.

—¿En una forma positiva o negativa?

Encogí mis hombros —No tengo idea, ¿Sabes? Él solo se apareció ahí y... me sonrió, me dio esa maldita sonrisa, me invito café frío ¡Café frío!

—¿Café frío?— ella se preguntó y asentí.

—¡Sabe que amo el café frío! Y luego, no es todo, cargo mi mochila en el camino y fue amable ¡Fue amable!

Solté un quejido de frustración, entonces comencé a caminar hasta nuestra habitación y me dejé caer sobre la cama. Todo mientras Cho me seguía.

—Eso suena malo, pero según entiendo ustedes terminaron bien, ¿No?

Asentí, con mi cara en la almohada —Sí, pero ese no es el problema, el problema es que no lo puedo ver sin querer echarme a llorar, querer abrazarlo o explotar en mil pedazos.

—¿Y si lo evitas?

—¿Cómo? Literalmente estará aquí toda la semana para cuidar Hogsmeade y el castillo.

—¿Cuidar? ¿Qué es, Auror?

Olvide que Cho no sabe absolutamente nada sobre la Orden así que, borró ese comentario en el que le confesaba todo y sacudo la cabeza antes de responder.

—No lo se, no me lo dijo.

—Debe ser practicante o algo así, los únicos que pueden cuidar el colegio y Hogsmeade según el director son los Aurores.

Asentí —Sí, eso debe ser.

—Bueno, a partir de ahora pasearemos en los pasillos juntas y vamos a huir en cuanto veamos una señal de él, ¿Si?— ella inquirió y yo asentí como una niña pequeña —Te apoyo a ti, Hazel, soy de tu team.

Reí ligeramente —Gracias, Cho.

Ella abrió ambos brazos y me envolvió en un ligero y largo abrazo del cual me deje amarrar. Recargue mi menton sobre su hombro y suspiré.

Me sentí mucho mejor cuando la tuve junto a mi, apoyándome como solía hacerlo y le agradecía sobre ello pues, no sabría que hacer sin ella.


ME PASO LA MITAD DE la noche frente a la fogata, preparando mis tareas para mañana en aquel silencio donde lo único que puede escucharse es el sonido de la pluma al chocar contra el pergamino mientras escribo el ensayo de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Intento alejar mi mente de Cedric y su nuevo aspecto, no debería pensar en él si no en mi ensayo así que tardo un buen rato en quitármelo de la cabeza.

Pandora en cambio, parece muy feliz hoy ya que corre hacía mi en cuanto me ve y empieza a maullar antes de restregar su nariz sobre mi codo. Le sonrió y empiezo a acariciar su cabeza con delicadeza mientras él ronronea.

—¿Por qué estas tan feliz?— inquirí, como si pudiera responderme —¿Te has comido otro ratón por ahí? Te he dicho que no lo hagas, te vas a enfermar.

Maullo una vez más, colocándose sobre mi regazo y prohibiendo que escriba más aquel cansado ensayo. A decir verdad me sentía muy cansada y la cabeza me dolía así que acepte ese premio de un descanso.

Esperaba pasarlo sola pero no fue así, ya que aquel chico de ojos oscuros y cabello pelinegro bajo los escalones con la misma expresión de estrés.

—No me digas— llamé su atención al hablar en voz alta —¿Snape te ha pedido un ensayo?

Allan me observó en cuanto hable y asintió —Sí, creo que le gustan mucho los ensayos.

Sonreí —Siempre ha sido así.

—Ya lo creo, ¿puedo?— señaló el lugar junto a mi y me hice a un lado para que se sentará y colocará sus cosas sobre la mesa.

—Creí que se había terminado— mencionó él de pronto, en aquel silencio, lo cual me hizo mirarlo con atención.

—¿Qué cosa?

—Tu y Cedric— respondió —Creí que ustedes habían terminado.

—Es complicado— me limite a decir.

—Puedes hablar conmigo, si quieres...— me miró —Como amigo, porque somos amigos, creo, ¿No?

Asenti —Sí, pero no quiero hablar de eso, intento pensar en el ensayo.

—Entiendo, entonces empezaré el mio— señaló la hoja de pergamino —Es para mañana y decidí dejarlo a último momento.

Reí un poco —Yo también, comienzo a creer que Snape tiene un fanatismo con encargar ensayos siempre.

—Y no mientes, debería casarse con uno.

Eso por alguna razón me pareció chistoso, ya que me reí un poco más fuerte, cubriendo mi boca con la palma de mi mano.

—Si nos escuchan nos van a castigar— miré a los demás alumnos que se encontraban ahí también.

—No es como si no estuvieran pensando lo mismo que nosotros.

Y si, la mitad de nosotros estábamos haciendo algún ensayo de la clase de Snape.

Fue como automático pero ambos nos quedamos callados frente al fuego, entre la luz de este mismo. No tenía fuerzas suficientes para tomar la pluma y terminar mi ensayo, solo de pensarlo me daban ganas de dormir todo el día.

—Fue incomodo lo que paso hoy— mencioné, como si no tuviese control de mi boca.

Sin embargo, Allan siguió escribiendo y se limito a preguntar: —¿Qué cosa?

—Lo del Lago, cuando llego Cedric.

Dejo de escribir y entonces obtuve toda su atención —¿Lo crees?

Asentí —¿Para ti no?

—Bueno... un poco, sí, no creí que volvería al colegio.

—Yo tampoco— tomé una gran bocanada de aire, levantando a Pandora en brazos —De igual manera se irá en una semana así que...-

—Buena suerte, supongo— frunció un poco su ceño.

Le di una leve sonrisa, mientras tomaba el pergamino con mi ensayo a la mitad, el tintero y las plumas.

—Gracias, supongo.

—¿No terminaras tu ensayo?— miró el pergamino.

Negué —Tengo demasiado sueño, quizá mañana por la mañana, de todas maneras es para la última clase.

—Claro, entiendo, descansa entonces.

Me despedí de él con un ademán.

Cuando desperté esta mañana esperaba un día normal pero fue todo lo contrario. Cedric había vuelto, me había visto con Allan de una forma solo amistosa y aunque eso fuera algo mínimo, mi siguiente preocupación era su estado, pues pertenecer a la Orden según Emma, es un trabajo muy peligroso.

Solo espero que él este bien.

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