Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

chapter fifty-two. mad woman

HEAVEN
━━━━ ★ ━━━━
⌇ ☾ ❪ chapter fifty-two ❫  ೋ
۫ ₊˚ mad woman ˚₊ ۫ ۫

El día siguiente, el sol de la mañana cubrió mis ojos y me hizo parpadear, soltar un quejido y no tener de otra más que levantarme a mirar por la ventana. Estaba sola, lo que significaba que Cedric ya se había ido a trabajar y como yo aún no aceptaba aquel trabajo en el ministerio, tenía todo el día libre para llorar y eso planeaba hacer.

Sin embargo, cuando volví a recostarme, Fleur abrió la puerta, cambiada y recién bañada.

—Buenos días, Hazel, espero que dugmiegas bien— dice, sonriéndome.

—Aún estoy dormida— respondo y ella funce el ceño.

Fleur me toma de la mano y me arrastra fuera de la cama y habitación, literalmente, me pasa un par de prendas, una toalla y un frasco de shampoo para después dejarme encerrada en el baño.

—¿Qué haces?— inquiero, con cansancio.

—No voy a pegmitig que degspedicies tu belleza, Hazel— dice al otro lado —Date un baño y degpueg te progbagas tu vestido paga mi boda ¡Sigues siendo dama de honog!

No tengo más opciones, así que más tarde dejo que Fleur peine mi cabello en un montón de trenzas mientras miro a Ron y a Harry tratando de mover los gnomos del patio sin que los muerdan. Se ven demasiado chistosos desde la distancia y además me distraen.

—Listo, vamos, vamos— me toma del brazo, emocionada y me dirige hasta las escaleras.

—Fleur, ¿Cedric te pidió que me cuidarás todo el día mientras él no esta?— le inquiero.

Su expresión me da la respuesta: sí. Debí suponerlo.

—¿Encontraron el cuerpo?— añado —El de Emma.

—No debegia de hablag esto contigo— dice.

—Puedes hacerlo, de todos modos Cedric no debe enterarse.

Ella asiente —No lo encogtagon, tampoco el de Ojoloco.

Le sonrío como respuesta —Gracias, Fleur.

Cedgic no debe entegagse, ¿de acuegdo? Ha sido bastante clago sobre los temas que debemos hablag contigo.

Asiento, soltando un largo suspiro antes de seguirla. Fleur se pasa aproximadamente dos horas arreglando detalles a mi vestido de dama de honor, es de color dorado, largo hasta los tobillos y con escote en forma lineal, con dos tirantes hechos de tela sobre mis hombros.

Además de eso, debo llevar un gigante ramo de flores en mi cabeza, en un moño que ella misma ha peinado. La señora Weasley entra y sale de vez en cuando, dando opiniones o ayudándola a peinar mi cabello de una manera ordenada ya que al parecer, hoy no ha querido cooperar demasiado.

Para cuando termina estoy exhausta, me quito el vestido lo más rápido que puedo, me pongo una pijama y bajo las escaleras. En este momento me cruzó con Fred.

—Hazel, hola— me dice, con tono sorprendido —Oí rumores de que Fleur y mi mamá te han estado torturando.

—Yo lo llamaría diferente, pero sí.

Titubea —Uh, ¿y tú estas...? Digo, ¿cómo te encuentras?

Encogí mis hombros, esa es una pregunta que este día no me he podido resolver en la cabeza. Se siente tan raro, como si algo me faltara, el cansancio mental no se comparaba con el dolor de cuerpo que me cargaba, la falta de sueño y mis ojos que ardían de tanto llorar. Quería dormir tres años.

—Bueno, cuando sepa la respuesta te lo diré— le digo —¿Sabes si ya llego Cedric de trabajar?

—No lo sé, aun están preparando la cena— respondió —Oye, ¿Quieres ir a tomar aire?

Asentí, porque en realidad estar aquí está comenzando a ahogarme y si no salgo temo explotar en medio de la cena, así que lo sigo afuera de la Madriguera y ambos caminamos por los bordes de la cúpula que rodea el hogar.
Afuera hace más frío de lo normal, apesar de estar encerrados, también se siente el aire. Me siento frente al borde, haciéndome ovillo aún sentada y suelto un suspiro al mirar el campo totalmente vacío.

Fred hace lo mismo solo que junto a mi, me mira atento pero yo no a él.

—Y bueno, ¿cómo estuvo tu día?— inquiere, aunque sé que quiere sacar a Emma al tema.

Yo lo haría, tengo tantas cosas que decir como: ¿por qué no yo? ¿Por qué ella? ¿Qué sabía para que Dalton la asesinara así nada más? No creo que haya sido por su pelea, es demasiado extremo para algo tan simple aunque ¿Quién sabe? Con los mortífagos no sé sabe su siguiente movimiento.

—¿Tu crees que haya sido a propósito?— le pregunte.

—¿Qué cosa?

Encogí mis hombros —Ya sabes, Dalton... él...-

Las palabras no salen de mi boca, no pueden.

—No lo sé, Hazel— responde —¿Sabes qué sí sé? Que no deberías agobiarte por eso, concéntrate en honrar la memoria de Emma, ese imbécil no vale la pena.

Lo miro, por primera vez habla sin bromear, su voz es grave y parece enojado así que me lo tomo enserió.

—Lo sé, pero no puedo dejar de pensar en eso— suspiro.

—¿Neville sabe?

Niego —No, no lo he visto desde que se fue, supongo que cuando regrese de su viaje tendré que decírselo.

Siento como choca su hombro contra el mío —No estas sola en esto, si necesitas ayuda solo pidela e iré volando, literalmente.

Sonrío —Gracias, Fred.

La puerta de la Madriguera se abre y la señora Weasley nos mira a ambos con recelo.

—¡Ahí están!— dice, en tono molesto —¡Vuelvan aquí, creí que estaban desaparecidos o algo peor!

—¡Lo lamento, mamá!— responde Fred y se gira a mi —¿Estás lista para volver?

Asentí —Tengo bastante hambre.

Aquello lo hace reír. Durante la cena, toda la orden está reunida comiendo, hay tantas personas que es difícil comer con los tenedores. Yo me encuentro junto a Cedric y Fleur, escuchando la conversación solamente.

—¿No se sabe nada de Ojoloco? —le pregunto Harry a Bill.

Nego —No, nada.

Nada. Ni un cadáver, ni un rastro de donde Moody o, quizá Emma, estuvieran.

—El Profeta no ha dicho ni mu acerca de sus muertes, ni de que hayan encontrado sus cadáveres—continuó Bill—. Pero eso no significa nada, porque últimamente no explica gran cosa.

—¿Todavía no han fijado una vista por la magia que utilicé al escapar de los mortífagos siendo todavía menor de edad? —le preguntó Harry desde el otro extremo de la mesa al señor Weasley, y éste negó con la cabeza—. ¿Será porque saben que fue un caso de legítima defensa, o porque no desean que todo el mundo mágico se entere de que Voldemort me atacó?

—Supongo que por lo segundo.

—Ya. Total, ¿para qué contarle la verdad a la gente? —musitó Harry.

—¿No hay nadie en el ministerio que este dispuesto a enfrentar la verdad?— respondo con sarcasmo.

La ignorancia del ministerio es lo que nos ha llevado a tomar estas medidas, lo que nos ha llevado a donde estamos ahora mismo.

—Claro que sí— responde el señor Weasley —Pero la gente está muerta de miedo, temen ser los siguientes en desaparecer, o que sus hijos sean atacados. Circulan rumores muy desagradables. Yo, por ejemplo, no creo que la profesora de Estudios Muggles de Hogwarts haya dimitido, pero hace semanas que nadie la ve. Entretanto, Scrimgeour continúa encerrado todo el día en su despacho; espero que esté elaborando algún plan.

Sí, todos esperamos eso. Suelto un gran suspiro cuando mi plato se levanta por medio de magia gracias a la señora Weasley y lo reemplaza por el postre: tarta de manzana.

Fleur y Harry comenzaron a hablar sobre su disfraz de la boda, ya que como iba a haber demasiados invitados, no querían correr el riesgo de que la información saliera de la Madriguera.

—¿Quieres un vaso de café?— inquiere Cedric junto a mi.

Asentí un poco, acercándole mi taza vacía donde antes había agua. Se pone de pie y en menos de un segundo me coloca una taza de café con leche frente a mis ojos para comerme mi torta de manzana.

—Gracias— sonrío —¿Sabías que Fleur hoy me torturó con vestidos de dama de honor?

Aquello lo hace reír un poco —¿Uh, de verdad?

—Sí, y creo que es obvio que tu lo planteaste.

Él niega —No sé de qué me hablas, cielito.

—Vamos, Cedric, no tienes que protegerme del duelo— formo una línea con mis labios —Voy a estar bien.

Quizá solo estaba en negación, quizá está era la primera fase de mi duelo. Si es así, ¿qué sigue? ¿Negociación? ¿Depresión? ¿O quizá la ira?

Me siento aturdida, como si estuviese en una nube que se mueve muy lento cuando el mundo está yendo muy rápido. Como si estuviera confundida pero no sé de qué.

—Lo sé, me tienes a mi— paso su brazo sobre mis hombros, dejando un cálido beso sobre mi cabello —¿Quieres descansar?

Le doy una mala mirada y él lo entiende.

—Está bien, está bien, dejaré de hacerte preguntas sobre lo que quieres, ¿eso está bien?

Asentí —Sí, por favor y gracias.


EN UNA DE TODAS estás últimas tardes me encontraba escribiendo un par de cartas con la esperanza de pedirle a Kingsley que se las enviara personalmente a Neville y a Cho, ya que con Eugene no había tenido contacto desde que se fue y aunque pudiera tenerlo, es demasiado peligroso hablar con él ahora mismo.

Así que, cierro el último sobre y lo colocó entre mis manos para levantarme del escritorio.

—Gracias por dejarme usar tu escritorio, Ginny— le agradezco a la joven.

Ella me sonríe, muy concentrada en el libro —Cuando lo necesites.

Salgo de la habitación con ambas cartas y cuando estoy bajando las escaleras veo a Cedric. Frunzo el ceño confusa.

—¿No deberías estar trabajando?— inquiri.

Él negó —No, me tome el día para estar contigo.

—No podemos salir— digo obvia —Es peligroso, ya sabes, por Dalton y los mortífagos.

—No tenemos que salir de esta burbuja para divertirnos, Hazel— me tomó de los brazos —Vamos, hay que salir de picnic hoy.

Sonrío al notar el brillo en sus ojos y no puedo evitar negarme, además de que la idea me parece maravillosa.

—Está bien— le digo.

—¡Perfecto! Iré a buscar la comida y todo, tu solo preocúpate por usar un lindo vestido— beso mi frente —Aunque te ves linda en pijama.

Río, mientras él sale corriendo escaleras abajo. Le sigo pero a un paso lento, por lo que cuando me adentro a la sala, él ya está evitando chocar contra Kingsley para salir.

—¿Qué le pico?— inquiere Kingsley.

Encogí mis hombros —Uh, no tengo idea, quizá un mosquito llamado Hazel.

Ríe, lo cual me hace sonreír. Kingsley es lo más cercano a Emma que tengo ahora, él la conocía como yo así que espero me ayude con las cartas.

—¿Podrías hacerme un favor, Kingsley?— le llamo.

El hombre se detiene y asiente —¿Qué necesitas?

Extiendo mi mano con ambas cartas —Sé que puedes pasar de desapercibido allá afuera de esta burbuja y si se lo pido a Cedric lo haría pero, no quiero que las lea, son para Cho y mi hermano.

—¿Le dirás por una carta lo de su tía?

Niego —No puedo hacerlo de otra manera, verlo me partiría el corazón más a mi que a él.

—¿Cómo crees que Emma lo hubiera querido? Ambos se tienen el uno al otro.

—No, nosotros teníamos a Emma y ahora se ha ido, por favor, solo entregalas o saldré a hacerlo yo mismo— dejo mi mano extendida hasta que las toma —Gracias.

—Te informaré cuando las haya enviado— dice únicamente.

Asentí, dando pasos hacia atrás y subiendo una vez más las escaleras.

¿De qué otra manera lo haría? ¿Estoy en lo correcto? No, una parte de mi sabe que no, pero no puedo evitar pensar en lo que sentiré si veo el rostro de Neville apagarse de esa manera, es mejor que lo sepa de este modo y tenga a la abuela a su lado para consolarlo porque, de todas maneras, yo ya no le sirvo.


DURANTE LOS SIGUIENTES DÍAS, Fleur y Cedric se habían estado esforzando para mantenerme ocupada con absolutamente todo; mi papel de dama de honor, los preparativos para la boda e incluso para hacer la cena, lo cual salió fatal porque casi quemo la cocina de la señora Weasley.

Al final he decidido enfrentar toda esta situación con Neville y mi abuela cuando volvieran de su viaje. ¿Por qué? No lo sé, la misma noche en la que le entregué las cartas a Kingsley me levanté de la cama, esculque entre sus cosas y me robe la carta para Neville, remplazandola por una diciéndole que todo estaba bien. Espero no arrepentirme aún más de lo que ya estoy.

—Negación— dijo Cedric, lo cual me hizo levantar la mirada del libro: tres formas de expresar la literatura.

—¿Qué?— frunzo el ceño.

—Este libro dice que estas en negación— me colocó el libro en mi regazo.

Lo levanté con una sola mano, leyendo el título que me dejó helada: cómo enfrentar el duelo de una perdida. Lo dejé de nuevo en la cama y volví al libro.

Cedric ha estado también tratando de hacer que hable cuando estamos solos, cuando nadie puede verme llorar, pues él cree que es por eso que no he hablado de... de Emma durante estos días. No quiero hablar, solo quiero que me dejen en paz.

—¿Cuando llegue a la ira me dejarás golpearte?— dije irónica.

Se sentó junto a mi —¿Ves? Siempre evitas el tema.

—¿No crees que sea porque no quiero hablar de eso?

—Bueno, tendrás que hacerlo en algún punto— dijo —No es sano para tu cuerpo y tu mente reprimirte esto, reprimir lo que sientes, entendí los primeros días pero ya ha pasado más de una semana.

Y se siente como si fuese ayer.

—¡Sé lo que es el duelo, Cedric!— grite —¿Crees qué no? ¿Cuántas veces crees que he tenido que vivirlo? Mis padres no están muertos pero parece que es así.

Me levanté de golpe, dejando el libro sobre el escritorio y colocándome los tenis para salir.

—Hazel...-

Negué —¡No! Está bien, déjame salir de esto sola, no tienes que cuidarme, no soy una niña que acaba de perder a toda su familia, ¿sí? Sé cómo arreglarme sola, lo he hecho durante años y sin tu ayuda.

Y sin más abro el picaporte de la puerta y la lanzó para que todo el mundo pueda escucharla. Aunque luego me arrepiento, recargo la parte trasera de mi cabeza y suspiro, cierro los ojos... y de nuevo soy yo.

—¡George!— sonreí de lado a lado, mirando al chico por fin de pie después de mucho tiempo.

—¿Está todo bien allá arriba?— frunció el ceño, mirando la puerta por la que salí —Escuché gritos, no gritos buenos, ya sabes, los malos.

Asentí —Sí, esta todo bien e imagino que tu también ¡Mírate! Te ves como nuevo.

Río —Seguramente me veía peor, aunque sea imposible. ¿Qué opinas de mi nuevo look?

—Se ve bien— reí —Atractivo, maravilloso.

—Gracias por decirme todas las verdades que tenías.

Me crucé de brazos —Me da gusto verte bien de nuevo, me asuste mucho cuando llegamos, hasta pensé que tendría que conseguirle un nuevo gemelo a Fred.

—¿Uno nuevo? ¡Pfff! Vamos, Hazel, ambos sabemos que no hay nadie mejor que yo.

Sonreí —Bueno... creo que he visto un par de chicos por ahí que...-

—Dejemoslo ahí— bromeo.

—De acuerdo, si tu lo dices— encogí mis hombros.

—¿Haz visto a Fred? Quería mostrarles una nueva adquisición para la tienda de sortilegios.

Negué —Hmm me parece que no lo he visto desde el desayuno.

—¿Alguien me acaba de invocar?— escuchamos desde la parte más arriba de la casa.

Subí la mirada por los escalones, Fred estaba en el penúltimo piso con algo rojo brillando en su mano.

—¿Eso es fuego? Espero que no pienses incendiar la casa— le dije.

—¡Al menos no sin mi!— bromeo George, corriendo por los escalones.

Reí, siguiéndolo pero deteniéndome cuando la puerta de mi habitación con Cedric se abrió. Lo miré unos segundos antes de volver mi camino por los escalones.

Resulta que, había muchísimos artilugios nuevos que los gemelos habían inventado y que me pidieron revisar antes de ponerlos a la venta para que no hubiera demandas o algo así dijeron.

Los días pasaron y pasaron, y yo seguía sin poder sentir algo, como si todo estuviese bien. Neville regresaría de sus vacaciones el mismo fin de semana en el que regresaría a Hogwarts, lo cual me daba algo de tiempo para pensar.

Hoy no era cualquier día, si no...

—¡Feliz cumpleaños, Harry!— salude al chico, sonriéndole de lado a lado.

Me devolvió la sonrisa —Gracias, Hazel.

Le entregué la caja envuelta en papel azul, incluyendo el moño color plateado.

—Es mio y de Cedric— dije.

Harry se detuvo en las escaleras, desenvolviendo la caja y sacando una pulsera con una pequeña snitch dorada colgando, lo bastante grande para que pudiera meter una perla.

—Es muy bonito— dijo —¡Muchas gracias a ambos!

Sonreí —Dice Cedric que felicidades, se tuvo que ir a trabajar esta mañana.

—¿Cómo están los dos... y tu?

Negué —Uh, estamos bien, Harry, pero hoy no te preocupes por nosotros, es tu día. Disfruta los diecisiete, son la mejor edad.

Palmee su hombro y baje los escalones directo a la cocina, donde la señora Weasley nos sirvió un desayuno a Harry y a mi: huevos fritos con tocino y jugo de fresa, una clase de malteada.

Durante el resto del día, me ocupe ayudando a Fred y a George a acomodar todo para la cena de cumpleaños de Harry que se llevaría entre la tarde y la noche. Todo para estar fuera de casa y no tener que enfrentar a Cedric, quien permaneció dentro, lo sé porque ahora mismo lo miraba asomar su cabeza entre la ventana y mirarme.

Sostuve la mirada en él, hasta que escuhe el llamado.

—¡Hazel! ¿Podrías ayudarme con esta mesa?— inquirió Fred.

No me moví, simplemente asentí con la cabeza —Claro— me giré a él —Creí que podías tu sólo.

—No quiero que la cargues, necesito que me digas dónde se ve bien— respondió.

Di unos pasos hacia atrás, Fred cargo la mesa sin ayuda hasta el centro, encima del pasto perfectamente cortado.

—Está perfecto ahí— dije —Queda de maravilla, de hecho.

Fred, George y yo hechizamos unos tipo farolillos morados con un gran diecisiete estampado. Moví mi varita y los acomode encima de las mesas, dándole un aspecto más fiestero.

Volví a mover mi varita y, sin pronunciar palabra alguna, aparecieron unas lindas serpentinas entre los árboles y parte de la mesa.

Fred tiro todas las serpentinas, camine hacia él para recogerlas, con cansancio. Cuando me agache, Fred hizo lo mismo.

—¿Está todo bien entre ustedes?— inquirió.

Negué —Estamos bien.

—¿Estás segura? Hazel, sé que no debería meterme en su relación y...-

—Tienes razón— interrumpí —No deberías.

Negación... ira... espero que no dure demasiado.

—¡Apartense, apartense! —vociferó la señora Weasley, y entró por la verja con una snitch gigante flotando delante de ella.

Me levanté junto a las serpentinas y las revolvi entre mis manos, para después tirarlas entre la mesa.

Los demás invitados seguían a la señora Weasley, incluyendo a Harry, quien se sentó junto a los demás frente al pastel que admiraba con un brillo en sus ojos. Me senté en la silla frente a mi y sonreí.

—¡Es increíble, señora Weasley!— exclamó Harry, con emoción.

—Bah, no es nada, cielo —repuso ella con cariño.

Los invitados llegaron en aquel momento y un lindo ambiente se formó entre aquella pequeña fiesta. Los demás amigos de Harry llegaron: Hagrid, quien se pasó toda la fiesta hablando con Charlie, otro weasley más, Lupin y Tonks, quienes no pararon de hablar con Cedric y nada más.

—No sabía qué tenían otro hermano— mencioné a Fred y George.

—Vamos, Hazel, no te emociones que es muy mayor para ti— bromeo George.

Charlie era de estatura baja, fornido, y tenía los musculosos brazos cubiertos de arañazos y quemaduras.

Les di una mala mirada a los gemelos —Bueno, ya saben que me gustan mayores.

—¡Ajam! Voy a fingir que no escuche eso— exclamó Cedric a centímetros de mi.

George se echo a reír y yo no pude evitar reírme —¿De qué hablas? Nosotros estábamos diciendo que el ponche de uva es buenísimo.

—Tu odias el ponche de uva— respondió, besando mi frente.

Encogí mis hombros —Jamás dije lo contrario, volviendo al tema del ponche...-

—Un ponche muy lindo, ¿decías, Hazel?— preguntó Fred.

Negué, tratando de guardarme la risa para los gemelos.

—Creo que será mejor que empecemos sin Arthur —anunció Molly , me volví a ella —. Deben de haberlo entretenido en… ¡Oh!

Cada persona en la mesa se detuvo, incluyéndome, pues un rayo de luz cruzó el jardín de los Weasley y se detuvo frente a todos, en la mesa, donde desarrollo una forma de comadreja.

—El ministro de Magia me acompaña.— dijo la comadreja con voz del señor Weasley, justo antes de esfumarse.

¿El ministro de Magia? ¿Qué hace él aquí? Según sé, no se le ha visto salir de su oficina durante los últimos meses y ahora decide hacerlo para interrumpir nuestra bella velada.

—No quiero que nos encuentre aquí —dijo de inmediato Lupin, girandose a Harry —. Lo siento, Harry; ya te lo explicaré en otro momento.

Entonces tomo a Tonks de la mano y ambos se desaparecieron por el otro lado del jardín.

Sin embargo, no hubo tiempo para preguntas porque el señor Weasley cruzó el jardín con el ministro. Atravesaron el lugar a paso algo apresurado, mientras todos guardábamos silencio por los desconcertados que estábamos, o al menos yo lo estoy como para decir algún chiste sarcástico.

—Lamento esta intromisión —se disculpó Scrimgeour al detenerse cojeando junto a la mesa—. Y más ahora que veo que me he colado en una fiesta. Muchas felicidades.

—Gracias —dijo Harry.

—Quiero hablar en privado contigo— añadió el ministro—. Y también con Ronald Weasley y Hermione Granger.

—¿Con nosotros? —se extrañó Ron—. ¿Por qué?

—Se lo explicaré cuando estemos en un sitio menos concurrido. ¿Algún lugar para conversar a solas?— le preguntó al señor Weasley.

—Sí, por supuesto —respondió, parecía nervioso—. Pueden ir al salón.

—Condúcenos, por favor —pidió el ministro a Ron—. No es necesario que nos acompañes, Arthur.

Harry, Ron y Hermione se levantaron de la mesa, mientras guiaban al ministro dentro de la casa.

Cuando se fueron, fue cuando empezaron los murmullos.

—¿Qué está haciendo aquí, Arthur?— inquirió la señora Weasley.

—¿A qué vino? ¿Por qué sabe que Harry está aquí?— le añadió Fred.

—Es peligroso, no deberían dejarlos solos con él— dije —No sabemos si es él o Voldemort.

—Hay que calmarnos— pidió el señor Weasley, antes de que los demás hicieran sus preguntas —No es un peligro...

Se mantuvo en silencio, le di una mirada incrédula.

—Fred y George, vayan a vigilar las ventanas— pidió el adulto —Cedric, la puerta y Hazel...-

—Iré a revisar el bosque.

Cedric alzó ambas cejas —¿Sola?

—No, tengo a mi amigo imaginario, se llama Pablo— respondí sarcástica.

Sin más me dirigí al borde de la cúpula que cubría la Madriguera y con mucho, mucho cuidado, salí con lentitud hacia el bosque. Di unas cinco vueltas antes de asegurarme que no había nadie así que de la tardanza me supuse que el ministro de Magia ya se había ido, por lo que pensé en volver antes de detenerme a medio bosque.

No había nada para mi ahí, fuera de la Madriguera. Nada, ni siquiera alguien esperándome en casa, así que no valdría la pena irme porque ¿a dónde iría? ¿A casa para que los mortifagos me tomarán como rehén y tratarán de sacarme información sobre el paradero de Harry? No, no vale la pena el riesgo.

Cuando estoy por volver, escucho una rama crujir así que me vuelvo de donde viene el sonido, pero solo es el ministro, acomodándose la corbata como si viniera de correr.

Hago acto de presencia en el momento en el que doy unos pasos adelante.

—Longbottom, me ha metido un buen susto, jovencita— dijo, tomándose el pecho —¿No debería haber vuelto ya?

—Ella lleva días desaparecida— mencioné —Y usted no ha dicho ni una palabra sobre eso. ¿Por qué?

Titubeo, sé que sabe a qué me refiero.

—Un Longbottom directo, me temo— aclaró su garganta —Estoy bastante ocupado dirigiendo el mundo mágico, por si no se da cuenta.

—¿De verdad?— inquirí irónica, como si acabase de decir un chiste.

Asintió —Sí, de verdad, ahora si me permite, tengo que volver al ministerio.

Me cruce de brazos —Tenga cuidado, señor ministro, hay mortífagos sueltos.

Hice una leve reverencia y me di media vuelta. Cuando salí de los arbustos noto que solo está la señora Weasley en el patio.

—Se fue— le digo y la señora Weasley lo anuncia a los demás.

—¡Ya se ha ido!

Avancé junto a ella hasta la Madriguera nuevamente.

—¿Qué quería? —preguntó el padre de Ron mirando a los tres amigos.

—Darnos lo que nos dejó en herencia Dumbledore —contestó Harry—. Acaba de revelarnos el contenido del testamento.

—Un desiluminador— extendió Ron a su padre, quien lo examino entre sus manos y al no encontrar resultado se lo paso a Bill.

Luego Bill a los gemelos, quienes ni siquiera se molestaron en darle un vistazo, se lo pasaron con rapidez a Fleur, ella a Cedric y él a mi. Un desiluminador, creo que jamás había escuchado de ellos, son bastantes raros me parece y aún así parecía inofensivo.

—Los Cuentos de Beedle el Bardo— leyó Cedric —Mi mamá me los leía de pequeño, son grandiosos.

Sonreí al imaginármelo. —¿De verdad?

—¡Sí! ¿A ti no?

Negué —Mi abuela los usaba como leña.

Sin embargo, antes de que Cedric pudiera tenerme una pizca de lastima, la señora Weasley pidió a todos que fueramos de nuevo al patio para comer. No la contradije porque realmente estaba muriendo de hambre a este punto de la tarde.

Cuando comimos y el ambiente volvió, le cantamos a Harry la tradicional canción "cumpleaños a ti" con mucha felicidad, aplausos y demás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro