chapter forty-seven. disaster comes from anger
HEAVEN
━━━━ ★ ━━━━
⌇ ☾ ❪ chapter forty-seven ❫ ೋ
۫ ₊˚ disaster comes from anger ˚₊ ۫ ۫
Las puertas del colegio serían abiertas en unos días, mi enferma Clark me informó esta mañana que me habían dado de alta, me dio algunos nombres de pociones que debía tomar al llegar a casa... casa, no tengo una pero, ¿Cómo iba a decirle?
Me mantengo callada y tomo el pergamino con los nombres de aproximadamente tres pociones con nombres tan raros y complicados que estoy segura se me olvidarán.
—Gracias— le dije, tomando aire —Y por soportar a mi familia también, seguro es la familia más rara con la que se ha cruzado.
Ella negó —No, no en realidad.
Sonrió, sonrisa la cual le devolví cuando se iba y Dalton aparecía en su lugar. Coloqué ambos codos a mis lados, lista para sentarme después de semanas pero no pude, el dolor se intensificó y el hombre al notar eso corrió hasta tomarme.
—Con cuidado— me regaño, ayudándome a recostarme otra vez.
Formé una mueca —Creí que podría hacerlo.
—Es muy pronto aún, te vas a lastimar aún más.
Tiene razón, pero no se lo diré.
—¿Muy pronto aún? Te recuerdo que llevo aquí casi dos semanas.
Él frunce el ceño ante mi tono de voz. Lo cierto es que... desde el accidente he estado algo grosera a momentos, no es mi intención y jamás será ofender a alguien de esa manera pero tiendo a perder el control desde lo sucedido, sin ninguna razón.
No me agrada, lo odio, porque nadie lo merece, ellos solo tratan de ayudarme.
—Lo siento— murmuré, mirando hacia el techo —No quise gritarte.
Dalton negó —No, está bien, lo entiendo.
—He sido bastante grosera la última semana, ¿no crees?— le observé —Di la verdad, no algo que quisiera escuchar.
Sonreí para darle a entender que estaba bromeando, lo cual aligero bastante el ambiente ya que soltó una leve carcajada.
—Bueno, un poco, sí.
—Cuando lo sea puedes pellizcarme, no me gusta la idea de tratar a todos mal.
Encogió sus hombros —Sí tu lo dices.
Estiré mi mano hacia él, —¿Me ayudarías? Ya me canse de estar acostada, siento todo plano.
Dalton aceptó, tomando mi mano y poco a poco jalando de ella, sin embargo, el dolor se intensificó y me hizo formar una mueca de inmediato, seguido de un leve quejido.
—No, no, debo ponerme de pie, me han dado de alta— insistí, pues él ha detenido su fuerza para levantarme.
—No creo que sea la mejor idea— respondió —Las pociones y lo demás aún no termina de curar tu cuerpo, Hazel.
Lo sé, lo sé, lo sé. Y quiero decírselo de una forma grosera pero me muerdo la lengua y admito que es verdad con un leve asentimiento de cabeza.
—Sí, entonces, ¿puedo dormir un poco más?— lo observo en busca de una respuesta.
Dalton acepta —Sí, mientras Emma se estresa con el papeleo.
Le sonrío una última vez antes de darme vuelta con lentitud y dejar que me arrope en la camilla de San Mungo. Me siento tan cansada de pronto que el sueño me inunda el cuerpo muy rápido, seguido por las pesadillas.
FUE DURANTE APROXIMADAMENTE una hora en la cual tarde en levantarme del todo, no era mi culpa, si no del maldito cuchillo que no supe de dónde llegó.
—¿Compraste los pergaminos?
Emma asintió —Sí.
—¿Y la tinta de reserva? Neville dijo que necesitaba un poco más.
Ella se quedó callada, así que giró mi cabeza desde la silla de ruedas.
—¿Emma? ¿La compraste o no?
—Claro que la compre, soy la adulta aquí, recuerda.
Formé una mueca —Sí, pero por eso te deje una lista, para que nada se olvidará, ahora tendremos que llegar al callejón Diagon antes de ir a casa.
Veo como niega con la cabeza antes de volverme al camino por el largo pasillo blanco. Se supone que ayer, por la noche, mi alta fue oficial y una nueva cama, casa y ambiente estaban esperándome.
—Tu irás a casa, yo me encargo de eso después, deja de preocuparte o volveremos ahí dentro.
El miedo me inunda y dejo la lista en el pergamino que he escrito de lado.
—¿Dónde es "casa", por cierto?— me pregunté.
—No es casa aún.
Fruncí mi ceño —¿Qué quieres decir?
—Que aún no terminamos Dalton y yo de asegurar con todo los hechizos posibles la casa de tu mamá.
—¿Mamá? ¿Tenía una casa a su nombre?
Negó —No, es de tu tatarabuela materna, pero nos han dejado quedarnos ahí.
¿Han dejado? No entiendo lo que significa, según entiendo mis familiares maternos son tan escasos como los paternos, solo cuento con una tía que no vive en Londres, supongo que se refiere a ella.
—Sí, aún no esta asegurada... ¿Dónde nos quedamos?
Emma suspiro con cansancio —¿Siempre estuviste llena de preguntas?
—Bueno, sí, estamos hablando de quedarnos en un nuevo lugar, quisiera saber al menos lo que es.
—Es la casa de los Diggory.
Eso me hace actuar rápido, pongo un pie en el suelo y hago que la silla de ruedas se detenga tan rápido que Emma no se da cuenta de que ya he tomado las llantas y le he dado vuelta a la silla.
—Siento que me faltó más medicamento, ¿qué te parece si volvemos a mi habitación y me quedo ahí esta noche también? De igual manera no me siento tan bien como dije— hable tan rápido como pude.
—¡Hazel! ¿Qué haces?
—Decir la verdad, como siempre.
Estoy dando un buen tramo cuando ella toma de la silla y me regresa, refunfuñe en mi lugar.
—Pues no te creo— dijo —¿Por qué te pones así de todas maneras? Creí que tu y Cedric habían arreglado lo suyo y habían vuelto.
—No volvimos, Emma, solo pensamos que sería buena idea hacerlo— respondí —No sé si verle la cara todos los días me deje pensar.
—No hay de otra, lo siento, pero Cedric se ofreció a darnos refugio, sus padres aceptaron así que no podía decirles que no.
—No me molesta ir a casa de los Diggory, tampoco ver a Cedric todos los días pero... será algo incomodo y tenso— suspiré —Pero si tu lo dices, ya que.
Emma se detuvo en seco, lo cual no me toma de sorpresa, menos cuando camina, se coloca de cuclillas y me mira con una expresión de que se viene un sermón.
—Hazel, escucha— dijo antes que nada y lo hago, presto toda mi atención y mis oídos a ella —Sé que ir a una casa ajena es lo que menos quieres ahora, pero es por tu bien, hago esto por mantenernos a salvo y no podemos ir a la casa de tu madre, no puedo llevarlos hasta que no esté completamente segura.
Ella guarda silencio, así que murmuro: —Lo sé.
—Sí, sé que lo sabes, solo fue un segundo— señala —Me distraje un segundo y casi mueres por mi culpa, no voy a permitir que eso vuelva a suceder, no voy a permitir que ellos se salgan con la suya, ¿de acuerdo? Los voy a sobreproteger más que antes, incluso si eso significa que tenga que ir hasta Hogwarts y arroparlos todos los días frente a sus compañeros.
Entonces comienzo a entender lo que Emma debió sentir esa noche, el pánico, porque su mayor miedo se cumplió y en su única responsabilidad falló, no sé porque la abuela no ha hecho nada al respecto, supongo que no nos quiere tanto como creíamos.
—Está bien— le respondí —Trataré de ayudarte, no eras la única responsable de nosotros ahí, Emma.
Negó —No, no tienes que hacerte cargo de Neville ni de la abuela más, para eso estoy yo, no tienes que tomar esa responsabilidad.
—Siempre ha sido así, ¿no lo crees?
Miro a un lado, asintiendo —Sí, y haz hecho un buen trabajo.
—¡BIENVENIDOS, BIENVENIDOS! Cuidado con el escalón— indica Amos Diggory, cuando Emma me ayuda a caminar por los escalones de la entrada principal.
El señor Diggory se apresura a tomar de mi otro brazo para ayudarme al igual, mientras la señora Diggory nos abre paso hasta que llegó al sofá de su dulce sala y me recuesto para descansar.
El aire se me va un poco, lo admito, la caminata ha sido bastante larga y mi recuperación también.
—¿Estas cómoda, querida? ¿Quieres un poco de agua, té, qué te ofrezco?— la señora Diggory, una mujer de cabello castaño y voz soñadora me acomoda los cojines con fundas tejidas a mano.
Intento recuperar el aire y sonar normal —Agua está bien, muchas gracias.
—¿Qué tal estuvo el viaje hasta acá? ¿Tuvieron alguna dificultad?— inquirió Amos hacia Emma.
No me meto demasiado en su conversación, decido dejarlos hablar y aceptar el agua que la señora Diggory me trae, beber un poco y seguir recuperando el aliento.
—Agradezco mucho que nos dejarán quedarnos— dice mi tía, luego de una larga charla —Trataremos de pagarselos lo más pronto posible.
Amos negó —No es nada, Emma, entendemos la situación de ahora, el mundo mágico se ha vuelto una locura.
Asomó mi cabeza entre el sillón hacia la demás casa para buscar a mi hermano o a mi abuela pero nada, no los veo por ningún lado.
—¿Dónde está Neville?— les pregunto, llamando la atención de los adultos.
—Han ido a comprar un par de cosas para la casa— me responde Emma, acercándose hacia mi —Vamos, tienes que dormir un poco.
Mi ceño se frunce —Pero no tengo sueño.
—Sí, eso dices ahora, pero ha sido un camino largo, vamos y no discutas.
Su tono de voz me obliga a obedecer, así que tomó su mano y de nuevo, con la ayuda de Emma y Amos subo las medianas escaleras hasta el primer pasillo del segundo piso. En el camino veo fotos de todo tipo, Cedric, reconozco ese pedazo de periódico con su foto cuando se anunciaron los participantes del torneo de los tres magos, también su foto con toga y birrete de graduación de un color amarillo, como el de su casa en Hogwarts.
Algunas de él de bebé, las cuales me hacen sonreír y bajar la mirada cuando estoy por llegar a la habitación, entonces, cuando Amos nos deja solas, me giró a mi tía.
—Aquí nos quedaremos— dice Emma, recostandome sobre la cómoda cama —Neville y tu dormirán aquí.
—¿Qué hay de ti y la abuela?
Ella negó —Yo dormiré en el sofá y el señor Diggory se ofreció a comprarle un colchón nuevo.
Mi boca se abre de par en par, no puedo creer toda la ayuda que recibimos, me siento tan rara que no sé qué decir.
—Es demasiado, ¿no lo crees?
—Solo quieren ayudar, Hazel— dijo, cubriéndome con la cobija —Necesitamos ayuda ahora mismo, creo que deberíamos saber cuando aceptarla, tu también.
—Lo sé, solo creo que es demasiado, no quiero abusar de su amabilidad.
—No lo hacemos, de hecho, fue su idea y cuando estaba por negarme ya había salido de la casa.
—Supongo que no hubo opción.
Negó, acariciando mi frente antes de dejar un delicado beso maternal, lo cual hace que me haga ovillo en mi lugar para intentar dormir.
—Descansa un poco, yo cuidaré de los demás por ahora.
Asentí —Despiertame para la comida.
Finalmente se va, comienzo a creer que no podré dormir pero tiene razón, caigo dormida demasiado rapido y descanso tan bien que cuando despierto veo que el sol está ocultándose. Suspiro con tranquilidad, mientras intento abrir los ojos y acomodarme a la luz, acomodar mis ideas y recordar en dónde estoy.
Me toma un segundo antes de mirar al pequeño sofá donde Emma dormirá y mirar al chico que ha estado comiéndome el cerebro durante estos días. Cedric.
Parece que no se ha dado cuenta de que he despertado porque sigue muy concentrado en el libro entre sus manos. Fruncí mi ceño al percatarme de algo.
—¿Sabes leer?— bromee.
El chico levanta la mirada, formando una sonrisa —Hola, Hazel. ¿Cómo te sientes?
—Descansada— sonrío por alguna razón —¿Qué hay de ti?
—Bien ahora que estas despierta— dejo el libro de lado, acomodándose en su lugar —Tu tía dijo que fue un viaje largo de San Mungo hasta acá.
—Sí, al menos para mi— señale mi costado.
Sabe que es una broma, porque ríe un poco junto a mi. Bueno, al menos él es el único que se ríe de mis chistes.
—¿Necesitas algo? ¿Agua... comida, un abrazo?
Reí —Creo que con agua estoy bien.
Sonrió, levantándose de su asiento para tomar la jarra que está junto a mi y de la cual recién me doy cuenta. Entonces sirve el vaso y estoy apunto de levantarme por mi cuenta cuando me ayuda, colocando su mano sobre mis hombros y cintura.
—Gracias— le sonreí, cuando ya no siento más el dolor.
—No es nada, ¿aún tienes dolor?
Negué —Un poco menos, lo que sí es que tengo hambre.
—Estás de suerte, mi mamá hizo uno de sus platillos más famosos de la casa— fingió echar sal al aire —Te va a encantar su comida.
Me volví a recostar —Ugh, ahora me gruñen las tripas.
Aprovecho que estoy sentada porque no sé cuánto tiempo tarde más en caer en la cama, así que, con su ayuda me pongo de pie y ambos caminamos escaleras abajo.
De inmediato noto que el dolor ha desaparecido en gran parte, ahora solo me duele al toser así que me recuerdo con rapidez y me doy a la tarea de sonreír a todos para darles a entender que estoy mejor.
Me paso gran parte después de la comida en el sofá junto a mi hermano, ayudándole con sus tareas o simplemente conviviendo con él, se ha apegado más a mi desde el accidente, como si no quisiera perderme de vista un solo segundo.
Me parece tierno de su parte, aunque un poco fastidioso porque no me deja ni pararme para ir por agua, cuando ve que me remuevo en mi lugar se apresura a preguntarme a dónde voy.
—¡Casi lo olvido!— dijo, saltando y dejando los pergaminos de lado.
Tanto Pandora como yo lo miramos con atención, ante su repentino salto. Él regresa con una gran caja de color rojo y azul, la cual me entrega, dejándome aún más confundida.
—¿Qué es eso?— inquirí.
—Es tu material para tejer, Dalton pudo recuperarlo de los escombros— respondió —Estaba apunto de tirarlo pero no lo deje, sé que es importante para ti.
Le quite la tapa de encima y tome el suave estambre junto a la tabla para coser y demás. Aquello me hizo sonreír y hacerme querer echarme a llorar pero no lo hice, le agradecí en voz baja y tome todo el aire posible para hacerme la valiente.
—No llores— pidió —Odio verte llorar.
Eso me hace reír y llorar al mismo tiempo, Neville se lanza a abrazarme de inmediato y yo acepto su abrazo. Sorbi mi nariz al acomodar mi mejilla en su sudadera.
—Gracias, Neville— murmuré.
—No hay de que, sabía que te iba a gustar pero no que te haría llorar, lo lamento.
Negué —No te preocupes, está bien.
LOS ÚLTIMOS DÍAS fueron tan normales y tan asustadizos que casi salgo huyendo dos veces. El señor Diggory decía que era por el trauma, que quizá se me pasaría en unos días pero, ¿era verdad? ¿Cuánto tiempo más tendría que estar temblando del miedo cada vez que escuchaba un ruido fuerte? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que finalmente me resignara a salir de casa? Nuestra nueva casa, nos hemos terminado de mudar ayer y siento que nunca, nunca estoy a salvo.
Comencé a cerrar ventanas y puerta por las noches, me despertaba a media noche para revisar toda la casa, incluyendo el patio, del cual lo rodeaban miles de hechizos que no he aprendido aún.
En una de estas noches estoy regresando de afuera, con la varita en alto echándome luz al camino, cuando Emma se me para enfrente y estoy por lanzarle un maleficio que no sale de mi boca porque choco contra la pared y me hago ovillo, respiro con pesadez y las manos se aferran a mi cuerpo.
—Hazel, tranquila, estás a salvo— escuché la voz de mi tía, tomando de mis brazos.
Cuando la escucho, estoy segura de que es ella me puedo tranquilizar.
—Emma— abrí los ojos —¿Qué haces despierta?
—Esa pregunta debería hacértela a ti, es media noche, deberías estar descansando.
Negué, poniéndome de pie con su ayuda —Es que... quería salir.
Ella acarició mi cabello, luego de limpiar las lágrimas que se juntaron de forma inconsciente en mis ojos.
—¿Tuviste otra pesadilla?— se preguntó.
Las pesadillas tampoco ayudan a la situación, los primeros días que salí de San Mungo despertaba casi gritando y Emma se quedaba conmigo hasta que me quedara dormida.
—Sí, algo así— mentí, nadie más sabe sobre mi revisión diaria a la casa —Ya se me paso, estoy bien.
—Bien— me rodeo con sus brazos, justo antes de tomar mi varita que se cayó al suelo —Vamos a dormir otra vez, en unos días regresarán al colegio y no puedes llegar tarde, ¿qué es lo que siempre dices?
Pensé, aunque mi cabeza no daba para bromas o algo.
—Yo...-
—Llegar tarde es peor que morir, aunque ahora que lo pienso no es una buena frase, ya no la uses, Hazel.
Negué, —¿Estás segura de que es buena idea volver al colegio?
—Sí, no tengamos esta conversación otra vez, Hazel, no puedes quedarte sin terminar cuando estás tan cerca de graduarte— respondió.
—Solo no creo que sea tan seguro como antes— suspiré.
Agradezco que Emma no mencionara nada al día siguiente, cuando camine por el pasillo con cierto cuidado y escuché algo muy parecido a pergamino en mi oído mi ceño se frunció. No sé lo que era hasta que me giré y miré al parajito color azul con algo en su pico, una carta color azul con sello dorado.
La carta aterriza en mis manos cuando apenas y me muevo para tomarla, entonces el pájaro sale huyendo y se de quien viene, pues en el sello vienen las iniciales C.D.
Abro de inmediato el sobre y veo la pequeña nota que Cedric ha dejado:
No se si debo hacer esto, se que no te gusta salir de casa últimamente así que veamonos. Volvamos a ser los mismos de antes.
Pdd: nadie me obligo a escribir esto, por cierto, ¿Sabias que Fleur sabe golpear con un sartén? Yo si.
Reí ligeramente, no sabía que extrañaba tanto sentirme así, tener este humor de Cedric junto a mi me recordaba que sigo viviendo una vida adolescente casi adulta. Por alguna razón, ahora quería verlo lo más pronto posible así que acepte su invitación pidiéndole hora y lugar, porque como él dijo, no pensaba salir de mi casa por ahora.
El miedo aún se intesificaba cada vez que intentaba poner un pie fuera de la casa de día, así que ahora me quedo más tiempo sola o con alguien cuidándome.
La cita entre Cedric y yo se llevó a cabo este mismo día, por suerte fue de noche así que pude asomar mi cabeza por la puerta para esperar al chico, el cual llego un poco antes de la hora acordada y toco la puerta como de costumbre.
Sacudí la linda ropa que me había puesto y abrí, entonces Cedric aparece frente a mi, con uno de sus lindos trajes como de costumbre y me sonríe.
—Hola— le sonreí devuelta.
—Hola, Hazel— extiende frente a mi cara un lindo ramo de flores blancas.
—¿Y eso?— inquiri, tomando el ramo y dejándolo pasar.
—Se que te gustan las flores, quise traer un poco para que decores tu nueva habitación.
Eso me hizo sonreír aún más —Gracias.
Comencé a ver el brillo en sus ojos una vez más, aquel brillo que me había acompañado durante el colegio todo el tiempo que estuvimos juntos.
—Quizá no lo haya dicho aun pero he aprendido a cocinar muy bien.
Alce ambas cejas —¿Ah, sí?
—Sí, tengo la receta aquí— señaló su cabeza.
Reí, ambos comenzamos a caminar por el pasillo. En esta casa la cocina ya no estaba directamente junto a la sala, si no en el pasillo hasta el fondo, simulaba una bella habitación cuando la veías por primera vez, sin embargo, sus lindos muebles blancos y rojos daban una impresión diferente.
—Entonces, ¿qué prepararas?— inquirí, buscando una jarra y llenándola de agua para las flores.
—Es una sorpresa— respondió —¿Puedo?
Señaló la estufa y asentí con la cabeza —Sí, solo recuerda que si quemas la cocina tendrás que pagarla tu y Emma nos matará a ambos.
—Lo tengo anotado.
Decoro la mesa del comedor con las lindas flores que Cedric ha traído para mí, le prometo que las pondré en mi mesa de noche y el se dedica a preparar la cena.
No sé lo que hace, pues me mantengo sentada en la silla frente a la mesa para esperar ya que no me ha dejado intervenir, aunque quisiera, prefiero mantenerme alejada de la estufa por el bien de ambos. No es que no sepa cocinar, porque lo sé, puedo cocinar un par de cosas y según Neville tengo muy buen sazón, pero temo quemarme así que evito cocinar siempre que puedo.
Cuando el olor a lasaña llega a mis fosas nasales se que voy amar lo que esta preparando. Aunque una vez que olfateo algo a quemado me asomó asustada.
—¿Está todo en orden?— inquirí.
Cedric asintió, tratando de no girarse a mi mientras arreglaba lo demás.
—Sí, sí, solo... espera unos segundos.
Me regreso a mi lugar —Sí necesitas que apagué el fuego...-
—No, no, estoy bien.
—Bueno, al menos deberías usar magia si crees que ni saldrá algo bien.
Negó —No, no, esta todo bien— se giró a mi, llevaba la mitad de la cara llena de humo —Todo bien.
Alcé ambas cejas, levantándome para buscar un trapo y dirigiéndome a él. Cedric me dio una mirada confusa cuando me acerqué para limpiar su barbilla con delicadeza.
Cuando termine me quede observándolo, por alguna razón, me quedo quieta en mi lugar y el también. Mi corazón se acelera y estoy apunto de besarle cuando despierto y me doy cuenta que aún no hemos hecho oficial nada, que se supone estamos dándonos un tiempo para respirar de lo sucedido y de empezar de nuevo.
—Listo— digo, lo cual lo hace despertar también —Huele más a quemado.
Él miró la estufa y asintió, entonces me hice a un lado y volví a mi lugar sobre la mesa. Me quedé procesando más de lo que me hubiera gustado en mi lugar, porque se perfectamente que no debo adelantarme, si lo hago quizá todo vuelva a ser un caso y no quiero terminar nada con el antes de que empiece.
— —¿Te gusta la lasaña quemada?— inquirió, colocando frente a mi lo que sea que haya sacado de la estufa.
Asome mi cabeza y el olor a quemado se intesifica —Depende de que tan quemado esté.
Decidimos comerlo así, aunque no está tan quemado como parece, por dentro la lasaña sabe deliciosa y nos pasamos una linda velada en esta tarde tan nublosa.
—¿Entonces Slughorn ha estado acosandote todo este semestre?
Negué —No diría que acosando, es... parece que esta más entusiasmado por mi futuro que yo.
Rió —Jamás pensé que fuese así.
—¿Ya lo conocías?
Nego —No, solo había escuchado de él y lo conocí en el Ministerio la primera semana que entré pero nada más fue un saludo cortez, mi padre nos presentó pero no hablamos demasiado.
Suspire —Que bueno que no lo conociste en estos tiempos.
—En unos días regresas al colegio— recordó y asentí —¿Cómo te sientes para volver?
Pensé —¿Quieres que te diga la verdad o la mentira?
—La verdad estaría bien.
—No lo estoy— respondi con toda la sinceridad del mundo mágico —No se si soportare estar rodeada de tantas personas y no entrar en pánico.
Él se mantiene en silencio, uno reflexivo, en el cual estira su mano sobre la mesa y la coloca encima de la mía en forma de apoyo. Se siente tan extraño y desconocido su tacto en mi piel, tan cálido y tierno pero no lo he olvidado por completo.
—Todo saldrá bien, Hazel... y si no, puedes volver, nadie debería juzgarte por eso.
Sus palabras me hacen sonreír, es que Cedric siempre sabe qué decirme para hacerme sentir bien sin hacerlo sonar forzoso o desesperado, simplemente le sale dulce de forma natural.
—¿De verdad?— le pregunté, porque en realidad nunca se que responderle a todas las cosas dulces que me dice.
Quizá no lo merezco.
—Sí, de verdad— dijo.
Y ahora si estoy segura de que volver y rendirse no es malo aveces, que si me siento tan cansada y asustada retroceder podría ser una buena idea.
DESDE NUESTRA CENA, Cedric y yo habíamos hablado demasiado, nos pusimos al tanto de lo sucedido y pasamos un buen rato. Justo lo que ambos necesitábamos, acabe riéndome de tantas cosas que las mejillas me quedaron adoloridas.
Ahora era momento de volver al colegio por medio de polvos flu, lo cual me tiene frente a la vieja chimenea inquieta, dudosa en sí es lo correcto o no.
—Yo iré primero— dijo Neville, con sus cosas listas detrás de él.
Trague saliva, un poco mareada de tanto pensar —¿Estas seguro?
Asintió —Si, te esperaré en el otro lado, no te preocupes.
Acepté, mientras Emma le seguía los pasos y le daba los polvos flu. Neville desaparece frente a mi en cuestión de segundos, se ha ido demasiado rápido que me quedo de pie otra vez, tan quieta como una estatua.
—Está bien, tomate tu tiempo— me dijo Emma, con una sonrisa.
Debo hacerlo, debo hacerlo. Me repito en mi cabeza. Solo serán unos meses, una vez que me gradué podré vivir aquí toda mi vida, al menos hasta que el lado oscuro se vaya.
Mi mano se aferra a mi sudadera, toma los polvos y los expulsa dentro de la chimenea. Desaparezco tan rápido que cuando vuelvo a aparecer en el colegio me estoy ahogando. Creo que me ha entrado el pánico porque tardo un poco en recuperarme cuando respiro como si me hubieran cortado el aire por un rato.
Mi hermano está al otro lado, tal como dijo, me toma de ambos hombros y me lleva fuera de la oficina del director donde los demás alumnos empiezan a llegar.
—Estás bien, Hazel— dijo Neville —Estás bien.
—¿Qué sí está bien? ¡mírala!
Ay, no.
Cuando me vuelvo a la voz que nos persigue veo a la chica de cabello oscuro que se burla junto a sus dos amigas.
—Mirenla, seguro ya quedo igual que sus padres— su voz es tan chillona que me hace cubrir los oídos.
Neville no dice nada, solo la observa con recelo y el corazón se me acelera, mi piel hierve y sé que algo malo se viene.
—¿Quienes son sus padres de todas maneras?— le pregunto una de sus amigas, una joven de cabello rubio.
—Solo ella sabe, dicen que son, ya sabes, retrasados. . .
Las risas, el coraje, mis manos temblando, todo se combina y explota en mi. El desastre viene de la ira, lo sé cuando mis manos se van contra ella. Luego las lágrimas vienen... pero no me detengo.
Creo que eso fue lo peor, creo que eso fue la peor versión de mi. Ni siquiera sé porqué mis manos seguían golpeándola cuando se defendía o porqué no me detuve cuando quedo inconsciente.
HE PASADO APROXIMADAMENTE media hora en la oficina del profesor Flitwick desde que llegue apenas al colegio. Él hablaba pero no lo escuchaba, solo me dedicaba a llorar en silencio y a pensar en lo que hice, intentando buscar un por que.
—Señorita Longbottom— la voz del profesor me hizo mirarlo.
—¿Si?
—Señorita Longbottom, esta es la segunda vez que se pelea con la joven Siler.
Frunci mi ceño, jugando con mis dedos sobre mi regazo —¿Quién?
—La señorita Cristal Siler— explicó, sin embargo, suspira luego con cansancio —Entiendo que quizá puedan existir problemas desde casa que ocasionan este tipo de situaciones.
—Profesor, usted me conoce— murmure, apunto de echarme en lagrimas.
Se que él no lo entiende, reconozco que últimamente no he sido la mejor persona y que mi miedo se ha convertido en ira inexplicable.
—No me gusta pelear, aveces pierdo el control de las cosas o de lo que digo pero... jamas lo disfruto— negué —No soy una persona violenta... no se por qué lo hice.
—Claro, entiendo.
—Conozco el protocolo, solo deme mi castigo y lo cumpliré esta semana— baje la mirada.
El profesor junto ambas manos, tratando de decidir lo que debía hacer. De pronto el miedo de ser expulsaba recorrió mis huesos, así que lo observé para buscar algo en su sería expresión.
—Tres semanas de ayuda voluntaria en el castillo, ayudará a Filch en lo que necesite y también a los profesores, limpiara el armario que tenemos en el segundo piso— tomo su pluma y un pergamino.
—¿Qué es esto?— inquirí, cuando me entregó dicha hoja.
—Una hoja de firmas, quiero que junte veintiún firmas en estas tres semanas.
Es lo menos que me merezco pero acepto. Tan pronto como termina de hablar salgo de la oficina huyendo, con el pergamino en la mano y las lágrimas amenazando en salir.
Es un mal, mal inicio y está claro, podría ser una señal pero no puedo pensar en eso. Manoteo al aire cuando noto que algo me persigue, como un guante que vuela por si solo y me pasa los delgados dedos por la cara para tratar de llamar mi atención.
Noto aquello de inmediato y me detengo de golpe, creyendo que lo he imaginado pero no, el guante pide que lo siga y cuando veo a Eugene escondido en el pasillo sigo el guante hasta él.
—Hazel, estas bien, estas intacta— dice el chico, mirándome de pies a cabeza, tomándome de ambos brazos y revisandolos.
—¿Qué te fumaste?— inquirí, frunciendo el ceño.
—Sobre el ataque— aquello me toma de sorpresa.
—¿Cómo sabes...?
—¿Crees que no me entero de todo lo que sucede ahí?— interrumpió —Aunque, bueno, me enteré tarde de esto, cuando escuché a los demás hablar sobre el ataque ya se habían ido.
—¿Quién lo planeo?
Él negó —Eso no importa ahora, Hazel, no debiste volver al colegio, ¿que es eso?— señalo el pergamino en mi mano.
—Ah, nada, solo tuve un ataque de ira y casi mato a Cristal— respondí, con claro sarcasmo.
Los ojos del chico se abrieron tanto como pudieron —¿Qué tu que?
Negué —Larga historia.
—Bueno, otro recordatorio de no hacerte enojar— suspiro —Lo bueno es que tu estas bien.
—Díselo a mis manos— levante ambas manos, rojas por los golpes.
Aunque no fue la única que recibió de mi parte, estaba casi segura de que me había roto algo por dentro y que me dolia al respirar y la herida larga, delgada y roja sobre mi frente no me daba buen aspecto del todo.
—¿Tu familia está bien?— se preguntó.
Asentí —Sí, estamos todos bien.
—Cho me envió un mensaje que pude recibir por alguna razón— dijo, sacando el pergamino de su manga —Ha aprendido mucho, me enorgullece.
Sonreí —Ya nos ha superado en magia, Eugene, aunque admito que eso del guante me parece nuevo, deberías enseñarme a hacerlo.
—¿Ah, esto?— tomo el guante que seguía en el aire —Lo leí en uno de los libros de texto de mi padre, según entiendo no es nada de magia oscura así que quise probarlo.
—Es lindo— halague.
—Sí, bueno, solo quería saber que estabas entera, lo estás me parece.
—A excepción por el cuchillo que se clavo en mi estómago ese día y me dejó dos semanas en el hospital de San Mungo.
Otra sorpresa más para él, parece tan irreal para Eugene que se tarda unos segundos en responder.
—¿Es verdad o me estas jodiendo?
—No sabía que decías groserías.
—Cállate y respondeme.
Levanté ambas manos —Ah, bueno, es verdad, creí que cho también te había dicho eso.
—No, solo dijo que estabas mejor que en el ataque, algo agresiva y atareada— dijo —Y que Cedric y tu habían vuelto.
Alcé ambas cejas —¿Te dijo eso?
—¿Es mentira?
Me quede sin palabras, no se a lo que se podría llamar lo que tenemos ahora mismo o si es que tenemos algo.
—Es... larga historia.
Eugene suspiro, tratando de ocultar una risa antes de avanzar conmigo por el pasillo hasta la sala común.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro