Capítulo 1: POSTMORTEM
Rojo. Apenas distingo otro color, el olor es tan fuerte que me asfixio. No puedo moverme estoy débil, el sabor metálico de la sangre también me abruma y unas arcadas inesperadas sacuden mi cuerpo. No, ya no es mi cuerpo.
-¡Eh! ¡Eh! - alguien está gritando. Lo oigo muy lejano y justo noto algo frío rozando mi nuca. Estoy temblando pero no siento frío, no siento nada. -¡Despierta! - la voz masculina se acerca más a mi, noto su mano cálida en la mejilla. Al abrir los ojos veo los suyos, son dorados. Como los de un gato. -Estoy... Bien.- susurro al darme cuenta de que me falla la voz. El sujeto me ayuda a incorporarme, hay algo en él que me molesta. Quizás porque es la persona más fría que he visto. Sólo entonces me doy cuenta de que estoy en la orilla de una playa, llevo únicamente una camiseta de tirantes blanca y unas bragas empapadas de agua salada y arena. Antes de que diga nada le miro a los ojos. -Estoy muerta, ¿verdad? - sonrío y unas lágrimas traidoras salen de mis ojos. La verdad sale trepando de mi garganta sorprendiéndome. Parece extrañado. Le cojo del cuello de la camisa en un arrebato de histeria, por intentar asimilar mi situación. - ¿Como morí? - silencio. Le sacudo más fuerte. - ¡¿Como morí, joder?!- alzo la voz más lágrimas traicioneras corren por mis mejillas. Una de sus manos me coje de la muñeca tan fuerte que mi corazón se encoge, tengo miedo. Desliza su chaqueta de cuero alrededor de mis hombros. - No puedo responder a eso.-dice secamente. -Vamos.-
El bloque de pisos del chico parece un puticlub. Está a cinco minutos de la playa. Cierra la puerta detrás de él, por dentro ya es otra cosa. El comedor está unido a la cocina y a partir de allí hay un baño y dos habitaciones. -Ese es tu cuarto. Tienes ropa y zapatos de tu talla - dice ignorándome. - porque tengo que... - balbuceo. -Después de que te des un baño te daré una clase intensa de historia. Aunque estés muerta no significa que huelas bien - No me río porque no encuentro nada de humor en mi. Solo hay dolor e ira. Ahora que lo veo mejor a la luz del fluorescente su pelo corto y rubio casi blanco resplandece. Tiene la cara ovalada con los pómulos marcados y una mandíbula firme. Lleva un poco de perilla, es como un ángel caído. Quizás así sea. Me retiro repiqueteando los pies descalzos en el mármol blanco a cada paso hasta el baño. Al mirarme al espejo mi corazón se detiene, a parte de la suciedad que se incrusta a mi cuerpo un calor inunda mi pecho. Una constelación de pecas surca mi piel pálida, mis ojos verde claro siguen siendo los mismos. Lo único que ha cambiado son las ojeras enfermizas que los envuelven. Me soy tan familiar que me duele, mi pelo es una maraña castaña clara, me desespero y entro en la bañera es enorme y hay toda clase de sales y jabones. Diez minutos después toda la suciedad se ha ido, me seco y salgo desnuda. No siento vergüenza total, ya estoy en el otro barrio. Salgo y él está en el mismo sitio observando. - Esa es tu habitación,vístete. - ordena como el que le da órdenes a su perro. La habitación es agradable, la pared es de un suave color amarillo con una ventana enorme y blanca que da al mar y una cama en un lado. Al otro lado hay un armario a juego, lo abro y hay todo tipo de prendas. Cojo una ligera camiseta manga corta y unos pantalones de chándal anchos. Huele a suavizante.
-Soy un demonio mayor - explica cuando tiene mi atención. - Cuando una alma queda atrapada en el mundo humano se asignan a demonios para asegurar su plaza en el vacío, el infierno por así decirlo. - pestañeo. - Tienes que quedarte cerca de tu enlace hasta que la iniciación a demonio haya acabado, poco a poco los recuerdos de tu vida pasada irán volviendo a ti.- Frunce los labios, son lisos. Si fuera humana me hubiera enamorado de él solo con mirarlo. - ¿Como te llamas?- le pregunto. -Nekir. Encantado, Rashel. - ese nombre me provoca escalofríos, así es, solían llamarme Rashel. - Hay una parte de mi que aun no cree que este muerta, ¿que puedo hacer?- digo apretando el cuero del lujoso sofá en el que estoy sentada con él. Todo pasa a la velocidad del rayo, y me quedo sin respiración, miro la parte inferior de mi costado y veo un manchurron de sangre negra. -¿me has apuñalado? - jadeo histérica. Él esboza una sonrisa ante mi reacción y algo se remueve dentro de mi. - Hay alguien que está muy interesado en ti, y veo que no se equivocaba, pequeña Rashel. - susurra acercándose peligrosamente a mi. -¿qué quieres decir? - digo en el mismo tono de voz mientras me quito el cuchillo de mi carne. No duele. - Nadie que llega a la orilla recuerda que esta muerto, solo tu. Me has ahorrado trabajo, suele ser patético y un fastidio hacerles entender que han muerto.- lo miro asqueada, ¿como puede hablar de esto como si nada?. Me mira otra vez con esos ojos traviesos - ¿Como llevas esto?- me levanta la camiseta, y ya no hay rastro de herida en mi vientre plano. -Ahora estoy segura.- asiento respirando fuertemente. - Ah sí, se me olvidaba. Tu alimentación es a base de mi sangre, no puedes ingerir alimentos. - Pongo los ojos en blanco. -Esto es una locura - digo horrorizada. - Voy a salir, no te muevas de aquí. Mientras estés dentro del piso no puede pasarte nada. - miro fuera, la luna ya ha alcanzado su plenitud. -No te portes mal, chiao. - me lanza un beso en el aire y cierra la puerta detrás de él. Me quedo unos minutos en silencio, vaya hombre más raro. No es un hombre es un demonio. Enciendo la televisión y busco entre sus Cds. Mis dedos se paran al ver el título Amelie. El rostro de una chica de pelo oscuro sonriendo inunda mi mente, Nekir tenía razón los recuerdos volverían notablemente. Introduzco la película y me da hambre, se que el sádico demonio me ha dicho que no puedo comer nada más que no sean glóbulos rojos pero lo ignoro. Cojo una tarrina de helado de fresa y una cuchara grande, sonrío.
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