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➳ Epílogo

Jennie pasó cerca de una hora analizando lo que haría.

Dando vueltas por su habitación, mirando de vez en cuando su celular y la carta anteriormente terminada.

Tenía un ligero brillo de esperanza de que Lisa la llamaría, pensó que la buscaría ya que había faltado a clases ese día. Pasaban largos minutos y el teléfono permanecía con la pantalla apagada y en silencio, ni siquiera una vibración ni algo similar.

Comenzaba a impacientarse, la castaña solamente buscaba y esperaba que apareciera una razón para arrepentirse, una sola sería suficiente.

Bueno, no cualquier razón, una llamada Lalisa Manoban.

Jennie, en algún lugar de su dolido corazón, en verdad no quería hacerlo. Pensó que aún había un ligero motivo para desistir y seguir adelante.

Aunque, el tiempo se le estaba acabando.

Mientras tanto, Lisa se preocupaba cada vez más.

No había visto a la menor durante todo el horario de clases y se sentía culpable.

Ésto porque desde que había besado a Jennie, había cambiado su manera de tratarla. Dejó de llamarla, dejaron de salir a caminar o a cualquier lugar, se apartó de ella lo más que pudo, y sabía bien que sus acciones la lastimaban aún más.

Tenía sentimientos demasiado confusos con respecto a la castaña, por un lado pretendía tener coraje hacia ella, después de todo, la idea del beso fue suya.

Pero realmente, esa escena no había salido de su cabeza ni por un segundo, ya ni siquiera lograba concentrarse correctamente en la Universidad y había estado distante según palabras de Heather.

Sin quererlo ni aceptarlo, acabó enamorada de Jennie de una forma considerable.

¿Pero cómo remediarlo?, ya había herido a aquella chica de cabello castaño y ojeras profundas, y sí ahora volvía con su mejor cara diciendo "me enamoré de ti" seguramente las cosas saldrían mal, pensó.

Además, aún estaba la pelinegra.

No sabía si en verdad deseaba dejarla, la adoraba, aunque ahora... No lograba medir qué tanto en comparación con Jennie.

— No seas idiota Lalisa, ¡ve con ella! — contestó la de menor altura al terminar de escuchar la historia de la mayor.

— Pero... Heather... — suspiró.

— Mira, si ella es tan dulce y comprensiva como nos a hecho ver, te entenderá si se lo explicas. — sonrió.

— ¿Tú crees Rosé?

— ¡Claro!, pero hazlo hoy, por favor no tardes más tiempo. — casi rogaba — Jennie te necesita ahora.

— Tienes razón...

Lisa tuvo que buscar a su novia durante el almuerzo, aún cuando ésta tuviera clase extra. Tenía que arreglar todas las equivocaciones que había tenido durante meses, meses en que se negó a aceptar que Jennie era más significativo que una simple amiga. que

Cada palabra que salía de su boca le era difícil pronunciarla, no era un asunto sencillo de explicar. Pero al final de todo, la chica reaccionó de la mejor manera posible, en verdad era un ángel.

— Ve a buscarla, no esperes a que las clases acaben. — sonrió — Quédate con ella, te ama demasiado por lo que pude ver.

— Eres la chica más dulce. — le dió un último abrazo.

La pelinegra salió del campus sin pedir permiso a ningún profesor, decidió que no la llamaría antes de ir a verla, pues quería darle una pequeña sorpresa.

De haber sabido lo que sucedía en casa de la menor, hubiera llamado un sin fin de veces y hubiera corrido con toda la velocidad que le dieran sus piernas.


Siguió esperando, sentada al borde de su cama, con el corazón golpeando fuertemente su pecho.

Llevaba toda la mañana aguardando, esperando un motivo que no llegó.

Lanzó un último suspiro, se levantó lentamente y apagó el celular. Arrastrando los pasos, llegó al baño de su habitación, cerrando la puerta con seguro al entrar.

Al mirarse al espejo, las lágrimas acabaron por desbordarse de sus ojos opacos. El verse tan demacrada y rota le dolía, ¿cómo pudo dejar que un amor la orillara hasta su punto de quiebre?

Eso sólo demostraba lo que ella tanto aclamaba, de verdad amaba más a Lisa que a ella misma.

— Hoy acabará todo ésto. — se dijo en un susurro.

Se recargó en la puerta y lentamente fue deslizándose hasta el suelo, llorando tal vez más fuerte que nunca, dando sollozos lastímeros, y de vez en cuando jalando su propio cabello en busca de liberar su desesperación contenida.

Estaba a punto de hacer algo, la última opción que encontró para frenar todo el dolor que tenía en su ser. Una manera para dejar de sentir, y era una decisión que no tenía ningún retorno.

Faltaban sólo un par de calles para llegar, Lisa había demorado más debido a que decidió comprar un gran ramo de rosas rojas para Jennie. No tenía prisa realmente, llegaría aún así.

Con cada paso que daba, un presentimiento extraño aparecía como punzadas en su pecho. Intentó no darle importancia, aunque, debió haber acelerado su ritmo en cuanto comenzó a sentirlo.

Tal vez así no hubiera tardado tanto.

Las lágrimas se deslizaban por sus pálidas mejillas, la voz casi se le había ido dejándola afónica, sus manos temblaban llenas de ansiedad, y su mirada denotaba miedo acompañado de agonía.

Estiró un poco su brazo izquierdo y de un cajón sacó una navaja de tamaño considerable, con la punta brillando debido al filo que poseía.

La veía con terror, pero a la vez, con una pizca de esperanza.

— ¿Tú podrás ayudarme, cierto? — habló entre lágrimas.

Respiró hondo y empuñó aquel objeto con decisión. Dobló la manga derecha del suéter que portaba, y apretó fuertemente los ojos.

Lentamente incrustó la punta de la navaja sobre su muñeca, llegando lo suficientemente profundo como para perforar la vena más visible. La deslizó hacia arriba soltando quejidos de dolor y abriendo de par en par los ojos con miedo y asombro.

La sangre no tardó nada en comenzar a brotar, tiniendo de color escarlata su antebrazo, la navaja y poco a poco, el suelo blanco que lo sostenía.

Mientras más líquido dejaba su cuerpo, más débil se sentía, y menos se escuchaban sus lamentos.

Su dolor se estaba llendo por esa profunda herida, y con él, se llevaba también los latidos de su destrozado corazón.

— Lisa, ésto duele... Pero... No tanto como no tenerte... — dijo en un hilo de voz — Me dolió más amarte...

Jennie, la chica más sensible y bella que alguien pudiera conocer, acabó por extinguirse entre la tristeza y la soledad.

Todo lo que alguna vez había sido, ahora se encontraba derramada como sangre sobre el suelo frío, sin posibilidad de volver.

Sus ojos, más brillantes que el cielo mismo, se cerraron para siempre, dejándola en una oscuridad eterna.


Tocaba la puerta repetidamente, nadie respondía su llamado.

Envió un par de mensajes que no fueron recibidos, llamó algunas ocasiones más sin tener contestación.

Su preocupación aumentó cuando giró la perilla y ésta se abrió. Jennie jamás dejaría la puerta sin seguro, pues era una persona que se preocupaba demasiado por esos detalles.

Entró al apartamento dando pasos lentos, buscando con la mirada a su menor sin tener éxito.

— ¿Jennie?, ¿dónde estás? — preguntó caminando por el pasillo que daba a la habitación — ¿Jen?

Le sorprendía que no sé le respondiera, considerando que su tono de voz no era nada bajo. Llegó hasta la recámara y abrió la puerta, el aire frío entraba por la ventana, abierta en su totalidad, y el silencio fue su recibimiento.

— ¿Jen? — su desesperación creció al no verla en ninguna parte — ¡Jennie!

Dejó el ramo que cargaba sobre la cama, ignorando la libreta con hojas salidas que allí se encontraba.

Regresó a la sala de estar, buscándola allí nuevamente, en la cocina y en la zona de lavado sin tener respuesta favorable.

El único lugar que le hacía falta revisar era el baño, pero sería bastante incómodo entrar sin avisar, pensó.

Tocó la puerta de dicho lugar, de nuevo un gélido silencio le respondió.

Su preocupación subió al límite, acabando con su vergüenza y obligándole a forzar la cerradura, un par de segundos después finalmente entró.

Esa imagen, la escena con la que se topó sin esperarla, el aroma a sangre inundando sus fosas nasales y su corazón parando de latir por un segundo, son cosas que Lisa jamás podría olvidar.

Sus ojos se apagaron, lloraba y lloraba sin control alguno, se agachó frente al cuerpo inerte y lo tomó entre sus brazos abrazándolo con fuerza, esperando ser correspondida.

La sentía tan frío, incluso más que el aire que inundaba el lugar, gritaba su nombre buscando una respuesta que no llegaría, manchando sus manos y ropa debido al contacto.

Había llegado demasiado tarde.

La sirena de la ambulancia retumbaba por toda
la casa, el equipo forense levantaba a la chica sin vida, llevándosela del sitio, mientras dos chicas sacaban su dolor a manera de lágrimas sentadas en la cama individual, acompañadas por una más que mantenía una expresión de pesar sin derramar líquido alguno.

— Llegué tarde... Es culpa mía... Yo la herí... — decía Lisa entre el llanto.

— No es... T-tu culpa... — respondió Rosé — Ella... — las palabras se cortaban de su garganta.

— Nadie es culpable aquí, ¿de acuerdo? — Jisoo abrazaba a su pareja — Jen... No consiguió la ayuda que necesitaba.

— ¡Yo no se la di! — gritó Lisa — Ella lo pedía a gritos... Y la dejé sola... Por ella...

Una hora más pasó y el apartamento quedó nuevamente en silencio, solamente la pelinegra permaneció allí.

No iba a aceptar que Jennie ya no existía, mucho menos sabiendo que ella le había causado tanto dolor sin quererlo.

Se había recostado en la cama, aún sin poder contener su llanto.

En un destello de lucidez, volvió a ver la libreta que rato atrás había pasado por alto, ésta vez tomándola con cuidado y abriéndola con el afán de leer su contenido.

Esperaba encontrar alguna especie de consuelo entre sus páginas, sin embargo, cada palabra que leía la rompía más y más.

Aunque, la escritura que la destruyó completamente, fue la carta justo al final del cuaderno.

»——— ★ ———«

Cuando leas ésto, yo ya no estaré en el mismo mundo que tú. Eso lo sé porque así lo he decidido.

Espero hayas leído de principio a fin éste diario, claro, si es que lo llegaste a encontrar.

Quiero decirte, que te amo, y te seguiré amando

aunque ya no esté contigo. Tú me diste la mayor felicidad que una persona puede sentir, y te lo agradezco de todo corazón. Hubiera deseado que no la transformaras en dolor.

No pienses que te estoy culpando por lo que hice, nunca podría. Tampoco la culparé a ella, no sería justo.

Solamente yo soy la culpable, yo me dejé romper, yo me destruí, yo acabé con mi vida.

Yo fui la imbécil que decidió enamorarse de alguien imposible.

Y yo fui quién no encontró más alternativa para frenar el sufrimiento, que cortar su propia muñeca.

Lalisa, no llores por mí, estoy bien. Ya no duele, tenlo por seguro.

Ya no estarás dándole tu tiempo a una persona
que no lo merece.

No volverás a preocuparte por alguien que nunca quiso mejorar. Sobre todo, ya no tendrás que aguantar mí enamoramiento hacia ti.

Perdóname por no despedirme de frente, sabes que la cobardía siempre fue mí mayor aliada.

¿Podrás perdonarme algún día?, ojalá sí, por favor, hazlo.

Ve con Heather, ella te ama, tú la amas. Te cuidará y sé que estarás bien a su lado, te ruego que seas la misma chica feliz de siempre, no vale la pena que me des tu dolor.

También debo disculparme por mentirte, dije que te amaría hasta que mi corazón dejara de latir, pero no es verdad.

Porque yo te amaré incluso después de eso, y lo seguiré haciendo en la próxima vida que se me otorgue.

Dejé de sentir, sin embargo, mí amor hacia ti jamás podrá extinguirse.

Lisa, te pido perdón. Perdón, porque a pesar de haberlo deseado con cada parte rota de mí alma, nunca pude ser como ella.

Jamás fuí ni seré Heather.

Fuí Kim Jennie, y fuí la persona que dió su vida por ti.

»——— ★ ———«

— Jen... — la carta ahora era adornada con gotas de tristeza pura — Jen... ¡Jen vuelve!... Por favor... Yo... Yo te amo Jennie... Perdóname...

La chica se culpaba enormemente, le dolía hasta el alma que su Jennie se hubiera ido para siempre.

¿Cómo asimilarlo?, evidentemente no lo lograría.

Ahora, sólo le quedaban dos cosas. Una libreta con palabras que deseaba escuchar desde la boca de la castaña, y un fantasma que la seguiría a donde fuera, y ambas opciones la lastimaban con sólo pensarlas.

Amó a Heather, no puede negarlo de ninguna forma.

Pero, se arrepintió de jamás haber dicho que en realidad, amaba mucho más a Jennie.

Ella le pidió una señal en aquella carta final, algo para demostrarle que la amaba.

¿Qué podría hacer?, pues... Sólo se le ocurrió dar su vida en respuesta.

Lisa acabó con su existencia, cayendo desde la ventana de ese quinto piso, adornando el duro concreto con pétalos de rosa, líquido escarlata y una sonrisa dibujada en su rostro.

¿Cuánto tiempo logró aguantar sin Jennie?

Las horas están contadas.


que triste, no sé imaginan lo que llore escribiendo esto.

Primero que nada, dejen su opinión de el final

segundo, hay una segunda parte de esta historia que se llama 'Hold On' (inspirada en la canción y del autor Chord Overstreet)

HOLASSS

ya está en mí perfil la siguiente parte de esta historia

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